a) Título del fanfic: Alto Precio
b) Autor (a):Danvers
c) Link a la historia:
http://www.slasheaven.com/viewstory.php?sid=36761&ageconsent=ok&warning=5d) Fragmento que deseen recordar del fanfic en cuestión.:
Fui tonta, impaciente, crédula y prepotente. Mamá me enseñó a no caer en la autocompasión, pero creo que tengo derecho a una rabieta, como mínimo. Al fin y al cabo he perdido lo que más había deseado en mi vida, por su culpa, y ahora lo tiene él.
Si hubiera esperado a que "su problema" se hubiera solucionado por sí solo, esto no habría pasado. Él decía que era algo transitorio, causado por el estrés que sufría en el trabajo. Aún ahora, después de todo lo que ha pasado, me gustaría poder pensar que tenía razón. Aunque en el fondo sé que no es así, tan solo tengo que recordar el modo en que respondió cuando él...
No, no voy a pensar en eso. No quiero pensar en cómo le perdí, no quiero recordar su rostro cuando comprendió que me lo había arrebatado al fin.
Pero voy a hacerlo, de todos modos. Porque cuando tienes una herida, no puedes ignorar su dolor, tienes que apretarla como si eso fuese a aliviarlo de algún modo. Porque mi hermano dragonolista siempre me dice que lo que no te mata, te hace más fuerte, y creo que si supero esto no habrá nada a lo que no pueda enfrentarme. Porque aún le quiero, y me gustaría comprobar que realmente fue mi culpa, y sobre todo la de él. Porque necesito saber que lo podría haber evitado. Si tan solo no hubiese buscado su ayuda...
(...)Tengo que reconocer que en ese momento tuve curiosidad por el precio. De lo que estaba segura era de que no sería en galeones. Si hubiera sabido entonces lo que el maldito embaucador quería en realidad a cambio de su ayuda... pero yo sola me metí en la boca de la serpiente.
-Si puede ayudarme... ayudarnos, estoy dispuesta a pagar lo que me pida, si está en mi mano.
-Créame, señorita Weasley, está absolutamente en su mano. Estoy seguro de que será un placer para mí ayudarle.
Y el cretino lo dejó así, creyéndose que yo era una confiada Hufflepuff. No, no iba a aceptar su ayuda sin saber antes el precio que tendría que pagar después.
-Magnífico, señor Snape. ¿Y qué es lo que está en mi mano? -pregunté con todo mi arrojo Gryffindor.
Eso le incomodó, y yo me crecí un poco en la situación en que me encontraba. Craso error. Me confié, y él lo aprovechó para engañarme.
-La cura de la disfunción eréctil del señor Potter requiere de una posología bisemanal. Yo mismo se la aplicaré.
En aquel momento no entendí lo que implicaban esas palabras. Decidida como estaba a que mi novio no se enterase de a quién había ido a pedir ayuda, imaginé que el bastardo quería asegurarse de que su antiguo y odiado alumno supiera quién había elaborado la cura a tan delicada afección.
-Creo que es mejor que Harry no venga personalmente. Me puede anotar a mí las dosis, yo misma le ayudaré.
-Y así Potter no se enterará de quién ha solucionado realmente su problema -comentó sarcásticamente, a lo que no pude más que sonreír con ironía, pues esa había sido exactamente mi intención-. No me ha entendido bien, señorita Weasley. Ése es mi precio. O le aplico yo la cura, o no hay cura.
Fue entonces cuando entendí el uso del verbo "aplicar". No fui tan tonta como para preguntar dónde, aunque sí lo fui al malinterpretar sus intenciones. Mi prometido estaba tan afectado por el tema que no quería enfrentarlo, ni siquiera quería hablar de ello conmigo. Dado el modo en que el profesor le había tratado en el pasado, supuse que no quería más que humillarle evidenciando su problema ante él. Tonta. E idiota. Quería mucho más, lo quería todo. Todo lo que yo tenía.
-No permitiré que le humille -le amenacé, airada.
En su momento pensé, por su reacción ladina, que le había calado bien, y era ése y no otro motivo el que tenía para pedirme semejante precio. Ahora comprendo que se relamía ante mi estupidez. Tal como había arriesgado mi relación al pedirle ayuda a la persona menos indicada, la había sentenciado en el momento en que me planteé pagar "ese" precio.
-Le aseguro que en ningún momento ha pasado por mi mente humillar al señor Potter -afirmó convencido. El muy bastardo-. Le prometo que haré todo lo que esté en mi mano para librarle de su... dolencia.
Y tanto que lo hizo. Le quería para él, pero le quería curado. Entonces otra idea acudió a mi mente, al confundir de nuevo aquel viejo gesto que anticipaba una detención, con la codicia que (ahora reconozco) reflejaba su rostro en esos momentos: ¿Y si accedía a realizar el tratamiento y cuando éste empezara a dar sus frutos, se negaba a seguir con él? Esa sería una venganza muy Slytherin, hacerle creer a mi novio que su "problema" tenía solución para luego negarle la cura total.
-¿El tiempo que haga falta?
Una satisfecha sonrisa cruzó de nuevo su rostro. Oh, sí, ahora entiendo mejor esa sonrisa ambiciosa...
-Por supuesto, señorita Weasley. El tiempo que haga falta.
Convencida de que hacía lo mejor para salvar mi relación, estreché entonces su mano, rubricando en realidad su sentencia. Ese día vendí a mi novio intentando ayudarle, sin saber que el precio que iba a pagar era en realidad él mismo
(...)A pesar de estar alerta y saber al fin en qué terreno exactamente me encontraba, el siguiente movimiento en esa guerra no lo hice yo. Al día siguiente, en la siguiente cita, me encontré el rincón-salita algo cambiado. El sillón en el que mi prometido se apresuró a sentarse, estaba en el mismo lugar, pero la silla donde yo me había sentado días antes, ya no estaba frente a él, sino a cuatro pasos. A medida de los suyos.
Logré mantener la calma a pesar de esa socarrona sonrisa que se evaporó al girarse hacia mi novio, para preguntarle (esta vez sin susurrar) si había seguido su recomendación. No escuché su respuesta, porque estaba muy ocupada acercando la silla. Pero sí llegué a ver de nuevo esas adorables mejillas sonrojadas. Maldito.
Ignorando mi movimiento, el hombre alcanzó la varita que esta vez llevaba encima, y con una silenciosa floritura reclinó el sillón anatómico, dejando a mi novio casi en posición horizontal. El reposapiés salió disparado hacia delante y me golpeó en la espinilla. El bastardo se giró para disculparse hipócritamente, mientras su gesto me decía que me había llevado lo que según él merecía. ¡Si yo solo defendía lo que era mío!
Así que tuve que apartarme, dejándole a su merced, ahora estirado completamente sobre esa especie de sillón-camilla. Elevado, quedaba ahora a una altura adecuada para que el hombre no tuviera que inclinarse sobre él del modo en que lo había hecho la vez anterior. Pero de todos modos lo hizo. Puso sus ávidas manos a trabajar en lo que días antes había realizado con un golpe de varita. Ah, pero seguro que era más estimulante abrir esos botones con sus propias manos, rozando mientras lo hacía aquello que codiciaba...
Tuve que presenciar de nuevo cómo él sí que lograba despertarle a fuerza de caricias y fricción, ayudado por una maldita poción de la que no había logrado encontrar información alguna a pesar de haberme pasado la semana buscando. Intenté percibir algún ingrediente por su olor, pero le tenía demasiado lejos, y en esos momentos me preocupaba más vigilar sus movimientos sobre el pene de mi prometido. Tuve que carraspear un par de veces, exasperada ante esa otra mano que se perdía innecesariamente bajo su camisa, o se apoyaba distraídamente sobre el final de su muslo. Bajo su pantalón.
Luego estaba en modo en que seguía inclinándose sobre él, en principio para susurrarle cosas al oído de las que apenas me llegaban palabras sueltas, pero con la intención escondida de excitarle con su voz y su proximidad. Odiaba al hombre pero tenía que admitir que su profunda voz era uno de sus puntos fuertes.
Cada vez más nerviosa, me vino a la memoria el momento que habíamos compartido justo antes de venir, cuando me había venido a recoger a mi casa. Yo también me había inclinado hacia él, mucho más ligera de ropa que esa gruesa túnica negra. Yo también le había acariciado, queriendo dejar mi huella antes de que él le tocara. Yo también le había aplicado lubricante, intentando endurecerle con la excusa de poner a prueba esa poción.
Pero viendo el estado de su espectacular erección entre sus manos, comprendí que sí le necesitábamos, a él y a su poción. Iban a ser unas semanas muy duras...
(...)Con una dulzura impropia de su carácter, procedió a abrochar sus pantalones y a taparle con una manta que convocó, antes de dedicarme por fin su atención.
No grité cuando me liberó, ni formé ningún escándalo. Sencillamente me levanté, y le propiné una bofetada con todas mis fuerzas. Sorprendido, pero sin lograr enojarle tanto como para borrar de su cara esa estúpida expresión post orgásmica, me indicó simplemente la mesa de su despacho, tras la que se sentó esperando que yo hiciera lo mismo frente a él. Obviamente había lanzado un hechizo de silencio, porque su amante no despertó en ningún momento.
-Este es el ungüento que utilicé las dos primeras semanas -me comentó como si no se acabara de correr sobre mi prometido, y hubiera dejado que éste lo hiciera en su propia boca. ¿Y ahora qué pretendía, entregármelo al fin? ¡Ya no lo quería! Ni su sucia poción ni a mi novio, que había mancillado con sus perversiones. Luego reparé en que había dicho: "las dos primeras semanas"-. Este es el lubricante que utilicé después. -Y dejó en la mesa otro tarro, idéntico al que quedó a su lado. La comprensión de lo que me iba a explicar me golpeó como lo había hecho su deshonesto deseo cuando lo había descubierto-: No tiene ninguna particularidad mágica, más que su aroma, y que sus ingredientes naturales permiten que pueda ser digerido.
Y de eso había tenido una buena prueba. Así que me había estado engañando durante semanas... no había necesidad de más sesiones, ni de que anduviera sobando a mi prometido. Aunque eso quería decir también... que no había sido más que un placebo. Un placebo que mi propio lubricante casero no había podido igualar. Porque el problema era que yo no le excitaba. Y él sí lo hacía, sin necesidad de ningún ungüento milagroso. Porque mi ex prometido era homosexual. Y ese bastardo lo había sabido y me había tendido una trampa para robármelo.
-¿Desde cuándo lo sabía? Lo sabía, y me hizo pactar esa vergüenza de trato para engañarme.
-No, no lo sabía. No al principio. Simplemente vi la oportunidad de tenerle en mis manos, aunque fuera durante un instante. Realmente le había afectado el estrés, aunque no era el que él pensaba. Simplemente debía de aceptar... sus verdaderas tendencias.
-¿Y cómo lo supo? ¿Usó la legeremancia contra él? -le pregunté bruscamente, no esperando menos maldad de ese hombre que me había arrebatado lo que era mío.
Bufó antes de contestar con una irónica sonrisita-: No me hizo falta. Señorita Weasley, no es usual que en una primera sesión de tratamiento contra la impotencia se logre una erección. Por muy bueno que sea el remedio o muy hermosa que sea la enfermera que lo aplique. Que su... que Harry se endureciera en mi mano en su primera visita, me dio una ligera idea de cuál podía ser realmente su problema.
-O sea, yo -le contesté, despechada.
Simplemente se encogió de hombros. Su mirada se perdió a mi espalda, observando cómo mi... su amante dormía agotado. Le deseaba. Si no hubiera sido el ogro que había atormentado durante años a generaciones de niños, diría que hasta llegaba a amarle. Desde luego sentía algo más que fugaz pasión por él. No sé cómo, pero me enternecí con esa mirada.
Me levanté, y él hizo lo mismo. Al momento estaba situado entre su hombre y yo. No sé qué se imaginó que pretendía, pero yo había aceptado al fin mi derrota, y me dirigí hacia la puerta, sin más palabras. Me giré antes de salir por ella, para ver cómo cogía la silla donde yo tanto había sufrido, y se sentaba a su lado, después de besar sus párpados. Como si velara su sueño, se quedó observándole con adoración, acariciando de vez en cuando ese pelo enmarañado que tanto le caracterizaba.
Recordando aquella emotiva escena, no puedo ahora sino darme cuenta ahora que ese alto precio no lo pagué para curar a Harry Potter de su impotencia, sino para permitirle que alcanzara al fin su felicidad.
e) Razones por las que recuerdan ese fragmento en especial. Es un fic malicioso muy malicioso, la primera vez que lo leí quede ohhhh o.0, es genial como la propia Ginny llevo a harry a la boca del lobo y como este lo aprovecho al maximo!! es muy candente, en las propias narices de Ginny! ja ! es muy genial me pareció gracioso, en el sentido de humor oscuro, definitivamente este fic es para recordar con malignidad contra Ginny muajajaja!