CAPITULO 3
¿QUE ES ESTO QUE ESTOY SINTIENDO?
Ante el grito de su apellido, Harry se quedó estático, aún con el peso de Snape encima de él, maldiciendo al que había osado interrumpir ese placentero momento. ¡Por Gryffindor, que había estado apunto de correrse! La forma en la que fue dicho el “Potter”, le recordó a cuando Snape le reñía en sus días estudiantiles, así que miró a su ex profesor deseando que no hubiera sido él el que hubiera gritado, pero viendo la expresión confundida del hombre, le inundó el alivio. Severus no había sido. Entonces, ¿Quién…?
-¡HARRY POTTER, O APARECES YA O VOY ALLÍ Y ME CARGO AL BASTARDO GRASIENTO!
¡Santa mierda! ¡Era Sirius! Harry se levantó sobresaltado, tirando a Snape en el proceso, quien gruñó molesto. El joven le dirigió una pequeña sonrisa de disculpa y se agachó ante la chimenea, donde Sirius Black le esperaba con muy mal humor. El día anterior, con el ajetreo de sacar a Snape del Ministerio, los aurores revoloteando por su casa haciendo toda clase de hechizos para tenerlo todo controlado, se había olvidado de avisar a su padrino de que estaría viviendo un tiempo con el Slytherin. No iba a tomárselo nada bien.
Severus dejó a Harry aguantando los sermones de Black y subió a su habitación. Tenía un asunto más importante que arreglar, como esa dolorosa erección que le apretaba los pantalones. Sin quitarse la ropa, se metió debajo del agua helada de la ducha, empapándolo y deseando que le enfriara todo el deseo que tenía acumulado por dentro. ¡Maldición, había estado apunto de acostarse con Potter! ¡Con Potter, ni más ni menos! Aunque no podía negar que había disfrutado cada momento y hubiera sido el mejor orgasmo de su vida si no hubiera sido por el pulgoso Black. Recordando el sabor de los besos de Harry, el tacto caliente de su piel, de sus roncos gemidos y la placentera fricción de sus miembros a través de la tela de sus respectivas ropas, estuvo apunto de eyacular en ese instante.
Apoyando la espalda en la pared de la ducha, dejó que su mano derecha vagara por su estómago plano, hasta llegar a la cinturilla de los pantalones metiéndola por debajo de la tela mojada, cogiendo su pene con las manos mojadas. Lo rodeó con sus dedos y apretó suavemente, empezando una candente marcha de sube y baja, mientras se mordía el labio inferior intentando acallar los gemidos que brotaban de su garganta. Su mano izquierda, no queriendo quedarse quieta, se metió por debajo de la empapada camiseta y pellizcó sus pequeños pezones, ya duros. Se imaginó que era la boca de Harry, y no su mano, quien tenía entre sus jugosos labios, su pene erecto.
Casi podía sentir como la lengua del joven lamía toda la gruesa longitud, soltando gemiditos de placer, saboreándolo como una golosina. Sintiendo el clímax cerca, Severus aumentó el movimiento de su mano, subiendo y bajando más rápidamente, hasta que en un ronco gemido, se vino en su mano y dentro de los pantalones. Se dejó caer en la bañera, saciado y con la respiración dificultosa. Sentía que le abrasaban las mejillas, pero no supo si del orgasmo o de la vergüenza de haberse masturbado imaginando que era Potter haciéndole una mamada. ¿Cómo iba a poder volver a mirarle a la cara sabiendo lo que acababa de pasar?
El chico le había correspondido a los besos, incluso lo había tocado y gemía como si lo estuviera disfrutando, pero Severus no sabía que pensar de eso. Bien podría ser que Potter de veras lo hubiera deseado y por eso le correspondió, o perfectamente podría ser que el chico se hubiera dejado llevar por el caliente momento. A Severus le era más sencillo creer la segunda opción, estaba más que acostumbrado a que la gente no deseara algo de él si no era por conveniencia, pero en el caso de que fuera la primera opción, no sabría a que atenerse, porque aparte de deseo, Harry Potter despertaba en él unas sensaciones que no sabía ni quería definir.
No preparado aún para enfrentarse a él, hizo tiempo. Se quitó la ropa empapada y se dio otra ducha. Con solo unos pantalones de seda negra, se tiró en la cama, dispuesto a dormir un poco.
Abajo en el salón, Harry no lo estaba pasando muy bien. Tal y como esperaba, Sirius estaba muy enfadado, ya no por el hecho de no avisarle que no dormiría en casa, sino porque estuviera viviendo con Snape y no con él. Harry tenía que reconocer que Sirius tenía razón en lo que decía. Acababa de regresar a Londres después de cinco años y en vez de estar con su padrino, se había ido a vivir con Severus. Pero aunque Harry entendiera que el animago quería estar con él, este también tenía que entender que eran cosas de trabajo, que tenía que acatar órdenes y que tenía que hacer lo posible por ayudar al Slytherin. Se lo debía.
-Todo eso lo entiendo, Harry, pero ¿No puede ser otro el que estuviera viviendo con Snape? – Sirius estaba de los nervios y el chico ya no sabía como calmarlo.
-Sirius, soy yo el que se está encargando del caso, por lo menos en lo que a Snape se refiere – se abstuvo de decir el nombre de pila del Slytherin porque al animago le daría un síncope – Confiemos en que las cosas se solucionen pronto y pueda volver a casa.
-¿Te está tratando bien? Mira que si te hace algo…
-No te preocupes, está todo bien. – Sonrió tranquilizándolo – No puede hacer magia, así que poco tiene que hacer ante el Salvador del Mundo Mágico, ¿no? – bromeó.
-Espero que tengas razón… - murmuró no muy convencido – Entonces, ¿no puedes venir a casa?
-En unos días no, tengo que quedarme aquí vigilándolo y poniéndome al día con el caso – Harry tuvo que fingir que le parecía tedioso el hacerlo, cuando en realidad no le molestaba en absoluto.
-Si necesitas algo…
-Tranquilo, Sirius todo irá bien.
-En ese caso, me voy.
Cuando la cabeza de Sirius desapareció de la chimenea, Harry bufó y se dejó caer en el sofá. Se removió inquieto ante la molestia del deseo no satisfecho, y pensó en el siguiente paso que debía de dar. ¿Debía subir a la habitación de Severus y continuar lo que habían empezado? ¿O sería mejor dejar enfriar el asunto y hacer como si no hubiera pasado? No, la última opción no le parecía nada atractiva, era mejor la primera. Pero, ¿Qué es lo que pensaba Snape? Vale que hubiera sido el hombre el que había empezado el beso, pero puede que fuera solo un impulso y que en esos momentos estuviera maldiciéndose por haber besado al mocoso Potter. No, mejor dejar las cosas como estaban y no dar un paso hacia Snape si él no lo daba antes. Tenía demasiado miedo a un rechazo y después de saber lo que se sentía estando con él – aunque no hubieran llegado al final y no hubiera sido más que un toqueteo – le iba a resultar mucho más doloroso un más que posible rechazo.
Necesitaba estar lo suficientemente ocupado para alejar a Snape de su mente, tenía que concentrarse profundamente en algo para que lo ocurrido entre los dos hacía un rato no amenazara con atormentarle el resto del día. Con las manos en las caderas, observó el desastre que era el salón y decidió ponerse a limpiar. Lo primero que hizo, fue quitar las oscuras y mohosas cortinas y abrir las ventanas, para que se ventilara e iluminara toda la estancia. Los matutinos rayos de sol le daban hasta una apariencia acogedora. Harry cerró los ojos, dejando que el agradable sol le calentara el rostro. No entendía como Snape podía vivir siempre en la oscuridad.
Gracias a los hechizos de limpieza que le habían enseñado Hermione y la señora Weasley, pronto tuvo la cocina y el salón limpios. No había pasado ni una hora. ¿Qué se suponía que tenía que hacer en todo el tiempo? Como la despensa estaba vacía, decidió salir al pequeño supermercado que había a tres calles y comprar algo para comer. Le vendría bien un poco de aire.
Mientras tanto, arriba en su habitación, Severus se había dado por vencido en lo que se refería a dormir un poco, aunque en vez de echarle la culpa de todo a Potter, lo achacó más al hecho de que eran las once y media de la mañana y él no estaba acostumbrado a levantarse tan tarde. De normal, ya haría horas que estaría trabajando en su laboratorio, con sus pociones y sus notas. En cambio, llevaba horas encerrado evitando a Harry ¡Escondiéndose en su propia casa! No te reconozco, Severus, se dijo a si mismo.
Pero si era sincero consigo mismo, tenía que reconocer que estaba un tanto decepcionado: había esperado que el chico fuera a verle, fuera por el motivo que fuera, o que le tocara la puerta. ¡Se hubiera conformado con solo escucharle caminar por el pasillo! Pero no, Potter no había subido para nada, y ese pensamiento lo enfureció. Él deseando que fuera a verle, y el chico pasando de él. Pues muy bien, si Potter no quería nada, él tampoco iba a buscarle.
¿Pero en qué demonios estaba pensando? Estaba acusado de asesinato, encerrado en su casa como si estuviera en una prisión y tenía al Salvador del Mundo mágico vigilándole ¿Y a él solo se le ocurría pensar en si Potter le hacía caso o no? Definitivamente, había pasado demasiado tiempo solo.
Frustrado de estar encerrado en su cuarto sin hacer nada, se levantó de la cama y despacio y sin hacer ruido que pudiera alertar al chico, salió de la habitación y bajó al sótano, donde se había montado su propio laboratorio de pociones. En cuanto se puso con sus investigaciones, Potter se fue al lugar más recóndito de su mente. Y cuando se quiso dar cuenta, eran ya pasadas las dos de la tarde y su estómago pedía a gritos comida.
Se llevó una enorme sorpresa en cuanto subió al salón y lo vio todo limpio y ordenado, iluminado. Harry, que estaba sentado en la mesa revisando unos papeles, levantó la cabeza y lo miró fijamente, mientras sus mejillas enrojecían. Al ver esos impresionantes ojos verdes clavados en él, algo se sacudió dentro de Severus y sintió el acostumbrado ramalazo de deseo que le sacudía cada vez que le veía.
-He preparado algo para comer – el joven empezó a recoger todos los papeles, con las manos temblorosas. Pese a que había tenido mucho tiempo para pensar en ello, Harry no sabía como comportarse delante de él después de la intimidad que habían compartido esa mañana. Estaba nervioso.
-¿Usted ya ha comido?
-Creí que habíamos dejado de lado las formalidades y pasado al tuteo – el ojiverde hizo una mueca - Y en respuesta a tu pregunta, No, no he comido. Te estaba esperando. Iba a subir a avisarte de que la comida ya estaba lista.
-No estaba en mis habitaciones – fue su seca respuesta. Severus giró la cabeza, incómodo antes ese gesto de Harry de esperarse a comer hasta que él bajara.
-Bien – asintió poniendo el mantel – Si esperas un momento, pondré la mesa y comeremos.
-Te ayudo.
Harry se quedó blanco y tieso por un momento. Estuvo apunto de negar frenéticamente, pero recordando que estaban en casa de Snape, suspiró resignado. La cocina era muy estrecha y lo último que deseaba en ese momento, era chocar constantemente con el hombre. Eso acabaría por completo con sus nervios. No le pasó por alto el minucioso examen al que Snape sometió la cocina y la comida que se hacía en el horno. Se había sorprendido al ver que todos los electrodomésticos, eran completamente muggles.
Mientras él sacaba el pescado del horno, Severus puso la mesa. Se sentaron a comer en completo silencio, ambos tensos y demasiado conscientes de la presencia del otro enfrente. Severus estaba acostumbrado al silencio, pero Harry no y el no saber que decir, le estaba matando. La comida dio paso al postre y luego a los cafés sentados en el sofá, sin que se dirigieran una sola palabra.
-¿Quieres hablar? – Severus levantó la cabeza de golpe y le invadió el pánico. ¿Potter quería hablar de lo que había pasado entre ellos? – Del caso, quiero decir.
-No hay nada de que hablar – respondió seco, dedicando toda su atención a la copa de brandy que sostenía entre sus manos.
-Yo creo que hay mucho de que hablar. Para ser un hombre que está acusado de asesinato y prisionero en su propia casa, te veo muy tranquilo.
-¿Y que quieres que haga, ponerme a gritar y a lanzar cosas mostrando mi inconformidad? – se burló
-Pues no estaría mal, así al menos demostrarías que tienes sentimientos. – en el momento en que lo dijo, Harry se arrepintió. La cara de Snape se puso blanca y después lívida de furia – Lo siento, no era mi intención ofenderte.
-Pues para no ser tu intención, lo has logrado muy bien – su voz era fría y acerada. Las palabras de Harry le habían dolido y estaba tan enfadado que no quería ponerse a pensar cuanto.
-Tan solo quiero que me digas que piensas de todo esto.
-Lo que pienso, Potter – escupió el apellido – es que hay alguien ahí fuera que quiere joderme la vida. Y lo está consiguiendo. Mientras vosotros me tenéis aquí encerrado, esa persona seguirá matando gente.
-No puedes salir, lo sabes – el hombre bufó burlón y Harry se enfureció - ¡Maldita sea, Snape! Tienes suerte de que estés encerrado en tu casa en vez de estar en Azkaban, como era la idea que tenían los aurores. Si estás aquí, es gracias a mí.
-¡Oh, y ahora debo darle las gracias al Salvador del Mundo mágico! – esbozó una sonrisa burlona sabiendo que el chico detestaba que lo llamaran así y lo consiguió, pues Harry apretó los puños y entrecerró los ojos.
-Mire, haga lo que le de la gana. – escupió – Si no quiere contarme lo que piensa, muy bien, allá usted, pero si le meten en Azkaban, no diga luego que no le advertí.
-¿Y piensa que va a asustarme con eso, Potter? No he hecho nada y fin de la historia.
-Los aurores no piensan eso. De hecho, están esperando que ocurra algo, para meterlo de lleno en la prisión y esta vez no habrá nadie que le defienda.
Severus tuvo que reconocer que el chico tenía razón, pero no quería demostrar que estaba asustado y menos delante de él. Ya se sentía lo bastante vulnerable e inquieto teniéndolo ahí tan cerca y deseándolo tanto.
-Cuéntame lo que piensas, por favor.
Ante el tono suplicante de Harry, Severus suspiró resignado. ¿Qué contarle? Había mucha gente que le odiaba, algunos de ellos, Mortífagos, y conociéndoles, cualquiera de ellos sería capaz de todas aquellas cosas por lo que le acusaban a él. Muchos nombres rondaban por su cabeza, muchos rostros sedientos de venganza y no tenía ni idea de quien de todos podría ser. Y así se lo hizo saber al joven.
-No es mucho, pero algo es algo – murmuró decepcionado Harry – Desde que terminó la guerra, los aurores mantienen vigilados a todos aquellos que fueron acusados de Mortífagos y que luego salieron libres. Ni ellos mismo saben que están atentos a cada movimiento suyo, y según me ha contado Ron todos y cada uno de ellos, estaban en su casa en el momento en que sucedió el robo y el asesinato de Standish.
-¿Cuándo has hablado con la comadreja?
-Te rogaría que no le llamaras así en mi presencia, por si no lo sabes, es mi amigo – le recriminó Harry molesto – Me he puesto en contacto con él esta mañana y me ha comentado como esta todo por el Ministerio.
-¿Ha ocurrido algo más?
-No, está todo tranquilo y no me gusta – murmuró Harry pensativo – Mientras estabas suelto, el asesino podía hacer lo que quisiera pero ahora que tú estás siendo vigilado, va a tener mucho más difícil ponerse en acción.
-Algo me dice que no estás muy contento con eso…
-No lo estoy, porque si el culpable no ataca ahora, tú seguirías siendo el único culpable y entonces, por mucho que yo diga o haga, te encerraran. En cambio, si él ataca estando tú bajo mi vigilancia, se demostrará que hay alguien haciéndose pasar por ti.
-Buen punto, Potter – esbozó una tenue sonrisa y Harry se la correspondió.
-Ahora que lo pienso, hemos barajado la opción de ex mortífagos, pero ¿Qué hay de la gente cercana a ti?
-Créeme Potter, escojo con mucho cuidado a la gente cercana a mí – pareció molestarse por ello.
-No estoy acusando a nadie en particular, tan solo digo que hay que tener en cuenta todas las opciones – se defendió Harry ante la mirada furibunda que le dirigió el hombre. – Tiene que ser alguien que esté cerca de ti para poder tener acceso a tu cabello con el que poder hacer la poción multijugos.
Severus se quedó quieto, mientras las palabras de Harry penetraban poco a poco en su mente e iban adquiriendo sentido. El chico tenía razón y se maldijo al no haberlo pensado él antes.
A medida que iban pasando los días, fue creciendo entre ellos una especie de camaradería impensable hasta entonces. Se podría decir que aquellas discusiones, rencillas y diferencias del pasado, habían quedado precisamente allí, en el pasado. Severus seguía siendo hosco e incluso a veces malhumorado, pero después de días de convivencia, Harry pudo ver que debajo de esa apariencia de duro y sarcástico, se encontraba un hombre agradable y propenso al buen humor, retorcido, eso sí. Pero lo que más le sorprendió, fue encontrar en él un atisbo de inseguridad y falta de confianza en sí mismo, que a Harry le daban ganas de abrazarle y consolarle.
Desde aquel día de hacía ya casi dos semanas en el que Sirius les interrumpió, no había vuelto a ocurrir otro acercamiento entre ellos. Severus parecía haber borrado aquel episodio de su memoria, pero este seguía repitiéndose noche tras noches en los calientes y húmedos sueños de Harry. Deseaba volver a besar a Severus y sentir el sabor a menta de sus labios y lengua. La menta sabía mucho mejor directamente de Severus. Daría lo que fuera para que el hombre lo tocara como aquella vez, sin pudor y sin reservas, con ardor, casi con reverencia. Pero por mucho que lo anhelara, no se atrevía a decir ni hacer nada. Habían conseguido dejar sus diferencias de lado y estaban empezando a confiar el uno en el otro, que no quería estropearlo por un asunto de hormonas. Pero lo cierto era que lo que sentía por él, no era meramente físico.
Algo le decía que si perdía la amistad de Severus, perdería algo muy importante y no tendría otra oportunidad de recuperarlo.
Lo que Harry no podía siquiera imaginar, era que pese a que él creía que a Severus le era indiferente, lo cierto era que los pensamientos del Slytherin no iban para nada desencaminados de los suyos.
El hombre entendía ahora porque Granger y Weasley no se habían separado de Potter durante todos esos años, a pesar incluso del peligro que corrieron infinidad de veces durante la guerra. Y ahora entendía también porque Dumbledore le tenía tanto cariño al chico. Cuando uno conocía a Harry y era capaz de ver bajo esa capa de héroe y Salvador del Mundo Mágico, todo esto impuesto por toda la sociedad mágica, veía a un chico excepcional. Severus no entendía como había podido ver en él, algo de James Potter aparte de su físico y quizá su tendencia a las bromas y travesuras, pero mientras que las de su padre podían llegar a ser pesadas e incluso humillantes, las de su hijo eran inocentes y siempre buscando arrancarle una sonrisa a la otra persona.
Y Severus se había encontrado sonriendo más en pocos días, que en toda su vida. Eso es lo que le pasaba a alguien cuando cogía confianza con Harry y se dejaba llevar por su inagotable entusiasmo.
Era irónico que el tiempo en el que más feliz estaba siendo, era cuando su vida estuviera literalmente hecha una mierda.
Durante esos días en los que llevaba recluido en su casa con Potter de guardián, habían estado trabajando en los posibles sospechosos, enviando diariamente informes al Ministerio sobre el comportamiento de Severus y la posible información que le pudiera haber sonsacado. Pero estos no tenían ni idea que mientras los aurores hacían sus investigaciones a mandato de sus superiores, Severus y Harry realizaban las suyas propias. Ya habían decidido que sus búquedas de información no irían por el mismo camino que la de los aurores. A Severus, le molestaba que el chico se empeñara en añadir a los Malfoy en la lista de sospechosos.
-Te he dicho que confío plenamente en ellos, no se porque insistes en ponerlos.
Severus se levantó de la silla y empezó a pasear nervioso por su pequeño salón. Empezaba a dolerle la cabeza de tanto pensar en posibles sospechosos y la insistencia de Harry de que recordara, no ayudaba a que se le pasara el malestar.
-Y yo te he dicho que ya lo se, pero que tenemos que pensar en todas las probabilidades – su tono monótono, enfureció a Severus. Esa misma respuesta estaba sacándole de sus casillas – Además, si son inocentes, no tendrás porque preocuparte por ellos.
-Eso me anima mucho – ironizó, sin ocultar el fastidio en su voz
Se dejó caer en el sillón y se tapó la cara con las manos. Los días pasaban y seguían estando en el mismo punto que al principio, quizá peor, porque el verdadero asesino no había vuelto a dar señales y ellos no avanzaban mucho a base de conjeturas. Los aurores del ministerio se estaban impacientando por la falta de novedades y conociendo sus ganas de limpiar su imagen y remendar los errores del pasado, no dudarían en encarcelar a un hombre presuntamente inocente. Aunque en su caso, era presuntamente culpable.
-No te desanimes. Todo saldrá bien, te lo prometo. Además, nada se le resiste al Salvador del Mundo mágico, ¿no? – Severus no lo vio, pero si detecto una nota de humor en la última frase.
Se enfadó consigo mismo por cabrearse y pagar su frustración con el chico cuando este hacía todo lo posible por ayudarlo. Se estaba tomando el caso como algo personal, como si él y todo lo que le ocurriera, le importara.
Tanto como a él estaba empezando a importarle Harry.
Había vivido tantos años en soledad, que ya estaba acostumbrado a ella, pero cuando todo pasara y el caso se resolviera, Severus ya no sabía si podría acostumbrarse a estar solo otra vez. Ahora que había probado la convivencia y lo que significaba compartir algo con otra persona, la perspectiva de volver a su vida monótona y solitaria, se le antojaba poco más que insoportable. Pero tenía que hacerse a la idea de que todo acabaría, para bien o para mal, y que Harry después de ese caso tendría otro y que en algún momento tendría que marcharse.
El pensamiento lo deprimió tanto, que no quiso pensar en el motivo de esa desazón.
Harry, al verlo tan deprimido, decidió animarlo un poco y tras descubrir que el hombre era un gran apasionado del cine, que mejor manera de que se olvidara de las preocupaciones y se relajara, que llevarlo al cine. Eso si, hicieron falta muchos ruegos y chantajes para que aceptara, pues el hombre esta reticente a salir de casa dada su complicada situación, pero ante los argumentos de Harry de que irían a un cine muggle y que allí nadie les conocería, poco pudo hacer. Cuando a Harry Potter se le metía algo entre ceja y ceja, no paraba hasta conseguirlo.
Para Severus, la noche, con cena y cine incluido, habría sido perfecta de haber terminado en la cama de Harry… o en la suya, siempre y cuando el Gryffindor estuviera con él. Aunque se había prometido a si mismo que no se encariñaría con el chico y que no intentaría ningún avance con él a no ser que el otro no lo hiciera antes, se sorprendió al encontrarse tonteando con Harry toda la noche. Que si una sonrisa sugerente por aquí, una insinuación por allá, un toqueteo por aquí y por allá… y para cuando llegaron a casa, él estaba tan duro y excitado, que tenía dificultades para caminar con normalidad. Después de los tonteo entre Harry y el durante toda la noche, Severus esperaba que ocurriera algo, pero al ver como Harry le daba las buenas noches y se iba a dormir, tuvo que conformarse con aliviarse con su mano y una ducha fría.
Y ahí estaba él, solo en su inmensa cama, pensando en lo que podría haber sido pero que no sucedería.
Un momento, ¿Cómo que no sucedería? Si no ocurría algo entre Harry y él, era porque tenía tanto miedo al rechazo, que cerraba las puertas a todas aquellas situaciones o decisiones que podrían implicarle emocionalmente y causarle daño, y en vez de arriesgarse a recibir una respuesta positiva, se escudaba tras su infranqueable muro de indiferencia y se mentía a sí mismo pensando que estaba feliz con su vida.
Pero no, eso ya no le consolaba. Era probable que después de que se solucionara el caso, a él lo consideraran culpable y terminara en Azkaban para el resto de sus días, y si eso llegaba a ocurrir, quisiera al menos tener el feliz recuerdo de una noche de pasión en los brazos de Harry. Ya no podía seguir negando que le deseaba, casi con desesperación, y si había algo por lo que valía la pena luchar, era por Harry.
Con esa idea en mente y con la expectación corriendo por sus venas, se levantó de su cama, salió de su cuarto y fue a buscar al chico.