a) Título del fanfic : If you are prepared
b) Autor (a):Cybele
c) Link a la historia:http://www.proyectoiyap.com/
d) Fragmento que deseen recordar del fanfic en cuestión.
Es un apego. Un parásito peligroso a otro ser. Y al permitirse a sí mismo el apego a
otra persona, uno inconscientemente entrega su independencia. Cedemos a otro el
poder de destruir cualquier mundo disfuncional que hayamos creado a su alrededor. Y
una vez que el centro de ese mundo se va, el total de nuestra realidad cae en espiral
al caos.
Construir paz alrededor de un sentimiento pasajero es simplemente pedir problemas.
Yo me contento con la amargura fría y general. La miseria, confiable y constante. La
soledad y el aislamiento son fáciles de mantener, siempre y cuando no haya cerca
idiotas entrometidos con buenas intenciones para destruirlas.
Se ha ido.
Sintiéndome muy enfermo, me levanto con una disculpa, asintiendo con gratitud a McGonagall. Me dirijo a la puerta lateral, sólo para pararme en seco ante el dolor que atraviesa mi brazo izquierdo. Me lo agarro instintivamente con la otra mano, siseando a través de los dientes, y continúo caminando.
Soy sólo vagamente consciente de una ola repentina que me atraviesa, y mis piernas flaquean. La habitación se desvanece en sombras que murmuran sordamente mientras una onda eléctrica se dispara a través de mi cuerpo. Quedo paralizado durante lo que parecen horas.
Finalmente encuentro el camino de regreso, cuando escucho la voz de la directora que me llama. Parpadeo para ver las caras preocupadas de McGonagall y Lupin sobre mí. Los alejo y me siento, tratando de entender qué diablos estoy haciendo en el suelo.
—¿Severus?
Y entonces lo recuerdo.
Me subo la manga de la túnica, sin preocuparme por ser discreto. Me quedo mirando fijamente, sin llegar a creérmelo, la piel suave y sin marcas de mi antebrazo. Mis dedos se dirigen al punto donde debería estar la Marca.
»Severus, los estudiantes. Varios de tus estudiantes...
Me desplomo contra la pared, flexionando ausentemente los dedos para quitarles la sensación de cosquilleo de la nueva magia integrada.
Lo ha conseguido.
—¡Severus! ¿Me escuchas? Tus estudiantes se están desplomando por todas partes, ¡y me encantaría tener respuestas! —sisea McGonagall frenéticamente.
Enfoco la vista en su cara roja.
—Voldemort está muerto —digo secamente, y veo cómo su expresión pasa del pánico a la confusión. Me río con diversión amarga—. Que empiece la fiesta.
(....)
No sé cuánto tiempo llevo aquí cuando alguien llama a la puerta, sorprendiéndome momentáneamente. Me reclino de nuevo en mi silla.
Él no usaría la puerta.
Una parte de mí está lo suficientemente lúcida como para maldecir al resto de mí por estar aquí sentado, lleno de una estúpida expectación. Me dice que debo responder al toque en la puerta. Que debería aceptar que no regresará y seguir con mi miserable existencia.
Esa parte de mí queda eficientemente derrotada por otra parte que insiste en que él debe regresar. Que con Dumbledore muerto y ahora Voldemort, él es lo único de lo que puedo quejarme ahora. No puede estar muerto, porque mi vida sería demasiado fácil si no estuviera él para irritarme. Las Parcas no serían tan benevolentes.
Las Parcas no podrían ser tan crueles.
¿Cuánto tiempo llevo aquí? Dos mil, tres mil años. No es la primera vez que me pregunto si está atrapado y no puede regresar. Puede que esté herido y no sea capaz de aparecerse. Y yo no sabría dónde encontrarlo. Tal vez esté esperando que alguien vaya a buscarlo. Después de todo, es imposible que haya salido de su último encuentro sin un rasguño.
¿Han ido en su búsqueda?
Tal vez lo hayan encontrado ya, y está sumido en un sueño reparador de la mano de Pomfrey. O tal vez lo han llevado a San Mungo, donde se está recuperando antes de regresar al castillo. A mí.
Abre la puerta, Severus.
Esa voz de nuevo. Me pregunto si Albus Dumbledore no murió, sino que tomó residencia en mi cabeza. No quiero abrir la puerta. No quiero ver a nadie. No quiero malas noticias.
Tendrás que enfrentarte a ello alguna vez.
Tendré que enfrentarme a ello alguna vez. El lunes, cuando empiecen las clases. Cuando esté demasiado ocupado como para pensar.
Mi estómago se contrae violentamente cuando considero que tal vez él no esté ahí, trabajando con su poción, estropeando los ingredientes, echando malas miradas a Malfoy.
Que tampoco estará ahí. Alguien menos por quien preocuparme.
Me doy cuenta de que los golpes han parado. Sospecho que comenzarán de nuevo en unas pocas horas. Como un reloj. Juego con la idea de alzar las barreras de Albus, pero la desecho rápidamente.
Él no encontraría el camino de vuelta.
No va a volver.
Tiene que hacerlo.
La chimenea suena y me tenso, descruzo las piernas y me siento expectante, aunque no tan esperanzado. Cualquier esperanza que albergara se disuelve al instante cuando veo a McGonagall levantarse y enderezarse, mirándome con aire de reproche.
—Severus.
—Minerva.
Su boca se mueve mientras sus ojos me estudian cuidadosamente. Río y sigo mirando la chimenea detrás de ella.
—¿Planeas unirte a nosotros en algún momento? —pregunta, tomando asiento en la otra silla. Tengo el impulso estúpido de darle un empujón que la saque de ahí. Pero no lo hago. Él nunca se sentaba ahí, de todos modos.
—Es más tiesa que tú.
—Es mi silla.
—Bueno, entonces tú te sientas aquí y yo ahí.
—Descarado.
—Idiota.
»¿Severus?
Vuelvo la vista hacia ella para ver cómo sus cejas se mueven para expresar algo que parece ser compasión. Río con desdén y recuerdo que me ha preguntado algo. No recuerdo qué era.
»No te puedes quedar aquí para siempre —dice quedamente.
La miro.
—No es mi intención. Tengo libres los fines de semana, ¿no? Estaré listo para dar clases el lunes.
Parpadea y abre la boca estúpidamente. Yo aparto la vista.
—Es lunes por la tarde.
—No seas ridícula —digo. Evidentemente, no llevo tres días aquí sentado. No he perdido el juicio por completo.
—Las clases se han cancelado, claro. Mañana también. —Respira hondo—. Para el acto conmemorativo —añade.
Acto conmemorativo, por supuesto. ¿Quién vendrá a llorar al Señor Tenebroso? Me acaricio el antebrazo ausentemente.
»Se esperará que asistas, por supuesto. —Su voz suena extraña por el esfuerzo que hace para conferirle autoridad—. Como un miembro más del profesorado de Hogwarts —agrega rápidamente.
Rechino los dientes, intentando que se vaya por pura fuerza de voluntad.
—No.
—Todos necesitamos cerrar esta etapa. Vas a venir. Como profesor de esta escuela y como Jefe de tu Casa.
—Entonces dimito. No...
—Y como su amigo, Severus Snape, ¡vas a venir!
—¡Yo no era su amigo, estúpida! —grito. Mi voz suaviza sus órdenes y las lleva a un silencio sumiso—. Era su profesor. Él está muerto, así que ahora no soy nada.
Alguna advertencia extraña me urge a repasar mi última frase. Pero no recuerdo lo que he dicho. Decido que no importa.
Se levanta.
—No pienso aceptar tu dimisión. Espero verte mañana a mediodía en el Gran Comedor. No puedo obligarte a ir, pero te insto encarecidamente a ello. Es hora de dejar todo este caos atrás y seguir adelante. —Se lleva una mano a la túnica y saca… periódicos, al parecer—. No creo que hayas visto esto. Los dejo aquí para ti. Hay una carta al director en El Profeta del sábado que tal vez te interese.
(...)
—¿No pensabas decir adiós?
Me paro en seco junto a la puerta que lleva a mi huida, y me vuelvo para ver a Lupin, por una vez sin su perro guardián. He perdido la energía requerida para deshacerme de su insistencia de sostener buenas relaciones. Al menos Black tiene la decencia de parecer renuente a tener una conversación civilizada conmigo. Empiezo a sospechar que Lupin las va buscando.
—No tenía la intención, pero si insistes, adiós. —Asiento secamente y me vuelvo de nuevo hacia las puertas.
—Severus.
Respiro hondo para calmarme y dejo salir lentamente el aire antes de girarme hacia él.
—Lupin, llevo tres años esperando estas vacaciones y preferiría que empezasen más temprano que tarde.
—Vas a volver, ¿verdad?
Frunzo el ceño, e inútilmente trato de leer lo que está pasando bajo esa expresión que no da pista. ¿Que si voy a volver? Por supuesto que voy a volver. Soy adicto al autocastigo, después de todo, y apenas sabría qué hacer conmigo mismo aparte de desperdiciar mi aliento tratando de enseñar a apreciar un arte perdido, o someterme a las preocupantes manías de la directora, o trabajar hasta la extenuación con un caldero con el objetivo de mantener pasiva a una bestia peligrosa... Ah.
Por supuesto.
—No te preocupes, Lupin. Hay suficiente poción matalobos para mi ausencia. Como te dije, sólo necesitas agregarle la babosa y dejarla hervir hasta que el humo pierda su verdor... —Me callo cuando lo veo reír. Entrecierro los ojos—. He dejado las instrucciones con Poppy —digo rápidamente, e intento escapar una vez más sólo para verme detenido nuevamente. Pierdo la paciencia—. ¿Te han encomendado personalmente irritarme de forma incesante?
Su sonrisa se amplía y hay algo sospechoso en la forma en que baja la vista al suelo. Me quedo perdido un momento, y luego se me ocurre una idea horrible.
—Que pases unas buenas vacaciones de verano —dice, y se gira para irse.
—Lupin, no eres gay, ¿verdad?
Se da la vuelta abruptamente, abriendo mucho los ojos. Barbotea por un momento, y estoy seguro de no haberlo visto nunca perder la compostura de esta forma. Me sentiría complacido si no me aterrorizase su posible respuesta. Lo veo recuperar la capacidad de habla. —¿Qué? No... no especialmente. ¿Por qué?
Exhalo, aliviado. Lo último que necesito es defenderme de un hombre lobo hormonal. He cubierto mi cuota de personajes trágicos. Sacudo la cabeza.
—Olvídalo. Nos vemos en septiembre —digo, y salgo por la puerta. La maldita lechuza ulula con felicidad mientras la llevo hacia el sol.
Será la primera vez que vaya a la Mansión desde la segunda llegada de Voldemort. También será el primer verano que pase solo desde hace la misma cantidad de años, no puedo evitar recordar. Pero me he acostumbrado a estar solo en todos estos meses que han pasado sin él. Y aparte de los ataques ocasionales de doliente estupidez, a duras penas he notado su ausencia.
Mentiroso.
Lo acepto. Pienso en él. Es difícil no hacerlo cuando su club de fans sigue llorando por los rincones, o con ese maldito hueco en mi suelo que seguramente me matará alguna noche de ésas en que consigo levantarme de esa silla e ir a la cama. Y también está el maldito pájaro. El último huérfano que me veo obligado a cuidar.
Lo echas de menos.
Lo echo de menos. Por ridículo que sea regodeare en la idea, no puedo evitarlo. Fue una parte de mi existencia diaria durante demasiado tiempo como para que sea tan fácil olvidarlo. Era mi hábito. Mi rutina.
Lo amabas.
Lo amo.
Pues claro que lo amo. Es mi trabajo.
Hago que su vida parezca un poco menos inútil.
e) Razones por las que recuerdan ese fragmento en especial.
Ah este fic es hermoso, de echo caí por lo bonito del trabajo que era este fic, tanta dedicación ademas es hermoso, pero odio los finales tristes y tarde me di cuenta que era el mas triste que he leído pero genial. Estas partes son del capitulo final que lo llore como magdalena demuestran el sentir de Severus, como Harry a pesar de todo deja su esencia y su amor es tan grande que hace que Sev aun logre seguir adelante, es un fic divertido dramático e innolvidable, que realmente me saco demasiadas lagrimas, pero vale la pena recordar.