La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Master Snape’s Community. Capítulo 4. El jardín de las hierbas

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alisevv

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MensajeTema: Master Snape’s Community. Capítulo 4. El jardín de las hierbas   Master Snape’s Community. Capítulo 4. El jardín de las hierbas I_icon_minitimeDom Ene 24, 2010 10:48 pm

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Para Harry, el almuerzo paso en una especie de nebulosa. Aunque parte de su mente notó los sencillos alimentos que la comunidad suministraba y que combinaban perfectamente con el agreste paisaje y el austero estilo de vida, otra parte de él estaba todavía frente al establo de caballos, excitado por la travesura de los animales y el toque del maestro Snape. Se había puesto duro de mirar el sexo, aún siendo animales los que lo hacían, y era algo previsible dada la forma en que su mente parecía insistir en el sexo últimamente. Pero la consciencia del hombre parado cerca de él, el subsiguiente toque de sus manos y el modo en que su voz parecía acariciarle, le dejaron con una erección tan dura como dolorosa. El resto de la sesión fue una agonía de necesidad y desesperado deseo de que su erección bajase. Pero mientras el maestro Snape continuara parado tan cerca de él, y allí seguía, no había esperanza de eso.

Ahora, en la mesa del almuerzo, mientras se concentraba en servirse el alimento y comer, el alivio fue llegando gradualmente. Su erección ahora era sólo firme y no dura como roca, y ya no dolía. Respiró un poco más fácilmente y obligó a su mente a enfocarse en la comida. Incluso consiguió convencer a sus ojos de que dejaran de desviarse hacia la oscura figura sentada a la cabecera de la mesa.

Levantó un cuadrado de pergamino que estaba en su lugar.


Almuerzo

Sopa de papa y puerro con pan
Queso de oveja con pan y ensalada verde de la estación
Pastel de zanahoria.

Todas las comidas servidas en la comunidad son hechas en casa utilizando nuestros propios ingredientes.


Era comida básica, pero abundante y nutritiva. Harry estaba feliz con todo. Draco y Pansy, al parecer, no.

—¿Hay algo de mantequilla para el pan? —pidió el rubio, arrastrando las palabras.

Miranda Becked, la cocinera, era una bruja que parecía tener aproximadamente la edad de del maestro Snape, y cuyo comportamiento se parecía al de un hombre, no así su apariencia. Bufó.

—Si el pan está demasiado seco, mójelo en la sopa. La mantequilla significa un trabajo duro, y sólo es utilizada dónde es necesaria.

Pansy acudió en defensa de Draco.

—El sabor es demasiado suave. ¡Pásame la sal, Potter!

Harry la miró con furia pero le entregó la sal, lentamente. Todos estaban concentrados en comer y charlar amistosamente con sus vecinos.

Mientras Hermione y Susan ayudaban a Miranda a retirar los tazones de sopa y traer el siguiente plato, la profesora Sprout habló con el profesor Snape.

—Estoy particularmente ansiosa por la visita de esta tarde al jardín, Severus. ¿Nos acompañarás de nuevo?

—No esta vez, Pomona. Tengo que terminar un trabajo en mi sala de pociones. Sin embargo, probablemente me reuniré con ustedes para visitar la bodega; confieso cierto cariño por el trabajo del señor Jordan.

Sprout rió entre dientes mostrándose muy de acuerdo.

—También estoy deseando eso, Severus. ¡Me alegra que la cata de vinos se haya dejado como la última sesión antes de la cena, o es posible que no fuéramos capaces de caminar derechos! Has pensado en todo realmente, ¿verdad? Aquí tienes alimentos saludables… —miró a Draco y a Pansy— … y tu propio vino, y pociones, y un maravilloso aire fresco. ¡Tengo mucha envidia!

—Nuestra comunidad está siempre lista para dar la bienvenida a nuevos miembros, Pomona, si tu trabajo de enseñanza pierde su fascinación.

—Oh… dudo que eso pueda pasar. Ahora soy una parte de Hogwarts, y no creo poder desarraigarme sin romper mi raíz principal. Pero puedo entender porqué la gente joven pueda desear empezar una nueva vida aquí; realmente puedo hacerlo.

A lo largo de la comida, Neville charló animadamente con Harry y la profesora Sprout sobre el recorrido de la tarde. Harry escuchaba a medias, disfrutando su comida, que estaba haciendo un buen trabajo al dejarle satisfecho, y observando a los demás miembros de la comunidad, que charlaban relajados mientras comían. Todos parecían enfocados en sus trabajos y felices con ellos. Deseaba poder encontrar algo igual de satisfactorio para hacer en su vida. Por primera vez empezó a darse cuenta que no necesitaba un trabajo de alto perfil o una enorme bóveda en Giringotts para ser feliz. Toda esa gente estaba satisfecha con su sencillo estilo de vida.

Argus Filch, quien iba a mostrarles el Jardín de Hierbas, era un hombre flaco como un palillo, que lindaba el borde más lejano de la mediana edad. No era viejo en sí, radiaba demasiada energía para eso; pero era un individuo severo, parco en palabras, lo que le hacia parecer mayor de lo que probablemente era. Observándole en la mesa del almuerzo, Harry llegó a la conclusión de que no era infeliz, sino simplemente muy reservado. Quizás había aprendido a comportarse de ese modo por ser squib, y por tanto, considerado un intruso por mucha gente mágica. Harry sabía cómo se sentía el ser considerado un fenómeno, y podía entender que alguien se volviera introvertido en tales circunstancias.

El señor Filch se levantó.

—¡Listos, entonces! Si me siguen, les mostraré los jardines. ¿Vienes, Abigail?

—¡Trata de detenerme! —contestó, sonriendo y yendo a pararse al lado de los estudiantes—. No quisiera que ellos pensasen que es sólo tu trabajo, Argus. Ocasionalmente, también me ensucio las manos, ¡ya lo sabes! Danyel, ¿quieres venir?

El joven alto se levantó.

—¿Pa?

—Sí, ve, muchacho. Me la puedo arreglar sin ti por un rato. Pero ven a la granja cuando termine el recorrido del jardín —advirtió Jolyon. Luego, habló aparte a Abigail—. Asegúrate de que regrese antes que vayan a las bodegas. ¡Sabes cómo se pone con la bebida!

La chica asintió al granjero.

—Regresaremos aquí para el té de la tarde, entonces puedes retenerle contigo.

Filch gruñó y condujo a todos al exterior.

Los jardines estaban alrededor de la parte de atrás de las casas, en el área abrigada entre las edificaciones y la elevación del terreno.

—Lo que ven aquí —comenzó Filch— es el producto de una gran cantidad de trabajo. El suelo era fino y pobre, y tuvimos que agregar una capa de tierra abonada de cualquier lugar donde podíamos encontrarla. Con una fuente ilimitada de fertilizante orgánico, ahora es capaz de producir buenas cosechas. A la izquierda están las siembras de alimentos, que podrán ver después si así lo desean, pero imagino que estarán más interesados en el Jardín de Hierbas, que es donde cultivamos todos los productos mágicos para las pociones y esas cosas. ¡Aquí!

Le siguieron hacia la derecha, a lo largo de un camino que corría entre dos lechos de hierbas.

—¿Usted puede cultivar plantas mágicas siendo un squib? —preguntó Draco groseramente.

Filch se dio la vuelta y miró con ira al pálido muchacho.

—Puedo acolcharlas *, regarlas, alimentarlas y mantenerlas libres de aves, como cualquier mago. Al maestro Snape y a la señorita Darke les gusta plantar y cosechar ellos mismos, pues son muy quisquillosos con los ingredientes para sus pociones. Harían lo mismo aunque usted fuera el jardinero, muchacho, aunque dudo que tuviera la fuerza para el trabajo.

Harry aprobó el comentario y sonrió para si mismo ante la burla de Filch, que Draco, obviamente, no disfrutó. No se atrevía a sonreír abiertamente o Malfoy tornaría su atención hacia él, y no deseaba problemas mientras estuvieran en la isla Eigg. Deseaba convertirse en una parte de la paz de la comunidad, al menos durante el breve tiempo que estuviera allí.

Pansy camino a grandes zancadas hacia delante, lejos del resto del grupo, y Draco la siguió. La profesora Sprout tenía su nariz cerca del terreno, examinando cada una de las plantas del macizo más cercano. Neville estaba a su lado, luciendo entusiasta. Harry apreciaba el cuidado en la producción de los ingredientes para la preparación de pociones, y podía ver que allí se aseguraban de la fina calidad y frescura; sin embargo, su principal interés se centraba en el arte de la preparación de pociones, y estaba ansiando visitar las salas de pociones del maestro Snape y escuchar algo sobre su trabajo. Casi se convenció a sí mismo que ésa era la única razón por la que ansiaba ese recorrido.

Hermione y Susan habían caminado a lo largo de otro sendero, examinando las plantas del siguiente lecho. Hermione tomaba todas las notas que podía. Justin estaba preguntándole a Filch sobre su vida allí, cuánto tiempo llevaba en el lugar y cómo había escuchado hablar de él. Estaban inmersos en su conversación, así que Harry se giró a mirar los lechos de plantas detrás de él. Danyel Tadcaster estaba parado a un lado, luciendo un poco perdido.

—¿También trabajas aquí, Danyel?

—Sí, a veces. El señor Filch me deja ayudarle a preparar los lechos. Dice que es importante conseguir el suelo correcto. Nada crece bien si el terreno no es bueno.

Harry asintió, pensando que eso tenía sentido, y el pesado trabajo de rastrear, desterronar y cavar daría buen uso a los talentos del joven.

—Me gustas —aventuró Danyel, sonriendo suavemente.

—Gracias, tú también me gustas, Danyel —le aseguró.

—Tú eres Harry, ¿verdad?

—Sí.

—¿Puedo sostener tu mano, Harry? —y sin esperar respuesta, tomó su mano con firmeza.

Los ojos verdes se abrieron con sorpresa, sintiéndose un tanto precavido. ¿Qué había querido decir Danyel? Esperaba que no fuera nada de índole amorosa.

—Está bien, Harry —Abigail había notado la acción de Danyel y se había acercado a los dos jóvenes—. Él sólo desea compañía y guía, no significa nada más. Estarás bien. ¿Puedes manejar el seguir con él sosteniéndole la mano?

Los ojos de ella miraron los suyos, pidiendo comprensión para el otro joven.

—Sí, está bien —contestó Harry.

—Gracias —susurró la chica, sonriéndole.

La mano de Danyel era cálida y seca, y cuando fue obvio que el joven no quería nada excepto la seguridad de sostener su mano, Harry comenzó a relajarse. Los dos vagabundearon entre los lechos de hierbas observando las plantas, y el mago de ojos verdes notó que Danyel no tocaba nada. Estiró su mano libre para sentir el peso de una vaina de semillas en una planta de flores amarillas.

—¡No se permite tocar! —exclamó Danyel, serio, pero no refrenó a su acompañante.

—No la voy a dañar, Daniel —explicó—. Sólo quiero sentir cuántas semillas se están formando. Esta planta es bastante segura.

—Vale, Harry —aceptó, y eso pareció ser suficientemente bueno para él.

—¡Aaaaaaaah!

El chillido detrás de ellos les hizo saltar. Draco estaba transportando a Pansy, sosteniéndola bajo los brazos y alrededor del pecho. Ella estaba gritando presa del pánico, si no dolor. La mano de Danyel apretó más fuerte y Harry se la estrechó, tranquilizándole.

—¡Fuera, señor Malfoy! —resonó la voz de la profesora Sprout, en una orden que debió ser escuchada hasta en el edificio principal—. ¡Mientras más la arrastre, más fuerte le aferrará! ¿Acaso no recuerda nada, niña tonta? —continuó mientras avanzaba hacia Pansy, quien inclinaba su espalda sobre los brazos de Draco.

La pierna izquierda de Pansy estaba extendida hacia el frente, firmemente aferrada por una gruesa vid; el zarcillo marrón lucía como si pudiera ser una buena cuerda para el ancla de un barco.

>>Vid serpiente, tócala y te agarrará. Sólo puede ser cosechada mágicamente, y por alguien que realmente sepa lo que está haciendo. ¡Y ustedes dos no pertenecen a ese selecto grupo! —rugió la profesora.

Pansy todavía se lamentaba, un interminable ruido agudo que era tan irritante a los tímpanos como un tambor en una fiesta. Draco había escuchado a la profesora y dejó ir a su novia. De inmediato, ella fue jalada más cerca de la vid por el lazo que tenía alrededor de su pierna.

—¡Drakey Poo! —gritó—. ¡No me dejes!

—¡Le dije que dejara de jalar, señorita Parkison! —rugió la profesora Sprout.

Esta vez, su voz pareció causar alguna impresión sobre Pansy, cuya voz decreció hasta un sonido agudo más atenuado, no mayor que el grito hambriento de un recién nacido, lo cual ya era una mejora ante su anterior actuación, siendo apenas tolerable dentro de la gama de la audición humana. La profesora blandió su varita.

>>¡Quédese atrás, Malfoy!

—¡Drakey!

Expello Serpentiflora!

La vid se retiró, repelida por el hechizo de Sprout. El zarcillo donde había golpeado el hechizo había ennegrecido, luciendo quemado, y las hojas cercanas comenzaban a marchitar.

>>¡Una pérdida de buen crecimiento! ¿Qué le poseyó para acercarse tanto a la vid-serpiente? ¡Es un error de primer año, señorita Parkison! ¿Estaba vagabundeando por ahí con los ojos vendados?

Pansy estaba frotando su tobillo, que se veía rojo e irritado, y Harry recordó sus burlas la vez que él resultó herido de esa forma. Se preguntaba si a ella le gustaría escuchar burlas sobre lo que estaba haciendo con Draco.

>>¿Bien? ¡Estoy aguardando una explicación! ¡En lugar de ayudar a la comunidad, usted ha demostrado ser un costo!

—Es sólo un pedazo de vieja vid… —murmuró Pansy.

—¡Detención! Cuando regresemos, tendrá una semana de detenciones conmigo. ¡Si es capaz de decir algo así luego de siete años de estudio, es más idiota de lo que yo podría imaginar, y comienzo a entender porqué se enredó con la vid! Y, señor Malfoy, ¡déjela sola!

Draco se había acercado para ayudar a su novia, quien se tambaleaba frotando su pierna.

Neville se adelantó, sosteniendo un follaje.

—Betónica palustre**, Profesora —dijo.

—No creo que ella lo merezca, pero bien hecho, Longbottom.

Neville se inclinó, estrujando las hojas para que el jugo fluyera, para luego ponerlas alrededor de la pierna de Pansy, asegurándolas con un pedazo del cordel que siempre llevaba en el bolsillo de su túnica. Ignoró las miradas fulminantes de Draco mientras tocaba la pierna de la chica, quien suspiró con alivio mientras el jugo calmante hacía efecto sobre su carne dolorida.

>>Lo único que hizo bien, Parkinson, fue esperar hasta el final de la sesión para meterse en problemas. Al menos todos tuvimos un buen paseo y pudimos hacerles varias preguntas al señor Filch y Abigail, ¿cierto?

—Sí, Profesora —contestó cada uno, obediente.

El intimidado y tranquilo grupo siguió a Abigail de regreso a la casa para el té de la tarde, con Pansy inclinada pesadamente sobre Draco y cojeando dramáticamente



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Té de la tarde

Té o café, servido con galletas, tortas y pasteles caseros.


Harry tenía que admitir que estaba disfrutando la comida. Interminables tazas de humeante té, lo bastante fuerte como para broncear el cuero. Café, si preferías, aunque la mayor parte de la gente bebía té. ¡La comida era maravillosa! El énfasis estaba en la abundancia una vez más; sin duda, con la idea de aprovisionar de energía a los trabajadores manuales y resguardarlos del frío exterior, algo que en el lugar probablemente fuera necesario la mayor parte del año. Harry comió un gran bollo, con mantequilla y mermelada de ciruela; dos panquecas de avena, deliciosamente pegajosas y llenas de miel; y una porción de esponjoso bizcocho. Brevemente, se preguntó si terminaría gordo de vivir allí, pero supuso que estaría demasiado ocupado como para que eso pasara. El maestro Snape era bastante delgado, pensó, observando al hombre que estaba sentado bebiendo té y hablando con Scyla Darke. Los ojos de Snape giraron y atraparon su mirada, como si le hubiera sentido, y Harry se sonrojó ante el pensamiento de que el hombre pudiera ser capaz de ver lo que estaba pensando.

Danyel estaba sentado a su lado y le hablaba ocasionalmente. Había sido reservado con los visitantes hasta que decidió que le gustaba Harry, y éste tenía la sensación de que le seguiría mucho a partir de ahora. Pero no a la bodega. Harry no había podido evitar notar que el joven elegía comer lo mismo que él. De alguna manera, era dulce y triste, e hizo que en él naciera un fiero sentimiento protector hacia el muchacho.

—¡Así que se está convirtiendo en un buen viaje para ti, Potter! —dijo Draco. Estaba sentado frente a Harry y no fue una sorpresa que hiciera el comentario—. ¡Comida pesada e incluso un novio nuevo! ¡Debe ser el cielo de Potter!

El aludido encontró el comentario menos molesto de lo que el rubio deseaba que fuera, y contestó suave y cortésmente, sabiendo que molestaría a su némesis, quien estaba tratando de hacerle sentir mal.

—La comida es realmente rica, sí. Y Danyel es un joven muy agradable, así que me complace estar en su compañía.

Draco bufó y susurró desde el otro lado de la mesa:

—Supongo que será agradable estar en sus pantalones, después.

Harry le ignoró. La mente de Draco era como una cloaca. Sí, a él le gustaba hacerse pajas, y comprendía que la gente estuviera tan colada por el sexo, pero hacer eso con Danyel sería tomar ventaja. Los sentimientos que tenía hacia el vulnerable joven eran completamente distintos, basados en la simpatía y el sentimiento protector.

Sintió la oscura mirada del maestro Snape de nuevo sobre él. Alzó la vista y vio que el hombre asentía levemente. Pensó que era una señal de aprobación y, de repente, sintió calidez en el interior de su pecho.




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