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| Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N | |
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alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:18 pm | |
| EJERCICIOS
1-. En las siguientes palabras coloque la letra M o N para que la palabra resulte ortográficamente correcta.
Aco__pañar Alfo__bra I__visible Bo__ba Ca__biar Co__vertido E__furruñar Aco__pañante I__finito E__boscada Co__vertir A__nistía Co__nivencia Colu__pio Ni__bo E__bargo Ca__pesino Dese__bocar E__butido E__vasado Eje__plo Lo__briz Tra__vía I__validar Ga__ba E__vasador E__bajador E__furecer E__patar E__pezar I__pregnar I__cisivo Ala__bre A__parar A__fibio Colu__na Inde__ne E__negrecer Álbu___ I___noble So__nífero Hi__no
Respuesta
- Spoiler:
Acompañar Alfombra Invisible Bomba Cambiar Convertido Enfurruñar Acompañante Infinito Emboscada Convertir Amnistía Connivencia Columpio Nimbo Embargo Campesino Desembocar Embutido Envasado Ejemplo Lombriz Tranvía Invalidar Gamba Envasador Embajador Enfurecer Empatar Empezar Impregnar Incisivo Alambre Amparar Anfibio Columna Indemne Ennegrecer Álbum Innoble Somnífero Himno
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:23 pm | |
| 2-. Forme el opuesto de las siguientes palabras agregándole in o im según sea el casoCauto. Propio Estable Estimado Tolerante Procedente Maduro Moderado Condicional Perecedero Posible Salvable Noble Material Posible Parcial Prudente Humano ConstanteRespuesta- Spoiler:
Cauto……….. Incauto Propio……….. Impropio Estable………. Inestable Estimado…… Inestimado Tolerante……. Intolerante Procedente….. Improcedente Maduro……….. Inmaduro Moderado……. Inmoderado Condicional…. Incondicional Perecedero….. Imperecedero Posible………… Imposible Salvable……… Insalvable Noble………….. Innoble Material………. Inmaterial Posible………… Imposible Parcial…………. Imparcial Prudente……… Imprudente Humano………. Inhumano Constante…….. Inconstante
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:27 pm | |
| 3-. En las siguientes palabras coloque nn, nm o mn según corresponda para que la palabra sea ortográficamente correcta
Ejemplo: Co___utar = ConmutarI___egable I___aculado I___obiliaria Calu___ia I___ecesario I___erecido I___oble E___ohecer I___unizar I___ovar I___iscuir Co___iseración Ó___ibus Colu___a A___esia Inde___e I___igración Inso___io I___erecido A___istía I___ecesario Inde___ización Co___emorar Pere___e Co___otar Sole___e I___oderado I___isericorde I___ato I___olar I___iscuirse Co___utar E___egrecerRespuesta- Spoiler:
color=violet]Innegable Inmaculado Inmobiliaria Calumnia Innecesario Inmerecido Innoble Enmohecer Inmunizar Innovar Inmiscuir Conmiseración Ómnibus Columna Amnesia Indemne Inmigración Insomnio Inmerecido Amnistía Innecesario Indemnización Conmemorar Perenne Connotar Solemne Inmoderado Inmisericorde Innato Inmolar Inmiscuirse Conmutar Ennegrecer[/color]
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:28 pm | |
| 4-. En las siguientes oraciones, escriba M o N para que las palabras estén correctamente escritas1-. María e__volvió al niño con pañales 2-. Hemos co__pletado el álbu__. 3-. Mi co__pañero de mesa es Jesús. 4-. Ayer hizo un día i__vernal 5-. Esa acción es i__noble. 6-. El portero usa rodilleras en a__bas piernas. 7-. Vimos la película del hombre i__visible. 8-. El médico le administró un so__nífero. 9-. La amabilidad de Juan Pablo le e__noblece 10-. Para escuchar el hi__no se pusieron de pie. 11-. El co__vento está a las afueras de la ciudad. 12-. Presentó el currículu__ para solicitar el trabajo. 13-. Tocó un hilo y le dio un cala__bre. 14-. Los alu__nos participaron en el concurso. 15-. Sabe co__binar bien los colores. 16-. Pedían a__nistía para los presos. 17-. Parece i__negable su participación en los hechos. 18-. Eso que dicen es una calu__nia. 19-. Es estupenda la co__vivencia familiar. 20-. El i__migrante padecía de a__nesia. 21-. Mientras izaban la ba__dera tocaban el hi__no. 22-. La bo__ba estalló sin dejar co__secuencias. 23-. El gi__nasta no quiere asistir a la misa sole__ne. 24-. A__paro e__mudeció al oír la calu__nia. 25-. El álbu__ tenía fotos í__timas. 26-. Aquel elogio i__merecido co__movió al alu__no. 27-. Ca__tar lo llevó a la cu__bre de la fama. 28-. Era un i__dividuo i__noble y perverso. 29-. El hecho dejó una huella i__mensa e i__borrable en su espíritu. 30-. Un e__mascarado subió al ó__nibus con rapidez. 31-. Co__batió la e__fermedad, sin i__mutarse. 32-. Los da__nificados fueron socorridos de i__mediato. 33-. Se envió un referendu___ notificando el orige___de la medida. 34-. Es to__to tratar de co__quistar lo i__posible. 35-. El e__blema resultó demasiado co__plicado. 36-. Tuvo co__miseración de su i__feliz estado. 37-. La propaga__da se hará en la i__prenta cla__destina.
Respuesta
- Spoiler:
1-. María envolvió al niño con pañales 2-. Hemos completado el álbum. 3-. Mi compañero de mesa es Jesús. 4-. Ayer hizo un día invernal 5-. Esa acción es innoble. 6-. El portero usa rodilleras en ambas piernas. 7-. Vimos la película del hombre invisible. 8-. El médico le administró un somnífero. 9-. La amabilidad de Juan Pablo le ennoblece 10-. Para escuchar el himno se pusieron de pie. 11-. El convento está a las afueras de la ciudad. 12-. Presentó el currículum para solicitar el trabajo. 13-. Tocó un hilo y le dio un calambre. 14-. Los alumnos participaron en el concurso. 15-. Sabe combinar bien los colores. 16-. Pedían amnistía para los presos. 17-. Parece innegable su participación en los hechos. 18-. Eso que dicen es una calumnia. 19-. Es estupenda la convivencia familiar 20-. El inmigrante padecía de amnesia. 21-. Mientras izaban la bandera tocaban el himno. 22-. La bomba estalló sin dejar consecuencias. 23-. El gimnasta no quiere asistir a la misa solemne. 24-. Amparo enmudeció al oír la calumnia. 25-. El álbum tenía fotos íntimas. 26-. Aquel elogio inmerecido conmovió al alumno. 27-. Cantar lo llevó a la cumbre de la fama. 28-. Era un individuo innoble y perverso. 29-. El hecho dejó una huella inmensa e imborrable en su espíritu. 30-. Un enmascarado subió al ómnibus con rapidez. 31-. Combatió la enfermedad, sin inmutarse. 32-. Los damnificados fueron socorridos de inmediato. 33-. Se envió un referendum notificando el origen de la medida. 34-. Es tonto tratar de conquistar lo imposible. 35-. El emblema resultó demasiado complicado. 36-. Tuvo conmiseración de su infeliz estado. 37-. La propaganda se hará en la imprenta clandestina.
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:32 pm | |
| 5-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean M o NCon una i__decisión mo__entánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró Cautelosa__ente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley aso__ando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retu__bó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vi__atero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero le__tamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de co__ducir una diligencia de seis caballos por un buen tra__o de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fú__ebre y ponerla a lo ancho, con el bala__cín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había a__chura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penu__bra, un coche de po__pas fú__ebres. Media docena de lá__paras de gas del alu__brado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede i__aginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin i__portarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lu__bre en la parrilla de la chi__enea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costu__bre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un pala__ganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atra__có por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dor__ir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lu__bre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más re__edio que arrimarse a ella como si estuviera i__cubando, para sacar de aquel puñadito de co__bustible la mínima sensación de calor. La chi__enea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de i__ágenes para distraer sus pensamientos; sin e__bargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y e__pezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una ca__panilla, una ca__panilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, co__unicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la ca__panilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y ta__bién lo hicieron todas las demás ca__panillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las ca__panillas e__mudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas e__brujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le de__udó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las __ortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como sie__pre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de co__tabilidad, escrituras de co__praventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan tra__sparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecue__temente que Marlcy no tenía e__trañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante i__flujo de sus ojos, mortal__ente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le e__marcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, e__voltura que no había notado antes..., aún seguía i__crédulo y luchaba co__tra sus propios sentidos.
Respuesta
- Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.
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Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:34 pm | |
| 6-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean B o VCon una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de __er la coleta de Marley asomando por el lado del reci__idor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujeta__an el Alda__ón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retum__ó por toda la casa como un trueno. Todas las ha__itaciones de arriba y todos los __arriles de la __odega del __inatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atra__esó el reci__idor y comenzó a su__ir las escaleras, pero lentamente y despa__ilando la __ela. Se podría ha__lar por ha__lar so__re la manera de conducir una diligencia de seis ca__allos por un __uen tramo de __iejas escaleras o a tra__és de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de __eras que se podría su__ir por aquellas escaleras con una carroza fúne__re y ponerla a lo ancho, con el __alancín hacia la pared y la puerta hacia la __alaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Ha__ía anchura suficiente y aun so__raría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que __eía mo__erse delante de él, en la penum__ra, un coche de pompas fúne__res. Media docena de lámparas de gas del alud__rado público no hu__ieran sido excesi__as para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que ha__ía con la __ela de se__o de Scrooge.
Siguió su__iendo sin importarle un comino: la oscuridad es __arata y a Scrooge le gusta__a. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las ha__itaciones para __er si todo estaba en orden; desea__a hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como de__ía estar. Nadie __ajo la mesa, nadie __ajo el sofá; una pequeña lum__re en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie __ajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su __ata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costum__re; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
__astante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un do__le cierre, cosa que no solía hacer. Así, a sal__o de sorpresas, se quitó la cor__ata, se puso la __ata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lum__re muy dé__il para una noche tan cruda. No tu__o más remedio que arrimarse a ella como si estu__iera incu__ando, para sacar de aquel puñadito de com__ustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre un__es como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en __arcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin em__argo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, __enía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hu__iese estado en __lanco y Scrooge hu__iese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos ha__ría aparecido una copia de la cabeza del __iejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio __arias __ueltas y __olvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la __utaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colga__a en el cuarto y, con algún propósito ahora ol__idado, comunica__a con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la esta__a mirando __io que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se __alanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa de__ió durar medio minuto, tal __ez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que ha__ían sonado: a la __ez. Luego siguió un ruido estridente que __enía de muy abajo, como si una persona estu__iese arrastrando una pesada cadena so__re los __arriles de la __odega del __inatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas em__rujadas los fantasmas arrastra__an cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No o__stante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atra__esó la pesada puerta y se quedó en la ha__itación ante sus ojos. Cuando esta__a entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y __ol__ieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las __orlas de las __otas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los ca__allos. La cadena que arrastra__a la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enrosca__a como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, lla__es, candados, li__ros de conta__ilidad, escrituras de compra__enta y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al o__ser__arlo y mirar a tra__és de su chaleco, Scrooge podía __er los dos __otones de la espalda de la le__ita. Scrooge ha__ía oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo ha__ía creído hasta ahora.
No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque mira__a al fantasma de arriba a__ajo y la veía de pie ante él; aunque perci__ía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque o__ser__ó incluso la textura del paño doblado que le enmarca__a la cara, desde la __arbilla hasta la ca__eza, en__oltura que no ha__ía notado antes..., aún seguía incrédulo y lucha__a contra sus propios sentidos.Respuesta- Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.[/color]
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:35 pm | |
| 7-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean C, S o Z Con una inde__i__ión momentánea, antes de __errar la puerta hi__o una pau__a y miró Cautelo__amente ha__ia atrás, como si espera__e el su__to de ver la coleta de Marley a__omando por el lado del re__ibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuer__as que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la __erró de un porta__o. El ruido retumbó por toda la ca__a como un trueno. Todas las habita__iones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, pare__ían tener una e__cala propia y di__tinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se a__ustara con los ecos. A__eguró el __ierre de la puerta, atrave__ó el re__ibidor y comen__ó a subir las e__caleras, pero lentamente y de__pabilando la vela. Se podría hablar por hablar __obre la manera de condu__ir una diligencia de __eis caballos por un buen tramo de viejas e__caleras o a través de una mala y re__iente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría __ubir por aquellas e__caleras con una carro__a fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balan__ín ha__ia la pared y la puerta ha__ia la balau__trada; y se podría ha__er con fa__ilidad.
Había anchura sufi__iente y aun sobraría __itio; tal ve__ por esta ra__ón, Scrooge pen__ó que veía mover__e delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media do__ena de lámparas de ga__ del alumbrado público no hubieran sido ex__esivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la o_suridad que había con la vela de __ebo de Scrooge.
__iguió __ubiendo sin importarle un comino: la o__curidad es barata y a Scrooge le gu__taba. Pero antes de __errar su pe__ada puerta recorrió las habita__iones para ver si todo e__taba en orden; de__eaba ha__erlo porque __eguía re__ordando el rostro.
Cuarto de e__tar, dormitorio, tra__tero. Todo como debía e__tar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el __ofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y __obre la repi__a de la chimenea el ca__illo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en a__titud so__pecho__a. El tra__tero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, __apatos viejos, dos ce__tas de pe__ca, un palanganero de tres patas y un ati__ador.
Ba__tante sati__fecho, __erró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble __ierre, cosa que no __olía ha__er. Así, a __alvo de sorpre__as, se quitó la corbata, se puso la bata y las __apatillas, el gorro de dormir y se __entó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si e__tuviera incubando, para __acar de aquel puñadito de combustible la mínima sen__ación de calor. La chimenea era antigua, con__truida ha__ía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su __ontorno estaba alicatado con pintore__cos a__ulejos holandeses que ilu__traban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, men__ajeros angélicos de__cendiendo por el aire __obre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles __arpando en barcos de mantequilla, __ientos de imágenes para di__traer sus pen__amientos; sin embargo, aquel ro__tro de Marley, muerto __iete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos a__ulejos hubie__e estado en blanco y Scrooge hubie__e tenido la facultad de repre__entar en su __uperficie alguna figura extraída de los di__persos fragmentos de su pen__amiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y Emp.__ó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a __entarse. Al apoyar la cabeza en el re__paldo de la butaca, su mirada fue a po__arse sobre una campanilla, una campanilla fuera de u__o que colgaba en el cuarto y, con algún propó__ito ahora olvidado, comunicaba con un apo__ento situado en el piso más alto del edificio. Con gran __orpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comen__aba a oscilar. Al principio se balan__eaba tan poco que apenas ha__ía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hi__ieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal ve__ un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmude__ieron igual que habían __onado: a la ve__. Luego __iguió un ruido e__tridente que venía de muy abajo, como si una persona e__tuviese arra__trando una pe__ada cadena __obre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fanta__mas arra__traban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un e__truendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más __laridad en los pi__os de abajo; luego, __ubiendo por las e__caleras y, __eguidamente, aproximando__e dire__tamente ha__ia su puerta.
—¡Siguen __iendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No ob__tante, se le demudó el color cuando, sin pau__a, aquello atrave__ó la pe__ada puerta y se quedó en la habita__ión ante sus ojos. Cuando e__taba entrando, las morte__inas llamas __altaron como si exclama__en: «¡Le cono__emos! ¡Es el fanta__ma de Marley!», y volvieron a de__aer.
El mismo ro__tro, el mismísimo. Marley como __iempre, con su coleta, chaleco, cal__as y botas; las borlas de las botas tie__as y ere__tas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arra__traba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enro__caba como una cola; e__taba hecha (Scrooge la ob__ervó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, __andados, libros de contabilidad, e__crituras de compraventa y pe__adas talegas de acero. Su cuerpo era tan tran__parente que al ob__ervarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la e__palda de la levita. Scrooge había oído decir fre__uentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora.
No, ni __iquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fanta__ma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque per__ibía el e__calofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque ob__ervó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, de__de la barbilla ha__ta la cabe__a, envoltura que no había notado antes..., aún __eguía in__rédulo y luchaba contra sus propios __entidos.Respuesta- Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.[/color]
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Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:36 pm | |
| 8-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean G o J, y LL o YCon una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los torni__os y las tuercas que su__etaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era _hombre que se asustara con los ecos. Ase__uró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caba__los por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí di__o de veras que se podría subir por aque__as escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de __as del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede ima__inar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Si__uió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le __ustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque se__uía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parr__la de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el caci__o de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafue__os, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palan__anero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el __orro de dormir y se sentó __unto al fuego para tomarse las __achas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a e__a como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por al__ún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azule__os holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hi__as del Faraón, reinas de Saba, mensa__eros an__élicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequi__a, cientos de imá__enes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo ca__ado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azule__os hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna fi__ura extraída de los dispersos fra__mentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del vie__o Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apo__ar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campani__a, una campani__a fuera de uso que col__aba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con __ran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campani__a comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campani__as de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campani__as enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy aba__o, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embru__adas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bode__a se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge o__ó aquel ruido con más claridad en los pisos de aba__o; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aque__o atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus o__os. Cuando estaba entrando, las mortecinas __amas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caba__os. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arqui__as para dinero, __aves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas tale__as de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influ__o de sus o__os, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbi__a hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.Respuesta- Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.[/color]
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Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:49 pm | |
| 9-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, se han perdido algunas haches. ¿Podría decir cuáles?Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta izo una pausa y miró cautelosamente acia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no abía más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las abitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era ombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría ablar por ablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín acia la pared y la puerta acia la balaustrada; y se podría acer con facilidad.
abía anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no ubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que abía con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las abitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba acerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la cimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía acer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noce tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante olandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos olandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. abía Caínes y Abeles, ijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos ubiese estado en blanco y Scrooge ubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos abría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la abitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito aora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas acía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo icieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una ora. Las campanillas enmudecieron igual que abían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la abitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba echa (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo abía creído asta aora. No, ni siquiera aora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y lucaba contra sus propios sentidos.Respuesta - Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora.
No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 7. Práctica. Uso correcto de la M y la N Jue Abr 23, 2009 9:52 pm | |
| 10-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean R o RRCon una indecisión momentánea, antes de ce__ar la puerta hizo una pausa y mi__ó cautelosamente hacia at__ás, como si ESPE__ase el susto de ve__ la coleta de Marley asomando por el lado del __ecibidor. Pero en el otro lado de la pue__ta no había más que los to__nillos y las tue__cas que sujetaban el aldabón, de mane__a que dijo: «¡Bah, bah!», y la ce__ó de un po__tazo. El __uido __etumbó por toda la casa como un t__ueno. Todas las habitaciones de a__iba y todos los ba__iles de la bodega del vinate__o, abajo, pa__ecían tener una escala p__opia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asusta__a con los ecos. Asegu__ó el cie__e de la pue__ta, at__avesó el recibido__ y comenzó a subi__ las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se pod__ía hablar por hablar sobre la manera de conduci__ una diligencia de seis caballos por un buen t__amo de viejas escaleras o a t__avés de una mala y __eciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se pod__ía subir por aquellas escale__as con una ca__oza fúneb__e y pone__la a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se pod__ía hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sob__aría sitio; tal vez por esta __azón, Scrooge pensó que veía move__se delante de él, en la penumb__a, un coche de pompas fúneb__es. Media docena de lámparas de gas del alumb__ado público no hubie__an sido excesivas para iluminar la ent__ada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin impo__tarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de ce__ar su pesada pue__ta reco__ió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hace__lo porque seguía reco__dando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, t__stero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumb__e en la pa__illa de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la __episa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dent__del armario; nadie metido en su bata, que colgaba cont__la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo gua__fuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palangana__de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, ce__su puerta y se at__có por dent__echando un doble cie__ cosa que no solía hacer. Así, a salvo de so__esas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el go__de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas.
E__una lumb__e muy débil para una noche tan c__uda. No tuvo más __emedio que a__imarse a ella como si estuvie__a incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, const__uida hacía mucho tiempo por algún come__ciante holandés, y todo su conto__no estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilust__aban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, __einas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el ai__e sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en ba__cos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin emba__go, aquel __ostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de __epresentar en su supe__ficie alguna figura extraída de los dispe__sos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio va—ias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el __espaldo de la butaca, su mi__ada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún p__opósito aho__a olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al p__incipio se balanceaba tan poco que apenas hacía __uido, pero p__onto repicó fue__te, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió du__ar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un __uido est__idente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese a__astrando una pesada cadena sobre los ba__iles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge __ecordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas a__astraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de __epente con un est__uendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más cla__idad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello at__avesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo __ostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las bo__las de las botas tiesas y e__ectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que a__astraba la ceñía por medio cuerpo; era la__ga y se le en__oscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, esc__ituras de compraventa y pesadas talegas de ace__o. Su cuerpo era tan t__ansparente que al observa__lo y mirar a t__avés de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía ent__añas, pero nunca se lo había c__eído hasta ahora. No, ni siquie__a ahora se lo creía. Aunque mi__aba al fantasma de a__iba abajo y la veía de pie ante él; aunque pe__cibía el escalof__iante influjo de sus ojos, mo__talmente fríos; aunque obse__vó incluso la textura del paño doblado que le enma__caba la cara, desde la ba__billa hasta la cabeza, envoltu__a que no había notado antes..., aún seguía inc__édulo y luchaba cont__a sus p_opios sentidos.
Respuesta
- Spoiler:
Con una indecisión momentánea, antes de cerrar la puerta hizo una pausa y miró cautelosamente hacia atrás, como si esperase el susto de ver la coleta de Marley asomando por el lado del recibidor. Pero en el otro lado de la puerta no había más que los tornillos y las tuercas que sujetaban el aldabón, de manera que dijo: «¡Bah, bah!», y la cerró de un portazo. El ruido retumbó por toda la casa como un trueno. Todas las habitaciones de arriba y todos los barriles de la bodega del vinatero, abajo, parecían tener una escala propia y distinta de ecos.
Scrooge no era hombre que se asustara con los ecos. Aseguró el cierre de la puerta, atravesó el recibidor y comenzó a subir las escaleras, pero lentamente y despabilando la vela. Se podría hablar por hablar sobre la manera de conducir una diligencia de seis caballos por un buen tramo de viejas escaleras o a través de una mala y reciente Ley del Parlamento, pero sí digo de veras que se podría subir por aquellas escaleras con una carroza fúnebre y ponerla a lo ancho, con el balancín hacia la pared y la puerta hacia la balaustrada; y se podría hacer con facilidad.
Había anchura suficiente y aun sobraría sitio; tal vez por esta razón, Scrooge pensó que veía moverse delante de él, en la penumbra, un coche de pompas fúnebres. Media docena de lámparas de gas del alumbrado público no hubieran sido excesivas para iluminar la entrada de la casa, de manera que se puede imaginar la oscuridad que había con la vela de sebo de Scrooge.
Siguió subiendo sin importarle un comino: la oscuridad es barata y a Scrooge le gustaba. Pero antes de cerrar su pesada puerta recorrió las habitaciones para ver si todo estaba en orden; deseaba hacerlo porque seguía recordando el rostro.
Cuarto de estar, dormitorio, trastero. Todo como debía estar. Nadie bajo la mesa, nadie bajo el sofá; una pequeña lumbre en la parrilla de la chimenea; cuchara y bol preparados; y sobre la repisa de la chimenea el cacillo de las gachas (Scrooge estaba resfriado). Nadie bajo la cama; nadie dentro del armario; nadie metido en su bata, que colgaba contra la pared en actitud sospechosa. El trastero, como de costumbre; el viejo guardafuegos, zapatos viejos, dos cestas de pesca, un palanganero de tres patas y un atizador.
Bastante satisfecho, cerró su puerta y se atrancó por dentro echando un doble cierre, cosa que no solía hacer. Así, a salvo de sorpresas, se quitó la corbata, se puso la bata y las zapatillas, el gorro de dormir y se sentó junto al fuego para tomarse las gachas. Era una lumbre muy débil para una noche tan cruda. No tuvo más remedio que arrimarse a ella como si estuviera incubando, para sacar de aquel puñadito de combustible la mínima sensación de calor. La chimenea era antigua, construida hacía mucho tiempo por algún comerciante holandés, y todo su contorno estaba alicatado con pintorescos azulejos holandeses que ilustraban las Sagradas Escrituras. Había Caínes y Abeles, hijas del Faraón, reinas de Saba, mensajeros angélicos descendiendo por el aire sobre nubes como colchones de plumas, Abrahanes, Baltasares, Apóstoles zarpando en barcos de mantequilla, cientos de imágenes para distraer sus pensamientos; sin embargo, aquel rostro de Marley, muerto siete años antes, venía como el antiguo callado del Profeta y se lo tragaba todo. Si cada uno de los lisos azulejos hubiese estado en blanco y Scrooge hubiese tenido la facultad de representar en su superficie alguna figura extraída de los dispersos fragmentos de su pensamiento, en cada uno de ellos habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley.
—¡Tonterías!— dijo Scrooge, y empezó a caminar por la habitación.
Dio varias vueltas y volvió a sentarse. Al apoyar la cabeza en el respaldo de la butaca, su mirada fue a posarse sobre una campanilla, una campanilla fuera de uso que colgaba en el cuarto y, con algún propósito ahora olvidado, comunicaba con un aposento situado en el piso más alto del edificio. Con gran sorpresa y con un miedo extraño, inexplicable, cuando la estaba mirando vio que la campanilla comenzaba a oscilar. Al principio se balanceaba tan poco que apenas hacía ruido, pero pronto repicó fuerte, y también lo hicieron todas las demás campanillas de la casa.
La cosa debió durar medio minuto, tal vez un minuto, pero pareció una hora. Las campanillas enmudecieron igual que habían sonado: a la vez. Luego siguió un ruido estridente que venía de muy abajo, como si una persona estuviese arrastrando una pesada cadena sobre los barriles de la bodega del vinatero. Entonces Scrooge recordó hacer oído que en las casas embrujadas los fantasmas arrastraban cadenas.
La puerta de la bodega se abrió de repente con un estruendo, y Scrooge oyó aquel ruido con más claridad en los pisos de abajo; luego, subiendo por las escaleras y, seguidamente, aproximándose directamente hacia su puerta.
—¡Siguen siendo tonterías!—dijo Scrooge—. ¡No me lo puedo creer!
No obstante, se le demudó el color cuando, sin pausa, aquello atravesó la pesada puerta y se quedó en la habitación ante sus ojos. Cuando estaba entrando, las mortecinas llamas saltaron como si exclamasen: «¡Le conocemos! ¡Es el fantasma de Marley!», y volvieron a decaer.
El mismo rostro, el mismísimo. Marley como siempre, con su coleta, chaleco, calzas y botas; las borlas de las botas tiesas y erectas, al igual que la coleta, los faldones de la levita y los caballos. La cadena que arrastraba la ceñía por medio cuerpo; era larga y se le enroscaba como una cola; estaba hecha (Scrooge la observó atentamente) con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventa y pesadas talegas de acero. Su cuerpo era tan transparente que al observarlo y mirar a través de su chaleco, Scrooge podía ver los dos botones de la espalda de la levita. Scrooge había oído decir frecuentemente que Marlcy no tenía entrañas, pero nunca se lo había creído hasta ahora. No, ni siquiera ahora se lo creía. Aunque miraba al fantasma de arriba abajo y la veía de pie ante él; aunque percibía el escalofriante influjo de sus ojos, mortalmente fríos; aunque observó incluso la textura del paño doblado que le enmarcaba la cara, desde la barbilla hasta la cabeza, envoltura que no había notado antes..., aún seguía incrédulo y luchaba contra sus propios sentidos.
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