Araleh Snape
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| Tema: La familia que siempre quise. Capítulo 4. Sáb Jun 29, 2013 12:31 pm | |
| CAPÍTULO 4
REGRESO A HOGWARTS
Al despertar, Harry sintió una suave opresión en el pecho, abrió los ojos encontrándose a Adam durmiendo plácidamente abrazado a él. Sonriendo, lo rodeó también con sus brazos, aún era temprano y podía disfrutar de más tiempo de ese calorcito que emanaba el cuerpo de su amigo, no quería ni pensar que sería la última vez que despertaría de ese modo, al día siguiente volvería a su rutina y no tenía ninguna duda de que echaría mucho de menos las continuas demostraciones de afecto de Adam.
Una hora más tarde, Harry volvió a despertar a sentir algo que algo le hacía cosquillas en la nariz, abrió los ojos y vio a Adam jugueteando con un mechón de su largo cabello acariciándole la punta de su apéndice.
— ¿Qué haces? —preguntó con fingida molestia.
— Me gusta tu nariz. Tal vez si yo la tuviera así habría algún chico tras de mí.
— A mí me gusta como la tienes. —aseguró con firmeza—. Además, si no tienes un novio es porque no le hablas a tus compañeros, tú mismo me lo has dicho.
— Pero si le gustara a alguien, por lo menos hubiera intentado acercarse ¿no?
— Algún día llegará alguien especial para ti. —le aseguró casi paternalmente.
— No quisiera que te vayas, Harry. —dijo con tristeza—. Me sentiré mucho más solo que nunca en cuanto partas con mi padre a tu colegio.
— Yo también te voy a extrañar, pero prometo escribirte todos los días. Enviaré a mi lechuza, se llama Hedwig, ya la conocerás, te va a encantar. Además, he estado pensando que no te di ningún regalo de cumpleaños, así que estate atento porque en cualquier momento tendrás noticias de él.
— ¿De verdad? ¿Qué me regalarás? —preguntó entusiasmado.
— Ya lo verás, no seas curioso, niño. —le reprendió cariñosamente.
— Solo soy tres meses menor que tú, así que si yo soy un niño, tú también lo eres.
— Entonces somos un par de niños los dos, ¿contento?
Adam sonrió feliz, estaba dispuesto a disfrutar cada segundo de la estancia de Harry, por eso, no se le separó ni un momento, y cuando su madre le pidió fuera al huerto por más hortalizas, tomó a Harry de la mano para llevarlo con él. Cada movimiento era seguido por la calculadora mirada de Severus, quien ya empezaba a desear regresar a Hogwarts para que esa amistad se terminara para siempre.
Cuando el sol se fue ocultando, Harry se encontraba en el jardín con Adam, jugando un partido de futbol muggle y realmente se la estaba pasando en grande, nunca había tenido oportunidad de disfrutar de ese deporte con nadie, y aunque prefería mil veces el quidditch, la sola compañía de Adam y su entusiasmo ante cada anotación de un gol, le revoloteaba el corazón de alegría.
Sin embargo, ese mismo corazón se estremeció al ver salir a su profesor de la casa y le llamaba para que lo siguiera al interior. Harry y Adam se miraron, sabían lo que eso quería decir y sus sonrisas se borraron. Entraron casi arrastrando los pies, Severus estaba abrazando a Sally y recibiendo miles de besos más antes de permitir que su padre se fuera. Por su parte, Darina sonreía con tristeza, pero intentaba disimularlo acariciando la cabeza de su hija.
— ¿Listo, Harry? —preguntó Darina amablemente—. Antes de que te vayas quiero decirte que me agradó mucho tu visita, sobre todo porque no recuerdo haber visto tan feliz a Adam como en estos dos días.
— Gracias. —respondió Harry, en todo ese tiempo había evitado llamarla de alguna manera, se resistía a decirle “Señora Snape” y no tenía la fuerza para usar su nombre de pila, así que solamente le sonreía procurando olvidarse de quién era.
— Te vamos a extrañar mucho. —aseguró Darina dándole un abrazo que Harry recibió con culpabilidad.
— Antes de que te vayas quiero darte un regalo. —dijo Adam adelantándose a su habitación.
Harry aprovechó el momento para separarse de Darina y buscar despedirse de Sally, quien, aunque en un principio se resistió a abandonar su besuqueo a su padre, finalmente aceptó encantada el abrazo que Harry le ofrecía.
— ¿Vas a regresar? —preguntó Sally sonriente.
— No lo sé. —dijo Harry con sinceridad.
— Espero que sí. Tú trajiste a papá a casa y quiero que lo vuelvas a traer pronto, ¿sí?
Harry sonrió afectuosamente ante la petición de la niña, alegrándose de no tener que responder nada pues Adam había vuelto y llevaba algo en sus manos.
— Era de la abuela. —le dijo mostrándole un pequeño crucifijo plateado—. Tal vez no creas en estas cosas, pero es muy especial para mí, y al morir la abuela me dijo que podía regalárselo a quien yo quisiera, y quiero que tú lo tengas.
— ¿Estás seguro? —preguntó halagado.
— Como nada en la vida. —aseguró rodeando a Harry por el cuello para abrocharle la cadenita del mismo material que el crucifijo, algo a lo que Severus prefirió mirar hacia otro lado para no ser testigo de aquello.
— Lo cuidaré como el tesoro que es… gracias.
— Por nada. —dijo con una sonrisa para enseguida bajar la voz aprovechando que su rostro se encontraba muy cerca del oído de su amigo—. Harry, me hiciste una promesa, por favor, no me falles.
— No lo haré. —respondió abrazándolo fuertemente—. Pronto recibirás noticias mías.
— Te quiero mucho. —confesó Adam con los ojos anegados en lágrimas, lo que acabó con la tolerancia de Severus.
— Ya es hora, Potter, no podemos perder más tiempo. —le dijo jalándolo del brazo para separarlo de su hijo, a lo que Harry se resistió un poco, pero enseguida hizo acopio de su fuerza y obedeció a su profesor—. Cuídense mucho todos. Darina, sabes como ponerte en contacto conmigo para cualquier cosa… los voy a extrañar.
Darina asintió, ya le era imposible decir ni una sola palabra ante el llanto que se aglomeraba en sus ojos, y siguiendo sus impulsos, besó apasionadamente a su esposo sin importarle la presencia de los demás. Ahora fue Harry quien desvió la mirada, y dejó que las lágrimas corrieran, después de todo tenía un pretexto para hacerlo. Adam se las secó con dulzura, mientras las suyas corrían libremente. Al ver que su hijo intentaba volver a abrazar a Harry, Severus se separó de su esposa y apremió a su alumno a que cruzara al fin por la chimenea para enseguida hacerlo él.
Al llegar al despacho de Dumbledore, Harry se sintió como si le hubieran arrancado un pedacito de su corazón, no podía creer que habían pasado solo unos segundos y ya ansiaba volver a ver a su amigo. El fuerte abrazo de su Director lo sacó de su ensimismamiento.
— ¡Que alegría, mi muchacho, al fin en casa! —le dijo Dumbledore con marcada felicidad mientras por detrás de ellos aparecía un ensombrecido Severus—. Tus amigos están muy ansiosos por verte, casi se hizo una fiesta en la torre de Gryffindor cuando fui a comunicarles que estabas a salvo y volverías hoy. Ahora puedes ir a verlos, pero no quiero que le digas a nadie que fue Severus quien te rescató… cualquier rumor podría poner en peligro su vida.
— Sí, profesor, no se preocupe. —respondió Harry encaminándose a la salida.
— Espera un momento, Potter. —le ordenó Snape—. Profesor Dumbledore… sobre lo que hablamos, recuérdelo, por favor.
— ¿Sucede algo? —preguntó Harry al ver la expresión preocupada del director.
— Harry… Severus me pidió algo que considero justo como pago por tu rescate.
— ¿Un pago? —repitió Harry sintiendo un hoyo en el alma.
— Un obliviate para ti, Harry. —respondió Dumbledore acercándosele lentamente.
— ¡No! —se negó Harry—. ¿Porqué quieren hacerlo?
— ¡Eres tan estúpido que no entiendes, Potter! —bramó Severus al ver que Harry retrocedía—. ¡Mi familia está en riesgo y no voy a permitir que nadie ponga un dedo encima a ninguno de ellos por tu culpa!
— ¡Pero yo no voy a decir nada!
— ¡Ah, claro, y con tus magníficas dotes de oclumancia vas a poder burlar al Señor Oscuro si vuelve a atraparte! —se burló Severus sarcásticamente.
— ¡Aprenderé, me pondré a practicar todas las noches, pero por favor, no lo hagan!
— ¿Y porqué no, Harry? —preguntó Albus pacientemente ante la exasperación de Severus.
— Le prometí a Adam escribirle, le prometí que no me olvidaría de él… por lo que más quiera, profesor Dumbledore, no me haga faltar a una promesa —volvió a suplicar.
— ¿Severus? —cuestionó Dumbledore a su profesor con una petición en su mirada.
— ¡No, Albus, eso no! —se negó Snape al comprender las intenciones de su mentor—. ¡Me lo prometiste, y sabes que no hay nada más importante para mí que la seguridad de mi familia, no puedes retractarte ahora, me lo debes!
— ¡Yo le pagaré de la forma que quiera! —propuso Harry con desesperación—. Le prometo obedecerle en todo, estudiar todos los días, no salir solo a ningún lado… pero por favor, le suplico que cambie esa petición, a mí menos que a nadie le gustaría que algo malo le sucediera a Adam, no lo voy a arriesgar por nada del mundo.
— ¡He dicho que no! —vociferó Severus furioso—. Albus, si no lo haces tú, me veré en la obligación de hacerlo yo, pero este niño malcriado no saldrá de esta oficina llevando la posibilidad de la ruina de mi familia en su irresponsabilidad.
— ¡No lo dejaré! —gritó Harry retrocediendo tanto que su espalda topó con la puerta.
— Ni siquiera tienes tu varita, así que no podrás conmigo, Potter.
— Profesor Dumbledore… —rogó Harry al ver la decisión de Snape.
— Severus… espera un momento.
Severus palideció al ver el rostro indeciso del director, no quería perder a su familia, había hecho demasiados sacrificios para mantenerlos a salvo para que por la necedad de Harry Potter todo eso se viera ahora en el filo de una navaja. Harry miró a su profesor sintiendo cada vez más doloroso el nudo de su estómago, el odio con que ahora lo miraba Snape casi le taladraba el alma.
De pronto una peculiar sensación lo puso en alerta, pero era demasiado tarde, Dumbledore había hecho gala de su habilidad en legeremancia y estudiaba su mente a su antojo. Pudo ver todo, desde el amor que Harry había descubierto por su profesor, hasta el desborde de cariño de Adam para con él, pudo ver sus celos, su fantasía de imaginar a Adam a veces como otro Severus, su cariño por el hijo del hombre que amaba, su culpabilidad ante la amabilidad de Darina. Harry palidecía más a cada instante, todos sus secretos eran ahora conocidos por Dumbledore, y cuando al fin lo sintió salir de sus pensamientos, la mirada del director era extremadamente preocupada.
— Lo lamento, Harry, pero voy a tener que hacerlo. —dijo firmemente.
— ¡No, No quiero!
— No pudiste evitar que entrara a tu mente y conociera tus secretos, y esos secretos son la muerte para la familia de Severus… perdóname, Harry, pero es lo mejor, si realmente aprecias a ese joven tienes que renunciar a su recuerdo por su salvación.
Harry observó como el director sujetaba su varita ante la mirada complacida de Severus Snape, supo que solamente un milagro podría salvarlo, tal vez si corriera, pero no, no tenía el tiempo suficiente para huir, además, Dumbledore y Snape lo encontrarían fácilmente. Cerró los ojos con fuerza mientras se llevaba la mano al pecho y apretaba con tanta fuerza el crucifijo de Adam que casi sangraba su mano, entonces lo escuchó.
— ¡Obliviate! —pronunció Dumbledore apuntando a su alumno.
Harry sintió que las rodillas le temblaban, apretó con más fuerza el dije mientras dejaba que la gravedad hiciera su tarea cayendo al suelo, ni siquiera interpuso las manos para no golpearse, éstas se mantenían aferradas a su regalo. Podía sentir su respiración acelerada, no se atrevía a abrir los ojos, no quería dejar de apretar el crucifijo, y de pronto lo comprendió, habían pasado varios segundos de recibir un certero hechizo, pero él todavía recordaba a Adam, y a Darina y a Sally, recordaba todo, recordaba su amor por Severus, así que abrió los párpados y notó a los dos hombres mirándose entre sí con sorpresa. De inmediato Harry pensó en fingir, en simular que no recordaba nada, así que soltó el crucifijo y se puso de pie lentamente.
— ¿Dónde estoy? —preguntó actuando con inocencia.
— ¡No quieras vernos la cara de estúpidos, Potter! —bramó Severus con rabia—.¡Sabemos que el hechizo no funcionó, y ahora mismo nos vas a decir qué es lo que hiciste!
— Nada, sólo que no quiero olvidar. —respondió sabiendo que era inútil engañarlos.
— Severus, déjame hablar a solas con Harry, por favor. —le pidió Dumbledore.
— Bien, pero desde este mismo momento te hago a ti, Harry Potter, responsable de cualquier daño a mi familia y lo pagarás muy caro.
Severus salió dando un portazo que hizo que los cuadros de anteriores directores protestaran. Dumbledore invitó a su alumno a sentarse en una pequeña salita y él lo hizo frente a él.
— Te estás volviendo muy poderoso, Harry, pero aún te falta mucho y debes tener conciencia que ahora dependen de ti más personas inocentes.
— Lo sé, pero yo sigo dispuesto a estudiar y practicar con más ahínco que nunca.
— Sé que no quieres lastimar a ese joven, que sientes un afecto especial por él por ser el hijo de Severus.
— Por eso y porque es un chico muy especial. —aseguró con las mejillas sonrojadas.
— Y por él vas a tener que retomar las clases de oclumancia… Si Tom se entera de la familia de Severus sabrá que es un espía y los matará sin piedad.
— No pasará, le prometo que no será así.
— Harry, ahora ya sabes el motivo de mi entera confianza a Severus, era un secreto que no podía decirte porque las vidas de seres inocentes estaban en peligro.
— Lo sé, profesor.
— Eso espero, porque quiero que tengas bien claro lo importante que es para Severus su familia… y su amor por Darina.
— Lo sé. —dijo con un nudo en la garganta, bajando la mirada con tristeza.
— Ella fue el motivo por el que Severus volviera al lado de la luz. Haberse enamorado de una muggle le impedía seguir del lado de aquellos que los mataban con toda la crueldad del mundo. Ahora lucha con nosotros para poder darle a sus hijos la libertad que no han tenido jamás, por eso sé que él jamás nos traicionaría, por eso quiero que entiendas que Severus ha sacrificado demasiado y ahora mismo debe sentirse impotente al no poder evitar que una bomba de tiempo, o sea tú, estalle en cualquier momento asesinando a sus seres amados.
— ¿Qué puedo hacer para que no me odie más de lo que ya lo hace?
— Tienes que aprender a defenderlos como él, y para eso, como te dije, volverás a tus clases de oclumancia.
— Sí, profesor, como usted diga.
— No con Severus, Harry. —le aclaró al notar el brillo en su mirada—. Es demasiado riesgoso que descubra lo que sientes por él, en estos momentos esta tan nervioso y preocupado por su familia que no lo entendería, no quiero arriesgarte a un mal rato… a ninguno de los dos. Así que yo mismo te daré las clases, y probablemente cuando estés mejor preparado pueda dejarte otra vez en sus manos, pero Harry, tienes que tener claro que…
— Lo sé, lo sé. —aseguró interrumpiéndolo—. No lo diga ahora, profesor… yo lo sé, pero todavía no puedo escucharlo.
Compadeciéndose de su alumno, Dumbledore guardó silencio, pero esperaba que Harry recapacitara, él hubiera sido el primero en apoyarlo si no hubiera nadie de por medio, pero no era el caso, así que esperó que pronto pudiera resignarse y seguir con su vida, lo cual por el momento veía muy difícil, sobre todo porque tenía la plena convicción, que además de su deseo de cumplir su promesa a Adam, Harry se resistía a olvidarse de Severus, no encontraba otra razón para que un hechizo tan infalible fallara estrepitosamente.
Al entrar a la sala común de Gryffindor, Harry tuvo que esforzarse por sonreír, todos sus compañeros corrieron a abrazarlo, los primeros por supuesto fueron Ron y Hermione, quienes hasta ese momento podían respirar tranquilos. Harry les tuvo que mentir para que nadie relacionara a Severus con su rescate, y usó la versión que Dumbledore le pidiera memorizar firmemente como si fuera real, esa sería su primera prueba, pues en su lección de oclumancia debía convencer a Dumbledore de que era cierta aquella falsa versión sobre un error del guardia que lo condujo a la salida.
Para Harry era muy doloroso tener que mentir sobre Severus, ocultar su hazaña, desvalorar ante los ojos de los demás que por él estaba vivo. Estaba seguro que las opiniones de sus compañeros cambiarían con respecto al profesor, pero no podía decir nada, no solamente por el papel de Snape como espía, ahora también sabía de la existencia de una familia que sin proponérselo estaba jugando un papel primordial en aquella guerra.
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