Capitulo 3 Anhelos
Cleon por fin regresaba a casa después de 8 largos años, en los que, según él, solo pudo mantener la cordura dentro o después de una batalla, gracias a las cartas que recibía de su familia. En ellas le llegaban admiración y respeto por sus hermanitos pequeños además del amor y consuelo por parte de sus padres
Ahora mismo estaba a menos de dos jornadas de casa y ya no aguantaba las ganas de abrazar a toda la familia.
Aún podía recordar aquella tarde en el despacho de su papou, parecía que los dioses le habían concedido algún poder de los oráculos porque efectivamente su hermana Theora ahora servía como sacerdotisa del poderoso Apollo y parece ser que ni él pudo escaparse de la hermosísima Theora con su cabello largo color caoba y sus expresivos ojos miel, sin dejar de lado su curiosidad por las cosas y su capacidad de erudición; claras particularidades que una “esposa” de Apollo debía tener. Por que según Demetrius el dios ya había elegido consorte de entre todas las novicias y ella ahora gozaba de las atenciones de un dios. Definitivamente su hermana estaba destinada para la grandeza
Suspiró
-Ya estás cerca de casa
-Si, mi señor- respondió formalmente al adusto hombre frente a él, no importaba cuantas batallas habían peleado juntos, juró ante Zeus que siempre se sentiría intimidado por él. En esta vida y en las siguientes
-Por favor Cleon, hemos sangrado juntos por 5 años y nos conocemos desde hace 8, ¿no puedes llamarme simplemente por mi nombre?
-Mi… Stephano. Tus hombres saben que ambos somos magos, recelan de cada palabra que decimos. ¿No crees que esto solo atraería más la atención del emperador sobre nosotros?- Stephano soltó tremenda risotada
-Vaya Cleon, nunca había escuchado a nadie recelar de la atención de su majestad
Ambos hombres se sentaron alrededor del fuego que calentaba a esa cuadra de hombres, cada uno ensimismado en sus propios pensamientos y deseos para el futuro, muchas noches las habían pasado de esa manera compartiendo un silencio reconfortante
Cleon ahora contaba ya con 26 años, apenas un hombre joven dentro de los magos y ya un hombre según los estándares de los hombres.
De cabellos rojos igual que su madre, muchas veces en batalla los hombres comentaban que parecía un fiero león con la melena alborotada por el viento; increíbles ojos azules que ya habían visto mucho sufrimiento en su vida; alto, rozaba los 2 metros y de una musculatura intimidante. En general un hombre apuesto y una eficiente máquina asesina
-<>- sonrió ante el pensamiento- << ¿Cómo estará Demetrius, dioses ya tiene 18 años, debió haber conocido a muchos pretendientes dispuesto a dejarse cortar un brazo por una de sus radiantes sonrisas>>- Imaginar a su hermano sonriendo lo reconfortó más que el fuego que crepitaba frente a él- <>- sus ojos brillaron ante la idea de un nuevo bebe en la familia
-Perdón, pero piensas en alguien “especial”- Stephano se sorprendió cuando se escuchó decir aquello, no era su carácter andar investigando la vida ajena de nadie, pero ver como su compañero suspiraba y sonreía le hacía tener envidia de que alguien lo esperara en casa. Debía ser alguien especial que lo recibiera con una sonrisa y un abrazo apartándolo del dolor de la guerra. <>
-Cuando lleguemos a casa te invitaré a pasar una tarde con mi familia y entonces comprenderás por que estoy tan ansioso- Cleon golpeó el hombro de Stephanos en señal de camadería
Un joven estaba sentado bajo la sombra de un roble escuchando una dulce melodía creada por unas infantiles manos sobre un arpa. El viento mecía su sedoso cabello que había dejado suelto ese día, su chiton color turquesa ondeaba con el aire, a sus pies reposaba una olvidada canasta con galletas de avena con miel y una copa de hidromiel junto con una de agua. De pronto la melodía se dejó de escuchar
-¿Qué pasa cariño?- su voz a pesar de ya haber cambiado a un todo grave, era suave y delicado
-¿Cómo es Cleon?- la voz infantil de una niña de 8 años sonó como el trinar de un pajarillo herido. Demetrius sonrió mientras acomodaba en su regazo a su hermana más pequeña
-Cleon es un gran hombre que ha protegido ferozmente el imperio del emperador de los bárbaros sajones del este- la cabecita de rizos azabaches se apretujó contra su pecho- No debes temer Rhea, es nuestro hermano que regresa a casa- trató de calmarla
-Se que es nuestro hermano apóstolos, pero quizá no me quiera
-Rhea mírame- con una caricia levantó el rostro de su hermanita para fijarla en la de él- Nunca nadie podrá decir que tu familia no te quiere, no pienses eso, porque se me parte el corazón ¿Acaso yo te he dado motivos para que pienses algo así?
-¡Oh no apóstolos!- negó con la mirada preocupada
-Eso es bueno, porque papou Leónidas se sentiría muy mal de saber que no he podido educar bien a esta dulce princesita- la niña sonrió con dulzura
Desde el balcón de su habitación ambos padres veían a sus hijos más pequeños animarse mutuamente. Siempre era así, Demetrius había demostrado una gran paciencia con los niños y un infinito amor por Rhea
Él había solicitado a sus padres el permiso para cuidar de esa pequeñita desde el momento que ella había nacido. Demetrius apenas había tenido 10 años en ese momento, pero parecía como si él la hubiera gestado, quizá se deba a que todos los demás en la casa lo trataban como a un bebe y Rhea era la única que lo veía como un adulto
-Los dioses han bendecido este hogar Leónidas- los fuertes brazos que lo rodeaban le daban tranquilidad en ese mundo de ensueño, ese hogar maravilloso que habían creado juntos
-Lo se, ahora un hijo vuelve al hogar, pero nuestro bebe…- no pudo evitar soltar una lágrima
-Leónidas te lo he dicho muchas veces, casémoslo con una doncella y que viva en casa con nosotros. Míralo es tan feliz aquí- Syrus se negaba a dejar a su bebe partir
-Oh Syrus- se lamentó- ¿Cómo negarle un derecho a nuestro hijo que obviamente fue creado para poseer? Míralo tú, Syrus, mira como se comporta con su hermana, imagínalo gestando un bebe, alimentándolo o arrullándolo, por los dioses que yo se de esa dicha ¿Tenemos el derecho a negarle eso a nuestro bebe?- Syrus descansó su frente en la de su joven esposo
-Lo se, pero nadie será lo suficientemente bueno para él, y que los dioses me disculpen, pero ni ellos merecerían a ese hijo nuestro
-No digas eso amor. Yo soy muy feliz contigo y no eres precisamente el mejor de los hombres- Syrus hizo un gesto por el comentario que sacó una risita a Leónidas- Mírame amor, tienes el peor carácter, eres impulsivo y te arrebujas en las colchas cuando duermes pero te amo Syrus y no cambiaría nada de ti. Nuestro bebe amará a un hombre imperfecto con muchos defectos pero que sabrá apreciarlo como el hermosos ser que es
-No se como lo haces pero siempre termino a tus pies amor mío- lo besó, apenas una caricia, con un conocimiento que da la convivencia diaria de dos personas que se aman.
Aunque sabía que su esposo tenía razón, él conocía como eran los hombres, seres difíciles de atar a un solo lugar y mucho menos a una sola persona. Oh él lo sabía muy bien, conocía con detalle esa vida de abrirle las piernas a alguien, gozar y el que sigue. Así que no permitiría que su hermoso bebe sufriera en manos de un criminal que le robaría a una criaturita de sus brazos, por eso prefería una mujer que se supone sería casi tan dulce como su hijo
Los tiernos besos se convirtieron en ávidas caricias llenas de pasión. Sin soltar a su esposo, Syrus, comenzó a desanudar el peplo de Leónidas dejando expuesto su pecho y sus dos pequeños pezones, que después de 8 años aún permanecían un poco hinchados de haber alimentado a tres hijos. Besó los rosados botones con reverencia siendo recompensado por profundos gemidos de su esposo
-Sabes, siempre he creído que nuestros hijos son tan maravillosos porque se alimentaron de ti- Leónidas no pudo contestar nada, esa frase le demostraba la devoción de su marido y él se sintió humilde ante el amor reflejado en las brillantes turquesas frente a él, lo único que acertó a hacer fue a acariciar el brillante cabello de su marido
Syrus levantó a su esposo y lo depositó en el centro de la enorme cama que habían compartido por 18 años y en donde habían engendrado a Rhea y quien sabe si los dioses los bendecirían con otro hijo pero el no saberlo no los detenía para amarse, a veces con fuerza y otras, como hoy, con delicadeza y ternura
Leónidas no pudo evitar que un gemido saliera de sus labios cuando su talentoso esposo trazaba un camino de húmedos besos por su cuello mientras que la su mano recorría su costado hasta concentrarse en el centro mismo de su cuerpo. Un dedo se adentró en él comprobando su excitación y un gruñido por parte de Syrus junto con un rápido movimiento para situarse completamente entre sus piernas, le hizo saber que su esposo no esperaría mucho tiempo. Estaba bien, porque él mismo ya no era un niño y no podría contenerse por mucho más
El más joven abrió sus hermosos ojos miel para descubrir a su esposo limpiando sus dedos con su lengua, saboreando el especiado sabor de su cuerpo; ante la visión no pudo reprimir un gemido acompañado de un movimiento ondulante de sus caderas, incitando a Syrus para que lo tomara
-Paciencia amor mío- besó sus labios compartiendo su sabor
-Ya no puedo amor, te necesito tanto- apenas pudo responder con murmullos ahogados
-Mírame mi amor, mírame mientras te tomo- Leónidas obedeció a su esposo y al sentir la dureza que se adentraba en él fijó su vista en los ojos de Syrus. Centímetro a centímetro mientras se adentraba en él mantuvieron sus miradas pérdidas uno en el otro hasta que fueron uno completamente
Syrus dejó pasar unos instantes para que Leónidas se acomodara a su invasión para comenzar con unas estocadas lentas y profundas, Leónidas después supo que en ese momento su esposo quería que supiera que él era el único al que había amado, que había tomado a muchos pero que el noble Leónidas era el único al que había entregado su corazón
Leónidas estalló en un orgasmo abrazador, como un cosquilleo en su espina que provenía de su vientre, casi podría jurar que sintió a su pequeño capullo abrirse para tomar la semilla de su esposo y hacerla germinar en sus fértiles campos. Sintió el orgasmo de su esposo casi como si fuera el propio, chorro tras chorro del caliente semen fue recibido en su vientre mientras que un segundo clímax lo dejaba tembloroso, por un momento pensó que Syrus no dejaría de derramarse dentro de él hasta que unos segundos después su esposo cayó sobre él jadeando por un poco de aire. Leónidas lo acurrucó contra su pecho mientras que su esposo se acomodaba sobre él sin dejar salir su ahora suave miembro de la caliente cavidad
La suave brisa que mecía las cortinas del balcón ahora adormecía a la pareja, secando sus cuerpos mientras Morfeo los mecía en sus brazos haciéndolos soñar con un verde campo de suaves pastos mecidos al viento y a lo lejos la suave risa de su hermoso bebe junto con los grititos de alegría de un pequeño niño.