CAPITULO VI.
El sol de la mañana había comenzado a bañar con su luz los terrenos de Hogwarts, alegres rayos se filtraban por las ventanas del castillo. En la habitación de Harry el calor de un nuevo día iluminaba su cara, al abrir los ojos sintió que como aquel todo en su vida parecía brillar con nueva luz. Despeino su cabellera, se estiro desperezándose, busco a tientas sus anteojos, se los puso y contemplo el cielo que desde la ventana se veía de un limpio azul.
En su boca una sonrisa le iluminaba aun más el rostro, sin embargo, la duda se cruzo en su mente. “¿Y si fue solo un sueño?” se preguntó, no podía esperar hasta después de la cena para averiguarlo, necesitaba una prueba. Se levanto, hurgo entre sus cosas para sacar un pergamino, una pluma y tinta, desgarró un trozo del pergamino y escribió en él.
“¿Esto es real?”
- Dobby – llamo en un susurro mientras doblaba el pedazo de pergamino
- ¿En qué le puedo ser útil, Harry? – dijo a penas apareció.
- Escucha bien – le susurró por lo que el elfo se aproximó para poder escucharlo claramente – llévale esto al profesor Snape, es probable que se moleste, pero dile que yo se lo envío y que es importante que me conteste inmediatamente ¿lo has entendido? – la pequeña criatura le miraba con sus grandes ojos llenos de curiosidad – y no debes decirle a nadie de esto – Dobby movió la cabeza afirmativamente – ahora ve – el elfo chasqueó los dedos y desapareció.
La espera fue más tortuosa que la duda, cada segundo que transcurría se convertía en una eternidad. Le hubiera gustado ir personalmente a corroborar que lo vivido no había sido producto de su imaginación, aunque eso pudiese significarle que aquel profesor lo maldijera por su atrevimiento. Finalmente, el elfo se apareció ante él con un trozo de pergamino doblado, la criatura sonreía.
- Gracias, Dobby – Harry reparó en aquella sonrisa - ¿ha sucedido algo gracioso, Dobby?
- No, señor, Dobby se siente contentó por el profesor Snape – Harry le miro con curiosidad.
-¿Por qué Dobby?
- Le he visto sonreír, por primera vez desde que le conozco y créame que son muchos años. –le confío la criatura.
- Te prohíbo que comentes aquello con alguien más – le dijo severamente, el elfo asintió con la cabeza – gracias, Dobby, puedes retirarte.- El muchacho desdobló la hoja con ansiedad, lo revelado por el elfo solo podía significar que el mensaje ratificaba que su encuentro con Snape la pasada noche había sido real
“Claro que es real, Harry, no vuelvas a ponerlo en duda”
Harry no pudo evitar sonreír ampliamente, leyó varias veces el mensaje. Y a pesar de que tenía una prueba, todo aquello le parecía aun irreal. El profesor con el cual había tenido tantos problemas, al cual había detestado en el transcurso de dos años, el cual siempre le había manifestado animadversión y parecía encontrar razones para castigarlo; ahora, en cambio, algo muy distinto los unía. Leyó nuevamente el mensaje antes de llevárselo al pecho.
- ¿Qué te pasa, Harry? – su pelirrojo amigo había despertado y le pareció extraño el gesto embobado que tenía su rostro.
-¿Ah? Nada – por primera vez maldijo en silencio el hecho de tener que compartir la habitación.
- Te ves feliz… ¿alguna buena noticia? – pregunto al ver que contra el pecho del moreno tenía un pergamino.
- Algo así – respondió, doblo el pergamino y lo metió en el libro que había dejado en su velador- no es nada importante, aun es temprano, sigue durmiendo – Ron obedeció a su amigo, se dio media vuelta y se volvió a quedar dormido.
“Fue verdad, es verdad, es verdad” pensaba con exaltada alegría “¡Severus! Solo quiero estar contigo” Se vistió, guardo el libro en su bolsón y bajo a la sala común. Para su sorpresa, Hermione estaba allí, leyendo junto a una ventana; al escuchar unos pasos dirigió la mirada a la escalera que conducía a los dormitorios, se sorprendió al ver a su amigo.
- Harry, ¿Qué haces levantado tan temprano? – pregunto con curiosidad.
- No tenía muchas ganas de seguir acostado – le contesto mientras se aproximaba - ¿Qué lees?
- Runas – contesto. Harry fue a sentarse al sillón que estaba frente a la chimenea. La castaña lo siguió sentándose a su lado - ¡Que extraño! – olfateo buscando la fuente del aroma que había percibido – me parece haber sentido el aroma de Snape – agregó.
- ¿Qué aroma es ese? – preguntó algo atemorizado.
- No sé con exactitud, siempre he pensado que se le impregnan los aromas de las pociones, pero este aroma es agradable, casi sensual… ¿Qué poción preparaste ayer? – la repentina pregunta le sorprendió – tal vez eres tu el que huele así – se acerco y olfateo el aroma de su ropa- lo sabía, eres tu… cuéntame, ¿Qué hiciste?
- Creo que fue una pócima de atracción – respondió quitándole importancia.
- ¿Un afrodisiaco?
- No lo recuerdo, Hermione, estaba agotado – no le gustaba tener que mentirle a su amiga.
- Esta bien, no insistiré – la muchacha volvió a su lectura. Harry sacó de su morral el libro, lo abrió donde tenía el mensaje, fingió leer el libro sin embargo leyó la breve misiva y se sumergió en los recuerdos de la pasada noche.
- Estoy listo para desayunar – la voz de Ron saco a sus amigos de sus respectivas actividades, guardaron sus cosas y bajaron al comedor.
En la entrada del amplio salón estaba Draco, apoyado en el muro en una pose seductora, cuando el trío dorado al verlo se extraño, aquello solo podía significar que buscaba causar problemas. Cuando Harry pasó por su lado le siguió con la mirada y luego los pasos, al caminar tras él percibió un aroma que le era familiar; sintió un extraño cosquilleo recorrerle por completo, lo cual provoco sentimientos de confusión en el rubio Slytherin.
Severus desde su puesto en la mesa de profesores había vigilado la puerta del salón, por lo que había visto la escena. Sin embargo, no le prestó mayor atención a los gestos del chico Malfoy; sus ojos estaban sobre el radiante Harry Potter, quien al encontrar su mirada sonrió ampliamente y se sonrojo un poco. El pocionista oculto la sonrisa de su boca bebiendo su jugo. “Severus, controla tus emociones… ¡Por Merlín, que hermoso se ve hoy!” pensaba mientras contemplaba aquella sonrisa de alegría.
- ¿Que es tan divertido, Harry? – pregunto Ron que observaba que tras cada cucharada de su desayuno o de cada bocadillo una tonta sonrisa se dibujaba en su rostro.
- Nada – le respondió el moreno.
- Ha estado así desde la mañana – agregó Hermione.
- ¿A que se refieren? – aún brillándole los ojos de alegría aunque esforzándose por no sonreír.
- Con cara de bobo – le respondió su pelirrojo amigo
- Es como si estuvieras enamorado – dijo la castaña, Harry se atoro con su jugo. “¿Cómo evito ser tan obvio?” se pregunto con angustia el moreno.
-¿Enamorado? ¿De dónde sacan esas cosas? – fingió reírse del asunto pero al parecer no fue lo suficientemente convincente.
- Tal vez sea la poción que preparaste ayer con Snape – planteo la trigueña – tal vez hiciste una poción de amor.
- Pero esas pociones son muy fuertes, Hermione – reparó Ron.
- Solo si lo bebes, pero tal vez sus vapores tengan algún tipo de efecto en quienes lo preparan o lo aspiran – la teoría de la castaña era bastante convincente, aunque Harry sabía que no habían preparado ninguna poción y que sus gestos eran resultado de algo más potente que la magia – más tarde iré a la biblioteca y lo averiguare.
- Algo me parece extraño, Harry – empezó a decir el pelirrojo.
- ¿Qué?
- ¿Por qué Snape te enseñaría a preparar un filtro de amor? – dicho esto el moreno se sintió atrapado – Esos temas no parecen interesarle.
- Está enamorado – afirmo Hermione – pero no es correspondido.
- Eso es ridículo, Hermione – exclamo Ron
- Recuerda lo que Harry sospechaba, que estaba triste por algún motivo… debe ser eso, está desesperado… - argumento la castaña leona.
- No, Hermione, aunque estuviese desesperado, no se arriesgaría a que un alumno preparase un filtro… el mismo lo haría, tal vez solo me probaba – argumento Harry.
- Por suerte solo te quedan dos clases – le recordó Ron.
- Si – su voz no sonó muy entusiasta; “no tendré mas excusas para verlo en su mazmorra” pensó con pesadumbre.
La clase de Historia de la Magia era sin duda la clase más aburrida de todas, Ron gustaba de dibujar lo que el profesor- fantasma les relataba y darles movimiento, era un buen método para poder recordar tanta información sin desfallecer en el intento, Hermione con lo metódica que era tomaba apuntes, mientras Harry llevaba su mente hasta el salón de pociones. Desde no muy lejos, Draco observaba al moreno Griffindor.
“Muy bien, Draco, busca algo en San Potter; si debo actuar como enamorado debo tener argumentos. Ya había visto que sus ojos son de un hermoso verde. Ese cabello…parece una escoba mal cuidada, desechado. Su piel, parece ser suave, es blanca y perfecta, eso me sirve. La boca… ojala fuera la de Snape, los labios carnosos de Severus… los labios de Potter son delgados, aunque tiene una bonita sonrisa… creo que es mejor que lo considere. ¿Qué más?... creo que es suficiente, no quiero que me interese” meditaba el rubio Malfoy contemplando a Harry.
El moreno se sintió observado, al voltear encontró los grises ojos del Slytherin quien al ser descubierto no pudo evitar sonrojarse y desviar la mirada hacia el profesor. “¿Qué haces Draco? Debías hacer todo lo contrario, afrontar las cosas para que resulten, ¿a que vino esa muestra de timidez?... aunque ahora de verdad crea que me interesa” pensaba el rubio muchacho, finalmente sonrió triunfante. Por su lado, Harry se preguntaba “¿Le gusto a Draco?... es imposible, él y yo nos odiamos” sin pensar más en el rubio Malfoy sus pensamientos vagaron hacia la mazmorra recordando cada detalle de lo vivido con Severus, en sus labios aquella sonrisa llena de ilusión se dibujo en su rostro.
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A la hora de almuerzo, todo ocurría con normalidad. Hermione, Ron y Harry conversaban animadamente, interrumpida por las graciosas ocurrencias del pelirrojo. Mientras un platinado Draco Malfoy avanzaba con determinación hacia la mesa donde estaba los tres leones, y se paraba frente al moreno. Este algo confundido miró al rubio esperando que este le dijera algo, para variar desagradable.
- ¿Qué quieres, Malfoy? – pregunto Ron.
- Me pidieron que te entregara esto – respondió el Slytherin, y antes de que pudiera preguntar algo este se retiro a su mesa.
Harry había recibido el papel, Y sin pensar de quien pudiera ser lo leyó.
“Te espero después del almuerzo en la sala de menesteres del 5º piso”
Sus amigos leyeron por sobre el hombro de Harry, ¿Qué podía ser aquello? Pensaron ambos, temiendo que se tratase de una broma del rubio Malfoy.
- Nadie lo firma – dijo Hermione - ¿tienes alguna idea de quién puede ser?
- No – respondió aunque sospechaba que se trataba de Snape, pero la caligrafía era distinta, tal vez estaba nervioso cuando lo escribió.
- Podría ser una broma de Malfoy – acotó Ron.
- Sea quien sea, debo ir – respondió Harry, si se trataba de su profesor el asunto era demasiado importante - ¿Cuál es la sala de menesteres? ¿no la conozco?
- Es una sala que aparece para quienes la necesitan – le respondió George que escuchaba con atención lo que estaban conversando – solo debes pensar en lo que necesitas y aparecerá.
- Bien… entonces iré – dijo con determinación.
Cuando hubo acabado su comida se puso en pie y se dirigió directamente al quinto piso, pero la dificultad que presentaba aquella sala era que no sabía donde aparecía en aquel piso. Siguiendo las palabras que George le había dicho comenzó a pensar en lo que necesitaba “Necesito reunirme con Snape” pensaba pasando ante los muros que había allí, pero nada sucedía. “Encontrar la sala donde esta Severus” probó pensando aquello, que se trataba de una persona más cercana. Cerró los ojos concentrándose.
- Potter – la voz de Snape le hizo abrir los ojos - ¿Qué hace ahí con los ojos cerrados?
- No fue mi intención tardar, pero no he podido encontrar la sala… - se detuvo al ver el gesto de extrañeza de su profesor.
- ¿Tardar para qué, Potter? ¿Qué demonios está hablando? – intentaba entender y mostrarse distante.
- Pensé que usted… - Harry sacó de su túnica el papel que le diera Draco – me envió esto.
- No – leyó el mensaje - ¿Quién te lo ha dado?
- Draco Malfoy
- ¿Te dijo que era yo quien te lo enviaba? – el muchacho negó con la cabeza, mientras se sentía apenado y furioso - ¿Qué te hizo pensar que era yo?
- No sé – dijo bajando la cabeza.
- Ya tiene la hora de su castigo, no pienso cambiarla menos a una sala que no existe, Potter – le dijo con severidad – en cuanto a Malfoy, ya hablaré con él – “¿Qué se trae entre manos ese caprichoso mocoso que tengo por ahijado?” pensó – ahora váyase, pronto tendrá clases.
- Sí, señor – entendía que debía fingir que la relación que tenia con Snape era solamente de profesor-alumno, pero le era difícil porque quería corroborar que lo vivido junto a aquel hombre era real. Cuando se hubo alejado, sacó su libro abriéndolo donde estaba el mensaje que Severus le había enviado aquella mañana, suspiro.
El profesor vio como el moreno muchacho se alejaba, al ver que estaba fuera de su vista, miro el muro. “Encontrar a Draco Malfoy” pensó, en unos pocos minutos una puerta apareció en la muralla, sin dudar la abrió y entró, el rubio Slytherin se sorprendió de verlo.
-¿Qué hace aquí? – preguntó molesto, aunque luego pensó que aquello podría ser más beneficioso.
- Tenías intención de reunirte con Potter, ¿con que propósito? – le inquirió observando que en la habitación había una cama – aunque tal vez lo pueda adivinar – señalando el comprometedor mueble.
- A ti no te interesa – le dijo fingiendo molestia.
- Sigo siendo tu profesor y además tu padrino, Draco
- No me importa, solo me importa que arruinaras mis planes – volvió a hablar con tono de enfado
- ¿Con Potter?
- Si
- Ilústrame, Draco, ¿Qué planes tenias?- preguntó con curiosidad por el repentino interés del rubio por el moreno Griffindor.
- Convertirlo en mi novio – dijo sin rodeos, esperando que el pocionista se enfadara.
- Vaya que voluble eres, Draco, primero yo y ahora Potter en menos de una semana – le dedico una sonrisa burlona.
- Tu eres un caso perdido, en unos años más estaré en mi mejor momento y tu serás un despojo de persona, agria y miserable – a Snape le dolió en parte las palabras de Draco – en cambio, Harry Potter promete ser un verdadero Adonis, no me había dado cuenta pero es en extremo deseable y lo quiero para mí – estás palabras fueron más efectivas, pues el rostro del profesor se endureció.
- No lo permitiré – dijo con su voz cargada de enojo – ni tu familia.
- Me da igual, él será mío, aunque tenga que pasar por sobre todo el mundo – dijo con convicción para probar el grado de odio que su padrino sentía por Harry.
- El te rechazara, Draco, desde se conocen se han detestado y no va a cambiar porque a ti te dé la gana… es un asunto que no puedes forzar – lo que en verdad Snape sentía era un terrible temor de que su ahijado con su juventud y belleza pudiera conquistar al moreno Griffindor.
- No me hagas reír – lo miro con desprecio – no sabes nada del amor y no tengo porque oírte – sin decir más se marchó.
El profesor de pociones siguió a Draco, quien se alejaba con rapidez.
- ¡Draco! – le llamó, en una curva chocó con Lupin.
- ¿Atrasado a tu clase, Severus? – le preguntó el licántropo.
- No… - miró a Lupin - ¡Merlín! Esto lo pagara caro… - dijo mientras se alejaba hacia las mazmorras, había olvidado que el periodo de descanso había culminado y estaba atrasado para dictar su clase al grupo de quinto año.
- ¿Qué tiene ese Snape? – pensó en voz alta Remus, pero no le dio mayor importancia y continuo su camino
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La hora del “castigo” de Harry había llegado, raras sensaciones le recorrían mientras se dirigía a la mazmorra de Snape. En aquella ocasión debía lograr que su profesor le dijera cuáles eran sus sentimientos. Iba a golpear la puerta cuando una mano se posó en su hombro, volteó pensando que era el pocionista, para su asombro era el rubio Slytherin
- ¡Malfoy! – el muchacho le miraba disgustado.
- Potter, te estuve esperando – le dijo aproximándose mirándolo a los ojos.
- ¿Qué? – “era tuyo el mensaje” pensó.
- Necesitaba hablar contigo en privado – se aproximo aun más, a lo cual Harry retrocedió viéndose acorralado por la puerta del despacho de profesor Snape.
- Pues yo no, Malfoy – el rubio se aproximo lo que más pudo al Griffindor – no me interesa lo que tengas que decirme.
- No diré nada entonces – aproximo su rostro al del moreno, pero Harry reaccionó alejándolo con sus brazos
- ¿Qué haces Malfoy? – no podía creer que su némesis estuviera en plan de conquista con él.
- No es obvio, quiero besarte – tomo de las muñecas al joven león y las puso por sobre la cabeza de su presa contra la puerta.
- ¡Suéltame, Malfoy! – gritó desesperado, repentinamente la puerta se abrió, Harry y Draco cayeron al suelo, quedando este ultimo sobre el otro, el profesor de pociones comprendió lo que sucedía, los jóvenes se pusieron en pie con rapidez, el rubio miró con odio al mayor y se retiro corriendo. El moreno deseaba agradecerle a su salvador.
- Cierre la puerta, Potter – el muchacho solo obedeció - ¿Qué fue lo que ocurrió? – le preguntó estando de pie frente al moreno.
- Malfoy me dijo que me estuvo esperando, era de él el mensaje – el mago mayor ya lo sabía – que quería conversar conmigo, le dije que yo no y no me importaba – Severus sintió una súbita alegría al oír aquello – entonces intento besarme.
- ¿Tienes alguna idea de la razón de su súbito interés por ti?
- Ni idea – respondió deseando que la conversación con el mayor sobre Draco Malfoy acabara y lo llevara a su habitación
- Siéntate, Potter – le indico una silla, el chico lo hizo lo que le indico algo confundido por el cambio en su trato.
- ¿Sucede algo, Sev? – el profesor sintió su pecho agitarse al escuchar cómo le nombraba el niño
- Llámeme profesor o señor, Potter – el ojiverde sentía que el pecho se le oprimía si él seguía tratándolo con tanta distancia – Tengo algo muy importante que decirle… - no era lo que deseaba pero después de la conversación con su ahijado en la sala de menesteres, creía que era lo correcto – lo que ha sucedido entre usted y yo, simplemente, no es posible – dijo sin mirar al moreno.
- ¿Por qué? – preguntó con el corazón galopando con furia.
- Porque soy tu maestro, y usted es solo un niño – el corazón del mayor también comenzó a cabalgar.
- Pero me dijo que era real, escribió que no dudará de ello – no entendía como había cambiado de parecer.
- Pero nuestras diferencias nos separan, Potter – dijo con pesar.
- ¡A mí no me importa! ¿Por qué a ti sí? – sentía que las lagrimas surgirían en cualquier momento.
- Porque no me conoces, no sabes quién soy, no te imaginas al peligro que te expones – el profesor se arrodillo delante del muchacho y lo miro a los ojos – me importas demasiado para que algo te suceda por mi culpa y no puedo decirte más – se puso en pie y se aparto del muchacho – puede irse, su castigo ha concluido, no tiene que volver mañana – vio que Harry se ponía en pie, se volteó para no verlo irse. Repentinamente sintió que le jalaban de la túnica y se giro para mirar al muchacho.
- Si ha de ser mi último día de castigo, quisiera… - el hombre lo miraba perplejo, el niño se aproximo lo que más pudo y levantando el rostro a su profesor – un último beso – y antes que protestara aproximo sus labios al del mayor de manera suave, a ambos se les escapo una lagrima mientras aquel beso se prolongaba en una angustiosa búsqueda. Severus intentaba rehusarse a aquel cálido beso pero no podía, era tan delicioso y sería el último. Harry lamió los labios del hombre, mordió el labio inferior suavemente logrando que el mago deseara más de aquella boca, robarle hasta el aliento si era posible. Los labios del moreno mayor buscaron con desesperación los del joven, introduciendo su lengua en la cálida boca del niño-que-vivió, explorando, degustando de ella con desesperación logrando que del pecho del chico se escaparan suspiros. El hombre repentinamente se apartó y luego soltó al muchacho.
- Ahora váyase, Potter – le dijo casi en un susurro. El muchacho salió de la sala con la mayor rapidez y corrió a su sala común, sin detenerse subió a su cuarto y se tiro sobre su cama ahogando su llanto sobre la almohada. Atrás había dejado un abatido profesor que por cuyas mejillas rodaban abundantes lágrimas.
“No merezco que me quieras, Harry, no tengo nada que ofrecerte… tan solo soy un hombre agrio y miserable” pensó mientras se dejaba caer en su silla “No te merezco”.