La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una noche en la Ópera. Capítulo 3. Snape's Snake

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Snakes
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MensajeTema: Una noche en la Ópera. Capítulo 3. Snape's Snake   Una noche en la Ópera. Capítulo 3. Snape's Snake I_icon_minitimeVie Nov 11, 2011 3:13 pm

sev harry


«Cásate conmigo y nunca más miraré a otro caballo»
Groucho Marx

Capítulo 3.

Habían pasado casi tres semanas. Harry no había dejado de pensar ni un solo día en Snape, y le escribía al menos dos notas diarias que, irremediablemente, acababan en la basura. También quiso enviarle el equivalente en galeones a las 250 libras de beneficios que habían obtenido en el hipódromo, incluso llegando a plantearse el hacerle llegar su propia parte también, ya que todo lo que habían ganado había sido gracias a sus acertadas elecciones, pero no podía evitar pensar que el hombre lo tomaría como un desafío a devolvérselos, así que después de diez o doce tentativas, desistió. Su nueva lechuza, Phineas, acababa, tras cada intento, ululando confusa en su jaula.

Pero Harry debía reconocer que ya había pasado muy malas temporadas anteriormente, tanto en el colegio como en casa. Temporadas en las que se sentía solo e incluso abandonado, pero nunca había experimentado una angustia y un vacío tan intensos como ahora. Las paredes de Grimmauld Place parecían estrecharse cuando él llevaba un tiempo dentro de cualquiera de las múltiples habitaciones, y aunque Snape jamás había estado allí, a veces le parecía que le llegaba un intenso aroma de dulces margaritas que le llenaba el pecho, y le hacía sentirse acompañado, para luego darse cuenta de que no era más que producto de su imaginación. Como en ese mismo momento en que, mientras buscaba un libro con el que entretenerse en los estantes de la biblioteca de los Black, se sentía rodeado por el penetrante aroma de las blancas flores.

—Amo Harry.

El chico dio un respingo al escuchar la voz del elfo Kreacher. Se agarró a una de las baldas y cerró los ojos, con el corazón en un puño.

—Mierda, Kreacher… te he dicho un montón de veces que…

No pudo finalizar la frase debido a la sorpresa. Se había girado hacia la puerta esperando ver al bajito elfo doméstico cuando se topó con la alta y esbelta figura de su antiguo profesor de Pociones.

—Snape…

—Potter —saludó el hombre, inclinando la cabeza.

—¿Qué hace… qué hace aquí? —Le preguntó Harry, intentando que la excitación y el azoramiento no impregnaran cada una de las nerviosas sílabas que salían de su boca.

El hombre no contestó de inmediato, sencillamente miró de soslayo hacia el elfo, esperando que éste se retirara.

—Eehhmm… Kreacher, tráenos el té, ¿quieres?

—Sí, Amo —el pequeño elfo miró con desconfianza al hombre junto a él y se retiró hacia atrás, cerrando la puerta de la biblioteca.

—Siéntese, por favor —el hombre asintió y así lo hizo, tomando asiento en una butaca de estilo rococó junto a una pequeña mesita de té. Por el contrario, Harry no se movió de su sitio, incapaz de confiar en sus propias piernas—. Supongo que ha venido a cobrarse el dinero de las carreras.

La mirada acerada del hombre le indicó que se había equivocado, así que carraspeó incómodo y no dijo nada más. Se quedaron en silencio hasta que el viejo elfo volvió a aparecer con el té.

—Déjalo ahí, Kreacher, yo me encargo —le dijo Harry.

Esperó a que éste abandonara de nuevo la habitación para dirigirse con paso inseguro a la butaca frente a la que se sentaba Snape y servir el té.

—Bien, pues usted dirá —comentó, una vez hubo tomado asiento definitivamente, con una taza en la mano.

Snape no contestó enseguida, cogió su taza de té y se quedó mirando la humeante infusión, como si ésta le fuera a servir de inspiración. Harry estaba a punto de decirle que el futuro sólo podía leerse en los posos cuando el hombre empezó a hablar.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, con lo que asumo que debo haber sido diligentemente sustituido por alguien que usted considera más eficaz que yo a la hora de satisfacerle —sopló sobre su té y se llevó la taza a los labios, ante el gesto confuso de Harry, que se había quedado sin habla tras la declaración—. Verá, tras mi enfado por haber sido vilipendiado del modo en que lo fui, no he podido más que preocuparme por el hecho de no haber recibido noticias suyas.

—¿Estaba usted preocupado? —preguntó con asombro.

—Por supuesto. Es usted un joven muchacho, inexperto en grado sumo, muy influenciable y, como ha quedado patente en muchas ocasiones, insaciable. Si fuera usted una mujer no dudaría en llamarla ninfómana, señor Potter.

—Oiga… —empezó a protestar Harry, pero una mano alzada en señal de que guardara silencio le hizo desistir de seguir hablando.

—En el estado en que se marchó creo que ha podido caer en manos menos responsables por su seguridad que las mías, y es mi obligación moral advertirle al respecto.

—Soy perfectamente capaz de cuidarme yo solito, Snape —el asombro inicial de Harry había dado paso a la indignación—. Lo he hecho durante muchísimos años, por si no se había dado cuenta.

—Por si no se había dado cuenta, estaba usted siempre bajo mi estrecha supervisión.

—Ah, ¿y así es como pretende supervisarme ahora? ¿Follándome en lugares públicos?

Snape dejó su taza sobre el plato con un golpe seco.

—Su lenguaje soez no…

—Estoy en mi casa, Snape, y utilizo el lenguaje que me sale de los huevos —le interrumpió Harry, con los ojos encendidos por la rabia.

El hombre suspiró, mostrando su evidente molestia.

—Yo me limité a complacerle en los lugares a los que me llevaba. Para eso lo hacía, ¿no?

—¿Qué? —Se sorprendió el joven—. Yo no le llevaba a esos sitios para que me… Sólo pretendía que pasáramos tiempo juntos, que nos divirtiéramos.

—Así que, según usted, me resulta divertido contemplar esculturas hechas con boñiga de vaca —se mofó Snape.

—Eso fue una desafortunada elección, lo reconozco —dijo Harry, recordando avergonzado su desastrosa visita al Museo Tate Modern de Arte Contemporáneo—, se trataba de una exposición de arte conceptual y creí que le interesaría.

—Pues ya vio que no —Snape hizo una pausa para coger una galletita, que mordió con aparente deleite—. De cualquier modo, y a pesar de esta nueva situación entre nosotros, quiero que sepa que estoy dispuesto a adaptarme, si es necesario.

—¿Adaptarse? —preguntó Harry con voz ronca.

—Correcto —Snape sorbió su té y dejó la taza sobre el plato—. En la medida de lo posible y, siempre y cuando, sus peticiones no sean descabelladas.

El joven no supo cómo reaccionar, sobre todo sintiéndose observado por la atenta mirada de su ex profesor, fija en su rostro, que intuía debía estar sonrojado a juzgar por el calor que sentía en sus mejillas. Bebió de su té procurando no prestar atención a la quemazón que notó en su lengua cuando entró en contacto con el ardiente líquido, pero soltando la taza de golpe sobre su plato y depositando ambas cosas en la mesilla con demasiada fuerza. A cambio, y por mantenerse ocupado, cogió una galletita de mantequilla, que mordisqueó sin hambre.

—Ya veo que no le interesa —dijo Snape, levantándose con un ágil movimiento—. No le molestaré más. Muchas gracias por el té, señor Potter. Buenas tardes.

Harry se levantó tras él, atragantándose con las migas de su galleta y haciendo oscilar peligrosamente la mesita del té.

—Esp… —carraspeó con fuerza—, espere, Snape.

El hombre, que casi había llegado junto a la puerta, se giró para observarle.

—Siéntese… por favor —Harry hablaba forzando la voz, pero tenía miedo de que el hombre se marchara sin haber podido aclarar el asunto—. Por favor.

Señaló la butaca, invitándole de nuevo a tomar asiento. Snape le miró de hito en hito y finalmente accedió. Harry también volvió a sentarse y cogió su taza de té otra vez. Antes de beber, sopló para enfriar la infusión.

—¿A qué se refiere con descabellado?

—Bueno —el hombre pareció algo incómodo ante la pregunta—, no he pensado excesivamente en eso, pero se puede decidir a medida que vayan sucediéndose sus… solicitudes.

—Habla de sexo, claro —murmuró Harry con un deje de fastidio en su voz.

—Es de lo que va todo esto, ¿no es así? —Snape volvió a agenciarse su taza y la rellenó.

—Sí, ¿cómo no? Pero yo ya no quiero eso —susurró.

—¿Cómo dice?

—Digo que yo ya no quiero eso —repitió más fuerte, y se ganó una mirada ceñuda de Snape.

—¿Ha hecho un voto de celibato, acaso? ¿Una promesa? Porque es el único modo en que sospecho que su pene se mantendría en sus pantalones.

—Usted no me comprende, yo quiero sexo, claro que lo quiero, pero no es lo único que deseo.

—Está bien —Snape se cruzó de brazos, sentado muy rígido y prestándole absoluta atención—, hable abiertamente.

Harry carraspeó y se removió en su butaca antes de hablar.

—Quiero salir con usted.

El aspecto del hombre, confundido, casi le hizo reír. De hecho, se habría reído si no hubiera estado aterrorizado esperando su reacción.

—¿Salir? ¿Adónde?

—Adonde usted quiera —aseguró Harry.

Snape parpadeó y sacudió la cabeza, como si le estuviera molestando un mosquito, para luego volver a parpadear rápidamente.

—Tengo cuarenta años, señor Potter, no pretenderá que a mi edad le haga a usted de novio.

—No pretendo que me “haga” de novio, quiero que lo sea. Y ya de paso, también me gustaría que dejara usted de llamarme “señor Potter”. No me parece lo más apropiado para una pareja.

—¿Pareja? —Snape se levantó, echando chispas por sus ojos negros—. No puede decirlo en serio. Nuestras “citas” han sido un completo desastre.

—Porque íbamos a lugares inapropiados. Decida usted dónde quiere ir y yo…

—¡No vamos a ir a ninguna parte! —Snape hizo un movimiento con los brazos, como para zanjar el tema—. Esto es ridículo, yo… yo no voy a venir a buscarle con una encantadora sonrisa escondida tras un ramo de flores, ni le cogeré de la mano por la calle, ni…

Harry se echó a reír, sin poder contenerse. La imagen de un Snape poniéndole ojitos de cordero degollado había sido demasiado vívida como para ignorarla.

—¿Qué le hace tanta gracia?

—Bueno —contestó el joven cuando pudo al fin resollar—, ¿en serio cree que mi opinión sobre usted es de ese tipo? ¿Cree que le veo como alguien romántico?

Snape frunció los labios, aparentemente disgustado, y se dio la vuelta para dirigirse hacia la ventana, mirando hacia la calle, lluviosa y húmeda.

—Quítese la túnica —le pidió Harry.

—Vaya, así que el “señorito” no está interesado en el sexo pero me pide que me desnude, ¿eh? —Snape se encaró con él, todavía junto a la ventana, y se cruzó de brazos.

—Ya te he dicho que el sexo me interesa. El sexo contigo, para ser más exactos, y ahora quiero que te quites la túnica. ¿O la solicitud te parece descabellada?

El hombre sonrió como si de un animal depredador se tratara, mostrando los dientes y entrecerrando los ojos en una mirada cruel.

—Quizá se lleve una sorpresa, Potter.

—Quizá —Harry se sonrió y se recostó en la butaca, deslizando su verde mirada por el cuerpo de su ex profesor.

Snape se desabrochó la túnica, entreteniéndose en cada uno de sus botones y procurando no separar en ningún momento ambas solapas de la oscura prenda, hasta que finalmente se despojó de ella y la colgó en el perchero que Harry hizo aparecer para él. Miró al chico y su sonrisa, tan segura, pareció flaquear un segundo.

—¿Sorprendido?

—Gratamente —aseguró Harry, contemplando la ropa muggle que el hombre llevaba puesta. Snape, bajo su atenta mirada, no pudo evitar mostrarse algo desconcertado, y el joven se dio cuenta de ello, sonriendo travieso—. ¿Esperabas salir conmigo esta tarde?

Otro rápido parpadeo por parte del ex profesor le indicó al chico que había dado en el clavo. Snape se dio la vuelta, volviendo a fijar sus ojos en la calle, y Harry, gracias al reflejo del cristal de la ventana, pudo apreciar que sonreía. Le pareció encantador que ocultara ese gesto y deseó acercarse al hombre, abrazarle como no se había atrevido a hacerlo en todo el tiempo que le conocía y apoyar la mejilla en su espalda, aspirando su aroma y notando cómo la seda de su camisa le rozaba la piel.

—Nada más lejos de mi intención —aseguró Snape, pero Harry seguía viendo su sonrisa y ahora la notaba en su voz.

—¿Sabes? —Se levantó de su butaca y se colocó al lado del hombre, pero unos pasos por detrás, viendo su propio reflejo en el cristal salpicado de gotas de lluvia—. En el cine Prince Charles hacen doble sesión esta tarde.

Snape gruñó pero no dijo nada.

Un tranvía llamado deseo —siguió diciendo Harry—. Cuando lo leí esta mañana en el periódico pensé que Brando está delicioso en camiseta y además es contemporáneo tuyo.

—El señor Brando por lo menos me dobla la edad, Potter.

—Pero seguro que tú también estás delicioso en camiseta.

Snape se echó a reír y Harry sintió un hormigueo en su bajo vientre que le obligó a dejarse llevar y cumplir con su fantasía de hacía unos minutos: le abrazó desde atrás y apoyó la mejilla en su brazo, para conseguir mirarle a través del cristal frente a ellos y verle alzar una ceja.

—Y no sabes lo mejor —continuó Harry, antes de darle tiempo para prepararse un comentario mordaz—, después ponen Una noche en la Ópera.

El hombre giró el cuerpo en su dirección, quedando frente a frente, y el joven elevó sus ojos hasta los de él, mientras se abrazaba a su estrecha cintura. Por segunda vez aquella tarde Snape sonrió, aunque en esa ocasión no se escondió de ello.

—Potter —negó con la cabeza, divertido.

—Harry —le corrigió.

—Harry —concedió Snape, aún mirándole a los ojos—, así que sigues planeando actividades sin tener mi opinión en cuenta —el joven puso cara de pillo y sonrió de modo encantador, como sólo él era capaz de hacer, obligando al hombre a suspirar sonoramente—. Está bien, ¿y qué tendré que hacer cuando volvamos? ¿Darte un beso en la puerta y marcharme a casa, como un novio enamorado?

—Bueeeeeno, puedes quedarte a dormir aquí, si quieres.

Se quedaron un minuto en silencio, uno perdido en los ojos del otro, hasta que Snape volvió a hablar:

—¿Y qué pasa con mi sustituto?

—¿Qué sustituto? —preguntó Harry, frunciendo el ceño.

—¿Vas a seguir viéndole?

Harry al fin le comprendió y quiso percibir una pizca de inseguridad tras esa pregunta, pero no podía confiar en sus impresiones, porque Snape se había refugiado tras su habitual máscara de impasibilidad. Sonrió, irremediablemente, y tuvo que reprimirse en extremo para no acariciarle el rostro pétreo.

—Debería cortarme la mano para no seguir viéndola —contestó, haciendo danzar los dedos ante los ojos negros de Snape, que los entrecerró con desconfianza— y, tras veinte años con ella, le he cogido aprecio, no lo negaré.

—¿Pretendes hacerme creer que únicamente te has estado masturbando, pequeño depravado?

Harry sonrió más abiertamente aún.

—Ajá —admitió—. Y siempre, siempre, siempre fue pensando en ti —el destello de orgullo en los ojos negros no le dio a Harry lugar a dudas de que Snape se sentía satisfecho con su respuesta—. Además, ¿dónde iba a encontrar yo a alguien que pudiera ser tan cabrón conmigo con tanto estilo?

—Eso es cierto, son muchos años de duro entrenamiento —continuó Snape con su broma—. Aunque uno debe nacer con cierta clase.

El joven asintió con un ruidito de satisfacción y le besó la barbilla. Volvieron a quedarse en silencio, mientras Harry seguía besando, centímetro a centímetro, el cuello del hombre.

—¿Qué dirán tus amigos cuando se enteren de esto? —preguntó Snape, con cierta aprensión en su mirada.

Harry no dudó ni un segundo antes de responder.

—Que estoy loco. ¿Y sabes qué les diré yo? —Snape negó con la cabeza. Harry deslizó una mano por su hombro y se abrazó con fuerza, poniéndose de puntillas, hasta conseguir rozar con sus labios los del hombre, mientras con la otra mano, escondida a su espalda, hacía sonar una bocina.

—¿Así que a partir de ahora deberé llamarte Harpo Potter? —preguntó tras un breve silencio, con una pequeña sonrisa.

—Creo haberte demostrado infinidad de veces que no soy mudo, en absoluto —rió Harry.

Y Snape apagó su risa con un profundo y apasionado beso.


sev FIN harry


Nota final: Quisiera agradecer de nuevo la oportunidad que las chicas de La Mazmorra nos habéis brindado a la gente que, como yo, no es miembro de este foro. Ha sido un honor poder publicar mi historia junto a las vuestras, y además por un motivo tan noble Wink
Sólo lamento no haber sido capaz de relacionar los capítulos entre sí. Lo siento, pero la tecnología muggle no es lo mío Smile


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