Titulo: Dos palabras para desear vivir
Personajes principales: Harry Potter, Severus Snape, Albus Dumbledore, Ron Weasley, Hermione Granger y Lord Voldemort ( Con la participación esporádica de otros personajes secundarios)
Pareja: SS/HP
Clasificación: Esto..... no lo sé
Disclaimer: Los personajes no son míos, son de Rowling. No gano nada con esto, sólo diversión.
Advertencias: Habrá sexo; pero vaya, nada que no se haya leído antes.
Resumen: Harry sufre una gran depresión y lo único que desea es morir o dejarse matar por Voldemort, con la esperanza de que nadie más resulte herido por su causa.
Dos palabras para desear vivir
Capítulo 3
- Albus, apresúrate -dijo la profesora McGonagall en la entrada del Gran Comedor-. Srta. Granger, Sr. Weasley, vayan a su mesa, ¡pronto!
- Sí, profesora -contestaron los dos.
- Albus, ¿Y Harry? -Preguntó McGonagall en voz baja mientras se dirigían a sus lugares habituales en la mesa de los profesores.
- Después de cenar, Minerva. En mi despacho. Ahora hemos de actuar como si nada especial estuviera pasando.
El director, puesto en pié, dio una palmada y las mesas se llenaron de deliciosos platos. Con la mirada atenta, al ver un ligero pestañeo en uno de los alumnos, hizo un pase con ambas manos cubriendo todo el comedor y los respaldos y reposa brazos desaparecieron de los bancos.
- …. Y como les estaba contando -dijo el director, captando la atención de los recién despertados alumnos-, dentro de dos días los jefes de las Casas colgarán en sus respectivas salas comunes los resultados de los T.I.M.O.S. y de los E.X.T.A.S.I.S. Disculpen la interrupción. Ya pueden proseguir con la cena.
- Pues no sé qué decirte, Ginny -comentaba Hermione-, yo te veo más como buscadora que como cazadora. Serías un excelente relevo para Harry. Dean, ¿Me pasas la sal, por favor?
- ¿Eh?, sí, claro.
- Dos días para que nos den los resultados de los exámenes y dentro de una semana nos iremos a casa. Yo no creo que haya aprobado pociones. ¿Y tú qué, Neville, crees que habrás aprobado? -Preguntó Ron, como si tal cosa.
- Uh… Em… no, no creo. Conseguí no explotar el caldero; pero el color de la poción no se parecía mucho al que debía ser.
Al cabo de un par de minutos, el ambiente del Gran Comedor era como cualquier día a la hora de cenar, con los silenciosos Slytherin por un lado, los algo más ruidosos Hufflepuff y Ravenclaw y los escandalosos Griffindor.
En la mesa de los profesores, Albus y Minerva hablaban ahora con uno, ahora con otro, como era normal entre ellos.
- Minerva, voy a mi despacho, cuando acabes, reúnete conmigo y tráete a nuestros dos jóvenes compañeros de aventuras -le dijo el Director mientras se levantaba de su silla, para acto seguido salir por una puerta lateral.
Al poco, la profesora McGonagall se levantó de su asiento y se acercó a la mesa de Griffindor.
- Srta. Granger, si ha terminado la cena, acompáñeme a mi despacho para hablar sobre sus T.I.M.O.S. Sr. Weasley, si quiere, puede acompañarla.
Al momento ambos jóvenes se levantaron y siguieron a su jefa de Casa hacia el exterior del Gran Comedor.
- Profesora, ¿Se sabe algo de Harry? -preguntó Ron con voz angustiada.
- Es lo que vamos a intentar averiguar en estos momentos, Sr. Weasley. El Director nos espera en su despacho. Esperemos que tenga buenas noticias.
- Adelante, adelante -dijo el Director al ver llegar a la profesora y los dos alumnos-. Por favor, ustedes dos (refiriéndose a Ron y a Hermione) tomen asiento. Antes de ponerles al corriente de lo que sé, he de tener una breve charla con su profesora -dijo mientras la tomaba de un codo y la apartaba unos metros.
- ¿De qué se trata, Albus?
- Verás, aún no tengo todos los datos; pero quiero prevenirte a tí antes sobre lo que os voy a contar para que no pongas el grito en el cielo. He dejado a Harry y a Severus juntos en la cama -omitiendo que además estaban desnudos.
- ¡Pero Albus! Eso es… terriblemente inadecuado y… peligroso para Harry. Tú ya sabes que Severus…
- Sí, Minerva, sé perfectamente las preferencias sexuales de Severus. De la misma forma que sé que jamás se propasaría con un alumno y mucho menos sacaría ventaja de un cuerpo inconsciente. Tiene un gran auto control; pero para tu tranquilidad, te puedo asegurar que lo único que puede hacer Severus en estos momentos, no es otra cosa que dormir plácidamente -dijo con un brillo entre divertido y travieso en sus ojos.
- Sigue sin gustarme, Albus. Eso es como tentar al diablo; pero tendrás mi apoyo siempre y cuando Harry no salga perjudicado.
- Creo, mi querida Minerva, que quien peor lo pueda pasar sea el propio Severus cuando despierte; además ha sido totalmente indispensable para la recuperación de Harry o podríamos llegado a perderle. Harry, a parte de otras cosas que aún me ha de contar Severus, llegó casi congelado. Necesitaba recuperar el calor de su cuerpo y en estos momentos, sólo Severus se lo podía proporcionar.
Sin darle opción a réplica al último comentario, el director volvió sobre sus pasos y ofreció un caramelo de limón a sus alumnos, los cuales rechazaron educadamente.
- Bien, como ya le he comentado a su profesora, aún no tengo todos los datos; pero he de comunicarles que el profesor Snape encontró a Harry y pudo volver al colegio con él. Como llegó en el momento que iniciábamos la “Operación Olvida y Duerme” y era imposible llevarle a la enfermería, no quedó otra opción que dejar a Harry en los aposentos privados del profesor Snape.
- ¿A la habitación de Snape? -Interrumpió Ron con cara de asco-. ¿No podía haberlo llevado a cualquier otra parte?¿Transformar alguna sala en desuso?
- Es profesor Snape -regañó el Director- y no, no había tiempo para hacer nada de lo que lo que está proponiendo, Sr. Weasley. Harry llegó a Hogwarts prácticamente muerto.
- ¡Oh, dios mío! -Susurró Hermione llevando las manos a la boca-. ¿Cómo está ahora? ¿Podemos ir a verle?
- Como ya he dicho antes, no tengo toda la información. Antes de ir al Gran Comedor he ido a ver al profesor Snape; pero como no disponía de mucho tiempo antes que empezaran a despertar el resto de alumnos y profesores, sólo he podido saber que el profesor Snape ha conseguido revivir a Harry; pero que aún no ha salido de la inconsciencia.
- ¿y no podemos ir a verle? -Repitió Hermione.
- No creo que en estos momentos sea una buena idea, Srta. Granger. El profesor Snape ha hecho un gran esfuerzo durante todo el día y se ha ganado un merecido descanso. Estoy seguro que no sería para nada de su agrado que invadieran la intimidad de sus aposentos.
- Pero Harry está ahí -dijo Ron-. Puede despertar y asustarse si lo primero que ve es a Snape.
- Sr. Weasley…. –dijo el Director en un tono de advertencia.
- Vale, sí, es “profesor Snape”, intentaré recordarlo; pero de todas formas, no me siento bien sabiendo que Harry está con alguien que le odia.
- ¿De dónde ha sacado que el profesor Snape odia a Harry, Sr, Weasley?
- Sr. Director, eso es algo que todo el mundo sabe. Desde el primer día que demostró tenerle ojeriza. No ha parado de meterse con Harry insultándole de mil maneras diferentes y quitándole puntos, la mayoría de veces sin razón.
- Eso es cierto -dijo Hermione, apoyando a Ron-. Además siempre le achaca que se aprovecha de su fama, cuando Harry es lo que más detesta. Lo cierto es que no para de buscar cualquier excusa para hacerle sentir mal y humillarle.
- Están haciendo acusaciones muy serias y la verdad es que me extraña; pero si esto es así, no duden que encontraré la manera de solucionarlo.
- Entonces… ¿No podemos convencerle para que, al menos uno de los dos vele a Harry? -Siguió insistiendo Hermione.
- No Srta. Granger. Al menos esta noche no -dijo el Director, zanjando el tema.
- Pero… Hay otra cosa -dijo Ron-. Si Harry no pasa la noche en la Torre, Neville, Dean y Seamus se van a dar cuenta. ¿Qué les digo si preguntan por Harry?
- Eso, mi querido Sr. Weasley, lo dejo en sus manos. Creo que después de los años que llevan saltándose las normas del toque de queda, seguro que se le ocurrirá una excusa que suene perfectamente creíble -dijo el Director con ojillos traviesos y reprimiendo una sonrisa ante la mirada de reproche que lanzaba la profesora McGonagall a los estudiantes.
- Bien, ya es muy tarde y falta muy poco para el mencionado toque de queda -aprovechó para decir la profesora - No es conveniente que el Sr. Filch les encuentre fuera de su sala común.
- Eso es muy cierto. Siempre pasa lo mismo. Cuando se tiene una conversación interesante, el tiempo pasa volando. Así, pues, vamos a dar por finalizada esta reunión y les prometo a los tres que cuando sepa más detalles les volveré a llamar -dijo el Director mientras les acompañaba a la puerta del despacho.
El Director esperó a oir el desplazamiento de la gárgola para cerrar la puerta de su despacho. Se acercó a su chimenea y usando la red Flu se adentro en la habitación del Maestro de Pociones.
Acercándose a la cama, observó a los durmientes, viendo que no habían variado la postura y que Severus seguía abrazando firmemente a Harry.
Sentándose en la cama, al lado de Harry, le miró con extrema tristeza. Sabía que su pupilo había escuchado la profecía y que debía matar o morir.
Sabía que ese momento llegaría; pero en su corazón siempre albergó la esperanza de que Harry tendría el tiempo suficiente para crecer, madurar y adquirir más conocimiento y experiencia antes de enfrentarse a lo inevitable.
Se le veía tan pequeño y frágil en esa enorme cama que no pudo evitar pensar que, si pudiera, él se encargaría de acabar con la vida del monstruo en el que se había convertido su antiguo alumno; pero al mismo tiempo sabía que la profecía exigía que quien debía lograrlo era ese muchachito inocente que, en comparación consigo mismo, empezaba a vivir.
Estuvo un instante observando la respiración de Harry viendo que era suave y acompasada. Tocó la frente para comprobar la temperatura, notando que ésta ya era normal; pero en el momento de retirar la mano, Harry se movió quedando prácticamente encima de su profesor.
Con sólo el lateral izquierdo del cuerpo apoyado en el mullido colchón, Harry tenía la cabeza sobre el amplio pecho de Severus, usándolo de almohada; el brazo derecho subía hasta enterrar la mano en la nuca y la pierna derecha rodeaba la cintura.
Al mismo tiempo el abrazo de Severus se amoldó al cambio de posición de Harry, apoyando la barbilla sobre los desordenados cabellos del muchacho y, como pudo apreciar perfectamente el Director, con una sonrisa de felicidad en los labios.
- ¡Por las barbas de Merlín! ¡Lo que daría por tener una cámara fotográfica en este momento! -Dijo el Director sofocando a duras penas las carcajadas que luchaban por salir de su garganta.
El anciano Director contempló unos minutos más la imagen que ofrecían las dos personas por las que sentía más cariño y acomodándose para quedar cara a cara con Severus le apretó suavemente el hombro.
- Severus -dijo suavemente.
- Uhmmm…??
- Severus, despierta -repitió Dumbledore sin apartar la mano del hombro del pocionista para evitar que cambiara la posición de su cuerpo.
- ¿Qué…? Mmmm… ¿Qué pasa? -Respondió aún soñoliento y con los ojos cerrados.
- ¿Estás cómodo, Severus?
- Mssii…. ¿Por qué? Estaba teniendo un sueño muy bonito y …
Severus abrió los ojos de golpe y sólo evitó que saltara de la cama el fuerte agarre que ejercía la mano de Dumbledore sobre su hombro.
- Shhh… Severus, no grites -dijo el Director anticipándose a la reacción de Snape.
- Por todos los diablos del Averno ¿Que no grite? -Masculló Severus sin elevar la voz. ¿Pero se puede saber qué hace Potter pegado a mí como una lapa? ¿Esto es otra demostración de tu pervertido sentido del humor?
- No, Severus -dijo sonriendo-. Esto lo habéis hecho los dos sin que haya sido necesaria mi colaboración y lo cierto es que parecíais estar muy a gusto. Creo que a ti no te había visto nunca con una expresión tan relajada.
- Bien, creo que ya le he dado suficiente calor al Sr. Potter. Si me permites, Albus, voy a levantarme.
Severus quiso librarse del abrazo al que estaba sometido con la casi totalidad del cuerpo de Harry, moviéndose lateralmente; pero lo único que consiguió fue que Harry se apretara más contra él y, cambiando el ángulo de la cabeza, acercara la nariz al cuello inspirando profundamente, dejando a su profesor totalmente tenso, acalorado y sonrojado.
- Albus…
- ¿Severus? -Preguntó Dumbledore con lágrimas en los ojos por el esfuerzo que hacía para no despertar a todo el colegio con sus carcajadas.
- Serás… A mi no me hace maldita gracia y ahora me siento realmente incómodo. ¿Serías tan amable -decía con los dientes apretados- de quitarme a este mocoso de encima para que pueda salir de la cama?
- Creo que podré complacerte -respondió Dumbledore, intentando, sin conseguir, poner un semblante serio.
Cogiendo la mano que aferraba la nuca de Snape, Dumbledore consiguió soltarla y girando suavemente los hombros de Harry le fue empujando hasta dejarle de espaldas al colchón, quedando el cuerpo de Snape libre para que pudiera moverse.
- ¿Por fin -dijo Snape-. Esto… no tengo la varita a mano, ¿Podrías… ?
- ¡Oh, si, claro!
Sacando la varita, con un distraído pase vistió a ambos con sendos pijamas, negro para Snape y verde esmeralda para Harry, permitiendo al adusto profesor hacer una salida digna de entre las sábanas.
- Bien, Severus, espero que hayas podido descansar lo suficiente para que podamos tener una charla un poco más seria. ¿Nos sentamos junto a la chimenea?
- Pues sí, Albus, lo que has puesto en el té me ha permitido reponerme del cansancio y la tensión que tenía -dijo Severus lanzando dagas con la mirada, molesto por el engaño de su Director, mientras se sentaba en uno de los dos sillones que flanqueaban la chimenea.
- Lo siento, Severus -dijo Dumbledore mientras tomaba asiento en el otro sillón-; pero ha sido necesario. Tú has podido dormir relajadamente sin tener ganas de sacar a Harry de tu cama a patadas y por otra parte, ha sido la forma de cubrirnos, tanto a ti como a mí, las espaldas ante el Consejo Escolar si se llegara a descubrir que un profesor y un alumno menor de edad han estado desnudos compartiendo la cama.
- Supongo que no se lo has dicho a nadie ¿No?
- El detalle de que habéis compartido cama sólo lo sabe Minerva. Ella, en su calidad de sub directora, ha de estar al corriente de todo lo que pase en el colegio. Por otra parte, la Srta. Granger y el Sr. Weasley sólo saben que Harry está aquí; ya que era la única opción viable.
- Está bien, es un mal menor; aunque espero que adviertas a mi rival de Casa que no le voy a tolerar ninguna indirecta; porque el que el Sr. Potter y yo nos hayamos encontrado en esta situación, ha sido totalmente responsabilidad tuya.
- No temas por eso. Ahora, cuéntame lo que ha pasado desde el momento que has partido en busca de Harry.
- Te haré un resumen con lo más importante; ya que supongo que no querrás que te describa el paisaje.
- Tú ya sabes cómo han de ser los informes.
- Como has podido ver, he salido tras el rastro del Sr. Potter en dirección Norte. No tengo ni idea de a dónde pensaba ir; pero ha atravesado montañas, ha llegado al límite de la orilla y ha seguido volando mar adentro. Ya no se veía la costa cuando repentinamente he dejado de notar la magia del muchacho. Mientras descendía hacia el agua, le he visto flotando entre las olas.
- Sigue -alentó Dumbledore.
- Cuando le saqué del agua, Potter estaba muerto. No tenía pulso y estaba helado. Le llevé tan rápido como tu escoba podía a la orilla y conseguí reanimarle con masajes cardíacos y realizando el boca a boca. Entonces hubo algo que me alarmó y por eso me arriesgué a trasladarle con la aparición. No noté nada de la magia que había estado derrochando hasta desapareció totalmente en el aire. Te envié el patronus para prevenirte y cargando el cuerpo de Potter nos aparecimos a las puertas de Hogwarts.
- Bien, esto que viene ahora nos lo podemos saltar. Ahora dime lo que ha pasado desde que nos separamos en la entrada.
- Potter; aunque aún tenía un débil latido, había vuelto a dejar de respirar. Yo suponía que era por la debilidad provocada por el desgaste de su magia y el esfuerzo de la aparición; por lo que fui haciéndole el boca a boca hasta llegar a mi habitación. Como pude le hice tragar una poción revitalizante, sin resultado. Le hice un reconocimiento básico y vi que el problema era que tenía los bronquios comprimidos y por eso era que sólo le llegaba el aire que yo soplaba en su boca; pero que aún así no era suficiente como para que los pulmones funcionasen por sí mismos. Le di las pociones necesarias para dar operatividad a los bronquios dañados y no paré de darle aire hasta que, por fin, empezó a respirar espontáneamente.
- ¿A qué crees que se debió esa compresión, Severus?
- Eso sería entrar en el reino de las especulaciones; pero creo muy probable que la causa podría ser el violento choque con la escoba contra las olas. La altura desde donde dejé de notar la magia de Potter hasta el mar era muy considerable y la caída fue prácticamente en vertical. Pensándolo en perspectiva, fue como si hubiese frenado en seco en el aire cayendo luego como una piedra.
Severus vio que Dumbledore se había quedado con la mirada perdida y el ceño fruncido y, como ya sabía por otras veces, se dispuso a esperar a que el Director saliera de sus cavilaciones.
Aprovechó el momento para llamar a uno de los elfos domésticos y encargarle un servicio de té, unas galletas y unos emparedados para los dos.
Cuando ya se había comido un emparedado y empezaba la segunda taza de té, el Director volvió a dar señales de que estaba en el mundo de los vivos.
- Té y galletas. Muy buen detalle, Severus.
- Gracias, Albus. He preferido pedirlo yo antes de que tuvieras otra genial idea.
- No seas rencoroso, Severus -dijo Dumbledore con un ligero mohín.
- Siguiendo con el informe, cuando vi que Potter ya respiraba solo, me dispuse a pasar al otro tema preocupante que era la baja temperatura corporal. Después de tanto esfuerzo no iba a dejar que se muriera por una hipotermia.
- Y allí es donde vuelvo a aparecer yo en el punto en que tenías a Harry en la bañera dándole masajes. ¿Cierto?
- Efectivamente.
- Bien. Muy bien, Severus.
- Por cierto, Albus, tu escoba se ha quedado en la costa norte escocesa. Lo lamento pero no podía llevarla conmigo teniendo a Potter en los brazos.
- No te preocupes por eso, Severus. Accio escoba de Albus Dumbledore -dijo el Director levantando una mano hacia la puerta de la habitación del pocionista.
- ¡Caramba! -Exclamó Severus levantando una ceja.
- Si me haces el favor de abrir la puerta, no creo que tarde mucho en llegar.
- Me alegra saber que por lo menos puedes recuperar tu escoba. La de Potter se quedó en el Mar del Norte y, con un poco de suerte, estará en la tripa de algún cachalote -sonrió Snape no sin cierta malicia.
- Oh! No me acordaba de la Saeta de Fuego y del cariño que le tiene Harry -dijo Dumbledore levantando la otra mano-. Accio escoba de Harry Potter. Creo que tardará un poco más que la mía; siempre y cuando no haya tenido el fin que le has augurado, mi querido muchacho -comentó como si no fuera nada del otro mundo, riendo entre los dientes ante la mirada asombrada de Severus.
- En verdad -dijo Severus con ambas cejas levantadas- tienes las manos muy largas, mi estimado Director.
Y ante esta afirmación, el Director ya no pudo aguantar más y rió y rió hasta que, una después de la otra, las dos escobas llegaron a sus manos.
- Otra cosa solucionada -dijo el Director, refiriéndose a las escobas, dejándolas al lado de la chimenea-. Es muy tarde ya o, si quieres que lo diga de otra forma, es todavía muy temprano, ya que falta poco para que amanezca. Por suerte hoy es sábado y podremos descansar más tarde. Ahora hay una cosa que quiero comprobar.
- ¿La magia de Potter?
- Sí. No me había fijado hasta que lo has mencionado en tu informe y es cierto -dijo Dumbledore acercándose nuevamente a la cama y arropando hasta la barbilla a Harry-. Yo tampoco la noto. Espero que sea sólo porque se ha agotado en exceso -dijo con una expresión preocupada y casi en un susurro.
- ¿Qué hacemos ahora?
- Esperar. Esperar hasta que despierte y podamos comprobar si es capaz de hacer algún hechizo, por simple que sea.
- Puede tardar en despertar. ¿No sería mejor trasladarle a la enfermería?
- Sí -suspiró el Director-. Había pensado que lo mejor sería que se quedase aquí contigo; pero dudo mucho que pudiese contener a la Srta. Granger y al Sr. Weasley de que tomaran al asalto tus habitaciones para poder estar junto a Harry
- JA! Dudo que consiguieran entrar sin mi expresa invitación. Si jamás he permitido el paso a ninguna de mis serpientes, aún menos consentiría el acceso a esos dos.
- Mi querido muchacho, no subestimes las capacidades de la Srta. Granger y la cabezonería del Sr. Weasley. No por nada son unos Griffindor y, por si eso fuera poco, los mejores amigos de Harry. Podría apostar, y te aseguro que ganaría, que aunque pusieras los mejores hechizos en tu puerta, te los encontrarías junto a tu propio lecho velando el sueño de su compañero.
- Bien, dejemos estar este tema -refunfuñó Severus, aceptando que no quería tentar a la suerte y encontrarse invadido por unos leones en sus adorados dominios-. ¿Qué le decimos a Poppy sobre el estado del Sr. Potter?
- Mmmm… Tendrá que ser algo sencillo y creíble. Podemos decirle que estábamos dando un paseo matutino antes de ir a desayunar y que le hemos encontrado inconsciente en las cercanías del campo de quidditch, junto con su escoba.
- Perfecto, Albus.
- Severus, ¿Poppy podrá rastrear las pociones que le diste ayer a Harry?
- No. Con las horas que han pasado, en principio no quedará ninguna evidencia; pero por si acaso…
Severus se acercó al cuerpo de Harry y moviendo la varita por encima del bajo vientre del joven, susurró un hechizo.
- He eliminado las heces y orina de su cuerpo.
- Muy bien hecho, hijo. Vamos a vestir a Harry y a llevarle a la enfermería.
El Director entró en el cuarto de baño del pocionista y recogió del suelo las ropas del joven Griffindor. Al palpar la túnica pudo apreciar con alegría que la varita de Harry seguía dentro de uno de los bolsillos interiores. Con un simple movimiento de varita, las prendas quedaron limpias y sin rastro de salitre y con otro pase sustituyeron al pijama. También recordó coger las gafas y se las puso con delicadeza, acariciándolo con ternura.
Dumbledore cogió la Saeta de Fuego y, saliendo de la habitación con Harry en los brazos de su profesor de pociones, ambos adultos tomaron el camino de la puerta lateral del castillo para volver a entrar por la puerta principal. Debían cuidar todos los detalles; ya que, aunque sólo estaba amaneciendo, podría haber algún ojo indiscreto al acecho.
Al llegar a la enfermería el Director procedió a avisar a Madame Pomfrey, mientras Snape dejaba con cuidado a Harry en la camilla más alejada de la puerta.
- Le hemos encontrado cerca del campo de quidditch -iba diciendo el Director-. Por favor, hazle un reconocimiento exhaustivo; porque no sabemos el por qué de su estado.
- ¿No saben si le ha atacado alguien? -Pregunto la enfermera acercándose presurosa, con su varita en la mano, a donde se encontraba su paciente más asiduo.
- No sabríamos decirte, Poppy. Íbamos paseando y no hemos visto a nadie más.
- Pero Director -decía mientras efectuaba complejos movimientos con la varita sobre todo el cuerpo de Harry-; ¿Qué hacía Potter a estas horas fuera de su cama?
- Creo que en las vacaciones veraniegas, en casa de sus tíos muggles, no debe tener muchas oportunidades de utilizar su escoba y todos sabemos cómo le gusta volar. Supongo que quería aprovechar estar un rato disfrutando de su afición antes del desayuno.
- Muy típico de él -dijo centrándose en los diferentes hechizos que seguía murmurando-. Esto es muy raro -dijo comprobando de nuevo las imágenes con cifras que aparecían sobre el cuerpo de Harry.
- ¿Qué ocurre, Madame Pomfrey? -Preguntó Snape.
- No lo encuentro y las lecturas dan cero. ¡Es imposible! -Exclamó la enfermera.
- Poppy, ¿Qué le pasa a Harry? -Dijo el Director, temiendo que la respuesta confirmara lo que ya sospechaban Severus y él mismo.
- Director, no encuentro su núcleo mágico -dijo Poppy totalmente desolada.
- ¿Has detectado algún hechizo o maleficio?
- Absolutamente nada. En este aspecto está totalmente limpio.
- Pero… La magia no puede desaparecer de un momento a otro de forma espontánea ¿No es cierto? -Preguntó Snape.
- No estoy segura -dijo la enfermera-. Mi opinión es que lo mejor sería llevarlo a San Mungo y que le viera un medimago especializado.
- Preferiría no tener que hacerlo -dijo el Director- y menos ahora tal y como están las cosas en el exterior de Hogwarts. Si se llegase a saber que Harry no tiene su magia, sería su fin y el fin del mundo mágico tal y como ahora conocemos. Ya sabes a qué me refiero ¿No?
- Los medimagos le tratarían como un bicho raro con el cual experimentar, el Profeta le crucificaría más de lo que ya ha hecho, cualquier mago del tres al cuarto querría probar si es cierto que se ha convertido en un simple Squib lanzándole toda índole de hechizos y, fuera de Hogwarts o de la casa de sus parientes muggles, sería totalmente accesible hasta para el más novato mortífago que quisiera ganar méritos poniendo al Sr. Potter en bandeja de plata frente al Señor Oscuro -se adelantó Snape, ante la mirada horrorizada de la enfermera.