La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 La familia que siempre quise. Capítulo 22.

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Araleh Snape

Araleh Snape


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MensajeTema: La familia que siempre quise. Capítulo 22.   La familia que siempre quise. Capítulo 22. I_icon_minitimeSáb Jun 29, 2013 1:39 pm


CAPÍTULO 22



¿QUÉ ES ESTO?













Harry intentaba estudiar pero no podía concentrarse, todavía recordaba la mirada dura de Adam, y eso era suficiente para que ni siquiera pudiera distraerse pensando en lo que había sucedido esa tarde con Severus. Nunca hubiera podido imaginarse que el chico con los ojos más dulces que jamás conociera también era capaz de lastimar tanto con una sola de sus miradas… sonrió con ironía al pensar que eso era algo heredado de su profesor de pociones.



“¿Qué voy a hacer?” Se preguntó dejándose caer de bruces sobre su cama, hizo a un lado los libros, definitivamente no tenía cabeza para eso.


— Adam recapacitará, Harry. —dijo la voz de su amigo pelirrojo, por un momento Harry se descontroló, pensó que estaba solo en su habitación—. Pero está muy lastimado, te quiere muchísimo y le duele saber que estás involucrado con su padre.

— Gracias por intentar animarme. —responde haciendo un esfuerzo por sonreír, pero tristemente sólo consiguió una mueca—. Nunca creí que me apoyarías en esto, Ron… has odiado a Snape todo el tiempo.

— ¿Y tú no?... y mírate, calado hasta los huesos por él. —dijo Ron sonriéndole—. Además, me escucharía sumamente hipócrita diciendo “¡¿Cómo que estás enamorado del murciélago cretino grasiento?!” si ahora moriría sin mi propio murcielaguito.

— Eres un tonto. —respondió consiguiendo al fin una sonrisa—. Pero gracias.

— Harry, cuando se solucione todo esto… ¿me ayudarías con mi futuro suegro?



Eso fue lo único que Harry necesitó para reír estrepitosamente, era sumamente gracioso ver a Ron preocupado por obtener la completa aprobación de Snape… aquello debía ser una especie de Karma. A la mañana siguiente, Harry luchaba por concentrarse en la poción que realizaba durante la clase de pociones, pero le costaba demasiado, su mente volaba del reproche de Adam al hermoso abrazo de Severus Snape, eran sentimientos tan contradictorios que lo tenían con los nervios a flor de piel y no fue hasta que Hermione le dio un codazo que se dio cuenta que estaba a punto de echar a perder todo el trabajo. Luego de solucionarlo, levantó la mirada hacia el escritorio y sonrió, ahí estaba él, tan sensual y deseable como siempre, y otra vez, su corazón que ya casi no conocía un ritmo normal de palpitaciones volvió a alocarse, Severus Snape le estaba sonriendo delante de todo el grupo… aunque nadie le estaba poniendo atención concentrados en sus labores.



En ese momento entró Albus al aula y sus ojos se abrieron sorprendidos al notar el cruce de miradas entre profesor y alumno, ni siquiera se habían percatado de su presencia y había algo en sus rostros, como un intercambio de pensamientos que daba la impresión de estar usando legeremancia, pero eso no era posible… ¿o sí?. Bien, después de todo, Harry ya no tenía nada que ocultar. Un rubor en las mejillas de Severus le hizo aclararse la garganta para darse a ver. De inmediato, el profesor de pociones volvió a concentrarse en donde estaba, recuperando su expresión adusta y solemne.



— ¿Puedo ayudarle en algo, señor? —le preguntó observando discretamente a su alumnado, en espera de nadie hubiese notado lo que pasaba en sus narices.

—Sí, profesor Snape, necesito reunirme con usted en cuanto la clase termine, pero no se apresure, puedo esperar sentado por ahí.



Snape aceptó con una educada inclinación de cabeza, y mientras el director iba a sentarse muy cerca de donde estaba Harry, quien para entonces temblaba tanto que al agitar el caldero parecía el repique de las campanas de la mayor catedral del mundo. Snape mientras tanto, daba vueltas por el salón supervisando las pociones, pero sin dejar de mirar de reojo como Albus sonreía observando el nerviosismo de Harry.



— Si continuas a ese ritmo la poción se estropeará, Harry. —le dijo amablemente—. Además, Severus no tarda en venir a supervisarte, podría suspenderte.

— Gracias, lo remediaré. —murmuró Harry con timidez.

— Cuando salgas de la clase, Harry, ve a mi despacho y espérame ahí, por favor.



Harry asintió sin atreverse a mirar al director, presentía saber el motivo por el cual quería verlo luego de hablar con Snape y eso lo ponía todavía más nervioso. Justo en ese momento sonó el timbre que anunciaba el final de clases y sin esperar a que se lo dijeran, Harry metió todos sus útiles rápidamente a la mochila para enseguida salir presuroso bajo la mirada de desconcierto de Severus y los ojos chispeantes de Albus.



— Lo asustaste, Albus. —le recriminó el profesor, algo divertido—. Quería hablar con él, hay algo importante que debemos discutir.

— ¿No lo hicieron mientras usabas legeremancia en clase?

— ¿A qué te refieres? —preguntó fingiendo inocencia, algo que hubiera conseguido fácilmente gracias a su habilidad, pero ya era demasiado tarde, había sido descubierto in fraganti.

— No te estoy reprochando nada, Severus. —aseguró el director, consciente de que Severus sí sabía de lo que hablaba—. Pero quisiera saber desde cuando hacen eso.

— Es la primera vez… —admite resignado—… quería hacer algo para evitar que se preocupara. Ayer discutió con Adam, él se enteró que salimos y se enojó, pero parece que las cosas se están solucionando.

— Me alegra, ¿y si usaste la legeremancia para animarlo, entonces de qué querías hablar con él?

— ¿Eh? Pues yo… —tartamudeó sintiendo que las orejas se le ponían calientes—… de lo mismo, es largo para discutir.

— ¿Porqué simplemente no reconoces que querías verlo a solas?

— Porque no es lo que piensas.

— ¿Sientes algo por Harry además del agradecimiento que te impulsó a aceptarlo?

— No sé. —respondió bajando la mirada—. Creo… creo que me gusta.

— ¿Estás seguro que no te estás lavando el cerebro tú mismo?

— No lo creo… o no sé. Y ya no me confundas más con tus preguntas, Albus, estoy lo suficientemente perturbado como para el resto de mi vida… Nunca pensé sentirme atraído por un hombre, pero parece que me está pasando por primera vez.

— Bueno, creo que sólo Harry lograría algo así. —afirmó sonriente.

— Por esta vez tendré que darte la razón, Albus… no creo que ningún otro me llegue siquiera a gustar ni un poquito. Potter es diferente y no me provoca ningún esfuerzo el pasar tiempo a su lado.

— ¿Se lo has dicho?

— No, pero debe de presentirlo, es muy intuitivo en ese aspecto, parece tener muy desarrollado el don de la empatía.

— ¿Se lo dirás?

— Quiero estar seguro primero. No sé porqué me siento tan atraído pero al mismo tiempo no puedo dar el siguiente paso… me inquieta pensar en un contacto íntimo con él.

— Supongo que tienes miedo, pero está bien, debe ser algo lento. Y en cuanto a lo de “íntimo”, más te vale Severus que no sea demasiado “íntimo”… no en el colegio.

— Nunca lo haría en los pasillos, no te preocupes. —responde sarcástico—. Y desde luego, desde este momento te comunico que cualquier avance te enterarás al mismo tiempo que el resto del mundo, se acabaron tus privilegios de confesor, Albus.

— Se te olvida que puedo ver los pensamientos de Harry, no hemos tenido una clase de oclumancia desde la muerte de Tom, ahora es un buen momento para retomarlas.

— Estoy de acuerdo contigo, pero ahora me encargaré personalmente de eso. Tú mismo lo has visto, Albus, pudo tener una pequeña sesión de Legeremancia conmigo y eso que jamás antes lo había hecho… me parece que ahora tengo el incentivo que necesitaba para que Potter aprendiera.



Albus sonrió ampliamente, estaba notando que la mirada de Severus se modificaba cuando pronunciaba el nombre, o mejor dicho el apellido porque parecía que aún no avanzaba en eso, de su alumno, y que había una verdadera ilusión en esos intensos ojos negros.




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Harry se paseó nervioso de un lado a otro de la oficina de Dumbledore, algunos de los antiguos directores le miraban con curiosidad pero la mayoría simplemente lo ignoraban y seguían durmiendo. Cuando escuchó que la puerta se abría, Harry corrió a sentarse pero no se dio cuenta que su pie derecho tamborileaba delatando la ansiedad que tenía.



— Gracias por esperarme, Harry. —dijo el anciano sentándose frente a su alumno, sonriendo en su interior al notar la inquietud de Harry—. ¿Quieres tomar algo?

— ¿Va a pedirme que me aleje de él? —pregunta angustiado, ignorando la amabilidad del director—. Adam habló con usted, ¿verdad?... Puedo entender a Adam, pero…

— Harry, tranquilo, respira hondo. —le pidió sin ocultar ya su sonrisa—. Adam no ha hablado conmigo. Severus me dijo lo sucedido, pero no es de eso de lo que quiero hablarte, confío en que se solucionará favorablemente para todos.

— ¿Y entonces, qué pasa? —preguntó todavía más angustiado.

— Morirás joven si no te relajas, Harry, tanta ansiedad no es buena. —le recomendó consiguiendo que el chico respirara profundo—. Estaba pensando en pedirle al profesor Snape que fuera él quien te diera las clases de oclumancia, aunque Tom ya no esté, y para mí aprobaste ese examen con la nota máxima, necesitas perfeccionar la técnica si aún deseas ser Auror.

— ¿Y no quiso? —preguntó regresando a la ansiedad.

— Relájate, Harry.

— Perdón… ¿qué pasó? ¿seguirá enseñándome usted?

— No, será Severus… él mismo se ofreció y después de la cátedra de legeremancia durante la clase, supongo será un buen profesor contigo.

— Perdón. —repitió bajando la mirada avergonzado—. No fue culpa del profesor Snape.

— Lo sé… aunque daría mi varita mágica con tal de saber qué fue lo que hizo ruborizar a mi muchacho.



Harry no pudo controlar que su sangre subiera concentrándose en sus mejillas, bajó la mirada intentando disimular pero ya era demasiado tarde, Albus Dumbledore reía amenamente entretenido. Esa noche, Harry se dirigía al despacho de Snape tal y como le había pedido el director que hiciera. Aún se sentía triste, no pudo ver a Adam en todo el día, pero Ron le aseguraba que se veía de mejor humor, y no entendía porqué no lo buscaba. Pero en cuanto tuvo a Severus Snape frente a él, quiso dejar esas preocupaciones atrás, su corazón seguía revoloteando alegre solamente con tenerlo cerca.



— Bien, Potter, empezaremos nuevamente con nuestra tortura. —le dijo sonriéndole ligeramente para que entendiera que no hablaba tan en serio, quizá sólo un poco, y Harry respondió sonriendo también—. Esperemos que con Albus haya aprendido más que conmigo, ahora mismo veré si puede detenerme.

— Tengo una duda, profesor. —dijo Harry levantando la mano sonriéndole ahora con una picardía que no pudo evitar—. ¿Qué sucede si no quiero detenerlo?

— Convertiríamos la sesión de Oclumancia en una de Legeremancia. —explicó con absoluta seriedad.

— Después de esta mañana no me desagradaría la idea.

— Para eso habrá otras oportunidades, ahora es sesión de oclumancia, así que prepárese.

— Creo que ya lo estoy.



Harry sintió cuando Severus intentó adentrarse en su mente, pero lo detuvo enseguida. Por unos minutos el profesor de pociones no conseguía avanzar, pero a pesar de los progresos de Harry, él tenía mucha más experiencia y fue encontrando caminos. Harry comprendió que si no hacía algo sería vencido y entonces se le ocurrió, si iba a entrar, no le pondría el camino fácil, él sería quien decidiría lo que había que ver. De pronto, Severus se miró a sí mismo en una habitación que no conocía, parecía la de Grimauld Place, pero lo más extraño era que estaba besando a Harry impetuosamente, pero él no recordaba haber hecho eso nunca, comprendió que era un sueño y en él, Harry gemía y gritaba de placer al sentir la mano del profesor introduciéndose dentro de sus pantalones para masturbarlo.



Abandonó ese pensamiento completamente perturbador, pero entonces se encontró con otro sueño más, ahí Harry estaba sobre él, desnudándolo rápidamente para enseguida ir besándole la piel de su tórax hasta llegar al ombligo, donde utilizó su lengua de manera extremadamente sensual. Al ver que Harry se disponía a descender todavía más y que el Severus de ese sueño parecía estarlo disfrutando volvió a abandonarlo. Ahora estaba ahí mismo en su despacho, acorralando a Harry contra el escritorio mientras le arrancaba la ropa a jirones. Un sueño más, inquietantemente explícito, con el pene de Harry en su boca, y otro más, Harry rodeándolo con sus piernas mientras él embestía con fuerza contra el chico, cuyo rostro perlado de sudor le pareció lo más sensual que había visto hasta entonces.



Quiso salir, pero Harry lo retuvo y lo llevó a una imagen diferente, estaba en su habitación, se besaban, era el beso más dulce y doloroso que había recibido en su vida, él atraía a Harry sujetándolo de la nuca, pudo sentir que no quería terminar ese beso jamás, que el chico le estaba entregando el alma en esa caricia… pero ese sueño era demasiado extraño, podía recordar lo que sintió en ese momento, y entonces lo comprendió, no era un sueño. Salió de la mente de Harry con tanta prisa que tuvo un mareo, se apoyó sobre el escritorio que estaba a su lado mientras lentamente tomaba asiento sobre el escalón de podium.



– No… eso no pudo haber sucedido nunca. –murmuró angustiado–. Tiene que ser otro de sus sueños calenturientos, Potter, sólo eso.

– No quería seguir sin confesárselo. –dijo Harry acuclillándose frente a él, apoyado de las rodillas de su profesor–. Hice mal, lo reconozco, y quiero pedirle perdón.

– ¿Cuándo sucedió eso? –preguntó confundido.

– Después de que acudió al llamado de Voldemort, luego del ataque a Hogsmeade. –respondió avergonzado–. Usted regresó muy debilitado y confundido pues tuvo que usar todo su poder para no permitir que Voldemort descubriera su secreto. Me quedé a cuidarlo luego de que la enfermera se fuera, y el profesor Dumbledore se llevara a Sally a sus habitaciones… lo siento, no me pude resistir.

– No debiste hacerlo… yo estaba casado en ese entonces. –le reprochó molesto.

– Pensé que jamás tendría otra oportunidad… no imaginé que hacerlo sería precisamente lo que me quitaría la oportunidad que tanto quiero. –dijo con tristeza al notar la desilusión en la voz de su profesor–. Ojalá algún día pueda perdonarme.



Harry se puso de pie y salió sin que Severus hiciera algo por detenerlo, por un momento lo pensó, pero no pudo. Se quedó en su lugar recordando el beso, una y otra vez analizando lo que había sentido… ¿qué era eso que sentía?... y además estaban aquellos sueños. Tenía que reconocerlo, eran excitantes y le hacían sentir cosas, demasiadas cosas, sobre todo en su agitado corazón y en lo bajo de su vientre... pero no, no podía dejarse llevar por eso… hacer esas cosas con otro hombre… ¡No!... por más que Harry le gustara, por más que quisiera hacerlas, no podía, no se atrevería nunca… y otra vez ese beso, esa lengua suave y ansiosa, ese sabor a canela y mentol. Él ya había besado antes a Harry y no lo recordó hasta ese momento, pero la imagen y sobre todo, los sentimientos involucrados, regresaban con la misma fuerza de entonces… estaba aturdido, y ansioso, las dos cosas… ¡había besado a Harry!




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Harry no sabía cómo podía estar tan tranquilo, aquello era lo peor de todo lo que podía haber sucedido… sus avances con Snape eran notables, el hombre estaba intentándolo con todas sus fuerzas y él había echado todo a perder. Lloraba, eso no podía evitarlo, y de esa forma llegó hasta la torre de astronomía, pero nada había volado en mil pedazos… ¿sería porque la resignación al fin había llegado?... ¿sería porque al fin empezaba a saber controlarse?... ¿sería porque definitivamente ya no le quedaba ninguna ilusión?.... Harry no sabía porque medio Hogwarts no había salido volando como cohete, tal vez era su cansancio extremo, tal vez lo que terminaría estallando sería él. Se dejó caer pesadamente en una de las esquinas, abrazando sus rodillas, deseando tener el valor de arrojarse por la ventana y acabar por fin con todo aquello… ¿qué era lo que lo detenía si ya no tenía nada?... pensó en Severus y en Adam… a los dos los perdió por su necedad, por no hacer caso de los consejos del Director, por creerse indestructible, por su arrogancia de pensar que siempre tenía la razón.



— Perdóname. —le dijo una voz ronca a su lado que lo hizo sobresaltarse—. No hiciste nada malo, fue sólo un beso… quizá si yo hubiera estado en tu situación habría hecho lo mismo.

— Profesor…

— Fue mi miedo quien no me dejó entenderte desde el principio, fue mi temor a sentir lo que estoy sintiendo… ¡me gustas, Potter, me gustas mucho!



Aquello fue un renacer esplendoroso, encontrar la luz cuando se sentía más perdido que nunca, la confesión de su profesor le tocaba el alma. Severus se sentó a su lado, Harry le siguió con la mirada, a pesar de su difícil confesión el profesor no parecía decidirse a dar el siguiente paso, sus ojos negros brillaban de una manera que nunca le había visto. Y aunque aún tenía miedo al rechazo, Harry le abrazó con fuerza, con la ansiedad que daba recuperar algo que sentía perdido para siempre. Severus reaccionó al fin, lo atrajo hacia él para recostarlo sobre su pecho, cubriéndolo con su capa del frío de la noche, rememorando su estancia en la cueva… en esa ocasión Potter era un fastidio, ahora su corazón latía con fuerza ante su cercanía y se sentía tan feliz como asustado.



— Tendrás que ser paciente conmigo, Potter. —le pidió susurrándole al oído—. No será fácil… yo no creo poder avanzar tanto como en tus sueños.

— Son mis fantasías, no pido que sean las suyas, profesor… por lo menos no ahora, ya llegará el día en que me ame y me deseé tanto como yo a usted.

— Te deseo ya. —dijo sin poder evitar ruborizarse—. Pero eso que imaginas... no sé si pueda hacerlo, Potter.

— ¿Y qué es lo que desea de mí, entonces? —preguntó sin entender.

— Esto.



Sujetándolo de la barbilla, Severus acercó su rostro al de Harry y suavemente posó sus labios sobre los de él. Harry giró un poco para poder tener mayor contacto, colocó su mano derecha en el cuello de Severus pero sin forzarlo, sólo acariciándole con la mayor ternura de que era capaz. Conteniendo su prisa, Harry esperó a que su profesor se sintiera más seguro y entonces entreabrió los labios para darle a probar de su aliento. Severus lo hizo, recordando ese sabor a canela con menta, y al tiempo que le acariciaba la mejilla, abrió también los suyos. Con un poco más de confianza Severus acarició la lengua de Harry con la suya, fue apenas un pequeño roce, pero una corriente de electricidad los recorrió de pies a cabeza, sintiéndose despertar de nuevo a la vida. Mordisqueó amoroso el labio inferior de Harry, succionándolo y saboreándolo por unos segundos antes de retirarse y apretar al chico contra su pecho, como si a partir de ese momento hubiera encontrado un tesoro que no quería perder.











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MensajeTema: Re: La familia que siempre quise. Capítulo 22.   La familia que siempre quise. Capítulo 22. I_icon_minitimeMiér Jul 31, 2013 10:23 pm

senseii sii dejabas ese asunticoo asiii dee enredado me iba y me tiraba del segundo pisoo...XD hahah ok nop peroo dioss estaba con el jesus en la boca...de pensar en que harry continuara sufriendo...u_u
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