Araleh Snape
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| Tema: La familia que siempre quise. Capítulo 9. Sáb Jun 29, 2013 1:01 pm | |
| CAPÍTULO 9
DOLOR PROFUNDO
Harry se dirigió hacia la Torre de Gryffindor llevando del brazo a su amigo quien se dejaba guiar sin protestar, aún con la mirada perdida en la nada producto del obliviate de Harry. Al dar la vuelta en uno de los corredores, se encontró con Dumbledore, al parecer él también había decidido dar un paseo luego de la inútil sesión de oclumancia.
— ¿Qué es lo que le sucedió al señor Weasley, Harry?
— Es algo largo de explicar, profesor, pero si quiere enterarse será mejor que vaya a las habitaciones del profesor Snape, él está esperándolo… ah, y evite caminar por el pasillo de las armaduras, créame, no es buena idea.
Harry continuó su camino, y durante unos segundos Dumbledore le siguió con la mirada, intrigado por saber el motivo de la expresión aislada de Ron, así como la razón por la que debía dar una desviación tan larga para ir hacia Severus, pero decidió confiar en Harry e hizo caso de su consejo.
Al llegar a la habitación de Severus, éste le abrió la puerta al instante, y con sólo ver la expresión de su rostro supo que algo realmente malo estaba sucediendo. Severus hizo pasar al director a una pequeña salita invitándolo a sentarse para enseguida hacerlo frente a él. Dumbledore notó que el profesor no podía ocultar su alteración, entrelazaba sus dedos y mantenía el ceño fruncido, eso era realmente preocupante, Severus era experto en no evidenciar físicamente lo que sentía, así que curiosidad aumentó.
— Adam está aquí. —le informó Severus antes de que el director dijera una palabra—. No tengo idea de cómo llegó, pero en cuanto lo investigue, todos y cada uno de los responsables lo pagará.
— Por la chimenea no llegó, estuve todo el tiempo en el despacho.
— Lo sé, y eso me intriga más… alguien debió haberlo traído antes, de otra forma no sé como supo la localización exacta, él no puede verlo desde el pueblo, como squib debió resultarle imposible atravesar las barreras, recuerda las protecciones, todo aquel extraño que se acerque recordará algo urgente que le obligue a irse olvidando el lugar.
— Las recuerdo mejor que nadie, he sido parte de ellas, Severus. —confirmó Albus—. ¿Y qué te ha dicho Adam?
— Lo único que repite es que quería ver a Potter.
— Averiguaré qué fue lo que pasó… ¿eso es todo lo que te preocupa?
Severus negó con la cabeza, bajó la mirada ocultando el rostro con sus manos. Así estuvo durante unos segundos y cuando Albus temía que ya no obtendría ninguna información más, el hombre volvió a mirarlo y esta vez sus ojos negros lucían tan opacos que daba la impresión de haber perdido vida.
— ¿Severus?... ¿Te sientes bien?
— Draco abusó de mi hijo.
El rostro de Albus palideció ante las palabras de su amigo, comprendió de inmediato la razón de aquel comportamiento. Severus le relató lo que sabía, y Albus lo escuchó pacientemente hasta que por fin el maestro de pociones volvió a guardar silencio.
— ¿Adam está bien?
— Lo curé como pude, no quiso ir a la enfermería, y sinceramente tampoco creo que sea buena idea.
— Creí que podía tener esperanzas en Malfoy. —comentó Dumbledore decepcionado.
— No más que yo, te lo aseguro. —respondió Severus de manera cortante—. Confié en él, lo apoyé y lo he protegido siempre y mira como resultaron las cosas.
— Lo lamento, debe ser doblemente doloroso para ti. —dijo Albus con pesar—. Severus, sé que puede resultar cruel lo que te diré, y es probable que quieras a Malfoy fuera de aquí, pero… — Lo sé, no puedes echarlo sin ninguna justificación.
— Él no recordará nada gracias al hechizo de Harry, pero te aseguro que dudo mucho que su vida en Hogwarts vuelva a ser la misma de antes.
— No quiero pensar en Malfoy, ahora me interesa Adam y solamente él.
Albus se puso de pie caminando de un lado a otro, preocupado por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. Se dirigió hacia el cuadro de un pocionista de la antigüedad que colgaba en el despacho de Severus, antes de salir de la salita miró a su amigo, notó que no se movía de su lugar y que parecía no haberse dado ni cuenta que él se había puesto en pie. Estuvo unos minutos conversando con el retrato y al volver, ocupó el mismo sillón de antes.
— La gente de los cuadros lo vio entrar. —le informó al profesor que apenas sí le ponía atención—. Dicen que no le tomaron mucho en cuenta aunque les llamó la atención… y, Severus, creo que hay algo que debo confesarte.
Severus levantó un poco la cabeza, intrigado por el tono angustiado de su amigo, sin embargo no pronunció pregunta alguna, aún así, Albus tomó aire para continuar.
— Adam estuvo aquí hace unos días. —confesó avergonzado—. No sabía que las defensas pudieran tener riesgos tan evidentes, reconocieron al chico y por eso no le impidieron el paso, el castillo lo aceptó, no sé por qué motivo… No pensé que algo así pudiera suceder, y realmente cuando vino no hubo ningún problema, consideré que era justo que conociera a más chicos de su edad, debe ser difícil para él vivir en las condiciones en las que lo hace.
— ¿Ahora es mi culpa, Albus? —preguntó dolido y ofendido al mismo tiempo—. ¡Lo único que quise siempre es protegerlo, es evitar que algo así sucediera!.... ¡Adam no tiene una varita con qué defenderse, Adam no puede enfrentarse a ningún mago!
— Lo lamento… sé que no sirve de nada mi disculpa, y que tampoco te ayudará decirte cómo me siento ahora, pero creo que la culpa es sólo de Draco Malfoy.
— No lo niego… pero hay más responsabilidades por cobrar. —respondió dejándose caer sobre el respaldo del sillón—. Y ese… consentido tuyo tiene suerte que mi odio esté concentrado en Draco en este momento, Albus, de otra forma…
En ese preciso momento la puerta se abrió con timidez y el rostro de Harry se asomó, a lo que Severus bufó exasperado.
— ¿Puedo ver a Adam? —preguntó intentando no importunar demasiado.
— Adam está bañándose… y usted no tiene nada qué hacer aquí. Espero que se haya encargado de ese Weasley.
— Ron salvó a Adam… ¿no puede ser más amable con él? —preguntó intentando no sonar demasiado imprudente, pero no pudo quedarse callado ante la injusticia con su amigo.
— ¡No, no puedo! —le gritó sin poder contenerse—. ¡Mi hijo ha sido ultrajado y usted me pide que me considere de su amigo, fuera de aquí!
— Profesor, lo siento, pero no me iré sin ver que Adam esté bien.
— ¿De verdad le interesa el bienestar de mi hijo? —le cuestionó furioso—. ¡Póngase entonces a practicar la oclumancia, y deje de entrometerse en mis asuntos, todo esto es su culpa, Potter!
— ¿Mi culpa? —preguntó Harry sintiendo un dolor en el pecho.
— Severus, será mejor que te tranquilices. —pidió Albus poniéndose de pie entre los otros dos, como temiendo un enfrentamiento—. No es el momento para pelear.
— ¡Este niñato lo único que hace es complicarme la vida, y ahora también la de mi familia! —le acusó Severus—. ¡Adam jamás habría intentado venir a Hogwarts si no fuera por usted, Potter, él quería verlo, y es su culpa que todo esto haya pasado! ¡No debió jamás meterle ideas en la cabeza sobre la magia, eso no es para él, Adam no tiene nada qué hacer entre magos!
— Lamento que piense así, y es probable que tenga razón. —respondió Harry luchando por contener las lágrimas—. Pero aún así… no me iré hasta ver a Adam.
Severus se adelantó como si quisiera golpearlo, Harry no pudo evitar retroceder un poco mientras Albus sostenía a Snape.
— Basta, Severus, si quieres desquitarte con alguien golpéame a mí, después de todo fui yo quien autorizó la primera visita de Adam al colegio. —intervino Dumbledore protegiendo a su alumno—. Pero como director, no pienso permitirte que le pongas una mano encima a Harry… sin embargo conmigo no es lo mismo, como amigos, reconozco mi error y estoy aquí, frente a ti, para que hagas lo que consideres necesario.
— Créeme, Albus, que ganas no me faltan. —respondió Severus mirando con dureza al director, pero enseguida volvió a sentarse sin mover un solo músculo en contra del anciano.
Dumbledore volvió a tomar también su asiento mientras le hacía una seña a su alumno para que pasara a la habitación. Harry obedeció y pasó junto a su profesor de pociones sintiendo su feroz mirada sobre él.
— Nunca di permiso para que pasara, Albus. —recriminó Severus a su aún amigo—. Me exaspera que Potter siga haciendo lo que se le pegue la gana aún en mis habitaciones.
— Basta, Severus. —respondió Dumbledore con cansancio—. Deja a un lado por un momento todo ese odio. Tú y Harry, lo reconozco, también Harry, están actuando demasiado egoístas, centrados sólo en lo que quieren ustedes… ¿no te das cuenta que Adam necesita de su amigo ahora?
Severus guardó silencio y apretó los puños, sabía que Albus tenía razón, pero no podía evitar sentirse como se sentía. Al llegar adentro, Harry cerró la puerta y se recargó sobre ella sintiéndose terriblemente mal por todo, sin embargo no era hora de lamentarse por él, su amigo lo necesitaba, así que se dirigió hacia otra puerta, suponiendo que era el baño, tocó y al no recibir respuesta se animó a abrir un poco. Pudo ver a través de la cortina, la sombra de Adam, recibiendo el agua caliente sobre su cuerpo, sin moverse para nada.
— Adam… ¿estás bien?
— ¿Harry?... creí que era mi padre. —respondió con un pequeño asomo de alivio en su voz.
— Te espero afuera, creo que ya fue suficiente baño por el momento.
Harry regresó a la habitación, iba a sentarse sobre la cama a esperar a Adam, pero la curiosidad pudo más que él y volvió a acercarse a la puerta para escuchar lo que Snape conversaba con el director.
— ¡Odio que sea tan indefenso, Albus, lo odio! —exclamaba Severus con los dientes apretados—. ¡Me enfurece que Adam no pueda defenderse, que sea tan inofensivo para cualquier mago! ¡Si no fuera squib nada de esto habría sucedido, no puedo creer tanta mala suerte!... ¡¿Porqué mi hijo tuvo que ser un squib?!
— El hecho de ser magos no nos hace mejores, Severus. Conozco poco a Adam pero sé que es un buen chico y debes estar orgulloso de él.
— ¡En lo único en que puedo pensar es en que por esa carencia de magia, sucede lo que sucede!... tal vez si Adam fuera mago no tendría que vivir separado de mi familia, él podría ayudarme a protegerla, pero no, estoy solo en esto, Albus, y me da rabia saber que no he podido mantenerlos a salvo.
— ¿No será que tu orgullo vuelve al ataque, Severus? —le cuestionó Dumbledore—. No pudiste soportar que tu hijo fuera un squib mientras que el de James…
— ¡Calla, no quiero que lo nombres ahora, ya es suficiente con lo que sucede!
— Harry no tiene la culpa de eso.
— ¡Para ti, Potter jamás tiene la culpa de nada, Albus! —gritó enfurecido.
— Baja la voz, los chicos te pueden oír.
— ¡No me importa, y mucho menos me importa que lo único en lo que siempre piensas es en proteger a ese engreído de Potter!
— ¿Hablas del padre o del hijo?
— ¡De ambos!... ¡los odio y odio que los encubras tanto!
— James murió, Severus… él ya no puede hacer nada que te lastime.
— ¡Pero su hijo se encarga de hacerlo por los dos!... ¡Harry Potter no merece la magia que tiene, no sabe aprovecharla, siempre es tan inconsciente, tan soberbio, tan creído, tan imprudente!... ¡Mi hijo hubiera sido mucho mejor que él si tan sólo hubiera recibido la oportunidad!
— Nadie le negó la oportunidad a Adam, Severus. —respondió pacientemente—. Lo sabes, y no tiene caso que hasta por eso culpes a Harry.
Harry se apartó de la puerta como si ésta fuera el mismo diablo, sus mejillas estaban humedecidas, cada vez entendía más tanto odio del profesor de pociones, ahora comprendía a la perfección porqué no había dejado de odiar a su padre a través de él. En ese momento escuchó que Adam salía del baño y rápidamente se secó las lágrimas y corrió a abrazarlo, ahora lo que importaba era su amigo, su dolor no podía ser tan profundo como el de él ¿o sí?
Suavemente lo condujo hacia la cama para abrigarlo con cariño, le abrazó pudiendo percibir el olor de Severus Snape en él, después de todo llevaba una de sus pijamas y dormía en su cama, era algo lógico, pero como le gustaría que algún día pudiera poder abrazar a Severus y dormir a su lado. Justo en ese momento entró el adusto hombre al cuarto, de inmediato Adam se encogió sobre sí mismo provocando aún más la molestia de su padre al observarlo siempre tan tímido.
— Iré con Albus a su despacho, tengo que avisar que te quedarás aquí esta noche. —le dijo con absoluta seriedad—. Tu madre debe de estar angustiada… no debiste haber salido sin permiso, Adam.
— Profesor, no sea tan duro con él. —suplicó Harry al notar la mirada asustadiza del chico—. Ha pasado por un mal momento y…
— Métase en sus asuntos, Potter, no venga a decirme cómo tratar a mi hijo. —respondió mirándole con la misma dureza que a Adam—. Quédese aquí y cuídelo, volveré en cuanto pueda.
Al salir Severus sin siquiera despedirse de su hijo, Adam se abrazó a Harry y empezó a llorar sobre su cálido pecho. El Gryffindor hizo acopio de todas sus fuerzas para no ponerse a llorar con él, en esos momentos requería ser fuerte y debía conseguirlo.
— ¿Porqué Draco me hizo esto, Harry? —preguntó con tristeza—. A mí me gustaba, de verdad me gustaba mucho.
— No sé qué fue lo que lo impulsó, Adam, pero lo pagará caro.
— No te metas con él… ya no quiero problemas, suficientes tengo con mi padre ahora.
— Tranquilo, todo saldrá bien. —le dijo abrazándolo confortablemente—. Sabes que siempre puedes contar conmigo, que no te dejaré solo jamás.
— He sido un gran tonto, Harry. —dijo Adam enjugándose las lágrimas—. Tú me advertiste de Draco y no te hice caso, y ahora mi padre me detesta.
— El profesor Snape no te detesta, Adam, es sólo que está demasiado preocupado… él es así, no le gusta dar a demostrar sus temores y lo disfraza de sentimientos contrarios.
— Pareces conocer mucho a mi padre. —comentó un poco más tranquilo—. Bueno, es lógico, pasas mucho más tiempo con él que yo, pero esta vez creo que te equivocas, la desilusión de sus ojos no ha podido disfrazarla, y sé porqué, porque yo no soy tan poderoso como él.
— No es así, él te quiere mucho, de otra manera no estaría tan angustiado.
— Gracias por tu apoyo, Harry. —agradeció sonriendo tristemente—. Pero dime, ¿qué sucedió con Ron?... él no irá a decir nada ¿o sí?
— Por eso no tienes que preocuparte. Le hechicé al igual que a Draco para que olvide todo lo sucedido esta noche, así ninguno de los dos podrá delatar a tu familia.
— Ron no lo haría, él es tu amigo, aunque… odia a mi padre.
— Ron no diría nada conscientemente, pero los mortífagos y Voldemort tienen muchas maneras de descubrir lo que les interesa, pueden leer la mente, y Ron no es un experto en cerrarla. También a mí intentaron desmemorizarme pero no se pudo, así que estoy reforzando mis lecciones para poder ser tan bueno como Dumbledore y el profesor Snape.
Adam miró fijamente al rostro de Harry, éste no le veía en ese momento pese a que lo mantenía abrazado, sus verdes ojos se habían fijado en la nada y en ellos se adivinaba una infinita tristeza, se imaginó que sería por lo sucedido así que no indagó más, sin embargo, lo que le resultaba por demás extraño era la discreta inflexión en la voz de su amigo al nombrar a su padre, pero no podía saber exactamente qué era.
Unos minutos más tarde, Severus regresó de hablar con su esposa, prefirió ir a hacerlo personalmente, después de todo, la noticia que le tenía no podía dársela a través de la chimenea. Le costó mucho convencerla de quedarse en casa y esperar a la mañana siguiente para poder ver a su hijo, pero finalmente lo había conseguido. No quiso regresar por la vía flu y encaminó sus pasos a través del bosque, usando su habilidad para pasar desapercibido cuando quería.
Deteniéndose a la orilla del lago, estando aún lo suficientemente lejos de los terrenos de Hogwarts, Severus se inclinó para sujetar una piedra dura y pesada. Por un instante la miró como si esa piedra le hubiera quemado el alma, y luego la arrojó con fuerza hacia el cielo, rumbo al lago. Aún no emprendía su caída, cuando un violento rayo verde llegó hasta ella desintegrándola como si se tratara de papel. Severus permaneció un segundo con el brazo en alto, su pulso era firme y seguro, y sus ojos centellaban de una furia que nadie le conocía.
“Eres mío, Draco Malfoy” Murmuró para sí mismo. “En cuanto pueda acabaré contigo personalmente… no dejaré que nadie me quite el privilegio de verte morir”
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