CAPITULO III
Lo que quedaba del resto del fin de semana, es decir, el domingo Harry se dedicó a terminar sus deberes académicos junto a sus amigos. Se mantuvo tan ocupado en ello que no tuvo tiempo para pensar en Snape, al menos no con tanta obstinación como los días anteriores y además que aquel profesor le había pedido que no se sintiera triste por él, en su interior aquella petición y promesa encendieron una especial llama que templaba su alma. Durante las comidas solo le dirigió una mirada para asegurarse que estaba bien y no había sido producto de su imaginación aquella conversación, una vez que se cercioraba que estaba bien volvía a retomar las amenas conversaciones con sus amigos.
Como cada lunes, la clase de Pociones era un dolor de cabeza para los tres Griffindor, pero Harry tenía la certeza de que Snape tendría un trato distinto ahora, por lo que bajo a la mazmorra con una sonrisa en la cara. Al iniciar la clase Severus se comportó como siempre, siendo un plomo con todo el mundo y aún más con Potter, quien en su desconcierto arruinaba la poción que preparaba.
- Potter, ¿hasta cuando se seguirá empeñando en hacer un desastre en mi clase? – la mirada oscura y segura del profesor estaban clavados en los verdes del joven Griffindor.
- Tal vez hasta cuando usted se decida a enseñar de verdad, profesor – sabía que Snape no esperaba que le respondiera, los ojos de aquel hombre brillaron de un modo que no conocía, su boca hizo un gesto extraño, luego frunció el ceño y se acerco a Harry envolviéndose en su túnica.
- Así que cree que no soy bueno enseñando, primero cinco puntos menos por su falta de respeto, y ya que no son suficientes estas clases, tendrá clase extra todos los días de esta semana, a las 7 en punto. –al muchacho le pareció ver en sus labios una sonrisa.
- Pero profesor, no puede dejarme castigado toda la semana, tenemos practica de quiddicht y…
- Sabe bien que no hay excusa que valga – se alejo dejando a Harry con malhumor, Snape seguía siendo el mismo de siempre.
-¿Por qué le hablaste así a Snape? – le pregunto Hermione, una vez que estuvieron en la sala común.
- Me provoco
- Siempre tiene un motivo para provocarte – le indico Ron – tienes que aprender a cerrar la boca o tendrás un record de castigos con Snape – bromeo, los tres rieron. Harry sentía que todo volvía a ser como siempre.
- ¿Aun crees que se siente triste, Harry? – pregunto Hermione, notando que su amigo no había mencionado aquello durante varios días.
- No, creo que malinterprete sus gestos, si estuviera acongojado por algo no creo que tenga ganas de castigar a alguien mucho menos a mi – fue su respuesta y se daba cuenta que lo protegía.
- Veo que te ha vuelto la cordura, amigo – señalo su pelirrojo amigo – por un momento llegue a pensar que te interesaba de algún modo – hizo un gesto de asco, sus amigos volvieron a reír, pero Harry no pudo evitar pensar en las palabras de su amigo. El mismo había reconocido a Snape que le interesaba, y pensaba que tal vez su mal humor de aquel día se había debido a que él, Harry, había dejado de mostrarse particularmente preocupado, sin embargo, eso era lo que quería su profesor, no estaba seguro.
- ¿En qué piensas, Harry? – Hermione le saco de sus meditaciones – pareces preocupado.
- No es nada –reviso su horario- vamos chicos, la clase de Hagrid está por comenzar – señaló a sus amigos.
- Me gustaría que nuestro gigante amigo no fuera tan excéntrico con las criaturas que nos enseña – se quejo Ron. Sin más palabras se pusieron en marcha.
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La hora señalada por el profesor Snape, para el castigo de Harry, había llegado. Pero había decidido demorar su llegada a la mazmorra. Sabía que eso molestaría a aquel mago pero creía que debía mostrarse como era antes de que le obligara a hablar de sus sentimientos. Al golpear, le abrió un muy enfadado maestro.
- Potter, espero que en las siguientes clases no se atreva a llegar atrasado – le dijo usando la más odiosa voz.- Entre – el muchacho entro con tranquila seguridad, el profesor cerró la puerta de un golpe; era evidente que estaba más que molesto – siéntese – Harry obedeció y el profesor se paro delante de él apoyándose en la mesa de su escritorio. Su porte arrogante, elegante y seguro dejó al joven león asombrado, no podía negar que era un hombre atractivo, su halo de misterio lo volvía interesante y esa inquebrantable personalidad eran motivos de sobra para admirarle. “¡Snape es un hombre!” se regañaba a si mismo Harry - ¿Qué pretende, Potter? – le pregunto observándolo fijamente
- ¿Sobre qué, profesor? – no entendía
- ¿A qué se debió lo sucedido en clases? – la mirada penetrante de su profesor poco a poco le volvía a inquietar.
- A nada en particular, profesor – sin embargo, Harry sabía que le había molestado que Snape le tratase como si nada hubiese pasado.
- Espero que entienda que no me gustan los favoritismos, por lo que espero que no piense que mi trato va a cambiar para con usted después de lo que hablamos hace unos días – las palabras de su profesor fueron como pequeños golpes en su pecho.
- Entiendo que no tenga favoritismos, pero ¿Por qué no puede dejar de ser tan irónico y cruel conmigo? ¿O piensa que puede ocultarse en el disfraz de profesor intolerante e intransigente?- Harry no tenia ánimos de ser sumiso estando a solas con Severus.
- No necesito ocultarme, señor Potter, menos de usted – ambos varones tenían su respiración agitada y la discusión recién se iniciaba – Debo entender que su propósito entonces era llamar mi atención, arruinando sus pociones.
- No haría un desastre en sus clases si usted fuera más considerado y comprensivo, siempre me critica… He hecho cosas que todos consideran que son excepcionales pero usted… solo se burla de mis debilidades- el chico de ojos verdes se puso de pie frente a su profesor mirándolo a los ojos, pero esta vez con seguridad. – No creo que necesite llamar su atención, no estaría aquí si me ignorase, eso quiere decir que siempre he tenido sus ojos sobre mi – Harry avanzo un paso hacia su profesor.
- Es usted, Potter, quien no me ha permitido evitarlo – no podía admitir que así había sido durante esos años que le había tenido como alumno.- y como le he dicho no hare ninguna diferencia en mi trato – el niño quería rebatir pero no encontraba argumentos – y ya que parece que ha quedado claro, iniciemos las clases extras – con un movimiento de su varita desplazo una mesa con un caldero y todo lo necesario para trabajar – trabajara en la poción de hoy, sabe cuáles son los ingredientes y las medidas…
- Profesor – interrumpió – hoy no quise decir que era un mal maestro – la idea de que aquella clase particular fuera igual al de la mañana le parecía desalentador además que esperaba poder librarse para asistir a las prácticas de quidditch.
- Acepto sus disculpas, Potter, pero no se librara de las clases de esta semana –el maduro mago vio el gesto de desanimo en su alumno – empecemos con el trabajo. Primero, Potter, dispone de los ingredientes en el orden en que los necesitaras y pon atención a lo que haces. – la voz de Snape no era tan dura como de costumbre y aquellas indicaciones solo sugerían que quería que mejorase en su trabajo, Harry no pudo evitar sentirse entusiasmado – no necesita más ayuda, cuando termine llame a aquella puerta, bueno usted ya sabe.
Sin decir más el maestro de pociones se retiro. Harry se puso manos a las obra, puso su mayor y mejor esfuerzo para seguir al pie de la letra la receta de la poción que habían estado trabajando en clases. Tras una hora de arduo trabajo, llamó a la puerta. El pocionista salió para revisar el resultado.
- Muy bien, Potter, no lo arruino – dijo en tono sarcástico, los ojos del muchacho brillaron con algo de molestia – a decir verdad, su poción es perfecta, me sorprende. ¿Por qué ahora pudo realizarlo?
- Me ayudo que estaba solo y las indicaciones que me dio – respondió Potter - ¿Por qué no lo hizo en la clase? ¿Por qué siempre tiene que mostrarse tan detestable? – sabía que sus palabras podrían molestar a Snape pero no quería pasar la oportunidad de ser honesto.
- Nadie cuestiona mis procedimientos, Potter, menos mis alumnos… estas clases son simplemente para demostrarle que usted es capaz – la voz de aquel serio mago era tranquila – ahora retírese, pronto será hora de cenar… y mañana a las siete en punto.
- Sí, señor – Harry salió sintiéndose satisfecho pero algo se alborotaba en su mente.
Snape tomo el frasco que Harry había llenado y lo etiqueto poniendo el apellido de su alumno. Se sentía orgulloso con el resultado de aquella particular clase. Algo también en su mente se agitaba.
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En la sala común de Griffindor, tirado sobre su cama momentos antes de la cena, Harry se sumergía en sus meditaciones. “Snape… no sé porque me interesa tanto, sus ojos transmiten una energía que no recuerdo haber visto en nadie, es una mirada fuerte, intensa, misteriosa… en realidad, el se mueve con seguridad, por algo mis compañeros vacilan bajo su presencia, pareciera que nunca duda. ¿puedo reconocer o admitir que es un tipo atractivo e interesante? ¿Cuántas mujeres u hombres podrían enamorarse de él? Creo que muy pocos que lo quieran admitir, no debe ser sencillo ser rechazado por una persona como él. Hay algo que tengo que admitir, si ha cambiado su trato… pero no de manera pública, en su despacho no me grito cuando le dije lo que pensaba. No puedo esperar a la clase de mañana”
*****************************************************************En su habitación, Snape trataba de leer “El Profeta” de aquel día pero su mente se distraía al recordar el gozo que experimento al ver que Harry había realizado con éxito aquella poción. “Harry Potter, te has vuelto una caja de pandora. Aun no me olvido de tus lagrimas, me asombro aquella sensibilidad… que ni siquiera yo sea indiferente a ella, pero ¿Por qué? Es claro que esperaba que le tratara con mayor amabilidad, tal vez lo hubiera hecho pero estos mocosos gustan de inventar cualquier cosa para alimentar sus conventilleos. Pero finalmente ha tenido sus beneficios, he podido demostrarle de alguna manera que puedo ayudarlo… aunque no se dé cuenta. Si bien se parece mucho a James Potter, no puedo negar que es un niño encantador…”se sonrió divertido recordando cuando lo obligo a salir desnudo, de aquella misma habitación, luego se sintió en cierta manera culpable. “Basta, Severus, no te encariñes tanto con el chico Potter, debes mantener la relación profesor alumno controlada; aunque sus ojos cada vez que me miran veo la misma dulzura que en los de su madre…” lanzó un sonoro suspiro, se puso de pie y salió en dirección al gran comedor.
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