Capítulo 5
El primero en despertarse a la mañana siguiente, fue Severus, y lo hizo con un gruñido disconforme. El sol le daba en plena cara, cosa que le molestaba de sobremanera y supo enseguida que no estaba en su cuarto, porque él nunca dormía con la ventana abierta, para prevenir precisamente eso, que el sol le molestara por la mañana. Harry se removió a su lado en la cama, y tras abrazarle más fuerte, siguió durmiendo. Severus se maravilló de su capacidad para dormir, y ahora entendía porque muchas mañanas llegaba tarde a desayunar cuando estaba en Hogwarts. El tío dormía como un lirón.
Con cuidado de no despertarlo, se deshizo del agarre de Harry y salió de la cama. Completamente desnudo, paseó por la habitación buscando sus calzoncillos, pero no los encontró. Entonces recordó que Harry los había hecho desaparecer la noche anterior y viendo lo poco concentrado que estaba en ese momento, al saber donde estarían. Dándose por vencido, le dio un último vistazo al chico, fue a su cuarto a ponerse algo de ropa y luego bajó a la cocina. Necesitaba su chute de café matutino, y de paso prepararía algo de desayuno para subírselo a Harry. Se rió de sí mismo ante la idea de preparar él un desayuno para otra persona.
Estaba pasando demasiado tiempo cerca de Harry, que ya se le empezaban a pegar sus costumbres Gryffindor.
Y eso lo hizo reír aún más. Se había levantado de muy buen humor y cuando se quiso dar cuenta, estaba tarareando una canción.
Cuando Harry despertó y no encontró a Severus a su lado, pensó que lo había soñado todo, menos mal que el dolor de su trasero le decía que todo eso había ocurrido de verdad. Esbozó una sonrisa bobalicona. Soltando un pequeño jadeo de dolor, se sentó en la cama, restregándose los ojos y bostezando. Y así fue como lo encontró Severus un momento después. La sonrisa que le dedicó Harry cuando lo vio cargado con la bandeja, le llegó al corazón.
-Te he traído algo de desayuno y una poción para el dolor de… ya sabe.
Harry soltó una risita y se movió un poco para que el hombre se sentara a su lado y ambos disfrutaran del desayuno. El chico se sorprendió muchísimo al ver a un Severus Snape relajado como nunca, e incluso cariñoso con él. Si era sincero, no sabía cómo lo encontraría cuando se levantaran al día siguiente y la conciencia de lo que habían hecho acudiera a su mente. Aunque Severus no hubiera respondido a su declaración de la noche anterior, Harry estaba seguro de que si bien no estaba enamorado, el hombre sentía algo por él. No lo había dicho con palabras, pero muchas veces era mejor un gesto o una mirada. Y Harry se conformó con eso… de momento.
Severus nunca solía desayunar más que un café y muy raras veces alguna tostada, pero se descubrió siendo alimentado por Harry y a él dándole de comer al chico. Se robaban besos y se reían como dos tortolitos, y ninguno de los dos se había sentido tan a gusto con otra persona con la que habían compartido cierta intimidad. Pero el ambiente relajado, fue roto por la llegada de una lechuza con el Profeta.
Harry tuvo el descaro de pedirle, no, de exigirle a Severus que se levantara él a por el periódico, para disfrutar de la vista de su trasero.
-¡Descarado!
-¡Exhibicionista!
Ambos soltaron una carcajada y Severus recostó a Harry sobre el colchón para besarle, dejando el periódico olvidado entre las sábanas. Harry entrelazó una pierna alrededor de la cintura del mayor, y este se incorporó un poco.
-Estás demasiado dolorido para otra sesión como anoche - Severus se echó a reír al ver los morritos que puso el chico – Además, tienes que ir al Ministerio, ¿recuerdas?
-Aguafiestas – hizo un mohín y después se lanzó a besar al hombre – Dios, nunca me canso de besarte.
-Por mí no te cortes.
-¡Ah no! Has dicho que no podemos. Tengo que ir al Ministerio, ¿recuerdas? – le devolvió sus palabras con una sonrisa.
-Mocoso.
-Gruñón.
-Te prometo que si vienes pronto, tú y yo disfrutaremos de un relajante baño de espuma… y lo que surja.
-¿Es una promesa? - los ojos verdes de Harry y brillaron. Severus asintió - Pues cuando antes me vaya, antes vendré.
Divertido, Severus observó como Harry se levantaba presuroso de la cama y recogía la ropa. Verlo era todo un espectáculo, por lo que se recostó en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, y lo miró a sus anchas. Menos de diez minutos más tardes, Harry salía de casa.
Nada más llegar al Ministerio, Harry fue consciente de que todas las miradas se posaban en él. Estaba más que acostumbrado a que le miraran y le señalaran, así que hizo caso omiso y subió al ascensor. Al verlo entrar, varias personas le lanzaron una agria mirada y salieron. Se quedó extrañado, pero no le dio la menor importancia. Esa mañana era todo demasiado perfecto para que nada lo estropeara. Le sonrió a una mujer mayor que estaba a su lado, y esta aparte de no devolvérsela, puso una mueca de desagrado y giró la cabeza para no mirarlo. Aquello le molestó.
¿Qué le pasaba a la gente esa mañana?
Las cosas no mejoraron a medida que iba llegando al Departamento de Aurores. Se topó con algunos compañeros que tras chocar voluntariamente con él, le llamaron traidor. Algo había ocurrido y él no se había enterado aún. Julie, la secretaria de su jefe, pese a que tampoco le saludó con la misma amabilidad de siempre, al menos no le giró la cara.
-El jefe te está esperando, y está muy cabreado contigo.
-Pues me parece que no es el único, porque me da la impresión de hoy todos me odian.
-Tú sabrás.
Y siguió trabajando, como si nada. Si esa mañana el mundo parecía haberse vuelto en su contra, en esos momentos Harry estaba más enfadado aún con el resto del mundo. Julie se había quedado corta al decir que su jefe estaba cabreado, porque en realidad, estaba furioso. Caminaba de un lado a otro de su enorme despacho, con las manos cruzadas detrás de la espalda y la cabeza gacha. Mascullaba improperios contra el Salvador del Mundo Mágico, y tenía las mejillas tan enrojecidas de la rabia, que Harry temió que le quitara la cabeza de un mordisco. Ni siquiera se había percatado de su presencia, pero debió de hacer algún ruido que lo alertara, porque al instante alzó la cabeza y fijó sus ojos en él. Inconscientemente, Harry dio un paso atrás ante el fuego y el odio que desprendían.
En cambio, cuando habló, su voz sonó muy calmada. Demasiado.
-Potter, aclárame porque te puse en el caso de Snape.
-Porque yo se lo pedí.
-Cierto, y maldita la hora en que lo hice. Muchos galardones de Héroe y Salvador, y como Auror no eres mejor que el squib que limpia los baños.
Eso sí había sido un insulto en toda regla y aparte de sorprenderlo, le sentó a Harry como una patada en sus partes. Indignado, abrió la boca para replicar, pero el jefe le hizo callar con un movimiento de la mano. Aún no había terminado de hablar.
-De verdad, no entiendo que ha estado haciendo durante este mes y medio en casa de Snape. Has enviado informes, si, pero sin ninguna novedad, no has conseguido averiguar nada más.
-Se me dijo que tenía que vigilarlo mientras otros hacían las investigaciones. No es mi culpa que el resto de sus Aurores sean unos incompetentes.
La había cagado y hasta el fondo. El rostro de Perry, el jefe, se tornó lívido de furia. Como jefe de los Aurores, era su trabajo y responsabilidad que sus subordinados estuvieran preparados para todo y que fueran los mejores, y que alguien saca a relucir sus defectos delante de él, lo enervaba.
-¿Acaso te crees mejor que ellos? Mocoso insolente con ínfulas de Héroe.
-Pues sí, me considero mejor – no había engreimiento en sus palabras, tan solo constataba un hecho.
-¡¡Ellos han capturado a un Mortífago que ha vuelto a sus oscuras andadas!! ¿Qué has hecho tú?
-¡Matar a Voldemort! ¿Le parece poco? – gritó Harry a su vez, perdiendo la paciencia. ¿Y Perry aún tenía la audacia de preguntarle que había hecho él? Después de haber sacrificado su vida para librar al mundo de aquel canalla asesino, aún había desagradecidos como el imbécil de su feje, que creían que lo que había hecho, no era nada importante ni digno de mención.
-Suerte, eso fue lo que tuviste – se burló Perry en tono desdeñoso.
Harry apretó los puños, conteniéndose para no lanzarse encima de él y darle un puñetazo, a ver si se le quitaba esa desagradable expresión de burla. Pero se contuvo, pues agredir a un superior, por muy Harry Potter que fuera, le traería muchos problemas.
-¿Eso es todo lo que tiene que decirme o hay algo más? Por si no lo sabe, Snape está solo en casa, y tal y como se me ordenó en su día, es mi deber vigilarlo.
-No estará solo por mucho tiempo - murmuró, pero fue tan inaudible que Harry temió haber escuchado mal - Señor Potter, a partir de este momento, queda usted fuera del caso de Severus Snape.
-¡No!
-¿Por qué no? – se burló - Si no fuera por usted, Snape ya estaría en Azkaban cumpliendo condena por sus crímenes.
-¡No puede mandar a un hombre inocente a Azkaban solo por limpiar su imagen y por aclamación popular!
-¡Es un asesino!
-¡Si, al igual que usted y yo, y por esa regla general, todos lo participamos en la Guerra deberíamos estar en la cárcel porque en algún momento levantamos la varita y acabamos con la vida de otra persona!
Perry era demasiado listo y no entró en las provocaciones y acusaciones de Harry. Le llamaba la atención la forma en la que Potter defendía a Snape. Con el fervor de un amante. Si al final resultaba cierto lo que comentaba el Profeta sobre una posible relación del Salvador con el Mortífago, esto no ayudaría nada al joven y su imagen se vería desfavorecida a los ojos de la gente.
-Me sorprende que creas que Snape es inocente. Para todos era conocida la enemistad entre ambos cuando tú aún estabas en Hogwarts.
-Me salvó la vida cientos de veces, es lo mínimo que puedo hacer por él - de ninguna manera iba a revelar sus verdaderos motivos delante de él: que amaba a Severus Snape.
-¡Que acto de generosidad por tu parte! – Perry ya no ocultaba su desagrado y odio hacia Harry, y el motivo de aquello escapaba a la comprensión de Harry – Y dime, ¿Qué pruebas tienes para decir que es inocente?
Harry titubeó. ¿Debería decirle que mientras los aurores hacían sus investigaciones, Severus y él había estado haciendo otra? Reconocer eso, sería reconocer abiertamente que había desobedecido una orden directa de su jefe. Su trabajo solo era mantener vigilado a Severus e intentar sonsacarle algo de información. Si se resignaba a dejar a Snape en manos de los aurores, estos lo encerrarían directamente en Azkaban sin importarle si fuera inocente o no, y eso era algo que Harry no estaba dispuesto a permitir.
-Creemos que alguien se está haciendo pasar por él.
-¿Y quienes lo creéis? – Harry miró a su jefe y vio que lo que había dicho, había captado por completo su atención. Parecía de lo más interesado.
-Snape y yo.
-¿Y alguna idea sobre quien puede ser esa persona?
-Alguien que busca venganza.
-Interesante, sí señor, pero hay una pega en su plan, señor Potter – Harry se maldijo al habérselo contado, porque Perry solo buscara burlarse - ¿Se olvida de que encontramos su marca mágica en casa de Standish? Y por si no lo sabía, aunque siendo un inepto en Pociones no me extrañaría que no lo supiera, para hacer una poción multijugos, se necesita pelo recién arrancado de la persona en la que se va a convertir, y que todos sepamos, Snape ha vivido enclaustrado en su cada durante años. Nadie ha tenido contacto reciente con él para coger su cabello.
-Lo sé.
-¿Y aún y así sigues creyendo en su inocencia cuando todas las pruebas están en su contra? – Harry apartó la mirada y el jefe soltó una estruendosa carcajada - ¡¡Que moral la tuya, Potter!!
-Necesito más tiempo, señor. Severus Snape es inocente.
-Se te acabó el tiempo, Potter. Snape será encarcelado de por vida.
-Señor, deme un poco más de tiempo, unos días. – Harry estaba dispuesto a suplicar si hacía falta, cosa que aparte de divertir al cabronazo de su jefe, no le ayudaba nada.
-Es mi última palabra Potter. Y ahora váyase, tengo mucho trabajo, como redactar la orden de arresto de Severus Snape.
Harry permaneció plantado, con la sensación de que su vida se había tambaleado y no supiera lo que había ocurrido. Esa mañana, todo era perfecto y ahora esos nubarrones oscuros en el cielo, amenazaban con destrozar su vida. Si no hacía algo pronto, al final de ese día Severus estaría “cómodamente” instalado en Azkaban. Tenía que actuar con rapidez.
Iba a marcharse cuando su jefe lo volvió a llamar, y al mismo tiempo que se giraba, un periódico se estampo contra su cara, cayendo luego al suelo, revelando la portada. Sorprendido, se agachó para mirarlo y jadeó cuando vio la foto: Severus y él cogidos de la mano y riéndose. Habían captado el momento en el que al salir del cine el día anterior, ambos se habían quedado mirándose a los ojos. Tragando fuerte, leyó el titular: “El Salvador del Mundo Mágico enamorado de un asesino en serie. ¿Estará el joven Héroe bajo alguna poción o hechizo oscuro?”
Ahora entendía porque la gente le había mirado mal. A Severus no iba a gustarle nada cuando lo leyera, sobre todo después de haber insistido tanto la noche anterior para no salir, como tampoco le haría gracia a su familia. ¡Mierda, Sirius! Su padrino iba a ponerse como un loco. Posiblemente a esas horas estaría intentando hablar con él por la chimenea de la casa de Snape, o presentarse allí para matarlos a ambos. Sirius a veces era demasiado impulsivo y actuaba antes de pensar.
Perry lo observaba fijamente, atento a su reacción, y no dándole más gusto, enrolló con tranquilidad el periódico, se lo metió en la túnica y salió del despacho con la cabeza bien alta. No tenía nada de lo que avergonzarse, pero lo tendría si no lograba salvar a Severus antes de que lo apresaran. Si era preciso, se lo llevaría lejos hasta que encontrara las pruebas suficientes que demostraran su inocencia.
Iba a marcharse cuando vio a Ron caminar directamente hacia él. Se lamentó por lo bajo. Ron podía llegar a ser muy inoportuno cuando se lo proponía, sólo esperaba que no se pusiera a echarle en cara y recriminarle lo de periódico. No tenía tiempo ni ganas de aguantar más tonterías en ese día, sobretodo cuando estaba deseando llegar a casa y hablar con Severus. Tenía que ponerlo sobre aviso ante el drástico cambio de planes y lo torcida que se había vuelto su situación.
El rostro serio y tenso de Ron le indicó que había ocurrido algo grave. Ocultó su preocupación y rezó para que no le hubiera pasado nada a algún familiar. ¿Y si Ron venía de arrestar a Severus? La idea le llenó de pánico.
-¿Tienes un momento?
Ron dio un vistazo al resto del pasillo y al ver que no había nadie, cogió a Harry por el codo y lo metió sin muchos miramientos dentro de su despacho. El ojiverde vio el periódico encima del escritorio.
-¿Vas a darme tu opinión sobre eso? - señaló el Profeta con la cabeza – Porque si es así, no tengo tiempo. Tengo que ir a ver a Sev… Snape – se corrigió a tiempo. A su amigo le daría una apoplejía si lo llamaba por su nombre de pila.
-Es precisamente de él de quien quiero hablar, y aunque esa imagen no es la que hubiera querido ver estaba mañana nada más levantarme, no es de eso de lo que quiero hablar contigo.
Su amigo se sentó en la silla tras su escritorio y se frotó los ojos con cansancio. Su aspecto era desaliñado, con barba de varios días y los ojos inyectados en sangre. Tenía la pinta de haber pasado varios días sin dormir, o bajo mucha presión.
-Hemos descubierto algo que podría demostrar la inocencia de Snape.
-¡Ron, eso es fantástico! – Harry no pudo contener su excitación, pero su amigo no parecía compartir su entusiasmo. ¿No te alegras?
-Aunque Snape nunca haya sido santo de mi devoción, no quisiera que lo encarcelaran siendo inocente.
-¿Y entonces?
-Harry, esto es muy grave, y sobre todo, muy, muy oscuro.
Casi una hora después, un Harry muy preocupado y con el corazón en un puño, salía apresurado del despacho de Ron, camino de la casa de Snape. En esos momentos, la menor de sus preocupaciones era que encarcelaran al hombre que amaba, lo importante era llegar a encontrarlo con vida.
Severus no podía estar más nervioso aunque lo quisiera. Hacía varias horas que Harry se había ido al Ministerio y seguía sin tener noticias de él. Una angustiosa sensación en el pecho le decía que algo grave pasaba o estaba a punto de pasar. Solo esperaba que por culpa de la salida al cine la noche anterior, apartaran a Potter del caso. Sin él, Severus estaba perdido.
Aún sentía aquella cosquilleante sensación de plenitud y felicidad al haber escuchado de los propios labios del chico que le amaba. Y tras tener toda la mañana para pensarlo y meditarlo, se dio cuenta de que estaba loca, perdida e irremediablemente enamorado de Harry Potter.
El timbre de la puerta lo hizo saltar de la silla. Harry ya había llegado. Sin pararse a pensar en que Harry iba y venía vía Flú, y que tenía una copia de las llaves abrió la puerta. No era Harry Potter, y el inesperado visitante le apuntaba con la varita directamente al corazón.