alisevv
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| Tema: Y algún día, la felicidad. Capítulo 7. Empiezan los preparativos Miér Mar 23, 2016 8:32 pm | |
| —¿Así que se van a casar? Vaya, me voy un día y el mundo da la vuelta— comentó satisfecho Albus Dumbledore, quien acababa de llegar de una reunión en Londres —. No saben que alegría me dan, pensé que no viviría para verlo— concluyó, con una sonrisa sincera.
—Y no sólo para verlo, Albus— declaró Harry. Él y Severus estaban sentados frente al anciano, las manos entrelazadas y los rostros sonrientes—. Queríamos pedirte que oficiaras la ceremonia. ¿Podrías?
—¿Qué si podría?— su sonrisa se amplió mientras sus ojos refulgían intensamente—. Será un verdadero honor, y no se preocupen que yo me ocuparé de todo el papeleo, tengo unos cuantos contactos en el Ministerio. ¿Ya fijaron fecha?
—Lo antes posible— informó Severus, riendo entre dientes. Definitivamente, Albus Dumbledore jamás dejaría de ser un anciano entrometido. Era parte de su encanto.
—Es que tiene miedo que el novio se arrepienta— bromeó Draco, ganándose una mirada de furia de los futuros esposos y una carcajada de los demás.
—Dudo que luego de tanto esperar Harry se arrepienta— intervino Minerva McGonagall con una sonrisa, desde una silla cercana.
La profesora de Transformaciones seguía siendo tan seria y estirada como años atrás, pero una luz de ternura dulcificaba su mirada cuando se posaba en Harry y Severus. Sabía cuánto habían sufrido para poder estar juntos de nuevo y rogaba al cielo porque les concediera la paz y felicidad que tanto se merecían.
—En eso tienes toda la razón, Minerva— dijo Harry, aferrando con más fuerza la mano de su pareja, mientras se inclinaba discretamente y le daba un pequeño beso en la mejilla.
—¿Y ya eligieron los padrinos?— preguntó Albus.
—Sí— confirmó Harry mientras dirigía su mirada a Remus y Draco—. Draco va a ser el padrino de Severus y Remus el mío.
—¿Ya le contaron a James?— la curiosidad del anciano era realmente insaciable.
—Sí, ayer— contestó Severus, sonriendo al recordar la reacción de su hijo.
—¡Papá Harry, papá Severus!— exclamó James mientras se abalanzaba sobre sus padres que acababan de entrar en la salita de estar de las habitaciones de Remus y Draco—. ¡Ya regresaron! Tío Draco y tío Remus me llevaron a volar en escoba y luego fuimos a nadar al lago y vimos al calamar gigante.
—Vaya, vaya— murmuró Harry abrazando a su hijo quien hablaba precipitadamente—, ya veo que la pasaron muy bien.
—Sí— James siguió entusiasmado—. Y luego el tío Draco me enseñó a preparar pociones, esperen y verán— dijo, soltándose de los brazos de Harry y corriendo hacia el pequeño laboratorio que usaba Draco para hacer sus experimentos. En este punto tanto Harry como Severus miraron preocupados al rubio.
—Tranquilos— se rió el otro al verles la expresión, mientras pensaba “¡Padres!” —. Fue sólo una poción sencilla, no corrió ningún riesgo.
—¡Miren!— el huracán James entró de nuevo llevando un recipiente en la mano—. Es tinta mágica.
—¡James!— exclamó Harry con tono severo—. ¿Qué te he dicho sobre correr con frascos en la mano?
El rostro del pequeño se entristeció repentinamente, mientras miraba a su padre con ojos llorosos.
—Ven acá, campeón— Severus lo tomó en brazos y se acercaron a Harry, quien cambió el gesto de disgusto y preocupación por una sonrisa—. Papá sólo se preocupa por ti. Si te tropiezas mientras corres con la botella en la mano, puede romperse y cortarte— explicó mientras miraba a su pequeño, que tenía el entrecejo fruncido en una expresión idéntica a la que él mismo ponía cuando algo le contrariaba—. ¿Entiendes?
—Sí— el niño les miró, compungido—. Papá ya me lo explicó, pero se me olvida.
—Bueno, no pasa nada. Ven aquí— pidió Harry, mientras le tendía los brazos. El niño se aferró a su cuello y Harry lo estrechó contra su pecho, antes de continuar—: ¿Sabes?— le dijo mientras él y Severus se acercaban a un sofá frente a la chimenea, con James a cuestas. Draco y Remus se sentaron enfrente, sonriendo ante la escena—. Tenemos algo muy bueno que contarte.
—¿Qué ya soy James Snape Potter?— preguntó el niño, excitado.
—Bueno, no todavía— explicó Harry. Al ver carita triste una vez más, se apresuró a agregar—. Pero en unos poquitos días lo serás, te lo prometo. Además— miró brevemente a Severus quien los observaba embobado—, tenemos otra buena noticia para ti.
—¿Otra?— la excitación volvió a inundar el pequeño rostro—. ¿Cuál? ¿Me compraron un regalo?
—Pues podría decirse que algo así— musitó Harry acariciando su rebelde cabello, tan parecido al propio—. Dime algo, ¿tú sabes que tía Hermione y tío Ron están casados, verdad?
—Sí, tú me contaste que yo fui a la fiesta pero todavía estaba en tu barriga.
—Así es— continuó Harry—. ¿Y a ti te gusta que ellos estén casados?
—Claro. Así viven juntos, con mis primos, y son una familia— contestó el niño, recordando lo que una vez le había contado Harry. Al joven se le humedecieron los ojos al ver que su hijo aún recordaba sus palabras.
—¿Y te gustaría que papá Severus y yo nos casáramos? ¿Qué viviéramos todos juntos, como una familia?
Severus contuvo el aliento por lo que le pareció una eternidad y miró a su niño con preocupación. ¿Y si James no quería? Había vivido siempre solo con Harry y tal vez resintiera el hecho de...
Sus reflexiones fueron interrumpidas por una pequeña tromba de ojos anegados y sonrisa extasiada que se lanzaba en sus brazos y se aferraba a su cuello. James Snape Potter se acababa de convertir en el niño más feliz del mundo.
—No entiendo cómo pudiste pensar que James no querría que se casaran— comentó Remus mirando a Severus, divertido.
—Es que le tiene miedo a James— se burló Draco de nuevo—. Claro, con el carácter que se trae mi ahijado, es como para temerle. Salió igualito a ti, Severus.
—Si es lo que yo digo— agregó Harry
—La verdad, Harry, te compadezco. Tener que lidiar con dos Snape a la vez es más de lo que cualquier mago común puede aguantar. No sé cómo lo logras— declaró McGonagall, lo que originó un gruñido de Severus y una carcajada de los demás.
—Pero antes de la boda— comentó Harry para cambiar de tema, sintiendo que su pareja se empezaba a molestar en serio—, quiero viajar a Ucrania.
—¿A Ucrania?— preguntó Severus, intrigado—. ¿Para qué?
—Tengo que ir a buscar al doctor McCollum—al ver que Severus iba a protestar, agregó—: Tienes que empezar el tratamiento a la brevedad; cuanto antes comiences, antes recuperarás tu magia.
—Es muy complicado— argumentó el hombre—. Tal vez nunca pue...
—Lo harás— le cortó Harry en un tono que no admitía réplica—. Vamos a luchar y vas a volver a ser el mago que fuiste.
—¿Tanto te afecta que no tenga mi magia?— musitó, ligeramente decepcionado.
—A mí no— negó el joven, rotundo, antes de subir una mano para acariciar su mejilla y suavizar su tono—. Pero amor, tú sabes y yo sé lo importante que es tu magia para ti. Y te prometo que lo vamos a lograr, como que me llamo Harry Potter, y próximamente Harry Potter Snape— terminó, haciéndole un guiño.
Severus no respondió con palabras pero sus ojos reflejaban su alma. Si Harry le apoyaba, lucharía y volvería a ser lo que una vez fue.
>>También quiero visitar a Vlad y Rusca.
—¿A Vlad y Rusca?— repitió Severus, francamente sorprendido.
—Sí. Quiero agradecerles por todo lo que hicieron por ti— explicó Harry—. Y también quiero invitarlos a la boda.
—¿Quiénes son Vlad y Rusca?— preguntó McGonagall con curiosidad.
—Unos benditos muggles que cuidaron y protegieron a Severus todo este tiempo— informó Harry—. Gracias a ellos podemos tenerlo con nosotros hoy.
—¿Y ellos saben que eres mago, Severus?— preguntó Albus, intrigado.
—Sí. Se los conté cuando recuperé la memoria. Se los debía— al ver la expresión del Director de Hogwarts se apresuró a agregar—. Pero no te preocupes. Son unas personas maravillosas, nunca contarán lo que saben.
—En ese caso, serán más que bienvenidos al castillo.
—Y hablando de eso, Albus— intervino Harry con expresión preocupada—. ¿Crees que sea posible que el doctor McCollum se quede en Hogwarts? Es que como insistes que debemos permanecer aquí.
—Pero no nos podemos quedar indefinidamente— objetó Severus—. Vamos a ser una carga y...
—No digas sandeces— le interrumpió Dumbledore—. Ustedes tres se van a quedar en el castillo hasta que sea seguro que vivan en otro sitio— al ver que Severus iba a protestar levantó una mano—. Ésta siempre fue tu casa, Severus. Y la casa de Harry. El mundo mágico en general y yo en particular les debemos mucho a ustedes dos, tanto que ni en mil vidas podríamos pagarles. Y éste es el mejor sitio para que puedas recuperar tu magia y tus fuerzas, mira que aún tengo grandes proyectos para ti— sin transición se volvió hacia Harry—. El Doctor será más que bienvenido al castillo; de hecho, me parece qué él y yo vamos a hacer muy buenas migas. Y Vlad y Rusca también se hospedarán aquí mientras estén en Gran Bretaña.
>>Además— continuó mirando alternadamente a Harry y a Severus, antes de fijar la vista en el más joven—, creo que lo más conveniente es que abandones tu cargo en el Ministerio. Mientras Lucius y Gustav estén sueltos es demasiado arriesgado para ti, especialmente en cuanto se haga público que Severus regresó.
—¿Dejar mi trabajo?— preguntó Harry, asombrado—. No puedo, Albus. Yo necesito estar entretenido en algo, si dejo el trabajo me moriría de aburrimiento.
—Lo sé, pero tengo una proposición de negocios para ti— dijo con un guiño malicioso.
—¿Qué estás tramando ahora, Albus?— preguntó Severus con desconfianza, planteando en voz alta las mismas dudas que Harry se planteaba mentalmente y que se reflejaban claramente en su expresión.
—No estoy tramando nada, no se preocupen— el anciano rio entre dientes, reconociendo que sus muchachos tenían razones para desconfiar—. Lo que ocurre es que la cátedra de Duelo está vacante y me gustaría que Harry la aceptase.
—¿Yo? ¿Profesor de Duelo?
—¿Quién mejor?— señaló el anciano—. Eres experto en Defensa Contra las Artes Oscuras y un Auror con una trayectoria meritoria.
—Pero no tengo idea de cómo dar clases.
—Te vas a casar con uno de los mejores profesores que ha tenido Hogwarts en su historia ¿no?
—Bueno, sí, pero...
—No hay más que hablar— lo interrumpió Albus—. Severus te pude entrenar y estoy seguro que lo vas a hacer de maravilla.
—Pues viéndolo así— Harry miró a Severus y éste asintió levemente. Luego se giró hacia el anciano, sonriendo—, parece que acabas de conseguir un nuevo maestro de Duelo.
—Magnífico— el anciano se reclinó en su sillón—. Ahora sólo me resta convencer a la señorita Granger, o mejor dicho, a la señora Weasley, para que acepte la cátedra de Aritmancia.
—Y por cierto— preguntó Severus con algo de su antigua ironía—. ¿Dónde están el señor Comadreja y la joven sabelotodo?
Harry le dio un pequeño golpe en el brazo a guisa de regaño.
—No seas borde— le dijo riendo—. Ron fue destinado a Alemania en un programa de intercambio y Hermione decidió hacer un postgrado en Aritmancia. Creo que regresan este mes.
—¿Y ya saben de mí?
—Les envié una lechuza contándoles que te había encontrado.
—Pero no me dijiste nada sobre tu matrimonio, mal amigo— tronó una voz desde la chimenea.
Todos voltearon hacia el sitio, donde una sonriente cabeza pelirroja se balanceaba entre las llamas. Harry corrió hacia allá y se arrodilló frente al hogar.
—Ron, amigo, que gusto verte.
—Lo mismo digo— contestó el otro con afecto—. Hola, Severus— saludó al hombre que se acababa de acercar—. Nunca pensé decir esto, pero es un verdadero placer volver a verte.
—Lo mismo digo, Wea...Ron.
—¿Y James?
—Está por ahí, jugando. Los extraña mucho. ¿Cómo está Hermione? ¿Y los chicos?
—Muy bien todos. Hermione está feliz por ustedes, les manda un beso a todos— echó un vistazo a Draco que estaba parado algo más lejos—. Incluso a ti, hurón.
—Gracias, comadreja— contestó el rubio con una sonrisa.
—¿Y cómo es que te comunicaste?
—Te estaba buscando, no todos los días se casa tu mejor amigo. Aunque no te perdono que no me hayas contado.
—Les iba a escribir esta noche— se excusó Harry, mirándole intrigado—. ¿Pero cómo te enteraste?
—¿Qué cómo me enteré? ¿Cómo crees?— preguntó con ironía—. Lo leí en El Profeta.
—¿En El Profeta?— repitió Harry, atónito.
—Claro, Hermione lo recibe a diario y...un momento, ¿ustedes no lo han leído?— estudio sus caras, desconcertado—. ¿Ninguno? ¡Son verdaderamente increíbles!
Desestimando la ironía, Harry le miró, preocupado, y preguntó:
—¿Quién firma el artículo?
—Adivina.
—Rita Skeeter.
—¡Bingo!
—Maldita bruja— masculló Harry entre dientes mientras los ojos de Severus se oscurecían de furia.
—¿Pasa algo?— preguntó Ron, preocupado.
—Ya te contaré en persona. ¿Cuándo regresan?
—A fin de mes.
—En ese caso, te llamaré cuando tengamos la fecha de la boda. Tal vez tengan que darse un salto hasta aquí antes de tiempo— una sonrisa traviesa curvó sus labios—. Albus tiene mucho interés en hablar con Hermione.
—Me lo dices a mí— se quejó Ron—. Nos manda una lechuza diaria, a veces hasta dos— se miraron y por un momento se sintieron como dos chiquillos de quince años quejándose de sus profesores y estallaron en carcajadas—. Entonces me avisas, no se te ocurra casarte sin nosotros.
—Prometido.
—Adiós, amigo.
—Adiós.
Harry se alejó del fuego y miró a los demás con ojos preocupados.
—Necesitamos un ejemplar de El Profeta.
—La voy a estrangular— gruñó Severus, lanzando al piso la copia arrugada de El Profeta de ese día—. ¿Cómo pudo enterarse la arpía?
Todos en derredor lucían completamente desconcertados.
—No tengo idea— musitó Harry tan extrañado como los demás, cuando recordó algo repentinamente—. ¡Demonios!
—¿Qué?— preguntó Severus con el ceño fruncido.
—¿Recuerdas el insecto que casi me pica cuando íbamos a entrar al Ministerio ayer?— ante el asentimiento de Severus y la atención del resto, Harry continuó—. Rita Skeeter es una animaga ilegal, lo descubrimos hace unos años. Su forma de animago es la de un pequeño escarabajo— comentó antes de contar todo lo que había hecho la condenada periodista en su cuarto año.
—¡Maldita bruja!— gruñó Severus—. ¡Sólo deja que la atrape! ¡Va a lamentar haberse metido con la familia de Severus Snape!
El diario El Profeta funcionaba en un edificio de los años cincuenta, viejo y sórdido, cuya estructura evidenciaba necesitar reparaciones con urgencia. Encima de la puerta principal, colgaba precariamente un colorido cartel: “La Espada Mágica”.
En el edificio se editaban dos publicaciones, El Diario El Profeta, el periódico más famoso, manipulador y deshonesto del mundo mágico, y La Espada Mágica, una revista infantil dirigida al público no mágico y que resultaba la tapadera perfecta para disimular ante el Londres muggle.
Severus Snape se acercó a la entrada, vestido totalmente de negro y con cara de muy pocos amigos. Empujó la desvencijada puerta y se encontró con un vestíbulo realmente patético. Las paredes estaban desnudas, con excepción de un enorme y horrendo afiche pegado en una de ellas, y estaban pintadas de un color indefinible. La lámpara del techo lanzaba una luz mortecina y la única ventana del lugar estaba fieramente cerrada. Al fondo, un pequeño mostrador de madera donde una bruja joven con cara aburrida hojeaba una revista del corazón.
“Entiendo que en El Profeta quieran lucir con un perfil bajo ante el mundo muggle para pasar desapercibidos, pero esto es ridículo” pensó Severus distraído mirando alrededor con aprensión. “Aunque es el ambiente perfecto para esa alimaña de Rita Skeeter”
Se acercó con parsimonia al mostrador y saludó a la recepcionista.
—Buenos días.
Nada. La joven siguió mirando la revista, ignorándole. Severus frunció el ceño y repitió en un tono mucho menos amable.
>>Buenos días.
Nada.
Molesto por la actitud de la joven, que consideraba una completa grosería, dejó caer una mano de plomo sobre la revista posada en el escritorio de madera.
La chica levantó repentinamente el rostro, y miró a Severus con enojo, pero al ver su expresión, su rostro cambió. Se quitó apresuradamente los audífonos que llevaba puestos, y que eran la razón de su supuesta descortesía, y miró al hombre con cierto temor.
—Buenos días, señor— murmuró, cerrando precipitadamente la revista—. ¿Qué se le ofrece?
En ese momento, Severus tenía ganas de decirle unas cuantas cosas a esa pequeña bruja, pero recordó que tenía cosas más urgentes que resolver. No pensaba gastar sus energías en luchas inútiles.
—Quiero hablar con Rita Skeeter.
—¿Rita Skeeter?— repitió la joven, ahora con el rostro sin expresión—. Disculpe, pero aquí no trabaja nadie de ese nombre.
Severus estaba a punto de perder la poca paciencia que le quedaba. Respiró profundo tratando de serenarse e inclinándose sobre el escritorio, puso la fiera expresión tan temida por sus antiguos alumnos.
—Mire jovencita, dejémonos de estupideces— declaró mirándola fijamente y con un tono glacial—. Usted sabe que soy mago y yo sé que es bruja, y ambos sabemos que aquí trabaja Rita Skeeter. ¿Haría el favor de decirme dónde queda su oficina?
La chica se estremeció y con mano ligeramente temblorosa sacó su varita de un cajón del escritorio y apuntó hacia el horrendo afiche.
—Alohomora.
De inmediato, el afiche desapareció, descubriendo una puerta de madera.
—Muchas gracias— masculló Severus entre dientes, antes de dirigirse hacia la puerta, abrirla y atravesarla sin mirar atrás.
Al pasar el umbral se encontró con una habitación oscura, y al fondo otra puerta idéntica a la que acababa de traspasar.
“Esta gente como que cree que trabajan en el Departamento de Misterios del Ministerio” gruñó mentalmente mientras abría la segunda puerta.
La habitación que lo recibió esta vez era muy diferente. Clara e iluminada, pintada con colores claros, alfombrada y decorada con mullidos muebles de tapicería floreada, era la imagen perfecta de categoría y buen gusto.
“Vaya” pensó, asombrado “parece que el cotilleo da para vivir muy bien”
Se dirigió hacia un lujoso escritorio y se paró ante una recepcionista perfectamente vestida y maquillada, que le saludó con una sonrisa cortés pero muy poco sincera.
—Buenos días, señor. Bienvenido al Diario El Profeta. ¿En qué podemos servirle?
—Busco a una reportera, la señorita Rita Skeeter. ¿Me podría decir cuál es su oficina?
—¿Tiene cita?
—Por supuesto— mintió Severus con total descaro.
—Perfecto— de nuevo la sonrisa falsa—. Por favor, firme aquí— pidió presentándole un libro de visitas—. Perfecto. La oficina de la señorita Skeeter es la 113, por el pasillo, cuarta puerta a la izquierda— le informó, entregándole un pase de visitante.
—Muchas gracias— y con esto se dirigió en la dirección que le habían señalado.
Se paró frente a la puerta marcada con el 113 y sin siquiera tocar, empujó sin miramiento. La reportera se encontraba sentada en su escritorio, el periódico del día desplegado sobre el mismo, y hablando animadamente mientras su pluma vuelapluma escribía sin parar . Cuando le vio entrar se levantó de un brinco, luciendo claramente nerviosa.
—¡Profesor Snape!
—Señorita Skeeter— saludó éste entrando tranquilamente en la oficina.
—¿A... a qué se debe el placer de su visita?— preguntó algo temerosa. Jamás se podía saber cómo reaccionaba la gente a sus artículos, y ella ya había tenido unos cuantos tropezones como consecuencia de los mismos.
—A nada en particular— confesó el hombre en tono pausado—. Simplemente pasaba por aquí y quise saludar y darle una primicia. ¿Me permite?— preguntó, señalando un asiento frente al escritorio.
—Por supuesto, siéntese por favor— pareció respirar un poco más tranquila y sus ojos brillaron al escuchar la palabra ‘primicia’—. ¿Desea tomar algo?
—Una taza de té estaría bien, gracias.
La reportera, ya completamente tranquila, hizo aparecer un servicio de té y sirvió dos tazas, entregando una a Severus.
>>La verdad es que quería agradecerle la nota en el periódico sobre mi próximo matrimonio.
—¿Le gustó?— su voz sonaba algo incierta.
—Por supuesto— el hombre la miró impasible—. Mi prometido se molestó al principio, pero ya sabe cómo es Harry, no le gusta la publicidad— al ver que ella iba a protestar la atajó—. No se preocupe, le convencí de que sus intenciones son buenas y un poco de publicidad nunca está de más.
Skeeter sonrió ampliamente.
—Eso es lo que yo digo.
—Bien— dijo Severus posando la taza de té sobre el escritorio y levantándose, antes de dirigirse hacia la salida—. Sólo quería agradecerle.
—Espere— lo llamó la mujer, ansiosa—. ¿Habló de una primicia?
Severus sonrió malévolamente y dio la vuelta hacia ella.
—Sí, por Merlín, casi lo olvido. La primicia— dijo acercándose de nuevo a la curiosa bruja—. Resulta que descubrí una nueva poción contra las arrugas. Es una maravilla, revolucionará la industria cosmética.
—¿En serio?— preguntó Rita entusiasmada, mientras su pluma vuelapluma corría a toda velocidad—. ¿Cuándo sale a la calle?
—Espero que pronto— informó Severus—. Es que tengo un problema que me tiene retrasado.
—¿Qué clase de problema?
—Pues como ya debe saber, el Ministerio de Magia requiere muchas pruebas antes de dar los permisos de fabricación, así que necesito grandes cantidades de poción— la mujer estaba cada vez más entusiasmada—. El problema es que uno de los ingredientes es difícil de conseguir y por tanto muy costoso, y hasta que no consiga los permisos nadie va a querer financiar el proyecto.
—¿Y de qué ingrediente se trata?— estaba eufórica.
—Escarabajo triturado— ante estas palabras, el rostro de la bruja cambió totalmente de expresión—. Pero no, no se preocupe— siguió Severus con ironía—. Toda mi familia me está ayudando y escarabajo que encuentran, escarabajo que trituran— ahora la mujer lucía definitivamente aterrada, blanca como la cera—. Y mi hijo James, si lo viera. Antes de matarlos, les arranca las alas y las antenas. Ese chico mío va a ser todo un Slytherin— terminó con una sonrisa que lucía muy orgullosa.
A esas alturas, Skeeter temblaba incontrolablemente y su rostro era una máscara de terror.
>>Como le dije, no se preocupe, ya tenemos todo controlado— declaró Sverus y con una última sonrisa dio media vuelta y abandonó la habitación.
—No puedo creer que le hayas dicho eso— comentó Harry riendo a carcajadas, cambiándose para dormir, mientras desde la cama Severus seguía sus movimientos con una atenta y ardiente mirada—. Mataría por haber podido verle la cara— dijo acercándose a la cama—. ¿Y se puede saber qué tanto mira, caballero?
—A mi futuro esposo, que cada vez está más hermoso— contestó el hombre tomando la mano del joven y jalándolo con fuerza hacia él. Harry se tambaleó y cayó con fuerza sobre el pecho de Severus.
—Cada vez estás más salvaje— se quejó, aunque sus ojos reían divertidos. Luego de darle un cariñoso beso, se acurrucó a su lado y recostó la cabeza sobre su cálido pecho, mientras Severus acariciaba amoroso su pelo rebelde—. Mañana voy a preparar todo para viajar a Ucrania.
—¿Quieres que partamos mañana mismo?
Harry se alejó y se sentó en la cama, mirándolo a los ojos fijamente, pensando cómo decirle lo que tenía en mente sin que su pareja sacara a relucir su endiablado carácter. Al fin decidió que lo mejor era soltarlo directamente.
—Severus— musitó, tomando su mano y llevándola a sus labios—. No creo que sea conveniente que me acompañes— al ver la llama de enojo que empezaba a encenderse en las oscuras profundidades, se apresuró a agregar—. Escucha, no sabemos con lo que nos vamos a encontrar. Pensábamos que teníamos a todos los mortífagos controlados y ya ves, tú mismo dijiste que Malfoy sigue vivo. Es un hombre con muchas mañas, quizás esté reclutando nuevamente magos oscuros y recuerda que esa zona era el escondite del Señor Oscuro.
—Por eso debo acompañarte— argumentó Severus—. Si hay peligro yo...
—Severus— le cortó Harry suavizando el tono y acariciando su rostro—. Todavía no estás recuperado del todo y...
—Sí, ya sé— soltó el otro con frustración, en su rostro se veía claramente la impotencia que le agobiaba—. Soy un pobre squib que ni siquiera sirve para defender al hombre que ama. Un maldito squib.
—Escúchame, Severus Snape— habló Harry, endureciendo la voz a propósito para hacerle reaccionar—. Eres UN MAGO. Un mago formidable, pero en este momento estás enfermo, tu magia está mal. Pero mejorarás, aunque sólo lo conseguirás si luchas. Y la parte más difícil de esa lucha es tener paciencia— Harry sentía que su palabras empezaban a hacer mella en su pareja, así que suavizó el tono—. Por favor, Severus. Tienes que ser paciente. Hazlo por James y por mí, pero sobre todo por ti.
—Pero no puedes ir solo— dijo al fin, capitulando—. Tú mismo dijiste que es muy peligroso.
—No voy a ir solo— le explicó Harry—. Ya hablé con Draco y está dispuesto a acompañarme. Iremos encubiertos, no va a pasar nada, ya lo verás— al ver que Severus estaba casi convencido, agregó lo que sabía sería la estocada final—. Además, necesito que te quedes protegiendo a James.
El pensamiento de su pequeño iluminó el semblante de Severus.
—Está bien— aceptó, aunque no estaba convencido del todo. De repente, una idea hizo que sonriera un poco más—. Bueno, creo que James y yo aprovecharemos tu ausencia para hacer unas cuantas cosas que tengo pendientes.
—¿Qué clase de cosas?
—Eso, mi querido prometido— dijo, inclinándose y besando la punta de su nariz—, es un secreto.
—¿Por qué papá tuvo que irse?— preguntó James enfurruñado, justo ahora que recuperaba un padre el otro se iba—. No es justo.
—Tuvo que ir a buscar a unas personas para invitarlas a la boda— le explicó Severus tratando de tranquilizarlo.
—¿Y no pudo enviarles a Hedwig con una nota?— argumentó el pequeño sin dejarse convencer.
—No, tenía que hablar con ellos en persona. Además, dos de ellos son muggles así que tiene que organizar todo para que puedan venir.
—Y encima se llevó también al tío Draco.
—Hasta celoso es— se burló Remus que había estado observando el ‘intercambio’ sin intervenir—. Definitivamente es tu clon, Severus— al notar dos pares de ojos negros que le miraban muy pero que muy feo, alzo las manos pidiendo perdón—. Vale, no dije nada— musitó, riendo entre dientes.
—Además— continuó Severus regresando su mirada a su hijo—, para compensarte, Remus y yo habíamos pensado llevarte a Hogsmeade hoy.
“Severus está creando un monstruo” pensó Remus con una sonrisa, conteniendo a duras penas la carcajada que pugnaba por emerger. “Como siga haciendo tratos con James, cuando llegue a los diez ese pequeño manipulador va a ser el que mande en esa familia... Aunque pensándolo bien” observó como James se echaba en los brazos de Severus lanzando gritos de alegría “...creo que ya lo es”
—¿Viste padrino?— grito James desde los brazos de su padre—. Vamos a ir a Hosmade.
—Hogsmeade— corrigió Severus suavemente.
—Eso dije, papá— se quejó el chiquillo—. Hosmade.
—¿Ese era el Ministerio de Magia de Ucrania?— preguntó Draco mientras él y Harry salían de un mísero edificio hacia una calle que parecía más miserable aún, que conectaba con el mundo muggle—. Con razón mi padrino no pudo encontrarlo y tuvo que regresar caminando a Escocia.
Harry lanzó una carcajada.
—Severus no regresó caminando...aunque casi— ambos jóvenes rieron—. En cuanto al Ministerio, recuerda que esta zona fue fuertemente abatida por Voldemort y los magos se vieron obligados a esconderse fuertemente. Y después de su caída, los Mortífagos que escaparon siguieron haciendo desmanes.
—Es cierto— convino el rubio, antes de añadir sin transición—. Entonces, ¿a dónde vamos?
—Aquí tengo la dirección que me dejó Severus— comentó Harry sacando una nota de la indumentaria muggle que vestía con la idea de pasar inadvertido—. La villa está a unas dos horas de aquí, así que no queda otra que buscar un transporte muggle.
—En ese caso— apuntó Draco empezando a caminar—, ¡andando!
—Albus está paranoico— se quejó Severus mirando con el ceño fruncido a Remus, Tonks y Ojo Loco Moody, quienes permanecían impasibles frente a él, ninguno de ellos notó el visitante no invitado que observaba a través de un orificio en una esquina—. Esto en lugar de una visita a Hogsmeade va a parecer un desfile por el Día Mundial de la Magia
—Es necesario para su protección, Severus— intentó razonar Remus con tono pausado.
—Tonterías— desestimó con un movimiento de fastidio—. Hace un par de días fui yo solo al Profeta y no pasó nada.
—Excepto que Albus se puso furioso— replicó el licántropo—. Además, ahora no vas tu solo, también te acompaña James.
—¿Estás queriendo decir que no soy capaz de proteger a mi propio hijo?
Remus lanzó un suspiro de frustración. Últimamente, su amigo estaba imposible con ese tema.
—No dije eso, Severus— hizo un nuevo esfuerzo por hacerle razonar—. Pero tú mismo dijiste lo peligroso que es Lucius y ahora, luego de la noticia publicada en el Profeta, ya debe saber que recuperaste la memoria y debe conocer la existencia de James.
Detrás de su agujero en la pared, la sombra sonrió socarronamente “Estúpidos. Hace días que mi amo Lucius sabe eso”
—¿Y entonces por qué dejó que Harry marchara a Ucrania con Draco?— insistió Severus mordiendo las palabras.
“Maldición” pensó la sombra, molestó “¿Cuándo pasó eso que yo no me enteré? Sabía que si su jefe descubría que había dejado escapar una información tan interesante lo mataría. Respiró profundo y se calmó, el rubio no tenía por qué enterarse. Pero de ahora en adelante tendría que estar más atento, no podía dejar escapar información como esa.
—No los dejó solos— intervino Tonks tratando de ayudar a Remus—. Kingsley y Weasley padre fueron también, junto con dos aurores del Ministerio, sólo que Harry no lo sabe— terminó con una sonrisa.
—Pues ya podían habérmelo dicho antes— espetó Severus, respirando algo más aliviado. Aunque nunca lo reconocería en público, estaba muy preocupado por Harry y Draco.
—Entonces— gruñó Ojo Loco, molesto—. ¿Nos vamos o piensas quedarte aquí quejándote hasta Navidad? Tampoco somos tan mala compañía, ¿sabes?
Severus lo miró con semblante hosco por unos momentos antes de voltear hacia la salida y decir con su antiguo desdén completamente recuperado.
—Voy a buscar a James. En una hora salimos, estén preparados.
—¿A dónde vas?— preguntó Gustav al hombre rubio que en ese momento se estaba poniendo una capa de viaje.
—A Hogsmeade.
—¿A Hogsmeade? ¿En Gran Bretaña?— ante el asentimiento del otro, preguntó—. ¿Para qué?
—Recibí un informe de mi contacto en Hogwarts, Severus y su mocoso van a ir a Hogsmeade hoy.
—¿Te vas a aparecer? ¿No es peligroso? ¿Podrían detectarte?
Lucius lanzó una sonrisa de suficiencia.
—No soy tonto. Voy a ir disfrazado, a través de la red flu.
—¿Y vas a ir tu sólo? Recuerda que es de día y yo no puedo abandonar esta habitación.
—Para lo que quiero hacer hoy no te necesito— declaró Lucius cortante—. Pero eso me recuerda que tengo que hacer una parada en el Callejón Knockturn para contactar un par de sujetos que pueden serme de mucha utilidad en el futuro, así que mejor me apuro— y sin agregar más, salió presuroso de la habitación.
—No sé cómo alguien puede venirse a vivir en este infierno por decisión propia— se quejaba Draco, mientras viajaban en un viejo autobús que traqueteaba a duras penas por un camino en muy mal estado—. Y estos asientos son duros como piedra. Los riñones me están matando.
—Te estás haciendo viejo— se rio Harry mirando como su amigo se retorcía incómodo.
—¿A quién estás llamando viejo, Harry Potter?— replicó el rubio, irónico—. Recuerda que tienes mi edad.
—Pero me conservo mejor.
Draco iba a replicar mosqueado, cuando el autobús paró con gran estrépito.
—Jóvenes— dijo el chofer, quien ya estaba cansado de oír las protestas del Slytherin—. Hemos llegado.
—Al fin— Draco se levantó y casi arrastró a Harry hacia la salida—. Este viaje fue infernal.
—Lo mismo digo— gruñó el chofer entre dientes.
—¿Cómo?— preguntó Draco, mirándolo con ojos relampagueantes.
—Nada señor, que fue un placer su compañía.
Y ante la carcajada de Harry y el gesto de alivio del chofer muggle, ambos chicos abandonaron el autobús.
—¿Y de qué trabajo estamos hablando?— preguntó un hombre mal encarado, cuya mejilla lucía una enorme cicatriz.
—Eso lo sabrán a su debido tiempo— dijo el hombre alto cuyas facciones estaban ocultas bajo la capucha que cubría su cabeza—. En principio sólo quería verificar que es cierto lo que me contaron, que ustedes están dispuestos a hacer cualquier clase de trabajo.
—El que sea— aseguró el segundo hombre, cuyos rasgos dulces y refinados eran capaz de engañar a cualquiera, por eso era tan exitoso en su negocio—. Siempre y cuando se nos pague el precio de nuestros servicios.
—Por eso no se preocupen, serán bien recompensados— el hombre sacó dos saquitos del interior de su túnica—. Y aquí tienen un adelanto, como prueba de mis buenas intenciones.
Los hombres revisaron el contenido de las bolsas y asintieron.
—¿Y cómo le contactaremos?
—Cuando sea el momento, yo les encontraré— y sin otra palabra, abandonó el bar de mala muerte donde se encontraba y salió sonriendo satisfecho. El primer paso estaba cumplido.
—Este es el hospital— informó Harry, entusiasmado—. Apúrate, Draco. Quiero que el doctor me confirme que va a regresar con nosotros a Hogwarts.
Draco sonrió comprensivo. Sabía cuántas esperanzas estaban cifradas en ese medimago, y los temores que Harry albergaba de que a última hora se arrepintiera de regresar al mundo mágico.
Se dirigieron hacia el puesto de información, donde una mujer regordeta de mediana edad atendía sonriente.
—Buenas, jóvenes, ¿en qué puedo ayudarles?
—Buscamos al doctor McCollunm.
—¿Les está esperando?
—No, señora, pero seguro que cuando le diga de quien se trata nos recibe.
—No creo, en este momento está muy ocupado y...
—Por favor— suplicó Harry, con los ojos y la voz.
—No creo poder— dijo rotunda.
—Mire, buena mujer— habló Draco, que para ese punto había perdido la poca paciencia que le quedaba—. Hemos hecho un viaje larguísimo para hablar con el doctor, sin contar con un montón de horas en un autobús que parecía a punto de caerse en pedazos en cualquier momento y con unos asientos tan duros que en este momento tengo el culo plano— la mujer le miraba, horrorizada, Draco definitivamente había perdido toda la elegancia Malfoy—. Así que, o le dice al doctor ese que Harry Potter está aquí o...
—¿Harry Potter?— se escuchó una voz a sus espaldas—. ¿Usted es Harry Potter?
Ambos jóvenes giraron en redondo para encontrarse de frente con el anciano que habían ido a buscar.
—Severus— murmuró Remus acercándose al mago, quien caminaba con un eufórico James prendido de su mano.
Llevaban horas dando vueltas por el pueblo. Habían pasado por la tienda de túnicas y conseguido unas muy elegantes para Severus, Remus y James, aunque éste último no dejo de quejarse un instante mientras le probaban.
Luego entraron en Honeydukes, a insistencia de James, por supuesto, y habían salido con una enorme bolsa de golosinas surtidas; en la tienda de suministros para pociones, donde Remus compró un ingrediente que Draco le había encargado y de donde tuvieron que sacar a Severus prácticamente a rastras; en una tienda de helados donde hasta Ojo Loco pidió el especial de la casa, y por último en el que era el verdadero objetivo de Severus Snape, la joyería del pueblo, donde ayudado por James eligió dos sencillas y elegantes argollas de oro que mando a grabar con sus nombres, Severus en la argolla de Harry y Harry en la de Severus.
En ese momento, caminaban por la calle principal del pueblo mirando aquí y allá, cuando el tono inquieto en la voz de Remus hizo que todos se detuvieran tensos y le miraran fijamente.
—Hace rato tengo el presentimiento que alguien nos sigue y ya he visto un par de veces un hombre de aspecto extraño, vestido completamente de negro y con una capucha.
—Yo también lo vi, tío Remus— intervino James con inocencia—. Es un señor que se parece a tío Draco.
—¿Cómo?— exclamó Remus, mientras Severus tomaba a su hijo en brazos, ahora si que todos los miembros de la Orden estaban en tensión.
—A ver hijo, ¿cómo sabes que se parecía al tío Draco si estaba cubierto con una capucha?
—Cuando estábamos comprando dulces había mucha gente y estaba ese señor que dice tío Remus en una esquina comprando ranas de chocolate— explicó el niño, recordando—. Entonces una señora muy gorda lo tropezó y a él se le cayó la capucha.
—¿Y cómo era el hombre?— preguntó Ojo Loco con acento severo.
El niño, quien no estaba demasiado acostumbrado a la presencia del hombre y algo asustado por el tono seco, se acurrucó contra el pecho de su padre.
—Tranquilo, James— dijo Severus acariciándolo y mirando de mala manera a Moody—. ¿En qué se parecía a tío Draco?
—Tenía el pelo largo y rubio, papi— dijo el niño, inquieto por la ansiedad que detectaba en el tono de su padre y en todos los rostros—. Y los ojos grises, iguales a los de mi tío.
—Lucius— musitó Remus con el ceño fruncido.
—Regresemos a Hogwarts. Este lugar es peligroso— y sin más, comenzaron a andar a grandes zancadas de regreso al castillo | |
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