La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Hangover and other secondary effects. Capítulo 5. Auto recriminaciones

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alisevv

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MensajeTema: Hangover and other secondary effects. Capítulo 5. Auto recriminaciones   Hangover and other secondary effects. Capítulo 5. Auto recriminaciones I_icon_minitimeSáb Jul 18, 2009 6:22 pm

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—¡Profesor Dumbledore! ¡Profesor Snape!

Harry estaba sentado en su cama de la enfermería, mirando a sus dos visitantes, bastante impresionado. ¿Les habría contado Poppy? ¿Habría roto su promesa de guardar silencio? ¿Estaban allí para reclamarle que estuviera embarazado? ¿Y si el Director sabía que estaba embarazado, todavía permitiría que él fuera el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras?

Había sido duro admitirlo ante si mismo, pero se había sentido increíblemente aliviado cuando Albus Dumbledore le había ofrecido ese puesto. No sólo no había tenido idea de qué deseaba hacer una vez terminara la escuela, pues ni siquiera había esperado sobrevivir a la guerra, sino que no deseaba abandonar el lugar que siempre había considerado su hogar. Esperaba que el anciano no le alejara justo ahora. No estaba seguro si podría soportarlo.

Diciéndose a si mismo que permaneciera tranquilo, se obligó a esbozar una pequeña sonrisa en el rostro, y enfocó toda su atención en los dos hombres a su lado. Su corazón dolió ante la vista de la elegante figura de Severus vestido en su túnica negra. El hombre que había querido por tanto tiempo. El hombre que había perdido antes de tener una oportunidad con él. Si sólo hubiera rechazado la maldita bebida. No se hubiera sentido enfermo y no hubiera necesitado acostarse en la habitación de invitados. Entonces, todavía tendría posibilidad de ganar el corazón de Severus. Todo era su propia culpa.

Aliviado, Harry notó que los dos magos mayores no se veían molestos o decepcionados en modo alguno. Así que, Poppy no les había contado.

El Director fue el primero en hablar.

—Harry, mi querido muchacho. ¿Cómo te sientes? Que bueno que viniste aquí cuando no pudiste librarte de esa enfermedad por ti mismo. No quisiera que ninguno de mis profesores estuviera enfermo al inicio del año escolar. Y si comprendí correctamente a Poppy, esta infección parece ser bastante persistente.

Antes que Harry pudiera contestar nada, el maestro de Pociones habló.

—Si ambos me disculpan un momento, le llevaré a madame Pomfrey las pociones que ordenó. Señor Potter, me gustaría hablar en privado con usted, más tarde.

Con eso, partió para buscar a la medibruja. Harry lo siguió con los ojos hasta que desapareció. Luego de un momento, se dio cuentta que aún no había respondido al Director, que todavía seguía parado al lado de su cama.

—Umm… Me siento mucho mejor, gracias a las pociones que me dio madame Pomfrey. Aunque ella me dijo que tomaría algo de tiempo hasta que las náuseas desaparezcan completamente. Pero después estaré bien —informó, esperando que el mago mayor no sospechara.

Tuvo suerte. Albus sonrió feliz, sus ojos azules brillando detrás de sus anteojos.

—Me alegra escuchar eso, Harry. Mucho, de hecho. Espero que pases unas vacaciones maravillosas en compañía de la señorita Granger y el señor Weasley. Escuché que todos se están quedando con la familia Weasley durante el verano —por el rabillo del ojo, el joven pudo ver que regresaba Severus—. Bien, mi muchacho, iré a tener una charla con Poppy, así Severus podrá hablar contigo. Entonces, te veré en la próxima reunión de profesores.

Con eso, el anciano partió, dando al profesor de Pociones la oportunidad de tomar asiento en la silla al lado de la cama de Harry.

—¿Sobre qué desea hablar, señor? —preguntó, y le pareció ver que el hombre hacía una mueca de dolor ante la formalidad de la frase. Durante la guerra habían trabajado muy estrechamente, y hacía un buen tiempo que eran ‘Severus’ y ‘Harry’.

—Tienes algo que explicarme sobre tu obsequio, Harry —contestó, y el joven enrojeció ligeramente.

—Siento eso, señor. Sé que no debería habérselo dado en un lugar donde cualquiera podía habernos visto. Lamento si se sintió abochornado. Pero yo deseaba entregárselo antes de partir. Quería agradecerle por todo lo que había hecho por mí. Había pensado dárselo en sus habitaciones privadas después de la celebración, pero no pude llegar. Estaba demasiado enfermo. Ni siquiera llegué a mi dormitorio —sonrió como disculpa.

Ahora, Severus estaba realmente confundido. ¿De qué estaba hablando este chico? ¿Qué no había llegado? Había estado en sus aposentos esa noche, era inútil negarlo. ¿Era ésta la manera que tenía Harry de decirle que olvidara lo que había sucedido esa noche? ¿Qué se arrepentía de ello? ¿Y qué era esa tontería de estar enfermo? ¿Era un infantil intento de excusar que le había dicho que lo deseaba? Snape no lo sabía, pero quería averiguarlo.

—Disculpa, Harry, pero, ¿qué quieres decir con que estabas enfermo?

—Sí, err… —balbuceó—. Hice algo increíblemente estúpido. Esa noche, antes que la fiesta empezara, tomé una poción contra la gripe, y luego alguien me dio una bebida. Sé que no debería haberla tomado, pero lo hice. Entonces, me sentí mal. Merlín, estaba completamente mal. La habitación daba vueltas a mi alrededor, la luz dañaba mis ojos, mi cabeza se sentía como si alguien la hubiera llenado de algodón, y parecía como si mi estómago quisiera salírseme por la boca. No puedo recordar mucho de esa noche, solo que dormí en una habitación de invitados, pues allí es donde desperté al día siguiente —por supuesto, no hizo mención de su visitante nocturno.

Mientras internalizaba las palabras, Severus sintió como si alguien hubiera abofeteado su rostro. Eso no podia ser verdad. Tenía que ser una asquerosa broma. Él no había dormido con un hombre borracho e indefenso. Era imposible. Pero entonces, el profesor de Pociones recordó algo. Un pequeño, escalofriante detalle que había malinterpretado. Uno de muchos más, pero quizás el más importante. Los ojos de Harry. Esas pupilas dilatadas. Tan grandes que el verde de sus irises apenas había sido visible. Y ellos no habían cambiado. Habían permanecido igual sin importar si sus ojos habían estado medio cerrados o completamente abiertos. No había sido deseo. ¡Había estado drogado!

Harry observó cuidadosamente al mago. Algo estaba pasando por su cabeza, pero no podría decir qué. Snape tenía una expresión verdaderamente extraña, algo parecido al horror. ¿Le habría decepcionado que hubiera sido tan descuidado? ¿Habría adivinado que su regalo era algo más que puro ‘agradecimiento’? ¿Que había sido un obsequio de alguien enamorado? Algo personal, algo especial.

Pero ahora, todo era diferente. Una sola noche había destruido todas sus esperanzas y los planes de vida a su lado.

Obligándose a esbozar una sonrisa, Harry supo que tenía que completar su plan de poner más distancia entre ellos. Si al menos Severus dejara de llamarlo por su nombre. No podía seguir soportándolo. Le hacía recordar lo que nunca tendría.

—Lamento si lo decepcioné, profesor Snape —declaró a la defensiva—. Parece que nunca puedo cumplir con los estándares que todos quieren que llene. Soy un caso perdido.

“Así que ahora vuelvo a ser el profesor Snape”, pensó Severus. Sintió que una ola de tristeza y desesperanza brotaba de él. Todo había sido un error. Harry estaba más lejos que nunca. Quizás su subconsciente estaba consciente de lo que había hecho y ahora lo rechazaba.

“Debería haberlo sabido. No era real”

Se maldijo a si mismo y la culpa bulló en su pecho. Se levantó de la silla. Esto estaba empezando a ser una tortura. Dando a Harry una sonrisa insignificante, contestó:

—No sea tonto, señor Potter. Usted es el salvador del mundo mágico, ¿quién lo culparía por esa nimiedad? Me iré ahora, tengo algunas cosas que hacer. Creo que el señor Weasley y la señorita Granger estarán aquí en unos minutos. Gracias por el obsequio, lo aprecio. Entonces, lo veré en la reunión del personal, profesor Potter. Que tenga un día agradable.

Sentado en su cama de la enfermería, Harry lo observó partir. Las lágrimas inundaron sus ojos y trató de contenerlas. No quería que Poppy lo viera así. Pero la pérdida del hombre que amaba ardía tan dolorosamente en su pecho que ni siquiera cerrar los ojos con fuerza ayudaba. Después de respirar varias veces, sorbió rápidamente sus lágrimas y saltó de la cama, con la intención de vestirse para partir. Todo lo que quería era salir de allí.



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La primera reunión llegó y todo fue bien. Los demás profesores le dieron una cálida bienvenida y le ofrecieron un montón de ayuda, que Harry aceptó con mucho gusto. No habría sabido manejarse con el contenido del currículo y las tablas de tiempo, y hubiera estado desesperadamente confundido a toda hora. Le llevaría un tiempo acostumbrarse a eso. Después de todo, se trataba de enseñar, y no simplemente usar sus conocimientos de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Su embarazo era un asunto completamente distinto. Comenzaba a disfrutarlo. Poppy lo había chequeado con regularidad y se sintió muy aliviado cuando la medibruja le dijo que la salud de su pequeña era perfecta. Un día, ella le entregó una imagen de su bebé, con movimiento, ya que estaba encantada, diciéndole que ésa iba a ser su hija. Harry lloró, completamente sobrecogido ante la nueva vida que crecía en su interior. Ella era su propio pequeño milagro.

Pero había algo que no dejaba de doler: la pérdida de Severus Snape. Harry apenas hablaba con él en privado, y el profesor de Pociones nunca buscaba su compañía. Y tampoco le gruñía, era cortés y mesurado. Pero había una expresión en los ojos del mago mayor que hacía que se sintiera morir. Era como si la cercanía entre ellos nunca hubiera existido.

El tiempo siguió avanzando y Harry se acostumbró a enseñar con mucha rapidez. Le gustaba mostrarles cómo podían defenderse. Además, fue una sensación genial cuando se dio cuenta que comenzaban a respetarlo por ser un buen profesor, y no por ser su tan mentado ‘salvador’. Quería disfrutar todo el tiempo que le fuera posible, pues sabía que todo cambiaría en el momento que supieran que estaba embarazado.

Las náuseas habían desaparecido, tal como le había prometido Poppy. Se sentía muy a gusto con su cuerpo y le gustaban los cambios que la pequeña estaba provocando. Sólo había tenido que acostumbrarse un poco a sus nuevos hábitos alimenticios. Durante sus clases, ocultaba su condición bajo un hechizo diseñado para embarazos, que además aseguraba que su bebé no fuera herido.

Fue a cinco semanas de iniciado el curso, durante un partido de quidditch entre Gryffindor y Slytherin, cuando todo cambió drásticamente en la vida de Harry, una vez más.



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Era un cálido y hermoso día de verano, y profesores y estudiantes se habían reunido para presenciar el primer juego entre las principales Casas rivales.

Saltando en su asiento al lado del Director, Harry observaba excitado como el Buscador de Gryffindor volaba tras la snitch. Todos los ojos del estadio estaban fijos en el duelo de los dos jóvenes, que luchaban desesperadamente por atrapar primero la pequeña esfera dorada. La atmósfera hervía de excitación. Harry estaba rodeado por las risas y los gritos de la gente. Los ignoró y se concentró en el Buscador, imaginando que era él, sentado sobre esa escoba.

Extrañaba volar, extrañaba jugar quidditch, y extrañaba la libertad que sentía cuando estaba en el aire, sobre una escoba. Era una de las cosas a las que había renunciado para proteger a su niña. Había otras de las que también habías tenido que privarse, pero ésta era la que más extrañaba. Sólo encontraba consuelo al pensar que su embarazo no duraría para siempre. Entretenido con el joven Buscador Gryffindor, Harry no lo vio venir.

Nadie lo hizo.

Si no hubiera sucedido un momento antes de un posible final de juego; si no hubiera sido un juego entre esas dos Casas, que lo hacía incluso más importante; entonces, quizás alguien se hubiera dado cuenta de lo que iba a pasar. Alguien podría haber levantado su varita para evitarlo. Pero no lo hicieron. Nadie lo notó hasta que fue demasiado tarde.

Uno de los Bateadores de Gryffindor, ansioso por proteger a su Buscador de cualquier distracción en tan precaria situación, golpeó la bludger con todas sus fuerzas. Ni siquiera madame Hooch pudo reaccionar con suficiente rapidez. En cuanto vio el movimiento por el rabillo del ojo, supo que era demasiado tarde. Como si fuera en cámara lenta, observó como la bludger salía disparada hacia el Director. Esquivando al anciano por un pelo, impactó justo en el estómago de Harry. Retorciéndose de dolor, el golpe lo envió dos peldaños hacia atrás. Un jadeo colectivo recorrió la audiencia tan pronto como se dieron cuenta de lo que había sucedido. Después de un segundo de silencio, el escándalo se desató.

La incredulidad y el asombro asomaron a todos los rostros, mientras el joven mago caía al suelo, ciego de dolor y luchando por permanecer consciente. ¿De dónde demonios había venido eso? ¿Alguien lo había atacado? En ese momento, Albus Dumbledore llegó a su lado, y Harry trató de concentrarse en lo que le estaba diciendo. Pudo escuchar la palabra bludger, pero nada más. La sangre estaba zumbando en sus oídos, y la oscuridad lo llamaba con fuerza.

“Tengo que permanecer consciente”, fue su último pensamiento antes que su mundo se volviera oscuro.

Albus Dumbledore reaccionó al instante. Viendo que Harry se sumergía en la inconsciencia, lanzó un rápido hechizo, esperando estabilizar su circulación. Aferrándolo con fuerza por los hombros, lo sacudió, llamándolo por su nombre. Con alivio, vio que los párpados del joven comenzaban a levantarse, su rostro deformado por el dolor.

Harry pensaba que realmente moriría esta vez. Todo su cuerpo estaba en agonía. Había sido golpeado por varias bludger anteriormente, pero esto era diferente. Era peor. Mucho peor. Tocando su vientre levemente hinchado, cubierto por el hechizo protector, todo lo que podía pensar era en su niña. Su pequeña hija. Ella tenía que estar bien. Ella tenía que sobrevivir. Nada más importaba. Ella era su vida, su razón para levantarse cada mañana. La única familia verdadera que le quedaba.

Inconsciente de lo que sucedía a su alrededor, permaneció acostado en posición fetal, susurrando ‘mi bebé’ una y otra vez. No escuchó los gritos, ni vio las miradas clavadas en él, ni se dio cuenta que Albus se inclinaba nuevamente sobre su cuerpo.

El Director tocó ligeramente su hombro, intentando comprender lo que el joven profesor estaba murmurando. Cuando, eventualmente, se dio cuenta de lo que estaba repitiendo como un mantra, quedó aturdido. Su rostro se petrificó. ¿Podría ser? ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta? ¿Por qué Harry no se lo había contado? ¿Y dónde estaba el otro padre; por qué no estaba ahí, con Harry?

Pero nada de eso era importante en ese momento. Casi con toda seguridad, era una situación de vida o muerte para ambos, padre e hijo, y él tenía que actuar. Con cuidado, acunó en sus brazos al hombre de cabello oscuro, haciendo algo que nunca espero tendría que hacer en su vida.

Reuniendo todas sus fuerzas, deseo que se abriera un pasillo en las protecciones que conectaban con el Castillo, suplicando en silencio a Hogwarts su permiso para atravesar las protecciones con seguridad. Desapareció con un suave sonido, para aparecer de inmediato en la enfermería, dando a Poppy un susto de muerte. La medibruja se recuperó en cuanto vio la persona que el Director llevaba en los brazos.

—¡Harry! —gritó, haciéndole un gesto a Albus, para que acostara a la temblorosa y susurrante figura en una de las camas—. ¿Qué sucedió? —preguntó, mientras empezaba a revisarlo.

—Una bludger lo golpeó en el estómago —explicó, notando como la medibruja palidecía más aún. Permaneció en silencio, observando cómo ella lanzaba complicados hechizos de diagnóstico sobre el herido. Decidiendo que tenía que averiguar la verdad, preguntó con voz seria—. Está embarazado, ¿verdad?





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Última edición por alisevv el Mar Sep 14, 2010 8:46 pm, editado 2 veces
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