Pareja: Severus Snape, Harry Potter.
Clasificación: NC-17
Resumen: La vida siempre nos pone pruebas... algunas más difíciles de superar que otras, pero es deber nuestro saber superarlas antes de que nos consuman.
Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen
Advertencia: Mpreg
1 de Septiembre. El día que todos regresaban al mundo mágico, pero más específicamente a Hogwarts. Cada año, un día como hoy todos volvían a clases luego que unas merecidas vacaciones, y este año habían sido especialmente merecidas luego de la fatídica guerra que se había desatado contra el mago más tenebroso de todos los tiempos…guerra en la que el Lord terminó derrotado y muerto. El-niño-que-vivió lo había derrotado como todos habían esperado que sucediera, pero la guerra se había llevado consigo a muchas personas…gente inocente que peleó dejando su vida en el campo de batalla.
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-espero que este año sea un tanto más normal- comenté tranquilamente- quiero tener un año escolar como cualquier persona común y corriente
Luego de la batalla, tuve la opción de ya no seguir en Hogwarts y poder continuar con mi vida, pero eso era algo que no quería ya que sentía que Hogwarts era como un hogar para mí. Allá se encontraba gran parte de la gente que más quería y que eran más cercanos a mí.
Por una sola vez quería ser una persona normal, sin tener que soportar los murmullos o dudas sobre mí y sobre si podría cumplir la profecía que sobre mí pesaba.
A pesar de haber derrotado a Voldemort, no podía evitar sentirme culpable por todas aquellas vidas que no pude salvar. La mayor parte de las vacaciones habían resultado un tormento al no poder evitar recordar todos los cuerpos tirados sin vida que quedaron luego del final de la guerra. Con ayuda de Sirius, Hermione, Ron, Remus y toda la familia Weasley había podido dejar todos esos recuerdos y pensamientos en algún rincón apartado de mi cerebro, dando paso a otros pensamientos.
-yo también lo espero- dijo Ron mientras que terminaba de comer una rana de chocolate
-Ron, por favor, deja de hablar con la boca llena de comida-lo reprochó Hermione mientras dejaba El Profeta a un lado. Miró por la ventana del tren como tratando de encontrar algo- Es preciso que ya nos cambiemos. Ya vamos a llegar-anunció
Al terminar de ponernos el uniforme del colegio, volvimos a sentarnos en nuestros puestos esperando a que el tren se detuviera, anunciando que ya habíamos llegado a destino.
Pudimos ver cómo la puerta de la cabina se abría sin autorización, y por ella se asomaba una rubia cabellera.
-qué quieres, hurón?- preguntó Ron de mal humor
-nada- contestó Draco-solo pasaba a saludarlos- sonrió como si ese gesto fuera la cosa más normal en él- pero en especial te quería saludar a ti, Ron- su sonrisa se remarcó al pronunciar su nombre
-no molestes- a Ron se le veía incómodo y sonrojado
-de acuerdo- acató la orden-me voy. Adiós- y una vez más volvió a sonreír de una manera sospechosamente amable
-qué se traen ustedes dos?-cuestionó Hermione con una sonrisa en el rostro por toda la escena que acababa de suceder
-yo no me traigo nada con él- su rostro se puso más rojo que antes
-pues eso no es lo que parece- apoyé el comentario de Hermione, también con una sonrisa en la cara. Todo eso que había sucedió era algo digno de retratar
-les digo la verdad!- medio chilló Ron- es él el que anda raro-comentó-desde las vacaciones está así-relató-¡ Me ha mandado cartas¡-se escandalizó un poco con esa idea- de verdad no sé lo que le sucede-otro sonrojo invadió su rostro
Ambos lo miramos con algo de asombro al escuchar eso último. Esa conducta no era propia de Draco Malfoy. Nosotros tres nunca le habíamos agradado en lo absoluto, y él tampoco a nosotros. Era cierto que nos había ayudado en la batalla, pero de todos modos seguía siendo algo sospechoso en él que se comportara así. No era como si luego de la guerra él se hubiera vuelto nuestro amigo…ahora el trato era simplemente cordial, pero nada más allá de eso. Algo raro se traía entre manos ese hurón…
El tren se detuvo y todos bajamos, como hacíamos cada año. Al haber desocupado el tren, nos dirigimos hacia el castillo. Se cumplió la rutina de siempre. Llegamos, nos dirigimos al gran comedor al banquete de bienvenida y a presenciar la asignación de casas a los de primer año, escuchamos el sentido discurso que dio Dumbledore recordando a todos los caídos en batalla y prometiendo que mejores momentos llegarían. Todo se dio con normalidad. El ruido que había era bastante fuerte debido a que todos hablaban al mismo tiempo contando todo lo vivido en sus vacaciones y poniéndose al día luego de esos meses sin verse.
Sentí como si alguien clavara con intensidad su mirada en mí. Debía de ser una mirada muy poderosa, porque logró que me estremeciera en mi lugar. Giré el rostro a todos lados, buscando al dueño de aquellos ojos. Miré a todas las mesas, pero todos estaban concentrados en lo suyo, pero al girar hacia el frente del Gran Comedor, pude detectar esos ojos negros que no dejaban de verme con total atención. El profesor Severus Snape se encontraba sentado al lado izquierdo de Dumbledore, pero sin embargo no prestaba atención a lo que le decía de manera distraída. Sentí como si una corriente recorriera toda mi espina dorsal, y sin poder evitarlo, sonreí sin.
Durante la batalla pude conocer al verdadero Severus Snape: un hombre que había arriesgado su vida por protegerme y por servir a Dumbledore, un hombre que siempre trabajó en silencio y sin hacer alarde de sus acciones. En ese tiempo descubrí que Snape era una persona que guardaba un gran corazón debajo de esa dura coraza de frialdad que había creado a su alrededor por las circunstancias. Dos batallas, un desamor, el maltrato escolar que sufrió y muchas otras cosas más habían hecho que se volviera de esa manera, pero yo sabía que eso solo era una máscara que mostraba ante los demás, y que solo la persona correcta iba a descubrir su verdadera personalidad…y esa persona quería ser yo. Yo quería ser aquel que lo escuchara reír, aquel que hiciera que su corazón volviera a latir con fuerza…
Sin darme cuenta, y sin saber exactamente en qué momento, había caído perdidamente enamorado de ese hombre. No sabía si eran sus ojos, su forma de ser, ese misterio que lo envolvía o una mezcla de todo eso lo que había hecho que callera rendido a sus pies. Atrás había quedado todo ese odio y rencor mutuo. No nos habíamos vuelto cercanos, pero ahora el trato era mucho más llevadero que antes. Ahora podíamos entablar una conversación sin terminar peleando como perro y gato. Su trato seguía siendo frío, pero ya no de la manera que lo era antes.
Todo en él era absolutamente atrayente: su voz, su cuerpo, sus gestos, su forma de ser…Todo eso hacía que mis piernas empezaran a temblar con ese solo pensamiento. El solo imaginar besándonos hacía que me sonrojara a más no poder, y otro tipo de pensamientos lograban todo mi cuerpo se calentara sin importar el lugar en el que me encontrara.
Regresé la mirada hacia mi plato y volví a sonreír como un tonto. Sentía que mi rostro ardía de la vergüenza.
-HARRY!-gritó Hermione llamando mi atención. Tenía el ceño fruncido en señal de molestia
-qué sucede?-pregunté más avergonzado aún por mi distracción
-te estoy hablando desde hace mucho rato-se quejó- ¿qué es lo que te sucede?- preguntó
-nada- contesté, intentando calmar el sonrojo que aun estaba en mi rostro-es solo que estaba distraído
-mmm…-me miró con sospecha y con una pequeña sonrisa- lo estabas mirando ¿verdad?- su sonrisa se hizo más grande, logrando que mi rostro se volviera a poner rojo
-no…-mentí, pero una pequeña sonrisa en mi rostro me delató
-tu rostro no me puede engañar, Harry- volvió a sonreír con complicidad
-bueno, sí-admití-lo estaba mirando-mordí mi labio inferior, evitando así que se formara en mi rostro una expresión boba
Hermione sabía todo lo que sentía por Severus…se lo había contado luego de que ella misma se diera cuenta de que me la pasaba suspirando con una cara tonta. Al contarle la verdad, ella no se inmutó, ya que, según dijo “ya sospechaba que algo así sucedería en algún momento”. Dijo que siempre hubo algo raro entre él y yo…algún tipo de conexión que en determinado momento iba a terminar siendo una atracción mutua. De ese día, lo que más se grabó en mi mente, fue cuando le dije con tristeza “dudo mucho que sea algo mutuo”, y ella respondió “ya lo verás…es solo cuestión de tiempo”. Ese mismo día, ella me obligó a confesarle la verdad a Ron, ya que (según Hermione) “entre mejores amigos no debe de haber secretos”. Cuando le confesé todo a Ron, él solo puso cara de desagrado, pero no hizo ningún comentario negativo. Dijo que él solo quería mi felicidad, y que si Severus era lo que me hacía feliz, entonces él me iba a apoyar de manera incondicional.
La conversación durante la cena siguió con total normalidad. Con Hermione hablábamos de distintas cosas, mientras escuchábamos a Ron bufar por algo que le molestaba.
-ashh-se quejó Ron- ese hurón es de lo más molesto. No deja de mirar hacia acá
-pero tú tampoco dejas de mirar hacia allá- comentó Hermione, logrando picarlo un poco
Inmediatamente el rostro de Ron se puso de un rojo intenso, delatando la vergüenza que le había causado las palabras de Hermione y poniendo en evidencia que, efectivamente no había quitado la mirada de la mesa de los de Slytherin.
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En los días siguientes, las clases de desarrollaron de manera normal. Grande fue la sorpresa que nos llevamos todos al ver que el nuevo profesor de DCAO era Severus. Él seguía impartiendo la clase de pociones, pero al mismo tiempo se le había sumado este nuevo curso. Muchos hicieron comentarios sobre lo molesto que era tener que ver al profesor Snape ahora en otra clase más. Si bien todos sabían que Severus Snape era un héroe de guerra, eso no significaba que había cambiado su trato hacia los demás alumnos; los seguía tratando de la misma manera cortante y poco amable. Yo me sentía privilegiado al ver el cambio que había tenido conmigo, pero eso era solo cuando no había más personas alrededor. Frente al resto seguía tratándome como siempre.
-Potter!-gritó Snape logrando que brincara en mi sitio-preste atención o le descontaré puntos a usted y a su casa
-lo siento, señor-me disculpé por mi distracción. Una vez más había estado fantaseando con él en plena clase. Me sonrojé
Al notar mi sonrojo, él solo gruñó y pasó por mi lado ondeando su capa.
Los minutos pasaron, y mi mente volvió a volar como hacía un rato atrás. Movía la poción de forma distraída y sin prestar la más mínima atención.
-POTTER!- volví a escuchar su voz, pero esta vez en un grito mucho más potente- mire el desastre que ha causado- se oía verdaderamente molesto
Al mirar a mi alrededor y hacia mi caldero, me di cuenta de que mi poción de hacía pasado de tiempo en el fuego y que en lugar de ser color violeta, ahora mostraba un color verdoso y olía muy mal. Todos en el salón tenían los ojos puestos en mí. La vergüenza no podía ser más grande, así que solo opté por bajar la cabeza para así ocultar el sonrojo que se había extendido desde mis mejillas hasta mis orejas.
-lo siento- me disculpé por segunda vez en esa misma clase
-20 puntos menos para Gryffindor- dijo- y tiene detención por 3 semanas, todos los días en mi despacho a las 8:00 pm
-pero señor…-intenté reclamar, aunque bien sabía que esta vez no tenía ningún derecho
-sin peros, si no quiere que le quite más puntos- dijo tajante, sin admitir objeciones
Ese castigo sabía que me lo merecía. En años anteriores habría estado más que molesto, pero ahora todo era distinto…hasta se podría decir que me sentía feliz por esa detención que me había dado Severus. Era un tiempo que iba a aprovechar para seguir descubriendo más sobre él y sobre lo que escondía debajo de esa máscara de frialdad e indiferencia.
Al llegar la noche, me encontraba en la sala común descansando tranquilamente junto a Ron y Hermione. Hablábamos de cosas sin importancia mientras que comíamos unos dulces.
-estoy agotado-se quejó Ron mientras se desperezaba en su lugar- recién comenzamos las clases y ya nos mandan montones de trabajos. Este año están más exigentes que nunca, en especial Snape-puso cara de fastidio
Al escuchar ese apellido, las alarmas en mi cabeza se activaron. Abrí los ojos cual platos y empecé a sudar frío.
-qué hora es?- pregunté con angustia en la voz
Ron vio su reloj de manera tranquila.
-son las 7:58 pm- contestó- por qué?
-mi castigo con Snape- respondí alarmado- voy a llegar tarde!
Inmediatamente me puse de pie y con prisa salí de la sala común, dejando atrás a Ron y Hermione. Corrí a toda prisa por las escaleras, suplicando que no cambiaran de lugar. Corrí lo más rápido que me dieron las piernas hasta llegar a las mazmorras. Apoyé una de mis manos sobre una de mis piernas y la otra en mi pecho; debía recuperar el aliento antes de tocar la puerta. Al normalizar un poco mi respiración, toqué la puerta del despacho de Severus. La puerta se abrió sola dejándome pasar. Al entrar, me encontré a Severus sentado detrás de su escritorio, mientras revisaba algunos apuntes, a la vez que arrugaba el ceño. No pude esbozar una pequeña sonrisa.
-llega tarde, Potter- dijo de forma cortante sin despegar la vista de lo que estaba haciendo
-lo siento, señor- me disculpé por tercera vez en ese día- no volverá a ocurrir
-siempre dice lo mismo, y siempre vuelve a llegar tarde-comentó con algo de acidez en sus palabras
-lo sé y lo siento- esa era la cuarta vez que me disculpaba. Ya empezaba a sentirme como un tonto
-su castigo consiste en lavar todos los calderos-levantó la mirada, logrando que mis piernas temblaran un poco-sin magia-advirtió
Sin decir nada, remangué mi camisa hasta los codos y me acerqué hacia donde se encontraban varios calderos apilados unos sobre otros. La verdad es que se veían muy sucios, pero no tenía más opción que lavarlos a mano.
El tiempo pasaba y poco era lo que había avanzado. La verdad es que eran calderos muy difíciles de limpiar, porque tenían las pociones pegadas a las paredes del metal. A pesar del esfuerzo que requería la limpieza de los calderos, mi mente no podía volver a fantasear como siempre. Cientos de cosas pasaban por mi cabeza. Escenas fruto de mi imaginación se arremolinaban en mi cerebro. Fantaseaba con que él se ponía de pie, caminaba hacia mí, me tomaba de la cintura y empezaba a besar mi cuello haciendo que gimiera sin poder detenerme.
Esa misma mirada que sentí hacía pocas semanas en el banquete de bienvenida, la volvía a sentir hoy. Sabía que tenía los ojos clavados en mí, logrando que me pusiera nervioso y actuara de manera torpe. Debido a los nervios que me ocasionaba, uno de los calderos resbaló de entre mis manos haciendo un gran ruido.
-tenga más cuidado-dijo Severus en un tono que no denotaba molestia, más bien, había sonado como una sugerencia cortés
No dije nada ante eso y continué lavando. Debí inhalar y exhalar repetidas veces para dejar de cometer torpezas y para evitar que se diera cuenta de mi nerviosismo. Su mirada era tan profunda y penetrante que me hacía sentir desnudo. Sentía como si estuviera leyendo mi mente…ese pensamiento me aterró. Yo nunca había sido bueno con la Oclumancia, así que no sabía si él estaba practicando la Legeremancia conmigo sin que me diera cuenta. La idea de que algo así sucediera era verdaderamente espeluznante, porque eso significaba que Severus sabría todo lo que pasaba por mi mente.
Durante todo el resto del tiempo, no moví más partes de mi cuerpo que no fueran mis brazos para así poder terminar de lavar los calderos. En todo lo que quedó de tiempo, solo me dediqué a intentar bloquear cualquier pensamiento que tuviera que ver con él y conmigo.
-ya terminé, señor-anuncié en voz muy queda
-puede retirarse-dijo mirándome a los ojos con intensidad haciendo que mi nerviosismo regresara
-hasta mañana-dije a modo de despedida, pero sin recibir respuesta alguna, y era mejor así…
Corrí por los pasillos y subí las escaleras con rapidez. Solo quería llegar a mi cama para poder pensar con tranquilidad sobre esa duda que me había asaltado.
Al llegar, la sala común ya se encontraba vacía…seguramente ya era tarde. Subí hacía mi habitación y encontré a todos dormidos. Tomé el pijama, me la puse y con prisa me metí entre las sábanas.
Durante unas cuantas horas no dejé de pensar en esa idea que ahora rondaba por mi cabeza. A cada instante me ponía más paranoico. ¿y si Severus sabía todo lo que pensaba? ¿y si sabía todo lo que fantaseaba con él? ¿y si ya sabía que estaba enamorado de él? Esos pensamientos hacían que me pusiera nervioso a más no poder. A eso ya de las 2:00 am, el sueño me venció, pero eso no logró calmar mi mente. Soñaba que Severus se burlaba de mí y de mis sentimientos hacia él, que me decía que no era más que un mocoso que solo pensaba estupideces, haciéndome llorar frente a él y a todos los alumnos que se encontraban en clase de Pociones. Me encontraba desolado y humillado.
Me movía en la cama mientras sudaba frío. Esa pesadilla era mucho más aterradora que las que tenía en la época en la que Voldemort aun seguía con vida.
Con un pequeño grito me levanté de golpe. Mi cuerpo se encontraba sentado sobre la cama, pero sin reaccionar aun. Al darme cuenta de que aun el sol no se veía por la ventana, supuse que todavía era de madrugada. Con el dorso de mi mano derecha sequé el sudor que empapaba mi rostro. Sentía el corazón sumamente acelerado y mi cuerpo temblaba un poco. Puse una de mis manos sobre mi pecho intentado calmar los pensamientos que habían quedado en mi mente tras esa pesadilla.
-no-dije para mi mismo en un susurro-no quiero ser tratado así por ti. Quiero que me ames tanto como yo a ti-hablé lo más quedamente posible para no despertar a ninguno de los que se encontraban durmiendo-de algún modo tengo que lograr que te enamores de mí. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, porque sé que solo contigo sería completamente feliz
Con esas palabras intenté tranquilizarme a mí mismo. Intentaría volver a dormir hasta que fuera la hora de despertar. Con ese pensamiento volví a cerrar los ojos, sumergiéndome en un profundo sueño.