CAPÍTULO 3: EL REENCUENTROSeverus iba andando mirando hacia el suelo, parecía estar meditando algo, y no se había percatado de la presencia del joven hasta estar prácticamente delante de la gárgola. Sus ojos se abrieron al máximo y por un segundo maldijo el tener la guardia baja, pues pocas veces no se habría percatado de la presencia de alguien. Harry por su parte, habría pagado en sus tiempos de estudiante por ver el rostro de Severus, usualmente tan inexpresivo, en esos momentos pues tenía una expresión de asombro y estupefacción total. Pero enseguida se recompuso.
- Potter- dijo sin que su voz temblara, aunque ni él mismo supo cómo.
- Hola, Severus- respondió Harry, éste sí dejando ver un ligero temblor en su voz- ¿cómo estás?
Severus no contestó, sino que dijo su contraseña a la gárgola, que se movió para que pudiera pasar.
- Potter, si vas a quedarte ahí todo el día a mi no me importa, pero te agradecería que al menos dejaras de ensuciar el suelo- dijo Severus, en un arranque de sarcasmo que hacía tiempo que no tenía, y aprovechando que Harry era tan sumamente expresivo. Porque sí, no había podido evitarlo, el Gryffindor se había quedado extasiado mirando cada pequeño movimiento del ahora director.
Pero Harry reaccionó y antes de que la gárgola volviera a moverse para trasladarlos al despacho consiguió escabullirse, situándose al lado de Severus.
“¿Por qué? Maldita sea, ¿por qué?” se preguntaba Severus. Se había hecho esa pregunta hacía ocho años, cuando Harry le pidió que se fuera, y ahora volvía a hacérsela. ¿Qué hacía ahí, qué quería? “¿No será…? no, no puede ser… vendrá a comunicarme que se casa o que tiene pareja… sí, será eso, viene a decirme algo y ya está”. Cuando llegaban al despacho la mente de Severus se había auto-convencido de que Harry no venía para nada más que para decirle que estaba bien y que lo había superado.
Harry por su parte se estaba recriminando mentalmente. “¿¡Cómo he podido ser tan sumamente estúpido?! ¡Babeando por él y en sus narices!” pensó. Y es que toda la seguridad que sentía la noche anterior cuando tomó la decisión de volver, y la que sentía por la mañana con Ron y Hermione, se había esfumado. Ahora sentía mariposas, gusanos y toda clase de insectos en su estómago, mientras que sus dedos se retorcían nerviosos. Miró a Severus de soslayo y éste parecía tan ensimismado en sus pensamientos como él mismo. Un aroma a hierba buena le inundó los sentidos, y ese aroma le hizo rememorar por unos segundos todos y cada uno de los momentos que había estado con Severus. Cómo se habían acercado hasta hacerse compañeros para la guerra, cómo Severus había sufrido con la muerte de Dumbledore provocada por su propia varita… recordó con un pinchazo de dolor las lágrimas que no dejaban dormir a Severus por las noches, que lo hacían sentir culpable, aunque supiera que no había perpetrado un asesinato, sino al contrario, había ayudado a un moribundo a morir sin dolor. Y casi sin darse cuenta sonrió al recordar todos los besos compartidos en pasillos oscuros, las noches compartidas en el antiguo despacho del profesor de pociones, las miradas, abrazos, sonrisas… no pudo evitarlo y una triste sonrisa se posó en sus labios con todos esos recuerdos.
Cuando llegaron, Severus se dirigió hacia su silla detrás del escritorio, y le ofreció asiento a Harry, quién se sentía muy empequeñecido en ese despacho. Recorrió con la mirada la estancia y vio que Severus lo tenía muy parecido a como estaba decorado con Dumbledore, exceptuando que había colocado una estantería adicional para sus libros de pociones y había algunos tarros y demás que no quiso saber qué contenían. Paseó la mirada por los cuadros de los directores, y se detuvo mirando como el anterior director, Albus Dumbledore, dormía tranquilamente en su silla. Sin embargo su bigote tembló, y Harry supo entonces que sabía que él estaba allí, y que estaba riendo divertidamente. Casi estuvo a punto de decirle que abriera los ojos, para poder ver de nuevo ese brillo divertido que caracterizaba la mirada del mago, pero se contuvo.
- Bien, Potter- la voz de Severus le sacó de su ensoñación- ¿quiere un té?
- Me vendrá bien, gracias- aceptó Harry con una sonrisa, y Severus invocó una bandeja con té. Estuvieron en un tenso silencio mientras se servían el azúcar y la leche, Harry intentó controlarse pues un peligroso temblor acechaba sus manos, y no quería tirar todo el té por el suelo.
Los ojos de Severus observaron con atención cada gesto del Gryffindor. No por nada había sido espía para Voldemort, hacía mucho tiempo ya, pero aún recordaba cómo observar a la gente le había servido de mucho. Sus ojos vagaron desde su pelo ahora largo y recogido con una coleta, pasando por todo su rostro, un poco más varonil pero igual a como lo recordaba, y hacia su torso. Sus ojos se quedaron clavados en esa pequeña parte de pecho que se le veía gracias a su camisa medio desabotonada, que dejaba entrever una piel morena por el sol (no por nada había estado en Barcelona, el clima allí era muy diferente que el de Inglaterra); y el hecho de que Harry se quitara la capa por el calor no ayudo demasiado, pues pudo ver los antes casi escuálidos brazos de Harry, ahora convertidos en una fuerte masa muscular. No supo cómo consiguió retener su rostro inexpresivo con semejante visión ante sus ojos, aunque notó que la sangre de su cuerpo iba directa hacia cierto lugar en su anatomía, que le comenzó a enviar pequeñas oleadas de placer. Se concentró todo lo que pudo para que el rubor no subiera a sus mejillas, y lo consiguió por muy poco. “¿Cómo demonios ha cambiado tanto este chico?” se preguntó, asombrado. Y es que extrañamente, y muy a pesar de que el cuerpo de Harry desprendía masculinidad por todas partes, Severus pudo captar una aura de inocencia también a su alrededor. Era algo totalmente contradictorio, y tal vez incluso eran imaginaciones suyas, pero ese cuerpo tan masculino y bien formado pedía a gritos ser abrazado y amado. Y muy a su pesar, sabía que si Harry se lo pedía, él no podría negarse.
Porque sí, señores y señoras lectores. Severus Snape había pasado ocho largos años viviendo de recuerdos. En el momento en que el Gryffindor le dijo que era mejor que lo dejara, porque él no tenía fuerzas, sólo pidió una razón “¿Por qué?”. Harry no respondió, pero él ya sabía la respuesta: era demasiado poco para Harry. Mucha gente del alrededor del joven mago se lo había dicho cuando habían decidido hacerlo público; que Severus no era conveniente para él, que se merecía mucho más que un exmortífago y asesino. Y aunque le doliera, Severus sabía que tenían razón, y sólo estaba esperando el momento en que Harry se cansara de defenderle a capa y espada, y se diera cuenta de que estaban en lo cierto. Por eso cuando Harry le dijo que era mejor dejarlo, no luchó, ni gritó, ni exigió nada, simplemente porque no se creía con derecho a exigir nada. Y supo que a partir de entonces le tocaría vivir amando a un recuerdo, como toda su vida había hecho. Y así sobrevivió ocho años, rememorando cada pequeño instante con Harry, recreándose en cada caricia, en cada beso, en cada sonrisa, para poder seguir adelante con su vida.
Pero ahora el joven Potter estaba ahí, cambiado físicamente pero estaba ahí, y no sabía la razón, y la única plausible le parecía una soberana estupidez. ¿O tal vez no? Tal vez estaba en lo cierto, y Severus se estaba engañando a sí mismo, negando algo que era obvio por el comportamiento de Harry. Sacudió la cabeza intentando alejar esos pensamientos.
- Bien Potter- repitió con una voz que pretendía ser fría e indiferente. Harry suspiró resignado ante el tono de voz despectivo con el que Severus había dicho su nombre, que le recordó a sus años de estudiante- ¿qué te trae por este castillo, después de tanto tiempo? ¿Recuerdos, tal vez?
Sabía que la palabra recuerdos era un arma de doble filo, pues era ambigua: podían ser recuerdos de su estancia como estudiante o podían ser recuerdos del tiempo en que fueron pareja. Pero no pudo evitarlo, una pinchada de dolor se clavó en su corazón, recordando todas las noches que despertaba por echar en falta un cuerpo a su lado en la cama, abrazándole.
Y Harry, en esos momentos, se quedó sin habla, y la voz fría de Severus no le ayudaba en absoluto. “Vamos, ¿acaso te esperabas un Severus Snape esperándote con los brazos abiertos?” se preguntó. Y la respuesta era no, ya se esperaba un recibimiento así de frío. Pero dolía igual.
- Severus… yo…- susurró. Soltó el aire que tenía retenido, lo volvió a expulsar, y armándose del valor del que siempre había echado mano, y que hacía tiempo creía perdido, enfrentó la mirada de Severus- lo siento. Lo siento mucho.
Esa declaración dejó sin habla a Severus, quién había desviado la mirada. Sus ojos se encontraron con los verdes esmeralda, intentando encontrar algún atisbo de mentira, de burla. Pero no, sabía que Harry no era así, no era un retorcido Slytherin, y para bien o para mal, no sabía mentir.
- Potter…
- Espera, déjame hablar. Tengo que explicártelo- dijo Harry, interrumpiéndolo- Severus, yo… sé qué crees saber la razón de lo que te pedí. Sé que crees que yo finalmente sucumbí a todos los argumentos que la gente de mí alrededor ponía contra ti.
- ¿Y no fue así? ¿No fue toda la gente que te rodeaba quien te dijo que te merecías algo mejor que un… que un… asesino?- las últimas palabras fueron pronunciadas casi inaudiblemente, algo que demostraba el terrible sufrimiento que Severus sentía. Ya no podía ocultarlo más, y tragando saliva, su voz se convirtió en casi un alarido, llena de dolor- ¿¡Y no les hiciste tu caso, diciéndome que me alejara, y luego largándote sin dejar rastro?!
Severus se había levantado del asiento casi sin darse cuenta, inclinándose hacia adelante y cerrando los puños con fuerza. Cerró los ojos brevemente para intentar detener las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, y por el momento pudo controlarlas.
- No, Severus- dijo Harry, que seguía mirando al suelo como si quisiese traspasarlo- yo quise que te alejaras de mí porque… tú te merecías algo mejor que yo.
Los ojos de Severus, hasta ahora cerrados, se abrieron al máximo y el estupor invadió cada milímetro de su rostro.
- Pero… ¿cómo…?- no podía ni articular una frase entera. Harry quiso reírse por lo bajo por haber dejado a Severus en semejante trance, pero lo que trataban era demasiado serio como para reír.
- Muy sencillo. Tú tenías una vida, una vida en la que no entraban las reuniones, ni las fiestas, ni los periodistas siguiéndote a todas partes por ser la pareja del niño-que-vivió, ni de la gente que me adoraba. Eso, aunque sabes bien que no me gusta, formaba parte de mi vida, no de la tuya. Y necesitabas tu espacio para recuperarte de la guerra, para olvidar la muerte de… Dumbledore- echó un vistazo rápido al cuadro, pero el director fingía muy bien estar durmiendo plácidamente. Severus cerró los ojos de nuevo, intentando ignorar la punzada en su corazón, y Harry continuó- necesitabas un espacio que todas esas circunstancias no te dejaban. Severus, tu eres una gran persona, una persona que se merece mucho más que alguien como yo.
- Pero has vuelto…- susurró Severus, en un intento por intentar comprender a Harry.
- Sí, he vuelto- dijo Harry- Y sé muy bien que no tengo derecho a pedirte nada, y también sé que han pasado muchos años, que tal vez tu vida esté rehecha y no quieras saber nada de mí. Pero tenía que decirte que nunca, nunca en estos ocho años me olvidé de ti. Me fui para hacerte más fácil la tarea de olvidarme, y con la esperanza de poder olvidarte yo también. Pero sinceramente, no he podido.
Harry dio un sorbo a su té, ya frío, y un silencio se apoderó de la estancia.
- Tú no eres Harry Potter- dijo Severus en respuesta unos segundos después. Harry frunció el ceño extrañado ante esa contestación- el Potter que yo conozco hubiera tardado tres siglos para soltar lo que has dicho.
Harry le miró unos segundos y estalló en carcajadas nerviosas, pues no se esperaba para nada esa contestación. Unos instantes después se calmó y le miró intensamente. Esperaba una respuesta, ya que Severus no había dejado traspasar nada que diera a entender lo que su mente pensaba entonces. Hace tiempo, Harry aprendió a casi vislumbrar los engranajes de la mente de su entonces pareja, conocía todos sus movimientos y su lenguaje corporal le decía lo que Severus no expresaba con palabras. Pero habían hecho falta ocho años de separación para darse cuenta de que no era que conociera más a Severus, sino que él mismo le permitía a Harry saber lo que pasaba por su mente. Y ahora se encontraba como cuando era estudiante, sin saber qué pensaba el director.
- Te crees muy listo, Potter, crees que con las explicaciones y las disculpas todo se arreglará. Pero eso no soluciona nada. La respuesta es no- dijo Severus muy duramente. La sonrisa de Harry se desvaneció en ese instante, y Severus quiso hacerse un crucio él mismo por provocarlo. Sin embargo, no podía aceptarlo. No podía si sabía que otra vez volverían los comentarios, los obstáculos… no se sentía con fuerzas para luchar contra todo ello, no otra vez. Y respondió de la única forma que sabía: a la defensiva.
- Bien, Severus. No pasa nada- dijo Harry, intentando que le saliera una sonrisa y fallando miserablemente- estaré unos días en casa de Ron y Hermione. Por si... quieres hablar.
Las últimas palabras fueron dichas en un susurro, Harry se levantó aprisa de la silla y casi tropezándose con sus propios pies, salió prácticamente corriendo del despacho. Severus suspiró, sabiendo que había herido el corazón del Gryffindor, y un terrible sentimiento de culpa comenzó a achacarlo. Mientras se recriminaba mentalmente, se dio cuenta de que la capa que traía Harry estaba en el suelo. Rodeando el escritorio se acercó y la cogió. Casi por instinto se la llevó hacia el rostro, y dejó que sus fosas nasales se inundaran con el aroma de Harry Potter. Tal vez físicamente había cambiado, pero su aroma era el mismo que recordaba. Una lágrima traicionera escapó de sus ojos y descendió, dejando un camino por su mejilla, mientras sentía cómo su corazón se oprimía más y más. “Ni siquiera ha preguntado la razón de mi negativa…” pensó con un nudo en la garganta.
- Deberías ir a buscarle, Severus- una voz le dijo desde detrás suyo. No tuvo que girarse para saber quién le hablaba.
- No puedo, Albus- respondió Severus encarando al cuadro del director, suspirando- Yo no… no soy suficiente para él. No…
- Severus- le interrumpió Dumbledore- él tomó la decisión por ambos, y mira ahora dónde está: pidiéndote perdón. Se ha dado cuenta de su error, sabe que tomó la decisión incorrecta, y sabe lo que siente. Él quiere estar contigo Severus, y tú le amas. Deja de engañarte y de negarte la felicidad que tanto ansías.
- No es tan fácil Albus- Severus se dejó caer pesadamente en su silla, acariciándose la barbilla en un gesto pensativo- No sé si puedo enfrentar de nuevo esos comentarios mal hirientes, esas malas miradas… no tengo fuerzas para luchar ya.
- No te rindas Severus, no te rindas- le animó el anciano- date otra oportunidad, la mereces. Y Harry también.
- Ya veremos…- suspiró Severus, y cerró los ojos para relajarse unos instantes, antes de volver a los miles de deberes que tenía como director.
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