Araleh Snape
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| Tema: La familia que siempre quise. Capítulo 15. Sáb Jun 29, 2013 1:14 pm | |
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CAPÍTULO 15
CULPABILIDAD
Severus salió corriendo en cuanto dejó de escuchar ruido, pidió a Sally que no abandonara el lugar, pero la niña no hizo caso y fue tras de él, ahogando un grito de horror al ver a Harry sin color tirado en el suelo, parecía muerto. Sin perder tiempo, Severus tomó su varita y dirigió varios “Enervate” directo al corazón de Harry, sabía que aún era tiempo de no ser un total inútil en esa batalla. Al cabo de unos pocos segundos, Harry volvió a respirar, aún con dificultad, pero sintiendo el regreso a la vida, más por la presencia de Severus a su lado que por el aire que al fin limpiaba sus pulmones. Sin poder contenerse le abrazó lo más fuerte que pudo dentro de su debilidad, y aunque el hombre se descontroló ante aquello, no lo soltó y permaneció a su lado hasta que sintió que sus fuerzas eran casi como antes.
— ¿Se siente mejor? —preguntó Severus auscultándole el pulso para comprobar que Harry iba recuperándose más rápido de lo normal en esos casos.
— Sí… estoy bien.
— Bien, porque…
Severus no terminó lo que pensaba decir, ni él mismo lo recordó porque en ese momento sus ojos se desviaron hacia la puerta que daba a la escalera de caracol, ahí pudo ver una cabellera rubio platinada que reconocería en cualquier sitio. Sin decir palabra alguna se fue corriendo tras de ella. Sally llamó a su padre y cuando pretendía ir tras de él, Harry se apresuró a sujetarla para evitarlo, no tenía idea de a dónde iba su profesor, pero sabía que el peligro aún no había pasado y su deber era continuar protegiendo a la niña.
Albus Dumbledore ya se encontraba dentro del cuartel, y junto con los aurores habían apresado a cuanto mortífago se cruzó en su camino, algunos de ellos se habían resistido y muerto en el combate, pero la mayoría se encargarían de poblar Azkaban. La principal preocupación de Albus era encontrar a Severus y Harry, pero no encontró señales de ellos por ningún sitio. Fue hasta que dieron la vuelta en uno de los múltiples corredores cuando se toparon con una docena de mortífagos enviando maleficio por maleficio contra una puerta.
Había un rastro de sangre que terminaba en ella, así que no tuvo que esforzarse mucho para saber que alguien estaba herido y necesitaba ayuda con urgencia, la puerta cedería en cualquier momento. Ayudado por Kingsley, Vance y Tonks pudieron repeler a la horda en cuestión de segundos. Kingsley se disponía a derribar la puerta para descubrir a sus ocupantes, pero Albus se lo impidió, él simplemente se dirigió a la perilla y la abrió con facilidad, sonrió seguro de que esa era acción de Harry y se sintió profundamente orgulloso de él. Al abrir la puerta se encontró a Adam de rodillas frente a ellos, su ropa estaba empapada de la sangre de su madre que yacía ante él.
— Adam… ¿estás bien?
El chico no respondió, bajó la mirada y abrazó a la mujer mientras gruesas lágrimas se aglomeraban en sus ojos para después bajar por sus mejillas y caer en el cuerpo de Darina. Dumbledore comprendió que no había ya nada que pudiera hacer por ella, y estaba seguro de que la sangre que manchaba a Adam no era de él, así que decidió que no podía detenerse más tiempo, sus dos muchachos podrían estar necesitando ayuda urgentemente.
— Tonks, Vance, vengan conmigo, necesitamos seguir buscando a Harry y Severus. —indicó Dumbledore—. Kingsley, tú te quedarás a cuidar del chico.
— Pero, Profesor… —protestó el Auror—… pueden encontrarse más mortífagos en el camino, necesitarán mi ayuda.
– Te necesito más aquí… Adam no puede quedarse solo, no tiene magia con qué defenderse, es un squib.
— ¿Y me está pidiendo que me quede de niñera cuando puedo servir más en la lucha?
— Escúchame bien, Kingsley. —pidió Albus con extrema seriedad—. En ningún lado serás más útil que aquí, te estoy encomendando la misión más importante que has tenido hasta el momento… la vida de este chico es realmente valiosa para mí, para Harry incluso más para Severus, así que siéntete honrado de tomarlo bajo su cuidado.
— No entiendo, discúlpeme, no he querido ser altanero, pero…
— Bien, creo que ya no tiene caso que lo siga ocultando, Tom lo sabe y ha dejado de ser un secreto… Adam es hijo de Severus, así que no hagas más preguntas y quédate a su lado, protégelo con tu vida, amigo.
Kingsley asintió todavía dudando de haber escuchado bien, sino fuera porque estaban en medio de la gran batalla, estaría seguro que era una más de las bromas del guía de la Orden. Miró como Albus se marchaba junto con las dos Aurores, y entonces se giró de nuevo a mirar al chico, tuvo que reconocer que el parecido era asombroso. En ese momento comprendió algo, si ese era hijo de Snape y estaba llorando por su madre muerta… parecía que un tiempo difícil esperaba al profesor de pociones.
Aunque lo había perdido de vista, Severus continuaba decidido por aquel camino, conocía aquella fortaleza como la palma de su mano y sabía donde se encontraban las habitaciones que ocupaban los Malfoy cuando tenían que acudir a alguna reunión. Pronto llegó hasta una puerta de madera labrada, la abrió sin ninguna dificultad y al entrar vio como Draco se sobresaltaba.
— ¡Severus, me asustaste! —exclamó reponiéndose rápidamente para continuar buscando algo en uno de los cajones—. ¡Vamos, tenemos que irnos de prisa, los estúpidos de Dumbledore y sus seguidores nos han vencido, he visto caer hasta a mi padre, así que lo mejor será que nos retiremos, por aquí debe de estar el traslador que nos llevará lejos!
— ¡Accio traslador! —exclamó Severus y una mancuernilla dorada fue directo de uno de los cajones hasta su mano.
— ¿Cómo no se me ocurrió eso antes? —se cuestionó Draco—. Bueno, esa parvada de imbéciles me tiene aturdido… dámelo, tengo que activarlo.
— ¿No será, mi querido Draco, que el único imbécil eres tú? —preguntó con infinito odio en su voz ronca—. ¿Es que no te das cuenta que ya no hay salvación para ti?... el señor Oscuro ha sido derrotado por Potter, y tú no vas a poder salir de esta habitación.
— ¿Qué dices? —cuestionó asombrado—. ¿Ese estúpido de Potter lo ha conseguido?... ¡es un maldito!
— En estos momentos no encuentro a nadie más digno de una maldición que a ti, Draco.
— ¿Qué te sucede, Severus?... estás muy extraño.
Severus sonrió diabólicamente mientras apuntaba el traslador con su varita y lo hacía añicos ante la mirada aterrada del joven Slytherin.
— ¡¿Pero qué has hecho?!... ¡esa era nuestra única salida!
— Era la tuya, pero ahora vas a morir… aunque antes creo que me divertiré un poco… ¡crucio!
Draco se retorció en el suelo gritando de dolor, retorciéndose cada músculo de su cuerpo ante la mirada de beneplácito del oscuro profesor. Mantuvo la maldición por un par de minutos más y luego la relajó, cuando sintió que Draco volvía a desacostumbrarse al dolor, repitió el hechizo una vez más, así conseguía incrementarlo una decena de veces. Las lágrimas resbalaban por las mejillas del chico, quien no entendía nada de lo que pasaba.
— Severus… —gimió en uno de los breves descansos—… tienes que reaccionar, seguro estás bajo algún imperius… por favor.
— No lo recuerdas, ¿cierto, Draco? —preguntó malicioso—. Sí, parece que Potter hizo un buen hechizo contigo al alterar tu memoria, y eso me hace enfurecer más, ¡Un estúpido Gryffindor fue más listo que uno de mis Slytherin!... sin embargo, ahora me repugna que hayamos pisado la misma casa, porque no hay nadie en este mundo que me provoque más náuseas que tú, pequeño intento de demonio.
— No sé qué pasa contigo. —aseguró llorando asustado—. Eres mi padrino, y te quiero, Severus, yo no he hecho nada para que me trates así… ¿porqué lo haces?
Severus estuvo a punto de conmoverse del muchacho, él se escuchaba sincero, y en realidad podía ser que lo fuera, no recordaba lo que le había hecho a Adam… ¡Adam!, No, por él no debía debilitarse, Draco no era el niño ingenuo y desvalido que ahora aparentaba, era cruel con los que podía sobajar y uno de ellos había sido su propio hijo, así que infundado en ese valor, le envió otro cruciatus, con todo su odio acumulado en ese tiempo. Draco se veía a punto de extinguirse, el dolor era insoportable… las fuerzas le abandonaban rápidamente.
— Por lo menos dime qué hice. —le pidió débilmente—. ¿Severus?
— ¿Recuerdas a Adam? —preguntó apretando su mandíbula.
— ¿El prisionero?... ¿qué tiene que ver contigo? —cuestionó con gran dificultad, empezaba a sentir un sabor metálico de sangre en su boca—. ¿Porqué tanto misterio?... no entendí qué pretendía el Lord al ordenarnos secuestrar a esos muggles?
— ¡Fuiste tú! —exclamó asqueado del descubrimiento—. ¡Tú has sido el responsable de todo, Draco, no puedo creerlo!.... ¡CRUCIO!
Draco volvió a retorcerse, cada vez entendía menos la actitud de su padrino, tuvo miedo, en sus ojos se notaba la determinación a matarlo, pero no sin antes hacerlo sufrir hasta la locura.
— Severus… por favor. —gimoteó en otro de los breves descansos que su padrino le daba.
— Esos muggles, Draco… son mi familia. —terminó por revelarle el hombre con un gran odio en la voz—. Adam es mi hijo mayor, y hace unas semanas, fuiste violento con él, le ultrajaste en una de las aulas en Hogwarts, te burlaste de él e intentaste lastimarlo todavía más… quería matarte, y lo hubiera hecho de haber podido, pero no era conveniente descubrir a mi familia, Potter fue el encargado de modificar tu memoria, por eso no recuerdas nada, pero eso no quiere decir que no seas culpable… esa noche prometí que te mataría algún día, y la fecha ha llegado, ya no vivirás para ver el sol otra vez, miserable degenerado.
— Severus… no es verdad. —negó temeroso y confundido—. Yo no hice eso… no fui yo.
— Sí lo hiciste, ¿recuerdas cómo apareciste el día siguiente en ese mismo pasillo en que sobajaste a mi hijo?... lamento tener que informarte que también fue obra de Potter. Pero ahora seré yo quien vengue a Adam, así que prepárate.
— Alguien te ha confundido. —afirmó con tristeza—. Pero si quieres matarme, hazlo… ya no puedo defenderme, y no lo haría ni aunque estuviera en mis manos. Si he de morir por alguien, que sea por ti y no por causa de uno de esos estúpidos Aurores. Anda, Severus… mátame de una vez, de cualquier forma quiero que sepas que te quiero, que siempre fuiste un segundo padre para mí, ya no pienso defenderme.
Severus apuntó firmemente hacia Draco, el muchacho le miraba con infinita tristeza, sus mejillas se habían humedecido… otra vez lucía tan inocente, tan pequeño como su hijo. A él lo había visto crecer más que al propio Adam, lo había cuidado y protegido en todo lo posible, reprochándose siempre no haber conseguido alejarlo de los mortífagos… tal vez fuera culpa de Lucius, tal vez Draco era como era porque su mayor guía era un asesino. Dudó en poder enviar el hechizo que lo desaparecería del mundo… no podía hacerlo así, y lentamente fue bajando la varita para dar media vuelta.
Fue en ese momento que la mirada de Draco cambió, ya no se sentía observado por Severus, y en un rápido movimiento logró alcanzar su varita, no iba a permitir que un traidor lo torturara de esa manera para después irse sin pagar. Pero apenas había abierto un poco la boca para pronunciar el Avada que lo dejaría sin su padrino, éste se giró y lanzó el mortal rayo verde hacia el muchacho, quien terminó yaciendo en el suelo con la mirada vacía, ya sin vida.
— Gracias, Draco… gracias por no dejarme matarte desarmado, me has ahorrado muchos años de culpabilidad.
Severus volvió a girarse, sus ojos brillaban de la decepción llevada por su ahijado, pero también por la satisfacción de haber vengado la ofensa a su hijo. Regresó lo más pronto posible hacia donde había dejado a Sally y la encontró recostada en los brazos de Potter, ambos sobre el suelo, la niña parecía dormida pero sabía que nadie dormiría en una situación así.
— Ella está bien. —aseguró Harry notando la preocupación de su profesor—. Pero creo que han sido demasiadas emociones por hoy.
Harry colocó a la niña sobre el suelo y miró a su profesor fijamente a los ojos, Severus por un momento no supo qué decirle, quiso ir por su hija para llevársela de ahí, pero no lo hizo, sólo se quedó ahí parado mirando como Harry se levantaba lentamente.
— Creo que tenemos un duelo pendiente. —dijo Harry intentando sonreír.
— No sea estúpido, Potter, no es el momento.
— ¿Y porqué no?... entre más pronto mejor. —dijo apuntando a su profesor con su varita.
— En realidad quiere esto ¿verdad? —respondió haciendo lo mismo que su alumno pero cuando las varitas estuvieron una frente a la otra, brotaron chispas de color violeta como cuando la primera vez que se encontraron—. ¡Estúpidas varitas!
Harry no pudo evitar una tenue sonrisa la ver al profesor guardar resignado su varita, comprendiendo que aquellas nunca podían atacarse una a la otra. Severus se acercó a su hija para verificar que realmente estaba bien, pero antes de que la pudiera levantar, Harry se acuclilló a su lado.
— Esta noche he usado las dos varitas… creo que es su turno de hacerlo. —dijo Harry colocando su varita sobre la mano de Severus, haciendo un gran esfuerzo para que no notara su temblor, un temblor que no era producto de miedo—. Es algo justo.
— Tal vez… pero no es divertido asesinar a alguien quien quiere morir. Además, me parece que ya he perdido demasiado tiempo con usted, Potter, mi esposa y mi hijo siguen esperando por mí. Pero el duelo no lo olvido... será cuando consiga varitas que no sean tan estúpidamente ridículas.
Harry asintió y volvió a ponerse en pie mientras suspiraba, ya no podía insistir más con morir, Snape tenía razón, alguien más lo necesitaba, y él sabía que ellos eran mucho más importantes. En ese momento, Dumbledore apareció junto con sus compañeros, y sonrió enormemente al verlos sanos y salvos, sin embargo, su alegría por eso debía esperar, así que miró a Severus con tristeza.
— Severus, yo me quedaré con Sally… tienes que bajar, Tonks te mostrará donde puedes encontrar a Adam, él te necesita ahora a su lado.
— ¿Darina? —preguntó palideciendo.
— Ahora sólo puedes ayudar a Adam.
Severus ya no preguntó más, salió corriendo y tras de él, los demás, sólo Dumbledore se quedó junto a Harry, quien miraba hacia la puerta y empezó a llorar en silencio. Por su parte, Albus no pudo dejar de notar el montón de cenizas en uno de los extremos del salón.
— Así que lo has conseguido.
— Eso no importa ya. —respondió sollozando—. Me va a odiar… no pude ayudarla.
— Nadie hubiera podido, Harry, no te sientas culpable.
— El profesor Snape va a sufrir… y yo no pude hacer nada. —repitió angustiado.
— Tranquilo, pequeño, ahora es mejor que nos vayamos de aquí, quiero que te revise Poppy.
Harry se encogió de hombros, mientras Dumbledore despertaba suavemente a Sally, dejó que el profesor lo abrazara conduciéndolo hacia no sabía dónde, y en realidad ya no le importaba… estaba seguro que Snape jamás le perdonaría haber abandonado a… a ella, y entonces sí lo mataría, bueno, tal vez eso fuera lo mejor, si con su muerte le daba un alivio a su corazón.
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