La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  El amor que salvó un reino. Capítulo 12. Y ahora, Harry corre a ayudar

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alisevv

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 El amor que salvó un reino. Capítulo 12. Y ahora, Harry corre a ayudar  Empty
MensajeTema: El amor que salvó un reino. Capítulo 12. Y ahora, Harry corre a ayudar     El amor que salvó un reino. Capítulo 12. Y ahora, Harry corre a ayudar  I_icon_minitimeMiér Jul 09, 2014 7:36 pm

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Harry Potter definitivamente estaba de mal humor. Esa mañana había amanecido bastante animado, dispuesto a conversar con Severus sobre su situación de pareja. Sin embargo, en cuanto llegó al comedor se enteró que el Príncipe había partido al amanecer, y lo que era peor, en compañía del tal Weasley. ¿Es que acaso no había más guardias en el campamento que siempre tenía que salir con el maldito pelirrojo?

En ese momento, prácticamente asesinaba su comida, imaginando que era cierta cabeza pelirroja, ante la mirada intrigada de Siriuis y Hermione, y los ojos comprensivos de Draco, que claramente suponía la razón del malhumor de su amigo.

De repente, un ruido a su alrededor lo sacó de sus vengativos pensamientos y levantó la cabeza para observar como un agitado Bill Weasley se dirigía presuroso hacia su mesa.

Viendo la actitud y el rostro de su subordinado, Sirius intuyó que algo grave estaba ocurriendo y se levantó con prestaza para interrogar al recién llegado.

—Demonios, Bill, ¿qué pasó?— miró hacia la entrada con inquietud—. ¿Dónde está Su Alteza?

—Tuvo un accidente— informó el joven, recuperando el aliento—. Se cayó por un barranco.

—¿Qué?— Harry fue incapaz de contener la exclamación de angustia, al tiempo que palidecía visiblemente, antes de empezar a asediar al hombre con preguntas—. ¿Cómo pasó? ¿Está herido? ¿Dónde está?

Al ver que Bill no sólo no contestaba sino que ignoraba a Harry, Sirius se envaró. En cierto modo comprendía al pelirrojo, pero Harry era el hombre que Severus amaba y quien a la larga se convertiría en el Príncipe Consorte de Moribia, no podía permitir esa muestra de descortesía hacia él. Severus no se lo perdonaría.

—Señor Weasley, Lord Potter le acaba de hacer una pregunta, ¿podría contestarle, por favor?— el tono, aunque cortés, llevaba una orden implícita.

El hombre pelirrojo entendió enseguida su posición y, mirando a Harry, asumió una actitud marcial.

—Su Alteza perdió pie y cayó una altura de unos veinte pies. Por suerte, a mitad de caída había un arbusto que amortiguó el golpe. Oliver, que sabe algo de sanación, bajó con una cuerda y el equipo de primeros auxilios. Recibió varios golpes y rasguños, tiene un esguince en la muñeca y se hizo un corte grande en una pierna, que Oliver tuvo que suturar, pero al parecer no tiene ningún hueso roto o daños más graves— miró alternativamente a todos los rostros preocupados que le escuchaban—. Afortunadamente, está consciente.

—¿Está en el hospital?— preguntó Sirius, agradeciendo mentalmente, y no por primera vez, la idea del Doctor Karkaroff de entrenar algunos hombres en primeros auxilios, y de que cada grupo de expedición que saliera, llevara uno de ellos y una adecuada provisión de material médico para atender contingencias. A la sazón, esa idea incluso había salvado unas cuantas vidas.

—No, sigue en el barranco.

Sirius asintió, se lo suponía. Por el contrario, Harry saltó de inmediato.

—¿En el barranco? ¿Cómo pudo dejarlo allí?— increpó al pelirrojo, furioso. Sirius levantó una mano para detener la seguramente brusca respuesta de Bill.

—Harry, conozco las cordilleras de las sierras altas, la mayoría son demasiado abruptas, unas paredes de roca prácticamente verticales, y supongo que ésta es así— miró al hombre pelirrojo que asintió en silencio, antes de fijar nuevamente su atención en Harry—. Ninguno de nosotros sería capaz de subir veinte pies llevando al Príncipe a cuestas, y dudo que él pudiera lograrlo con la muñeca dislocada.

El rostro de Harry reflejaba completa desolación.

—¿Y qué se puede hacer?— indagó Hermione, mientras tomaba la mano de su hermano para darle consuelo.

—Hay que conseguir ayuda de los Moribs— sugirió Draco, que luego del terrible miedo que había sufrido por su tío, comenzaba a reaccionar—. Ellos están acostumbrados a escalar esos abismos.

—Sí, es ciento— convino Sirius—. ¿Pero cómo vamos a explicarles la situación y pedirles ayuda? Ninguno dominamos su idioma, yo apenas me sé unas cuantas palabras.

—Es increíble que ninguno de ustedes conozca el idioma morib— bufó Hermione, exasperada, haciendo el propósito mental de obligar a unos cuantos a aprender el dialecto.

—Yo sé hablar morib— declaró Harry—. Puedo ir a hablar con esa gente.

—Ni hablar— negó Sirius—. La zona morib se encuentra a tres horas de aquí, cabalgando a todo vapor. Tú eres un doncel, Harry; tu guardián sigue en cama y Lady Aurora no puede hacer un viaje tan largo a caballo. Es impensable que te alejes del campamento. Severus y Remus me matarían si se enteraran que te permití ir.

—Pues ve haciendo tu testamento— declaró Harry, decidido—. Si la única forma de sacar a Severus de ese barranco es yendo a hablar con los moribs, por Dios que lo voy a hacer— al ver el rostro del capitán, se apaciguó ligeramente y trató de razonar—. Sirius, sabes que es la única alternativa. Severus cayó de mucha altura; está muy golpeado, y aunque la persona que lo revisó no lo detecte, no podemos estar seguros que no tenga algún daño interno.

—Es cierto, Sirius— intervino Draco—. Recuerda lo que pasó con Remus. Yo puedo acompañar a Harry a hablar con los moribs.

—Claro, lo que me faltaba. No me van a matar por uno sino por los dos. Ni hablar.

Al ver que Draco iba a insistir, Harry se le adelantó.

—Cada minuto que pasa es crucial— dijo con tono apremiante, antes de mirar a Bill—. ¿A qué distancia ocurrió el accidente?

—Casi llegando a la zona morib— contestó el aludido, impresionado por la repentina autoridad que destilaba la voz del joven.

—Bien. Sirius, busca al doctor Karkaroff enseguida. Yo voy a cambiarme para el viaje y nos reuniremos en diez minutos. No se preocupen, me ocultaré bajo una capa para que nadie me reconozca y no se dañe mi ‘reputación’— dijo con ironía—. Partiremos juntos, ustedes se quedaran con Severus, y el señor Weasley y yo seguiremos hasta encontrarnos con los moribs.

—No, no puedo dejarte ir solo— argumentó Sirius.

—Necesito que te quedes con Severus por si se presenta una emergencia— razonó Harry—. Además, no te pueden matar dos veces, ¿cierto?— terminó con una sonrisa.

—Yo también quiero ir— insistió Draco—. Severus es mi tío.

Harry se acercó a su amigo, sonriendo.

—Te prometo que va a estar bien, Draco— le aseguró con firmeza—. Pero si me desaparezco sólo yo, pueden inventar una excusa, que me sentí mal y me fui a mi habitación o algo así. Pero si desaparecemos los dos va a ser muy evidente y empezaran a hablar— al ver el rostro enfurruñado del rubio, dio su golpe de gracia—. Además, te necesito para que tranquilices a mi tío. Él no se va a comer el cuento de que me siento mal y por eso no estoy en el hospital.

Aunque a regañadientes, Draco asintió. El joven de pelo negro palmeó su hombro, antes de acercarse a Hermione.

—Sabes que tío Remus te va a despellejar vivo, ¿verdad?— preguntó la chica.

—Sabes que tengo que hacerlo.

La chica asintió, los ojos llenos de preocupación, mezclado con orgullo al ver cuanto había madurado su ‘hermanito’.

—Cuídate, por favor.

—Lo haré— musitó, y beso su frente, para luego mirar a los demás.

—En diez minutos frente al cuartel general.

Y sin otra palabra, abandonó la habitación a toda velocidad.



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Harry corrió como desquiciado hacia la galería de cuevas donde dormía, mientras rezaba por encontrar allí a Lady Aurora, necesitaba su ayuda para que su escapada no fuera notoria para el resto de los habitantes del campamento. Llegó al lugar casi sin aliento y se dirigió hacia la cortina que protegía la habitación de la dama.

—Lady Aurora, ¿está ahí?

Al escuchar el apremiante tono del muchacho, la mujer se apresuró a salir.

—¿Qué ocurre, Harry?— interrogó en cuanto apareció en el umbral, mirándolo preocupada—. ¿Por qué estás tan nervioso?

—Lady Aurora, ocurrió un accidente y necesito su ayuda— declaró Harry, mientras procedía a explicar todo lo ocurrido con Severus.

—¡Oh, por Dios!— exclamó la mujer, consternada, antes de mirarlo fijamente—. Esto es terrible, pero ¿en qué puedo ayudar yo?

—Necesito que me cubra— al ver que la dama lo miraba sin entender, explicó—: Necesitamos la ayuda de los moribs para rescatar a Sev… a Su Alteza. Aparte del Príncipe, Hermione, y yo somos los únicos que hablamos su lengua. Tengo que ir a su pueblo a pedir ayuda.

—Pero yo no puedo acompañarte hasta allí, el viaje es demasiado forzado para mí.

—No, por supuesto que no— la tranquilizo el joven—. Yo voy a ir con Sirius y el Doctor Karkaroff.

—¿Tú sólo, sin dama de compañía?— él asintió en silencio—. Pero Harry, eso es terriblemente inapropiado.

—Lo sé, pero no hay otra forma de rescatarlo. Y debemos hacerlo rápido, si cae la noche, el frío y el viento…—Harry no terminó el pensamiento pero la mujer entendió perfectamente.

La mujer reflexionó un buen rato, había casos en que las estúpidas normas sobre los donceles la desesperaban, y ese definitivamente era uno de esos casos.

—¿Y en qué puedo ayudarte?

—Bien, ya sabe como son algunas personas por aquí— declaró Harry, y la dama asintió—. Necesito que si preguntan por mí, les diga que estoy en mi habitación con dolor de cabeza o algo así. ¿Lo hará por mí?— Lady Aurora lo pensó unos segundos, y al fin, volvió a asentir—. Perfecto, entonces voy a buscar una capa para ocultarme. Mucha gente la lleva cuando sale de viaje, para protegerse del viento, así que no creo que llame la atención a nadie.

—A menos que te vean saliendo de esta galería— la incertidumbre se reflejó en el rostro del joven al darse cuenta que ella tenía razón. La mujer sonrió y le dijo con tono divertido—: Anda, ve a buscar tu capa, yo te espero aquí— lo animó—. Saldré primero y distraeré al guardia de la puerta para que no te vea salir. Espera a que no pase nadie por ahí y luego corre.

Radiante, Harry abrazó a la buena mujer y le dio un cariñoso beso.

—Gracias, Lady Aurora. Es la mejor dama de compañía del mundo entero.

Mientras lo veía correr hacia su habitación, ella sonrió con ternura. No era tonta y se había dado cuenta del afecto que había entre su futuro Rey y el joven inglés, la edelweiss que el joven recibía cada día era prueba más que fehaciente de ello. Al final, musitó para si misma:

—Eres un gran chico, Harry, y serás un gran Príncipe Consorte. Nuestro Príncipe y el pueblo de Moribia vamos a estar muy bien en tus manos.



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Draco caminaba pausadamente hacia el hospital. Como si no fuera suficiente con la preocupación que le generaba la salud de su tío, ahora tendría que lidiar con la furia de Remus.

Sonrió suavemente al recordar al hombre de cabello castaño y maravillosos ojos dorados. Tenía que reconocer que, en general, era una persona de carácter dulce y amigable. Además, era muy culto y resultaba un verdadero placer hablar con él. Las últimas semanas, mientras le cuidaba, conversaban o jugaban ajedrez para ayudarlo a matar el tiempo, había llegado a apreciarlo profundamente, aunque si hiciera caso a una vocecita que gritaba dentro de él, hubiera tenido que reconocer que ‘apreciarlo’ no describía exactamente lo que sentía por el heredero de la familia Lupin. Claro, uno no tenía por qué hacer caso a las molestas voces que andaban por ahí susurrando inconveniencias en la cabeza, ¿verdad?

Miró con desconsuelo la entrada de la cueva, maldiciendo en silencio a Hermione, quien se habían dado a la fuga, dejándolo a él para dar la noticia a Remus.

—Cobarde— gruñó en voz baja—. Pero ni sueñe que me voy a olvidar de esto, ya la agarraré— respiró profundamente—. Bien, al toro por los cuernos.

Al entrar al recinto, observó las camas, distraído. Había un par de heridos que dormitaban apaciblemente, y un pequeño a quien su madre estaba leyendo un cuento. Siguió avanzando hacia el fondo de la enorme cueva, cerca del área de operaciones, donde debido a que su convalecencia estaba resultando bastante prolongada, habían trasladado a Remus para darle algo mas de comodidad, lejos de los quejidos de los enfermos y el ruido de los visitantes, que a veces eran bastante molestos.

Al llegar junto a la cama, lo recibió la sonriente figura de Remus Lupin.

—Draco, al fin llegas— lo saludó, ansioso—. Hoy parece que todo el mundo se levantó con pereza, Hermi y Harry tampoco han llegado, y como la sala está casi vacía, hasta la enfermera de guardia salió. Estoy aburrido como una ostra.

—Buenos días, Remus, ¿cómo amaneciste hoy?

—Bien, bien, pero ¿qué les pasó a ustedes? Las diez de la mañana y todos sin aparecer— al ver el rostro serio de Draco, frunció el ceño, preocupado—. ¿Está todo bien?— como el otro no contestaba, insistió, algo alarmado—. Draco, ¿ocurrió algo? ¿Acaso Hermione o Harry?

—No, no, tranquilo, ellos están bien.

—¿Y por qué no están aquí?— Remus lo observó con actitud sospechosa.

—Hermione ya viene.

—¿Y Harry?— de nuevo la mirada sombría en los ojos plateados—. Draco, ¿dónde está mi sobrino?

—Verás, hace un rato llegó Bill al campamento— empezó a explicar con tono pausado—. El Príncipe sufrió un accidente, cayó por un despeñadero.

—¿Severus? ¿Está bien?

—No lo sabemos a ciencia cierta, aún no lo han podido rescatar, pero no parece ser nada grave.

—¿No lo han podido rescatar? ¿Por qué?

—Pues resulta que aunque el precipicio por el que cayó mi tío no es muy alto, sí es muy escarpado, y los hombres no pueden subir por allí con él a cuestas, no tienen experiencia.

—¿Y qué se puede hacer?

—Fueron a buscar a los moribs, ellos son los únicos que pueden efectuar el rescate.

—Bueno, menos mal, pero— miró al joven rubio con sospecha— ¿qué tiene que ver eso con el hecho de que Harry no esté aquí?

—El asunto es que los únicos del campamento que conocen el lenguaje morib son mi tío, Hermione, y… Harry.

Draco observó como la luz de preocupación que brillaba en los ojos dorados se trocaba en una luz de furia.

—Por favor, dime que Harry no salió solo a hablar con los morib— Draco no contestó—. Maldición, ¿acaso ese muchacho está loco? ¿Acaso no piensa en su reputación?

—No está loco, Remus, está enamorado— razonó Draco—. Y él es el único que puede hablar con los morib para que ayuden al tío Severus.

—Demonios, Severus no deja de dar problemas a Harry.

—¿Qué quieres decir?— el joven rubio se envaró, molesto—. Mi tío tuvo un accidente, ¿es tan difícil entender eso? ¿Acaso la vida de él no importa al lado de la reputación de un Lord inglés?

—No quise decir eso— se defendió Remus, consciente que había metido la pata—. Pero podían haber esperado, buscar otra solución. La reputación de un joven fértil es algo muy delicado, y Harry debería estar consciente de eso.

—Harry lo está, como lo estoy yo, y Hermione, y todas las doncellas y donceles, ¿y sabes qué? Estamos hartos— Draco estaba realmente furioso, los ojos destilando lava plateada, mientras Remus lo miraba mudo de asombro—. Todas esas normas no son más que patrañas. Es injusto que se nos exija permanecer impasibles cuando las personas que amamos están en peligro. Harry no pudo permanecer tranquilo en casa sabiendo que en sus manos estaba el rescate del hombre que ama, como Hermione no podría si se tratara de Sirius, o yo si tú…

Al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir, el joven rubio enrojeció fuertemente y se levantó de un brinco, más que dispuesto a salir volando de la cueva. Sin embargo, no pudo poner en práctica su fuga, pues unos dedos de acero se cerraron en torno a su muñeca. Forcejeó para soltarse, y al ver que era inútil, pidió con voz ronca, sin atreverse a mirar a Remus.

—Por favor, suéltame.

—No hasta que termines lo que ibas a decir.

El muchacho forcejeó nuevamente, con desesperación.

>>Si sigues luchando te vas a hacer daño— la voz de Remus era suave, impregnada de asombro y ternura—. Draco, mírame— al ver que el otro se resistía a obedecer y seguía forcejeando, insistió—. Por favor, mírame— a regañadientes, el chico giró el rostro y enfrentó los ojos dorados, que brillaban con una luz especial—. Termina lo que ibas a decir.

Draco alzó la barbilla y lo miró, su gesto destilando orgullo y dignidad.

—No me da la gana. Y suéltame ya, tengo muchas cosas que hacer y no puedo seguir perdiendo el tiempo contigo.

—Pero que modales tan groseros— se burló Remus con ternura—. Me parece que cuando nos casemos voy a tener que hacer algo al respecto.

En un rápido movimiento que tomó al más joven desprevenido, Remus cerró los brazos en torno a su cintura y tomó su boca en un beso demandante. Sorprendido, Draco forcejeo brevemente, pero al final se rindió a la calidez y dulzura de esos labios que llevaba días anhelando besar y respondió al beso con la misma ansiedad que le era dado. Ambos perdieron conciencia de todo lo que les rodeaba, perdidos en el placer que estaban compartiendo. Al final, se separaron, uniendo sus frentes mientras luchaban por recuperar el control de sus emociones.

—Me moría de ganas de besarte— musitó Remus, hablando casi sobre los labios del otro, bebiendo el aliento de su compañero.

—Pues mucho te tardaste, ¿no crees?— la voz del joven sonaba feliz.

—¿Y si hubieras reaccionado mal?— el tono de Remus destilaba burla—. Estoy herido y no hubiera podido defenderme.

—Si, claro, porque yo iba a atacar a un pobre desahuciado.

Remus se alejó, riendo suavemente. Luego, alargó una mano y retiró un mechón rubio de su rostro.

—Eres hermoso, Draco, lo más bello que he visto en mi vida. Desde el primer día que te vi quedé encandilado, alucinado con el hermoso forajido de cabellos de oro y ojos de plata que se enfrentó a mí sin importarle mis gruñidos— las manos de Remus bajaron y tomaron una blanca mano, llevándola a sus labios—. El príncipe rubio que me cuidó y consintió todos estos días, ganándose mi respeto y apreció. El hombre que he aprendido a amar con todo mi corazón. Vas a casarte conmigo, ¿verdad?

—Pues no estoy muy seguro que eso sea una petición— Draco se inclinó y besó suavemente los labios de quien ya su corazón había aceptado como su pareja—. Además, antes me amenazaste.

—¿Te amenacé?— Remus frunció el ceño, extrañado.

—Sí, ¿cómo fue que dijiste?  Pero que modales tan groseros. Me parece que cuando nos casemos voy a tener que hacer algo al respecto.— Remus se echó a reír y Draco levantó una ceja—. No me fío. ¿Y si después resultas un marido troglodita que pretende mantenerme escondido en las mazmorras bajo cien cadenas?

El hombre de ojos dorados lo miró con fuego en la mirada.

—Por mí, te tendría en una alta torre, encerrado, para que nadie más que yo pudiera admirar tu belleza— comentó—. Pero conociéndote, lo más probable es que en cuanto me descuidara yo sería quien terminara en la torre— la risa divertida de Draco resonó en la cueva—. Entonces, si te prometo que voy a ser un buen esposo y no voy a pelear contigo…— Draco lo miró, eso no se lo creía ni él—. Vale, si prometo que no voy a pelear más de lo estrictamente necesario, ¿te casarías conmigo?

—Déjame pensar— aunque intentaba sonar burlón, la voz el joven estaba impregnada de emoción—. ¿Sí acepto prometes dejar el enfado contra Harry y mi tío?

Remus bufó, exasperado.

—Entre todos me van a matar de un disgusto.

—¿Eso es un sí?

—¿No podré gruñir ni un poquito?

—Vale, pero sólo un poquito— aceptó el rubio, sonriéndole con ternura.

—Bueno… si no hay más remedio.

—Lo que tengo que hacer por los amigos, Harry y mi tío me van a deber una grande— Draco lanzó un fingido suspiró y acercó su cara al expectante rostro de su pareja—. Sí, amor, acepto casarme contigo.

Luego de eso no hubo más palabras, mientras Remus y Draco se demostraban que, bromas aparte, acababan de tomar la mejor decisión de sus vidas.



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Los cuatro jinetes que habían partido del campamento en las cuevas, galoparon como desquiciados por el empinado y tortuoso terreno, mientras Harry agradecía mentalmente las muchas clases de equitación que recibiera a lo largo de su vida y pensaba que después de eso no podría sentarse en semanas.

Cuando se separaron de Sirius y el Doctor Karkarof, Harry luchó contra el inmenso deseo de olvidarse de todo y correr al lado de Severus. Pero no podía darse el lujo de ser débil. Aún no estando mal herido, cada minuto que pasaba jugaba en contra de la salud del hombre que amaba, quien en ese farallón debía estar recibiendo el impacto de los fuertes y fríos vientos de las montañas. Y tampoco podía permitir que avanzara la tarde pues, a mediados de Noviembre y a esas alturas, la temperatura bajaba demasiado. Si no rescataban pronto a Severus su vida podía llegar a correr un serio peligro.

Siguieron cabalgando por otra media hora hasta Bill disminuyó el galope y se acercó al trote hasta Harry, quien lo había imitado.

—Estamos muy cerca del pueblo morib— le dijo en cuanto llegó a su lado—. A partir de ahora es mejor que avancemos con lentitud, sino podrían sentirse agredidos y atacarnos.

Harry asintió en silencio y siguió al hombre pelirrojo en su lento ascenso por la pendiente. Unos minutos más tarde, su paso se vio obstruido por un par de hombres altos y fuertes, vestidos con unas toscas pieles, sus manos sosteniendo afiladas lanzas que se veían muy inquietantes. Ante una seña de Bill, el joven Lord alzó los ojos; en los altos riscos pudo distinguir varios hombres más, vestidos como los sujetos del camino y armados con lanzas y arcos, todos apuntando en su dirección.

Alto, extranjeros— era evidente que el morib que habló no esperaba ser entendido, pero sí que el tono de su voz y su actitud agresiva hiciera a los recién llegados desistir en su avance—. Están en tierras morib, no pueden seguir aquí. Retrocedan.

Ignorando las armas que le apuntaban, Harry contestó en su idioma.

Salud, amigo— habló Harry, utilizando el saludo habitual de esas gentes—. Necesito hablar con el jefe de su grupo.

Al oírle hablar en su idioma, los hombres le miraron, extrañados, pero no depusieron su actitud agresiva.

—¿Quién eres? ¿Cómo es que conoces nuestra lengua?

Si me permiten bajar les explicaré. No se preocupen, estoy desarmado.

—¿Y tu compañero?


Harry se giró hacia Bill.

—¿Está armado?— el joven afirmó con la cabeza—. Cuando yo le diga tire sus armas.

—Imposible, quedaremos indefensos

—Haga lo que te digo— ordenó en tono tajante—. De todas maneras, una pistola no podría ayudarnos para nada en caso que decidieran atacarnos. Espere a que le de la señal.

Encaró de nuevo a los hombres del camino.

>>Mi compañero está armado pero va a entregarles sus armas.

Los dos moribs murmuraron entre sí, y ante el asentimiento de su compañero, el hombre hablo nuevamente.

Que las saque lentamente y las lance a tierra.

—Weasley, saque lo que tenga con lentitud y tírelo.

A regañadientes, el hombre pelirrojo sacó dos pistolas y las arrojó al camino.

El hombre que no había hablado se acercó, tomó las pistolas e hizo una seña a su compañero, quien miró a Harry.

Pueden bajar, pero muy lentamente y con las manos en alto.

Ante la instrucción, el moreno se giró hacia Bill.

—Podemos bajar pero hágalo muy lentamente y mantenga las manos en alto.

Una vez en el suelo, se acercaron cautelosamente a los hombres, cuidando de mantener todo el tiempo las manos en alto.

—¿Quienes son?— preguntó el morib una vez más.

Soy Harry Potter— el joven dudó un segundo antes de decir lo siguiente pues ya no era cierto, pero estaba seguro que sólo tenía una posibilidad de hablar con el jefe de esos hombres y la debía utilizar—, el prometido del Príncipe Severus Dumbledore, y él es mi guardián— señaló a Bill, quien permanecía atento a todos los movimientos aunque no entendía lo que hablaban—. Necesito hablar con el jefe de su pueblo, es muy urgente.

—No creo que Zulub Hagrid quiera hablar con desconocidos
—replicó el hombre.

¿Por qué no deja que sea él quien decida?— al ver que el hombre dudaba, Harry insistió en un tono más duro—. Soy el futuro Príncipe Consorte de Moribia, no creo que a Zulub Hagrid le gustaría que usted me despidiera sin preguntarle, ¿no cree?

La duda aumentó en los ojos del hombre y se giró a murmurar algo a su compañero, antes de mirar a Harry y a Bill.

Iré a preguntar, esperen allí —indicó, señalando un árbol a un lado del camino.

Es muy urgente.

Esperen allí.

Bufando ante la actitud de los condenados moribs, Harry hizo una seña a Bill, quien lo siguió y se sentó a su lado, bajo la sombra del árbol. Levantó la vista; los hombres de los riscos seguían allí, vigilando en silencio.

—Demonios, espero que no se demoren— maldijo Harry en voz baja.

—¿Qué le dijeron?— preguntó Bill.

—Van a preguntarle a su jefe.

—Eso es bueno.

—Supongo que sí, pero espero que se apuren. Cada minuto es esencial para Severus.

Pasó un largo rato hasta que Bill finalmente habló.

—Realmente lo quiere, ¿no?

Harry lo miró, entre asombrado y molesto. Sabía a quien se refería y le indignaba que fuera justamente él quien le preguntara eso.

—Eso es algo que no le incumbe— replicó, altanero.

Un buen rato más hasta que el pelirrojo habló nuevamente.

—Yo no soy su enemigo, Lord Potter.

El joven lo miró con una ceja alzada en señal de incredulidad.

—No, claro, usted es el… ¿Qué es de mi antiguo prometido? ¿Su amante? ¿Su pareja?

—Es más estúpido de lo que pensaba— al ver los ojos verdes relampagueando de furia, se apresuró a continuar—. ¿Cree que si Su Alteza y yo tuviéramos algo yo estaría teniendo esta conversación con usted? Amo a Severus, no lo voy a negar— el ceño de Harry se hizo más duro—. Pero Severus lo ama a usted. Y yo lo amo lo suficiente para alegrarme de que sea feliz.

>>En cambio, usted posee su corazón, ¿y que hace? Se dedica a dañarlo una y otra vez, sólo por un malentendido orgullo.

—Óigame, usted no es quien para hablarme así.

—El orgullo es terriblemente dañino, Lord Potter— siguió el otro cómo si no hubiera escuchado la furiosa exclamación—. Destruye todo lo que toca y al final sólo deja la soledad.

Harry se hubiera reído si el asunto no fuera tan serio. Ahora resultaba que el hombre que había besado a Severus le daba consejos para que regresara con él. Es que era como para no creerlo. Y lo peor es que parecía realmente sincero. Estaba a punto de replicarle, cuando un movimiento en el camino llamó su atención: los hombres regresaban. Esperó expectante hasta que el Morib llegó a su lado.

Zulub Hagrid lo espera— al ver que Bill hacía ademán de acompañarlos, agregó—: Sólo usted. El hombre de cabello rojo debe permanecer aquí.

—No puede ir con nosotros— le explicó Harry—. El morib dice que debe quedarse aquí.

—Imposible, me encargaron cuidarlo, sobre mi vida si era preciso, y eso es lo que haré.

Harry vio la decisión brillando en los ojos azules y supo que Bill decía la verdad.

—No hay alternativa, pero si hubieran querido dañarnos ya lo hubieran hecho. Voy a estar bien, no se preocupe— esbozó una ligerísima sonrisa—. Y yo tampoco soy su enemigo, señor Weasley.

Y sin otra palabra, se dejó guiar por el morib, mientras Bill los observaba partir con una mezcla de impotencia y preocupación.



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Palacio de Ébano
Sultanato de Mejkin



Al igual que Moribia, el Sultanato de Mejkin había sido receptor de grandes inmigraciones provenientes de Europa, especialmente de Inglaterra. La evolución de ambas regiones había sido muy similar hasta que, alrededor del 1600, el Príncipe heredero del Reino de Mejkin había viajado por varios países musulmanes de Medio Oriente, quedando fascinado por su religión y costumbres.

Una vez hubo ascendido al trono, impuso una transformación total en el país, en gran parte por medio de la fuerza.

Creó diversas leyes mediante las cuales transformaba el Reino de Mejkin en el Sultanato de Mejkin, erigiéndose a su mismo como gran sultán. Impuso la religión musulmana y muchas de las costumbres que había observado en sus viajes, y construyó el Palacio de Ébano, una majestuosa edificación al estilo oriental, que destilaba lujo y riqueza por todas las esquinas.

Los habitantes del país se fueron acostumbrando al nuevo estilo de vida, y con el tiempo, lo único que se conservó en el lugar de los antiguos ancestros fue el idioma inglés.

Berty Crouch tenía que reconocer que el dichoso palacio le sobrecogía casi tanto como el Sultán, y mientras caminaba por los largos pasillos de mármol, pensaba lo poco que le gustaba venir a este lugar.

“Menos mal que esta vez he traído algo”, pensó, mientras palpaba en su bolsillo la inconfundible formas de varias piedras. “Espero que esto baste por el momento”

Sumergido en sus pensamientos, se detuvo ante una puerta, donde un hombre vestido de blanco, con bombachas y turbante, montaba guardia lanza en ristre. En cuanto lo vio, se inclinó ceremonioso y se hizo a un lado. El Sultán le estaba esperando.

El primer pensamiento que acudía a cualquiera que entraba en el salón donde el Sultán de Mejkin recibía a sus visitas, era lujo y más lujo. Desde el piso y paredes de mármol con mosaicos hechos de piedras preciosas o el trono de oro macizo, hasta las alfombras hechas por los artesanos más renombrados, pasando por un sinfín de detalles, todos ellos a cual más costoso. Y Crouch no podía dejar de pensar que, a pesar de tanta riqueza, el conjunto era realmente agobiante.

Caminó presuroso hasta el trono y se arrodilló al pie, besando el borde del manto que usaba el amo de ese lugar.

—Levántate ya— gruñó Tom Ridley, Sultan de Mejkin—. Al fin llegas, con un demonio.

—Lo lamento, gran Sultán— se excusó el hombre, incorporándose.

—Espero que esta vez sí hayas traído algo.

Crouch sacó un par de sacos de sus bolsillos y los puso en la mano extendida del Sultán.

—Mira a tu alrededor, ¿acaso crees que esta mierda es ‘algo’?— el hombre bufó, furioso.

—Lo siento, Gran Sultán. Siguen los problemas en Moribia, pero muy pronto serán resueltos.

El bufido esta vez fue más alto y molesto.

—Si esto continúa, tendré que tomar cartas en el asunto, y ni tú ni Malfoy van a salir bien librados— advirtió el hombre, mientras sus ojos parecían destilar fuego—. En fin, voy a asignarte otra tarea y espero que ésta sí seas capaz de hacerla bien.

—Lo que ordene, Gran Sultán.

—Sígueme.

Ambos hombres abandonaron del salón y caminaron por los lujosos corredores hasta un extremo del castillo. El Sultán tomó por una pequeña salida y empezó a descender por unas tétricas escaleras. A medida que bajaban, Crouch se dio cuenta que se dirigían a los calabozos y un escalofrío corrió por su columna vertebral. ¿Acaso su anterior tranquilidad era fingida y el Sultán pensaba encerrarlo en una de esas celdas?

Entraron en las mazmorras y el Sultán se dirigió a una de las puertas, al tiempo que extraía una llave de su cinturón. Abrió la pesada puerta e invitó pasar al otro hombre. Con un mucho de aprensión, Crouch entró en el oscuro recinto. Una vez que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudo notar el bulto en una esquina de la celda.

—Vamos, despierta— escuchó que gritaba el Sultán. De inmediato, el bulto se desenrolló y una figura de fuerte complexión y cabello oscuro se irguió, los pies y manos sujetos por gruesas cadenas. Con expresión aturdida, observó a ambos hombres, y si hubiera habido suficiente luz, los recién llegados habrían podido observar la furia en su mirada, emergiendo a pesar de las drogas que embotaban al prisionero.

—Pero…— Crouch tartamudeó, impactado—… él es…

—Sí, lo es— replicó el Sultán con su poderosa voz.

—¿Pero cómo? ¿Qué hace aquí? ¿No estaba…?

—Él no está aquí y nunca lo estuvo, ¿entendido?— el Sultán miró a su subordinado con tal fiereza que el otro tembló inevitablemente—. No puedo tenerlo más tiempo en estos calabozos. Ahora están vacíos, pero cualquiera puede bajar y verlo, no puedo permitir que eso ocurra. Quiero que lo lleves a Moribia, Lucius Malfoy debe mantenerlo preso en su palacio durante unos meses.

—Pero no entiendo, ¿para que…?

—Ese no es asunto tuyo— lo interrumpió el Sultán, iracundo—. Tú sólo tienes que cumplir una sencilla instrucción, ¿crees poder hacerlo?

—Sí, Gran Sultán.

—Perfecto. Quiero que salgas esta misma noche. Y más te vale que no ocurra nada a nuestro prisionero mientras esté en Moribia o juro que Malfoy y tú vivirán para arrepentirse.

Y Barty Crouch supo que el Sultán de Mejkin no estaba amenazando en vano.



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Harry había caminado tras el morib y cuando llegó al pueblo jadeaba por el esfuerzo que le había llevado sostener el rápido paso de su guía por el empinado camino. Llegaron a una zona que, por su conformación, se asemejaba en gran medida a la región en que estaba ubicado el campamento, y supuso que el interior de las grutas sería similar a las que allí había.

Caminaron hasta la entrada de una cueva, ante la cual se sentaba el hombre más grande que había visto Harry en toda su vida. Su impresionante cabeza estaba enmarcada en un pelo enmarañado y una barba muy poco prolija. Era evidente que si esa gente conocía los peines, no hacían uso de ellos.

Ante una seña de la enorme mano, Harry se acercó con precaución. Una nueva seña hizo que se sentara frente al coloso.

Salud, extranjero. ¿Es cierto que eres la pareja de Severus Dumbledore?— preguntó el jefe morib como saludo.

Harry pensó que a sus padres les daría un infarto al oírle ser llamarlo la pareja de Severus en lugar de su prometido, pero era presumible que esos hombres tuvieran concepciones muy particulares sobre el asunto. Además, en su corazón, Harry se sentía la pareja de Severus, así que respondió sin dudar.

Salud, Zulud Hagrid— replicó, más animado. El hecho que lo hubiera saludado indicaba que tal vez fuera bien recibido—. Sí, señor. Es cierto.

No eres de Moribia— más que una pregunta era una declaración.

No, señor, soy inglés.

—¿Cómo es que hablas nuestra lengua?


Harry se removió incómodo ante el interrogatorio, sabía que cuanto dijera sería muy importante para obtener la ayuda de esos hombres, así que debía medir muy bien sus palabras.

Cuando acepté casarme con mi prometido— explicó en tono pausado—, decidí que debía conocer bien el que iba a ser mi país. Y ustedes son parte de él.

—Pero prácticamente a nadie le ha interesado aprender nada sobre nosotros.

—A mí me interesa, y a mi prometido también
— evitó dar a Severus su título real, no sabía cómo iba a reaccionar su interlocutor ante ello—. Él se preocupa por ustedes al igual que por el resto de su pueblo. Le interesa su bienestar.

Nosotros sólo queremos que nos dejen en paz
— espetó el hombre con un vozarrón que resonó en el viento de la tarde.

El Rey siempre respetó su deseo de aislamiento— declaró con convicción—. Y el Príncipe también lo va a respetar, se los aseguro.

—Él quiere que nos unamos a una guerra que no es nuestra.

—Los necesita en este momento, todo el país los necesita
—Harry endureció el tono de voz—. Lucius Malfoy, el hombre que está usurpando el trono, es un ser cruel y despiadado. ¿Realmente cree que una vez se deshaga del Príncipe y los que le apoyamos los va a respetar a ustedes?

—No tiene razones para no hacerlo.

—No necesita razones
— Harry intentaba desesperadamente que el hombre comprendiera—. Tiene colaboradores muy peligrosos, gente que en cuanto se les permita, arrasarán el país hasta sus cimientos. ¿De verdad no le importaría que eso ocurriera? ¿Acaso no entiende que este país es el hogar de todos? — tomó aliento antes de continuar—. Yo no le pido que luche esta guerra si no lo desea, pero sí le suplico que me ayude a que Severus Dumbledore continúe con vida.

El hombre quedó pensativo por largos minutos, mientras Harry oraba porque sus palabras hubieran caído en terreno fértil. Al fin, el jefe morib fijó en él su fiera mirada.

—¿Qué necesitas de nosotros?




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Acompañados de varios moribs, Harry y Bill habían regresado al risco donde había resbalado Severus. Mientras los hombres se encargaban del rescate, Harry paseaba nervioso por el lugar, buscando divisar algo, cuando un pequeño ramillete de flores blancas llamó su atención. Se inclinó a recogerlas, y cuando se enderezó, observó que Sirius se acercaba hacia él.

—Harry, cúbrete bien con la capa, los guardias te pueden reconocer. No creo que hablaran, dado el caso, pero es mejor evitar— el joven asintió y cubrió mejor su rostro con la capucha—. Anda, ven conmigo, estás demasiado cerca de la orilla y no queremos un nuevo accidentado, ¿cierto?— le guiñó un ojo y el muchacho sonrió débilmente—. Además, hay un lugar desde donde se pueden ver mejor las operaciones de rescate, y sin tanto riesgo.

Lentamente, caminaron hasta un lugar cercano, donde ya se encontraba Bill, oteando el despeñadero.

—Ya lo van a empezar a subir— informó el pelirrojo, al tiempo que los otros se ubicaban para poder distinguir las acciones.

Miraron durante un buen rato en silencio, mientras observaban como Severus era atado a la espalda de un hombre alto y musculoso, que de inmediato empezó a subir por la pendiente, ayudado por una cuerda y una especie de herramienta que clavaba en la roca para sostenerse.

Los minutos que siguieron se hicieron eternos. Cuando al fin el morib llegó a la cima del risco, Harry corrió cuanto daban sus piernas. Esperó anhelante a que bajaran al hombre que amaba de la espalda de su salvador y lo recibió en sus brazos amorosos.

—Severus.

El hombre, que permanecía con los ojos cerrados, abrió lentamente los párpados al escuchar la acongojada voz.

—Harry— el sonido fue un susurro ahogado—. Estás… aquí. Tengo mucho frío.

El joven tomó una manta que le pasó Sirius y arropó con cuidado al Príncipe.

—Tranquilo, ya estás aquí, conmigo. Todo está bien.

—Sí— el hombre se arrebujó aún más en el cálido regazo—. Ahora todo… va a estar… bien.





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Gotitas musicales

Pietro Mascagni, Caballería Rusticana, Intermezzo 3.38 (1890)
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George Gershwin, Rhapsody in Blue (1924)
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Wolfgang Amadeus Mozart, Sinfonía Nº 41 ‘Júpiter’, 1er movimiento (1788)
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Notas Autora:

1-. Tal vez les parezca algo apresurada la petición de matrimonio de Remus, pero recuerden que en el siglo XIX un noviazgo entre personas de la nobleza, implicaba ineludiblemente el matrimonio.

2-. A sugerencia de una lectora, partir de ahora voy a incluir un resumen de los diferentes personajes que aparecen en el capítulo, pues puede llegar a confundir cuando se trata de personajes secundarios… o terciarios jeje. Aquí lo tienen.


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Severus D. Snape... Príncipe Heredero de Moribia
Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe
Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono
Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio
Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin
Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus.
Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black
Bill Weasley………..Soldado del Reino de Moribia, eterno enamorado de Severus
Igor Karkaroff……...Médico de palacio.
Aurora Sinistra.......... Dama de compañía de las doncellas y donceles del campamento
Zulub Hagrid……….Jefe de los moribs, habitantes de las montañas
Tom Ridley…………Sultán de Mejkin.
Barty Crouch……….Enlace entre el Sultán de Mejkin y Lucius Malfoy





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