La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  El amor que salvó un reino. Capítulo 24. Al rescate de los que faltan

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alisevv

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MensajeTema: El amor que salvó un reino. Capítulo 24. Al rescate de los que faltan     El amor que salvó un reino. Capítulo 24. Al rescate de los que faltan I_icon_minitimeJue Mar 10, 2016 6:12 pm

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Palacio de Piedra
Anktar-Moribia



—Entonces, tío Remus, ¿cómo es tu prometido?— preguntó Neville, mientras ambos hombres cepillaban con cuidado sus respectivas cabalgaduras; de su paso por la milicia, habían aprendido que ésa era una tarea que un buen soldado no debía cederle a nadie más, bajo ninguna circunstancia.

La mano que sostenía el cepillo quedó en el aire, mientras el futuro Conde de Lupin perdía la mirada en la nada, sonriendo con ternura por primera vez desde que se había enterado que su pareja no estaba en el castillo.

—Es hermoso— musitó al fin—. Por fuera y por dentro. Es rubio, con unos ojos grises increíbles, y un cuerpo… ¡Dioses!— mientras Neville sonreía, Remus reemprendió su tarea de cepillado—. Es un tanto altanero— sonrió nuevamente—, con un porte aristocrático que ríete tú de nuestros amigos de Londres, pero tiene un corazón enorme. También es algo peleón, la vida a su lado no va a ser aburrida, eso seguro.

—Lo amas mucho— más que una pregunta las palabras de Neville encerraban una afirmación.

—Con todo mi corazón— contestó Remus con sinceridad, antes de mirar a su sobrino con una ceja alzada—. ¿Y qué me dices de ti?

—¿Yo de qué?— replicó el otro, haciéndose el desentendido.

—Te conozco desde que naciste, estás realmente interesado en acompañarnos y no creo que sea por Draco porque no lo conoces.

—Pero es tu prometido.

—Sí, pero algo me dice que tu interés tiene algo que ver con el otro muchacho, cómo es que le llamaron... ¿Blaise, cierto? ¿De qué conoces a ese muchacho? ¿De la India, acaso? ¿Un antiguo enamorado?

—Tío, te recuerdo que me gustan las chicas— objetó Neville, sonriendo, su tío lo estaba acorralando como cuando era pequeño y cometía una travesura. Al ver que el otro le seguía mirando fijamente, se dio por vencido—. Vale, conocí a una joven en Turquía, y me habló de un primo suyo cuyo padrastro era el Sultán de Mejkin. Ella estaba muy preocupada por él.

Mientras colocaban las mantas y las sillas en las monturas, el joven le narró todo lo que le había contado Luna en Estambul.

—Vaya, parece que ese Sultán es más peligroso de lo que pensábamos— comentó Remus, frunciendo el ceño—. Ahora más que nunca es indispensable que rescatemos a los muchachos antes que lleguen a la frontera.

Neville iba a contestar cuando lo interrumpió la precipitada entrada de Charlie a las caballerizas. El joven pelirrojo se dirigió presuroso hacia ellos.

—Los hombres están listos, podemos partir en cuanto digan— informó.

—¿Vas a venir con nosotros?— preguntó Neville, intrigado, sabía que el joven no estaba pasándola muy bien por los momentos.

—Sí.

—Charlie, no quiero contradecirte— musitó Remus, cauteloso—, pero has pasado por un trago muy amargo. ¿Estás seguro que quieres venir?

El joven los miró fijamente, ora a uno, ora a otro.

—Draco es mi amigo, y era muy amigo de Bill. Estoy seguro que si él estuviera aquí, también iría.

Remus le agradeció con un leve asentimiento de cabeza.

—En ese caso, andando.



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Severus caminaba con premura a través de los largos pasillos del palacio. Aunque lo único que su corazón deseaba era estar al lado de su pequeño, su reino era un completo desastre en ese momento, y muy a su pesar se había visto obligado a pasar interminables horas resolviendo los innumerables problemas a los que se tenía que enfrentar, y sólo ahora, al final del día, había logrado liberarse de sus obligaciones.

Entró a la antesala de sus aposentos y, parado frente a la puerta de sus habitaciones, respiró profundo para serenarse, no quería que su agitación fuera a perturbar de algún modo a Harry. Anhelaba que estuviera consciente, aunque su corazón dolía de sólo imaginar que hubiera despertado y él no hubiera estado a su lado.

Empujó la puerta suavemente y entró con pasos cuidadosos. La habitación estaba en semipenumbra, apenas alumbrada por un débil quinqué, y sentada en una silla a un lado de la cama, Hermione dormitaba con la mano de Harry entre las suyas y la cara apoyada en el colchón, mientras su hermano descansaba con expresión relajada.

Sonriendo con ternura ante la imagen, se acercó a la joven y susurró suavemente para no sobresaltarla:

—Hermi…Hermione— suavemente la zarandeó por un hombro—. Hermione.

La chica se despertó y, levantando la cabeza, miró al hombre, un tanto desubicada.

—¡Dios, cómo pude dormirme!— exclamo, antes de girarse para verificar que su hermano estuviera bien.

—No te preocupes, duerme tranquilo— tendió su mano hacia ella—. Ven, vamos a hablar en la salita— al ver que la joven se mostraba renuente, insistió—. Será sólo un momento, Harry va a estar bien.

Asintiendo, le dio la mano y se levantó, dejando que la guiara hasta una cómoda butaca de la salita, mientras dejaban la puerta abierta para poder escuchar en caso que Harry despertara.

>>Perdona por no llegar hasta ahora— se disculpó el Príncipe—. Ha sido un día de locos.

—Lo entiendo perfectamente, no te preocupes— le contestó con una sonrisa cansada.

—¿Y Rowena no te iba a ayudar?

—La pobre ya es mayor y estaba agotada. Vendrá mañana temprano, así yo podré dormir un poquito más. ¿Te quedarás hasta que ella venga?

—Sí, no te preocupes por eso— le palmeó suavemente la mano—. ¿Cómo pasó el día Harry?

—Bastante bien. La fiebre no ha vuelto a subir y su sueño ha sido sereno. El doctor Karkaroff estuvo en la tarde y dijo que todo marchaba bien.

—Lo sé, fue a hablar conmigo al despacho— Severus la miró con ternura. Sin Remus y Neville en palacio, él, como esposo de Harry y miembro de la familia, pasaba a ser responsable directo de su bienestar—. Ahora quiero que vayas a comer algo y a descansar. Sirius va a venir enseguida para acompañarte al comedor, donde justo ahora están Lady Aurora y las muchachas. Luego ella te conducirá a tus habitaciones.

La joven le sonreía agradecida cuando se escucharon unos toques discretos en la puerta.

>>Ahí está tu caballero andante— musitó, antes de agregar en voz un tono más alto—. Adelante.

El rostro de Sirius Black también mostraba las profundas huellas del desgaste físico y emocional por el cual había atravesado durante los últimos días. Con un suspiro de alivio, se sentó al lado de su novia, tomó su mano y le dio un suave beso.

—¿Cómo sigue Harry?

—Según Hermione, durmió tranquilo todo el día, y el doctor Karkaroff dice que todo marcha bien— explicó Severus.

—Gracias a Dios— el Capitán miró a su prometida—. Preciosa, te ves agotada.

—Vaya, muchas gracias— bromeó la joven, y los hombres rieron suavemente.

—Sirius, por favor, acompáñala al comedor.

—Con gusto— se levantó presuroso y se inclinó hacia Hermione con galantería—. Me concede el preciado honor de su compañía, Milady.

—Payaso— rió la muchacha, permitiendo que le ayudara a levantarse—. Severus, en la mesita de noche hay un frasco con una poción roja, Harry debe tomar una cucharada a las tres de la mañana

—Entendido, capitana— el Príncipe le sonrió y luego miró a Sirius, con una expresión de advertencia—. Hasta el comedor— recalcó con tono serio—. Y luego la dejas con Lady Aurora.

—Te estás tomando tu papel de nuevo hermano mayor al pie de la letra, ¿sabes?— replicó Sirius con frustración.

—Lo sé— Severus sonrió burlón—. Váyanse ya, Hermione está agotada.

Cuando la puerta se cerró tras la pareja, Severus regresó a su habitación. Luego de mirar con ternura la frágil figura en la cama, se dirigió a tomar una camisola de dormir. Antes de subir, había pasado por la sala de baños real, una habitación pequeña que usaban los miembros de la familia y cercanos, y que estaba contigua a la sala de baños principal que usaba el resto de los habitantes del castillo. Por fortuna, la zona de calderas no había sido dañada por el asalto y había podido darse un relajante baño caliente.

Con cuidado, apartó las cobijas de un lado y se deslizó dentro de la acogedora cama. Como si aún en sueños Harry detectara su calor, el chico se acercó y se acurrucó contra su cuerpo. Con una sonrisa, Severus pasó un brazo por sus hombros y lo estrechó contra él.

No sabía cuanto tiempo había pasado, probablemente mucho, aunque a él, ante la felicidad de tener de nuevo a Harry entre sus brazos, se le había pasado en un suspiro, cuando sintió un suave movimiento a su lado.

Emocionado, observó como los juveniles párpados luchaban por abrirse, mientras el durmiente intentaba espantar el sueño. Mientras Severus observaba ansioso, conteniendo la respiración sin percatarse de ello, al fin los párpados se alzaron y dejaron libres a dos preciosas esmeraldas que lo miraban con confusión.

—¿Sev?— la débil voz salió con dificultad

—Sí, mi amor— el hombre besó su frente para después acunarlo suavemente en sus brazos—. Soy yo, estamos juntos.

—Sev— las lágrimas incontenibles se deslizaron por las pálidas mejillas.

—Ya, mi pequeño, no llores— al ver que el joven intentaba decir algo, puso un elegante dedo en sus labios—. No hables, estás muy débil aún.

—Agua.

Sin dejar de sostenerlo, el hombre tomó un vaso de la mesita de noche y se lo acercó a los labios, permitiéndole que tomase un sorbo.

—Poco a poco.

En cuanto hubo saciado su sed, Harry miró a su pareja con cierto temor.

—¿Nuestro bebé?

—Está bien— lo tranquilizó el hombre—. Tuviste un pequeño problema pero ya estás mejor, sólo necesitas reposar y tomar tus medicinas.

—¿Y Draco?— exclamó ansioso—. Malfoy… él se lo llevó. ¿Lo rescataron?

Severus tardó unos segundos en responder.

—Lograron salir del castillo, pero ya fueron a buscarlo, pronto lo traerán de regreso

—Perdón— las lágrimas volvían a brotar incontenibles y Severus le miró, extrañado—. El bebé… Draco…Yo… los puse en… peligro. Perdón.

—No, mi niño— de nuevo lo acunó al entender lo que estaba sintiendo el joven en ese momento—. No fue tu culpa, mi amor. A nuestro bebé lo defendiste hasta el fin, está vivo gracias a ti. Y Draco pronto va a estar con nosotros. Y no fue tu culpa sino de Malfoy.

—Pero yo…salí… y tú dijiste que no…— enterró el rostro en el cálido pecho—. Perdón.

—Ya, mi amor, ya— susurró la suave voz reconfortante—. Todo pasó, nuestro bebé va a estar bien y Draco también. Shhh.

Las palabras dulces siguieron mucho rato, hasta que relajado y agotado, el joven de ojos verdes volvió a caer en un profundo sueño.



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Sirius y Hermione caminaban lentamente por los pasillos del palacio, al fin y al cabo, como había dicho Sirius con una traviesa sonrisa, Severus había ordenado que fueran directo al comedor pero no especificó en cuanto tiempo.

Hermione se apoyaba con absoluta confianza en el firme brazo de su prometido, mientras éste acariciaba su delicada mano con suavidad.

—Pocos días como éste y moriré prematuramente— comentó el Capitán con un suspiro cansado.

—Fue muy difícil, ¿cierto?

—No tienes idea— musitó el hombre—. Tanta gente muerta o herida, por ambos lados, los médicos no se han dado ni un respiro— comentó al tiempo que giraban hacia un pasillo lateral.

—Y ahora viene un proceso duro, enterrar a los muertos y confortar a la familia.

—Sí, y reconstruir el país. Anktar está medio en ruinas, mayormente producto de varios incendios, algunos de los cuales tardaron horas en ser controlados; y el Castillo de Piedra, ya lo has visto, pasará un buen tiempo para que pueda recuperar su antiguo esplendor.

—¿Y los que apoyaron a ese horrible hombre?— preguntó la chica—. ¿Qué van a hacer con ellos?

—Los calabozos están repletos, pese a que muchos de ellos fueron enviados a la cárcel principal— explicó el joven, ayudándola a bajar las escaleras—. Ahora empezará el proceso de los juicios.

—¿Los condenarán a muerte?— Hermione no pudo evitar estremecerse al recordar el destino de Peter Pettigrew.

—A la mayoría, probablemente sólo los condenarán a prisión; pero sí, para los cabecillas que no murieron, como Argus Malfoy, seguramente la sentencia será a muerte. Y por supuesto, también para Lucius Malfoy, cuando lo traigan.

—Dios quiera que lo atrapen y rescaten a Draco— fue el deseo expresado con un tono acongojado y preocupado.

—Lo harán, princesa. Tenlo por seguro.

—Dios, Sirius, necesito tanto a mis padres, desearía que estuvieran aquí.

—De lo poco que los conozco, apostaría que en cuanto recibieron el telegrama de Neville embarcaron, ya deben venir en camino.

—Seguramente. Ojala no tarden mucho.

—Yo también lo espero, para que tú estés más tranquila y porque me muero porque nos casemos— jaló ligeramente a la joven y se escondieron tras una gruesa columna. Segundos después, el hombre tomaba ansioso la dulce boca de su prometida. Se besaron largo rato, hasta que la necesidad de seguir respirando para vivir, les hizo apartarse, jadeantes—. Te adoro, y voy a ser el hombre más feliz del mundo, cuando seas definitivamente mía.

Hermione bajó los ojos, ruborizada, y Sirius se inclinó y la volvió a besar. Quien sabe cuándo podría volverlo a hacer, con todas esas cacatúas rondándola todo el tiempo. Odiaba el agobio de la vida en palacio, y definitivamente iba a extrañar el tiempo en las montañas, por más de una razón.



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Un lugar cualquiera
Noreste de Moribia



—¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?— preguntó Lucius, acercando su caballo a la carreta que conducía Crouch.

Había sido un día largo y difícil. Luego de asaltar la finca, y atar y amordazar a sus residentes, un par de ancianos demasiado asustados para oponer resistencia, se habían llevado dos caballos y una carreta, que parecía ser lo único de valor que poseía esa pobre gente. También habían cargado con agua, comida y todas las mantas que pudieron encontrar. Habían montado a Draco y Blaise en la carreta, cual un par de simples fardos, y habían proseguido su camino en dirección a la frontera.

—Ya anocheció y estoy cansado— contestó el otro con un gruñido—. Será mejor que busquemos un lugar para pasar la noche.

—No nos podemos retrasar, ya debieron salir a buscarnos.

—Pues a menos que quieras desnucarte cuando tu caballo tropiece con una piedra, o ser atacado por un animal salvaje, será mejor que nos quedemos por aquí— la replica fue un bufido molesto pero lo ignoró—. Vamos a salir del camino, entre los árboles podremos protegernos mejor.

Luego de decir esto, se bajó de la carreta y guió al caballo que tiraba de ella para que penetrara en el bosque, adentrándose en su espesura, siendo imitado por Lucius al poco tiempo, no era buena idea cabalgar por un bosque lleno de raíces en medio de esa oscuridad.

Luego de unos quince minutos de marcha, se detuvieron en un lugar que se veía bastante protegido entre los árboles.

—Mierda que frío hace— se quejó Lucius mientras se dirigían a la parte de atrás de la carreta. Cada uno tomó los pies atados de uno de los muchachos y los bajaron, para luego quitarles la mordaza que les habían puesto, en prevención de que hubieran gritado por ayuda.

Los jóvenes empezaron a boquear llenando sus pulmones de aire, mientras Draco maldecía internamente. Era la segunda vez en pocos días que lo llevaban amordazado y atado en una asquerosa carreta.

—¿Tuvieron buen viaje?— preguntó Crouch con burla.

Ambos lo miraron con desprecio pero no respondieron. Draco sólo miró a Lucius y alzó la cabeza con dignidad, su padre podría quitarle todo pero su orgullo no se lo iba a arrebatar.

—¿Podrían desatarnos los pies?— preguntó fríamente.

—¿Y eso cómo por qué?— Lucius alzó una ceja.

—¿Quizás porque necesitamos mear?

Ante la arrogancia en la respuesta del joven rubio, Crouch lanzó una carcajada.

—Vaya que es gallito tu hijo— la burla impregnaba su voz—. Lástima que pronto vas a tener que aprender a obedecer— se acercó peligrosamente y nuevamente llevó su asquerosa mano a la altura de su entrepierna. Draco dio un respingo, apartándose—. ¿Qué pasa, no dices que necesitas mear? Yo te voy a ayudar.

—No me toque, desgraciado.

—Pero cuanta ingratitud, estoy realmente ofendido— la burla cruel siguió—. ¿Nos alejamos para tener más privacidad o quieres que te ayude aquí mismo?

—¿No puedes dejar las manos tranquilas?— a Lucius la actitud del otro hombre lo tenía realmente harto. No que le importara mucho lo que le hiciera a Draco, pero en ese momento tenían otras prioridades.

—Deja de fastidiar, quiero algo de diversión y la pienso obtener.

—Si me vuelve a tocar, se lo voy a decir al tal Sultán en cuanto lleguemos— advirtió Draco.

—Sí, claro, y él te va a hacer mucho caso— desestimó Crouch, riendo de forma soez.

—Quizás a él no, pero a mí, seguro.

El hombre miró fijamente a Blaise, quien hablaba por primera vez desde que habían salido del palacio.

—Vaya, pensé que era mudo— exclamó Lucius.

—¿Qué quisiste decir?— Crouch miró a Blaise, ignorando el comentario del rubio.

—No soy uno más del harén de Riddley— aclaró el muchacho moreno con evidente desprecio—. Me necesita para seguir con su posición de fuerza en Mejkin, necesita casarse conmigo. ¿Crees que no creería a su Consorte, el futuro padre de sus hijos?— al pronunciar esas palabras, Blaise sintió que se revolvía su estómago, pero si quería salvar a Draco, debía dar a entender que estaba dispuesto a aceptar la unión con su antiguo padrastro—. Si haces algo a Draco, por pequeño que sea, pediré tu cabeza como regalo de bodas— miró a Lucius—, y la de usted por permitírselo.

—Estás alardeando— replicó el hombre, aunque no estaba del todo seguro.

—¿Estás dispuesto a correr el riesgo?

El otro dudó, pero fue Lucius quien habló.

—No sé él, pero definitivamente yo no— apartó a Crouch de Draco—. Déjalo en paz de una buena vez y céntrate en lo que verdaderamente importa— sacó la pistola y apuntó a los jóvenes—. Desátalos y déjalos que hagan lo que tengan que hacer. Y háganlo rápido, después tienen que recoger leña para hacer una hoguera o vamos a terminar todos congelados.



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Otro lugar cualquiera
Noreste de Moribia



Seamus se acercó a Remus, que junto a Neville y Charlie, esperaban impacientes al lado de sus caballos, mientras un par de soldados iluminaban el lugar con antorchas.

—Indiscutiblemente pasaron por aquí— comentó el joven guía—. Hay huellas recientes de dos caballos y una carreta, que siguen por ese camino, tal como nos dijeron los ancianos.

—Vamos, entonces— dijo Remus, dispuesto a regresar a su montura.

—No creo que sea buena idea, tío.

El hombre se giró hacia Neville.

—¿De qué hablas?

—Ya anocheció y es muy difícil seguir huellas en esta oscuridad. Podríamos perdernos y tener que volver a buscar el rastro— se giró hacia Seamus, que los observaba en silencio—. ¿Me equivoco?

—No, señor— replicó el aludido—. De hecho, si me lo permite, yo también aconsejaría que nos detuviéramos hasta que amanezca.

—Pero Draco…— Remus no terminó la frase pero todos entendieron su temor.

—Con seguridad, ellos también se detuvieron— argumentó Charlie—. Por mucho que Crouch conozca el camino, tampoco creo que se aventure a continuar de noche.

—Además, los hombres están agotados— añadió Neville, razonadamente—. Y también nosotros. Con unas horas de sueño funcionaremos mucho mejor.

Remus miró a todos y supo que estaba derrotado.

—Está bien— se rindió al fin—. Charlie, por favor, prepara todo, vamos a acampar en este lugar. Pero en cuanto amanezca, continuamos.



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Draco se removió incómodo sobre el frío y duro piso del bosque. No había pegado un ojo en toda la noche.

Los habían atado de manos y pies, y el extremo de la soga que amarraba sus pies, la habían atado a su vez alrededor de un grueso tronco que se encontraba unos metros más allá. Pero la incomodidad de su situación no significaba nada para Draco, comparada con la desazón moral que sentía.

Su situación era bastante complicada, habida cuenta que estaba siendo llevado para formar parte del harén de quien sabe qué demonio de hombre. Además, el tal Crouch no terminaba de tranquilizarlo, y temía que tratara de agredirlo, a pesar de las amenazas recibidas. También lo atormentaba su preocupación por Harry, enfermo e indefenso en aquel terrible calabozo, y por su gente, especialmente Remus y su tío.

Estaba perdido en sus pensamientos, especulando sobre qué habría pasado en el castillo y si los estarían buscando, cuando un siseo a su lado llamó su atención.

—Al fin se durmió, debemos aprovechar.

Draco levantó la vista y observó el lugar donde su progenitor dormitaba recostado en un árbol un tanto más lejos, cuando en realidad debería estar vigilando.

—¿Qué sugieres?

—En el lado derecho de este árbol hay una roca filosa, ¿la ves?— el otro asintió—. Bien, vamos a intentar cortar las sogas.

—Yo no creo que lo logre, no puedo mover las manos, la cuerda casi me corta la circulación.

—Las mías no están tan apretadas, Crouch se ensañó contigo— musitó Blaise, antes de agregar no sin cierta ironía—. Parece que tienes habilidad para encariñar a la gente.

—Lo que ocurre es que soy un pobre moribiano y no un Príncipe heredero de un Sultanato— replicó Draco en el mismo tono—. Bien, ¿intentamos acercarnos a la roca?

Arrastrarse por el frío suelo de tierra no fue tarea fácil, por suerte la soga que ataba sus pies les permitía ciento margen de movimiento. Al fin, consiguieron ubicarse de modo que la filosa y larga roca quedó a sus espaldas.

Pasaron un buen rato, frotando la soga que ataban sus muñecas contra la filosa roca, pendientes de cualquier movimiento de Lucius que indicara que estaba despertando. Al fin, más de media hora más tarde, Blaise soltó un suspiro aliviado.

—Lo logré— su voz era apenas audible, mientras se deshacía de los restos de soga rota—. Deja que te ayude— intentó deshacer el nudo, pero al no tener éxito, guió las manos del rubio de nuevo hacia la roca, ejerciendo presión adicional en el movimiento hasta que se rompió también.

Después de mover repetidamente sus manos para recuperar la circulación normal, procedieron a desatar sus pies a toda velocidad.

—Creo que nos debe quedar una hora de oscuridad o algo así, eso está a nuestro favor. Es mejor que nos apuremos.

—Sí, antes que ése se despierte— replicó Blaise, mirando a Lucius—. Definitivamente no sirve para esta vida.

—Siempre fue cómodo y aprovechado, además de cobarde— Draco lanzó una última mirada de desprecio a su padre—. Vámonos ya.



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—No fastidies y déjame dormir— gruño Lucius, al sentir un molesto puntapié en sus costillas. Ante su respuesta, el siguiente puntapié fue aún más fuerte, casi doloroso—. Pero que mierda— salió de su sueño, dispuesto a hacer pagar a quien lo importunada—, dije que me dejar…— lo que iba a decir quedó en suspenso, al observar el hosco hombre que se erguía ante él—. ¿Quién demonios eres tú?

Por toda respuesta, el hombre lo tomó por el brazo y lo jaló para que se enderezada.

Impresionado, observó que se encontraba en medio de un círculo, formado por varios hombres desaliñados y mal vestidos, la mayoría de ellos con abundante barba, y a algunos de los cuales le faltaba algún miembro, un brazo, la oreja, un ojo, o tenían grandes cicatrices visibles. En conjunto, lucían francamente atemorizantes.

>>¿Quién demonios son ustedes?— repitió con gesto altanero, pensando que eran un grupo de mendigos, similares a los que habían visto a lo lejos, en su viaje hasta allí, y que vivían de pedir limosna o robar a ingenuos parroquianos. Sonrió con suficiencia, él sabía como tratar a ese tipo de gente.

—No los provoques— advirtió Crouch con todo serio.

En ese momento, Lucius se dio cuenta que el hombre estaba siendo retenido por dos de los individuos. Automáticamente, giró la vista hacia donde estaban Draco y Blaise.

>>Te dormiste y se fugaron— escuchó de nuevo la voz de Crouch—. Eres un idiota.

—No te permito…— echó mano a su pistola y descubrió que ya no la tenía encima. Entonces miró de nuevo a los hombres, empezando a preocuparse.

—Vaya, miren como pelean los tórtolos— se burló uno de los hombres, que parecía ser el cabecilla—. Lástima que tengamos que separarlos, ¿no creen, muchachos?

Todos los hombres lanzaron una risotada y una serie de exclamaciones obscenas.

—La verdad, jefe— comentó uno de los individuos, un hombre de cabello castaño y ojos marrones, con una enorme cicatriz que cubría su mejilla derecha—, no creo que nos den mucho por estos dos, están muy viejos.

—¿A quién le dices viejo, sucio limosnero?— exclamó Lucius, sin poder contener su lengua.

—Cállate, imbécil— advirtió Crouch. Había transitado mucho por esos caminos y sabía perfectamente quienes eran esos hombres y a qué se dedicaban—. Su hombre tiene razón— miró al líder del grupo—, somos muy viejos, no les van a dar gran cosa. Pero con nosotros venían dos muchachos jóvenes, hermosos y fértiles, ¿imaginan cuánto van a ganar con ellos?

—¿De qué hablas?— intervino Lucius—. Olvidas que los necesitamos para…

—Cállate de una buena vez— casi gritó Crouch.

—Así que jóvenes y fértiles. ¿Y vírgenes?— preguntó el recién llagado, quizás el asalto no iba a ser tan improductivo como parecía.

—Se lo aseguro, valen una fortuna.

El hombre miró alrededor y luego fijó nuevamente su mirada en Crouch.

—No los veo por aquí.

—Se escaparon mientras dormíamos— lanzó una breve mirada furiosa hacia Lucius—. Pero van a pie, no pueden estar demasiado lejos.

El jefe de los maleantes hizo una seña a uno de sus hombres, quien se acercó, presuroso.

—¿Había alguien más en el campamento?

—Sí, jefe. Encontramos rastros de sogas rotas y un par de huellas que corren a través del bosque.

El susodicho jefe miró nuevamente hacia sus presas.

—Parece que además de fértiles y vírgenes, también son más inteligentes que ustedes dos— dijo, mirándolos con desprecio, antes de ordenar a su subalterno—. Ve con unos hombres y consigan a esas dos joyitas. Nosotros iremos avanzando, ya conocen el camino— observó como el aludido y otros tres partían de inmediato, y luego se giró hacia otro de los bandidos—. Preparen a estos dos para el viaje.

—¿Pero cómo?— esta vez quien habló fue Lucius, al fin había entendido de qué se trataba todo aquello y estaba realmente asustado—. Ya les hablamos de los chicos, no nos necesita para nada.

—Tal vez no sean tan beneficiosos como ellos— lanzó una evaluativa mirada al hombre—, pero eres rubio, tus ojos están bien y tienes buen cuerpo, y…— levantó una ceja, burlón—… apostaría que eres virgen, al menos de la parte que a mi me sirve— todos a su alrededor rieron ante la vulgar burla y el hombre miró a Crouch—. Tú no eres gran cosa, y dudo que seas virgen, pero algo conseguiré por ti, aunque sea unas botellas de whisky. Prepárenlos para partir.



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Draco y Blaise habían corrido como si su vida les fuera en ello, y efectivamente así era. Su camino a través del bosque había sido lento y complicado, pero no se habían atrevido a salir al camino por miedo a que sus captores despertaran y los persiguieran.

Ya había amanecido hacía un buen rato cuando llegaron al borde del bosque y tuvieron que salir de su protección. Ante ellos se extendía una amplia llanura de alrededor de un kilómetro de extensión, que debían recorrer antes de alcanzar una nueva zona boscosa, que subía hacia una ligera colina.

No podían quedarse allí y permitirse ser atrapados como indefensos corderos, así que, decididos, echaron a correr por el pequeño valle, rogando porque Lucius y Crouch aún no hubieran despertado.

Respiraban aliviados, viendo el cada vez más próximo bosque, cuando los cascos de unos caballos los hizo voltear.

—¡Demonios!— exclamó Draco, corriendo más rápido—. Nos encontraron.

—Pero no entiendo— argumentó Blaise—. Vienen cuatro jinetes, ¿quiénes son los otros dos?

—No lo sé pero no pienso quedarme a preguntar. Corre.

Con angustia, notaron que sus perseguidores empezaban a disparar. Siguieron corriendo, mientras zigzagueaban para esquivar los disparos, hasta que un grito agudo de Blaise hizo que Draco se detuviera bruscamente, para encontrar a su amigo en el suelo, con una pierna herida.

—¡Vete, Draco! ¡Corre!— exclamó el muchacho moreno, pero éste se inclinó y lo levantó del suelo.

—Apóyate en mí y sigue corriendo.

—Sólo lograrás que nos atrapen a los dos, vete.

—No me pienso ir, así que corre.

Sin embargo, la herida de Blaise era muy grande y el dolor le impedía avanzar rápido. Vieron cómo los jinetes estaban cada vez más cerca e intentaron correr más rápido, cuando dos enormes lazos se cerraron sobre sus cuerpos y un fuerte jalón los lanzó al piso, mientras dos de los atacantes bajaban de sus cabalgaduras y se lanzaban sobre ellos.

Draco trató de defenderse con todas sus fuerzas pero estaba aturdido por el impacto y el hombre sobre él era fuerte y estaba acostumbrado a la lucha. Al fin, un despiadado puño se estrelló contra su cara, haciendo que su cabeza se estrellara contra el duro piso y que el joven rubio se sumergiera en un profundo abismo negro.



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Remus y los demás estaban llegando justo al borde de la colina, cuando escucharon el ruido de los disparos. Sin pensarlo, sintiendo en su corazón que era indispensable que corriera, espoleó su caballo colina abajo, seguido de cerca por todos los demás.

Al llegar al borde del bosque, vio una escena que le encogió el corazón. Un hombre estaba inclinado sobre su prometido, quien a luces vista estaba desmayado, mientras otro aún luchaba por dominar a un muchacho, que supuso sería Blaise.

De inmediato, sus hombres dispararon contra los rufianes que estaban en los caballos, que partieron veloces, siendo perseguidos de cerca por Neville y varios de sus hombres. Cuando los dos bandidos en tierra quisieron reaccionar, ya estaban completamente rodeados.

Bajando del caballo de un salto, Remus se abalanzó sobre el hombre que había golpeado a Draco, lanzándolo contra el piso y empezando a golpearlo sin piedad, para después correr hacia el lugar donde Draco seguía desmayado, mientras Charlie se acercaba a Blaise.

—¿Me permite que lo revise, Alteza?— preguntó señalando la herida.

El joven de piel oscura asintió antes de mirarlo, curioso.

—¿Por qué me llamaste Alteza?— el joven miraba fascinado al muchacho de cabello rojo como fuego y ojos intensamente azules, y cuando éste le miró fijamente, sintió que un montón de mariposas empezaban a revolotear en su estómago. El desconocido, definitivamente le fascinaba.

—Ya sabemos que usted es el verdadero Sultán de Mejkin, o lo será en cuanto cumpla dieciocho años— replicó el otro, mientras atendía la herida con eficiencia.

—Y me case— replicó el más joven, con una tibia sonrisa.

—Y se case.

Mientras Charlie seguía curando a Blaise, a pocos pasos de allí, Remus hacía denodados esfuerzos por despertar a su pareja. Ya había inspeccionado su cabeza y no tenía ninguna herida; no exterior, al menos

—Draco, amor, despierta— imploraba, mientras mojaba la pálida cara con un paño húmedo—. Draco.

Al fin el joven empezó a reaccionar y abrió los ojos con lentitud.

—¿Remus?— musitó, antes de sonreír y abrazarse a su prometido—. Sabía que vendrías a buscarme, lo sabía.

Pronto los suaves labios buscaron la amada boca, deleitándose en su mutua calidez, mientras ambos disfrutaban del paraíso que acababan de recuperar.

Un buen rato después, Draco levantó la cabeza y buscó a Blaise con la mirada, respirando tranquilizado cuando vio que estaba bien y era atendido por Charlie. Pero entonces, su ansiedad cambió de objetivo.

—Remus, ¿Harry y el bebé? Él estaba muy mal, y se quedó sólo. No pude cumplir lo que le prometí a tío Severus, dije que yo lo cuidaría.

—Tranquilo, amor— Remus lo acurrucó contra él, ambos sentados aún en el suelo—. Harry está bien y su bebé también. Debe guardar reposo un tiempo pero estoy seguro que se recuperará. Y por supuesto que lo cuidaste.

—Y soy testigo de ello— afirmó Blaise, que se había acercando, cojeando, apoyado en Charlie—. Y me salvaste a mí, si me hubieras dejado allá atrás quizás estaría muerto. Gracias.

—Ni lo menciones, nos ayudamos mutuamente— le tendió la mano que el otro estrecho con calidez.

—¿Y cómo están…?— antes que Draco siguiera preguntando, se oyó el ruido de cascos a pleno galope, y momentos después, Neville descabalgaba y se dirigía hacia donde estaban los demás. Tras él, sus hombres llegaban con los dos maleantes fuertemente atados.

—¿Todo bien?— preguntó, mirando al joven rubio con atención—. Supongo que tu debes ser Draco— giró luego la vista al moreno— y tú Blaise Zabinni.

Mientras éste último asentía, Draco lo miró con la ceja alzada, interrogante.

—¿Y usted es…?— preguntó no sin cierta arrogancia.

Neville rió antes de comentar.

—Vaya, Remus, veo que tenías razón en lo que me contaste sobre tu prometido.

Esta vez, la mirada entre interrogante y molesta recayó en su pareja.

—Me quieres decir quién es él y qué le contaste sobre mí.

El hombre no pudo evitar echarse a reír también.

—Cariño, te presento a Neville, el hermano mayor de Hermione y Harry.

El rostro de Draco se transformó de inmediato.

—¿El que estaba en Turquía? ¿Recibió la carta?— el otro asintió—. ¿Entonces la guerra?

—Ganamos, Draco— aseguró Remus con alegría.

Draco frunció el ceño, pensativo.

—Lucius lo sabía, por eso huyó— musitó el joven después de un rato.

—Sí, supongo que esa fue la razón— convino el futuro Conde de Lupin.

—Disculpen que los interrumpa— intervino Charlie— pero, ¿quiénes son estos sujetos y por qué los perseguían?

—No tengo ni idea— contestó Draco, al tiempo que Blaise negaba con la cabeza. En vista de eso, Neville se acercó a los detenidos.

—¿Quiénes son ustedes?— preguntó con brusquedad.

Los hombres se miraron y, luego de un rato, preguntaron:

—¿Qué ganamos si les decimos?

—¿Que no los mate como a los perros que son les parece ganancia?— Charlie se les acercó amenazador. Los hombres tragaron pero no respondieron.

—Si saben lo que les conviene, hablarán— musitó Remus, en un tono pausado que incluso sonaba más amenazador que el de Charlie—. Éste joven es mi prometido, así que no voy a tocarme el corazón a la hora de disparar contra ustedes.

—No se atreverá— el delincuente lo miró con desconfianza—. Sería un delito.

—¿Cree que alguno de los presentes me acusaría? Si mato a los cuatro no habrá nadie que diga nada, se lo aseguro.

—Es mejor hablar— dijo otro de los hombres—. Total, estamos fritos igual, así al menos nos tratarán mejor.

—Su amigo es inteligente— Neville sacó su pistola y empezó a juguetear con ella—. Le convendría hacerle caso.

Cediendo al fin, el hombre contó todo lo que había pasado esa mañana.

>>Así que son tratantes de blancas— musitó Neville—. Sólo nos llevan unas pocas horas, si salimos ahora estoy seguro que podremos darles alcance antes que lleguen a la frontera.

Mientras todos murmuraban su asentimiento, se escuchó la voz firme de Draco.

—No.

Las miradas de los presentes lo enfocaron con curiosidad y Remus tomó su mano.

—¿Por qué no?— preguntó con voz suave—. Tienen a tu padre, podemos traerlo de vuelta.

—No— repitió contundente—. Si Lucius vuelve, será sentenciado a muerte, y todo acabará muy rápido para él. De esta forma expiará sus culpas.

—¿Estas seguro?— insistió Remus, aunque a él la idea también le parecía estupenda, Lucius Malfoy esclavo de quien sabe quien—. Es tu padre, él…

—Él no es nadie, Remus— lo miró con sus grises ojos llenos de dolor—. Ha hecho mucho daño, a mucha gente, Lucius Malfoy debe pagar.



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Gotitas musicales


Bueno, esta vez no tuve demasiado tiempo de buscarles música, así que los dejo de nuevo con unos temas de mi compositor preferido en todo el mundo mundial

Frederic Chopin   El amor que salvó un reino. Capítulo 24. Al rescate de los que faltan Zaqui_zpso1riue2f

Polonesa Militar, opus 40 (1839)

Gran Vals Brillante, opus 18 (1831)

Impromtu nº 4, Fantaisie (1834)

Y también les dejo una escenita de nuestro Alan Rickman cantando en una escena de Sweeney Todd, con Jhonny Deep   El amor que salvó un reino. Capítulo 24. Al rescate de los que faltan Zaqui_zpso1riue2f



Gotitas históricas

Los baños en la antigüedad: Los más conocidos eran los baños romanos. Eran recintos que podían ser privados, balnea o balneum, o públicos thermae o therma. Poseían estancias reservadas para actividades gimnásticas y lúdicas. También eran considerados lugares de reunión y a ellos acudía la gente que no podía permitirse tener uno en su casa, como los plebeyos o los esclavos.

El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I adC, cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.

El interior de las estancias y las piscinas de agua caliente se realizaba mediante el sistema de hypocaustum. El sistema está basado en la distribución mediante túneles y tubos de agua caliente y vapor que se extendía por debajo de los suelos de las estancias y piscinas y era alimentado por una serie de hornos que se hallaban en los sótanos.

Reminicencia de este tipo de calefacción es la gloria castellana, un sistema de calefacción utilizado en Castilla a partir de la Edad Media, que consistía en un hogar, situado generalmente en el exterior (un patio), donde se quemaba paja, y un o unos conductos que discurrían bajo el solado de los locales a calentar, por donde se hacían pasar los humos calientes de la combustión, que luego salían al exterior por un humero vertical.

N/A: Asumí que en el Castillo de Piedra había baños similares a los romanos ^^


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Severus D. Snape….. Príncipe Heredero de Moribia
Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe
Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono
Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio
Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin
Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus.
Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black
Blaise Zabini………. Heredero legítimo del Sultanato de Mejkin
Neville Potter…….. Hermano mayor de Harry, capitán del ejército de Su Majestad
Charlie Weasley…. Hermano de Bill, encargado de las operaciones en las montañas del Oeste
Barty Crouch……….Enlace entre el Sultán de Mejkin y Lucius Malfoy
Godric Gryffindor… Empleado del palacio real y espía a favor de Severus
Rowena Ravenclaw… Empleada del palacio real y espía a favor de Severus
Igor Karkaroff……...Médico de palacio.
Tom Riddley………. Sultán de Mejkin.




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