La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El amor que salvó un reino. Capítulo 15. Suena el cuerno de la felicidad

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alisevv

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MensajeTema: El amor que salvó un reino. Capítulo 15. Suena el cuerno de la felicidad   El amor que salvó un reino. Capítulo 15. Suena el cuerno de la felicidad I_icon_minitimeJue Ago 07, 2014 6:54 pm

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Montañas Nubladas
Moribia



Severus se levantó del banco y salió del parque, tomando el sendero que lo alejaba de su cueva, pensando si tendría una mínima posibilidad de escapar de Sirius Black; imaginaba lo que sería lo que su capitán llamaba ‘despedida de soltero’ y no estaba dispuesto a consumir litros de chacha y despertarse con una jaqueca descomunal el día de su boda.

Sin embargo, comprendió que sus posibilidades eran nulas cuando, al llegar a su gruta alrededor de hora y media más tarde, observó un par de guardias esperándolo.

Ambos lo saludaron con aire marcial y uno de ellos habló con tono serio.

—Su Alteza Real, ¿haría el favor de acompañarnos? Lo están esperando.

Suspiro resignado, al parecer el asunto incluso iba a ser más gordo de lo que pensaba. Pero no imaginó qué tanto hasta que llegó a su destino. En un amplio claro habían formado una hoguera inmensa y a su alrededor estaban reunidos lo que, sin lugar a dudas, eran todos los hombres adultos del campamento.

En el centro de la hoguera habían clavado dos estacas, en medio de las cuales colgaba un jabalí, que seguramente habían cazado en los bosques de la falda de las montañas, y cuya carne ya empezaba a emanar un aroma realmente apetitoso. En cuanto a los hombres, lanzaban grandes risotadas mientras se pasaban unos a otros sendos zurrones con bebida; por lo visto, llevaban un buen rato dando buena cuenta de la provisión de chacha del campamento.

—Hombre, hasta que al fin llegas— exclamó un Sirius Black, evidentemente ‘chispeado’, quién lo jaló por un brazo hacia donde estaban reunidos sus hombres de más confianza. Antes de siquiera saludar, se encontró con un zurrón con aguardiente en las manos—. Vamos, Su Alteza— exclamó Sirius, burlón—, tómate un trago, a la salud de tu prometido.

Sonriendo, el Príncipe llevó la bolsa de cuero a sus labios y dio un trago. Riendo, Sirius empujó el zurrón por detrás, obligándolo a prolongar la acción. Después de unos segundos, Severus se logró apartar, tosiendo ante la quemante y prolongada sensación del aguardiente en la garganta.

—¿Acaso te volviste loco?— protestó cuando logró dejar de toser.

Por toda respuesta, Sirius rió de nuevo, antes de decir, burlón, al tiempo que hacía una reverencia:

—Bienvenido a tu despedida de soltero, Alteza.



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Mientras Severus daba vueltas por el campamento, escapando de Sirius, Harry había llegado a la galería de los donceles, donde le esperaba una pequeña recepción. Mientras cenaban, agradecía internamente la presencia de Draco, que lo libraba de ser el único doncel entre el parloteo de las mujeres. Una vez que hubo terminado la cena y Lady Aurora mandó a todos a sus habitaciones, Harry se quedó a solas con Draco y Hermione, sentados ante la mesa del improvisado comedor.

—¿Imaginas lo que fue mi vida aquí hasta que llegaste?— preguntó un sonriente rubio al ver que su amigo respiraba con alivio cuando las demás se alejaron—. Y lo peor es que a partir de mañana vuelvo a mi cruel realidad.

Los otros dos rieron ante el tono de frustración de Draco.

—Lo que tienes que hacer es lograr que Remus te libere pronto de este lugar— comentó Harry, divertido.

—Si claro, como es tan fácil.

—Draco y yo tendremos que esperar a que termine la guerra— ahora el gesto de la chica era muy similar al de su amigo rubio.

—Esperemos que sea muy pronto—musitó Harry.

Todos se quedaron pensativos hasta que Draco habló, animándolos.

—Bueno, no es tiempo de pensar en cosas tristes, mañana es tu boda.

—Así es— secundó Hermione, sacando de debajo de la mesa una botella del delicioso vino casero que preparaban los aldeanos—. Ni vean lo que me costo rescatar esta botella, ¿tienes vasos limpios?— al ver que los otros dos la miraban, asombrados, levantó una ceja—. ¿Qué pasa? Mamá siempre dice que el vino casero es terapéutico— mientras reían, alcanzó tres vasos y los miró con filosofía—. No están demasiado limpios pero servirán.

Mientras conversaban alegres, la  botella fue rebajando hasta que, media hora después, Harry se levantó con una sonrisa.

—Mejor me voy a acostar o mañana no habrá quien me levante— dio un tierno beso a su hermana y un apretón de manos a Draco—. Será mejor que me imiten, sino Lady dragón vendrá a mandarlos a camita como si tuvieran cinco años— sonrió, divertido—. Tendrían que haber visto la cara que puso Severus cuando Lady Aurora fue a buscarme.

—Lo puedo imaginar— Draco se unió a la hilaridad general—. Sí, creo que tienes razón y es hora de acostarnos.

Cuando Harry entró a su habitación, se dio cuenta que en realidad no tenía nada de sueño, así que se dirigió a su baúl y sacó sus tesoros más preciados: las cartas de Severus y las hojas con las historias que su prometido le había ido escribiendo mientras estuvieron enojados. También rebuscó y sacó una foto de sus padres.

Corrió a su cama y, dejando el resto de sus preciados tesoros a un lado, fijó su mirada en los rostros de sus padres, que desde el blanco y negro de la foto, le miraban sonrientes. Cuanto le hubiera gustado que pudieran estar con él en ese momento, los necesitaba tanto.

Dando un beso a la foto, la colocó bajo su almohada y se acomodó, dispuesto a leer las palabras amorosas de sus cartas hasta caer dormido y soñar con su hermoso príncipe de historia de aventuras.



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Severus se acercó a Remus, quien sonriente, observaba como Sirius jugaba un pulso con hombre alto y fornido, ambos tan tomados que cada vez que hacían un movimiento brusco, caían al piso y tenían que empezar de nuevo.

—Menos mal que la boda es en la tarde— comentó Severus, sentándose al lado del hombre de cabello castaño—, sino creo que me quedaba sin padrino.

—Pobre Sirius— convino Remus—. Mañana no va a aguantar la cabeza, y poco conozco a mi sobrina o va a lograr que lo saquen de la cama a primera hora— en silencio, miró al Príncipe por un buen rato—. Severus, voy a poner la vida de Harry en tus manos, cuento con que lo cuides y lo hagas feliz.

Las negras esferas lo miraron con sinceridad, jurando lo que el Príncipe ratificó con palabras.

—Pongo mi vida en prenda; haré hasta lo imposible para que Harry sea la persona más feliz del mundo. Lo juro.



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Frontera con Moribia
Turquía


Seamus Finnigan se detuvo a un lado del camino y oteó el horizonte. Apenas estaba amaneciendo y el frío hizo que se arrebujara en la sucia y desgastada capa que llevaba, en un intento infructuoso por entrar en calor.

Además del frío, su pobre estómago gritaba de hambre, una de las deplorables consecuencias del disfraz que se había visto obligado a usar. Pese a ello, no se quejaba, gracias a eso había logrado llegar sano y salvo a Turquía.

Seamus era un hombre de unos dieciocho años, alto y delgado, un huérfano que había pasado toda su vida viviendo en las calles y los caminos, y conocía Moribia como a la palma de su mano. Tres años antes, Bill Weasley lo había capturado mientras intentaba robarle, y compadeciéndose del chiquillo, lo había tomado bajo su protección. En cuanto cumplió los dieciocho, pocos meses antes del ataque de Lucius Malfoy, se había unido a la guardia moribiana, convirtiéndose en uno de sus mejores mensajeros, sino el mejor.

Pese a ello, cuando había conversado con William Weasley sobre su misión, habían concluido que su mejor oportunidad era llegar hasta la frontera haciéndose pasar por un mendigo leproso.

La mayoría de los Moribianos, especialmente aquellos de clases más bajas, seguían considerando que la lepra era altamente contagiosa, y evitaban acercarse a los leprosos, quienes en su gran mayoría, residían en un leprocomio cerca de Anktar.

Sin embargo, de tanto en tanto, se encontraban algunos enfermos que, huyendo del encierro, vagaban por los caminos, anunciando su enfermedad haciendo sonar una campanilla, como en épocas antiguas. Eran pocos, y vivían de las pocas buenas personas que, superando el temor, se acercaban a darles un mendrugo de pan o un cuenco con agua.

Después de asegurarse que nadie lo veía, Seamus se acercó a un arroyo cercano y, quitándose la capa con capucha, empezó a restregar su rostro con fuerza, eliminando los restos de colorantes naturales que habían usado para imitar las típicas póstulas de la lepra. Un buen rato después, completamente aseado, se levantó y respiró profundamente. Aún le esperaba un largo viaje hasta Estambul, pero contaba con conseguir un caballo y algo de comida en algún pueblo cercano. Y si tenía suerte, hasta una jarra de vino y un catre donde descansar. Animado por ese pensamiento, se puso de nuevo la capa para protegerse del frío, giró a la derecha y comenzó a caminar.



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Montañas Nubladas
Moribia



Harry se despertó a media mañana sintiéndose espléndido, luego de haber pasado la noche inmerso en gratos sueños con Severus. Y supo cuan gratos habían sido, al notar una sensac¡ón muy especial en la parte baja de su cuerpo, cosa habitual luego de tener una de esas ardientes fantasías.

Bajando la mano, empezó a acariciar su endurecido miembro, imaginando que era la mano de Severus quien lo hacía. Temblando de excitación, y un tanto abochornado ante el abrumador pensamiento, recordó que era más que seguro que esa misma noche su deseo se viera plenamente cumplido.

El pensamiento, le llevo a otro que le había estado preocupando los últimos días. Conocía las reacciones de su cuerpo, y por tanto, las reacciones que tendría el cuerpo de su pareja; sin embargo, tenía algunas dudas, especialmente en lo referente a como podría satisfacer plenamente a Severus.

Si su padre hubiera estado con él, le hubiera podido explicar todo al respecto, siempre había tenido total confianza con su progenitor. Con su tío, por el contrario, y pese a que lo adoraba, no se había atrevido a hablar del asunto, le daba demasiada vergüenza. Pero en unas horas sería un hombre casado y no podía dar más largas al asunto, tendría que hablar con Remus.

Viendo que ni sus inquietantes pensamientos habían conseguido calmar su excitación, se levantó de la cama con la intención de darse un baño, resolver el pequeño problema, e ir a hablar con su tío. Tomando una de las piezas de tela que le serviría para secarse y jabón, salió de su gruta y se encaminó al baño común, sonriendo con satisfacción al pensar que seguramente estaría vacío a esa hora.

Luego de salir fresco y aliviado, pensando que luego de hablar con su tío podría buscar a Severus para almorzar juntos, se dirigía a la salida cuando una conocida voz detuvo se camino.

—¿A dónde crees que vas, jovencito?

Se giró y miró a su dama de compañía con una sonrisa radiante.

—Buenos días, Lady Aurora, ¿cómo amaneció?

—Muy bien, gracias, ¿y tú?— contestó la mujer, sonriendo a su vez.

—Excelente. Y sobre su pregunta, iba a hablar con mi tío y luego almorzar con Severus.

—Nada de eso— negó la dama, terminante—. No puedes ver a Su Alteza hasta la hora de la boda.

—Pero, Lady Aurora…

—Es la tradición— lo interrumpió ella, terminante.

—Pero tengo que hablar con tío Remus— siguió protestando el joven.

—Y Lord Remus también quiere hablar contigo, esta mañana vino un mensajero para que le avisáramos en cuanto despertaras. Pueden hablar aquí— terminó, señalando las mesas donde la noche anterior habían cenado.

—No es necesario, yo puedo ir a buscarlo— Harry hizo un último intento, no le hacía gracia esperar un montón de horas para poder ver a Severus.

—Sí, claro, que desprendido. No nací ayer, Lord Harry, sé por qué quieres salir, que no soy tonta. Tendrás que esperar hasta la ceremonia. Y ahora, si me permites, voy a pedir que avisen a Lord Lupin.

La mujer se encaminó hacia la entrada y Harry se sentó en una de las sillas, enfurruñado. Cuando regresó, Lady Aurora, sonriendo internamente, se acercó a él.

>>En unos minutos vendrá tu tío, puedes esperarlo aquí. Mientras, debo ir a terminar unas cosas.

Mientras veía como ella entraba en su gruta, Harry empezó a imaginar terribles venganzas hacia la dama. Quien sabe, quizás podría lograr que Severus la pusiera a hacer guardias nocturnas.

—Harry, ¿por qué luces tan contrariado?

El joven levantó la cabeza ante la preocupada voz de su tío, y se sorprendió al darse cuenta que ni siquiera le había escuchado entrar. Sonrió, para que el hombre de ojos dorados se tranquilizara.

—No es nada, sólo estaba pensando en la mejor forma de deshacerme de Lady Aurora. Dice que por no sé qué loca tradición, no puedo ver a Severus hasta la boda.

Remus se echó a reír, divertido y enternecido.

—Ya faltan pocas horas— lo consoló, sentándose en una silla a su lado—. Y Lady Aurora tiene razón, en Inglaterra los novios tampoco se pueden ver hasta la hora de la ceremonia.

—Pero parezco preso, cuando le dije que quería hablar contigo, me replicó que tú vendrías aquí.

—Sólo unas horas— repitió el mayor—, luego sólo dependerás de tu esposo— Harry se ruborizó y Remus sonrió, antes de agregar—: ¿Y qué querías hablar conmigo?

El rubor del joven aumentó a grados importantes.

—Bueno… verás, tío…— dudó un segundo, respirando para darse ánimos, antes de proseguir—. Verás, yo quería hablar sobre… bien… sobre mi relación marital con Severus. Es qué…

Al ver que su sobrino se detenía, sin animarse a terminar de decir lo que le preocupaba, Remus puso una cálida mano sobre su hombro.

—De hecho, llevo días esperando que iniciaras esta conversación.

—¿Cómo?— Harry lo miró, extrañado—. ¿Por qué no me dijiste?

—Quería dar tiempo a que saliera de ti— explicó Lord Remus—. Pero como no te animaste, esta mañana decidí venir a conversar contigo— al ver que el chico bajaba la cabeza, avergonzado, puso un dedo bajo su barbilla, impulsándolo a alzarla, y lo miró fijamente a los ojos—. Harry, te quiero con todo mi corazón, a ti, a Hermi y a Neville. Puedes confiar en mí para lo que sea, yo siempre voy a estar aquí para ti.

Harry asintió en silencio, los ojos llenos de lágrimas contenidas, antes de abrazar a su tío con afecto. Luego de un rato, se separaron y Remus enjugó una lágrima del rostro de su pequeño.

>> Entonces, ¿qué quieres saber?



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Ciertamente, Hermione y Draco habían elegido para la ceremonia el sitio más espectacular de todo el campamento. Teniendo de fondo la vista del cielo azul y las imponentes montañas, habían colocado un hermoso altar hecho de troncos y adornado con guirnaldas de ramas y piñas de pino, y frutos secos provenientes de los árboles cercanos: castañas, nueces, avellanas, almendras.

Cerca del altar, habían colocado dos rústicos reclinatorios, si así podían ser llamados, hechos con madera labrada por los artesanos del campamento, y dos sencillos bultos de paja, que las agradecidas manos de las mujeres habían adornado con unas cintas color azul noche.

De allí, dos largas guirnaldas, muy semejantes a las del altar, formaban los lados del camino que debería recorrer Harry para llegar a los reclinatorios.

Todo era sencillo y rústico, dados los pocos recursos de que disponía la gente del campamento, pero había sido realizado con tanto cariño y afecto hacia quien consideraban su legítimo monarca y su prometido, que formaba un conjunto dotado de una belleza irreal.

Mirando todo con completa satisfacción, Severus conversaba con Sirius y Theodore Nott, cuando éste último frunció el ceño, mirando hacia el camino con extrañeza.

—¿Y eso?

Severus y Sirius giraron hacia la dirección que miraba Nott. Sorprendidos, observaron la imponente figura de Zulub Hagrid, seguidos de una buena cantidad de guerreros morib.

—Le mandé una invitación verbal con uno de los morib que estuvo aquí la semana pasada— comentó Severus—, pero nunca creí que vendría.

—Y muy bien acompañado— bufó Sirius a su lado—. Si se quedan a la fiesta, van a acabar con nuestras provisiones de aguardiente.

—Y de comida— agregó Theodore Nott.

Riendo internamente ante la compungida queja de sus amigos, Severus se adelantó sonriente a recibir al jefe de los hombres de las altas montañas.

Salud, Zulub Hagrid. Es un honor que aceptara mi invitación.— saludó, tendiendo su mano.

Salud, Príncipe, gracias por la invitación— la mano de Severus se perdió en la inmensa diestra que la estrechaba. Cuando acabó el saludo, el jefe morib miró en derredor—. ¿Y su pareja? Quisiera saludarlo.

Le estamos esperando. No puede venir hasta el momento de dar inicio a la ceremonia— explicó Severus.

Extrañas costumbres— comentó Zulub Hagrid antes de hacer una seña a dos de sus hombres para que se adelantaran—. Les traje unos regalos de matrimonio. Estas pieles son para Harry— a ese punto, algunos asistentes a la ceremonia se habían acercado y todos contuvieron el aliento antes las pieles más impresionantes que habían visto en su vida—. Para su cueva.

Es un honor recibir tan valioso obsequio
— agradeció Severus con solemnidad.

En cuanto a mi regalo para ti, son ellos— continuó Zulub Hagrid, señalando a sus hombres—. El Consejo de Ancianos dio su aprobación para unirnos a su lucha. ¿Cuándo piensa atacar el palacio, retomar el poder?

En cuanto tengamos suficientes recursos para lograrlo
.—replicó Severus, que apenas podía creer lo que oía.

Mis hombres se quedarán a ayudar, por lo pronto. En cuanto decidan atacar el palacio, manden aviso con uno de ellos y todos los demás bajaremos a luchar

—Mierda, Severus, cómo lo lograste— siseó Sirius en voz baja.

Ignorando el comentario, el Príncipe siguió mirando al enorme morib.

Muchas gracias, Zulub Hagrid, es el mejor obsequio que podía recibir el día de hoy. Ahora los invito a unirse a nosotros, pronto mi prometido llegará y empezaremos la ceremonia.

—Increíble, se unieron a la lucha— musitó Sirius, anonadado, en cuanto el hombre se alejó.

Todos clavaron su mirada en Severus, esperando que confirmara las palabras del Capitán.

—Sí, es cierto, decidieron apoyarnos con sus guerreros. De hecho, los hombres que le acompañan se van a quedar en el campamento— declaró el Príncipe, antes de mirar a Sirius—. ¿Cómo fue que entendiste?

—Hermi me ha hecho estudiar todos estos días. No entendí mucho pero sí lo suficiente— explicó—. Es la primera vez que me alegra que me haya obligado a aprender la lengua morib.

—Pues me parece una excelente idea— dijo Severus—. Ahora que los morib van a convivir aquí, debemos lograr que varios de nosotros puedan comunicarse con ellos.

—¿Pero cómo vamos a alimentar a todos esos hombres?— preguntó Nott, con el ceño fruncido—. Ya resulta bastante complicado alimentar a los nuestros.

—No creo que eso sea problema— intervino Alastor Moody, que había llegado después que los moribs y se acercó a tiempo para escuchar la pregunta—. Esa gente dejó en el campamento sus caballos y una carreta llena de provisiones.

—¿También aguardiente?— preguntó Sirius.

—En grandes cantidades— confirmó Alastor.

—¡Gracias, Dios!

Mientras todos reían de la exclamación de Sirius, el sonido de un cuerno retumbó en el frío invernal, y su anuncio fue respondido por dos cuernos más. Sin darse cuenta, Severus se estremeció de ansiedad.

—Amigo— dijo Sirius, palmeando su espalda—, es mejor que vayamos al altar, Harry viene en camino.

Asintiendo con rostro solemne, Severus caminó hacia el altar, donde ya se había ubicado el vicario. Minutos después, dos pequeños de unos siete años llegaban al camino de guirnaldas, la niña llevando una cesta con Edelweiss y el niño un cojín similar al de los reclinatorios, aunque algo más pequeño, sobre el que se posaban dos anillos de plata, hechos en las forjas del campamento. Detrás avanzaba Harry dando el brazo a Hermione, vestido con un traje de campesino y un sencillo abrigo, y Severus pensó, extasiado, que nunca lo había visto más hermoso que en ese momento. Cerraban la comitiva Draco, del brazo de Remus, declarando de esta forma su compromiso ante todos, y Lady Aurora junto a las doncellas casaderas del campamento.

En cuanto el cortejo entró al camino, dos violines empezaron a desgranar sus notas, que sonaban aún más hermosas entre el bramido del viento al golpear contra las rocas. Cuando Harry llegó cerca del altar, Severus estiró su mano firme y el joven se aferró a ella con su vida. Se miraron con profundo amor y sonrieron, antes de ubicarse frente al vicario, con Draco y Sirius al lado de Severus, y Hermione y Remus al lado de Harry.

Cuando empezó la ceremonia, todas las voces se silenciaron, pendientes de cada palabra pronunciada por el anciano vicario. Y cuando Severus se giró hacia Harry para recitar sus votos, incluso el ruido del viento pareció atenuarse.

—Harry, en esta ceremonia te entrego mi corazón y mi alma, y juro amarte y respetarte por toda la eternidad— Severus extendió las manos con las palmas hacia arriba—. Ahora no tengo nada que ofrecerte, mis manos están vacías, pero juro que empeñaré hasta mi último aliento para, algún día, poder conquistar todo lo que tú y mi pueblo merecen.

—Severus, yo también juro que te amaré y respetaré mientras mi alma inmortal subsista— el joven puso sus manos, palma contra palma, sobre las de su pareja—. Tus manos no están vacías ni lo estarán nunca mientras quede un soplo de vida en mí. Tú y nuestro pueblo van a poder contar conmigo por siempre. Te adoro, mi amor.

Luego de los votos, intercambiaron las alianzas y giraron nuevamente hacia el hombre de Dios, quien los bendijo con una sonrisa, diciendo en voz alta y clara:

—Yo los declaro unidos en matrimonio.

Al tiempo que Severus abrazaba a Harry y se besaban con profundo amor, una multitud de vítores y aplausos surgió de los que observaban, y los hombres que quedaban de la antigua Guardia Real, se ubicaron a ambos lados del camino, con sus sables en guardia y posición marcial, en clara actitud de respeto y obediencia hacia sus soberanos.

Harry se colgó del brazo de su flamante esposo y, sonriendo, ambos empezaron a marchar por el camino. Al pasar al lado de William Weasley, Harry le dedicó una sonrisa amistosa; sabía que, pese a todo, el pelirrojo siempre sería un hombre honesto y leal, e internamente, rogó porque un día pudiera encontrar una persona que lo hiciera feliz.

Y aferrando con más fuerza el brazo de su príncipe, agradeció al cielo porque él ya era completamente feliz.



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La fiesta de bodas se había celebrado en el comedor general, pues las temperaturas de inicios de diciembre eran demasiado bajas, especialmente para los ancianos y niños. Harry y Severus habían comido, bailado, brindado y estrechado un sinnúmero de manos que les deseaban felicidad.

Luego de un par de horas, mientras Harry conversaba con Hermione y Draco, Severus se había acercado a Sirius y le había lanzado una amenaza bastante directa.

—Harry y yo nos vamos a ir. Más te vale que nadie nos siga, o te haré responsable de cualquier broma que pudiera ocurrir, y te voy a mandar tanto trabajo que no vas a poder ver a Hermione hasta Año Nuevo.

—¡¿Oye, y yo por qué?!— exclamó el Capitán con cara de inocencia.

—Nos conocemos, Sirius, quedas advertido. Tienes quince minutos para deshacer lo que sea que tenían planeado.

Sonriendo internamente al ver la cara de frustración de su amigo, Severus se dirigió hacia Harry para invitarlo a bailar. Exactamente quince minutos más tarde, ambos se escabullían mientras Sirius intentaba explicar a un buen grupo de amigos frustrados, que era más saludable para todos, especialmente para él, que los novios llegaran a su cueva sin percance alguno.

Momentos después, acalladas las protestas, los invitados reían de nuevo. Todos excepto un hombre pequeño, que fruncía el ceño mirando hacia la salida, por donde acababan de desaparecer los nuevos esposos.

“Demonios, esto lo tiene que saber Lord Malfoy”. Ése era un pensamiento que había estado atormentándolo desde que la noticia del matrimonio había empezado a correr por el campamento dos semanas antes. “¿Pero cómo me escapo a verlo?”



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Severus D. Snape….. Príncipe Heredero de Moribia
Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe
Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono
Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio
Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin
Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus.
Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black
Bill Weasley………..Soldado del Reino de Moribia, eterno enamorado de Severus
Lady Aurora………. Dama de compañía de las doncellas y donceles del campamento.
Zulub Hagrid…….. Jefe de los moribs
Alastor Moody…… Cazador, uno de los jefes rebeldes al mando de Severus
Theodore Nott…… Otro de los jefes de los rebeldes
Seamus Finnigan….Mensajero perteneciente a la guardia moribiana.
Nicolás Flamel…… Vicario




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