Araleh Snape
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| Tema: La familia que siempre quise. Capítulo 25. Sáb Jun 29, 2013 1:44 pm | |
| CAPÍTULO 25
SEDUCIDO
Harry se debatía aún entre la culpa y la felicidad cuando Severus lo llevó en brazos hasta la cama, acomodándose ambos abrazados sobre ella. No dijeron nada más esa noche, ni siquiera durmieron, solamente se quedaron unidos en total silencio que los comunicaba más que cualquier discurso. De vez en cuando Severus suspiraba relajado mientras apretaba más a Harry contra su pecho, pensando en que jamás quería volver a dormir solo. Pudiera ser que los errores de Harry hubieran sido graves, pero eso había quedado en el pasado, no quería pensar en ellos ni en sus consecuencias, ni tampoco en si solamente habrían sido niñerías sin sentido, lo que fuera, cada día se convencía más que Harry Potter había entrado a su vida para quedarse, él mismo le dio la llave y no se arrepentía.
Además, era probable que sus errores compitieran en gravedad, no se sentía con derecho a juzgar y tampoco tenía deseos de hacerlo. Harry, por su parte, sentía su alma aliviada, mucho más ligera y un calorcito que emanaba de los brazos de Severus iba alojándose en su corazón desechando para siempre un frío del que no había sido consciente hasta hacía unas horas… definitivamente se consideraba el ser más afortunado sobre la faz de la tierra por haber obtenido el perdón y la comprensión de quien más le importaba en su vida.
En cuanto amaneció, escucharon unos suaves golpes en la puerta. Severus se levantó de inmediato para abrir mientras que Harry se incorporaba recostándose sobre la cabecera de la cama.
— Buen día, Padre. —saludó Adam, Harry no lo podía ver desde su lugar pues la puerta le ocluía la visión, pero volvió a encogerse sobre sí mismo al escuchar a su amigo—. Siento interrumpir, pero…
— No interrumpes nada… ¿dónde está Sally?
— Ya se fue a la escuela. Yo me iré en un rato, pero quería saber cómo estaba Harry.
— ¿Quieres pasar a verlo?
Harry se sobresaltó al escuchar la invitación de Snape, no quería hablar con Adam, o por lo menos, tenía miedo de hacerlo. Sin embargo, tomó aire, debía enfrentar cualquier reclamación ante lo que se había atrevido a gritar el día anterior.
— Hola. —le saludó Adam acercándose a la cama donde se sentó, Harry echó mucho de menos sus abrazos efusivos ante ese despliegue de seriedad tan extraña en su amigo—. ¿Cómo te sientes?
— No sé… creo que bien. Adam, yo quería decirte que siento mucho lo que dije, me comporté muy mal, ofendí nuestra amistad y…
— Ya olvídalo, no te guardo rencor por nada. —respondió el chico con una tímida sonrisa—. Pero quiero pedirte un favor.
— Lo que quieras. —aceptó Harry ansioso por recuperar a su amigo.
— No odies a mi madre, Harry. No me gusta.
— No la odio, Adam… ya no. —respondió con la mayor sinceridad que pudo—. Perdóname por haberla ofendido a ella también, no se lo merecía.
— Ella ya te ha perdonado… mejor nos olvidamos de todo eso. Mi padre te ha escogido ahora a ti y quiero que sepas que respeto esa decisión, y no sólo la acepto sino que también me alegro por él y por ti.
Harry bajó la mirada… ¿cómo iba a aceptar el perdón que todos generosamente le ofrecían cuando él todavía no se perdonaba? Adam pareció entender el motivo de la tristeza de su amigo y le dio un fuerte abrazo, tal vez no era uno cargado de alegría como antes, pero sí con toda la sinceridad de su corazón. Harry la sintió y le correspondió conteniendo sus lágrimas.
— Debo irme. —dijo Harry poniéndose en pie luego de que su amigo se marchara—. Yo también tengo que regresar a clases.
— De acuerdo. —aceptó Severus—. Te espero esta noche, Harry, ven aquí como a las diez… y antes de que te marches, hay algo que he tenido ganas de hacer por horas y ya no puedo contenerme más.
Harry le miró sin comprender, de inmediato se vio rodeado por la cintura y atraído con ansiedad hacia el cuerpo del hombre para enseguida recibir un prolongado y dulce beso. Aún era una caricia tímida, en ningún momento Harry había vuelto a recibir un beso como el que tuvo la noche en que se lo robó a Snape, y se odió al volver a sentir celos… definitivamente nunca cambiaría. En los besos que le daba a él estaban llenos de cariño, pero no del amor de la primera vez, no de esa pasión que seguramente había sentido por Darina.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Severus al notar la tensión del muchacho.
— Nada. —respondió triste—. Sólo que no estoy seguro de poder hacerlo… ¡lo amo demasiado, profesor, me es totalmente imposible no exigir lo mismo!
— Aceptaste darme tiempo.
— Yo lo sé, no es mi intención que suene a reproche porque no tengo ningún derecho a hacerlo… y tal vez sea el precio que tenga que pagar. Me gustaría poder cambiar, ser más maduro y responsable, aceptar con alegría lo que me ofrece que es mucho más de lo que jamás soñé posible, pero sigo siendo egoísta, y aunque me asegure que me acepta así, me da miedo que un día se harte de mí.
— ¿Porqué te atormentas así, Harry?... no tiene caso. Yo quiero estar contigo ahora, y ni conmigo ni con nadie vas a encontrar la seguridad de que será para siempre, pero te he prometido intentarlo y te aseguro que así será.
— Lo sé… nunca encontraré un amor como el que quiero.
— Quizá sólo tú sabes amar así, Harry. —dijo volviendo a abrazarlo con cariño.
— ¿Egoísta? —preguntó sin poder evitar sonreír con ironía, recordando que una vez su profesor le reprochara esa forma de amar.
— No… Intensa. —aclaró dándole un suave beso en la comisura de los labios que estremeció al muchacho—. Y no te envidio, no me gustaría saber que la persona que amo podría no corresponderme jamás en la misma medida.
— Es que no me ha entendido. No pretendo que diga que me amará por siempre, ni que soy lo más importante en su vida, lo que sería hermoso, pero ya me di cuenta que para eso tendríamos que empezar en otra vida donde no haya llegado tarde. Lo único que quiero, profesor, es que me ame, aunque sea un poco, pero poder sentir un amor de pareja, no un cariño de amigos. Yo sería inmensamente feliz si escuchara esas dos palabras de usted, no pensaría entonces en celos ni en medidas, no me importaría si me ama mucho o poco… pero con que me ame me haría el ser más afortunado sobre el planeta.
Severus asintió comprendiendo la tristeza de Harry, pero aún no podía pronunciar esas palabras, aunque en su interior sabía que cada día que pasaba su corazón iba deshaciéndose de nebulosas que no lo dejaban ver a quien tenía viviendo en su interior.
Más tarde, antes de su cita con Harry, Severus se reunió con Albus en la oficina de éste último. El anciano le miraba sospechosamente contento, algo que hizo temblar al adusto profesor, sin embargo, se hizo de valor para preguntar .
— ¿Estás planeando algo en especial, Albus? No me agrada nada tu sonrisa.
— ¿Será que mi sonrisa tiene algo de malo? —se cuestionó Dumbledore con preocupación—. No sé porqué la gente siempre me dice eso… en fin, lo único que quería decirte es que estoy muy feliz por ti y por Harry, parece que las cosas van viento en popa, ¿verdad?
— ¿Ya hablaste con él?
— No, quise dejar que se concentrara en sus clases, debe reponer las perdidas ayer. Me refiero a que hubo algunos temblorcillos por ahí, aparentemente nada de consecuencias de consideración, pocos lo notaron.
— Tuvo uno de sus descontroles, pero ya está bien.
— Lo sé, Adam me lo contó cuando vino a pedirme que te supliera en tus clases. A lo que me refiero es a que esos temblores no fueron fuertes y además cesaron de una manera por demás sospechosa… creo que alguien estuvo feliz durante la noche… O-oh —exclamó dejando de sonreír de repente—. Severus, espero que tú y Harry no hayan…. ya sabes, aún es tu alumno.
— No pasó nada de lo que te imaginas. —respondió con desgano—. Pero ya te dije, Albus, no te enterarás de nada cuando suceda, tu curiosidad no se verá satisfecha en ningún momento. Y sobre el hecho de que sea mi alumno… creo que ya has tenido muchas concesiones con Potter, ¿porqué no vuelves a hacerte de la vista gorda y sigues dándole todas las libertades que a ningún otro alumno le das? —preguntó sonriendo triunfante—. ¿O vas a cambiar ahora que está conmigo?... ¿Es algo personal en mi contra?
— Vamos, Severus, no bromees, es algo serio.
— No bromeo, Albus, por eso quiero avisarte que desde hoy quiero que Harry duerma en mis habitaciones.
— ¡¿Te has vuelto loco?!... ¡No, Severus, eso jamás! —negó rotundamente.
— Así me hubiera gustado que te impusieras cuando te pedí que le prohibieras que buscara a Adam. —dijo acentuando su sonrisa—. Si quieres despedirme, hazlo, Albus, pero no pienso dormir una sola noche más solo en mi cama.
— Es una locura y lo sabes… los alumnos se darán cuenta y…
— Nunca te importó que los demás alumnos vieran que Harry fue siempre tu consentido, que tuviera privilegios que los demás no. ¿Qué ha cambiado?
— Lastimarás a Harry, se hará más ilusiones y…
— Tú lo dijiste hace unos momentos, anoche era feliz porque durmió conmigo y ni siquiera lo besé. Quiero que se sienta seguro de mí, y yo quiero irme sintiendo seguro con él. Si continuamos viéndonos sólo entre clase y clase, dudo mucho que avancemos, bueno, más bien, que yo logre avanzar… necesito, Albus, tomarle confianza.
— No puedo permitirlo, es una trasgresión al reglamento que…
— Tómalo como una medida de precaución para posibles desastres… sabes que soy el único que puede controlarlo, y supongo que el presupuesto no te alcanzará para reparar otra torre.
— Creo que no. —respondió sin ocultar una pequeña risilla—. Y creo que le debo a Harry un favor… no quería irme de este mundo sin ver un arcoiris nocturno… y gracias a él, anoche se cumplió mi sueño.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó mirando al anciano preocupado por su salud mental—. ¿De qué arcoiris hablas?
— De algo que algún día verás, Severus, no tengo la menor duda.
Severus salió de la oficina del director aún dudando de si debía informar a alguien sobre los delirios de su amigo, pero finalmente decidió darle una oportunidad, tal vez sólo chocheaba un poco. Además, él tenía que preparar todo para esa noche, le sorprendía sentirse casi emocionado ante lo que había planeado y moría por ver la expresión de Harry cuando se enterara.
— Necesito hablar muy seriamente con ustedes dos. —dijo Severus luego de reunirse con sus dos hijos. — ¿Qué pasa, papi? —preguntó Sally sentada junto a su padre, recostada sobre su costado mientras el profesor la abrazaba.
— Es sobre Harry… ¿verdad? —preguntó Adam con seriedad—. ¿Qué ha sucedido?
— Sí, es sobre Harry.
— ¿Le pasa algo malo? —preguntó la niña con preocupación—. ¿Puedo ir a verlo?
— Harry está bien, preciosa, no tienes porqué preocuparte por él. —la tranquilizó Severus—. El hecho de que quiera hablarles de él es porque necesito dejar bien clara la situación, sobre todo contigo, Sally, que eres tan pequeña y aún podría confundirte muchas cosas.
— Pero no soy tonta… si Adam entiende, yo también.
— Sí, es cierto. —reconoció Severus con una sonrisa—. El hecho es que yo quiero mucho a Harry, y quiero que esté conmigo, por eso esta noche le pediré que se mude a mi habitación.
— ¿Porqué? —preguntó Sally inocentemente—. No es que no quiera que esté cerca, yo también lo quiero mucho… ¿es que ya no tiene lugar en la Torre?... yo puedo hacerle un sitio en mi habitación también, papá.
— Sé que él estaría feliz de aceptar tu invitación, cariño, pero creo que estará mejor conmigo.
Sally miró a su hermano, odiando no entender cuando parecía que Adam sí lo hacía pues no hacía ninguna pregunta. Esa pequeña pedida de ayuda, hizo que el chico se levantara de su asiento y se acuclillara frente al sofá donde estaban su padre y hermana, para dirigirse especialmente hacia la niña.
— Harry está enamorado de nuestro padre, Sally. —le confesó sonriéndole cariñoso—. Por eso a él le gustará estar en su habitación.
— ¡Pero Harry es un chico! —exclamó como si nadie lo hubiera notado antes—. ¿Cómo va a estar enamorado de mi papá?
— A algunos chicos nos gustan los chicos. —le confesó un poco temeroso.
— ¿A ti también?
— Sí… a mí me gusta Ron. —le dijo ignorando la expresión de fastidio de su padre al escuchar el nombre del pelirrojo—. Es mi novio, Sally, a veces sucede así.
— ¿Y… —empezó Sally con algo de nerviosismo—… Harry es tu novio, papá?
— Algo así. —respondió el hombre con angustia.
— Pero… ¿y mamá?
— Mamá tuvo que irse. —se adelantó Adam a responder—. Ahora papá puede estar con quien él quiera, y si quiere a Harry nosotros lo vamos a apoyar ¿verdad?
— Creo que sí me confundí más que Adam. —confesó Sally apenada—. ¿Voy a tener que decirle mamá a Harry?
— ¡Claro que no! —dijo Adam sonriendo—. Para nosotros Harry seguirá siendo nuestro amigo, Sally, sólo cambia un poco la situación de papá.
— ¿Ya no amas a mamá? —preguntó la niña a su padre.
— Tu madre sigue en mi corazón, hija, y la querré siempre, pero ahora Harry es quien me necesita a su lado, y yo quiero estar con él.
— ¿Y estás contento?
— Sí, mucho.
— Está bien. —respondió sin poder disimular un poco de su tristeza—. Si estás contento con Harry me gustará verlo contigo, él es bueno y lo quiero… además, podría enseñarme a volar, y al quidditch, y hasta algunos hechizos ¿verdad?
— Primero tu padre tendría que pasar una larga temporada en Azkaban por desaparecer al niño que vivió. —comentó Severus entrecerrando los ojos con malicia.
Adam sonrió ante la broma de su padre mientras Sally volvía a tragarse su orgullo y se decidía a preguntar lo que no había entendido. Esa noche, Harry iba a tocar a la puerta del despacho del profesor Snape, pero apenas iba levantando la mano cuando sintió que ya era jalado hacia el interior. Sonrió sorprendido al ver que era abrazado con fuerza y besado ruidosamente en la mejilla y para su sorpresa no era quien acostumbraba hacer eso.
— ¿Profesor Snape?... ¿Se siente bien? —preguntó divertido.
— Mucho muy bien. —respondió dándole otro beso igual de efusivo—. Sé que extrañas los arrumacos de ese hijo mío, así que espero que por mientras te conformes con los míos.
— Más que conformarme… son mejores.
— Más te vale que pienses así, jovencito, porque hay cosas que yo puedo hacer que él no.
— ¿Ah sí?... ¿Cómo qué?
— ¡Como esto!
Harry se sintió volar cuando Severus lo levantó en sus brazos para conducirlo hacia la habitación. Reía, no podía ser más feliz que en ese momento, amaba a ese hombre y amaba cada intento que hacía por amarlo. Fue entonces cuando lo supo, no viviría esperando que alguien lo amara, iba a vivir para amar a su profesor.
Harry abrió los ojos tanto que pensó que se le caerían de las órbitas, Severus le colocó en el piso para que pudiera admirar la nueva decoración de su recámara. Había un nuevo ropero de caoba, un escritorio pequeño situado en un rinconcito, dos nuevas lámparas de noche, las anteriores eran demasiado sobrias, ahora eran decorativas con discretos y finos grabados de snitch. Un baúl que Harry conocía bien se encontraba a los pies de la cama. Caminó por todo alrededor encontrándose con su escoba reposando en un hermoso gancho cerca del escritorio. Entró al baño, una nueva toalla adornaba el lugar, en el lavabo había dos cepillos de dientes, y en la regadera el shampoo que acostumbraba usar. Se giró y volvió a salir hacia la habitación, ahí vio a Severus sentado sobre su cama, sonriéndole cariñoso.
— Bienvenido a mi vida, Harry Potter.
Por toda respuesta, Harry corrió hacia él, lanzándosele en un beso en el que intentaba demostrarle la emoción que sentía.
— ¡Lo amo, lo amo, lo amo! —exclamó entre beso y beso—. ¡Me encanta la idea, estoy tan feliz, profesor, tan feliz!
— Me alegro, porque esa era la intención, Harry.
— Pero… ¿y el profesor Dumbledore está de acuerdo?
— Olvídate de él, ya me encargué del viejito entrometido.
Harry volvió a abrazar a su profesor, ya no hallaba la manera de demostrarle cuanto le quería. Le besó con suavidad, intentando no forzarlo demasiado, sabía que para Snape aún le costaba un poco ir avanzando en su relación, y aunque el hombre parecía disfrutar aquellos besos, aún se sentían algo reservados para alguien a quien Harry intuía era mucho más apasionado.
Ron caminaba emocionado hacia las mazmorras, sabía que si Harry había desaparecido del cuarto de los Gryffindor, podía confiar en que mantendría ocupado al profesor de pociones. Eso le daría tiempo y oportunidad para poder entrevistarse con Adam. Pero aún iba por uno de los pasillos cuando alguien se atravesó en su camino, su buen humor se vino al suelo al descubrir de quien se trataba, así que decidió pasarlo sin hacerle caso.
— Creo que ya no es sorpresa encontrarte por lugares tan lejos de tu torre, Weasley. —dijo el chico moreno interponiéndose en el trayecto de Ron para impedirle continuar—. Hoy me toca ronda, así que será un honor descontarle puntos a tu casa.
— Haz lo que tengas que hacer y déjame en paz. —respondió Ron fastidiado de no poder pasar—. Y despeja el camino, Blaise, que no estoy para juegos.
— ¿Problemas con la señorita Snape? —cuestionó burlón.
Por toda respuesta, Ron lo sujetó violentamente por el cuello de su túnica estrellándole contra la pared. Blaise apenas sí mostró alguna señal de dolor, continuó sonriendo altivo pese a la mirada furiosa del pelirrojo.
— ¡No voy a permitir que ofendas a Adam, por ningún motivo, imbécil!
— ¿Quién lo ha ofendido? No negarás que es toda una damita, si hasta luce más delicada que tu hermanita pequeña.
— ¡Eso no es cierto!
— ¿Qué te gustó de ese tonto, Weasley? —preguntó dejando de sonreír de repente—. ¡Es tan poca cosa! ¡Ni siquiera es un mago, lo único que conseguirás es ensuciar más la sangre, y tu familia dejará de ser tan pura!... ¿es que eso no te importa? Es lo único de lo que podrían enorgullecerse y tú lo echarás a perder.
— Yo me enorgullezco de mi familia tal como es, no por la clase de sangre que lleva, eso es algo que no nos interesa. Y en cuanto a Adam, ya te he dicho que su sangre y su alma son la más puro que he conocido en mi vida, pero eso no podrás entenderlo tú, cuyo cerebro y corazón se retuerce de tanta suciedad.
— Debe ser bueno en la cama. —respondió sin impresionarse—. Eso es lo único que podría pensar por lo que te mantiene atrapado… no puedes negarlo.
— ¡Son cosas que a ti no te importan!
— ¡Sí me importan! —bramó aprovechando un descuido para darle la vuelta a los papeles y colocar a Ron contra la pared, rápidamente le rodeó con sus brazos para impedirle cualquier movimiento—. ¡Me importan porque tú me gustas, Ronald!
Ron abrió impactado sus ojos azules, aquello era lo último que esperaba escuchar. Pero después de la primera impresión, estalló en una fuerte carcajada que hizo enfurecer más al Slytherin.
— ¡Esto sí que es una broma muy estúpida, Blaise! —exclamó Ron sin dejar de reírse.
— ¡No es ninguna broma! —exclamó furioso para enseguida calmarse un poco, y aunque sus ojos continuaban destellando furia, se podía ver en ellos un trasfondo de ansiedad—. Me has gustado desde hace mucho, pero creí que no te gustaban los chicos, como siempre parecías derretirte por esa estúpida sangre sucia de la Granger, no te dije nada, pero ahora que sé que no es así, no entiendo porqué has puesto tus ojos en alguien tan insignificante… tú mereces algo mejor, Ronald
— ¿Ah sí? —cuestionó sonriendo irónico—. ¿Alguien como tú, acaso?
— ¿Y porqué no? —cuestionó acercándose más al pelirrojo hasta restregar su pelvis contra la de él de manera por demás provocativa—. Te aseguro que te haría gozar más que nadie en la cama, Ron.
— ¡Hey, quita! —le ordenó Ron empujándolo, pero el Slytherin no se dio por vencido y regresó al ataque con un beso que, por inesperado, descontroló a Ron.
Blaise aprovechó el momento y con su cuerpo aprisionó al pelirrojo de tal forma que Ron, a pesar de que luchaba por zafarse, le resultaba por demás difícil conseguirlo, si quitaba un brazo, Blaise le sujetaba con una pierna, y viceversa, ni siquiera consiguió liberarse cuando intentó golpearlo en la entrepierna, empezaba a enfurecerse más de lo que jamás se sintió. Y de pronto, algo jaló a Blaise tan fuerte que hasta Ron estuvo a punto de terminar en el suelo.
Cuando vio lo que pasaba, sintió un giro a su alrededor, la imagen que tenía ante sus ojos daba la impresión de ser producto de un loco sueño. Adam estaba en el piso sobre Blaise, había alcanzado a golpearle la nariz la cual empezaba a sangrar. Pero el Slytherin no se quedaba quieto e intentaba detener a la fiera en que se había convertido el chico.
— ¡Nunca más quiero ver que le pongas una mano encima! —amenazó Adam con un tono de voz que se asemejaba mucho al de su padre y que heló la sangre de Blaise—. ¡Ron es mío, es mi novio y te mato si vuelves a tocarlo!
— Sí, claro, tú vas a matarme. —se burló Blaise ocultando su desconcierto mientras se esforzaba por zafarse y por conseguir hacerse de su varita—. ¡No eres más que un insignificante squib, jamás podrás contra mí!
— ¡Al demonio contigo y con esa estúpida varita! —gritó Adam consiguiendo arrebatarle la varita que Blaise por fin había logrado sacar, y con profunda ira la arrojó por la ventana—. ¡Te vas a enfrentar conmigo cara a cara y sabrás si realmente eres tan hombrecito como presumes!
— ¡Con varita o sin varita, voy a acabar contigo, maldito marica!
Por toda respuesta, Adam volvió a estrellar su puño en el rostro del Slytherin, quien no dejaba de forcejear. Ron intentó separarlos, pero Adam lo empujó para poder concentrarse en desquitar su furia. Esa distracción consiguió que Blaise la usara a su favor e intentara revertir los papeles, pero Adam no estaba dispuesto a dejarse sobajar nuevamente por nadie, y de otro puñetazo envío al Slytherin otra vez al suelo. Al ver que realmente se encontraba en desventaja, a Blaise no le quedó más remedio que salir huyendo, y aunque Adam pretendió perseguirlo, los brazos de Ron lo rodearon por la cintura sujetándolo con fuerza, realmente sorprendido de no sentir por ningún lado al jovencito frágil e indefenso que siempre parecía. La acción de Ron no hizo más que enfurecerlo todavía más y girándose sobre sí mismo, se liberó de los brazos de su novio.
— ¡¿Porqué demonios me detienes?! —le gritó con rabia—. ¡¿Te importa mucho lo que le suceda a ese imbécil?!
— ¡Claro que no, no seas tarado! —exclamó sorprendido—. Pero no tiene caso que pelees más… ganaste, ¿es que no te diste cuenta?
Adam pareció tranquilizarse un poco, pero enseguida volvió a fruncir el ceño y sujetando a Ron de la mano, lo jaló con rumbo a su habitación.
— Tú me debes una explicación, Ronald Weasley. —le dijo molesto—. ¡Mira que permitir que ese tipejo te besara!
— Oye, yo no permití nada… no tengo la culpa de ser tan irresistible.
— Pues de ahora en adelante todos esos alevosos que vean lo irresistible que eres se van a topar con un puño ansioso de romper narices. —dijo bufando celoso—. Y ahora camina más rápido, que esta noche no quiero que salgas de mi recámara, no vaya a ser que otro idiota piense que puede besarte en los pasillos… ¡arrrghhh, pero que corajes voy a tener que pasar contigo, Ronald!
Ron sonrió aún con incredulidad, pero su corazón latía extremadamente rápido, le fue un verdadero descubrimiento ver a Adam pelear por él, y ahora que continuaba sin abandonar aquella actitud desafiante, sentía enloquecer de excitación, así que estaba seguro que esa noche ninguno de los dos la iba a olvidar nunca.
Harry reposaba sobre el pecho de Severus, aparentemente con serenidad, pero su profesor mordisqueaba el lóbulo de su oreja haciéndole despertar sensaciones tan intensas que su respiración era cada vez más difícil. Empezaba a tener problemas, no desagradables, pero sí inoportunos. Sobre todo cuando sabía que Severus Snape aún no se sentía preparado para el siguiente paso. Harry no tenía idea de que las imágenes colocadas en a cabeza de Snape habían quedado tatuadas y al profesor le encantaba repasarlas lentamente, sobre todo después de ver cuando el chico se quitó la túnica antes de recostarse y sin poder evitarlo, le miró con diferentes ojos “no, definitivamente ya no es ningún niño” pensó Snape sintiendo que la sangre se le aglomeraba en cierta parte de su cuerpo.
— ¿Porqué… mejor no deja de hacer eso? —preguntó jadeando casi imperceptiblemente al sentir la lengua del hombre acariciarle con suavidad—. Es que…
— ¿Qué, Harry? —preguntó Severus ocultando una sonrisa—. ¿No te gusta?
— Creo que el problema es que me gusta demasiado.
Harry supo que nuevamente sus hormonas estaban a punto de traicionarle y quiso incorporarse para ir disimuladamente al baño, pero Severus le retuvo por la cintura atrayéndolo nuevamente hacia él y continuar besándole en el cuello mientras que Harry sufría placenteramente.
— Profesor… debe parar. —pidió angustiado, su entrepierna estaba más despierta que nunca—. Y debe hacerlo ahora.
— Harry, ¿crees que quise que durmieras conmigo para charlar solamente? —le cuestionó el hombre hablándole seductoramente al oído—. Te había dicho que estaba dispuesto a darte una oportunidad, ahora me convenzo de que la oportunidad la quiero yo también… que me muero por hacer tantas cosas contigo.
— Pero…
— Sabes que tengo que ir lento, pero por algo debemos empezar, Harry… y quiero verte.
— No entiendo. —admitió sintiendo que en cualquier momento perdería el control—. Tengo que hacer algo… profesor.
— Hazlo aquí. —pidió apretándolo más contra su cuerpo—. Quiero verte haciéndolo, Harry.
— Pero… profesor. —protestó tímidamente al tiempo que se sonrojaba—. Es que…
— Por favor…
Harry sintió como Severus tomaba su mano y la dirigía hacia justo la cintura del pantalón del muchacho, él mismo se encargó de desabotonarlo, y regresó su propia mano hasta la cintura de Harry, dejando que él continuara. Por un par de segundos el Gryffindor se mostró indeciso, pero cuando Severus besó su cuello, de inmediato continuó su trayecto hacia debajo de su ropa interior y empezó a masturbarse.
— ¡Eres tan hermoso, Harry! —murmuró Severus al notar como las mejillas del chico enrojecían, tanto de placer como de deseo—. Me gustas más de lo que imaginé, y te confieso, que desde que ví esos sueños que has tenido conmigo, no he podido dejar de pensarlos… me he imaginado muchas veces hacerlos realidad, quiero saber lo que se siente hacerte mío… que seas sólo mío.
— Profesor… —exhaló en un suspiro.
— Di mi nombre, Harry… me encantaría escucharte decir mi nombre y no te detengas. Eres realmente sensual… eres desquiciante, arrebatadoramente deseable. Anda, di mi nombre, grítalo, Harry… grítalo.
— Se… Severus… —empezó con timidez mientras su respiración se hacía cada vez más agitada, su cuerpo se arqueaba suavemente y su mano se movía vigorosamente sobre su pene—. Severus… te amo.
Severus sonrió, podía ver que Harry se mordía el labio inferior en una muestra de éxtasis prolongado y lentamente fue bajando la vista hasta detenerse justo en los genitales del chico. Sin decir nada, y sin siquiera saber cómo fue que se animó, introdujo su mano dentro de los calzoncillos del muchacho, rozó la mano de Harry quien se estremeció al sentirlo, su emoción fue intensa cuando Severus le pidió que lo dejara terminar, que él se encargaría de lo demás. Harry sacó la mano y estrujando el pantalón de Severus se dispuso a disfrutar.
Severus sujetó el pene de Harry con un poco de nerviosismo, con el pulgar le acarició la punta, pudiendo sentir las primeras gotas de un inminente orgasmo. Se fue lento, con desesperante suavidad para el muchacho, quien a pesar de la espera, estaba gozando como nunca en su vida, no se atrevía a abrir los ojos por miedo a descubrir que era otro de sus sueños, pero podía sentir el aroma de Severus flotando en el aire, podía sentir esa cálida mano brindándole complacientes caricias, así que ya no pensó más y simplemente se sintió el ser más feliz en la historia.
Con el mismo liquido preseminal, Severus le lubricó todo el miembro, y empezó a aumentar la intensidad de la fricción, no era muy cómodo hacerlo bajo la ropa, pero por el momento era lo único que se atrevía a hacer. Harry gemía llamándolo, girando su cabeza para besar el cuello de Snape, por varios minutos creía que la vida no podía ser mejor, hasta que finalmente todo su cuerpo se tensó en el mejor orgasmo de su corta existencia, lo experimentado jamás se podría comparar con las veces que tuvo que correr al baño luego de algún encuentro con su profesor.
La mano de Severus quedó impregnada del semen de Harry, pero cuando estaba a punto de pronunciar algún hechizo de limpieza, el joven Gryffindor le sujetó por la muñeca y pacientemente empezó a besarla, lamiéndole y despejando todos los restos. Severus se quedó quieto, asombrado en un principio por lo que veía, pero más por lo que estaba sintiendo, la lengua de Harry era muy suave y cálida, y sus labios introduciéndose los dedos del hombre eran sencillamente enloquecedores.
Era en definitiva, la imagen más erótica que hubiera presenciado jamás, y fue así como sintió que quería más de Harry, que lo necesitaba, que su cuerpo le exigía se apurara a decidirse porque no soportaría más tiempo.
— Harry… —musitó con voz grave sin dejar de mirarlo como hipnotizado.
— ¿Mmmm? —gimió el chico sin abandonar su tarea.
— Harry Potter… creo que acabo de perderte completamente el asco.
Harry hubiera reído si no fuera porque en un segundo ya estaba de espaldas sobre la cama, con el cuerpo de su profesor aprisionándolo contra el colchón y su lengua en el fondo de su garganta. Pudiera ser que aquello terminara asfixiándolo, pero era una deliciosa manera de morir y se esforzó por corresponder al primer beso intenso que Severus le daba. Nuevamente sentía como su miembro iba irguiéndose. Severus también lo notó, era la primera vez en su vida que sentía una dureza aprisionándole el vientre y era tan perturbador como excitante, así que su propio pene reaccionó de la misma manera. Instintivamente Harry llevó sus manos hacia el pecho de su profesor, quería empezar a desnudarlo, pero el hombre se las retiró con suavidad y ya no insistió, se concretó a rodearlo con brazos y piernas justo en el momento en que Severus Snape restregaba su cadera contra la de Harry, y aunque estaban completamente vestidos y solamente podían complacerse con esas fricciones, no tardaron mucho en descargarse el uno al otro, ambos gimiendo extasiados por la nueva experiencia vivida.
Algo parecido sucedía en una habitación cercana, pero aquí no había ropa de por medio, Ron apretaba a Adam contra su cuerpo, consiguiendo que el chico se introdujera más profundamente en él, consiguiendo despertarle descargas eléctricas cada vez que el pelinegro tocaba su próstata. Quizá era el desfogue de adrenalina que había tenido Adam, pero aquella noche no había ni un rastro de timidez en él, y eso era algo que Ron agradecía a todos los cielos, era tan feliz con él, tan pero tan feliz que…
— Adam…. ¡Cásate conmigo! —exclamó al momento de llegar a un mancomunado orgasmo.
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