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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Ritual de Samhain - Capítulo IV

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Ritual de Samhain - Capítulo IV Empty
MensajeTema: Ritual de Samhain - Capítulo IV   Ritual de Samhain - Capítulo IV I_icon_minitimeDom Nov 20, 2011 2:55 pm

Resumen: La guerra terminó hace tres años. Ahora, un inquietante rumor empieza a circular por el mundo mágico cuando se acerca la festividad de Samhain. A pesar de no creer en él, Harry, como auror, recibe la orden de investigarlo junto al resto de sus compañeros del Cuartel General de Aurores.

Personajes: Severus Snape, Harry Potter

Género: Romance, suspense

Advertencia: Ninguna

Clasificación: NC-17

Escrito para El Día Internacional del Snarry (23 de octubre) - Convocatria 2011



CAPÍTULO IV


Para no haber hecho nunca ninguno, Harry concluyó que el altar le había quedado bastante bien. Había cubierto la mesa plegable con una tela roja que le había dado Snape. Sobre ella había dispuesto varios objetos acordes con la fecha: un par de manzanas y un par de granadas junto a una calabaza pequeña; dos tallos de crisantemos; una vela blanca y otra violeta —que todavía no estaban encendidas—; un pequeño pebetero que contenía el incienso que había preparado el dueño de la tienda, y los objetos personales que había aportado cada uno. En el caso de Severus, un brazalete que había pertenecido a su madre y un libro que había sido de Dumbledore; Harry había depositado en el altar el mapa de los merodeadores, porque representaba a tres personas queridas, su padre, Sirius y Remus, sin olvidar que en algún momento había pertenecido también a Fred; y de su madre, la carta que ésta le había escrito a Sirius. También había colocado sobre el altar el athame[1] y el bolline [2]que le había entregado Snape y un plato en el que habían dibujado un pentáculo, junto a un bol lleno de agua y otro con sal. Faltaba media hora para las doce de la noche.

—¿Está listo? —preguntó Severus.

Harry asintió y tomó la túnica ceremonial que el otro mago le tendía.

—Puede cambiarse en el cuarto de baño —indicó Severus—. Yo lo haré en la cocina.

Pocos minutos después, ambos magos se reunían de nuevo en la sala. Se miraron por unos momentos, evaluando el aspecto del otro. Las túnicas eran de color morado, con los puños ribeteados de negro. No tenían botones o cualquier otro tipo de cierre, como un cinturón, pero sí bolsillos. La de Harry rozaba prácticamente el suelo, mientras que la de Snape dejaba ver los tobillos y sus pies descalzos. Un poco incómodo, Harry ciñó un poco más la suya alrededor del cuerpo y apartó rápidamente la mirada cuando la túnica del otro mago se abrió cuando éste empezó a trazar el círculo de protección con el athame, alrededor del altar.


Yo te conjuro, círculo de poder, para que seas mi límite entre el mundo de

los hombres y el mundo invisible. Te conjuro para que seas guardián y

protector del poder que levantaré dentro hasta que decida liberarlo.

Por eso, te bendigo y te consagro.



Snape volvió frente al altar, y antes de encender las dos velas, pronunció:


Este es un tiempo que no es tiempo y un sitio que no es sitio.

Estamos ante el umbral de dos mundos, ante el velo de los misterios.

Que los Dioses antiguos nos protejan y nos guíen a través de esta travesía mágica.



Harry observaba en silencio, un poco cohibido por todo aquel ceremonial, como Snape purificaba el agua y bendecía la sal en nombre de la Diosa. Después, el mago puso tres pizcas de sal en el agua y la mezcló con el athame, dando vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj.


Con agua y sal trazo el círculo sagrado.

Nada que no haya sido llamado entrará en él, y podremos cumplir con el propósito de este ritual.



Una vez trazado el círculo, Severus llamó a los cuatro Guardianes e invitó al Dios y a la Diosa a entrar en él. Harry miró a su alrededor, casi esperando verlos aparecer, subyugado por la voz profunda y grave de Snape.


Este círculo está sellado por el poder de los Dioses y los Guardianes.

Que éstos nos guíen y nos protejan.



Antes de empezar con aquel ritual, ambos magos se habían tomado su tiempo para escribir en un pergamino las cosas de las que estaban orgullosos o agradecidos. En otro pergamino, habían escrito las cosas de las que querían librarse o situaciones que querían dejar atrás. En ese caso, ambos habían escrito lo mismo, con las mismas palabras, para que fuera más eficaz: destruir el libro. Delante del altar, Snape había colocado un caldero no demasiado grande, dentro del cual prenderían una pequeña fogata. A su lado reposaba el libro maldito junto a las peticiones que habían escrito para librarse de él y una maceta llena de tierra negra y fértil.

Tras encender las dos velas del altar, dando un paso atrás, Severus levantó ambos brazos cual sacerdote a punto de iniciar un acto religioso y recitó:


En ésta noche de Samhain,

celebramos la memoria de nuestros ancestros

y de aquellos que nos precedieron en ésta senda.

Celebramos además, Cernunnos, tu pasaje

hacia las tierras del verano.

Cazador Astado,

Señor de los Bosques,

honramos Tu memoria y aguardamos Tu retorno

desde el vientre de la Diosa.

Señora de la Luna Menguante,

ayúdanos a comprender tus misterios,

guía nuestros pasos en lo más oscuro,

protégenos, y muéstranos

que así como de la noche nace la luz,

el ciclo renace, eterno, por siempre.


Colocó una manzana y una granada sobre el pentáculo y los bendijo. A continuación tomó el bolline y cortó ambas frutas por la mitad. Después lo levantó en alto y pronunció:


Ofrecemos ésta comida en honor a nuestros ancestros.

Su memoria perdura, y sus enseñanzas viven en nosotros.

Benditos fueron en su existencia

y benditos son en las Tierras de Eterno Verano.


A pesar de que sabía que perderla era lo mejor que podía haber pasado, Harry deseó en aquel momento volver a tener la Piedra de la Resurrección en la mano. Esta vez, no para que los espíritus de sus seres queridos le acompañarle a la muerte, sino para que celebraran su vida. Deseó volver a ver el dulce rostro de su madre, escuchar de nuevo su voz. Anheló un abrazo de su padre y escuchar de sus labios que se sentía orgulloso de él, que se había convertido en el hombre que le hubiera gustado que fuera su hijo. Suspiró por la oportunidad de poder hablar con ellos de tantas cosas… cosas alegres y cotidianas. Sin embargo, sabía que esa noche sus anhelos no se cumplirían. No dudaba de que siempre estuvieran a su lado, pero no volvería a verlos. No en el mundo de los vivos, al menos.

—Potter…

El susurro le sacó de su ensimismamiento. Harry se arrodilló junto al caldero y con su varita prendió fuego mágico dentro de él. Severus le imitó, dejando el pentáculo con la fruta a su lado. El auror buscó dentro del bolsillo derecho de su túnica y extrajo el pergamino donde había escrito las cosas por las que estaba agradecido, lo sostuvo sobre el fuego y recitó el texto que se había aprendido aquella tarde:


Sabia de la Luna menguante, Diosa de la noche estrellada.

Creo este fuego dentro de tu caldero

para agradecer los dones recibidos,

todas las bendiciones derramadas sobre mí.


Después dejó caer el pergamino sobre el fuego y contempló como se consumía antes de que Snape pronunciara las mismas palabras y dejara caer el suyo. Cuando éste también hubo ardido, ambos magos levitaron el libro de nigromancia a la vez y lo mantuvieron sobre el caldero mientras Harry pronunciaba la segunda parte de aquel fragmento del ritual.


Sabia de la Luna menguante, Diosa de la noche estrellada.

Creo que este fuego dentro de tu caldero

para transformar lo que me está atormentando.

Que las energías sean revertidas.

De la oscuridad, luz.

Del mal, bien.

De la muerte, nacimiento.



Dejaron caer el libro dentro del caldero, pero no esperaron a que se consumiera porque el siguiente paso del ritual iba a llevarles algún tiempo.

Harry se sintió un poco idiota por los nervios que de pronto sacudieron su estómago. Podía permitir que un desconocido se la chupara en un cuarto oscuro de cualquier local de ambiente del Soho londinense y le asaltaba toda la vergüenza del mundo al pensar que iba a masturbarse frente a Snape en pocos segundos. Aspiró con fuerza y un olor cálido y dulce, que nada tenía que ver con el aroma del incienso que quemaba en el pebetero, llenó sus fosas nasales[3].

—¿Potter…?

Harry abrió los ojos, que no recordaba haber cerrado, y se encontró con los de Snape, negros y brillantes, mirándole de una forma en la que el auror jamás hubiera imaginado que su ex profesor pudiera mirar.

—¿Algo que deba tener en cuenta…? —preguntó Severus en un tono de voz que a Harry le pareció todavía más grave, como si en lugar de salir de su boca, saliera de su pecho.

El auror sintió un escalofrío recorriéndole la columna vertebral.

—¿Hum…?

—Entenderé eso como un no…

Severus abrió la túnica del auror despacio, con el mismo cuidado que si estuviera descubriendo una escultura que iba a ser presentada por primera vez al mundo. Harry se estremeció, quiso pensar que de frío.

—Creí… creí que cada uno iba a ocuparse de lo suyo…—musitó.

Las miradas de ambos magos seguían conectadas y, aunque deseaba hacerlo, Severus todavía no se había atrevido a contemplar el cuerpo del hombre arrodillado frente a él.

—¿Le molesta? —preguntó.

Harry negó con un simple movimiento de cabeza. Empezaba a sentirse bastante caliente y la idea de que fuera Snape quien se ocupara de él, tan inesperada como morbosa, de pronto le seducía. Cuando su ex profesor le había explicado que junto a las cenizas del libro tenían que enterrar algunas semillas de manzana y granada, y que también debían incluir su propia semilla, al principio Harry no le había entendido. Nuestro semen, había especificado entonces Snape en tono académico, tal como si hubiera dicho nuestra saliva o nuestro sudor. Y parecía tan seguro de todo el procedimiento, tan suelto en aquel oscuro asunto, que Harry no se había atrevido a cuestionarle. Él no entendía mucho de rituales, esa era la verdad. Snape, sí. Así que extendió sus propias manos con decisión y abrió la túnica del otro mago. Y él sí miró. Casi al mismo tiempo que unos dedos largos y suaves, envolvía su pene, todavía flácido. A pesar de todo, la sensación le pilló tan por sorpresa que sus ojos apenas tuvieron tiempo de entretenerse todo lo que le hubiera gustado en el cuerpo del otro hombre, antes de proceder a imitarle. Descubrir que Snape ya estaba mucho más animado que él, le causó cierta turbación. La idea de que su ex profesor pudiera encontrar el hecho de masturbarle excitante, o simplemente, la idea de un Snape excitado gracias a él, le estimuló tanto como ese dulce aroma que respiraba con cada inhalación. Se sintió crecer dentro de la hábil mano que le tocaba y también sintió cómo se llenaba, generosamente, la suya. Snape guardaba sorpresas interesantes bajo su negra túnica…

Severus había cerrado los ojos y se concentraba en las sensaciones. En el tacto suave y sensible, caliente, de la piel que acariciaba. En la forma erguida y dura que se embutía en su mano, acompañada de un suave movimiento de caderas que no veía, pero podía adivinar. En el aire tibio que apenas llegaba hasta su rostro en sutiles ráfagas, proveniente del aliento entrecortado de Potter. Sintió la mano que de repente se apoyó en su hombro, buscando afirmarse ante el incremento del ritmo que la necesidad les obligó a imprimir. Y supo que Potter iba a correrse cuando esa mano le apretó con fuerza temblona. Fue entonces cuando abrió los ojos, para no perderse el momento y contemplar al auror en toda su gloria, Después, Severus se derramó como no recordaba haberlo hecho desde hacía… demasiado tiempo.

Harry no sabía si era por culpa de la magia que rodeaba el ritual, pero se sentía como si le hubieran exprimido el cuerpo entero. Las piernas le temblaban y la piel le ardía todavía por la excitación que la había sofocado. Desplomó la cabeza sobre el hombro de Snape, agotado, consciente de que su relación con ese hombre acababa de cambiar esa noche. Lo supo cuando la mano de su ex profesor le acarició la espalda en un gesto que afirmó todavía más la complacencia de ambos en la intimidad que acababan de compartir.

—Deberíamos terminar… —susurró Severus.

Un suspiro silencioso escapó de los labios de Harry. El hombro de Snape era cómodo y la fragancia que emanaba su piel era extrañamente sensual. Olía a vainilla y a naranja. Pero el aroma era tan ligero que en cuanto se separó de él dejó de percibirlo. Observó cómo con la punta del bolline Snape extraía con mucho cuidado unas cuantas semillas de la manzana y algunos granos de la granada. A continuación, excavó con la mano un agujero en la tierra y dejó caer en él las semillas. Recordando su cometido, Harry apagó el fuego mágico y enfrió las cenizas para poder cogerlas con la mano. Entre los dos vertieron algunas en una de las dos mitades de la manzana y de la granada, y después cerraron las dos mitades, depositando también las frutas en la maceta. Volcaron en ella las cenizas que quedaban en el caldero y el semen, que había sido recogido en un pequeño cuenco, sobre ellas. Harry arrugó un poco la nariz ante la variada mezcla, mientras se ocupaba de cubrir el agujero con la negra tierra y Snape iniciaba una nueva oración.


La vida se perpetúa en sí misma, por siempre,

esparciendo vida aún en medio de su aparente destrucción,

una espiral eterna de vida, muerte y renacimiento.

Que las energías de la Tierra transformen y purifiquen

aquello que le damos.



A continuación se levantaron y el oficiante principal recitó las fórmulas de despedida y agradecimiento a los Dioses y Guardianes y con el athame en la mano, abrió el círculo que antes había sido cerrado. Harry se quedó de pie, en silencio, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Con la túnica apretujada de nuevo alrededor de su cuerpo, se sentía pegajoso y sudado. Tan cansado como si hubiera estado haciendo un ejercicio físico extremo y supuso que era por la tensión que había mantenido durante todo aquel proceso, sin ser consciente de ella. Se preguntó cómo se sentiría Snape, que había llevado el peso de todo el ritual.

—¿Quiere ducharse? He dejado toallas limpias en el baño esta mañana…

—Se lo agradezco —respondió Harry, realmente aliviado de poder meterse debajo de un chorro de agua que tonificara todo su cuerpo.

No obstante, procuró ser rápido y no entretenerse demasiado, suponiendo que el otro mago estaría deseando hacer lo mismo. Cuando regresó a la sala, ésta volvía a tener su aspecto normal. Snape había sido todavía más rápido que él.

—¿Por qué no me ha esperado? —recriminó—. Le hubiera ayudado.

Severus se encogió de hombros, quitándole importancia.

—He dejado sus cosas encima del escritorio —señaló el mapa y la carta de Lily—. Sírvase un whisky si le apetece. Vuelvo enseguida.

Harry así lo hizo. Sirvió también una copa de brandy para Snape. Después se dejó caer en uno de los sillones orejeros, feliz de poder estirar las piernas cuan largo era. Su compañero de ritual tampoco se hizo esperar mucho y pareció complacido al observar que había una copa de brandy esperándole sobre la mesita junto al sillón que no estaba ocupado. Ambos hombres permanecieron en silencio durante un rato, hasta que éste fue roto por el auror.

—¿Cree que lo hemos logrado? —preguntó— ¿Qué podemos estar tranquilos?

—Yo diría que sí —Severus paladeó su brandy con deleite—. Me hubiera preocupado que el libro no se quemara. Pero ha ardido hasta las cenizas. Esa es una buena señal.

El mago observó cómo Harry fruncía un poco el ceño, como si ese detalle todavía no le convenciera lo suficiente.

—Y… ¿no le parece que ha sido demasiado fácil? —insistió.

Severus suspiró, dejando entrever por primera vez su cansancio.

—Sólo era un libro, Potter, no un horrocrux.

—Cierto —después Harry sonrió, un poco avergonzado—. Supongo que soy un poco paranoico con estas cosas.

—Nadie tiene más derecho que usted —concedió Severus suavemente.

Harry le dio varias vueltas a su vaso antes de formular la pregunta que le estaba quemando la lengua.

—¿Hay alguna posibilidad de que me diga quién se lo entregó?

Aunque la respuesta fue la que ya esperaba.

—Me temo que ninguna.

—Y… ¿cree que podemos esperar alguna otra sorpresa en un futuro? No sé, un caldero chupa almas, una poción secreta para resucitar muertos, ese tipo de cosas…

Severus suspiró. Casi agradecía que Potter volviera a comportarse como Potter. Su cabeza todavía estaba llena de ideas demasiado calientes para su propio bien.

—Olvídese del auror que lleva dentro, relájese y bébase el whisky —gruñó.

—Oh, lo digo por si hay que ir pensando en otro ritual —razonó el auror, en un tonillo que a Severus le pareció un poco burlón—. El año que viene.

—¿Tanto le ha gustado el que hemos realizado hoy? —ironizó el ex profesor.

Harry sonrió.

—Unas partes más que otras…

Severus se llevó la copa a los labios y dio un trago muy, muy largo.



Continuará...





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[1] El athame es una daga ceremonial, generalmente de mango negro, y que tiene una hoja de doble filo, a pesar de que no debe usarse para cortar. Su función es dirigir la energía del brujo, tanto al trazar el círculo de poder, como para realizar un conjuro.


[2] El bolline es un cuchillo más pequeño, de mango blanco, que se utiliza para todo lo que implique cortar o tallar.


[3] Musk (almizcle): afrodisíaco, atracción sensual.
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MensajeTema: Re: Ritual de Samhain - Capítulo IV   Ritual de Samhain - Capítulo IV I_icon_minitimeMiér Nov 23, 2011 2:02 pm

Ains, ese ritual... me tiene en ascuas!!!!
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