alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Hangover and other secondary effects. Capítulo 20. Para siempre Dom Dic 06, 2009 1:25 pm | |
| Lo primero que Severus Snape notó cuando entró en sus aposentos fue el hecho de que estaban silenciosos; demasiado silenciosos. Una de las cosas que había aprendido con el tiempo era que, con dos niños, el silencio usualmente significaba alguna clase de problema. Los niños nunca guardaban silencio, excepto cuando estaban dormidos o tramaban algo.
—¿Harry? ¿Ebony? ¿Aiden? —llamó en voz alta, entrando en la salita de estar a buscar a su familia. Todo lo que deseaba hacer después de un largo y cansado día de enseñar a toda clase de zopencos, era despojarse de su túnica y tomar una agradable copa de vino frente a la chimenea. Sus planes, sin embargo, no habían incluido lidiar con dos pequeños bromistas bulliciosos que andaban tramando algo. Ese día le tocaba a Harry, ya que era el que llegaba a ‘casa’ primero.
Estaba a punto de dirigirse hacia las habitaciones de los niños cuando dos cabezas de cabello negro aparecieron por el marco de la puerta, seguidas por el resto de sus dos muy sonrientes hijos.
—¡Estamos aquí, papa! —anunció Aiden, tratando de abrazar a su padre.
Severus se inclinó para abrazar, primero a su hijo y luego a su hija.
—¿Dónde está su padre, y qué estaban haciendo ustedes dos? —preguntó, mirando a Ebony con sospecha.
Harry debía haber terminado su última clase de Defensa alrededor de una hora antes, y debería estar en sus habitaciones. Eran los aposentos que les habían sido destinados cuando Harry, Ebony y él regresaron a Hogwarts. Estaban igual que antes de que partieran… o casi. La guardería había sido transformada en una habitación para una niña de casi tres años, que era la edad que tenía Ebony entonces, y cuando Aiden nació, dos años después, de la nada apareció una nueva habitación para él.
Así, allí estaban, viviendo en Hogwarts, en el mismo piso que la familia Weasley-Granger. Hermione Granger Weasley enseñaba Runas Antiguas, y Ron Weasley se había convertido en el intructor de Vuelo, luego del retiro de Madame Hooch. Su hijo, Matthew Alexander, tenía casi nueve años, y aunque era tan Gryffindor como Ebony Slytherin, los dos niños eran muy buenos amigos. Ileanna Jane Weasley tenía la misma edad de Aiden y había heredado la inteligencia de su madre, un hecho del que Severus estaría eternamente agradecido, pues la convertía en la compañía perfecta para su hijo.
—Papi fue a ver a tía Mione en su clase, pero dijo que regresaría en unos minutos. Estábamos en mi habitación, leyendo —contestó Ebony a la pregunta de su padre, con un inocente tono de voz.
Demasiado inocente, para el gusto de Severus. Podría haber jurado que estaban tramando algo, y habitualmente tenía razón.
—¿Qué estaban leyendo? —decidió preguntar. No había libros peligrosos en lugares donde los niños pudieran alcanzarlos, pero con pequeños tan poderosos como los suyos, nunca se podía estar seguro si no habían tratado de alcanzarlos, por lo menos.
—¡Bueno, es evidente que estábamos leyendo un libro, papá! —declaró Ebony, con un ligero sarcasmo en su voz muy similar al propio, según pudo notar el mayor. Mocosa descarada.
Antes que Severus pudiera seguir interrogando a su hija, un Aiden de cinco años jaló su túnica para conseguir su atención.
—Papá, estuvimos en la oficina del abuelo Albus y él me dejo intentar hablar con el sombrero. Dijo que ya sabía dónde iba a ponerme, pero no me lo contó. ¿Cuándo voy a poder ir a la escuela también?
Severus suspiró ligeramente y se inclinó para poder ver a su hijo a los ojos. Sabía que Aiden estaba celoso porque Ebony iba a empezar pronto en Hogwarts, y ya tenía un tutor. Era un niño curioso con un gran amor por los libros, las ciencias y todo lo que involucrara trabajo organizado. Cómo Harry y él habían conseguido tener un niño tan Ravenclaw era algo que iba más allá de su comprensión, pero no se quejaba, pues su hijo también había heredado su amor por las pociones.
Tomando las manos del pequeño en las propias, Severus habló:
—Todavía eres muy joven, Aiden. Lo siento, amor, pero tendrás que esperar unos años más.. ¿Qué te parece si hablamos con el profesor de tu escuela en Hogsmeade para ver si a algunos niños de los cursos superiores les gustaría trabajar contigo? El próximo año, podrías tomar parte en alguna especie de proyecto de ciencia. ¿Qué tal suena? Y ya que estás leyendo tan bien, puedo hablar con Madam Prince para que te preste algunos libros apropiados para un niño de tu edad, ¿está bien?
Cuando su hijo asintió, feliz, Severus se irguió y miró nuevamente a su hija.
>>Ahora, Ebony, dime qué libro estaban leyendo.
—Erm, algo que nos dio el abuelo Albus —replicó la niña, vagamente. “Uh-oh, respuesta equivocada”, pensó, cuando vio la seria expresión del rostro de su padre.
—Por favor, ve a buscar el libro —pidió el hombre, sin dejar margen a objetar.
Sólo Merlín sabía qué clase de libro les habría dado el viejo tonto a sus niños. Les había tomado bastante tiempo recuperar su buena relación, pero Albus nunca había recuperado verdaderamente la confianza de Harry ni del propio Severus.
—Sí, papa —contestó Ebony, y fue a hacer lo que le había pedido. Regresó un momento después, entregándole el libro a su padre.
Él le agradeció y lo tomó, casi esperándose lo peor. Una expresión desconcertada afloró a su cara cuando vio el título. Era un libro bastante inofensivo que trataba sobre algunos hechizos de glamour de corto tiempo, utilizados habitualmente para agregar algún toque especial en el disfraz de Halloween, o para cambiar ligeramente la apariencia durante una o dos horas. Nada demasiado dramático. Ebony ya conocía muchos de esos hechizos.
—¿Por qué Albus les daría tal libro? —preguntó, claramente confundido.
—Porque se lo pedimos —replicó Ebony.
Rezando por paciencia, Severus volvió a preguntar a su hija.
—¿Y por qué, ruego me digas, le pedirías un libro así, Ebony?
La niña lanzó a su hermano una breve mirada, inclinándose sobre él para susurrar en parsel.
—Lo ves, te dije que él nunca entendería. No ve el brillo de papi…
—¡Detengan eso en este instante! —espetó Severus, sobresaltando a los niños, quienes se separaron de inmediato—. Ebony, conoces las reglas acerca de hablar parsel cuando Harry no está cerca. Yo no puedo entenderte, como ya sabes, ¡y no toleraré que rompas las reglas! Desobedéceme de nuevo y no habrá quidditch para ti durante una semana. ¿Quedó claro? —preguntó seriamente.
—Sí, papá —contestó, luciendo culpable. Era lo bastante inteligente como para no replicarle a su padre.
—Entonces, explícame de qué se trata todo esto —exigió Severus—. ¿Están planeando alguna clase de broma?
—No papá —replicó ella con sinceridad—. Estábamos… estábamos tratando de averiguar… —murmuró, vacilante, mirando otra vez a su hermano—. ¡Estábamos tratando de averiguar porqué papi está brillando! —declaró finalmente.
—¿Disculpa? ¿Podrías repetir eso? —Severus la miró con incredulidad.
—Queremos saber porqué papi brilla —repitió Ebony obedientemente. Sabía que su padre no tenía idea de lo que estaba hablando. Obviamente, no había notado el cambio en la magia de su papi; el aura brillante y titilante había aparecido de ninguna parte dos días atrás.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el profesor de Pociones preguntó:
—¿Qué quieres decir con eso de que brilla? —el miedo subió al pecho de Severus. ¿Le habría sucedido algo a Harry? ¿Habría sido maldecido durante alguna de sus clases?
Estaba a punto de seguir interrogando a su niña, cuando la persona en cuestión entró en la habitación.
—Oh, estás aquí —saludó Harry—. Estaba empezando a preocuparm… —en ese momento, vio la expresión seria en el rostro de Severus y preguntó—: ¿Qué pasa? ¿Sucedió algo? —había estado fuera unos minutos apenas, y los niños estaban seguros en la habitación de Ebony cuando había salido. Ahora, Severus se veía pálido y preocupado, y Ebony y Aiden lucían confundidos e inseguros. ¿Qué podía haber sucedido en esos pocos minutos?
El Slytherin miró a su esposo de arriba a abajo por dos veces, y cuando no encontró ningún problema, respondió:
—Bien, tu hija proclama que estás brillando —su tono de voz indicaba claramente lo que pensaba de esa declaración.
—¿Yo estoy brillando? —Harry miró de Severus a Ebony, claramente confundido. ¿De qué trataba todo eso?
—¡Sí, papi! —insistió Aiden, decidiendo apoyar a su hermana. Lanzó una mirada a Harry antes de girarse hacia su padre mayor y mirarle a los ojos—. ¿No puedes verlo, papá? ¡Está justo aquí! —señaló el abdomen del hombre de ojos verdes—. Está brillando y lanzando chispitas doradas. La tripa de papi brilla.
Esta vez, los adultos intercambiaron miradas, la incredulidad claramente plasmada en sus rostros.
—No… —susurró Harry, sacudiendo la cabeza ligeramente, aunque una pequeña sonrisa indecisa se extendió por su cara—. Eso es imposible, ¿verdad? —preguntó a nadie en particular, colocando una mano sobre su estómago.
—Imposible… No, nada es imposible contigo, Harry. Lo aprendí hace mucho tiempo atrás. Quizás deberías ir a que Poppy te revise, mocoso —murmuró, dejando escapar involuntariamente el cariñoso apelativo que raramente utilizaba delante de los niños.
—Entonces, de verdad crees que… —susurró Harry, recordando la última vez que habían hecho el amor, tres largos días antes. Habían estado en la bañera, disfrutando su tiempo a solas. Trató de recordar si habían usado el hechizo anticonceptivo, pero no pudo.
—¿Papi está enfermo? —preguntó Aiden, el miedo era notorio en su voz. Se había acercado a Severus, y ahora estaba jalando su túnica.
—No, amor, papi no está enfermo, pero aún así tiene que ir a ver a Poppy un momento. No es nada de lo que tengas que preocuparte, en serio —Severus le aseguró a su aterrado hijo, alzándole del piso un momento, a pesar de que era demasiado grande para ser tomado en brazos—. Por qué no vas con Ebony a su habitación a leer un poquito más, y mientras yo le diré a Dobby que hoy queremos cenar en nuestras habitaciones, ¿vale?
—Claro, papá —aceptó Ebony, tomando a su hermano de la mano—. Vamos, Aiden, quiero mostrarte algo —propuso, mientras ambos salían corriendo a su habitación.
—Felicitaciones, Harry; de hecho, estás embarazado —anunció Poppy, quince minutos más tarde. La medibruja volvió a revisar los resultados y preguntó—: ¿Cómo es que vienes tan pronto? Hace apenas unos días que concebiste, no deberías tener síntomas todavía. ¿No te has sentido bien? —la preocupación se enlazó a su tono alegre.
—No, me siento perfectamente, Poppy, gracias —le aseguró—. No fui yo quien descubrí que estoy embarazado, sino nuestros queridos niños. Ellos proclamaron que su papi brillaba. Parece que esos dos son capaces de ver los cambios en mi magia. Severus estaba bastante perplejo, por decir lo menos —esbozó una sonrisa feliz.
—Sí, podría apostarlo —murmuró Poppy, mirando a Harry con cariño.
Desde la primera vez que el Gryffindor había quedado embarazado, y abandonado el mundo mágico luego del nacimiento de Ebony, le había tomado un especial cariño a él y a su familia. No sólo había sido responsable de controlar su salud y la de su niña antes y después del nacimiento de Ebony, sino que también había cuidado de Severus después que ellos le habían contado sobre su pasado como Mortífago. Le había horrorizado ver cuán herido había sido Severus, tanto física como mentalmente, y había hecho todo lo posible por ayudar a las personas que consideraba sus más cercanos amigos.
Había sido ella quien había atendido las viejas heridas de Severus, tratando de hacer todo lo posible para reparar el daño hecho, sin traumatizarle más aún. Había sido ella quien les había dicho que no esperaran mucho cuando le preguntaron si Severus sería capaz de quedar embarazado; sus heridas internas eran demasiado profundas y habían cicatrizado muchas veces. Finalmente, ella había sido quien había tenido el honor de decirles que lo inesperado había sucedido y Severus estaba, de hecho, embarazado. Aiden venía en camino.
Por supuesto, para el tiempo en que Aiden nació, hacía un buen tiempo que la pequeña familia había regresado a Hogwarts, así que cuidar a los dos crecidos y todavía testarudos magos, una niña pequeña y un recién nacido, había sido un poquito más fácil. Y ahora, una vez más estaba dando una noticia feliz; Harry estaba nuevamente embarazado.
Una pequeña sonrisa subió a su rostro y se dirigió suavemente al hombre.
—¿Quién hubiera pensado que todo terminaría así? Estuve tan preocupada por ustedes dos y la forma en que comenzaron su relación. No puedo ni empezar a describir cuán contenta estoy de que todo terminara tan bien. Ustedes merecían ser felices después de todo lo que tuvieron que pasar —hizo una pausa, perdida en sus reflexiones. Cuando Harry se levantó finalmente de la cama, le entregó su camisa, diciendo—: Ve a contarle a tu familia las buenas nuevas, estoy segura que estarán emocionados.
—Yo también —sonrió, colocándose la camisa y arreglándose la túnica. Estaba tan excitado por regresar con Severus y los niños, y contarles sobre el nuevo bebé. Oh, y, por supuesto, tendría que decírselo pronto a Albus, para que su plan de estudios fuera arreglado para no correr riesgos con la vida que crecía en su interior. No deseaba volver a temer por la vida de uno de sus hijos jamás.
Agradeciendo a Poppy y abrazándola estrechamente antes de partir, se encaminó de regreso a sus habitaciones, imaginando cómo sería la reacción de Severus. Aunque nunca habían hablado sobre la posibilidad de tener más niños, sabía que estaría encantado. Sonrió al darse cuenta que había, de nuevo, cinco años de diferencia entre el nacimiento de Aiden y el niño que ahora estaba esperando.
Cuando Harry regresó de visitar a Poppy, Severus le estaba aguardando con impaciencia. Tan pronto como su esposo entró en la salita de estar, se levantó del sillón en el que estaba sentado y se apresuró a ir a su lado.
—¿Qué te dijo? —preguntó, pero cuando vio la radiante sonrisa del recién llegado, tuvo su respuesta; Harry no necesitó decir nada. El maestro de Pociones le tomó en sus brazos, estrechándole apretadamente, mientras lágrimas de alegría acudían a sus ojos—. Un bebé —susurró.
—Sí, amor, un bebé. ¡Estoy nuevamente embarazado! —exclamó, para luego sellar su boca con un beso. Cuando se separaron, enterró su cara en el recodo del cuello de su pareja, murmurando—: Deberíamos contarles después de la cena. Tengo hambre.
El mayor rió entre dientes ante la entrañable expresión del rostro de Harry. Movió la mano hasta posarla sobre el plano estómago el más joven.
—Bien, entonces vamos a alimentarles a los dos —susurró, antes de reclamar su boca en un beso suave.
Una hora después, todos los miembros de la familia Potter-Snape se encontraban en el diván de la salita de estar, con un álbum de fotografías mágicas entre ellos.
—¿Qué es eso, papi? —preguntó Aiden, señalando una imagen que mostraba a una muy joven Ebony saltando por la nieve. En el fondo, se podía ver un enorme muñeco de nieve saludando a la cámara.
—Eso, Aiden, fue el invierno que Ebony tomó demasiado literalmente la canción ‘Frosty el muñeco de nieve’ y decidió animar al muñeco de nieve que ella y tu papi habían hecho —explicó Severus secamente.
Aiden se mostró fascinado.
—Difícilmente fui la primera niña en tratar de hacer algo así en Hogwarts, ¿no papá? —intentó argumentar Ebony.
—No —concedió el hombre—. Pero —enfatizó—, los demás que lo intentaron –y sin mucho éxito, debo agregar– eran estudiantes del colegio y no una pequeña entusiasta de cinco años.
Harry solo sonreía y escuchaba la conversación. Notó el brillo en los ojos de Aiden cuando su chico habló.
—¿Ella hizo eso cuando tenía mi edad? Wow —chilló, excitado.
—Sí, lo hizo —confirmó Harry, todavía sonriendo. Ebony había hecho muchas cosa como esa a esa edad. Pero no se las contaría a Aiden, por supuesto.
—¿Dónde estabas tú, padre? —preguntó el niño con curiosidad, sus negros ojos fijos en los de Severus—. ¿Tomando la foto?
—No, yo no estaba en la nieve esa vez, Aiden. Tenía siete meses de embarazo cuando esa foto fue tomada, y no quería arriesgarme a dañarte a ti o a mí mismo —contestó.
El niño chilló de alegría ante esa declaración.
—¡Ohh! ¿Puedo ver fotos tuyas con la barriga? ¿Por favor?
Le lanzó su mejor mirada de cachorrito, y Ebony le ayudó.
—¡Oh, sí, por favor, padre! Hay unas cuantas fotos de papi cuando estaba embarazado de mí. Seguramente debe haber algunas tuyas embarazado de Aiden.
Severus suspiró.
—Sí, desafortunadamente las hay, gracias a tu papi. Insistía en tomarme fotos todo el tiempo. Era realmente bochrnoso. Yo me veía tan ridículo…
—¡Por supuesto que no! —le interrumpió Harry—. Lucías muy lindo, balanceándote con tu barriga de ocho meses —sonrió a su esposo con cariño.
—Yo nunca he sido lindo —replicó el Slytherin, intentando gruñir y fallando miserablemente—. Sólo espera hasta… —empezó, pero se detuvo antes de revelar demasiado.
Quizás ése fuera el momento adecuado para hablar sobre el nuevo bebé. Miró a Harry en busca de aprobación, y cuando éste asintió ligeramente, dijo:
>>Niños, hay algo que tenemos que contarles.
Tanto Ebony como Aiden miraron a sus padres, expectantes.
>>Ya les dijimos que no es una enfermedad, y Poppy lo confirmó, pero debemos contarles lo que hace que su papi ‘brille’ —explicó Severus, y pudo ver la curiosidad y excitación en los rostros de sus niños—. La razón para el cambio en su magia es que está nuevamente embarazado. Vamos a tener otro bebé.
Después de un momento de asombrado silencio, Ebony miró a Harry, impresionada.
—¿Papi? —preguntó, con tono maravillado.
—Sí, Ebony —confirmó éste—. Es verdad. Van a tener otro hermano o hermana.
—¡Un bebé! —gritó Aiden, y saltó al regazo de Harry, abrazándole con fuerza.
—¡Aiden, Aiden, con calma! —protestó el Gryffindor suavemente, sonriéndole a su hijo—. Estoy seguro que tu hermano no nacido apreciaría que no saltaras demasiado sobre mi regazo, sacudiendo alrededor de él o ella.
Aiden palideció.
—¿Le hice daño al bebé? —preguntó, sintiéndose culpable.
—No, no, cariño, no lo hiciste, pero debes tener un poquito más de cuidado en el futuro, ¿vale?
El niño asintió, obediente, y Severus sonrió al ver su rostro serio.
>>Es que cuando el bebé crezca podría estar enojado por haber sido sacudido con demasiada fuerza y entonces me pateará. Ebony acostumbraba patearme mucho cuando no estaba cómoda, y Severus me dijo incontables veces que tú le mantenías despierto en las noches, jugando fútbol con sus riñones —explicó, sonriendo ligeramente ante el recuerdo.
Ante eso, los niños rieron y Severus bufó.
—¡No es gracioso, diablillos! —murmuró, levantando a Aiden del regazo de Harry.
Al ver que el joven de ojos verdes cubría su barriga con una mano, los recuerdos del momento en que él se había dado cuenta que estaba embarazado, muchos años atrás, cobraron vida.
Severus agitó la poción tres veces en dirección de las agujas del reloj y dos veces en la dirección contraria, antes de inclinarse y tomar el vial con lágrimas de fénix. El vapor que venía del caldero tocó su cara y, repentinamente, se vio abrumado por las náuseas. El mundo comenzó a girar a su alrededor y otra oleada de la nube nauseabunda le impactó; tambaleándose, retrocedió un paso antes de lograr estabilizarse, aferrándose al borde del escritorio.
¿Que demonios le pasaba? ¿Habría pescado la gripe mágica, a pesar de haber tomado ya el antídoto apropiado? ¿Quizás el virus había mutado y la poción no había funcionado adecuadamente? De alguna forma, llevaba días sintiéndose raro, pero había rehusado ir a ver a Poppy por algo tan banal como una molestia de estómago. Esto, sin embargo, era algo completamente diferente. Nunca antes se había sentido enfermo y mareado sólo por oler los vapores de una poción.
Decidiendo que era mejor hablar con Harry sobre eso, lanzó a su poción un hechizo para mantenerla estática, evitando cuidadosamente inhalar los vapores, y se encaminó a sus aposentos. Era tarde, así que Ebony ya estaba dormida, y Harry estaba en su escritorio, corrigiendo trabajos. El Gryffindor levantó la vista, sorprendido, cuando vio a Severus entrar en la habitación. Una expresión de preocupación cruzó su rostro, al notar que su esposo se veía más pálido de lo habitual, y bastante tembloroso.
—Severus, ¿te sientes bien? —se levantó y se acercó presuroso a su pareja—. Dime qué te pasa. Parece como si estuvieras a punto de desplomarte.
—Me siento mareado —admitió, aferrando el brazo de Harry para apoyarse—. Parece que pesqué la gripe, porque los vapores de mi poción me enfermaron.
Harry miró al hombre que amaba, preocupado, y le ayudó a sentarse en el sofá.
—Severus, es mejor pedir a Poppy que te revise. Ella sabrá qué hacer y se asegurará que no contagies a Ebony lo que sea que hayas pillado —sin más, se acercó a la chimenea, lanzó un puñado de polvos flu y llamó—: Oficina de Poppy Pomfrey.
Un momento después, la medibruja entraba en la habitación y ordenaba a Severus acostarse donde estaba. Sabía que el hombre odiaba la enfermería, así que decidió que podría llevarlo allí después, si es que se trataba de algo serio. Suspirando, le lanzó varios hechizos de diagnóstico; a esas alturas, ya estaba acostumbrada al hecho de que la familia Potter-Snape siempre parecía estar necesitando de sus servicios. Pero, al ver los resultados, la mujer miró repentinamente los ojos de Harry, una sonrisa radiante iluminando su rostro.
Harry frunció el ceño.
—¿Qué sucede? ¿Por qué estás sonriendo? ¿Qué es? ¿Entonces, debo suponer que no se trata de nada peligroso? —preguntó el Gryffindor, antes que la bruja pudiera explicarse.
—No, Harry, no es nada peligroso… a menos que puedas llamar ‘peligroso’ a un bebé —contestó.
—¿Un bebé? —preguntaron ambos hombres al unísono, sorpresa e incredulidad claramente audible en sus voces.
—Sí, Severus, estás realmente embarazado. Felicitaciones, a ambos —dijo Poppy, sonriéndoles.
—Severus —susurró Harry, luego de ser el primero en recobrarse del impacto. Cayó de rodillas al lado del diván donde estaba acostado su esposo y le besó suavemente—. Severus, sucedió realmente. Estás embarazado. Vamos a tener otro bebé.
El maestro de Pociones regresó de sus recuerdos cuando su esposo le tomó la mano, moviéndola para apoyarla sobre su estómago plano, y sonriéndole con cariño. Apenas podía esperar el momento en que fuera capaz de sentir a su niño moverse en el interior de Harry por primera vez.
Esa noche, Harry y Severus estaban acostados en su cama, acurrucados uno contra el otro, cuando el mago de ojos verdes susurró:
—¿Sabes de lo que me di cuenta antes, amor? De nuevo pasaron cinco años… desde que tuvimos a Aiden. Es como si lo hubiéramos planeado.
El hombre sonrió, frotando suaves círculos sobre la barriga de su pareja.
—Fue el destino, Harry. Si algo he aprendido desde que estoy contigo, es que lo que se supone que pase, pasará. Y además de eso, habitualmente eres, en medio del peor problema, mi mocoso. Simplemente, recuerda todo a lo que sobrevivió nuestro amor: amigos entrometidos, embarazos inesperados, mala prensa, tú sacándome de nuestra habitación y abandonándome —bromeó, y Harry le golpeó un brazo de manera juguetona.
—No saques eso de nuevo, Severus. Me he disculpado por ello con bastante frecuencia. Sabes que te saqué sólo porque creía que era lo que tú querías. Deseaba demostrarte que me estaba ciñendo a nuestro acuerdo de ‘nada de sexo’…
—Tu regla, querrás decir —le interrumpió Severus, el recuerdo de su obligado tiempo separados no había sido olvidado. Pero ya no dolía, y ahora era una broma constante entre ellos.
—Vale, lo admito, pero sufrí tanto como tú mientras estuvimos alejados. Y todavía sufro cada vez que no puedo estar cerca de ti y lo sabes —replicó Harry, acurrucándose contra Severus para confirmar sus palabras.
—Oh, entonces tendré que asegurarme de estar siempre cerca de ti —murmuró Severus—. Muy cerca —cambió de posición, clavando su erección contra el muslo de su esposo.
—¡Sí! —siseó con voz ronca, presionándose contra su pareja—. Tan cerca como sea posible, amor —le animó—. Preferiblemente, dentro de mí.
—¡Eres insaciable! —Severus le regañó burlonamente, llevando la mano entre sus piernas para cerrarla alrededor de su ya erecta polla.
—Sí, y a ti te gusta que lo sea —sonrió, embistiendo contra la acariciadora mano de Severus—. Si yo no estuviera tan loco por ti, no estaría en la actual situación y no estaríamos esperando otro niño.
—Tú, Harry, estás en la actual situación, como lo señalaste tan encantadoramente, porque fuiste un mocoso exigente la última vez que tuvimos sexo —contradijo Severus, sin que sus manos dejaran de acariciar la pulsante erección de su esposo—. Si me hubieras permitido tomar mi tiempo contigo, tal como había planeado, habría recordado lanzar el hechizo anticonceptivo. Pero dado que tú, señor Potter-Snape, fuiste impaciente, decidiste quitar el asunto de mis manos, saltándote los preliminares y empalándote tú mismo en mí. No que me moleste que estés embarazado, pero no es como si yo lo hubiera planeado.
—Lo hice porque eres un maldito provocador, Sev. Yo estaba listo para ser follado y lo necesitaba mucho. Tenía que hacer algo, dado que te rehusabas a ceder, y bien… no me arrepiento —jadeó, gimiendo mientras el hombre acariciaba sus bolas.
—No estaba provocándote, mocoso, sino disfrutando la sensación de tu piel, y tu olor, y el modo en que te arqueas cuando hago esto… —calló, deslizando su mano entre las nalgas de Harry y frotando ligeramente su entrada. Tal como esperaba, el otro jadeó y arqueó la espalda, elevándose casi completamente sobre la cama.
—Tómame —murmuró Harry con voz ronca, inclinándose para besar a su esposo con avaricia.
Severus detuvo sus movimientos y, finalmente, apartó completamente sus manos del Gryffindor, quien gimió ante la pérdida.
—Escúchame, Harry —susurró sobre los cálidos labios—. Quiero que cedas el control por un rato. Déjame a cargo, déjame cuidar de ti, permíteme darte placer —inspiró, acariciando su rostro con la punta de los dedos—. Entrégate a mí, te prometo que te gustará mucho. ¿Crees que puedas hacer eso?
Mirándole a los ojos, el más joven replicó.
—Confío en ti, Severus, lo sabes —alzó las manos sobre su cabeza y aferró la cabecera de la cama, antes de cerrar los ojos y ponerse cómodo. Susurró con voz ronca—: Soy todo tuyo, amor.
El maestro de Pociones gimió ante la vista de su esposo abierto frente a él, con una sonrisa tranquila y contenta en su rostro. Sólo la piel ruborizada y la polla erecta indicaban cuán excitado estaba Harry realmente.
Decidiendo aumentar las sensaciones, con un hechizo susurrado, un pañuelo de seda negra le cubrió, vendándole los ojos. Harry no protestó, pero gimió con lujuria, aferrando con más fuerza la cabecera de la cama en anticipación a lo que vendría; esta clase de preliminares no eran nuevos para él.
Después de disfrutar la visión por unos preciosos momentos, Severus se inclinó para susurrar al oído de su amante. Su respiración ardió contra la piel caliente del joven mientras comenzaba.
—Deberías verte, Harry, abierto frente a mí tan deliciosamente. Luces sexy, amor, muy sexy. Te gusta cuando no puedes ver lo que haré a continuación, ¿verdad? Quizás haré esto… —la voz del hombre se apagó mientras lamía el pezón izquierdo de su pareja, humedeciéndolo antes de soplar sobre él.
Harry gimió y arqueó la espalda, sus pezones endureciéndose como pequeños terrones. Esperaba que Severus hiciera eso de nuevo, pero el otro no siguió. Acariciando sus costillas y sus costados, volvió a susurrar.
>>¿Y qué te parece esto? —y acarició con su lengua el ombligo del Gryffindor.
—Dulce Merlín, Sev… —jadeó, retorciéndose en la cama.
Riendo entre dientes ante los sonidos desesperados de su esposo, Severus le hizo callar y se movió hacia abajo. Evitó la ingle completamente y, en lugar de eso, tomó la pierna izquierda entre sus manos, acariciándola y masajeándola. Una aguda inspiración le confirmó que Harry estaba disfrutando la atención que le estaba dando y sonrió. Sabía cómo complacer a su esposo.
Después de lo que al mago más joven le pareció una eternidad, Sev dejó ir su pierna izquierda, posándola sobre la cama cuidadosamente. Entonces, empezó con la pierna derecha, dándole la misma amorosa atención que había hecho con la otra, pero sin tocar aún la goteante polla, en lo absoluto. Dividido entre la lujuria y la frustración, Harry comenzó a elevar sus caderas al aire inútilmente, buscando fricción sin encontrarla. Severus rió entre dientes ante los desesperados gemidos y acciones del hermoso hombre ante él; simplemente, amaba ver a Harry loco de deseo.
Decidiendo finalmente tener compasión de su pobre marido, Severus también dejó caer la otra pierna y tomó una almohada de la cabecera de la cama. Ignorando su propia erección palpitante, alcanzó un vial de aceite para masajes y ordenó suavemente:
—Date vuelta, amor; quiero masajear tu espalda.
Harry obedeció y, un momento después, sintió que la almohada era colocada bajo sus caderas, el suave material de la ropa de cama rozando contra su sensibilizada erección. Gimió, empujando las caderas contra la almohada, ya muy cerca del límite. Pero Severus no estaba de acuerdo. Frenó los movimientos de su pareja atrapando sus caderas y manteniéndolas en su lugar.
>>Paciencia, amor, paciencia —le regañó suavemente, acariciando sus nalgas que respingaban de manera encantadora, con las fuertes y delgadas piernas ligeramente abiertas. Severus necesitó cada onza de su fuerza de voluntad para no tomarlo justo en ese momento. Deseaba hacer una última cosa.
—Severus, por favor… —suplico, deseando… no, necesitando sentir la dura polla de su esposo en su interior, estirándolo, llenándolo. Pero, le fue negado otra vez.
—No, Harry, no esta vez —contestó, ignorando el tono de súplica en la voz de su pareja. El mocoso se había salido con la suya la última vez y ahora era su turno de disfrutar y adorar el delicioso cuerpo, como había deseado la última vez que habían hecho el amor. Incluso si eso significaba tener que contener su propia liberación un poquito más.
Harry sintió las gotitas del cálido aceite para masajes caer en su piel justo antes que Severus comenzara a frotar su espalda. Sintió las manos que se movían desde sus hombros hasta abajo por su espalda. Abrió un poco más las piernas, en anticipación. Habitualmente, Severus goteaba algo del cálido aceite en la grieta de su trasero, para usarlo como lubricación mientras le preparaba.
Por supuesto, tenían otro lubricante, uno que Severus preparaba para evitar la resequedad y la irritación, pero Harry también disfrutaba la sensación deslizante del aceite. Casi gruño con decepción cuando su esposo no hizo lo que esperaba de él. Severus sólo amasó sus nalgas durante un rato, antes de separarlas y soplar suavemente sobre la entrada de Harry, quien jadeó, sorprendido. Un hormigueo de magia corrió a través de él, pero antes que pudiera comprender lo que estaba pasando, el Slytherin se inclinó y punzó la lengua contra su entrada.
Harry gritó, con una voz aguda y antinatural, y Severus agradeció eternamente por haber insistido en que colocaran hechizos de cierre y silencio más fuertes de lo habitual. Uno nunca podía saber lo que los niños eran capaces de ver o escuchar.
Mientras movía su lengua repetidamente al tiempo que sostenía abajo las caderas que su pareja se empeñaba en levantar, se deleitó en el olor puro e intenso que era todo Harry. Pero sabía que tendría que detenerse pronto si deseaba ser capaz de follar a su hermoso esposo hasta perder la razón.
A regañadientes, se retiró y mandó un accio a su lubricante especial. Empapó sus dedos, índice y medio, con la resbaladiza sustancia, y con facilidad los empujó en el agujero ya aflojado de Harry. El Gryffindor jadeó, envarando su cuerpo y arqueándose otra vez. Severus sonrió, sabía que su pareja estaba cerca del límite. Hora del ir directo al asunto.
>>Date vuelta y quítate la venda —instruyó con voz ronca—. Quiero ver tus asombrosos ojos mientras te follo hasta la inconsciencia.
Harry gimió desamparado y obedeció, siendo alcanzado por su pareja apenas segundos después. Severus permitió que Harry le guiara hasta su cálido y acogedor cuerpo, enterrándose con una fuerte embestida en el cuerpo de su amante. El más joven gritó de nuevo y, por la tensión de su cuerpo, el mayor supo que unas cuantas embestidas bien dadas le enviarían al olvido.
Tuvo razón. Sólo bastaron cuatro embestidas y el cuerpo de su esposo se arqueó, sus músculos apretándose alrededor de la polla en su interior. Sollozó un tembloroso jadeo, y el cálido semen cubrió su estómago y su pecho.
Severus sintió que su control se deslizaba mientras observaba el placer de su pareja, y con una última fuerte estocada, se liberó en el interior del tembloroso cuerpo bajo él.
Deslizándose con cuidado fuera del apretado calor que le rodeaba, Severus cayó al lado de su esposo, su cuerpo tibio y saciado. Sintió un hormigueo de magia atravesando su cuerpo y supo que su mocoso los había limpiado a ambos.
—Eso fue maravilloso, amor —murmuró Harry soñadoramente, y Severus esbozó una pequeña sonrisa antes de alcanzar la cobija para cubrir sus cuerpos, que empezaban a enfriarse.
—Te prometí que te iba a gustar mucho, ¿recuerdas? —contestó, rozando sus labios contra los de Harry en un tierno beso—. Siempre trato de mantener mis promesas.
—Sí, lo sé —replicó, mirándole con amor. Permaneció en silencio un momento, antes de agregar, pensativamente—: Y me amas.
—Claro que lo hago —declaró suavemente.
Sacudiendo la cabeza lentamente, Harry se explicó.
—No… sí. Quiero decir, claro que sé que me amas; es sólo que… me doy cuenta, dado que estoy nuevamente embarazado, que aún tiene que ser —dudó una vez más— un amor incondicional.
—¿Y eso te sorprende, Harry? —preguntó Severus, mirando a los ojos del hombre del cuál se había enamorado tantos años antes—. Entonces, déjame decirte algo, mocoso. Sólo hay una manera en la que sé amarte, y ésa es con todo mi corazón y toda mi alma. No esperes que eso cambie… nunca —terminó, besándole la punta de la nariz.
Harry le sonrió, lágrimas de alegría anegando sus ojos.
—Bien —susurró roncamente—. Porque ésa es la única manera en que yo sé hacerlo también.
Última edición por alisevv el Jue Abr 28, 2016 5:46 pm, editado 1 vez | |
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