Araleh Snape
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| Tema: La familia que siempre quise. Capítulo 29. Sáb Jun 29, 2013 1:53 pm | |
| CAPÍTULO 29
PARIS
Un mes había pasado, Harry decidió mudarse a Grimauld Place. Se acercaba su cumpleaños dieciocho y el Gryffindor miró resignado como sus amigos trataban inútilmente disimular no estarle organizando una fiesta sorpresa. Pero prefería no contrariarlos, si querían fiesta, pues no tenía caso negarse… ya nada tenía caso después de todo. Aunque esa mañana no podía evitar que su corazón pareciera haber sido poseído por un tambor y reía ante las noticias que Adam le daba de su padre, eran las primeras que tenía de él y le fue imposible no emocionarse.
— ¿De verdad hizo eso? —preguntó Harry sonriendo sinceramente por primera vez en un mes—. El profesor Snape jamás cambiará.
— Sí, eso creo. —confirmó Adam controlando su risa, con su espalda sobre el pecho de Ronald quien no dejaba de cercarlo por la cintura mostrando lo enamorado que estaba—. Madame Maxime estuvo a punto de echarnos del colegio cuando a mi padre se le ocurrió criticar la calidad de los ingredientes para pociones que tenían en el laboratorio, y no puedes imaginarte la cara que puso cuando le insinuó sobre un cambio en el uniforme escolar.
— No, lo mejor de todo… —intervino Ron intentando imitar la voz de su ex profesor—… fue cuando dijo “Supongo que usted estará conforme con su guía de estudios, pero me parece que no estaría mal hacerle unas pequeñas modificaciones que mejorarán el nivel escolar casi comparado al de Hogwarts”
— ¡No puedo creerlo! —exclamó Harry con emocionada curiosidad—. Cuéntenme más, díganme todo lo que dijo… debe haber sido genial verlo así.
— En ese momento no fue nada genial, Harry. —aseguró Ron—. Si yo fui, fue solamente porque Adam me lo pidió, él quería conocer el colegio al que irá su hermanita, pero realmente mi suegrito andaba de muy mal humor.
— No es cierto, Harry. —contradijo Adam—. Es sólo que mi padre quiere lo mejor para su hija, y Ron aún no deja de lado esa tonta adversidad con él.
— ¡Él es el que empieza, Adam! —protestó Ron—. ¿O acaso le creíste que había sido un accidente el haberme dejado encerrado en el laboratorio de Beauxbaton?.... ¡lo hizo a propósito, quería que muriera de hambre ahí encerrado!
— Sólo fueron cinco minutos, Ron, no exageres. —aclaró Adam con paciencia—. Y bien que te vengaste cuando le dijiste a Madame Maxime que mi padre había tenido relaciones con uno de sus alumnos y…
Adam guardó silencio al comprender que probablemente había cometido una indiscreción, pero al mirar a Harry se sorprendió de que éste reía a carcajada abierta con todas las noticias que le daban de Severus, y hasta el mismo Ron notó que había dejado de prestarle atención en su breve discusión, pero ahora su amigo estaba extrañamente alegre. Su risa era contagiosa, feliz, podía adivinarse, no era como había estado sonriéndoles desde que decidió fingir que se había resignado a estar lejos de Severus.
—Díganme más, por favor. —pidió Harry casi al borde de las lágrimas por la risa—. Quiero saberlo todo… ¿qué le respondió Madame Maxime?
— Nada, se puso toda verde. —respondió Adam sonriendo ante la alegría de su amigo—. Dijo que pensaría si realmente era buena idea recibir a Sally en Beauxbatons.
— Vaya, el profesor Snape debió haber enfurecido.
— Mucho. —respondió Ron—. Bueno, lo mínimo que dijo es que debía estar agradecida de recibir a alguien como Sally en el colegio para elevar su status. Que él podía mover muchas influencias para que se quedara en Hogwarts, o que incluso la prefería en Drumstrang, en fin, que era una ingrata por no valorar a la niña, que si esto o que si lo otro… y casi Madame Maxime terminó pidiéndole disculpas y aceptando todas las condiciones que el padre impusiera para que su hija estuviera cómoda en su colegio. ¡Nunca en mi vida me había sentido tan avergonzado, Harry, lo juro!... ni mi madre hubiera podido actuar más defensor de sus cachorritos que el profesor Snape.
— Lo sé, él los quiere mucho.
— También a ti te quiere. —se atrevió a decir Adam.
Harry dejó de reír, mantuvo su sonrisa pero tenía una sombra de melancolía manchándola. Miró a todos lados como pensando en si debía decir lo que sus labios temblaban por hacer, y finalmente, ante el silencio expectante de sus amigos, tomó aire y decidió no quedarse con la duda aunque probablemente fuera un grave error.
— ¿Les preguntó por mí?
— Harry… él siempre pregunta por ti. —aseguró Adam—. Cada vez que se comunica conmigo es lo primero que hace, incluso antes de darme los buenos días o las buenas noches, según sea el caso.
— No me refiero a que pregunte cómo estoy, eso puede ser pura cortesía, quisiera saber si… si ha pensado en volver.
— No me lo ha dicho, pero puedo preguntarle si quieres.
— No, no lo hagas. —se apresuró a decirle—. ¿Le dijiste aquella vez que estaría esperándolo por siempre, verdad?
— Sí, claro, desde la primera vez… te lo dije.
— Sí, y con eso basta. No quiero presionarlo, no quiero que regrese por lástima o compromiso. —aseguró exhalando todo el aire de sus pulmones para volver a sonreír, ni cuenta se había dado cuando dejó de hacerlo—. Lo único que me interesa ahora es saber que está bien, eso es suficiente para mí.
La noche previa al cumpleaños de Harry, éste no se sorprendió de que sus amigos llegaran con sus mejores vestimentas, aunque le asombró que fuera al estilo muggle. De Adam no era raro, pero sí de Ron, y tuvo que admitir que se veía realmente bien con sus jeans ajustados y una camisa blanca de algodón con el cuello medio desabrochado en un inesperado toque sensual de su amigo.
— Eh… Harry… —le llamó Adam—… ¿puedes dejar de mirar así a mi esposo?
— ¿Yo? oh, vamos, seguro que ambos se pusieron así para hacerme alguna proposición indecorosa, ¿cierto? —comentó bromeando—. Pero déjenme decirles que por muy bien, y recalco, realmente muy bien que se vean así, no caeré en sus garras, par de libidinosos.
— ¡Mira quien habla! —exclamó Ron divertido—. Te hace falta sexo, compañero, no dejas de pensar en lo mismo.
— Bueno, ya, déjense de tonterías. —propuso Adam—. Hemos venido por ti para llevarte a celebrar tu cumpleaños, Harry, así que ponte lo mejor que tengas y prepárate para no dormir en toda la noche.
Harry fingió quejarse, sabía que no iba a salvarse de ir a esa fiesta, así que dejó a sus amigos en la sala mientras subía a su habitación de Grimauld Place para darse un baño y cambiarse de ropa. No tenía ánimos, al verse el espejo era imposible sonreírse a sí mismo, pero debía continuar esforzándose para que los demás no notaran lo triste que se sentía, aunque algo le decía que no podía engañarlos del todo. Decidió usar un pantalón negro con una camisa azul oscuro, casi sonrió al ponérsela, recordando que era el mismo tono de la pijama de Severus que guardaba celosamente y con la que cada noche dormía intentando imaginar que seguía a su lado.
Al bajar sonrió casi divertido de ver que Ron y Adam disimulaban fingiendo no haber estado hablando en voz baja, ya se podía imaginar que algo estaban tramando para su fiesta de cumpleaños. Sin embargo, no le dio importancia pensando que era algo referente a sus regalos, pero cuando llegaron a un bar extremadamente tranquilo, Harry se sorprendió, los pocos asistentes eran totalmente desconocidos, no había ninguno de sus amigos esperando su arribo para gritar “Sorpresa” tampoco había mesas con regalos, ni globos… nada, era sólo un triste bar donde nadie lo esperaba.
— ¿Y los demás? —preguntó a sus amigos totalmente desconcertado—. Creí que estarían aquí Neville, Luna, Seamus… Hermione… ¿dónde está Hermione? ella no puede faltar ¿o sí?
— Hermi tuvo que ir a Bulgaria. —respondió Ron lamentando la desilusión de su amigo—. Me dijo que te enviaría tu regalo por lechuza pero no podía posponer el viaje, creo que sus padres y los de Krum querían conocerse más.
— Ah… entiendo. —aceptó Harry resignado al comprobar que se había equivocado—. Bueno, no tiene importancia, la pasaremos bien nosotros tres solitos.
— De eso no te quepa ninguna duda. —aseguró Adam acercándosele lo suficiente para darle un beso en la mejilla que no parecía como los que siempre le daba.
— ¿De qué hablas? —preguntó retrocediendo—. Oigan, los veo muy extraños… creo que mejor voy al baño, no me tardo.
Harry casi huyó hacia el baño, y ya estando ahí se lavó exhaustivamente el rostro, no quería pensar en Severus y su mente ya estaba volando hacia él, pensando en cuanto le habría gustado pasar su cumpleaños con el hombre que amaba. Escuchó un ruido tras de él y al levantar la vista del lavabo, pudo ver en el espejo el reflejo de sus amigos, apoyados contra la puerta mientras Ron formulaba un hechizo que impediría que alguien entrara. Rápidamente se giró sobre sí mismo, sonriendo nervioso al mirar las expresiones pícaras de sus amigos.
— Escuchen, si esto es una broma… no es divertida.
— Nos dijiste libidinosos. —respondió Ron sonriéndole con coquetería—. Y como has estado tan solito últimamente, pues pensamos que te haría bien darte un regalito que te animará un poco.
— Vamos, Harry… no te pongas nervioso. —continuó Adam—. Ron y yo lo hemos hablado y lo que planeamos para ti te encantará, sólo tienes que relajarte.
— No quiero. —aseguró Harry sacando su varita para apuntarles—. Les advierto que no me gustará hacerlo, pero me defenderé si se atreven a acercarse.
— Ya veremos si te atreves. —dijo Ron sonriendo con seguridad—. Adam, cariño, ya sabes lo que tienes que hacer.
— No, Adam, no lo hagas. —suplicó Harry angustiado—. No hagas caso de ese bestia que se casó contigo… por favor.
Pero Adam no lo obedeció y caminando sugerentemente se acercó a su gran amigo, quien a pesar de que no bajaba su varita no se atrevía a hacer nada que lastimara a alguien que quería tanto y que además no tenía forma de defenderse, pero de algo estaba seguro, esos dos no se saldrían con la suya.
— Siempre me gustó tu varita. —dijo Adam acariciando sin miedo el instrumento mágico de Harry que continuaba apuntándole—. ¿Me mostrarías la otra?
— ¡Adam! —exclamó Harry sonrojándose como nunca en su vida—. Aléjate o no respondo.
— Ni Ron ni yo responderemos tampoco… acércate, amor.
Ron asintió, y de la misma forma que Adam, caminó hacia un casi histérico Harry, quien en ese momento, al ver que la puerta quedaba sin resguardo quiso correr hacia ella, pero tanto Ron como Adam le sujetaron con firmeza. De pronto, un tirón en el ombligo le hizo sentir un vértigo que finalmente lo dejó tirado sobre el suelo, con sus dos amigos sobre él, riendo estrepitosamente. Como pudo, Harry se deshizo de ellos para ponerse de pie, vio que ya no estaban en el bar, a un lado de sus amigos había quedado tirado un listón que antes de desaparecer notó que Ron lo envolvía junto con Adam y a él mismo.
— ¡Dejen de reír, par de tontos! —ordenó Harry furioso—. ¡Me voy a vengar de ésta, ya lo verán!
— Vamos, Harry, fue muy divertido ver tu cara. —exclamó Ron dificultosamente debido a su risa incontrolable—. ¡Debiste verte!
— Ya, Harry, perdónanos. —pidió Adam poniéndose de pie esforzándose por dejar de reír—. No quisimos asustarte, pero se nos ocurrió luego de lo de “libidinosos”
— Son unos descerebrados, los dos. —manifestó un poco más calmado—. ¿Y a dónde me han traído?... ¿aquí será la fiesta?
Pero el corazón de Harry se volcó dolorosamente. Ya había notado que estaba en despoblado, pero al estudiar detenidamente a su alrededor vio que era una colina, y que a la lejanía se podía ver las luces de la Torre Eiffel… la angustia se apoderó de su corazón.
— No… no pueden hacer esto. —les dijo asustado—. Adam, por favor… es tu padre, no le hagas esto, no lo pongas en una situación que no quiere, te lo suplico.
— Harry, no sé de qué hablas. La última vez que vi a mi padre estaba en una playa al sur de Francia, ahí quedaba más cerca del colegio de Beauxbaton. Si te trajimos aquí es porque descubrimos un lugar que te va a gustar.
— Ya no sé si creerles. Además, estamos solos en esta colina, ¿es este el lugar que querían que viera?... bueno, pues ya lo ví, ahora me regreso a mi casa, no quiero estar más tiempo en Francia.
— No es la colina. —dijo Ron ya con más seriedad para enseguida señalar hacia atrás de Harry—. Es la casa la que queremos mostrarte.
Harry giró sobre sus pies y se encontró con la cabaña totalmente a oscuras, solamente se veía el perfil mimetizándose con la noche, pero aún así se podía adivinar que era hermosa.
— ¿De quién es?
— Por lo pronto de nadie… pero pensamos comprarla, nos han dado buen precio debido a que perteneció a un viejo conocido de mi padre en el Ministerio. Hemos estado pensando que sería bueno vivir en Paris. —dijo Ron—. Aquí también hay una buena escuela de Aurores y Adam estaría en mayores posibilidades de poder ir a ver a su hermanita para cualquier cosa… además, no podrás negar que es una ciudad esplendorosa. De todos modos tiene una chimenea que pensamos conectar pronto a la red flu.
— ¿Se vendrán a vivir tan lejos? —preguntó sin poder evitar entristecerse, nuevamente se quedaría solo. — Sólo por un tiempo, pero vamos adentro, Harry, queremos que la conozcas y nos des tu impresión.
Harry asintió pero nuevamente sentía ese nudo en la garganta, no quería quedarse sin sus amigos, no obstante, jamás lo diría, le era totalmente imposible impedirles ser felices sólo porque él no lo era. En su distracción no se dio cuenta de las miradas de cómplices que se enviaron Ron y Adam hasta que se sintió empujado al interior de la cabaña y encerrado dentro de ella totalmente a solas y a oscuras.
— No puedes salir, Harry. —le gritó Ron desde afuera—. Tiene un hechizo para evitar que desaparezcas, así que espera ahí tranquilamente.
— ¡Idiotas, los dos son unos idiotas! —respondió Harry pateando la puerta.
— Vámonos, Ron. —le dijo Adam en voz baja—. No podemos quedarnos aquí.
— ¿Porqué no?... esto se pone interesante. Además, no traje otro traslador, ¿cómo nos vamos a ir de aquí?
— Harry tiene razón, eres un idiota. —le dijo sonriéndole cariñoso—. En fin, eso no importa, nos iremos caminando.
— ¡Pero son como veinte kilómetros hacia los límites de Paris!
— Y por eso es mejor ir empezando ya.
— Te propongo algo mejor, ¿qué tal si nos aparecemos allá? —le dijo rodeándole por la cintura antes de besarlo en el cuello con deleite—. Así no llegaremos cansados para hacer otras cosas.
— ¿Y después tener que andar buscando mis dedos en el río Sena? No, Ronald, hasta que no perfecciones esa técnica nos iremos caminando… vamos, no seas flojo.
Ron suspiró resignado y no tuvo más remedio que obedecer y dejarse llevar por la vereda que conducía hacia la ciudad. Mientras tanto, Harry se daba cuenta que sus amigos no se arrepentirían, encendió su varita para iluminarse un poco, pero…
— ¡Accio varita cursi!
El corazón de Harry se estremeció al escuchar la voz que tanto amaba, las lágrimas se agolparon en sus ojitos entristecidos mientras que un gemido escapaba de su garganta al mismo tiempo que su varita de sus manos. Nuevamente todo quedó en completa oscuridad. Por unos segundos no volvió a escucharse nada y Harry temió haberse equivocado, o de plano estar enloqueciendo finalmente, pero luego, tan inesperado como conmovedor, sintió unos brazos rodeándolo por la cintura para atraerlo contra un cuerpo que podría reconocer en cualquier lugar el mundo.
— Profesor Snape… es usted. —murmuró Harry recargando su rostro en el pecho del hombre, sin poder evitar ya que las lágrimas lo traicionaran y su voz se escuchara quebrada—. ¡Es usted!
— Sí, Harry, soy yo otra vez. —respondió hundido en el cuello del chico quien sintió en ese momento que no era el único que lloraba—. ¡Te he extrañado tanto, mi amor!
— Pero, profesor…
— ¿Porqué vuelves a llamarme así, Harry?... no lo hagas, por favor.
— Es que… no entiendo.
— Ven, tenemos que hablar.
Harry asintió aunque en aquella oscuridad no podía ver nada, aún así se dejó conducir hasta un diván tapizado en terciopelo y se sentó junto a Severus. El profesor lo atrajo con firmeza, abrazándole cariñoso.
— Supe que quemaste mi carta. —le dijo, no con reproche, sólo con tristeza—. Hubiera querido que la leyeras, pero tal vez así fue mejor.
— Temía saber lo que pasaba, no quería imaginármelo diciendo que ya no me amaba, que se había equivocado… que todo era un error.
— ¿Porqué habrías de pensar eso?
— Porque mientras estuvo inconsciente… la llamó. —le dijo con infinita tristeza—. Llamó a Darina, y supe que ella seguía siendo lo más importante en su vida y que finalmente se daba cuenta de su error al aceptarme, por eso ya esperaba que un día se fuera de mí… aunque rogaba para que no fuera pronto, sin embargo, sucedió enseguida… no iba a poder soportarlo puesto en sus propias palabras.
— Harry, lamento mucho que hayas escuchado que la llamara, pero no sé qué pasó esa noche. —le dijo apretándolo con fuerza contra su pecho—. No sé si estuve muerto por algún tiempo o si solo fue un sueño… pero la vi venir a mí, sonriéndome tan dulce como siempre, diciéndome que lo que quería era despedirse, dijo que me deseaba suerte en mi nuevo camino… me dolió, Harry, me dolió mucho comprender que le había fallado, que nunca le cumplí mi promesa de amarla por siempre… que en tan poco tiempo me olvidé de dieciocho años de su cariño incondicional
— Profesor…
— ¡Deja de llamarme así, Harry, por lo que más quieras! —pidió angustiado—. Ya no quiero sentirme más culpable de lo que me siento, de saber que te hice sufrir cuando lo único que pretendía era que no lo hicieras. Vuelve a decirme Severus, o Sev… o como quieras, pero no profesor, no te alejes más de mí.
— No es mi intención alejarme… Severus, pero tengo miedo de ilusionarme en vano, es que aún no entiendo bien.
— Lo sé, deja que te explique. —le pidió con más calma al escucharlo volver a llamarlo por su nombre—. Fueron muchos años, Harry, toda una vida junto a Darina, y aunque nuestra convivencia fue escasa, realmente me sentí siempre a su lado. Fue difícil darme cuenta que de repente ya no estaba y que mi corazón ya no le pertenecía… y lo peor, es que me gustaba que fuera así, que no quería volver a amarla, que no quería regresar con ella jamás. No pude soportarlo, y como sabía que me costaría mucho disimularlo ante ti, quise protegerte poniendo un poco de distancia y tiempo. Necesitaba calmar esos sentimientos sin dañarte, que no fueras testigo por lo que pasaba.
— Severus, yo quiero estar contigo siempre, pero no solo en las buenas… también quiero estarlo cuando me necesites, cuando sufras o cuando llores, yo quiero estar contigo y ser tu apoyo… quiero serlo todo para ti.
— Yo también quiero serlo para ti, mi amor. —le confesó inclinándose un poco para darle un beso en la mejilla, cerca de sus labios, anhelante por volver a probarlos—. Acepto que pude haber cometido un error al dejarte, pero en esa carta te pedía tiempo y paciencia, tampoco quería perderte por mi miedo, por mis remordimientos.
— ¿Y ahora como te sientes? —preguntó temeroso—. Sólo ha pasado un mes, Severus, quizá aún no te sientas cómodo de volver conmigo.
— Al contrario, no hay nada que deseé más en el mundo, Harry. No necesito más tiempo para poder decir adiós a mi pasado, de despedirme para siempre de lo que viví, de llorarle lo que jamás le lloré… ahora es por ti por quien vivo, por quien respiro y por quien lloro, Harry… y eres tú con quien quiero estar, no sólo ahora… ¡para siempre!
— Yo también, Severus, yo también quiero estar contigo siempre.
— ¿Entiendes lo que te quiero dar a decir con eso, Harry?
— Claro… hasta que la muerte nos separe.
— No… más aún. —respondió enamorado—. No quiero que ni la muerte nos separe y no quiero vivir ni un solo segundo más sin ti en esta vida, no sé si haya un después de la muerte, pero si lo hay, quiero pasarlo contigo, sólo contigo.
Harry se aferró a Severus, impresionado por sus palabras, y sintiendo que el corazón ya no soportaría tanto amor que sentía por él. Severus aprovechó el momento para besarlo, sus lenguas se acariciaban saludándose luego de un periodo de lejanía, ambos esforzándose en mostrarse hasta donde habían llegado a enamorarse pese a lo que ni ellos mismos habían creído que pudiera suceder, era algo más allá de cualquier entendimiento. Harry sintió como Severus lo recostaba sobre el diván, pero éste ya no estaba, emocionado comprendió que su pareja lo había transportado hacia la cama sin que se diera cuenta. El sabor de sus besos poco a poco dejó de tener el sabor salado de las lágrimas para dar paso a una pasión envuelta en el amor que se tenían.
— Cuando invoqué el protego, Harry… —susurró Snape al oído del muchacho—… en lo único en que pensaba era en ti… en que no quería que volvieras a estar solo, y te prometo, Harry, que jamás volverás a sentir la soledad, que nunca te abandonaré, y esta vez sí pienso cumplir mi promesa. Creo que la ridícula varita pensaba y sentía como yo con respecto a la tuya, por eso ambos nos protegimos, porque deseábamos sobrevivir para ustedes, para ti y para tu cursi varita.
Harry estaba cada vez más impactado por lo que escuchaba, pero no le dio tiempo de responder, en ese momento casi gritó de alegría al sentir las manos de Severus empezar a desnudarlo con una prisa mal disimulada, y lo ayudó a deshacerse de su ropa. Sus pieles se sentían cálidas, emanando el deseo por cada poro, casi fundiéndose en una sola. Severus lamió los labios del chico obteniendo respuesta enseguida, Harry se le ofreció por completo, desde su boca hasta su alma. El corazón de Harry galopaba descomunalmente al ir sintiendo como la ansiedad de Severus lo impulsaba a actuar sin restricciones, friccionando sus caderas una con la otra, demostrándole cuan excitado estaba.
En esta ocasión, Severus fue quien lo giró colocándole de frente sobre la almohada a la que Harry mordió extasiado de pensar en lo que se le aproximaba, levantó su cadera hasta toparse con el miembro erecto del hombre y gimió en expectación. Severus se inclinó hacia él y con delicadeza le hizo girar la cabeza para besarlo mientras introducía un dedo en la abertura de Harry. El chico ahogó un gemido dentro de la boca del profesor y curvó más su espalda en una franca invitación para que lo tomara a la brevedad.
Su deseo se vio cumplido, y mientras Severus deslizaba sus labios hacia la nuca del joven Gryffindor, introdujo lentamente su pene dentro de Harry, sosteniéndole la cadera con ambas manos. Estuvo algunos segundos sin moverse en cuanto estuvo totalmente dentro de él, y fue hasta que Harry le hizo una discreta señal que el hombre empezó a moverse cadenciosamente, primero lento, luego tan fuerte que Harry se sentía hundir en el colchón, pero no protestó, ese ir y venir le acariciaba su próstata a cada segundo, estaba seguro de que si pudiera ver algo todo se habría nublado ante el placer que estaba sintiendo, era glorioso, supremo en extremo, no quería que terminara.
Harry llevó su mano hacia su propio miembro con toda intención de darle el desfogue que necesitaba o terminaría explotando literalmente, pero Severus se lo impidió, y con una maestría que le sorprendió, volvió a girarlo sin casi salirse de su interior, colocó las piernas de Harry sobre sus hombros y volvió a empujar. Harry gritó, pero no de dolor o molestia, sólo que jamás imaginó que también un poco de rudeza pudiera resultar excitante, lo sentía llenarlo a plenitud, y la sangre se peleaba en su interior por aglomerarse en ciertos sitios privilegiados, de tal forma que parecía que toda se había concentrado en sus genitales y en sus mejillas. Snape empezó a masturbarlo, con febril ansiedad, sin dejar de embestirlo ni por un instante… definitivamente Harry estaba impresionado.
Finalmente, Severus casi se dejó caer sobre Harry en la última embestida, y de su garganta brotó un gemido ronco que dejaba salir la desesperación por hacer de aquel momento algo que no olvidarían jamás. Al sentir el líquido caliente inundando su interior, Harry también se descargó sobre la mano de Severus. Poco después, ambos continuaban respirando agitados, con sus músculos teniendo pequeños espasmos residuales de aquel ferviente orgasmo. Severus estaba a un lado de Harry, y con la poca fuerza que le quedaba, le abrazó para besarle delicadamente.
— ¿Estás bien?
— Mejor que nunca. —respondió aún entrecortadamente—. ¡Vaya que estamos mejorando en esto!
— No quise ser tan brusco, pero es que…
— Sev… ¡fue magnífico!
— ¿De verdad? —pregunta colocándose sobre el chico para besarle el cuello con suavidad—. ¿Será porque durante todo este mes he tenido sueños más calenturientos que los tuyos?
— Lo dudo… los míos también han progresado, te asustarías si los vieras.
— ¿Me los mostrarías? —preguntó con una sensualidad en su voz que Harry no pudo reprimir que su bajo vientre, aún en contracto con el de Severus, volviera a reaccionar.
— Si me muestras los tuyos…
— Me parece un buen trato, pero primero hay algo que quiero preguntarte.
— Tú dirás, mi respuesta para ti siempre será “Sí”
— Harry… ¡siempre tan cursi! —exhaló en un burlón suspiro—. Aunque por el momento creo que me alivia verte dispuesto a ser meloso porque créeme que me estoy muriendo de nervios y no soportaría una negativa.
— ¿De qué estás hablando?
Harry sintió como Severus se incorporaba quedando sentado sobre sus piernas, entonces él se apoyó en sus codos, curioso ante el silencio que se formó en ese instante. La voz de Severus sonó de repente, fue grave y muy baja, casi un murmullo que Harry no comprendió, pero entonces, dos halos de luz roja se unieron sobre su cabeza, girando como en un torbellino mientras un pequeño airecito le revolvía sus cabellos y pudo ver a las dos varitas revoloteando sobre de ellos.
— Severus… ¿qué es eso? —preguntó temeroso—. ¿Porqué están comportándose así?
— Yo se los pedí… tienen un mensaje para ti, amor.
— ¿Qué mensaje?
— Sólo sigue mirando.
Harry asintió, gracias a las luces rojas podía ya vislumbrar algo de la silueta de Severus, le costaba trabajo dejar de mirarlo a él para dirigir sus ojos hacia las varitas, pero obedeció. Fue entonces que de pronto, las luces disminuyeron su velocidad y se distorsionaban como si estuvieran jugando entre ellas. Severus usó ese instante para sujetar a Harry por ambas manos y le ayudó a arrodillarse en la cama mientras él hacía lo mismo. Harry tuvo que dejar de ver los juegos de luces porque Severus le besó en ese momento.
Fueron segundos deliciosos en los que Harry se olvidó de las varitas, pero cuando su ex profesor se separó sujetándole suavemente de la barbilla para invitarlo a volver a levantar la mirada, sintió que se desmayaría… con letras rojas, los halos de luz habían formado la frase más hermosa que nunca soñó con recibir. Sus ojos reflejaron lágrimas de perfecta felicidad. Las varitas dejaron de girar y cayeron sobre la cama, intercambiando sus características chispas violeta, pero sólo por un segundo, las luces desaparecieron al instante y Severus abrazó a Harry al volver a la oscuridad total.
— ¿Aceptas casarte conmigo? —le susurró cálidamente al oído.
— Siempre mi respuesta para ti es “Sí” —repitió con su voz quebrada—. ¡Te amo, Sev, te amo muchísimo!
Severus recostó a Harry nuevamente sobre la cama, y sujetando su varita, encendió la luz, ambos se tomaron unos minutos en acostumbrarse a ella, y cuando lo hicieron, lo primero que vieron fueron los ojos del otro, los dos emocionados hasta el límite y sin decir nada, volvieron a besarse, por el momento ya todo estaba dicho.
Por la mañana Harry volvía a sorprenderse, el patio trasero de la cabaña estaba preparado a la perfección para su boda con Severus. Pudo ver por la ventana a todos sus amigos del colegio, a los Weasley, a Adam con Ron, a miembros de la Orden, a Hermione con Víktor, comprendió la mentira de que estuviera en Bulgaria, también podía ver a Dumbledore jugando con Sally… todos estaban ahí.
— Estabas muy seguro de que aceptaría, ¿eh? —le dijo a Severus cuando él llegó a abrazarlo por la cintura para acompañarle—. Eres un creído, Severus Snape.
— Creo en tu amor… pero de todos modos ya tenía deparado un hechizo para convencerte.
— Bueno, no hizo falta, pero a mí me serviría mucho tu creatividad para formular hechizos… necesito vengarme de ese hijo tuyo y su idiota esposo. Anoche me hicieron una bromita que amerita venganza.
— Mmm, tratándose de hacer algo contra Weasley soy el primero, cuenta con mi ayuda, amor.
— Perfecto. —exclamó sonriendo malicioso.
— ¿Sabes que me excita ver esa mirada en ti? —le dijo besándole el cuello frenéticamente—. Eres lo mejor que le pudo pasar a mi vida, Harry… y por eso quiero pedirte algo antes de nuestra boda.
— Ya sabes mi respuesta… “Sí”
— Harry, escúchame bien… muchas veces me pediste que te amara y yo te respondía que no podía, y que era imposible responder a tus caricias, mucho menos hacer realidad tus fantasías, pero como sabes, lo has conseguido mucho más fácil de lo que jamás pensé. Ahora tienes mi alma en tus manos, amor, has conseguido que me sienta vacío sin ti, que te ame como nunca amé… y aunque no hayas sido mi primer amor, serás el último, hasta la eternidad. Por eso te pido, Harry, que esta no sea nuestra única boda… quiero que nos casemos por todos los ritos, religiones y creencias que conozcamos, aún de las que no tenemos idea que existan, porque no pienso dejar que haya la mínima posibilidad de que separen mi alma de la tuya.
— Severus… —murmuró con asombro—… no puedo creer que estés diciendo algo tan… romántico.
— ¿Entonces lo haremos?
— ¡Claro que sí!... ¡Yo tampoco quiero perderte nunca, Severus, nunca de los nunca!
Minutos más tarde, Harry no podía disimular su felicidad, estaba frente a un pequeño altar con flores blancas, y Dumbledore parado frente a ellos, celebrando la ceremonia que lo uniría para siempre a Severus. Pero lo mejor, lo que lo hacía realmente feliz, era notar el brillo de felicidad en los ojos negros que tanto amaba, esa era una imagen que guardaría por siempre.
El corazón del chico saltaba de emoción cuando Snape le colocó la sortija matrimonial en su dedo para después abrazarlo suavemente hablándole al oído enamorado.
— Al fin, Harry… eres todo para mí, y yo soy todo para ti. Lucharé para que cada día de tu vida sea mejor, para darte en proporción todo lo que me has dado… para demostrarte que también he aprendido a amar como tú, y que mi vida renace a partir de este momento… Te amo.
Harry quería responder, pero el nudo de lágrimas que había en su garganta se lo impidieron. Nadie escuchó las palabras de Severus, sólo Harry, pero la expresión del muchacho lo decía todo, y no hubo quien no se conmoviera ante el amor que resplandecía entre ellos.
Se ofreció una pequeña comida para celebrar tanto la boda como el cumpleaños de Harry, las felicitaciones no cesaban, aunque algunos como los gemelos Weasley se atrevieron a darle el pésame, disimulando ante la mirada amenazante de Severus desde otro lado del jardín. Finalmente, al anochecer despidieron al último de los invitados y pudieron quedarse solos. En el horizonte veían como el sol iba muriendo lentamente, e impulsivamente, Harry se dejó llevar por su alegría y lanzándose sobre Severus quiso besarlo, sólo que al tomarlo desprevenido el hombre cayó con Harry sobre él, sin embargo, era imposible molestarse y se echó a reír.
— Eres un torpe, Harry. —le dijo cariñosamente—. Pero eso me conviene porque te tengo otra sorpresita.
— ¿Otra más?... ¿Cuál?
Severus sonrió ante la impaciencia de Harry y del interior de su túnica sacó una pequeña cajita de madera alargada. Harry la sujetó entre sus manos, sentándose sobre las piernas de Severus mientras éste se incorporaba mirando detenidamente la expresión de Harry al abrir la caja.
— ¿Otro par de varitas?... ¿Para qué?
— Porque nuestras cursis varitas son buenas para proponer matrimonio… pero no para un duelo. —le respondió con seriedad.
— ¿De qué estás hablando? —cuestionó asustado—. ¿No seguirás pensando todavía en eso, verdad?... por favor, dime que es una broma.
— No es una broma, Harry Potter, te reté a duelo una vez y ha llegado el momento de que me cumplas.
— No… no quiero. —se negó regresando las varitas—. No podría lastimarte nunca.
— ¡Eres un engreído, Harry Potter! —exclamó en franca carcajada—. Escucha, no te preocupes, no será a muerte, pero sí hasta que haya un vencedor… nada de compasivos empates ni tonterías por el estilo ¡Sólo un ganador, Harry!
— Aun así, no quiero. —volvió a negarse.
— Me lo debes, necesito lavar esa afrenta de haber estado escondido en un armario mientras salvabas mi trasero, así que no puedes negarte, Harry… ¡te estoy retando a duelo otra vez!
— ¡Severus, por favor! —suplicó angustiado—. De verdad, no quiero hacerte daño.
— ¿Y quien dice que me harás daño? soy capaz de vencerte con una sola mano, niñato soberbio.
— Mira quien es el engreído ahora. —exclamó sonriendo nervioso—. No, Sev, por favor… no podría levantar la varita contra ti. Además, estas ni son nuestras varitas, podrían no funcionar, y…
— Ya deja de dar pretextos. —pidió bufando exasperado—. Esas varitas fueron de mis abuelos, te reconocerán como un Prince ahora que estamos casados, así que si tienes problemas seguro serán los mismos que yo, no hay ventaja para nadie.
— Espera… ¿Dijiste que me reconocerán como un Prince?... ¿Eso quiere decir que realmente soy parte de tu familia?
— Claro que sí, Harry ¡tú eres mi familia!
— Soy un Prince. —repitió embobado.
— Un Prince, un Snape, lo que quieras. —respondió Severus con un beso en los labios—. Pero deja esos sentimentalismos para después… ahora quiero mi duelo, Potter Snape Prince.
— De verdad quieres hacerlo, ¿cierto? —preguntó aún alucinado por escucharse nombrado de esa forma, ya tenía la familia que quería.
— Sí… quiero hacerlo. Y para que sea más emocionante podemos hacer apuestas.
— ¿Apuestas?
— Sí, si yo gano, que es lo que sucederá… —dijo consiguiendo que Harry sonriera divertido por su seguridad—… quiero que te mudes conmigo a la Rivera Francesa, Madame Maxime me ha ofrecido el puesto de defensa contra las artes oscuras en Beauxbaton y…
— ¡¡¿¿Qué??!!... ¡No, eso ni loco te lo permitiré! —se negó rotundamente—. ¡Jamás darás clase en un colegio lleno de adolescentes hormonales que querrán todo contigo, nunca!
— El único adolescente hormonal que me interesa está cortando la circulación a mis piernas justo en este momento. —le respondió aún más divertido—. Piénsalo, Harry, sabes que ha sido mi sueño dar esa cátedra y…
— ¡Se la pediremos a Dumbledore para ti en Hogwarts!... ¡Él no me lo negará a mí!
— Si lo haces, el duelo será a muerte. —dijo con seriedad.
— Está bien… ¡pero no quiero que te encierres en un colegio con niñas ansiosas de hombre!
— Entonces tendrás que luchar para vencerme, y te advierto que no te la dejaré fácil.
— ¿Eso crees? —cuestionó empezando a encenderse—. Mira que derroté a Voldemort y en el camino a unos cuantos mortífagos, Severus.
— Pero yo no soy Voldemort, no cometeré sus errores, y tampoco fui cualquier mortífago… ¡fui el mejor!
— ¡Por Dios, y dices que yo soy soberbio!
— Sólo digo la verdad, tengo armas que ni tú conoces, Potter.
— Y si yo gano… ¿qué gano?
— Eso decídelo tú.
— ¿Harás lo que yo pida?
— Claro, no me preocupo porque sé que perderás.
— ¿Qué tal si te pido una noche… tan sólo una noche, en la que me dejes tomarte, Severus?
— ¿Qué? —preguntó palideciendo por entero—. Pero…
— Recuerda que hasta el momento has cambiado de opinión con respecto a mis fantasías… te juro que en esta ocasión no será diferente, amor.
— Bien. —aceptó con valentía—. Como dije, no tengo porqué preocuparme… soy mejor que tú y te venceré.
Harry estalló en una carcajada, pero en ese momento, sintió la fuerza de un rayo sobre su tórax que lo hizo salir expulsado varios metros hasta caer dolorosamente sobre su trasero.
— ¡Severus Snape, eso es trampa! —se quejó, aunque todavía no podía dejar de reír a pesar del dolor que sentía por todo el cuerpo, específicamente en cierta parte que luego de la noche anterior estaba sumamente sensible. — Fui mortífago. —respondió Snape poniéndose de pie para mirarlo con autosuficiencia—. Sé trucos y mañas y usaré todas mis técnicas para vencerte… Potter.
— ¿Ah, sí? —preguntó sarcástico—. ¡Accio Severus Snape! —exclamó con determinación consiguiendo que Severus fuera atraído hacia él cayéndole encima para enseguida sujetarlo del cuello de la túnica y besarlo apasionadamente—. Pues esta es mi técnica, Severus, ¿te gusta?
— Mucho. —respondió correspondiendo al beso por algunos minutos, antes de respirar hondo para armarse de la fuerza necesaria para levantarse y olvidarse de la caricia—. Bueno, es suficiente de juegos… tenemos un duelo pendiente, Potter, y estoy ansioso por verte derrotado.
— Bien, yo estoy ansioso por obtener mi premio.
Severus tendió la mano a Harry para ayudarlo a ponerse de pie, y luego de que ambos dieran un par de pasos hacia atrás, se miraron directo a los ojos, se amaban profundamente, eran el uno para el otro, pero estaban dispuestos a luchar con todo lo que tenían para ganar aquel duelo. Adoptaron elegantemente la primera posición, decididos a que sólo tenía que haber un ganador.
FIN
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