Regalo de cumpleaños por
DanversResumen:
Draco Malfoy le ha preparado un regalo muy especial a su padrino. Pero el regalo aún no lo sabe...
Categorías:
Harry Potter Personajes: Harry Potter, Severus Snape
Géneros: Romance
Advertencias: Ninguno
Desafíos:
Un añito más, querido SevDesafíos:
Un añito más, querido SevSeries: Ninguno
Capítulos: 1 Completo: Sí Palabras: 4163 Lecturas: 631 Publicado: 09/01/10 Actualizado: 09/01/10
Notas de la historia:
Respuesta al reto: Un añito más, querido Sev by
Lamazmorra1. Oneshot por DanversOneshot por Danvers
Título: Regalo de cumpleaños
Autor: sra_danvers
Rating: NC17
Pairing: Snarry
Disclaimer: Los personajes de Rowling, la inspiración para enrollarlos mía.
Resumen: Draco Malfoy le ha preparado un regalo muy especial a su padrino. Pero el regalo aún no lo sabe...
Advertencias: AU.
Notas: Este reto es muy especial para mí. Hace dos años exactamente publiqué mi primer Snarry, en respuesta a un reto de la Mazmorra del Snarry. Chicas, gracias por tirar de mí y por promover a nuestros chicos, que están encantados en vuestras manos. Ésta va para todas las habitantes de la Mazmorra, como siempre, pero en especial a vosotras: K Kinomoto, Gabrielle62, Araleh Snape, Undomiel24, Midhiel y Alisevv.
Regalo de cumpleañosSeverus Snape entró por la chimenea de la casa londinense de Draco Malfoy.
Era su cumpleaños, y su ahijado le había prometido un regalo muy especial ese año. Con la condición de que tenía que ir a buscarlo. Y el muy taimado sabía lo que le costaba salir de casa, después de la guerra. Esperaba que el regalo valiese la pena...
-¿Draco? -preguntó al no ver señales de vida en el comedor donde se alojaba la chimenea. Qué poco caballeroso, no estar presente a la hora en que le había invitado, para recibirle al menos.
Caminó hacia la sala adyacente, desde donde le llegaban unas apagadas voces. Al entrar comprobó que no pertenecían ni a Draco ni a su novia Pansy, sino que provenían de esa pantalla plana que a su ahijado le gustaba mirar. Pero cuando buscó el cómodo sofá desde el que solía hacerlo, al otro lado de la habitación, lo encontró vacío. ¿Dónde demonios estaba? Ya que había salido de casa, ¡quería su regalo especial!
De pronto unos pies llamaron su atención. Unos pies descalzos que asomaban por el sofá lateral que quedaba de espaldas a él. ¿A quién pertenecerían?
Rodeó el sofá para llevarse la mayor sorpresa que había tenido en esos últimos años de vida relajada y tranquila. Harry Potter. Un dormido Harry Potter. Un dormido y muy crecido Harry Potter, diez años mayor que la última vez que le había visto, cuando acabó la escuela. Claro que había visto fotos suyas en el Profeta (¿quién no?), pero desde luego ninguna le hacía honor a la imagen que estaba observando; el estupendo cuerpo estirado a lo largo del sofá en el que él mismo se había sentado varias veces; los fornidos brazos tras la nuca, estirando hacia arriba la estrecha camiseta que llevaba, revelando así unas deliciosas abdominales orladas con un tentador vello oscuro... hasta los pies descalzos le parecían lamibles.
Merlín, esa exquisita imagen había borrado el enfado por la ausencia de su anfitrión. Aún más, ya no le importaba su regalo especial. Se daba por regalado con ese recuerdo que ya atesoraba, deseando explotar en solitario.
Admirando esa sección de piel descubierta justo por encima de la cremallera del pantalón, no se dio cuenta de que Potter había abierto los ojos. Y le estaba observando a él con una mirada aún soñolienta. -Mmm... hola -le saludó entre dientes, mientras se estiraba. Snape no sabía si mirar ese estómago que se estaba descubriendo aún más con el gesto, o recrearse en la bobalicona sonrisa que le dirigía el joven, que ahora ya no le parecía irritante sino encantadora.
De pronto Harry pareció despertar del todo, comprendiendo que el Severus Snape que le estaba observando no era el mismo que llenaba sus sueños. Éste había envejecido algunos años, aunque debía admitir que no en detrimento de su atractivo.
-Snape. Profesor. Señor -relató nerviosamente, sin saber cómo llamarle. Se puso en pie rápidamente, estirando de su pequeña camiseta hacia abajo (que era de un rojo intenso, cómo no), contrariando al hombre que se había complacido en observar su cuerpo-. Hola. Hacía mucho tiempo...
-En efecto, señor Potter -le contestó, acercándose para estrechar la mano que le tendían-. Mucho tiempo.
-Disculpe, me había quedado dormido -se disculpó echando un vistazo a la televisión encendida y al sofá vacío que había enfrente. ¿Dónde se habían metido Draco y Pansy?
-No se preocupe, no importa -respondió sinceramente. Al contrario, había sido una inesperada oportunidad observarle a placer, como hacía en esos precisos momentos mientras el joven se rascaba la nuca, levantando de nuevo esa sugestiva camiseta-. Draco me dijo que viniera esta tarde.
-Oh -comentó Harry con evidente sorpresa-. No sabía que mantenían el contacto.
-Draco es mi ahijado -aclaró Severus, preguntándose por qué parecía sorprenderle tanto que siguieran viéndose. A él sí le había hablado de su amistad. De hecho conocía muchos detalles de la vida de Potter, que solía escuchar sumamente interesado, aparentando la mayor de las indiferencias.
Los ojos de Harry se abrieron como platos ante semejante declaración. Luego los entrecerró pensativamente, antes de comentar inseguro-: Han debido de irse cuando se acabó la película que estábamos viendo. Deben estar en su habitación.
Severus asintió y Harry salió de la sala dispuesto a avisar a Draco, y de paso pedirle alguna que otra explicación. No se calzó para ello, y Severus se quedó con la imagen de esos pantalones caídos sobre los talones desnudos, y especialmente sobre esas caderas que la exigua camiseta descubría. Cuando regresó a los pocos minutos, parecía tan absorto que se había olvidado de estirar de ella, cosa que parecía hacer como si fuera un tic. Por su gesto, el hombre supuso que no había encontrado a su ahijado antes de que se lo comentara, pero la noticia no le molestó lo más mínimo.
-No están. No lo entiendo... no creo que hayan salido de casa dejándome aquí solo. Y más si habían quedado con usted...
-Tutéame, hace años que no soy tu profesor, Potter.
Sonrojado, el joven contestó-: Harry. Llámame Harry.
-Harry -repitió el hombre cálidamente, mientras se sentaba en el sofá donde le había descubierto antes-. Es mi cumpleaños. Draco me invitó para entregarme mi regalo.
El joven se sentó a su lado. Más bien cayó a peso plomo, con una expresión en su rostro que variaba entre la sospecha y el horror. Cuando reaccionó, se giró y le dijo contritamente-: Felicidades. Supongo entonces que Draco habrá salido... a comprar algo.
Snape se encogió de hombros. No creía que su ahijado le hubiera invitado sin tener nada preparado. No era su estilo, los Malfoy solían atar hasta el más pequeño cabo de sus asuntos.
-Le llamaré -comentó Harry.
Pero en lugar de dirigirse a la chimenea, sacó un artefacto de su bolsillo y apretó unas teclas, llevándolo luego a su oído. Oh, conocía esos aparatos, había visto a Draco trajinar con ellos. Esperaba que fallara como alguna vez había presenciado, para disfrutar un poco más de tan deleitable compañía.
Por desgracia, su ahijado contestó enseguida-: ¿Draco? Sí, soy yo... Sí, ya me he despertado... Sí, aún estoy en tu casa, con tu
padrino -deletreó, poniendo intención en cada letra-.No, ¿por qué? No, no lo sé... Mejor que no... Porque no. No pienso volver a contarte nada... ¡A ti menos, Pansy! No. Porque no me da la gana... Es mi móvil... Vale, pues si es tu casa ahora me voy... ¿Por qué? Oh, eres insufrible.
-Dirigiendo de pronto su atención al desconcertado hombre que le escuchaba sin entender, mientras observaba sus abdominales, le tendió el aparato encogiéndose de hombros-. Quiere hablar con usted. Contigo -rectificó rápidamente, sonrojándose adorablemente.
-¿Draco? Hola... Sí. Ah, pues no me ha dicho nada... ¿Qué, Pansy? Pero seguramente tú... ¿No? Ah, bien entonces. Nos vemos, cuídate.
Le devolvió el artefacto a Harry que se apresuró nervioso a responder, pero Draco ya había colgado.
-Dice que tú tienes el regalo -le comentó el hombre entre divertido y confuso. Le extrañaba que el joven lo tuviera y no se lo hubiera comentado. Además, recordaba el modo en que se había sorprendido al verle y cuando más tarde le comentó que era su cumpleaños.
-¿Yo? -preguntó Harry demasiado horrorizado para no saber nada del asunto-. ¡Yo no!
-Bueno -comentó Severus desconcertado ante su reacción-, Draco se habrá equivocado entonces. Pansy gritaba que tú sabías lo que era.
Harry se sonrojó esta vez aún más que su camiseta, y después de susurrar un escueto-: Disculpa. -Salió de nuevo de la sala, Severus supuso que para ir a buscar su regalo. Se preguntaba de qué podría tratarse, para haber provocado que el joven se ruborizara de ese modo.
Pero cuando volvió apenas un par de minutos después, no llevaba nada en la mano. En lugar de dirigirse hacia él, tomó un puñado de polvos Flu y los echó a la chimenea pronunciando el nombre de su casa, que conocía gracias a las novedades que Draco le contaba sobre él. Por un momento pensó que huía de su compañía, pero las llamas no se tornaron verdes, ni siquiera temblaron las cenizas.
-Mierda -escupió Harry entonces, tapándose la cara con las manos.
Eso dejó una buena porción de estómago al aire, lo que distrajo agradablemente la espera de Severus a que reaccionara. Lo que no esperaba que hiciera precipitándose sobre él, hincando una rodilla en el sofá, peligrosamente cerca de su pronunciada erección.
-Tengo tu regalo -le dijo entonces, súbitamente decidido.
-Ah -es todo lo que pudo responder Severus, mirando nerviosamente de sus cercanos y besables labios a sus increíbles ojos verdes, que seguía escondiendo bajo unas burdas gafas.
-Lo siento, no creo que te guste, pero... es necesario-se disculpó innecesariamente, antes de acabar de abalanzarse sobre él.
Le sujetó ambos hombros como si Severus fuera a salir corriendo, cuando en realidad se había quedado completamente atónito cuando había juntado los labios a los suyos. ¿Ese era su regalo? Tendría que mostrar su agradecimiento a Draco. Mucho, mucho, pensaba mientras permitía que Harry Potter, el jovencito con el que había soñado durante tantos años, besaba su boca como si no hubiera nada que le apeteciera más en el mundo. Al menos él no deseaba otra cosa. O quizás sí, quizás podría permitirse ambicionar un poco más, algo como lenguas húmedas y pieles desnudas. Pero para su desilusión las deliciosas caricias labiales finalizaron y se encontró con unos enormes ojos verdes estudiándole a menos de un palmo de los suyos.
-Lo siento, era necesario -se disculpó el joven, antes de salir disparado hacia la chimenea, que esta vez sí funcionó, para disgusto del hombre que aún no entendía por qué se había justificado, cuando lo único erróneo que había hecho era detener aquella maravillosa experiencia.
Se quedó sentado en el sofá de su ahijado, acariciando pensativamente los labios que le hormigueaban como única prueba de lo que había ocurrido. La erección que aún mantenía no contaba, porque se la había provocado la excitante visión parcial de su cuerpo, aunque decididamente el beso la había enardecido.
Draco y Pansy aparecieron por la chimenea un tiempo después, no sabía exactamente cuánto, pero a juzgar por la oscuridad tras las cortinas, hacía rato que había pasado la hora del té.
-¿Severus? -preguntó tentativamente su ahijado, intuyendo en la ausencia de Potter que las cosas no habían ido como había planeado con su novia.
-Draco. Pansy. Hola -les saludó anormalmente parco en palabras, cuando con ellos al menos solía ser más efusivo. No mucho, pero definitivamente más que con el resto de personas que solían visitarle -. Potter se ha ido.
-Ah, entonces... ¿no ha ido bien? -comentó Draco con prudencia, temblando mientras se sentaba al lado de su padrino.
-Depende de lo que pretendieras que ocurriera. Me ha besado, supongo que te referías a eso, ya que intuyo que tú has tenido algo que ver. Y ha ido bien. Mucho mejor de lo que había imaginado. -Miró a Pansy, que se sentó sobre el reposabrazos del sofá, detrás de su novio-. Y como seguramente tu novia ya sabe, he imaginado mucho, estos años.
-Padrino... yo no pretendía desvelar tus secretos -se disculpó Draco. Cobarde como siempre, optó por culpar a otro-, ha sido idea de Pansy.
-¡Eh! -se quejó su novia-. ¡No fue idea mía!
-Lo del cumpleaños de Harry sí -insistió Draco, buscando astuto una coartada-. Y eso lo empezó todo.
-Draco Malfoy... -le avisó la chica, que le conocía desde hacía suficientes años.
-No me hagáis recordar mi época como profesor. Pansy, explícame cómo empezó todo, por favor. Intuyo que esto viene de largo... -comentó Severus, sabiendo que la joven no falsearía la realidad tanto como su ahijado.
-Pues... el año pasado queríamos animar a Harry, que tuvo una de sus decaídas, -Draco le dio un codazo que a su padrino no le pasó desapercibido-, desanimado, estaba desanimado. Le pedimos a Blaise que saliera con él una noche, ya sabes...
-No, no sé -repuso el hombre, celoso y posesivo como era. Por eso su ahijado nunca le hablaba de los amoríos de Potter.
-Bueno, Blaise también entiende. Sale por bares de ambiente. -Ante la mirada escrutadora y exigente de su antiguo jefe de casa, aclaró-: Es gay. Así que intentó alegrarle la noche. No él -se apresuró a aclarar, ante la mirada del hombre-, con algún tío. Pero a Harry no le van los encuentros casuales. Así que como esa noche no se comió... nada, decidimos darle una sorpresa para su cumpleaños. Blaise nos presentó a un conocido suyo, stripper del bar donde fueron, que se había fijado en Harry. Yo sabía un hechizo que cerraba las salidas si no... Draco me ayudó- añadió rápidamente al ver cómo el rostro habitualmente cetrino de Severus enrojecía de furia.
-Yo no hice nada -mintió el Slytherin, que sabía cómo se ponía su padrino si se trataba de Potter.
-Draco Malfoy -le repitió su novia por segunda vez. A la tercera se iba a hartar de pajas por un tiempo prolongado-. El caso es que los encerramos en su casa. Pero acabamos rescatándole nosotros, a las veinte llamadas perdidas. A los dos móviles.
-No quiso besarle -afirmó Severus, tremendamente aliviado.
-Y tanto que le besó -se regodeó Draco-, pero el hechizo de Pans era algo más fuerte que el que ha lanzado hoy.
-El caso es que Harry estaba desesperado cuando llegamos -continuó la chica, intentando distraer al hombre, que a pesar de tener la boca cerrada se podía oír cómo rechinaban sus dientes-. Le dimos algo para beber, pensando que así se calmaría, pero Harry no aguanta bien la bebida.
-No está entrenado -comentó Draco despectivamente, como si el aguantar el alcohol fuera un requerimiento social-. Lo soltó todo. Cómo odiaba que los tíos se acercaran a él por ser quien era. Cómo nunca había estado enamorado de ninguna de sus parejas. Cómo había tenido un enamoramiento juvenil por su profesor de pociones...
Severus saltó ante eso. Literalmente. Era algo tan inesperado como bienvenido. Pero de aquello tenía que hacer al menos diez años... respondiendo a su pregunta callada, Pansy prosiguió-: Draco me contó entonces que tú también podrías estar interesado.
Padrino y ahijado intercambiaron miradas, intentando valorar los daños. El pequeño de los Malfoy había presenciado al final de la guerra cómo Severus se desplomaba literalmente ante la incertidumbre de si Potter había sobrevivido al encuentro con el Señor Tenebroso. Fueron unas horas angustiosas, donde el hombre le confió al muchacho lo mucho que le importaba que
el Elegido sobreviviera. Mirándole ahora a los ojos, Snape comprendió que Draco no se lo había contado
todo a su novia.
-Fue idea mía, regalarte la oportunidad de tenerle, aunque fuera una vez -confesó su ahijado-. Queríamos haberlo hecho por Navidad, pero Potter se pone terrible esos días. Te aseguro que el que te haya besado ya es mucho, con lo que le cuesta abrirse a cualquier relación.
-¿Qué es eso de decaídas? -les interrogó recordando lo que Draco le había hecho callar a su novia.
-Harry se deprime constantemente. Tiene que ver con su modo de relacionarse con la gente, o cómo la gente intenta relacionarse con él. Por interés -explicó Pansy.
-Y parte de ello por la gente que perdió en la guerra -añadió Draco-. Tiene miedo de volver a perder a alguien tan cercano, como cuando murió Granger. Y luego a Weasley, cuando le culpó por ello, malditas comadrejas. Nunca ha conseguido alargar una relación más de unos meses. O se cansan de que no se entregue, o simplemente comprueba que sólo ven en él al chico que vivió. Y tú encerrado en casa, pensando en él. ¿No veis que sois perfectos el uno para el otro? Tú le darías la estabilidad y confianza que necesita, y él... él cumpliría todos tus sueños, Severus.
Snape se levantó de pronto, casi tropezando con unos zapatos, que intuyó de Potter.
-Voy a... a llevarle sus zapatos -comentó casualmente, cogiéndolos como si fueran un preciado regalo.
-Sí, buena idea -le animó Draco, sabiendo que el hombre necesitaba una excusa para salir corriendo tras su sueño. Pansy simplemente asintió con lágrimas en los ojos, emocionada al ver cómo su querido jefe de casa, y amigo, desparecía por la chimenea tartamudeando el nombre de la casa de Harry-. Espero que llegue. Después de todo sólo faltaría que un error de vocalización les separara.
Sonriendo, su novia le cogió de la mano y le llevó hacia la habitación. Al final Draco se había portado bien, e iba a recompensarle por ello.
*** *** ***
Cuando la chimenea se iluminó en casa de Harry Potter, el joven se dirigió a ella dispuesto a explicarle cuatro cosas a los dos entrometidos que suponía aparecerían por ella. Se quedó parado en el sitio cuando en su lugar apareció Severus Snape, con sus zapatos en la mano.
-Te he traído esto -comentó como saludo, levantándolos.
-Gracias -respondió Harry sin saber qué decir. La última vez que había visto al hombre le había acosado literalmente, asaltándole y besándole sin permiso. ¿Qué pensaría ahora de él?
-Acaba de llegar Draco. Le he agradecido profusamente el regalo.
Los ojos de Harry se abrieron imposiblemente, habiendo esperado más un reproche que un halago. Si es que se trataba de eso. -¿Te... gustó?
-Fue muy satisfactorio. Aunque escaso, debo admitir. -Avanzó un par de pasos, sorprendido al ver que el supuestamente desencantado joven avanzaba también a su encuentro-. Me encantaría un poco más de lo mismo.
Harry sonrió pícaramente, cogiendo los zapatos de su mano y tirándolos al suelo. Si iba a besar a Severus Snape, quería toda su atención. -Puedo arreglar eso -comentó sugerentemente, elevándose sobre su empeine para alcanzar esos labios insaciables, que estaba encantado de contentar.
Esta vez los dos fueron conscientes de lo que estaban haciendo, así que pronto entraron en juego sus ávidas lenguas, probándose y acariciándose sin pudor. Severus pensaba que no podría soportar si Potter pretendía llevar las cosas lentamente. Harry se planteaba si Snape pensaría mal de él si le llevaba a su habitación sin tan siquiera haber discutido lo que sentían el uno por el otro.
Incapaz de contener la excitación que esos lánguidos besos le estaban provocando, Severus bajó su mano por el frontal de esa ridícula camiseta, y fingiendo una larga caricia llegó hasta ese islote de piel que casi le había vuelto loco en casa de su ahijado. -¿Esto también forma parte de mi regalo? -preguntó pícaramente, notando cómo la piel de su estómago se erizaba con su contacto.
Como respuesta Harry se empujó contra su mano, lo que le quedó bastante claro a Snape, que la coló bajo la tela roja procediendo a reconocer táctilmente lo que su vista ya había codiciado. Mientras tanto su boca iba cobrándose su regalo, tanto lamiendo como mordiendo, perdido en lo que sentía con su mano. -Harry... -susurró contra sus labios, no queriendo asustarle, pero incapaz de contenerse-, necesito más -aventuró, rodeándole con sus brazos, colando sus manos por el pecaminoso espacio que dejaba su camiseta, hacia abajo, dentro de sus pantalones.
Harry se separó de él, evitando que llegara más allá del comienzo de esas tentadoras montañas. Por un momento Snape pensó que había jugado y perdido, pero entonces los verdes ojos brillaron y una ladina sonrisa apareció en su rostro, e inmediatamente después la estrecha camiseta voló por encima de su cabeza, no sin dificultad. -¿Qué más quieres, para tu cumpleaños? -preguntó el chico con la mano en la cremallera de sus pantalones.
Severus no lo dudó ni un momento. Avanzó ese paso que le separaba de su objeto de deseo y se arrodilló a sus pies, ansioso por recibir la porción más grande de pastel. Y realmente era considerable. Firme, suave y de un tamaño más que adecuado. La besó larga y delicadamente, hasta que su dueño empezó a soltar agudos quejidos, seguramente esperando más roce e intensidad. No pudo sino concedérselos. Ambos. La introdujo profundamente en su boca, y con su lengua la apretó contra su paladar. Succionó después, provocando que los quejidos se convirtieran ya en sollozos. Pero no dejó que nada le distrajera de su deliciosa ocupación, agasajando aquella maravilla como se merecía. Sin embargo, al cabo de unos minutos le fue arrebatado su juguete. Salió de su boca y se estrelló contra su muslo, cuando Harry cayó al suelo arrodillado ante él.
-No puedo soportar más, Severus. ¿Qué pensarías de mí si te llevara directamente a mi cama? -confesó el joven, deseoso de tener a ese hombre donde tanto le había soñado.
-¿Qué pensarías tú de mí si te digo que llevo diez años imaginándome exactamente en ese lugar?
-¿Diez años? -los ojos de Harry se abrieron desmesuradamente mientras hacía cálculos-. ¡Diecisiete! Severus, que pícaro... -dijo sin realmente molestarse.
-No, no de esa forma... bueno, quizás de esa también -confesó al sentirle aún sobre su muslo y recordar cómo le había deseado mientras observaba cómo entrenaba-. Pero no sólo por tu cuerpo.
-¿También por mi estupidez y torpeza? -preguntó Harry al recordar cómo le insultaba el hombre cuando era su profesor.
-También, por eso también -comentó con fingida seriedad-, y por tu valentía, tu generosidad, tu arrojo...
Harry acalló los elogios con sus labios, besando a aquellos que le habían hecho tan feliz con su confesión. ¿Cuánto tiempo había estado esperando a alguien que le viera realmente a él, tras la máscara del
Elegido? Sabía la respuesta a esa pregunta: Siempre.
-¿Cama? -logró pronunciar separándose apenas unos milímetros de aquella boca arrebatadora.
Como respuesta, Severus se puso en pie y le cogió en brazos, dejándole completamente desnudo cuando sus pantalones y ropa interior cayeron al suelo. Cuando el joven se sonrojó ante su estado y su situación, el hombre le apaciguó-: Quiero llevar mi propio regalo. Dime dónde.
Fue guiado por cortas indicaciones que Harry dejaba ir cuando no tenía más remedio, agasajando el cuello y el pecho de su portador. Cuando al fin Severus le dejó en la cama, la excitación de ambos no había menguado lo más mínimo. Aún así, se permitieron inflamarla un poco más con besos y caricias, temerosos los dos de dar el primer paso.
El Gryffindor, como siempre, fue el que mostró su arrojo separándose con gran esfuerzo de la boca de su amante, y colocándose demostrativamente sobre sus manos y sus rodillas, girando el rostro con una expresión suplicante que a Severus le fue imposible de resistir.
Y fue realmente un placer hacerlo. Para los dos. Harry se sintió completo por primera vez, a pesar de haber estado en esa posición antes. Pero nunca se había sentido llenado tanto mental como físicamente. Severus le hacía el amor completamente entregado, haciéndole sentir la persona más importante de su mundo, a él, a Harry, a su mocoso impertinente, nada que ver con el
Elegido.Severus se sintió amado como no se había sentido en su vida. El cuerpo de su amante temblaba bajo él, entregándose sin reservas y gimiendo lo mucho que le complacía cada una de sus acciones; sus envites estudiados para hacerle gozar; sus besos en la sudorosa espalda, buscando su sabor; sus palabras de aliento para inflamar su placer; sus mordiscos cuando sus propias sensaciones eran tan abrumadoras que no podía centrarse en nada más.
Su orgasmo simultáneo fue el regalo más especial que había recibido nunca.
Harry sonrió deliciosamente ruborizado cuando se lo comentó, no pudiendo retener su euforia post orgásmica.
-¿Aceptarías más regalos como éste, aunque no sea tu cumpleaños? -le preguntó el joven azorado, intentando esconder en una broma la ansiedad que le provocaba el no saber si volvería a experimentar lo que ese hombre le había hecho sentir.
-Tan generoso... -comentó también medio en serio, medio en broma, abrumado por las mismas inseguridades-. ¿Y no me dejaría eso en deuda contigo?
-Oh, sí. Tendrías que compensarme... ¿por siempre? -le preguntó con ojitos de cordero, mirándole desde su pecho, donde estaba cómodamente acurrucado.
-Puedo encontrar tiempo para hacerlo. La verdad es que no salgo mucho -bromeó, intentando esconder lo mucho que deseaba compensarle... por siempre.
Harry gimoteó entre sus brazos, fingiendo sollozar cuando su pecho saltaba de alegría. Nunca se había sentido tan cómodo con nadie con el que hubiera compartido la cama. Nunca.
-¿Y ganas? ¿Tendrás ganas? -le preguntó esperanzado, necesitando algo más firme que una insinuación.
Severus le miró desde la almohada levantando la ceja, pero en ningún modo a cómo lo hacía en la escuela. Lo hacía con incredulidad, pero no por su ineptitud, sino porque necesitara más reafirmación sobre lo mucho que deseaba permanecer a su lado, sin fecha de caducidad posible.
-¿Acaso lo dudas? ¿No te lo he demostrado suficientemente bien? -le preguntó escapando de nuevo a una respuesta directa, acariciando su espalda y apretándole contra su calor. Harry asintió enérgicamente, convencido de que no obtendría una declaración más sincera. Pero como siempre, Snape le sorprendió-: Pues si tienes paciencia, luego te lo demuestro de nuevo. Luego... y siempre que lo desees.
-¿Siempre?
No pudo si no contestar a esos bellos labios con los suyos.
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