Capítulo 2 - Grupo pro-Snarry

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Abrió los ojos al percibir un ligero aroma a jazmín emanando de algún sitio a su lado. Notó una ligera brisa cálida y una lucecita que le encandilaba desde lo que parecía ser una ventana.

Vio un techo de madera barnizada a través de una translúcida tela de tono perlado y frunció el ceño extrañado. ¿Dónde estaba? y… ¿Cómo había llegado hasta allí? Apoyó los codos en lo que le pareció ser un colchón y entornó los ojos tratando de mejorar su borrosa vista. Alcanzando a ver apenas una pequeña figura femenina de pelo rubio que parecía observarle.

— ¿Dónde estoy? —preguntó en un susurro, pasándose la mano por la cara intentado recordar lo que había pasado.

>>¿Dónde está Snape? Él mató a Dumbledore… Debe estar con Voldemort, tengo que encontrarlos y…

—Harry… —le llamó la chica suavemente mientras él buscaba a tientas sus gafas.

—¿Dónde están Ron y Hermione?—preguntó de nuevo ignorándola—. Tengo que contarles lo que ha pasado, debemos darnos prisa.

—Harry… —volvió a decir la joven mientras le pasaba sus gafas con aire despreocupado.

Se puso apresuradamente las gafas y se giró para ver a la chica que le hablaba aunque ya la había reconocido por la voz.

—Hola Luna, ¿Dónde está Ron y Hermione? Tengo que hablar con ellos, tenemos que ir a por Snape y Voldemort, esos malditos… esos dos... ¿Dónde están? ¿Lo sabes?

—¡Harry! —exclamó Luna levantando la voz por primera vez y tomándole una de sus manos.—Me parece que estabas soñando otra vez. Hermione y Ron están en su luna de miel, ¿recuerdas? La guerra hace tiempo que terminó.

Abrió los ojos de par en par, mirando a Luna como si ésta se hubiera vuelta rematadamente loca y después sonrió paciente.

—Claro, buena broma… ¡ojalá fuera así! Ahora en serio ¿donde están? Si no quieres ayudarme está bien, no hay problema, puedo buscarlos yo.

Hizo el ademán de levantarse y se giró a observar la mano que sujetaba Luna mientras le escuchaba como absorta. Un destello en su dedo llamó su atención. Había una alianza dorada en su mano derecha, al igual que en la de Luna. Se soltó de golpe alarmado y miró a su alrededor frenéticamente. Un cuadro en la pared con una foto de boda llamó su atención. Eran Luna y él vestidos de novios, él vestía un traje negro con una capa de mago del mismo tono y con bordados en esmeralda, Luna llevaba un brillante vestido de bailarina de ballet, en un tono verde a juego con los bordados de la capa de Harry y unos enormes pendientes de hipogrifos amarillos. A su alrededor, revoloteaban algunas pequeñas hadas bajo un velo dorado que flotaba sólo.

Se giró lentamente para encarar a Luna muy sorprendido, mientras mil preguntas se agolpaban en su mente. ¿Qué diablos había pasado? ¿De verdad estaba casado con Luna? Y si era así... ¿Desde cuándo? ¿Y la guerra? Aquello no era posible por un montón de motivos, uno de ellos que él era total y completamente gay. Estaba demasiado aturdido para obrar con coherencia. Necesitaba pensar.

—Veo que ya te encuentras mejor, gracias a Gaia, me estabas comenzando a preocupar—decía la chica con esa carita de estar sólo medio presente.

>>Bueno ya que estas despierto es hora de que desayunes o llegarás tarde a la oficina.

—Pero luna ¿qué significa todo esto? —Reclamó Harry que empezaba a ponerse histérico.—¿Qué fue de la guerra, qué paso con Snape, con los horrocroux y con Vold...?

De pronto sintió, un gran dolor como si un rayo le partiera la cabeza en dos y vio varias imágenes, una fiera batalla en los terrenos de Hogwarts le asaltó brotando de lo más profundo de su memoria, y vio la escena de un Snape en la casa de los gritos moribundo, entregándole sus recuerdos, luego se vio a sí mismo caminando hacia el bosque prohibido y sintió la mortífera maldición de Voldemort y después… ¿qué había pasado después?

—Veo que has logrado recordar algo—dijo como si estuviera acostumbrada a sus visiones—. En fin, dúchate y baja o llegaras tarde a trabajar.

Se acerco a su esposo y le dio un tierno beso en la frente como si fuera un niño asustado después de una pesadilla.

Harry quedo solo en la habitación con la horrible sensación de que faltaba algo importante pero ¿qué?

—¿Será cierto que todo paso como Luna dice y esta es ahora mi realidad?

>>Casado con Luna—musitó bajito sin poder creerlo, se levantó de la cama de vaporosos doseles y se dirigió al aseo para darse una ducha e intentar aclarar sus ideas.

Al salir de la ducha seguía mal, sabía que algo no estaba bien, que no estaba como debía en su memoria… ese algo que lograra conectarlo con el momento que ahora vivía. Suspiró y se dirigió al armario que había en la estancia. Había túnicas de todo tipo, se decidió por una de color negro lisa con algunos motivos plateados en las empuñaduras, mientras le daba una clara mirada de desaprobación a las demás túnicas que, si todo era cierto, pertenecían a su esposa. Termino de vestirse y se dio un rápido vistazo en un espejo de cuerpo entero que se encontraba en una de las puertas del armario ropero. Satisfecho con su aspecto, menos su cabello con el que apenas podía hacer nada y que seguía pareciendo un nido de tortolitas, salió de la habitación.

Bajo rápidamente aun con confusión mental y cara de sigo sin creerme nada de esto. Fue rápidamente hacia la cocina sorprendido de reconocer el camino.

—Vamos desayuna que ya es tarde—le instó Luna—, aunque la casa este conectada directamente al Ministerio eso no quiere decir que porque seas el jefe de Aurores puedas llegar tarde. Darías mal ejemplo.

—¿Jefe de Aurores?...— Iba de sorpresa en sorpresa pero ¿cómo era posible? Se había jurado así mismo que al finalizar la guerra buscaría otra cosa, tal vez siguiera estudiando porque no quería mas combates, solo vivir en paz, como pensó que sería su vida con Severus Snape cuando todo terminara. Tuvo otro pequeño ramalazo en su memoria, y vio la tenue sonrisa de Snape antes de desmayarse, justo después de entregarle sus recuerdos, y… ¿qué mierda me pasa?

—Sí… ¿No lo recuerdas?, ¡Oh…ya veo! sigues confundido, le diré a Draco que te encuentras mal y que no iras al trabajo, que no estás en condiciones—dijo levantándose, echando un puñado de polvos flu a la chimenea.

—¿Si?¿Qué ocurre Luna?—preguntó el más joven de los Malfoy asomando la cabeza entre las llamas.

—Es Harry no se encuentra bien, recayó en las viejas pesadillas.

—¡Ah! ¿Es eso? Creí que era otra cosa, deja voy para allá. —Y con un ligero chisporroteo el rubio salió de entre las llamas verdes características sacudiéndose las cenizas. Era más mayor de lo que Harry recordaba y su aspecto bastante más saludable que el que tenia la última vez que le había visto en la sala de menesteres.

>>¿Qué pasa cara rajada? ¿Otra vez con terrores nocturnos?

—Maldito hurón ¿cómo te atreves?—Harry no sabía que sentimiento podía más, si la sorpresa de que Malfoy estuviera allí o el hecho de que le tratara como si fueran colegas o algo parecido.

—Tranquilo que somos amigos desde que mi madre te salvo la vida y después testificaste que yo y mi familia solo estábamos con el mega-maniaco de Lord Voldemort sólo por miedo a lo que nos pudiera hacer.

—No, no logro recordar. Nada de esto parece real… ¿Cómo es posible que no recuerde que paso después de la Maldición Asesina de Voldemort?… dime si esto es real ¿qué paso con Snape? – gritó fuera de control, tomando al rubio de la solapa y estrellándole contra la pared.

—¿Y porque no se lo preguntas tú, maldito maniaco? ¡Ah, ya recuerdo por que por tu causa fue señalado como máximo traidor y sentenciado al beso del dementor! —replico el rubio dando le un duro puñetazo en la cara destrozándole las gafas—¿cómo te atreves siquiera a mencionarlo, cuando sabes que por tu odio hacia él, está en el castillo bajo el cuidado de Minerva ya que ella si tuvo compasión, y ahora ella y Madame Pomfrey cuidan de su cuerpo sin alma.

—Es mejor que te calmes y descanses un poco Harry—dijo secamente, mientras se dirigía de nuevo a la chimenea por la que había salido— hoy no hay mucho trabajo en el Ministerio por lo que puedes descansar, yo me ocupare de todo, si llegara a surgir un problema te llamaré pero lo dudo, vendré mas tarde a ver cómo estás.

El rubio se despidió de sus amigos para tomar su lugar en el Ministerio y dejó a la pareja sola.

Harry que se encontraba desde hacía un rato tirado en el suelo no podía menos que recordar las crueles palabras de Draco ¿cómo era posible que aun con las memorias de Snape no lo hubiesen perdonado? ¿Cómo era posible que al hombre que tanto amó, lo hubiera mandado a un castigo peor que la muerte?

El silencio reinó en la mesa, Harry estaba sumido en sus pensamientos tratando de comprender qué era lo que había pasado y el por qué de su vacio interior, mientras que Luna lo observaba en silencio, sumida en sus propios pensamientos.

Después de la guerra Harry había sufrido de pesadillas constantes respecto a la batalla final, convirtiéndose en un lejano recuerdo, pero parecía que volvía a recaer otra vez, lo más raro es que ya que solamente en el aniversario del final de la guerra eso sucedía.

—Snape me entrego sus memorias— murmuró Harry mientras trataba de encontrar un hilo que explicara su vida actual—fui al bosque me enfrente a Voldemort y este me lanzo un Avada Kedavra, ¿Qué paso después de eso? Luna por favor dime ¿Qué paso después de de la Maldición?

—La verdad es que nadie lo sabe…, solo tú Harry, cuando nosotros quisimos internarnos en el bosque apareciste con la varita de Voldemort y la de Sauco en la mano, diciendo que lo habías derrotado y caíste de rodillas. Ron y Hermione te ayudaron.

—¿Y qué paso con Snape, es verdad lo que Malfoy dijo? ¿Yo no le defendí?

—Es un misterio para mí, nos indicaron que su cuerpo debía estar en la casa de los gritos, lo encontraron con un dementor encima de él y…, yo escuche rumores de que algunas personas llegaron antes que nosotros y dieron la orden al dementor, la verdad no lo sé.

—Entonces es verdad que por mi culpa...

—No Harry, no te castigues así, el Ministerio fue quien lo catalogo de ese modo, no tú —decía la rubia con la voz entrecortada mientras las lágrimas brotaban de sus pálidos ojos azules y rodaban por sus mejillas. Se sentó a su lado en el suelo y tomó una de sus manos mientras reparaba con su varita los lentes y la nariz de su marido— será mejor que subas a descansar Harry, te hará bien— le aconsejó con una tenue sonrisa ya que sabía que su marido había estado perdidamente enamorado del adusto profesor.

—No Luna, preferiría ir a dar una vuelta.

—Como gustes, pero prométeme que tendrás cuidado.

—Lo tendré —dijo dándole el que sabía que sería el último beso que diese a alguien que no fuera su amado Severus—hasta pronto Luna.

—Adiós Harry —le despidió sonriendo con tristeza, era como si supiera que jamás volvería a verle se alejó mientras Harry la seguía con la mirada pensando cómo se las arreglaba, en vez de caminar parecía flotar en el aire… Luna era su amiga, una gran amiga pero ¿su esposa…? ¡No!, eso era imposible.

Al salir se dio cuenta que estaba en el Valle de Godric, habían reconstruido la casa de sus padres y ahora vivía ahí con Luna. Mientras caminaba se percato que reconocía algunas cosas y lugares de aquel apacible lugar, pero el vacio y la confusión seguían en su cabeza y la misma pregunta le martilleaba una vez y otra… ¿Qué había pasado después del Avada Kedavra de Voldemort?

Buscó un lugar apacible para pensar, y encontró un pequeño y apartado parque, se sentó en un banco contemplando los pájaros que bebían en la pequeña fuente del centro de la plaza sonrió ante la imagen y después cerró los ojos tratando de analizar lo que había vivido en aquel día.

Vio como Nagini mordía el cuello de Severus, aquel cuello que vez había sido marcado más de una vez por sus besos, sin poder hacer nada por evitar que sucediera, se mordió los nudillos para evitar gritar mientras se sentía terrible e impotente. Cuando Voldemort y Naginni desaparecieron se acercó al hombre que amaba, y recogió los recuerdos que éste le pedía que guardase en un pequeño frasco de cristal que portaba en el morral colgado de su cuello. Le dedicó una tenue sonrisa, y entre lágrimas beso sus resecos labios y se fue cuando le creyó muerto, sollozando. Luego, cuando todo terminara volvería a buscar su cuerpo para enterrarlo como era debido, pero para eso primero debía sobrevivir.

Se enfrentó a Voldemort, después de ver en el pensadero los recuerdos que Severus le había entregado. Después de verlos había entendido muchas cosas que antes ignoraba y había comprendido que él tenía que morir y que era Voldemort quien tenía que matarlo para destruir el trozo de alma del mago oscuro que tenía dentro de él, luego solo quedaría matar a Naginni, el último horrocroux, y Voldemort sería tan mortal como cualquiera. Sus amigos acabarían el trabajo, y lo harían muy bien, estaba seguro de ello.

Hizo lo que se esperaba de él, tal y como Dumbledore había previsto, fue al encuentro del Señor Tenebroso y éste le lanzó la maldición asesina. Después de eso, Harry no recordaba nada solo había vacio. Lo único que sabía es que no había muerto y también que estaba viviendo una realidad que no le pertenecía junto a Luna, su esposa, algo sencillamente imposible. ¿Cómo había terminado en aquella situación? No solo eso sino que además era el jefe de Aurores, cuando lo que más deseaba era tener una vida tranquila y ser un Auror no entraba en sus planes, había tomado esa decisión mientras perdía a sus seres querido en aquella guerra cruel.

Además estaba esa otra imagen: la sonrisa de Severus y la última mirada de aquellos ojos negros que se habían cerrado para siempre.

Creyó que no le quedaban lágrimas después de la muerte de Albus Dumbledore, pero había llorado mucho por Severus Snape y ahora mientras estaba tratando de encontrarle un sentido a su vida lloraba de nuevo, y esta vez lo hacía porque se encontraba totalmente perdido. Lloraba por Harry Potter y por aquella mirada negra que tanto amó y en la que se vio reflejado tantas veces, por aquellos ojos que le reprobaron tantas veces y le consolaron tantas otras, donde halló consuelo sin lástima. Aquellos ojos y aquellos brazos que tanto extrañaba y que fueron su refugio perfecto, el lugar donde Severus y él dejaron atrás al Héroe de Mundo Mágico y al odiado hijo de James Potter para convertirse solo en Harry.

Esa mirada que en el último segundo, estuvo completamente cargada de amor.

Con ese pensamiento en mente tomo una decisión, buscaría la forma de llenar aquel vacío, y que mejor lugar para encontrar la verdad que Hogwarts, el viejo y mágico castillo donde todo comenzó, donde todo termino y donde, si tenía razón, su vida volvería a comenzar.

Se apareció fuera de los terrenos de Hogwarts a solo unos metros de la magnífica puerta de hierro forjado y la atravesó fácilmente, el castillo lo reconoció y le dejó pasar pues le consideraba una persona valiosa y digna de los secretos que se guarecían en el, por tanto su firma mágica era reconocida por todas y cada una de las barreras y hechizos que defendían el lugar fuera quien fuera el nuevo Director algo que había quedado claro en la batalla final.

¿En la batalla, como que en la batalla? —preguntó mentalmente a la nada— Mis recuerdos de lo que pasó son casi inexistentes y no se corresponden con este tiempo, espero que el retrato de Dumbledore me de las respuesta que necesito.

Comenzó a caminar adentrándose en los terrenos mientras le invadían los recuerdos de todos aquellos años de travesuras y de aventuras recordando cada vez con más nitidez todo lo que había sucedido durante el asalto al castillo.

Perdido en sus recuerdos apenas se dio cuenta de que había llegado al pasillo donde se encontraba el grifo que resguardaba la entrada que conducía a la oficina del Director. Se acerco a la estatua y la estatua se movió cediéndole el paso. Accedió a las escaleras de caracol y éstas comenzaron a girar para llevarlo a lo alto de la torre donde se encontraba el despacho. Cuando llegaron a su destino se detuvieron y Harry fue hacia la puerta, tomó con gran decisión el pomo de ésta y entró.

Su sorpresa fue enorme cuando se encontró con aquella escena, igual a la que recordaba haber visto en las memorias de Severus. El viejo Director y Severus estaban peleando y se lanzaban hechizos el uno al otro.

Si la realidad en la que hasta hacía poco se encontraba, le había parecido imposible de digerir, ahora estaba totalmente desconcertado ya que las personas por las que tanto había llorado creyendo que estaban muertas se estaban ahora enfrentando en un duelo. Un repentino y lacerante dolor en su cicatriz le hizo caer de rodillas mientras se sujetaba la cabeza, que parecía ir a romperse en dos con las manos.

Un minuto—gruño de dolor mientras la comprensión se iba abriendo paso en su mente— ¿Por qué siento semejante dolor si se supone que Voldemort ha muerto…?

— ¡Aahhhhhh! —gritó incapaz de soportarlo más llamando la atención de los dos mayores que peleaban.

—¡Harry muchacho ayúdame! ¡Nada es real solo es una ilusión! ¡Es el último horrocroux que se está defendiendo!— gritó el Director.

—¡No lo escuches Harry es un charlatán que quiere alejarnos!– contraataco Snape yendo hacia él. Entonces Harry supo exactamente lo que tenía que hacer.

—¡AVADA KEDAVRA!— Grito, y el rayo verde impactó en el pecho de Snape.

—Muchacho… —exclamo el anciano con admiración — ¿Cómo has sabido quien decía la verdad?

Harry se aclaró la garganta antes de decir:

—Fácil profesor, el Severus Snape que yo conozco me hubiera gritado por entrar sin llamar, además él siempre me llamaba Potter como si fuera un insulto, jamás por mi nombre de pila.

En menos de un minuto el lugar cambió radicalmente y se encontraron de nuevo en aquel lugar que Harry identificaba como la Estación de King Cross totalmente rodeados de una blancura espectral.

—¡Por fin! –Dijo el Director mientras sus ojos reflejaban un sincero agradecimiento hacia Harry, parecía muy aliviado— gracias a Écate, que te enseñe a diferenciar las verdades de las mentiras que hay en los sueños, después de lo que paso con Sirius.

—No se preocupe profesor, es un alivio recuperar mis verdaderos recuerdos y según ellos, estoy en paz con todo eso, pero… ¿por qué se defendió así el último horrocroux?— preguntó mientras encontraba un banco donde sentarse.

—Porque al dejarte aquí en este sitio, donde reposa el alma, él podría regresar a tu cuerpo pretendía seguir usándote o trasladarse al de Tom y traer aún más ruina a este mundo. Como puedes ver, el fragmento de alma ha vuelto a su forma original.

Cuando miró hacia donde el Director le señalaba vio un pequeño cuerpo deforme, sin apenas piel, prácticamente en carne viva y en posición fetal.

—Entonces profesor toda esa realidad la creo él – mas que pregunta era una afirmación, la afirmación que necesitaba para dar por terminada la locura que cargaba desde su extraño despertar en un mundo donde Luna era su esposa.

—Así es mi muchacho, si mi aguda mente no ha cambiado en este lado del plano, cosa que dudo— dijo dedicándole una tierna sonrisa de abuelito sabelotodo— he de suponer que cuando mi muerte llegó deseaste que todo terminara ¿verdad?

Con la cabeza gacha, no tuvo más opción que asentir, después de todo, el Director seguía teniendo ese extraño brillo en los ojos que hacía sentir a Harry que Dumbledore podía descifrar todos los entresijos de su alma.

—De eso se aprovecho Tom, de tu deseo de llevar una vida normal.

—El plan perfecto ¿no es así? –dijo irónicamente.

—Me temo que estas en lo correcto Harry, ahora debes regresar y tener mucho cuidado— le dijo mientras se alejaba del menor que recostado en el banco ya estaba listo a volver al encuentro de todos.

>> ¡Ah! Casi lo olvido—dijo Dumbledore deteniéndose un instante y volteando a mirarle— previne a Severus de que al matarme, Tom quizá quisiera tomar su vida de la forma más vil posible haciendo correr su sangre, así que desde el día que me hizo el gran favor de apresurar mi muerte, cargaba con dos frascos de poción, uno con extracto de díctamo concentrado, para las heridas profundas y otro que es un poderosísimo antídoto sintetizado por él mismo tras el ataque de Nagini a Arthur Weasley.

—¿Por qué me dice eso? —Se levantó tan de repente que casi se cae ante el repentino vértigo que acababa de experimentar, completamente emocionado al comprender lo que el Director estaba intentando decirle…

—Mi muchacho, no por nada fui uno de los magos más poderosos del último siglo— le aguijoneó, y Harry no pudo más que asentir sonriente ante la gran verdad que contenían sus palabras.

Cuando le perdió de vista, Harry se acomodo nuevamente en el banco y deseo con todas sus fuerzas regresar y encontrar a su Severus, y cuando este sanara darle el beso más especial e intenso que jamás le había dado.

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Severus permaneció en la casa de los gritos mientras trataba de recuperar un poco más de energía.

Estaba seguro que para esas horas Harry habría vencido por fin, ahora lo único que necesitaba era desaparecer de la vida de él y de la de los demás.

No esperaba que lo recibieran con honores, sabía que era odiado por todos después de matar a Dumbledore, era una situación que merecía. Había asesinado a la persona que más confiaba en él, aquella que había sido lo que Tobías Snape nunca fue para él: un padre. Lo había hecho porque Albus así se lo había pedido, por darle la muerte digna que no hubiese tenido de haber caído en manos de los Mortífagos. Sabía que Dumbledore se moría y sabía también que había hecho lo que le había pedido pero no por ello se sentía mejor.

Se levantó resistiendo como podía el insoportable dolor de su cuello, Albus le había indicado que al ser él quien lo matara, la varita de Saúco solo lo obedecería a él, por lo que Voldemort intentaría matarlo, que esperaba que fuera Nagini quien realizará dicha acción de ser así podría salvarse, llevaba siempre encima el antídoto más fuerte que tenía, guardado entre sus túnicas. Eso le había salvado.

Esperaría solo unos minutos más para poder salir y desaparecer entre el jaleo y la multitud para poder llegar al lugar que había previsto y en el cual sabía que nadie lo buscaría, donde la soledad seria su única compañera.

Saber que sólo la soledad sería su fiel compañera de ahora en adelante dolía, sobre todo porque creyó que Harry, su amante de ojos verdes, estaría a su lado, pero la vida era así de injusta.

Cuando creyó prudente salir de aquella casa, escucho pasos apresurados, alguien corría, ¿Acaso eran Mortífagos que trataban de esconderse allí?

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Había derrotado por fin a Voldemort y estaba al fin de regreso en un destruido Hogwarts, había tanto por hacer… pero ahora eso debía esperar ¡Al fin era libre…! Libre para hacer y estar con quien le diera la gana y con ese feliz pensamiento echó a correr en dirección a la casa de los gritos.

—Harry vamos a que te revise Poppy— le pidieron a coro Luna y Hermione mientras se alejaba pero Harry no las prestó atención, corriendo tan rápido como sus piernas le permitían hacia la vieja casona. Escuchaba vagamente como todos lo llamaban, pero ahora los demás quedaban en un segundo plano. Solo una persona ocupaba sus pensamientos, el hombre con la mirada más negra, misteriosa y hechicera del mundo. Severus Snape, el hombre que amaba, un hombre que había sido utilizado igual que él.

Llego hasta el sauce boxeador tan deprisa que le esquivó con facilidad y se deslizó por su entrada a gatas lo más rápido que pudo, ahora sus heridas no importaban, lo único que quería era llegar cuanto antes hasta él.

—¡Severus!—gritó, esperando encontrarlo aún en aquel lugar.

Escuchó su nombre gritado por la voz de su Harry, pero eso era imposible, él debería estar festejando su victoria. Se convenció de que era el cansancio y el deseo de verlo por última vez lo que había provocado aquella ilusión y al andar unos pasos por fin se halló de frente con él.

—¡Eres un maldito Severus!, debiste decírmelo para apoyarte, tú y Dumbledore son igual de manipuladores, creí que eras la persona más despreciable del mundo, llegué a odiarte, incluso más que a Voldemort-—dijo mientras apretaba los puños clavándose las uñas en la palma de sus manos intentando apaciguar su ira, mientras Severus lo miraba de hito en hito— pero no puedo odiarte, nunca podría hacerlo— murmuro mientras tapaba sus ojos con su brazo sobre sus ojos para evitar que lo viera llorar, porque estaba seguro que lloraría en cualquier momento—te amo demasiado Severus...

Observó con sorpresa al chico mientras éste se desahogaba, al escucharle decir que lo odiaba algo en él se rompió, Harry sólo había venido para decirle que lo odiaba, pensó interrumpirlo pero al ver su acción se contuvo, y se alegró de haberlo hecho ya que el joven le decía ahora que lo amaba, se acercó a él y a pesar de su agotamiento y el dolor de su cuello, lo abrazo.

—Cálmese señor Potter, es mejor que se vaya, los suyos lo esperan.

—Ellos no me importan, sólo me importas tu Severus— dijo abrazándolo y llorando contra su protector pecho—por favor no te vayas, quédate conmigo—pidió alzando la vista, ya no tenía gafas, no las necesitaba, su miopía había desaparecido junto al horrocroux que guardaba en su interior y al mismo tiempo que la cicatriz de su frente, entonces se fijó la terrible herida del cuello de Severus, la tocó con sumo cuidado y clavó sus ojos verdes en los del hombre que amaba.

—Es mejor que te vea Poppy, ella te ayudara — Y sin esperar respuesta Harry se desapareció llevándose a Severus con él.

Se aparecieron justo en la entrada ya que dentro de los terrenos de Hogwarts no podían hacerlo y Harry empuñó su varita cuando vio a algunos Aurores y alumnos apuntar a Severus con la suya, la determinada mirada de Harry les desanimó de intentar nada. Sería un suicidio alzar la varita contra el salvador del mundo. Los que alzaron la varita se vieron desprovistos de ellas con un solo movimiento del joven, así que el resto les cedió el paso.

Ya en la enfermería Poppy curó adecuadamente la herida de Severus y luego trató las de Harry. Al finalizar con su labor los dejo descansando cada uno en una cama.

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Los días pasaban y Harry Potter no se separaba un instante de Severus Snape que seguía sumido en un sueño inducido y necesario para sanar completamente sus heridas. Nadie, ni sus amigos, ni siquiera el Ministro de Magia habían logrado separarlo de él.

Severus despertaba a ratos, pero al ver que Harry estaba a su lado se quedaba en paz y volvía a los brazos de Morfeo.

Sin embargo, el día que por fin salió de la inconsciencia se encontró con que Harry no estaba. Se incorporo un poco y pudo ver como algunos heridos lo miraban con odio. Suspiró resignado, sabiendo que siempre había alguien que le miraría de esa forma, el mismo se había forjado su reputación. Cerró las cortinas, para tener algo de privacidad.

Mientras comenzaba a realizar un repaso de su vida tratando de encontrar un motivo para seguir adelante, la puerta de la enfermería se abrió, dejando pasar a un sonriente Harry Potter. La sonrisa que llevaba el chico era lo suficiente mente cálida como para sentir que todos sus pecados le habían sido perdonados y que Harry era toda la razón que necesitaba para continuar con vida.

—¡Qué bien que despertaste!, me alegra mucho ver que estás mejor—le decía mientras se sentaba en la cama— tengo noticias.

—Me gustaría conocerlas, señor Potter.

—Toma, lee y se tan feliz como yo— exclamo obsequiándole con una gran sonrisa y dándole un pergamino con un sello del ministerio.

Severus lo abrió rápidamente y lo leyó con avidez. Aquel pergamino era su absolución, en el se explicaba que era del conocimiento público su participación en la guerra como espía para el bando de la luz, y que sabían que la muerte del Director, Albus Percibal Wulfric Brian Dumbledore, había sido a petición del mismo, al saber que moriría en breve y de una forma terrible a causa de una maldición.

Harry había dejado ver alguno de los recuerdos de Severus al Ministro de Magia para que conociera la verdad. Ahora, por fin, Severus Snape tenía el reconocimiento que merecía, era considerado un héroe de guerra como muchos otros, además de tener por fin una compensación económica bastante grande y la Orden de Merlin primera clase. Mucho mejor aún que la Orden de Merlin de segunda clase que le iban a otorgar por capturar a Sirius Black durante el tercer año de Harry en Hogwarts y que no logró gracias a que el chico le ayudo a escapar.

—¿No estás feliz Severus? Por fin tienes el reconocimiento que tanto mereces—decía en ese momento el joven ensanchando aún más su sonrisa.

—Es toda una sorpresa Potter—admitió con una leve sonrisa.

—Sí, somos libres y eso es lo único que importa, Severus.

—Potter hay algo que me intriga y es ¿En qué momento pasamos al grado de confianza para tutearnos?-—la sonrisa de Harry se borró, ni siquiera en ese momento Severus dejaría de ser como era, sin querer bajo la mirada.

—Yo... lo lamento.

—No lo lamentes tanto Harry.

Escuchar su nombre de esos labios fue lo mejor del mundo y se acercó para sellar esa promesa de amor implícito con un tierno beso.

La guerra había sido una recompensa al final para mucha gente y una enorme desgracia para otra, pero para Harry su mejor premio era saber que ya no dejaría de escuchar nunca su nombre pronunciado por Severus el hombre con la mirada más oscura e impactante del mundo y que pasara lo que pasara Severus Snape lo seguiría amando. Esa era la más grande recompensa que Harry podría tener.