La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 La familia que siempre quise. Capítulo 12.

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Araleh Snape

Araleh Snape


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MensajeTema: La familia que siempre quise. Capítulo 12.   La familia que siempre quise. Capítulo 12. I_icon_minitimeSáb Jun 29, 2013 1:07 pm

CAPÍTULO 12



OTRO BESO













A la mañana siguiente, Snape no parecía recodar nada de lo sucedido, le intrigó ver a Potter en su dormitorio, pero en ese momento eso no le interesaba, podía recordar que su esposa había sido atacada, necesitaba saber que estaba bien al igual que sus hijos. En cuanto Harry lo vio intentando incorporarse,  enseguida corrió a impedirlo, sin poder evitar un rubor en sus mejillas al recodar el beso de la noche pasada.



— No puede moverse, profesor… necesita descansar.

— Usted no me va a decir lo que tengo que hacer, Potter, debo ir al hospital. —le dijo intentando liberarse—. Me asombra su desfachatez al seguir aquí después de lo que hizo.

— Profesor, yo…

— Tanto el profesor Dumbledore como yo le ordenamos permanecer en su habitación y desobedeció y ahí tiene las consecuencias, ahora mi familia resultó lastimada y eso es algo que pagará algún día… puedo jurárselo, Potter.



Harry exhaló aliviado de que su profesor no se refiriera al beso, la culpa ya la esperaba, estaba acostumbrado a ella y podía soportarla.



— Entiendo que esté molesto conmigo, pero le aseguro que yo no hice nada malo, no podía imaginar que habría mortífagos en Hogsmeade.

— ¿Es estúpido o qué? —le recriminó furioso—. ¿Supone acaso que la prohibición de que bajara era solamente por diversión mía o de Albus?... ¡Ha vuelto a poner a mi familia en peligro, Potter y aún no sé cómo permito que siga vivo!

— Perdón, pero estoy cansado de que todo el mundo quiera regir mi vida a su antojo.



Por toda respuesta, Snape estrelló la palma de su mano sobre la mejilla izquierda del muchacho. Harry tuvo que volver el rostro con dolor, pero no se increpó, debía reconocer que lo merecía, tanto por su desobediencia como por el beso robado.



— ¡Rija su maldita vida a su antojo cuando mi familia no esté involucrada! —gritó Snape—. ¡No quiero volver a verlo cerca de ninguno de ellos, mucho menos de Adam!

— ¡Nadie entiende, pero no voy a alejarme de Adam por mucho que me lo prohíban!



Severus estuvo a punto de volver a golpearlo, pero justo en ese momento apareció el director en la puerta y le gritó justo a tiempo.



— ¡Severus!... ¡Que sea la última vez que veo que intentas golpear a un alumno!

— Lo siento, director. —se disculpó Severus apretando los labios—. Pero Potter se lo merecía, no puede decirme lo contrario.

— Sé que Harry merece un castigo por lo que hizo, pero no será a base de golpes. —afirmó mirando al profesor con molestia—. Te espero esta noche en mi despacho, Harry, ahora ve a descansar que yo tengo muchas cosas que hablar con Severus.



Harry obedeció y marchó dejando a los dos hombres a solas. Severus se puso de pie y fue en busca de su capa colocada sobre una silla perfectamente doblada.



— Sé que quieres ir a verla, Severus, pero no es conveniente… en unas horas la darán de alta y entonces podrás reunirte con tu familia en tu casa, así no correrán riesgos ninguno de ustedes.

— De acuerdo. —aceptó resignado volviendo a sentarse sobre su cama—. Albus, quiero ser yo quien dé el castigo a ese muchachito imprudente. Necesito que aprenda la lección de una vez por todas.

— Sí, Harry necesita una lección, pero yo me encargaré de eso.

— Albus, comprende, mi familia está en riesgo y Potter no está entendiéndolo… sigue buscando a Adam. Si no fuera por su desobediencia nada de esto habría pasado, estuvo a punto de que asesinaran a mi esposa y de que descubrieran mi secreto.

— Tu secreto sigue a salvo, Snape, no tienes nada de qué preocuparte. Sabemos que no los buscaban a ellos, de otro modo habría sido más fácil atacarlos cuando aún no se reunían con Harry, ellos estuvieron cerca de media hora en la tienda de comestibles y nada sucedió ahí.

— Pero el Señor Oscuro sospecha algo. —le confesó preocupado—. Quiso exprimir mi cerebro y no sé cómo pude evitarlo, ésta vez se esforzó como nunca.

— Sabes que él sospecha de ti… probablemente supuso que nos enteramos del ataque a Hogsmeade gracias a tu información, Severus. Pero si conseguiste que no entrara por completo a tu mente, entonces todo está bien, por lo menos por el momento… ahora olvídate de Harry y concéntrate en tu familia, puedes tomarte un par de días para estar con ellos y aprovechar para recuperarte de esa reunión con Tom.



Severus asintió conforme con el trato de Dumbledore, y poco después se dirigía a su casa en espera de su familia. Cuando Harry se reunió con el director esa noche para hablar de su castigo, lo que más le preocupaba era saber acerca de la recuperación de Snape, no había podido verlo el resto del día y eso le angustiaba.



— ¿Entendiste tu castigo, Harry? —le preguntó Dumbledore al notar la mirada vaga de su alumno—. Tienes que quedarte a cuidar de los niños de primero y segundo durante cada salida a Hogsmeade, que por supuesto quedan terminantemente prohibidas para ti.

— Sí, lo entendí. —respondió distraído—. ¿Puedo irme ya?

— Eso no es todo, Harry, y lo que te diré me duele mucho, pero tendrás que olvidarte de Adam y su familia… no debes tener más contacto con ellos.

— ¡No! —negó poniéndose de pie tan violentamente que la silla donde estaba sentado se volcó—. ¡No sé porqué insisten todos en eso, nadie entiende que yo necesito de Adam, que no pienso separarme de él, y pueden ponerme todos los castigos del mundo, pero no voy a decirle que no nos veremos más!

— ¡Tú necesitas de Adam porque buscas afanosamente un sustituto de Severus! —exclamó Dumbledore poniéndose de pie también—. ¡Y eso no es justo, Harry, no lo es, ni para ti ni para Adam!

— ¡Es mi amigo, es el único en todo el maldito planeta que me abraza, que me dice que me quiere, el único para el que no soy un arma sino una persona que sabe de mis necesidades como ser humano y no como soldado de guerra! —gritó llorando desesperado—. ¡No me importa si me cree débil o si se decepciona de mí, profesor, pero me gusta que Adam sea tan cariñoso conmigo, cuando estoy a su lado me olvido de todo, puedo ser un muchacho común y corriente, puedo jugar y reír sin pensar en la magia! ¡He descubierto que me gusta olvidarme de la magia y eso sólo sucede cuando estoy con Adam!... ¡No pienso renunciar a eso, no lo he hecho ni aunque el profesor Snape me lo ha pedido, así que no lo haría por nadie más, por nadie!

— Entiendo. —respondió tristemente mientras volvía a sentarse—. Puedes irte, Harry… pero antes de que lo hagas quiero que sepas que no me has desilusionado. Sin embargo, aún creo que deberías recapacitar y aprender a renunciar.



Harry salió sin responderle nada, era domingo y la mayoría de los alumnos se encontraba en sus habitaciones o dando un paseo por el lago aprovechando los últimos días del otoño, el invierno estaba a la vuelta de la esquina y en cualquier momento empezaría a nevar, pero Harry no quería reunirse con ninguno de ellos, fue hacia la torre de astronomía y en cuanto se supo a solas, se derrumbó en una esquina, abrazándose a sí mismo, pensando en Adam, pensando en Severus y ansiando que el mundo se acabara ya para él… quizá sería mejor no salir con vida de su cada vez más cercano enfrentamiento con Voldemort.



Por la mañana Harry no recodaba cuando había regresado a su habitación, pero se sorprendió de sí mismo al poder conversar con sus compañeros mientras se preparaban para acudir a clases… quizá era el hecho de saber que Pociones era su primera lección y podía verlo. No le desanimó el hecho de no encontrarlo en el comedor desayunando con el resto de los profesores, estaba ansioso por estar cerca de él, por rememorar su aroma, el sabor de sus labios, eso era lo que importaba. Sin embargo, el piso se hundió bajo sus pies cuando descubrió a Dumbledore de pie frente a la clase, por un momento temió que hubiese empeorado.



— Me complace comunicarles que supliré al profesor Snape por un par de días. —les informó Dumbledore ante el beneplácito casi general, sólo Harry le miraba esperando saber la razón—. Y para aquellos que se preocupen por su profesor de pociones… —agregó ignorando la risilla burlona de los alumnos—… les diré que él está bien, sólo se tomará unas merecidas vacaciones.



Al instante Harry comprendió lo que eso significaba como si fuera un balde de agua helada cayendo sobre él. Los estantes detrás de Dumbledore se derribaron destrozando todos los frascos con su contenido.



— Me parece que el profesor Snape debería usar tachuelas más resistentes. —bromeó Dumbledore consiguiendo calmar a los alumnos, pero al volverse hacia Harry, encontró en su mirada un mudo reproche que no podía ocultar, ambos lo tenían, pero finalmente fue Harry quien bajó primero la mirada en señal de rendición—. Bien, empecemos con la clase.



Harry comenzó con la preparación de la poción de ese día sin atreverse a levantar la vista de ella en ningún momento, no entendía cómo no pudo contenerse, pero le resultó casi indignante que Dumbledore hubiese dejado que Snape pasara días con… con ella, cuando sabía perfectamente lo que sentía. Ahora ese abrupto había pasado y simplemente se sentía culpable, no era nadie para molestarse por algo que era obvio, el profesor merecía recuperarse y ayudar a… a ella, a hacer lo mismo. De pronto vio las manos del director apoyadas al otro lado de su mesa de trabajo, no dejó de revolver la poción, tampoco alzó la mirada, sólo se limitó a asentir cuando lo escuchó decirle “En mi despacho esta noche a las siete”.




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Ya era la hora, Harry llamó a la puerta de la oficina del director, ya no tenía miedo, iba resignado a que merecía un nuevo castigo… ¿hasta cuándo terminaría todo aquello?... ¡era tan cansado! Dumbledore le recibió con una pequeña sonrisa y le invitó a sentarse junto a él, había colocado galletas y té en la mesita.



— Puedes comer y beber lo que quieras.

— No tengo apetito, gracias. —respondió con la mirada fija en sus pies—. Sólo vine a escuchar mi castigo, profesor.

— Ojalá y pudiera encontrar un castigo que limpiara tu corazón, Harry, pero como no es así, por esta vez no habrá castigo.

— No pude evitarlo, lo prometo.

— Te creo, pero te hice venir para saber si estabas bien… cada día te noto más aferrado a ese amor, Harry. En un principio creí que estabas consciente de lo imposible de él, pero ahora no te noto tan resignado… pareciera que quieres luchar por Severus.

— Se equivoca. Estoy igual de consciente que jamás será para mí. —respondió con tristeza—. Pero eso no quiere decir que no duela… y eso sí cada día es mayor.

— ¿Qué hago para ayudarte, Harry?

— Prepararme bien para combatir a Voldemort. —respondió con más lágrimas en los ojos—. Es lo único que quiero ahora, hacer algo por el profesor Snape.

— Vas a vencer. —aseguró convincentemente.

— Es lo que quiero.



En ese momento las llamas de la chimenea en el fondo relucieron en verde, Harry se limpió rápidamente los ojos al descubrir el rostro amado dibujado en las llamas, y junto a él estaba una pequeña niña que lo besaba sin parar.



— Albus… ¿cómo está todo por allá? —preguntó sonriente Severus ante las demostraciones de afecto de su hija.

— Todo está bien, Severus, tú disfruta de tus días libres.

— Sé que debes estar cansado luego de impartir mis clases, pero este pequeño diablillo quiere invitarte a cenar con nosotros.

— ¡Sí, profesor, por favor venga! —rogó Sally fijando sus ojos castaños en el hombre al otro lado de la chimenea—. ¡Y traiga a Harry con usted!

— No, pequeña, sólo Albus puede venir. —respondió Severus antes de que el director pudiera decir nada.

— ¡Sí, que venga Harry! —se escuchó una voz tras de Severus y pronto apareció el rostro de Adam.

— ¡Adam! —le llamó Harry sin poder evitarlo, aproximándose a la chimenea sonriendo feliz de ver a su amigo—. ¡Que gusto verte de nuevo!

— Potter… hoy no es día de sesión. —murmuró Severus con disgusto de encontrarlo.

— No, pero ya que estoy aquí, acepto encantado ir a cenar con ustedes.

— Harry… —le llamó Dumbledore con cariño—… el profesor Snape no ha dicho nada.

— ¡Por favor, papi, invita a Harry! —rogó Sally.

— Bien, puede venir. —respondió sin ocultar su disgusto por la idea.



Dumbledore iba a decir algo para impedir que Harry fuera, pero el muchacho ya se había erguido para tomar polvos flu de un recipiente en la repisa y echándolos a la chimenea, sin siquiera mirar al director, atravesó hasta llegar al otro lado. El primero que corrió a recibirlo fue Adam y se unieron en un fuerte abrazo, luego llegó Sally, a quien le costó trabajo saludar a su amigo ya que su hermano se resistía a soltarlo, así que se resignó y volvió su atención al otro invitado que acaba de traspasar la chimenea. Harry se sentía feliz siendo estrechado tan fuerte por Adam, e intentó ignorar la mal disimulada bienvenida de su profesor y la mujer rubia.



Como aún faltaban unos minutos para la cena, Adam se llevó a Harry a su habitación sin importarle las miradas reprobatorias de los demás. Harry apenas sí saludó a Darina, sonriéndole levemente al verla casi totalmente recuperada. El tiempo que trascurrió hacia la hora de sentarse a la mesa, Severus no podía disimular su disgusto, el cual se incrementaba cada vez que escuchaba las risas de los dos jóvenes tras la puerta del cuarto de su hijo.



Muchas veces estuvo a punto de ir a buscarlos, pero no podía dejar solo a su otro invitado, así que tuvo que tragarse el coraje y esperar poder pasar bocado. De pronto, el silencio se hizo y eso le molestó todavía más, francamente preocupado, dejó a Albus a mitad de la conversación para encaminarse a la habitación de su hijo, abrió la puerta sin tocar encontrándose a ambos chicos sobre la cama, a un lado tenían los controles del juego de video de Adam completamente olvidados. Harry estaba sentado a horcajadas sobre la pelvis de Adam, inclinado sobre él sujetándole las muñecas por encima de su cabeza.



— ¡Potter! —bramó Severus provocando que Harry saltara lejos de Adam y fuera de la cama, con el rostro totalmente lívido—. ¡¿Qué demonios significa esto?!

— ¡Jugábamos, sólo jugábamos! —respondió Harry presintiendo lo que su profesor estaría pensando—. ¡No hacíamos nada malo, lo juro!

— Calma, Padre… es sólo que Harry es mal perdedor. —sonrió Adam aclarando la situación—. No soportó que le ganara y…

— ¡Los quiero a los dos en la sala en este mismo momento!



Severus esperó a que salieran, no estaba dispuesto a permitir que estuvieran solos ni una vez más. Al pasar junto a Harry, Adam se le acercó seductoramente al oído, murmurándole algo que Severus no alcanzó a oír pero que lo hizo crispar sus labios al notar el sonrojo de Harry. Por un segundo la ira de Snape se amortiguó cuando su hijo pasó a su lado enviándole una mirada desafiante que jamás había visto en él. Cuando padre e hijo ya se habían marchado, Harry exhaló hondo, luchando por no sentir más ese calor en la cara producto del comentario de Adam… “Me estaba gustando mucho mi castigo, pero creo que mi padre se ha puesto celoso”.




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Durante la cena, Harry notó que Severus no les despegaba la vista de encima, aunque eso no detenía a Adam, quien no dejaba de charlar con él, y continuaba sujetándole de la mano en cualquier oportunidad posible. Al llegar el momento de retirarse, Adam se colgó del cuello de Harry, para darle un prolongado y sonoro beso en la mejilla que sorprendió al mismísimo Albus, quien se veía igual de asombrado al ver que Harry no se reprimía y estrechaba a Adam contra su cuerpo riendo divertido. Siempre había visto a Harry como un chico tímido y algo retraído, pero con Adam no parecía así, lucía relajado y realmente feliz, supo que ya no podría seguir intentando prohibirle seguir con esa amistad.




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Por la mañana, Ron notó intrigado la alegría con que Harry había amanecido, le pareció muy extraño todo aquello, sobre todo después que durante la tarde le diera la impresión de estar triste o enojado. Su amigo cada día lo confundía más. Durante todo el día, Ron no hizo más que observar cada movimiento de Harry, algo le decía que aquello tenía que ver con Adam y quería averiguarlo. Al llegar la noche parecía no haber avanzado nada, no encontró ninguna señal además de pensar que probablemente su amigo estuviera bajo demasiada tensión ante lo que se le avecinaba, pero es que esos cambios de humor tan drásticos eran para tomarse en consideración.



Por la noche, luego de la cena, Ron decidió ya no darle más vueltas al asunto, si quería saber lo que sucedía tendría que preguntárselo directamente. Miró a un lado y a otro del corredor para asegurarse que nadie los seguía, y entonces sujetó el brazo de Harry y ante la confusión de éste lo llevó hasta un recodo oscuro donde nadie transitaba, ahí podían hablar con seguridad.



— ¿Qué pasa, Ron? ¿Porqué me has traído aquí?

— Has estado muy extraño últimamente, Harry, y me preocupas, así que quiero que hablemos y me cuentes lo que está sucediendo, somos amigos ¿no?, puedes confiar en mí para cualquier cosa.

— Ron… sí somos amigos, los mejores amigos, pero no pasa nada.

— No te creo… pienso que tiene algo que ver con Adam, desde que lo conociste todo cambió, Harry, ya casi no estás con nosotros y sé que es por él.

— ¿Celoso? —bromeó divertido.

— Tal vez. —respondió ante el asombro de su amigo quien no esperaba esa contestación.



Ron fue acercándose a su mejor amigo, y aunque Harry retrocedió, pronto su espalda estuvo contra la pared y no le quedó más remedio que detenerlo colocando suavemente sus manos sobre el pecho del pelirrojo.


— Detente, por favor… somos amigos, no echemos a perder eso.

— Sólo déjame saber qué es lo que siento. —pidió con tanta suavidad que Harry no supo cómo reaccionar, no quería herirlo, pero tampoco quería el beso que se aproximaba—. Por favor, Harry… necesito aclarar mis sentimientos, me siento tan confundido.


Harry rogaba para que sucediera algo que lo salvara de esa situación, pero no fue así, pronto sintió los cálidos labios de su amigo rozar con los suyos. Era una caricia tímida, y supo que realmente era la primera vez que besaba a un chico y se moría de miedo, pudo entenderlo al instante, él era su mejor amigo, no podía rechazarlo con furia como habría hecho con cualquier otro. Abrió sus labios mientras deslizaba sus brazos hasta que rodearon a Ron por el cuello, haciendo más intenso aquel beso, podía sentir las manos temblorosas del pelirrojo sujetarlo por la cintura con tanta suavidad como si a la que besara fuera una chica, pero no le molestó, le sorprendió que un tosco como Ron pudiera ser tan dulce y pronto no le costó demasiado disfrutar de aquel beso.



La figura de una sombra alta se detuvo en seco al ver aquella escena… dudó un instante pero luego giró sobre sí mismo ondeando su larga capa negra para deslizarse por otro corredor rumbo a las mazmorras sintiendo que un fuego le quemaba de rabia.












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