alisevv
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| Tema: Y algún día, la felicidad. Capítulo 11. Y vivieron felices comiendo perdices Vie Abr 01, 2016 7:24 pm | |
| —¡Papá Harry! ¡Papá Severus!— gritó James en cuanto los hombres entraron en la salita de profesores de Hogwarts; corrió hacia sus padres y se abrazó a sus piernas sollozando—. ¿Dónde estaban? Pasó demasiado tiempo, estaba asustado.
—Perdónanos, mi niño— musitó Harry, agachándose y alzándolo en brazos, mientras secaba sus lágrimas y besaba su carita triste.
—¿Y qué haces todavía despierto?— preguntó Severus, acariciando su alborotado cabello y besándolo también.
—Se negó a irse a dormir hasta que ustedes llegaran— explicó Remus quien, junto con Draco, estaba al lado del trío observándolos atentamente—. Y ya saben lo difícil que resulta convencer a un Snape de que haga una cosa que no está predispuesto a hacer.
—¿Ya todo terminó?— preguntó Draco, todos sabían claramente a qué se refería.
—Sí— contestó Severus frunciendo el ceño, mientras tomaba a un medio dormido James de brazos de Harry y se encaminaban hacia el fuego, donde Albus, Ron y Hermione les esperaban con semblante preocupado. Se sentó en un cómodo diván con James acurrucado en su regazo y Harry cayó a su lado con un suspiro.
—Remus y Draco nos contaron lo que pasó y por qué se quedaron— comentó Albus, con un brillo aprobador en su mirada azul—, y tomamos unas cuantas decisiones.
—¿Qué clase de decisiones?— preguntó Severus, intrigado.
—A primera hora voy a presentarme ante la Dirección de Aurores— explicó Ron, interviniendo en la conversación—, y les voy a relatar lo que pasó, con unos ligeros cambios.
—¿Unos ligeros cambios? ¿Cuáles y por qué?— indagó Harry.
—Recuerda que no informamos al Ministerio de nada de lo que pasó— le explicó Albus con acento pausado—. Tú ya no trabajas para ellos, por lo que ninguno de los que fueron al rescate tenían… digamos que derecho legal para hacerlo; recuerden que la Orden nunca fue reconocida por el Ministerio a pesar de nuestra participación en la batalla final, por lo que ustedes cuatro son simplemente profesores de Hogwarts.
El anciano desestimó el gruñido general de protesta y continuó:
>>Si contamos como fueron las cosas en realidad, van a empezar a hacer averiguaciones molestas, especialmente porque Lucius murió en el proceso— miró a Draco con ojos bondadosos—. Todavía quedan ex partidarios de Voldemort agazapados en puestos importantes dentro del Ministerio, sin contar con El Profeta. La prensa convertiría todo esto en un verdadero circo, ya bastante van a especular con lo sucedido en Hogsmeade.
—Por eso— Ron tomó la palabra—, pensamos que lo mejor es relatar todo lo que pasó, pero en lugar de Remus y Draco, vamos a decir que yo les acompañé. Como auror autorizado por el Ministerio, tengo derecho a ejercer cualquier nivel de fuerza que considere necesario a la hora de hacer un arresto, yo asumiré la muerte de Malfoy.
Draco iba a protestar pero Harry se le adelantó.
—Pero eso te va a acarrear una reprimenda. Van a decir que debiste haberles avisado y bla, bla, bla, ya los conoces.
—Lo sé— convino Ron con una sonrisa—. Aduciré que era caso de vida o muerte, la vida de James corría peligro, así que clamaré por mi derecho a tomar decisiones drásticas en caso de inocentes en peligro. Mi expediente lo soportará.
—No puedo permitir que asumas mis culpas— sentenció Draco con voz severa. Ron le miró fijamente y sonrió.
—Cuando Remus y tú insistieron en ir yo acepté, reconociendo el derecho que les asistía como padrinos de James. Pero él es también algo mío, es mi sobrino de corazón— miró con ternura el niño ya dormido en brazos de Severus y luego de nuevo a Draco y Remus—. Lo siento, pero esta vez no pienso transigir.
—Ron tiene razón— intervino Hermione—. Su posición en el Ministerio es demasiado sólida como para que esto le afecte y de esta forma nos vamos a ahorrar un montón de problemas.
—Además, yo también pienso ir a explicar los hechos— agregó Dumbledore—. Estoy seguro que ni siquiera va a aparecer en el expediente de Ron.
—Y si me botan— dijo el pelirrojo con intención de distender la atmósfera—, nos deshacemos del profesor de Vuelo y me quedo a trabajar en Hogwarts, sería divertido, ¿no creen?
Consiguió el efecto deseado, todos sonrieron y Severus asintió en silencio.
—¿Y qué va a pasar con Filch?— preguntó después de un momento.
—Ahora está encerrado en una mazmorra— explicó Dumbledore—. Cuando abra el Ministerio lo llevaremos con nosotros, no creo que vuelva a ver la luz del sol.
—Y va a ir con suerte— comentó Severus con el ceño fruncido y acurrucando a su hijo dormido más cerca de su pecho—. Si de mi dependiera, le darían el beso del Dementor.
—En cuanto a Gustav Masden— Dumbledore miró fijamente a Harry y Severus, que se tensaron de inmediato—, no creo que sea necesario mencionar su presencia en esa casa. A fin de cuentas, hace años que el Ministerio le tiene como desaparecido.
—Gracias— musitó Harry.
—De todas formas, yo debo hablar con su hermano y contarle todo.
—Severus, no…— pidió Harry.
—No te preocupes— Severus alzó la mano y acarició suavemente su mejilla—. Conozco a Vasile, él entenderá. Y ahora, si nos perdonan, creo que es mejor que vayamos a acostar a James y a dormir un poco— paseó su mirada agradecida por todos los presentes—. Gracias por todo.
Sin otra palabra, se levantó con James en brazos y él y Harry abandonaron la habitación.
—Tuve tanto miedo— musitó Harry, acurrucándose en el pecho sólido de Severus. Estaban de pie en la habitación de James, al lado de su camita, observando embelesados el rostro relajado de su hijo dormido.
—Yo también— musitó Severus, mientras abrazaba con más fuerza a su pareja y depositaba un beso en su sien.
—¿Crees que ya todo acabó en verdad? ¿Qué ahora sí podremos vivir tranquilos con James?
Severus tomó el rostro de Harry entre sus manos y se inclinó.
—Sí, amor— musitó casi sobre sus labios, mientras su mano bajaba por su cuello y se deslizaba suavemente por la espalda del joven moreno para acercarlo hasta que ambos cuerpos quedaron totalmente pegados uno al otro, trasmitiendo toda la calidez y el amor que les unía—. Te prometo que a partir de ahora podremos vivir en paz y felicidad. Te lo juro.
Y sin más, hundió sus labios en la boca que se abría ansiosa para recibirle, y todo lo demás quedó olvidado, lo único importante eran ellos dos y el amado pequeño que dormía tranquilo en un mundo plagado de sueños de felicidad.
El andén 9 y ¾ era un bullicio de niños y padres como todos los primeros de septiembre de cada año. Niños que jalaban sus baúles por el andén mientras sus padres les daban las últimas recomendaciones, jóvenes brujas que enjugaban una lágrima furtiva viendo a sus hijos que se alejaban de ellas por primera vez, profesores que instaban a los jóvenes a subir al tren que ya estaba próximo a partir, todo amenizado por el ruido de la máquina de la locomotora y el agudo silbido que resonaba en el aire y atraía a los chicos como el canto de las sirenas a los marineros.
Entre los muchos niños que aún quedaban en el andén, tres pequeños de once años, dos pelirrojos y un moreno, jalaban con dificultad sus pesados baúles hacia una de las entradas del rojo tren, mientras sus padres conversaban un poco alejados.
—Son imposibles, mira que insistir en traer sus baúles cuando podían haber permitido que los elfos mudaran su ropa en el castillo— se rió Ron, viendo los esfuerzos que hacían los pequeños.
—Quieren hacer todo como los demás niños, con incomodidades y todo— contestó Harry, quien los miraba con ternura—. Y tienen razón, el viaje en el tren y sus peripecias es algo digno de ser vivido, sin contar que en él a veces se consiguen los mejores amigos del mundo— miró a Ron con afecto.
—Definitivamente— contestó Ron con una sonrisa—. Aunque dudo mucho que esos tres dejen entrar a nadie más en su grupo, son demasiado unidos.
—Yo quiero ir con ellos— lloriqueó una pequeña pelirroja de unos ocho años, que aferraba la mano de Hermione.
—Pero si vas a estar con ellos, cariño— trató de tranquilizarla su madre—. Todos vivimos en el castillo.
—Pero no es lo mismo— la pequeña siguió gimoteando—. Ahora van a estar en las habitaciones de su Casa y se van a olvidar de mí.
—Grace, ven aquí, cariño— la llamo Harry, agachándose para ponerse a su altura y secarle las lágrimas, mientras la niña se abrazaba a él—. Ya verás que estos años van a pasar rápido y pronto vas a estar como alumna de Hogwarts y viviendo en un dormitorio común. Pero piensa que tenerte un poquito más de tiempo con nosotros nos hace muy felices— le dio un beso en la atribulada carita—. Además, está Celsy, ¿si tú te vas quién la va a cuidar? Se quedaría muy solita, ¿no crees?
La pequeña levantó la carita y puso expresión resuelta.
—¿Crees que los tíos me dejen cuidar a Celsy?
—Estoy seguro— afirmó Harry, mientras la pequeña, ahora sonriente, le volvía a abrazar.
El Gran Comedor de Hogwarts estaba profusamente iluminado, mientras un grupo de temerosos estudiantes de primer año entraban guiados por el Subdirector, el profesor Severus Snape.
—Por favor, Dios, que vaya a Gryffindor, que vaya a Gryffindor— musitaba Harry, sentado al lado de Draco.
—¿Qué demonios apostaste con Severus que estás tan asustado?— se rió el rubio.
—Bueno, perder la apuesta no sería tan malo— replicó Harry con mirada soñadora—. Pero si queda en Slytherin voy a tener que soportar la burla de Sev hasta el día que se gradúe.
—Yo espero que quede en Gryffindor, no me gustaría que los chicos quedaran en Casas diferentes— comentó Ron en voz baja, sentado unos puestos más allá, mientras los niños empezaban a pasar por el sombrero seleccionador.
—Pues si James queda en Slytherin, cuenta con que Rick y Sem también, los mellizos lo seguirán a donde vaya— razonó Remus.
—Dos Weasley Granger en Slytherin— se horrorizo Ron—. Eso no lo verán jamás.
En ese momento se escuchaba lo voz clara y orgullosa de Severus llamando a su hijo.
—James Severus Snape Potter.
—No lo puedo creer— se quejaba lastimeramente Harry, apoyado en el regazo de su esposo. Estaban sentados en su diván favorito, en la salita de estar de sus aposentos.
—Te lo advertí— se rió Severus en su oído—. Te dije que no apostaras o ibas a perder.
—¿Y tú te quejas?— esta vez el que se lamentaba era Ron—. James no sólo tiene los genes de Severus, es su mini clon en carácter. ¿Pero los gemelos? ¡Merlín, es la primera vez que un Weasley no queda en Gryffindor en toda la historia de Hogwarts!
—Dos Weasley— rectificó Draco, riendo—. Como dijo Rem, los gemelos seguirían a James hasta el mismísimo infierno.
—Déjense de boberías ustedes dos— los regañó Hermione—. Los chicos van a estar muy bien, y además hoy día la rivalidad entre las Casas no es como en nuestra época.
—Sí, pero a partir del año que viene los pobres Gryffindor no van a ver luz en Quidditch— Harry hizo un mohín de decepción.
—Lo cual es punto menos que justo, en compensación por todos los años que tú no nos dejaste ganar ni una— sentenció Severus.
—Bueno, menos mal que me queda Grace, en tres años mi niña va a ser toda una Gryffindor— comentó Ron con esperanza.
—Yo quiero ir a dónde están James y los gemelos— contradijo la pequeña, que estaba dibujando en una mesita cercana.
—¡Merlín nos ayude!— exclamó el pelirrojo, con una cara tan cómica que los demás no pudieron hacer otra cosa que reír.
Era una hermosa tarde de otoño. Los rayos del sol que empezaba a caer aún caldeaban el ambiente y soplaba una brisa suave. Dos hombres caminaban tomados de la mano por el sinuoso camino empedrado mientras, un par de metros adelante, una pequeña rubia de unos dos años pisaba el césped cubierto de hojas secas.
—Celsy, no corras así que te puedes caer— advirtió Remus, mientras la niña corría y daba vueltas en redondo, sonriendo feliz.
El hombre rubio a su lado se aferró a su cintura y lo besó en la mejilla.
—No puedes evitar sobreproteger a tu cachorra— no era una pregunta sino una afirmación.
—Nos costó tanto tenerla— musitó Remus, recordando primero cuanto tuvieron que insistir para que Draco quedara embarazado y luego los largos meses de reposo que su pareja debió sufrir para llevar su embarazo a buen término.
—Y no sólo a nosotros sino a mis alumnos— se rió Draco—. Recuerdas las caras de terror que pusieron cuando se enteraron que Severus me iba a sustituir por lo que quedaba de año.
—Supongo que sus padres les habían hablado del temible Severus Snape— ambos hombres rieron divertidos—. Celsy, cuidado con las flores— advirtió Remus, mientras guiaba a Draco a través del césped, rumbo a una tumba cercana, al lado de cuya lápida ya se encontraba sentada la niña.
—¿Yo le puedo poner las flores al abuelito?
—Claro que sí, mi amor— musitó Draco, mientras Remus sacaba su varita y cambiaba el agua del cuenco por agua fresca. Luego, la pequeña, ayudada por Draco, se inclinó y puso el ramillete en el jarrón, antes de pararse y empezar a perseguir una mariposa que revoloteaba muy cerca.
—Dicen que las mariposas son las almas de los seres queridos que nos extrañan y vienen a visitarnos— musitó Draco, mientras limpiaba la lápida donde en letras plateadas se leía ‘Lucius Malfoy’—. Quisiera pensar que es así y que el alma de mi padre aprendió algo de todo esto— levantó la vista y clavó sus grises ojos en los de su pareja—. Gracias.
—¿Por qué?— preguntó Remus, acariciando su mejilla.
—Por esto— el joven rubio hizo un ademán señalando alrededor—. Por acompañarnos hasta aquí. Por permitir que nuestra niña guarde un recuerdo hermoso de su abuelo.
—Era tu padre y el abuelo de Celsy, para mí eso es lo único que importa— Remus le sonrió y lo atrajo hacia sus brazos, acurrucándolo en su pecho—. La vida me dio dos hermosos regalos, tú y una hija que nunca soñé llegar a tener, ¿cómo voy a retribuir tanta bondad albergando odio en mi corazón?
—Ojala el alma de mi padre haya podido encontrar la paz.
—Papi Draco, papi Remus, miden que madipoza tan inda— la chiquilla rubia, hablando en su media lengua de dos años, llegaba en ese momento; sobre la palma de su mano, una hermosa mariposa de alas amarillas con un borde gris plata, estaba posada con las alas abiertas, como si no tuviera otro sitio mejor donde estar
—Sí, Draco. Estoy seguro que el alma de Lucius por fin encontró la paz.
Harry salió del baño con un frasco lleno de un líquido azul en la mano y una sonrisa de pura felicidad en el rostro. Fijó la vista con amor en la amplia cama, donde Severus se había quedado plácidamente dormido, con el libro que estaba leyendo apoyado en su pecho. Se acercó silenciosamente e, inclinándose, depositó un pequeño beso en los suaves labios
—¿Amor?— musitó en su oído, antes de frotar la nariz contra su cuello. Severus se encogió y sonrió, pero no despertó—. Severus, amor, despierta. Tengo algo que decirte— esta vez las palabras fueron dichas en la comisura de los labios del mago dormido.
Los párpados de Severus se movieron y el hombre dio muestras de empezar a despertar. Al fin, abrió los ojos, todavía algo confundido, y se encontró con el sonriente rostro de su pareja.
—Me quedé dormido esperándote— murmuró, enderezándose y moviendo el cuello para distenderlo. Puso el libro sobre la mesilla de noche y se giró hacia el hombre inclinado a su lado—. Te tardaste mucho.
—Lo sé— Harry continuaba radiante—. Es que estaba haciendo una comprobación.
—¿Comprobación?— Severus frunció el ceño—. ¿Qué clase de comprobación podrías estar haciendo a esta hora de la noche?
—Estaba verificando que ya eres un mago completo de nuevo.
—¿De qué hablas?— el mago lo miró, confundido—. Sabes que recuperé el noventa y cinco por ciento de mi magia, Alan dijo que era el máximo posible, pero para mí está perfecto. Pero eso pasó hace más de cuatro años, ¿a qué viene tu comentario ahora?
—A que creo que Alan se equivocó y recuperaste toda tu magia, completa.
—¿Y cómo llegó a esa conclusión, señor Snape Potter?
—¿Recuerdas que cuando hablamos del embarazo de James comentamos que sólo dos magos muy poderosos podían ser capaces de concebir un niño?
—Sí, claro, incluso Albus…— Severus se detuvo de repente y se quedó mirando a su pareja con los ojos abiertos como platos—… ¿Quieres decir que tú…? ¿Qué yo…?— se quedó mirándolo sin poder concretar su pregunta, la ansiedad y la esperanza brillando en el fondo de sus negras pupilas.
—Exacto, profesor Snape— la sonrisa de Harry se amplió más si cabe—. Felicidades, querido. Vas a ser papá.
—¿Es increíble que hayan podido concebir de nuevo?— decía Remus, mirando con asombro a Harry y a Severus. Era sábado por la tarde y todos se hallaban reunidos en la sala de profesores de Hogwarts.
—Parece que se repitió el milagro— comentó Albus Dumbledore, mirándolos con una bondadosa sonrisa.
—Pero tomarías alguna poción fuerte para embarazo o algo así, ¿verdad?— preguntó Draco.
—No, fue igual que la primera vez— denegó Harry.
—Es increíble.
—¿Y ya le dijeron a James?— preguntó Remus, mientras estiraba la mano y cerraba la boca, todavía abierta, de su esposo.
—Sí— contestó Harry—. Primero levantó la ceja con su típico gesto Snape y preguntó: ¿Y no creen que se tardaron como mucho?’ Pero luego se echó a reír feliz, diciendo que él quería una hermanita, así que viéramos cómo hacíamos para que fuera hembra.
—Lo que pasa es que siempre quiso una hermana— intervino Hermione—, los gemelos me decían que James quería alguien como Grace, y cuando le decían que se la regalaban, el aducía que quería una propia.
—Bueno, a estas alturas y con catorce años no creo que le haga mucho caso a la idea de tener una hermana. En estos días está imposible— se quejó Severus.
—Y los gemelos también— agregó Ron.
—Son adolescentes, ¿qué esperaban?— se burló Remus.
—Ríete, que ya te tocará a ti— comentó Severus con igual tono de burla.
—Tal vez, pero al menos yo ya pasé la época de los pañales y biberones.
—Bueno— dijo Dumbledore, cuando los demás dejaron de reír ante el intercambio de palabras de Remus y Severus—, yo también tengo una noticia que dar— todos lo miraron expectantes—. Alan y yo vamos a ahondar sus investigaciones así que necesitaré dedicarme a eso a tiempo completo. Voy a renunciar a la Dirección de Hogwarts.
—¿Cómo?
—¿Qué dices?
—Albus, no puedes hacer eso— se quejó Severus—. Quien sabe a qué loco nos manden del Ministerio.
—Por ejemplo, a alguien como Dolores Umbridge— dijo Harry, quien a pesar de los años era incapaz de olvidar a la desgraciada mujer.
—No creo que deban preocuparse por eso— desestimó el anciano con un gesto de la mano—. Propuse mi candidato ante el Ministerio y el Consejo Escolar y fue aprobado— ante la intrigada mirada de los que le rodeaban, se giró hacia Severus—. A partir de la próxima semana empiezan tus nuevas funciones en Hogwarts, Severus.
—Ey, eso es fantástico— exclamó Harry, abrazando a su aturdida pareja, que miraba a Albus con cara de incredulidad.
—Albus, yo no sé si…
—No sigas por ahí— le interrumpió el anciano—. Estás perfectamente preparado para el cargo y tienes un personal excelente a tu servicio— sonrió, mirando a los presentes, antes de detener su vista en Remus—. Por cierto, creo que a ti te toca el puesto de Subdirector. ¿Les apetece un caramelo de limón?
—Rebeca Snape Potter— llamó Remus, y una sonriente y hermosa niña de cabello negro y ojos verdes, caminó orgullosa hacia el pequeño estrado y se sentó en el taburete, a la espera de que le colocaran el sombrero.
—Que vaya a Gryffindor, que vaya a Gryffindor— recitaba Harry como un karma desde la mesa de los profesores, mientras a su lado, Severus hacia inauditos esfuerzos por contener la carcajada.
—¡¡¡SLYTHERIN!!!!
—No otra vez— Harry lanzó un quejido agónico, y esta vez ninguno de los presentes fue capaz de contener la risa.
Otro año escolar empezaba. En el andén 9 y ¾ , entre el habitual ajetreo de idas y venidas, dos magos y una bruja adultos, y una brujita de unos cinco años, todos sonrientes, despedían con la mano al pequeño niño de cabello rojo y ojos negros que se asomaba por una de las ventanillas.
—Que pases un hermoso año, hijo mío— musitó el mago más joven, con los ojos llenos de ternura.
—Le va a ir bien, amor— musitó la hermosa joven pelirroja abrazada a él.
—Además, Severus y yo le vamos a cuidar bien, y sabes que Grace y tú siempre son bienvenidos en Hogwarts, esa siempre será su casa.
—Lo sé, papá— contestó James, dando un pequeño abrazo al hombre maduro—. Pero le voy a extrañar un montón.
—Y yo le voy a disfrutar un poquito más— declaró Harry con una sonrisa—. Y así irán a visitarme más seguido y podré ver a esta princesita— se inclinó y puso un beso en la cabecita de su nieta. Se quedó un momento pensativo, antes de agregar—. Sólo espero que Joss sí entre en Gryffindor.
Ante el habitual tono de frustración de Harry cuando se trataba del tema, James y Grace se echaron a reír y Ailynn musitó con convicción:
—No te preocupes, abuelito. Te prometo que yo sí voy a Gryffindor
—Joss Snape Weasley— llamó Remus y el pequeño caminó decidido por el pasillo.
—Que vaya a Gryffindor, que vaya a Gryffindor— pidió Harry una vez más, y Severus aferró suavemente su mano por debajo de la mesa y rió enternecido, deseando por primera vez, que su nieto mayor realmente fuera a Gryffindor, sólo por ver la sonrisa de felicidad en la cara de su esposo.
Todos miraban expectantes al pequeño niño mientras el sombrero se movía en su cabeza, al parecer indeciso.
—Es muy complicado decidir, hay dos Casas en las que encajarías perfectamente— el sombrero habló en voz alta, cosa poco habitual en él, mientras en el Gran Comedor se hacía un silencio absoluto.
—Que vaya a Gryffindor, que vaya a Gryffindor.
—Pero ya me decidí, te voy a mandar a…
—NOOOOOOO | |
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