Hola Chicas
Les recuerdo o les digo a las que no lo han leido que en este fic Harry es Activo o Seme como quieran decirle. Empiezo a subir mis consentidos aqui.
Resumen:Severus no es el mismo profesor frío y lleno de vitalidad de antes, estando en la peor etapa de su vida, viene a recibir ayuda de una persona inesperada.
Dedicado a Kari Black y Misato Evans
Personajes: Harry Potter, Severus Snape
Géneros: Angustia, General, Poesia, Romance
Advertencias: Chan=Adulto/Menor, Mpreg=Embarazo Masculino, Muerte de un personaje
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Una mirada, dos pasos, tres palabras, cuatro caricias, cinco suspiros, seis emociones, siete besos, ocho sueños, nueve promesas... un amor.
El camino era largo y ya el día se había oscurecido, dando la clara señal que la lluvia se acercaba, pero eso no le preocupaba, él era un mago, uno bastante brillante o lo suficiente bueno para usar un hechizo para repeler el agua; lo menos que preocupaba eran unas simples gotas de lluvia. Metiendo sus manos entre los bolsillos quiso darse calor, el día estaba frío, y sus guantes habían sido olvidados en algún lugar de su casa, en el número 12 de Grimmauld Place.
En esos momentos extrañaba a Hermione, porque ella siempre era la mente inequívoca tras sus pequeños olvidos y errores, la mujer que le hacía ver lo que sus ojos obviaban.
Pero por mucho que ella fuera perfecta y su corazón la adorara con locura; no podía retenerla a su lado, la chica debía ser libre y sus decisiones fueron muy abruptamente tomadas; dolía mucho saberse otra vez solo, porque si era muy cierto que sus amigos nunca le abandonarían y él tampoco los dejaría a ellos, tambien era consciente que, no podía obtener de de Ron y Hermione la clase de amor que necesitaba.
Esa clase de amor, que una vez sintió y tuvo que olvidar…. Daba melancolía ver como su perfecta vida, dándose a notar: su importante trabajo, sus variadas y cada vez más grandes cuantas bancarias, por sobretodo la inmensa y muy ganada popularidad, nada de eso importaba porque él estaba solo.
Siempre pensó que sus únicos problemas luego de abandonar Hogwarts serían chicas y trabajo, pero estaba equivocado. Se había convertido en un hombre ocupado, como era de esperarse de un Inefable, un hombre que no le interesaban las citas duraderas, una persona que dependía del amor de una mujer que solo le veía como su mejor amigo, pero siempre fue, un niño que había sido obligado a crecer, pero no ha olvidar.
La guerra había concluido hace 10 años, cuando era un jovenzuelo de 17 que se sentía muy bien por haber salido bien librado; nunca imaginó que diez años luego, desearía no estar allí, para contarlo.
No era por Hermione, no era por Ron y su aclamado matrimonio, mucho menos por su reciente pelea con Remus; iba más allá de todas las tonterías cotidianas que rondaban su día a día.
Era que desde hace diez años, largos y hasta cierto punto penosos años, no le emocionaba nada, no sentía vergüenza de sus acciones, no vivía alegría verdadera por ver la sonrisa mañanera de Hermione cuando despertaba a su lado, todo por culpa de él. Todo por olvidarlo.
Pero había sido lo correcto por no decir lo necesario, después de todo, ese hombre no merecía sus sentimientos, solo su lástima.
Le era imposible, siempre había sido conciente de ello, por más que los años, que la vida y los sentimientos fueran pasando, Cambiando él siempre iba quererle, porque lo amaba.
Suspiro y siguió su camino por las calles de Grimmauld Place, ya cada vez más cerca de su pocilga; un rinconcito de su mente se quejaba, casi protestando por su propia crítica, era su hogar, solo necesitaba un poco de cariño, un cariño que no estaba en ánimos de dar.
Usualmente era Hermione la que cuidaba de la casa, como su novia, mejor dicho su ex novia, para ella era una bendición más que una obligación; porque la mayoría del tiempo estaba junto a él; pero las cosas eran diferentes, ya no eran más que amigos, las labores, debía volver hacerlas por si mismo.
La siempre bella Hermione, podría ser consideraba una mujer perfecta para cualquiera, menos para él. La conocía demasiado bien para amarla con sus defectos. Amarla como su mejor amiga.
Ahora Ron pronto se unía al club de casados, nadie podría haberle dicho a su amigo que terminaría unido a Fleur Delacour; debía admitir que la mujer era encantadora, realmente se muy amena para conversaciones y sumamente dedicada a su trabajo; era naturalista en el ministerio de magia, por lo cual rara vez se cruzaban, pero cuando se reunía con su joven amigo pelirrojo, ella le acompañaba, luciendo hermosa y sonriente.
Hermione y él habían estado juntos hasta hace muy poco, cuando la chica le confeso que se sentía atraída por su ex compañero de casa Neville y desde hace poco tenían citas a escondidas; pero ella no podía mentir más, debía sincerarse y lo hizo, con eso marcó el fin de una relación de 7 años.
No era que estuviera dolido o molesto con la chica por engañarle, ni siquiera le enfadaba realmente el asunto, porque sería hipocresía decir que estos años él fue un ejemplo de fidelidad, muchas veces había engañado a Hermione, ella lo sabía o eso creía él; nunca se lo reprochó, y por eso la adoraba, porque sabía amar más allá de esos estúpidos parámetros; a pesar de ser estupenda la dejó ir, porque no la amaba como para enfrentar todo por ella, debía sentirse bien por ser sincero pero la soledad nunca era bienvenida.
Estaba en el parque, muy cerca de su casa, era notorio por la oscuridad que rodeaba a la acera. Se detuvo abruptamente al ver como un hombre estaba tirado en el piso, el olor que desprecia daba una clara señal de la cantidad de alcohol que había ingerido. Pero no era eso lo que le preocupaba, si no la daga que estaba en las manos de éste, donde parecía meditar si usarla o no.
De no haberlo reconocido se habría marchado sin más, pero conocía demasiado esas túnicas negras para irse sin buscar ayudarle; porque aun cambiando tanto como lo hizo estos años, era y siempre sería un estúpido Gryffindor.
Se acercó y con voz paciente le habló:
— ¡Vaya! Snape viene a morir a mi vecindario, es un gran detalle; si no hubiera pasado todos estos años buscando la manera de incordiarme, diría que me quiere. –buscando una cautelosa cercanía.
El hombre le miró desde abajo, Harry pudo contemplar como los ojos negros carecían de brillo, como las arrugas estos años se hicieron más notables y por sobre todo lo descuidado que parecía estar el hombre.
—Potter si vine a morir aquí, no tiene nada que ver con cariño. Solo busqué el primer basurero donde caer, lo demás es más fácil. –jugando con la navaja pasándola por su piel, como buscando el lugar más apropiado.
Viendo la indecisión del hombre, busco retarlo.
—Si es tan fácil, hágalo. Acabe con su vida, a nadie va importarle… No espera a Dumbledore… ¿tal vez? –Hiriendo al mayor con sus palabras- No, lo olvidaba usted se encargo de matarlo, usted mató a la única persona que le apreciaba lo suficiente para lamentar su muerte; por mi hágalo, pero no olvide que no será vanagloriado por eso. –buscando seguir su camino a casa, después de todo, no iba rogarle porque viviera.
No había dado tres pasos, cuando sintió que halaban de él hacia atrás y algo filoso era puesto en su cuello, esa voz tan conocida por él, le reprochaba.
—Albus me pidió que lo hiciera, ¡mientras tú, mocoso engreído! jugabas a darle a besitos a la Weasley; yo tenía que pensar como matar al hombre que me había visto crecer y cambiar, a la única persona que me importaba en la vida. –el resentimiento era muy claro en su voz, al igual que el miedo que sentía, porque las frías manos que rodeaban su cuello no dejaban de temblar.
Harry no respondió nada ante esa clara provocación, sabía que Snape tenía razón y era verdaderamente inocente, por algo estaba libre; gracias a él, por declarar a su favor, pero no podía evitar molestarse porque el hombre hubiera tenido el valor de hacerlo.
>>—Debería matarte Potter, siempre has sabido y hablado más de la cuenta. –susurraba en su oído mientras pasaba la daga por su cuello como tentadoramente.
El ojí verde no sabía si disfrutar o sentir miedo, solo atinó a contestarle:
—Hágalo Snape, máteme, lléveme al infierno, pero luego, más tarde o más temprano usted vendrá hacerme compañía y la culpa será demasiado grande, ni siquiera en la muerte estará tranquilo. –volteándose para quedar frente a Snape, quien le miraba como pensando las palabras.
>>—Hágalo, le invito a verme morir por su propia mano. –Harry miró hacia el parque que estaba sumido entre las sombras- Me estaría haciendo un favor. Usted tiene el poco decoro que a mi me falta. Me he vuelto un cobarde.
Snape le miró profundamente por un tiempo; luego bruscamente se distanció y tirando la navaja al piso respondió:
—No Potter, no tengo las agallas. Ya no puedo volver a quitar una vida. Menos usted, por usted pelee, por usted maté a Dumbledore, todo para la paz, todo para que viviera, ¡no sé como puede pedirme que le arrebate la vida! cuando yo me encargué que pudiera conservarla. –explicó el hombre sentándose en el piso derrotado.
Harry siempre había estado conciente de que Snape era incapaz de tocarlo, pero aprovechando la muestra de debilidad del hombre se hincó y le dijo mientras buscaba mirar los ojos negros escondidos bajo el largo cabello, enmarañado y sucio.
—No le daré las gracias. –aclaró Harry sentándose frente al hombre.
—No las esperaba. –Interrumpió el de túnicas negras, enfrentando los ojos del Gryffindor.
—Porque no creo en palabrerías, por lo cual, voy a probarle que estoy agradecido, aunque mi vida sea una miseria, estoy feliz de estar vivo, porque días como hoy, volvemos a recordar nuestros más locos e irrealizables sueños. Solo dígame que desea y así tenga que ir y enfrentarme a otro basilisco será suyo. –apuntó Harry mostrando decisión.
Snape le miró como entendiendo cada una de las palabras y consecuencias que podía traer esa declaración al joven, consecuencias que, por la mirada del muchacho, éste estaba dispuesto a correr.