La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 After all we’ve been through… we are at home again. Capítulo 2. Ron, Hermione y Fred.

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MensajeTema: After all we’ve been through… we are at home again. Capítulo 2. Ron, Hermione y Fred.   After all we’ve been through… we are at home again. Capítulo 2. Ron, Hermione y Fred. I_icon_minitimeDom Ago 22, 2010 4:10 pm

CAPÍTULO 2: RON, HERMIONE Y FRED


El sol que entraba por la ventana le dio de lleno en la cara, e incorporándose, abrió los ojos de repente, sabiendo que no estaba en su habitación. Tardó unos segundos en comprender dónde estaba y qué hacía allí, aunque una vez lo entendió, volvió a tumbarse en la cama, pues aún era muy temprano. No sabía lo que le depararía ese día, sin embargo, sabía que sería duro. Su corazón dio un salto en su pecho en cuanto recordó para qué había ido allí. “¿Qué pretendo hacer?” se preguntó a sí mismo. Y el recuerdo de la hermosa sonrisa de Severus respondió por él. No quería, no podía dejarle escapar. Amaba a Severus, y tenía que regresar. Cabía la posibilidad de que él hubiera rehecho su vida, precisamente Harry se fue para ayudarle en esa tarea. Pero tenía que arriesgarse. No estaba seguro de cómo sería recibido por el ahora director de Hogwarts, y sinceramente, tenía miedo de que lo despreciara, pero no podía seguir como hasta ahora. No más tiempo.


Saltó de la cama con renovada energía, y se dirigió hacia el lavabo. Los nervios volvieron cuando, después de tomar una rápida ducha, se situó delante del espejo probándose miles de combinaciones de ropa distintas. Al final se quedó desnudo por enésima vez, y escogió unos tejanos ajustados aunque rotos, que le daban un aspecto informal, y una camisa negra de manga corta medio desabotonada, que enseñaba un poco su torso, lo suficiente. “Demasiado muggle” pensó recordando cómo Severus se burlaba de su indumentaria muggle cuando salían juntos, pero nunca se había acostumbrado del todo a la ropa de magos, además le gustaba la ropa muggle. De todas formas, se puso encima una capa que le daba un aspecto menos muggle. Se recogió el pelo con una cinta, se puso sus gafas, y volvió a mirarse al espejo. Finalmente contento con el resultado, cogió el dinero que llevaba encima y se marchó de la habitación.


Bajó hacia el bar y allí pidió el desayuno. Comió de prisa, pues se había entretenido demasiado con la ropa y aún debía comprar el regalo para su sobrinito. Una tierna sonrisa bailoteaba en sus labios cuando después de desayunar se dirigió hacia las tiendas de bebé. Le llamó la atención una pequeña escoba voladora que estaba colocada en la zona de juguetes, y que sólo se levantaba medio metro del suelo, lo suficiente como para que un niño no mayor a un año y medio o dos se entretuviera con ella. Sus ojos brillaron con ilusión en ver la carita que pondría el pequeño en verla. Así que sin pensárselo mucho le pidió al dependiente que se la envolviera para regalo, y salió de la tienda con la pequeña escoba bajo el brazo.
Una vez fuera del establecimiento se alejó lo suficiente para poder aparecerse sin problemas. Cerró los ojos, se concentró, y al volverlos a abrir estaba delante de una hermosa casa de dos pisos, muy grande y de un color pastel muy bonito. Sonrió, era tal como se imaginaba que vivirían sus dos amigos. Y aún sonrió más cuando se imaginó sus caras al verle. Con esa sonrisa se acercó a la entrada y picó a la puerta.

- ¡Hermione, abre tú! ¡Estoy con Fred!- dijo la voz de su amigo Ron desde dentro de la casa

La puerta se abrió lentamente y allí apareció Hermione, con unos tejanos y una camiseta sencilla, y aún con el pelo por peinar. Su expresión en ver a Harry fue desde el total estupor a la euforia.

- ¡HARRY, POR MERLÍN, ERES TÚ!- exclamó al verle antes de lanzarse a sus brazos. Harry no pudo reprimir una risa en sentir como los brazos de su amiga estrechaban fuertemente su cuerpo, y él le correspondió abrazándola también, no ocultando su alegría.

- ¡Hermano, has vuelto!- una exclamación desde la puerta les hizo separarse, y Harry vio como Ron, un poco más alto de lo que lo recordaba, bastante más musculoso y con el pelo un poco más largo, le sonreía desde la puerta.
Hermione dio un paso atrás, lo suficiente para que Ron se acercara a Harry con una sonrisa inmensa. Harry sonrió y cerrando la distancia estrechó a Ron entre sus brazos, notando como Ron hacia lo propio.

- Por Merlín Harry, ¡Cuánto has tardado!- dijo Hermione tan pronto como Ron soltó a su amigo.

- He tardado, pero por fin he vuelto- respondió- ¡tenía que conocer a mi sobrinito!

El trío de oro rió y Hermione invitó a pasar a Harry, dirigiéndose a la cocina. Allí estaba un pelirrojo bebé de seis meses sentado en una trona, con una cuchara en la mano e intentando agarrar el plato de puré que había en la mesa de la cocina, cerca de dónde él estaba. Ron se dirigió hacia su hijo y lo sacó de la trona, para acercarse a Harry. Éste abrió los brazos para recibirlo y el pequeño Fred rió cuando se vio en brazos del ojiverde.

- Este es Fred- dijo Hermione orgullosa, mientras Harry le hacía carantoñas y el pequeño se reía.

- Le he traído un regalito, aunque me temo que no podrá usarlo hasta más adelante- dijo Harry, recordando su regalo. Lo sacó del bolsillo y se lo tendió a Hermione, que lo agrandó. Los ojos de Ron se iluminaron en ver la pequeña escoba, pero Hermione le advirtió que Fred todavía era demasiado pequeño para ello. Sin embargo una sonrisa que no pasó inadvertida para Harry bailoteaba en sus labios.

El recién llegado dejó de nuevo a Fred en su trona y Ron se dedicó a darle de comer, mientras charlaban de cosas mundanas, de cómo habían pasado esos ocho años separados. Harry quiso saber todos los pormenores de la relación entre sus amigos, ya que cuando se fue eran amigos pero nada más, aunque ya hacía tiempo que sospechaba que algo tenía que pasar entre ellos. Después se dirigieron hacia la salita y Hermione dejó a Fred en el parque, mientras ellos hablaban. Tanto Ron como Hermione insistieron en que Harry se alojara en su casa, así que Harry no tuvo más remedio que claudicar ante la ilusión en los ojos de sus amigos al volver a tenerlo cerca, y Hermione casi convence a Harry de ir ya mismo a buscar su baúl y sus pertenencias. Sin embargo, Harry logró convencerla para hacerlo después.

Cuando la conversación se tornó más personal, Harry les contó lo que pretendía hacer con Severus. Ron no dijo nada, Hermione se levantó de donde estaba sentada y se sentó en el sofá, cerca de Harry.

- Harry, sabes que…

- Lo sé, sé que puedo salir mal parado de todo esto, y sé que fui yo quién lo echó de mi vida. Créeme, lo sé- le interrumpió Harry, mirando hacia el suelo y con voz ronca- pero estos ocho años han sido un infierno. Sólo puedo decir que le amo y que nunca lo he dejado de hacer.

- Pero ¿y si Severus ha rehecho su vida?- preguntó Hermione.

- Pues si ha rehecho su vida me alegraré por él y me alejaré. Pero tengo que intentarlo Hermione- fue la respuesta del joven Gryffindor.

Ron suspiró y asintió. Conocía de sobras a su amigo, y sabía que ocho años eran muchos años. Si realmente ahora había decidido volver, era porque en verdad estaba enamorado de Snape, sino no lo haría. Cuando se enteró que Snape y Harry eran pareja le repugnó y le asqueó, no porque fuera hombre sino porque era precisamente Snape. Sin embargo, ninguno de ellos era ya el muchacho de sus tiempos de estudiante. Ahora Ron era padre de familia, un chico de 26 años, joven pero maduro y con la cabeza bien puesta (si bien era cierto que Hermione había tenido mucho que ver en ese cambio de actitud). No, no le importaba que fuera Snape como cualquier otro. Todavía no podía llamarlo Severus, pero sí aceptaba lo que sentía su amigo por él. Y sabía que Hermione, su esposa, todavía más.

Después de pasar una hermosa y distendida mañana con sus amigos, supo que era la hora. Quería ir cuanto antes a buscar a Severus, ya había esperado demasiado, estaba impaciente. Harry quiso despedirse pero Hermione decidió acompañarlo ya que quería ir a ver a profesora McGonagall, con quien tenía muy buena relación aún años después de irse de Hogwarts. Así que saludando a Ron y al pequeño Fred, ambos se aparecieron en Hogsmeade. Una vez allí, Hermione guió al joven hacia el bosque, y allí increíblemente estaba esperándolos un carruaje con unos thestrals.

- ¿Cómo sabían que íbamos a ir a Hogwarts?- preguntó Harry asombrado. Hermione sólo sonrió.

Montaron en el carruaje y comenzaron a acercarse a Hogwarts. Una vez Harry pudo vislumbrar entre los árboles la imponente figura del castillo, los nervios le retorcieron el estómago. Intentó calmarse, pero la procesión corría por dentro; no recordaba que nunca el camino hacia Hogwarts se le hubiera hecho tan corto. Una vez delante de las puertas del castillo, bajaron del carruaje y Hermione se dirigió con decisión hacia ellas, que comenzaron a abrirse, dándoles paso.

Los ojos de ambos Gryffindors, pero sobre todo los de Harry, admiraron la magnífica entrada del castillo como si fuera la primera vez que la veían. Harry cerró los ojos y aspiró el aroma del lugar, sintiéndose por primera vez en ocho años, en casa. Ambos se encaminaron hacia las escaleras, y comenzaron a subirlas.

- Harry, yo voy a ver la profesora McGonagall, debe estar en su despacho. Severus imagino que estará en su despacho de director.

- Bien, nos vemos Hermione- dijo Harry.

- Ah, y Harry- dijo Hermione antes de que Harry se dirigiera hacia el siguiente piso- mucha suerte.

Harry le guiñó un ojo con una seguridad que no sentía, y vio como la figura de Hermione se encaminaba hacia un pasillo lateral. Él siguió su curso hacia una de las torres, donde recordaba, estaba el despacho del director. Mientras andaba iba fijándose en todos los cuadros, rememorando las veces que había pasado por ahí, y sonriendo melancólicamente ante esos recuerdos.
Una vez en el piso que tocaba, se dirigió hacia el pasillo, vislumbrando la gárgola que resguardaba la entrada. En esos momentos cayó en la cuenta de que no sabía la contraseña. “¡Seré estúpido!” se recriminó mentalmente, pues ahora no tenía más remedio que esperar a que alguien pasara por allí, y le ayudara. También podía ir al despacho de McGonagall a preguntársela. Cuando había escogido la segunda opción, una figura apareció por el pasillo que él segundos antes había recorrido, acercándose. Su corazón comenzó a galopar a la velocidad del rayo en cuanto conoció esa forma de andar. Esos cabellos largos, lacios y negros, esas túnicas, esa forma de caminar elegante y segura. No podía ser otra persona, le habría reconocido entre miles. Era Severus Snape, el director de Hogwarts.




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