La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 11. Dulzura y felicidad

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 11. Dulzura y felicidad   The Blesséd Boy. Capítulo 11. Dulzura y felicidad I_icon_minitimeMar Mar 30, 2010 6:38 pm

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Cuando regresaron a la Comunidad era casi la hora de la cena. El maestro Snape les dijo que fueran a tomar una ducha, que serviría para regresar a la vida rutinaria y terminar el rito. Harry se alegro de eso, pensando que sus piernas probablemente dolerían al día siguiente, a causa de la larga caminata.

Durante la cena, Richeldis se levantó e hizo un anuncio a la comunidad.

—A nombre de todos, quisiera agradecer al maestro Snape, Josiah, Jolyon, Danyel y Harry, por sus esfuerzos para fortalecer nuestras protecciones. Con la proximidad del invierno, nos alegramos de contar con esa protección. Gracias —se inclino ante el Maestro, y luego ante cada uno de los miembros del grupo, que estaban todos sentados en el lado de la mesa opuesto a ella. Para cuando hizo el reconocimiento ante Harry, éste estaba consciente de que su rostro estaba rojo de avergonzado placer.

Richeldis se sentó en su lugar habitual, al lado de George. Ellos eran los miembros más viejos de la Comunidad y parecía que se sentían bien juntos. Ella le estaba contando al calígrafo que ya era tiempo de asegurarse que las abejas estuvieran agrupadas para el invierno, y por tanto, revisaría las colmenas al día siguiente.

—Quizás a Harry le gustaría ver ese aspecto de su cuidado —sugirió el maestro Snape—. Él no ha tenido oportunidad de ver tus actividades, Richeldis.

La mujer levantó la vista.

—Me gustaría mostrárselas, Maestro. Gracias.

Harry se preguntó por qué estaría agradeciendo a Severus. Abigail vio su expresión de perplejidad y susurró:

—Le está agradeciendo por liberarte de tus responsabilidades para que puedas ayudarla.

Harry había tenido razón. Luego de sentarse y comer grandes cantidades de alimento para acallar a su estómago, comenzó a notar el dolor en las piernas. Mientras se levantaba para dirigirse a sus actividades vespertinas, decidió que era mejor escuchar a sus doloridos músculos y se encaminó a su celda, después de su habitual inclinación ante su maestro como muestra de respeto.

Severus observó como Harry se iba a acostar. Le dejaría solo esta noche; estaba claramente cansado de la caminata alrededor de los terrenos, y si era honesto, él también tenía suficiente por hoy. La unión con la tierra tomaba mucho de él. No era magia espectacular, pero era profunda.

Harry no soñó esa noche. O si lo hizo, fue con oscuridad, y calidez, y protección.



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Harry nuevamente se alegró de haber llevado su capa, mientras caminaba hacia las colmenas acompañado por Richeldis. En Eigg casi siempre hacía mucho viento, y aunque la brisa del mar era bienvenida en el calor del verano, ahora estaban en otoño y el viento contenía la cortante amenaza del frío invierno por venir.

La bruja mayor puede que tuviera el pelo blanco, pero todavía era dinámica y guiaba a Harry con mucha rapidez para sus doloridas piernas. No se quejaba —¿qué gran muestra de debilidad hubiera sido?— pero se alegró cuando llegaron a las colmenas. Había veinte colmenas en total, que lucían como cajas montadas encima de largas piernas. Richeldis caminó hasta la más cercana.

—Las abejas no son activas en invierno, Harry. Tienen que agruparse para mantener la temperatura de su cuerpo lo bastante alta como para sobrevivir. Aquí en el norte, los grupos que se forman son bastante grandes, como del tamaño de una pelota de futbol. Lanzaré hechizos sobre ellas para ayudarlas a soportar nuestro invierno. Lo que ves aquí… —levantó la tapa de una de las colmenas y Harry pudo atisbar en el interior una oscura masa de abejas—… es una población mucho más baja de las que viven aquí en verano. En verano hay alrededor de sesenta mil abejas en esta colmena; ahora habrá unas ocho mil, quizás. En primavera, la reina yacerá y la población crecerá hasta que de nuevo tengamos la colmena trabajando mientras las plantas entran en floración. Sin las abejas no habría cosecha, es tan simple como eso.

>>Estas maravillosas criaturas no solo polinizan nuestras plantas, sino que son lo bastante gentiles como para hacer cera y miel de sobra, materias primas muy útiles, de hecho. Durante el invierno, cuando hay muy poco por hacer aquí afuera, fabrico jabones y velas de cera, una parte de los cuales, se venden. Pero primero tengo que embotellar la cosecha de miel.

Richeldis apuntó su varita y lanzó un hechizo a la apelotonada bola de abejas.

>> Includo et foveo, recitó, mientras hacía un elegante movimiento de varita. El hechizo sonó cálido y cuidadoso, y Harry observó cómo una brillante aureola rosa aparecía alrededor de las abejas. Se preguntó si podría verla sólo porque el maestro Snape le había enseñado cómo.

—Señorita Machin, ¿quiere que yo lance el hechizo?

—Por favor, no me llames así —pidió la mujer con una sonrisa—. Tú eres un miembro de la Comunidad, igual que yo. Mi nombre es Richeldis, Harry; por favor, úsalo.

El joven se sintió complacido de que le viera como un igual, aunque él no se sentía así en absoluto. Ella era mucho mayor y más sabia que él, y muy habilidosa. Sabía que él todavía estaba aprendiendo su oficio, apenas estaba al comienzo de su viaje.

Richeldis continuó:

>>No, Harry. El hechizo parece fácil, pero el movimiento de varita es extremadamente complejo, y la magia es específica para los apicultores. Podrías aprender a hacerlo, pero primero tendrías que trabajar con las abejas durante el verano. Lo que puedes hacer mientras yo hechizo cada panal es ordenar y estar listo para ayudarme con las tapas.

El muchacho asintió y observó mientras ella trabajaba con cada colmena, asegurándose de dejar a las abejas listas para pasar el invierno. Después, Harry las tapaba y colocaba cuatro ladrillos encima —uno en cada esquina— para evitar que los vendavales del invierno levantaran las tapas y destruyeran las abejas. Mientras trabajaban, Richeldis le transmitió algunos de sus conocimientos sobre las abejas. Eran insectos notables, que vivían en una unidad social y eran capaces de comunicarse entre sí, y que aprendían con rapidez los lugares donde estaban las fuentes de alimentos. Hasta ese momento, Harry nunca había apreciado hasta qué punto la humanidad dependía de las abejas.

>>Ésta fue la última, Harry —dijo Richeldis con satisfacción, mientras él colocaba los ladrillos sobre la tapa—. ¿Vamos a tomar una taza de té con George? Lo hago habitualmente después de concluir el trabajo de la mañana. Tenemos el tiempo justo antes del almuerzo.

—Eso suena bien —admitió Harry.

Los ojos del anciano se arrugaron cuando sonrió a sus visitantes. Apartó sus herramientas de caligrafía, se levantó desperezándose y gimiendo un tanto, y les guió hasta la pequeña habitación donde guardaba los utensilios para el té. Había un par de viejos sillones que ocupaban la casi totalidad de la habitación, pero George sacó un escabel e hizo un gesto a Harry para que se sentara.

El joven escuchó la charla de los otros dos; era obvio que pasaban mucho tiempo juntos. Hubo muchos silencios, pero ellos no se sentían incómodos. Era la clase de compañerismo que habla de haberse conocido por largo tiempo y de feliz familiaridad. Harry sonrió ante sus anécdotas y sintió una calidez interior. Les envidiaba; no sus cabellos grises ni su reumatismo, pero sí su acogedora relación. Decidió que a él le gustaría ser igual cuando llegara a viejo. Tener a alguien con quien compartir cuando se sintiera solo, alguien que le comprendiera.



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Después del almuerzo, Severus pidió que Harry regresara a la habitación de enseñanza.

—¿Vas a probar otra de las nuevas plantas en la poción de longevidad? —preguntó cuando estuvieron listos para empezar a trabajar.

—Hoy no. no puedo pasar todo el tiempo de investigación en un proyecto que no tendrá valor comercial. Estoy desarrollando otro que espero comercializar pronto, una poción de fertilidad. Como sabes, la rata de nacimientos en las familias mágicas no es suficiente como para sostener nuestra población. Aquellos que han elegido pareja en el mundo muggle han tenido más éxito, pero por muchas razones, los magos y las brujas prefieren casarse con personas con magia. Por supuesto, el señor Malfoy tiene sus propias poderosas razones para alentar esto, pero no voy a discutir aquí la ética de los matrimonios mezclados. Lo que quiero hacer es ayudar a aquellos que están casados con parejas mágicas para que sean tan fértiles como sea posible; la mayoría se casan por amor, después de todo.

>>Mientras crecen, los jóvenes socializan con gente de su misma clase, y no van al mundo muggle con frecuencia, por lo que no se sienten lo bastante cómodos como para ser capaces de establecer allí fuertes relaciones que conduzcan al matrimonio. Necesitan ayuda y yo estoy tratando de suministrársela.

>>Cualesquiera que sean mis motivos, en el pasado, el señor Malfoy patrocinó mi trabajo, y eso ha sido una bienvenida adicción a nuestros fondos. La poción no es oscura, y aunque los objetivos de su organización me han hecho sentir frecuentemente incómodo, no tuve razones reales para rehusar su ayuda. Sin embargo, como notaste cuando nos visitaste la primera vez, desde entonces rechacé su dinero. Aunque no me sorprendería que él no nos visitara de nuevo por ese asunto, supongo que sí querrá seguir involucrado en esta poción. De hecho, ya tiene parte de los beneficios, por la ayuda que nos brindó.

>>Y ahora, sólo faltan unos pocos ajustes para que esté lista.

—Maestro, ¿cómo sabes que funciona? ¿Seguramente no hay parejas mágicas haciendo pruebas para ti?

Severus asintió.

—Bien pensado, Harry. Sólo lo he probado con animales, hasta ahora, pero no hay razón para que no funcione con humanos. Al menos, no puedo ver tal razón. Nunca digas nunca en investigación en Pociones.

—En ese caso, si lo comercializas, ¿cómo lo harás? Podrías terminar vendiendo algo que no funciona.

—De hecho. Primero mando muestras a las publicaciones de Pociones y la gente las prueba voluntariamente. No deberían tener problemas para encontrar voluntarios para esto. Hay muchas parejas desesperadas por tener un niño propio.

—Señor… —Harry vaciló, esto era difícil. Severus dejó de reunir los ingredientes y le miró—. ¿Qué es exactamente la organización de Malfoy?

—Se llama Alianza de los Sangre Pura, Harry. Y yo sé de cierto muy poco más que eso, pero sospecho mucho. Sin embargo, eso no es algo que te interese.

Harry, debidamente reprendido, se concentró en observar y ayudar a su maestro.




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