alisevv
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| Tema: El amor que salvó un reino. Capítulo 3. Harry Potter, ¿qué hiciste esta vez? Dom Jul 06, 2014 6:24 pm | |
| Dos días después de la fiesta, toda la familia se encontraba reunida en su salita preferida de la Mansión Potter.
Lily, sentada al lado de la ventana, bordaba con cuidado el ropaje de una dama del siglo XV, parada frente a un lago, ya completamente bordado, y a cuyos pies se inclinaba un joven, quien como buen caballero, esperaba pacientemente que las puntadas de la Marquesa Potter llegaran a él.
En otra esquina de la habitación, Hermione y Remus luchaban encarnizadamente para ver quien acorralaba primero al Rey del contrario, ganando así una prolongada partida de ajedrez que llevaba ya cinco días. Remus levantó el caballo de ébano y luego miró a su sobrina como diciendo ‘a ver qué haces ahora’; la chica frunció el ceño y se mordió la punta de la lengua en un signo inequívoco de concentración. Tenía que pensar muy bien su jugada; un paso en falso y su rey estaría definitivamente muerto.
El último miembro de la familia presente, se acurrucaba en un rincón, con un libro sobre el regazo y completamente abstraído del mundo que lo rodeaba. Aquello no era inusual en Harry, lo verdaderamente extraño era que llevaba más de diez minutos sin cambiar la hoja del libro. Y es que esta vez, los pensamientos del chico estaban perdidos en el delicioso beso y los ojos negros que lo cautivaran noches atrás.
Harry había hecho inauditos esfuerzos, podría jurarlo, por apartar el recuerdo del extraño de su pensamiento. Pero era inútil; una y otra vez regresaba, cada vez con más fuerza.
Perdidos como estaban, cada quien en su mundo, nadie notó como la puerta se abría con cuidado y alguien entraba, hasta que se escucho la atronadora voz del amo de la mansión.
—Harry James Potter, ¿se puede saber qué hiciste esta vez?
Todos levantaron la cabeza y fijaron la vista, primero en James y luego en Harry, que miraba a su padre con duda y preocupación.
—¿A qué te refieres, padre?
—¿Te colaste en la fiesta de la otra noche sin que lo supiéramos?— preguntó el Marqués con dureza.
—Claro que no— replicó Harry sin dudar. Al fin y al cabo, fisgonear desde el jardín no era colarse en la fiesta, ¿cierto?
—James, Harry sabía que no debía asistir a la reunión— razonó Lily, sin entender la actitud de su esposo—. Además, de haberlo hecho, alguno de nosotros lo hubiera notado, que no es algo que se pueda disimular tan fácilmente.
—Entonces, ¿me podrías explicar de dónde conoce Harry al Príncipe Severus?— miró a su mujer y luego volvió a fijar sus interrogantes ojos en su hijo—. ¿Lo encontraste en algún otro sitio y no nos comentaste?
—¿Al Príncipe?— repitió el joven de pelo negro—. Yo no conozco a ningún Príncipe, padre. Además, hace varios días que no salgo de casa, desde que empezó todo el jaleo de la fiesta.
—James, ¿qué pasa?— preguntó Lily con acento pausado, intentando que su esposo se serenara.
—Pasa que el Príncipe Severus de Moribia me visitó en el Parlamento hace un rato, para pedir mi permiso para cortejar a mi hijo menor. Eso pasa.
—¿Qué qué?— la exclamación de Harry era una mezcla de horror e incredulidad, lo último que necesitaba era un baboso pisándole los talones, tratando de hacerse el interesante. A menos que fuera el extraño de la otra noche , dijo una vocecilla en su cabeza, pero la desechó de inmediato—. No habrás accedido, ¿verdad?
—Le dije que mi hijo era menor de edad y todavía no estaba en posición de aceptar peticiones formales— replicó el Marqués en tono serio—. Me contestó que lo sabía, como también sabía que ibas a cumplir tu mayoría de edad en pocos días y que eras fértil. ¿Cómo el Príncipe sabía eso, Harry?
—Te juro que no lo sé, padre— exclamó el aludido, desconcertado.
—Eso lo supo por mí— Hermione habló por primera vez desde la llegada de su padre—. La noche de la fiesta, estaba enseñando la casa a Su Alteza y al Capitán Sirius. Entramos en esta salita y el Príncipe miró el cuadro familiar y me preguntó quienes eran; entonces le hablé de Harry y Neville.
—¿Por qué los trajiste a este sitio, hija?— preguntó Lily, extrañada.
—El Príncipe se veía bastante abrumado por ‘algunas madres’, así que el Capitán me pidió ayuda y esta salita me pareció ideal para darle un respiro, contando con que es privada y está bastante cerca del salón de baile— miró a su madre, como disculpándose—. No me pareció estar haciendo nada incorrecto.
La Marquesa sonrió a Hermione, tranquilizándola, antes de mirar el retrato y comentar:
—Sigue siendo extraño que pidiera la mano de Harry— musitó, sin comprender—. ¿Estás seguro que no hablaba de Hermi?
—Mujer, que no soy tonto— replicó James, acercándose al barcito para servirse una copa, la estaba necesitando—. Dijo claramente ‘su hijo menor, Lord Harry’
—Además, el que quedó prendado de nuestra Hermione fue el Capitán Sirius— se burló Remus.
—¿El Capitán?— ahora James fijo la atención en su hija—. Lo que me faltaba, sólo vienen dos visitantes de Moribia y mis dos hijos terminan involucrados.
—No la puedes culpar, James— siguió Remus la burla—. El Capitán es tan atractivo, con ese porte distinguido y el cabello negro y…
—Tío Remus— lo interrumpió Hermione, ruborizada, al tiempo que Harry sentía como un fuerte peso se posaba en su estómago. Un peso tan espantoso que, de un plumazo, le hizo olvidar toda esa tontería del Príncipe y el cortejo.
La descripción que había hecho su tío coincidía con la del extraño, distinguido y atractivo, y de pelo negro. Y sí sólo habían llegado dos visitantes de Moribia, el extraño de la noche de la fiesta tenía que ser el Capitán. Y Hermione estaba interesada en él. ¡Demonios!
—¿Y en qué quedaste finalmente con el Príncipe?— preguntó Lily, a quien la situación no dejaba de inquietar. Harry era su bebé y no estaba dispuesta a dejarlo en manos de ese individuo, ni hablar.
En lugar de contestar a la Marquesa, el hombre se giró hacia Harry.
—Va a asistir a tu fiesta de presentación y le permití hablar contigo sobre sus intenciones.
—¿Cómo pudiste hacer eso?— se escuchó el inmediato reclamo de la Marquesa. Harry, perdido en su mundo, ni siquiera protestó.
—El hombre es muy insistente— replicó James, con cansancio—. No aceptó un no por respuesta y me dejó sin argumentos. Además, lo que dijo me pareció razonable. Es Harry quien tiene el derecho de aceptarlo o rechazarlo, no nosotros.
—Pero Harry no lo conoce— argumentó la mujer. No le hacía gracia el pensamiento de que su hijo lo aceptara y se marchara tan lejos de casa.
—Pues si no lo conoce, en tres semanas lo va a conocer, eso seguro— declaró el Marqués, dejando el vaso de bebida sobre una mesa y dando por zanjada la conversación—. Y ahora, me voy a dar un baño mientras llega la hora de cenar, estoy molido— con lo que salió, acompañado por Lily.
Mucho rato después que sus padres abandonaran la habitación, Harry seguía con una enorme bola en el estómago, un extraño dolor en el corazón y un solo pensamiento: A Hermione le gustaba SU extraño.
—No puedo creer que fueras a la oficina del Marqués a proponerle semejante cosa— comentó Sirius, mientras le entregaba un coñac a Severus y se sentaba con su propia bebida en un sillón frente a él—. ¿Acaso te volviste demente? ¿Cómo justificaste que conocías a su hijo?
—No lo hice— el Príncipe calentó la bebida en su mano, mientras su vista se perdía en el movimiento del líquido color miel—. Cuándo me preguntó, desvié el tema apropiadamente.
—Todavía no entiendo cómo te salvaste de que te sacara a patadas, por lo poco que logré hablar con él, se nota que ese hombre ama a su familia.
—Para ser sincero, poco le faltó— Severus tomó un sorbo del coñac—. Argumentó que su hijo era menor de edad y que cortejarlo todavía no era una opción. Yo le dije que lo sabía y estaba dispuesto a esperar a que fuera ‘presentado en sociedad’— soltó un bufido despectivo al decir esto último— antes de hablarle de mis intenciones. Trató de protestar nuevamente, pero le recordé que su hijo era quien tenía la última palabra, y que yo aceptaría sin chistar lo que el chico decidiera.
—Pero según me contaste, las cosas no empezaron bien entre ustedes, lo más seguro es que te rechace.
—Quizás de entrada— dejó su bebida en una mesita cercana y tomó una caja de madera primorosamente labrada. La abrió, ofreciéndole un puro a Sirius. Una vez ambos encendieron sus cigarros, Severus volvió a hablar—. Pero es joven, y se estremeció cuando lo besé— sus labios se curvaron en una suave sonrisa—. Estoy seguro que lo voy a convencer.
—Eres demasiado osado, compañero. ¿Tienes idea de la que se hubiera armado si alguien te encuentra en el jardín, besando al hijo del dueño de casa?
—Estaba besando a Ben, el hijo del jardinero— replicó el otro, divertido.
Sirius movió la cabeza, como si su amigo fuera un caso perdido.
—¿Estás seguro de esto, Severus?— musitó, mirándolo con preocupación.
—Es algo que debo hacer— replicó el hombre, frunciendo el ceño.
—Pero puedes esperar, conocer a los posibles candidatos. Aún tienes opción de enamorarte.
—Sabes que esto nada tiene que ver con el amor. Mi reino necesita un Príncipe Consorte inglés y es mi obligación proporcionárselo— dio un buen trago a su bebida y luego fijó sus negros ojos en el preocupado semblante de su amigo—. Sirius, por primera vez desde que toda esta locura comenzó, empiezo a sentirme un poco mejor, a creer que esto tal vez no resulte mal para mí.
>>Ese chico me gusta; tiene unos ojos preciosos y un cuerpo de dioses, pero sobre todo tiene espíritu. Tiene más espíritu en su dedo meñique que todas las damas y caballeros casaderos que se encontraban en la fiesta juntos. Es el tipo de Consorte que necesito y, quién sabe, tal vez incluso pueda enamorarme.
—¿Entonces estás decidido?
—Definitivo. Me casaré con el pequeño jardinero o dejo de llamarme Severus Dumbledore Snape.
Harry estaba en su cuarto, acurrucado en un sillón al lado de la ventana y con los ojos perdidos en los terrenos exteriores, donde en ese momento caía una lluvia torrencial, logrando que el panorama exterior se viera tan triste como él se sentía en ese momento.
Se había pasado todo el día encerrado en su habitación, mayormente evitando encontrarse con Hermione, pues sin poder entender por qué, o más bien sin querer aceptarlo, cada vez que la veía su corazón se encogía, dolorido. Y mientras más acongojado se sentía, más maldecía por no poder sacar al extraño de su pensamiento.
”El extraño que le gusta a tu hermana”, se recordó por milésima vez en ese día.
Unos suaves toques en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.
—Adelante— contestó, aunque lo menos que deseaba en ese momento era ver a alguien.
Hermione entró y cerró la puerta con suavidad, antes de aproximarse a donde se encontraba su hermano y sentarse cerca de él.
—Harry, ¿te sientes mal? No has salido de tu cuarto en todo el día— comentó, preocupada.
—Estoy bien— replicó el joven, con más brusquedad de la que hubiera querido. Adoraba a Hermione y se odiaba por sentirse así respecto a ella.
—¿Qué pasa?— ahora, además de preocupada la voz de Hermione se escuchaba dolida—. ¿Te enojaste conmigo por lo que dije al Príncipe? Te juro que fue sin intención, hermanito.
Harry miró a la chica y se enterneció. Lucía muy triste, con un asomo de lágrimas en el fondo de sus ojos.
—No, Hermione, claro que no estoy enfadado— le sonrió para tranquilizarla, pero era una sonrisa triste, que no salía del corazón.
—¿Entonces es por lo del cortejo?— insistió la chica—. Sabes que padre no aceptaría nada que no quisieras, y si lo hiciera, mamá lo mataría— dijo, logrando que la sonrisa de Harry se ampliara un poco—. Vamos, hermano, dime lo que sientes. ¿Acaso no confías en mí?
En lugar de responder, Harry la miró y le contestó con otra pregunta.
—¿Te gusta mucho el Capitán Black?
Hermione lo miró, extrañada por el cambio de tema y algo ruborizada por el pensamiento de Sirius Black. Pero Harry era como su otro yo, desde pequeños se habían tenido total confianza, y tal vez si ella le hablaba del Capitán, lograría que él también se abriera.
—Si he de ser sincera, me gusta un montón— en su entusiasmo, no notó la sombra de tristeza que cubrió los ojos de Harry—. Es tan simpático y galante— empezó a enumerar—. Ya sabes lo aburridos que son todos los solteros de la Corte; él en cambio es divertido, siempre está contando anécdotas— Hermione se ruborizó más profundamente antes de agregar—. Y es muy guapo. Con esa barba y esos ojos azul oscuro, parece un verdadero pirata.
Harry, que había estado escuchando toda su entusiasta descripción, cada vez más triste, sintió que de pronto su corazón daba un brinco.
—Un momento. ¿Dijiste barba y ojos azules?
—Aja.
—¿Estás segura que tiene barba y ojos azules?— insistió Harry.
—Claro que estoy segura, Harry. Pasé más de media velada bailando y charlando con el Capitán, eso da cierta seguridad, ¿no?
—¿Entonces no tiene ojos negros?
—No, el que tiene ojos negros es el Príncipe— replicó Hermione, extrañada—. Pero por qué preguntas sobre unos ojos negros si tú no…— se quedó en silencio unos momentos, relacionando ideas, y al fin miró a Harry con aire de hermana mayor—. Harry James Potter, ¿qué estuviste haciendo la otra noche?
—¿Sabes que suenas igual a papá?— replicó el chico—. Por favor, no lo hagas. Es escalofriante— al ver que su hermana lo miraba, inmutable, esperando una explicación, se rindió—. Está bien, déjame contarte.
Harry habló largo rato, y cuando por fin calló, Hermione exclamó.
—¿Te besó? ¿A la fuerza?
Harry enrojeció profundamente, pero era Hermione, tenía que ser sincero.
—Bueno, a la fuerza, lo que se dice a la fuerza…
—Ya veo— miró a Harry y se echó a reír.
—¿Qué es tan divertido?— preguntó el otro, mosqueado.
—Que al final padre tenía razón e hiciste una trastada. Lo que no sabe es el nivel de la trastada— Harry sólo aumento el rubor—. Y al parecer dejaste impactado al Príncipe— sonrió orgullosa—. Para que aprendan todas esas trepadoras. Se pasaron la noche sonsacando al hombre y tú en cinco minutos hiciste que cayera a tus pies. Así se hace, hermanito.
—Por favor, Hermione, no te burles.
—No me burlo— Hermione se acercó y lo abrazó, afectuosa. Luego se retiró y lo miró a los ojos—. ¿Qué sientes ahora que sabes que tu extraño atractivo es el Príncipe y te quiere como consorte?
—La verdad, no sé que pensar— replicó el joven, confundido—. A ti no puedo engañarte, el hombre, extrañamente, me… me atrae muchísimo, y no he dejado de pensar en sus ojos, su rostro y— dudó un segundo pero al final se animó a continuar— y en ese beso. Y no niego que sentí un enorme alivio cuando supe que no era tu Capitán, pero de ahí a entablar una relación más profunda y alejarme de Inglaterra y de ustedes— guardó nuevamente silencio, como buscando las palabras—. Realmente no sé.
—No te mortifiques por eso por el momento— le aconsejó Hermione, sabiamente—. Aunque el Príncipe te atraiga, aún no lo conoces. Espera a tu presentación y conócelo mejor. No hay prisa, ya tendrás tiempo de decidir qué hacer.
Harry asintió, pensativo, antes de sonreír y preguntar con picardía:
—Y ahora te toca terminar de confesar, ¿qué piensas hacer con tu Capitán?
Los días que faltaban para la fiesta de presentación pasaron veloces. A Harry ese tipo de fiestas siempre le habían parecido una soberana ridiculez, y se pasó el tiempo maldiciendo todos y cada uno de los preparativos en los que se vio involucrado.
De sólo verse entrando al salón y siendo asediado por un sinfín de nobles tontos y pesados a los que tendría que atender con amabilidad, le daba escalofríos. Perdió la cuenta del número de veces que renegó contra la Corte y todos los miembros de la nobleza, desde los Reyes hasta el último caballero del reino.
Su único consuelo, ante lo que el consideraba su ignominia, era que al fin iba a volver a ver a su extraño, como solía llamarlo para si mismo.
El pensamiento de verlo nuevamente le producía mucha felicidad, pero también una gran incertidumbre. No tenía idea de cómo reaccionaría una vez lo tuviera enfrente, ni de cual sería la actitud del Príncipe. Además, no sabía realmente por qué lo había elegido a él, al fin y al cabo habían hablado muy poco tiempo. ¿Le habría gustado tanto como para decidir cortejarlo, o era simplemente que quería acelerar una obligación tan necesaria como desagradable y él era algo así como su ‘peor es nada’?
Todos estos pensamientos seguían torturándolo mientras, frente al espejo, terminaba de acomodar la corbata de su traje de gala. Un leve toque en la puerta lo sacó de sus inquietos pensamientos y se acercó a abrir, para encontrarse con la elegante figura de Lily Potter, que lo miraba con ojos plenos de ternura y amor.
—Mi cielo, estás hermoso— musitó la mujer, mientras le daba un tierno beso en la mejilla—. Vas a resplandecer allá abajo.
Harry la miró con desconsuelo.
—¿Estás segura que todo esto es necesario?
—Indispensable— la Marquesa levantó una mano y acarició el cabello de su hijo, en un gesto que solía utilizar cuando Harry era pequeño y acudía a ella en busca de consuelo—. Lo siento, mi amor.
—Es que es tan frustrante— se lamentó—. Esto de las fiestas de presentación es cosa de chicas.
—Y también de nobles fértiles. Es una obligación social— le recordó su madre.
—¡Demonios!
—Harry, ¿qué te he dicho sobre maldecir?
—Lo siento, mamá, pero…
—Veras que no será tan malo— lo consoló la Marquesa—. Bailarás un rato, conversarás otro poco, conocerás al Príncipe.
De reojo, la Marquesa vio el ligero rubor que cubrió las mejillas del joven y el brillo que iluminó sus ojos. No era tonta; llevaba varios días pensándolo, y aunque no sabía de qué forma, estaba segura que su hijo había conocido al Príncipe la noche del baile. Y por lo que podía observar por la reacción de Harry, el Príncipe no le era para nada indiferente. Suspiró internamente, al parecer tendría que resignarse a que su niño fuera a vivir lejos de ella.
>>Y hablando del Príncipe— continuó en voz alta—, el Capitán y él ya llegaron, y tu padre me mandó a buscarte, es hora de bajar. ¿Está listo, caballero?
—Todo lo listo que puedo, supongo— contestó Harry, y le ofreció el brazo a su madre—. Cuando quiera, mi bella dama.
Si Harry fuera sincero, tendría que confesar que la velada no había resultado tan mala como esperaba; de hecho, se había divertido, aunque sólo había compartido con Severus unos cuantos minutos cuando, al tener la más alta jerarquía entre los nobles presentes, tuvo el privilegio de recibirlo al pie de la escalera y conducirlo al salón de baile, para acompañarlo en la primera pieza de la noche. Ni que decir que Harry casi muere de la impresión ante aquello, pero sabiendo que todas las miradas estaban fijas en él y su acompañante, se comportó tal y como exigía el estricto protocolo de la Corte.
Luego de eso, había bailado con muchos caballeros, los cuales se habían comportado con correcta galantería, e incluso un par de ellos, antiguos amigos de su hermano Neville, lo habían hecho reír con sus bromas sobre los remilgosos bailes de la Corte y cómo a partir de ahora Harry iba a tener que espantar a los prospectos a pretendientes a sombrerazos.
Algo cansado, estaba a punto de hacer una seña a su dama de compañía, indicándole que quería parar un par de piezas, cuando vio acercarse la altiva figura del Príncipe Severus, al parecer dispuesto a disfrutar de la segunda pieza de la noche.
Bailaron en silencio, al tiempo que la orquesta desgranaba las notas de un vals y Harry se perdía en la sensación de los fuertes brazos que lo sostenían y lo pegaban al cálido pecho, un poco más estrechamente de lo estrictamente necesario para bailar.
Cuando el vals concluyó, Severus se giró hacia el caballero que llegaba para compartir con Harry la próxima pieza y dijo con cortesía:
—El joven Lord Potter se encuentra algo acalorado, podría darle unos minutos para que tome un respiro.
A pesar de la gentileza con que la petición fue expresada, el tono era innegablemente autoritario, así que el recién llegado inclinó la cabeza brevemente y se alejó. Severus se giró hacia la dama de compañía de Harry e hizo un gesto, indicándole que el muchacho se iba a tomar un momento. Luego, lo tomó suavemente por el codo y lo guió hacia la terraza.
La terracita era un sitio realmente acogedor. El piso estaba formado por millares de piedrecillas, que bajo la luz de la luna brillaban hermosas. El espacio estaba circundado por multitud de canteros con flores y plantas, y al fondo, estaba limitado por una barandilla en una de cuyas esquinas salía unas escalerillas, también de piedra, que comunicaban con los jardines.
El aire estaba impregnado del delicioso aroma de las flores nocturnas y el zumbido de los insectos, cuyos ruidos se mezclaban con los sonidos amortiguados de los instrumentos de la orquesta que seguían sonando en el salón de baile, y todo el conjunto creaba una atmósfera de paz y tranquilidad.
—¿Por qué hizo eso?— le reclamó Harry en cuanto salieron.
—Me pareció que estabas algo cansado y acalorado— fue la concisa respuesta.
—Sí, pero eso no le daba derecho a tomarse la atribución de rechazar a mi siguiente pareja.
—Como tu futuro prometido, creo tener ese privilegio.
—¿Y quién le dijo que usted es mi futuro prometido?— preguntó Harry, con el ceño fruncido.
—Si no me equivoco, tu padre ya te habló de mis intenciones, ¿no?
—Sí, pero eso no quiere decir que yo haya aceptado.
—No te preocupes, lo harás— declaró el hombre, contundente.
Harry no sabía si reír o enfurecerse ante el descaro del Príncipe. No hizo ninguna de las dos cosas; sólo cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó contra el barandal de la terraza.
—¿No cree que está siendo un tanto arrogante, Su Majestad?—preguntó en un tono burlón—.
—Se dice Su Alteza- aclaró Severus, en igual tono-. Y en cuanto a tu pregunta, probablemente. ¿No te han dicho que todos los Príncipes somos arrogantes? Viene junto con el cargo.
Harry lo miró fijamente, la sonrisa de suficiencia, la actitud displicente, y no pudo evitar echarse a reír.
>>Bien, eso está mucho mejor— declaró Severus, ampliando su sonrisa.
Cuando ceso su risa, el joven miró nuevamente al mayor.
-Y además de arrogante, es mentiroso- reclamó Harry, nuevamente. Ante el ceño fruncido del hombre, que reflejaba cierta molestia al oírse tratado así, el chico se apresuró a aclarar-. La otra noche me dijo que era escolta del Príncipe.
El ceño de Severus se relajó nuevamente ante el recuerdo de esa noche y esbozó una sonrisa, mitad burlona mitad pícara.
-Yo nunca dije quien era, todo lo asumiste tú- al ver que el más joven iba a protestar, levantó una mano y agregó-: Y si habláramos de mentirosos, ¿quién crees que saldría perdiendo, Ben?
Harry se ruborizó y bajó los ojos, abochornado, reconociendo la verdad en las palabras de su acompañante. Luego de un momento, durante el cual Severus se limitó a observarlo en silencio, levantó nuevamente la mirada.
—¿Por qué yo?— preguntó con seriedad, perdiéndose en los profundos ojos negros—. Hay montones de damas y nobles fértiles que estarían dispuestos a convertirse en su Consorte, ¿por qué elegirme a mí?
Severus quedó pensativo unos segundos, como si realmente buscara en su alma la respuesta a esa pregunta. Al fin, habló pausadamente, su voz aterciopelada formando un conjunto perfecto con los sonidos naturales que lo rodeaban.
—Cuando mi padre me pidió que viniera aquí y buscara un Consorte inglés, no me quedó más remedio que aceptar. Antes que hombre soy Príncipe, y el bienestar de mi pueblo siempre va a estar por encima del mío propio— hizo una pausa y tomó una gran bocanada de aire—. Pese a lo difícil de mi situación, albergaba una mínima esperanza de encontrar a alguien perfecto, una persona que no sólo fuera mi Consorte sino también mi pareja. Alguien que llenara no sólo el corazón de mi pueblo sino también el mío.
Harry enmudeció ante esas palabras, no sólo de asombro sino también de emoción. Al fin, casi tartamudeando, logró preguntar.
—¿Y yo soy esa persona?
—Quiero creer que sí— Severus alzó la mano y acarició su mejilla—. La vida en Moribia no va a ser fácil, y tú tienes el suficiente espíritu y valentía como para ayudarme a gobernar sabiamente, estoy seguro— el dedo pulgar llegó a sus labios y los acarició suavemente. Harry, perdido en las palabras y el suave toque, se dejaba hacer—. Y tú me atraes sobremanera— musitó con suavidad—. Eres un joven delicioso, cálido, suave— con cada palabra los dedos de Severus dejaban una tenue caricia—. Creo que me podría enamorar mucho de ti, y con suerte, tú te podrías enamorar de mí— se inclinó y lo besó en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios—. Vamos a intentarlo, por favor. Déjame conocerte y permítete conocerme, estoy seguro que ninguno de los dos nos vamos a arrepentir.
Sin otra palabra, se inclinó y tomó los labios de Harry en un beso suave y tierno, que prometía infinidad de sentimientos. Rotas sus defensas, Harry se dejó llevar por la calidez de aquella boca, y cerrando los brazos alrededor del recio cuello, permitió que Severus profundizara la caricia. Cuando al fin se separaron, los ojos de ambos estaban brillantes de sentimiento y excitación.
—¿Qué dices?— insistió Severus, con tono acariciador, la voz todavía ronca de excitación—. ¿Aceptas?
Esta vez fue la suave mano de Harry la que se alzó en una tenue caricia sobre el rostro de SU extraño.
—Acepto, yo…
Lo que iba a decir nunca se supo. Las palabras fueron detenidas por unos labios hambrientos, deseosos de disfrutar nuevamente del paraíso descubierto.
Gotitas de Música
Aquí les dejo tres nuevas gotitas, que las disfruten
De Pyotr Ilyich Tchaikovsky, El lago de los cisnes, (1876)
De Sergei Rachmaninov, concierto para piano y orquesta nº 2, 1er movimiento (1900)
De Gustav Mahler, Sinfonía nº 1, Titán, (1889)
Última edición por alisevv el Lun Mar 07, 2016 12:56 pm, editado 4 veces | |
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