Resumen:Respuesta al reto de La Mazmorra del Snarry llamado “Ocho años sin ti”. Harry creyó que no era suficientemente bueno para Severus y le pidió que se fuera, marchándose de Inglaterra para olvidarse de él. Ocho años después, Harry regresa para intentar recuperar el amor que él mismo perdió. ¿Podrá recuperarlo? ¿O Severus estará demasiado dolido? ¿Qué pasará con los temores que Severus guarda en su interior? Las respuestas dentro.
Pairing: Harry Potter, Severus Snape
Géneros: Angustia, Romance, Songfic
Advertencias: Contenido Hetero, Tortura, Violacion/Non-Con, Violencia
Notas: Respuesta al Reto "Ocho años sin ti". LINK a Slasheaven______
CAPÍTULO 1: UNA NOCHE, UNA DECISIÓNEra la última semana de Julio. Eso significaba que se aproximaba la tan temida fecha: el treinta y uno. Años atrás esa fecha significaba que aún seguía vivo, que aún seguía ahí, cumpliendo años. Pero ahora sólo un número se le aparecía en la mente esos días: Ocho. Ocho largos y tediosos años desde que le había pedido que le dejara porque él no tenía fuerzas para hacerlo.
Cerró los ojos, dejando que el suave crepitar de la chimenea le condujera por recuerdos que durante el día se obligaba a mantener ocultos bajo su máscara de felicidad absoluta.
Los días pasan y tú no estás aquí. Todo estaba tan bien, todo, tú y yo… Vete... *
Ciertamente, los días parecían todos iguales. Nada cambiaba en absoluto, su vida era monótona y él se obligaba a que así fuera. Pero en su fuero interno sabía que su corazón seguía palpitando por una sola persona, por una sola. Por él…
Hazlo por ti y por mí, yo no podría, no me atrevería… todo, tú y yo… Vete… **
Severus… ese nombre se había repetido en su mente durante todo ese tiempo, no importaba cuánto intentara convencerse de que era mejor así. De que era mejor estar separados. De que Severus se merecía rehacer su vida sin él.
Suspiró casi imperceptiblemente. Muchas veces había deseado volver. Coger su baúl, aparecerse en Hogwarts, saltar a los brazos de aquél hombre que le amó hace tanto tiempo y pedirle que le volviera a amar como antes, que no podía vivir sin él, que su corazón se hundía en la desesperación cada vez que pensaba en él, que la soledad apretaba cada día su corazón sonsacándole cada gota de sangre que habitaba en su cuerpo. Pero no tenía derecho a hacerlo. Él mismo le había echado de su vida, no podía volver como si nada.
¡Vete! Vayámonos, abandonémonos, no intentes entenderlo… ¿Por qué no podemos continuar así?***
Eso es lo que le preguntó al pedirle que se fuera. ¿Por qué? Fue una única pregunta, las últimas palabras que oyó de su amado profesor de Pociones. El joven negó con la cabeza y Severus lo aceptó sin ni siquiera luchar. Eso confundió al Gryffindor; había pensado que Severus se enfadaría, que gritaría y que le exigiría que le diera una razón por tan repentina decisión. Pero no lo hizo, simplemente suspiró y agarrando sus cosas se fue de su casa y de su vida, hasta entonces. Y siempre, esos días y sobre todo ese 31 de Julio, siempre le ocurría lo mismo. Volvía a rememorar esos últimos instantes con él, las últimas caricias que le prodigó, la última noche que pasaron juntos. La última vez que le besó. La última vez que sintió que su corazón se desfallecía de la intensidad de la mirada del profesor. Siempre Severus, siempre él.
Y de nuevo, como cada año durante esos días, sus ojos se aguaron ante los recuerdos que le acechaban. Siempre intentaba mantener los recuerdos a raya, pero esos días estaba particularmente sensible. Y cuando llegaba a casa después de su trabajo como vendedor de ingredientes para pociones, siempre terminaba llorando. Sus labios se curvaron en una media sonrisa, en mitad de sus lágrimas: ¿quién se lo iba a decir? Siempre había sido un inepto para las pociones, y ahora sin embargo era dependiente en una tienda de ingredientes para ellas. Casi sin darse cuenta fue recordando prácticamente todo lo que había aprendido en esos años en Hogwarts, dándose cuenta de que aunque cuando estudiaba quisiera negarlo, Severus era un muy buen profesor, pues había conseguido enseñarle muy bien todo lo que se tenía que saber para poder hacer una poción mínimamente correcta. Fue una casualidad que su vecino en el bloque de pisos donde se había instalado en Barcelona fuera no tan sólo mago, sino dueño de una tienda de ingredientes para pociones, entre otras cosas. Las pocas veces que hablaron, el mago comprendió que Harry tenía una capacidad innata para recordar las propiedades de muchos ingredientes, cosa muy útil cuando se era fabricante de pociones o se dedicaba a este arte. Así que le ofreció trabajar como dependiente de su tienda, y Harry aceptó. Al principio le costó, porque muchos ingredientes - como el bezoar - le recordaban a Severus, pero fue acostumbrándose. Y así Harry sentía que estaba ligado a Severus, aunque estuvieran separados.
Jimmy, que así se hacía llamar el joven, no sabía qué había ocurrido y en realidad sabían poco el uno del otro. Se trataban muy cordialmente pero Harry no había encontrado prudente comenzar una amistad con él, sobre todo cuando se conocieron. Voldemort había sido derrotado gracias al increíble poder de Harry hacía pocos meses, y aún no se sabía en quién podías confiar. Quedaban sueltos muchos mortífagos y aliados de Voldemort y no sólo por la Gran Bretaña, en otros países también, incluido España. Por eso Harry no se atrevió a decir quién era realmente, y se inventó un nombre. Adam Borough se hacía llamar. Jimmy, quién no sospechaba absolutamente nada de la verdadera identidad de Harry, intuía que algo había ocurrido para que cada 31 de Julio Harry estuviera irritado y melancólico, casi a punto de echarse a llorar, pero respetando el mudo acuerdo que se había creado entre ellos, nunca preguntó nada y Harry nunca le contó nada.
Y allí estaba de nuevo. Un nuevo año, el octavo ya, en su butaca al lado de la chimenea y rememorando por enésima vez esos recuerdos que le apuñalaban y se clavaban en su corazón como un hierro abrasador. “Un clavo saca a otro clavo, Adam” le había mencionado Jimmy, que no sabía nada pero no necesitaba mucho para adivinar qué había ocurrido. Sin embargo, no había podido. Volviendo a su pasado y dando una rápida mirada, ocho años son muchos años, y aún así Harry no había sido capaz de superarlo. Sabía que no tenía derecho a ir quejándose sobre su relación con Severus o llorando por lo que tenía y perdió; él mismo decidió romperla, y en esos momentos creyó que había tomado la decisión correcta. Sin embargo, algo en su corazón le decía que no debía haber hecho caso a la razón, que el corazón manda y que muchas veces no importa nada más que lo que sentimos.
“Siempre tan arrogante Potter, te crees con derecho a interceder por los demás” le recriminó su voz interior, curiosamente muy parecida a la que Severus empleaba para él en sus tiempos de estudiante. Y es que tal vez tenía razón, tal vez su decisión de proteger a Severus alejándolo de él no había sido buena. Al fin y al cabo, todos cometemos errores, él el primero. Tal vez, sólo tal vez… Severus no le habría olvidado. Pero Harry sacudió la cabeza quitándose esos pensamientos, ¡claro que Severus le habría olvidado! ¿Qué tonto esperaría ocho largos años a alguien que te había echado de su vida para siempre? Negó otra vez con la cabeza, intentando esconder esa pequeña, diminuta, casi ínfima llama de esperanza que se había encendido en su corazón.
He estado aquí esperando algo por lo que vivir y morir. Vamos a correr y a escondernos… ****
Y de repente se puso en pie, tan de prisa que tuvo que sujetarse a uno de los reposabrazos de la butaca para no caerse. ¿Y si lo comprobaba? Con una rapidez asombrosa su cabeza comenzó a trazar un plan para que nadie supiera a qué regresaba después de ocho años escondiéndose, y encontró la razón. Hacía casi seis meses que sus dos mejores amigos, Ron y Hermione, habían tenido un hijo, y le habían hecho padrino del bebé sin pensarlo, ni pensar que tal vez Harry no volvería. Nadie sabía de su paradero porque Harry así lo quiso, sin embargo le llegó una lechuza de Hermione, comunicándole la feliz noticia y diciéndole que cuando quisiera, estaba invitado a conocer a su pequeño ahijado. Cuando leyó la carta estaba demasiado feliz por su amiga como para reparar en cómo la lechuza de Hermione le había encontrado. Ya en ese momento quiso dejarlo todo e ir a ver a sus amigos y a conocer a su pequeño sobrinito, pero no tuvo el valor suficiente para hacerlo. Ahora sabía que había llegado el momento.
Con un movimiento de varita todo lo necesario se metió dentro de su baúl y se cerró. Otro hechizo y el baúl empequeñeció tanto que pudo guardárselo en el bolsillo sin problemas. Miró a su alrededor, reflexionando sobre si no sería una decisión demasiado precipitada. Se quedó quieto en medio de la sala, y cerró los ojos. La bella sonrisa de Severus al despertarlo cada mañana con un beso se le apareció en la mente. Abrió los ojos, ahora convencido. Sí, era el momento.
Apagando las luces con otro movimiento de su varita, salió a la calle. Él mismo había puesto un hechizo anti-aparataje en el piso, por si acaso alguien le encontraba y quería aparecerse allí, así que cerrando la puerta de su piso, bajó las escaleras prácticamente corriendo, la adrenalina fluyendo por sus venas y su corazón palpitando, agitado. Al llegar a la calle suspiró, cerró los ojos, concentrándose, y al segundo siguiente estaba en Hogsmeade. Aspiró el aire limpio del único pueblo mágico de la Gran Bretaña, y cerró los ojos, mientras imágenes de sus visitas a ese pueblo como estudiante se agolpaban en su mente. Abrió los ojos de nuevo con una felicidad que nunca creyó que sentiría al regresar, y se encaminó hacia Las Tres Escobas; pediría allí una habitación para pasar la noche. Era demasiado tarde para ir a ver a sus amigos, sin contar que debían estar durmiendo.
Al entrar, una sensación de extrema calidez se apoderó de su cuerpo y corazón. Realmente había echado de menos eso, mucho de menos. Echó un vistazo rápido al bar: había un par de mesas con señores solitarios que bebían algo que parecía whisky de fuego, y en la barra había una mujer que estaba absorta mirando su taza de café como si quisiera leer los posos de ésta. Con una sonrisa se encaminó hacia la barra y pidió al camarero que si quedaba alguna habitación libre. El camarero le miró de arriba abajo con una extraña mirada, como si le sonara su rostro; sin embargo, Harry llevaba el pelo bastante más largo, cosa que le ocultaba la cicatriz de la frente. Eso sumado a que se había aficionado a hacer caminatas por los alrededores de Barcelona, a ir al gimnasio, y que se había cambiado las gafas, le ayudaba a que la gente no le reconociera, al menos no a primera vista, ya que su cuerpo ahora era bastante más musculoso y antes era un chico más bien delgado y bajito para su edad. Seguía siendo bajito pero su cuerpo se había desarrollado mucho en esos ocho años, y eso le daba un aspecto mucho más viril. En Barcelona no necesitaba esconder su identidad, ahora ya no, sin embargo aquí en Hogsmeade y en toda Inglaterra, le servía para ahuyentar a quien quisiera acercarse al niño-que-vivió, ya que no lo reconocían. En Barcelona también habían notado casos raros de muertes por Voldemort, pero por suerte el tirano sólo se había concentrado en la isla, dejando por el momento el resto de países vivir en paz; así que los magos de allí tampoco conocían demasiado la historia de Harry.
Por fin y después de ser sometido al examen minucioso del camarero, que no dejaba de mirarlo, éste le entregó la llave de la habitación donde se alojaría por esa noche. Mientras subía las escaleras con parsimonia, trazó un plan: por la mañana iría a comprar algo en Hogsmeade para el pequeño hijo de sus amigos, y después iría a verlos. Había pensado en avisarlos, pero quería darles una sorpresa; estaba seguro que se alegrarían de verle. Sus labios se curvaron en una sonrisa sincera y enorme al imaginarse el brillo de ilusión en la mirada de Hermione al verle y la cara de sorpresa de Ron.
Al entrar en su habitación intentó encender la luz pero no funcionaba. Fastidiado, sacó su varita y murmuró un “
Lumos”, con el cual se iluminó toda la estancia. Acto seguido sacó el baúl de su bolsillo y lo agrandó, antes de dejarse caer en la cama, mirando hacia el techo y curvando los brazos por debajo de su cabeza, dejando a ésta reposar sobre ellos. Suspiró mientras la luz de la luna alumbraba la estancia, e inevitablemente, el rostro de Severus se le apareció. Una tierna sonrisa asomó en sus labios, sin embargo el joven mago sintió un pinchazo en el corazón. ¿Qué le diría cuando le viera? ¿Cómo reaccionarían, tanto Severus como él mismo? ¿Qué haría? Su sonrisa desapareció por un momento, pero intentó tranquilizarse pensando en que lo que fuera que tuviera que decirle, ya saldría. Le preocupaba más el hecho de que Severus no le perdonara, y eso le encogió el corazón todavía más. Comenzó a pensar sobre si no habría hecho mal en regresar, pero en el fondo de su corazón sabía que había llegado el momento, que ya no podía estar sin Severus, y que lo quería de vuelta en su vida. Porque le necesitaba. Porque le amaba, tan sencillo como eso. Harry se levantó de nuevo de la cama, se desnudó, se puso el pijama y en pocos minutos se quedó dormido, dejando la búsqueda de respuestas a todas sus preguntas para mañana.
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*Letra traducida de la canción de Tokio Hotel “Geh”.
**Ver nota 1
***Ver nota 1
****Letra traducida de la canción de Tokio Hotel “In your shadow (I can shine)”
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