Capítulo 02.Todos los días la misma rutina.
Despertarse, desayunar en la mesa del Gran Comedor junto al resto de profesores, dar sus clases, comer con un ojo en el plato y otro pendiente de la mesa de Slytherin y de que sus alumnos no sufrieran ningún ataque durante la comida, y marcharse apenas daba el último bocado por red flú a San Mungo.
Solía coincidir en la entrada con sus habituales compañeros en esas tardes, que siempre parecían estar esperando a que llegara antes de subir a la planta que les correspondía en escrupuloso silencio.
Pasan cerca de la sala Janus Thickey, pero no entran.
Se dirigen a una estancia especial, a la cual solo se puede acceder mediante una contraseña que cambia todos los días y que solo ellos y cinco sanadores más del Hospital conocen.
Como de costumbre, es él quién pronuncia las siete palabras de ese día y el que atraviesa la pared que ha pasado a ser una mera ilusión durante escasos minutos.
Entrar es como cambiar de universo.
Dentro de la estancia ampliamente cubierta por la vegetación y atravesada por un pequeño riachuelo, es difícil creer que se encuentran dentro de un hospital. Es complicado separar las dos realidades día tras día y no confundirse.
Pero lo hacen. Porque tienen que vivir en el mundo real, porque de otra manera no les quedaría ninguna esperanza de traerlo de regreso con ellos.
Y es él, Severus Snape, el que, como siempre, da un primer paso al frente cuando el despistado Harry Potter pasa cerca de él.
— Potter — saluda, tratando de usar un tono neutro que sabe que, de todas formas, no servirá de nada.
Y así queda confirmado cuando el chico pasa por su lado como si no lo hubiera oído, camino al río, mirando a su alrededor como si hubiera mil cosas más fascinantes que él o que sus compañeros que ver.
Probablemente, las hay.
En su mente.
— Harry, ¿qué tal estás? — pregunta Lupin tras él y da unos pasos hacia el chico, pero este permanece inmutable, con los ojos fijos en algún punto entre los árboles.
Black ni siquiera intenta hablarle. No suele hacerlo a menos que el chico dé alguna señal de percibir su presencia, como pocas veces ocurre.
Tras unos minutos en silencio, Harry sonríe y entonces algo se mueve en el lugar exacto en donde había estado mirando.
Snape gira la cabeza casi sin darse cuenta, para verlas. Mariposas. Hermosas mariposas de tres colores diferentes: azul, rojo y dorado. Sabe que significan, porque está directamente implicado en su historia.
Y el hecho de que estén ahí es lo único que le da ánimos para hacer esa visita, a todas luces inútil, día tras día.