La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry

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Pescadora de Estigia
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Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry Empty
MensajeTema: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitimeDom Jul 08, 2012 5:35 pm

Escritora:Mei yua

Beta: Pescadora de Estigia

Ilustradoras: Magic Lilac y Kuree_M&Me_S&S

Clasificación: NC-17

Resumen: Los días pasan y las discusiones entre Severus y Harry son más continuas y fuertes. Además, Harry no deja de escudarse tras sus amigos, cosa que molesta mucho a su marido.

Advertencias: Ninguna.

Palabras:11734

Snape salió a paso firme de la casa que, por lo que le parecía muy poco tiempo, había compartido con su joven esposo. Caminó decididamente, sin detenerse ni si quiera un momento para mirar atrás, y clavó sus oscuros ojos en el deslumbrante paisaje que se exponía frente a él, maldiciendo mentalmente que el clima no reflejara ni tan sólo un poco los sentimientos que en ese momento se arremolinaban en él.

Algo, muy en el fondo de su corazón, le decía que esta vez, si volteaba a mirar la casa, no vería a Harry observándole desde el alféizar de la ventana, con una expresión furiosa y resentida en el rostro. Eso lo sabía muy bien porque estaba claro que, esta vez, ni para el chico, ni para él, valía la pena el tomarse la molestia de ver al otro por última vez.

Así pues, Snape se apartó el pelo de la cara con un apresurado movimiento de cabeza y resopló despectivamente, desapareciéndose del lugar, alejándose de Harry, de su matrimonio, de su hogar y de todas las personas que, en un momento u otro, habían estado al pendiente de su relación. Simplemente les dejó como recuerdo una nube de humo negro que, en segundos, la suave brisa de verano se encargó de extinguir, junto con gran parte de sus sentimientos por el estúpido Chico-Que-Vivió. Sabía que el tiempo se encargaría de borrarlos por completo en ambos.

Meses atrás el hombre no se hubiera imaginado ni en sus más remotos sueños que algo como aquello fuera a suceder, pero esta era una prueba más de los cambios que puede dar la vida tan sólo con un par de decisiones, bien o mal tomadas. Era verdad que parte de él estaba sufriendo como un condenado, pero otra, mucho más grande, estaba agradecida porque las cosas se hubieran dado de aquella forma ahora y no después, cuando el daño pudiera haber sido mucho mayor. Había vivido con Harry momentos maravillosos que jamás podría olvidar, pero entendía perfectamente que nunca nada es eterno, mucho menos la felicidad. Pensaba que quizá algún día Harry lo mirara de la misma forma y dejaría así de aferrarse tanto a los buenos momentos.

Snape recordaba perfectamente como había sucedido todo; aquello era algo que nunca podría olvidar. Luego de aquel fastidioso acontecimiento en Perú que lo mantuvo por tanto tiempo alejado de Harry, ambos habían retomado su vida, tratando de que todo volviera a la normalidad. Y así fue.

Snape había vuelto a impartir las clases de pociones en el viejo castillo después de lo que había sido un corto periodo de ausencia, si se era comparado con los años que ya tenía enseñando allí. El hombre no podía decir que estaba plenamente feliz con este hecho, ya que jamás se acostumbraría a estar rodeado de estudiantes alcornoques totalmente carentes de cerebro. Mucho menos aún se acostumbraría a enseñarles algo, cuando lo único para lo que parecían ser buenos era para echar a perder cuanta cosa pasaba por sus manos. Sin embargo, él lo había pedido, y estaba satisfecho de volver a sus mazmorras y poder descontar puntos a quien se le pegara la gana, en el momento que se le antojara sin que nadie pudiera evitarlo. Y, como un magnífico bono extra, tenía a su lado a un guapo joven que lo amaba tanto como él lo hacía y el cuál, además, ahora sabía soportar perfectamente su carácter.

A Harry y a él les gustaba pasar sus tardes libres, mayormente de los fines de semana, bajo el viejo sauce llorón del que tan sólo una vez antes habían podido disfrutar su sombra. Algunas veces solamente se quedaban allí, tumbados bajo su oscura sombra, tan sólo sintiendo el calor emanar del cuerpo del otro y se tomaban de la mano mientras el viento los despeinaba a merced. En otras ocasiones, Harry se ofrecía a ayudarle a corregir allí los exámenes. El chico sabía que, al menos, sí podía marcar con una espantosa equis roja las faltas de ortografía, y Snape tan sólo sonreía, conteniendo las ganas de decirle que en pociones era una basura sin su libro, y aceptaba de buena gana la ayuda, robándole un beso a su joven marido. Sin embargo, tampoco faltaban esos momentos en los que el calor de los besos atraía eternos momentos de pasión desenfrenada. En ocasiones lo hacían sobre la roca, otras de pie, apoyados en el tronco del árbol, y muchas otras más dentro del agua.

Tampoco faltaba alguna que otra mirada indiscreta de algún alumno en los pasillos, mientras caminaban uno al lado del otro. Snape sabía que la admiración que los estudiantes sentían por Harry crecía cada vez más, cuando lo miraban “domar a la bestia” con tan sólo una simple sonrisa, que curiosamente aparecía siempre que planeaba amonestar a algún Griffyndor infractor de las reglas. Al chico le gustaba bromear sobre esto con Snape, y al mayor, como era de esperarse, le caían en la punta del hígado, tanto las miradas como los comentarios de su marido, pero ¿qué podía hacer? Estaba completa e irremediablemente enamorado de ese chico burlón. Y muy a su pesar, le gustaba esa sonrisa traviesa que ponía Harry en esas ocasiones. Definitivamente, el joven iba a llevarlo a la ruina y él estaría fascinado con eso.

Si bien Snape se había integrado a las clases cuando el curso llevaba ya un par de meses, el hombre imponía lo suficiente como para que los alumnos no lo lograran recordar al cabo de algunas semanas con su yugo impuesto. Era cierto que, en los pasillos más recónditos, aún circulaban los rumores sobre la declaración que se había dado ante todo el colegio, sobre la relación que mantenía con Harry, y aun más circulaban los de la aprehensión y las causas de ésta, pero quizá este hecho había ayudado al final, cuando la pareja se halló instalada en las mazmorras. Sin embargo, Snape no era estúpido, sabía perfectamente que algunos jóvenes rumoreaban a sus espaldas, que lo señalaban con el dedo cuando pensaban que estaba demasiado lejos como para percatarse y que murmuraban homofóbicos insultos hacia su persona. Hubiera sido demasiado pedir que no fuera así estando en un colegio de adolecentes, pero de cualquier forma, estaba dispuesto a soportarlos. Snape pensaba que nada ni nadie arruinarían lo que tenía con su amado Harry, mucho menos rumores.

Harry, de alguna forma, había conseguido que Lucius Malfoy, como director, le diera permiso para andar libremente por el castillo, a pesar que no pintar nada en el. Tan sólo era el esposo de uno de los profesores en esa ocasión, aunque el chico se resguardaba bajo la excusa de ser el vigilante de los educadores cuando alguien le preguntaba algo.

Había estado yendo y viniendo de aquí a allá, al principio con el firme propósito de hacerle mejorías al mapa del merodeador. Siempre le decía a Hermione y Ron que ya era hora de crear nuevas rutas para el colegio. Cuando hubo logrado su cometido se dedicó días enteros en investigar por su cuenta la cámara de los secretos. Después del hallazgo que habían hecho en ella recientemente estaba claro que no había sido construida solo para ser la casa de la mascota de Salazar.

Algunas veces el joven odiaba haberse vuelto tan rápido en la lectura por culpa de Hermione y de los constantes peligros que requerían que leyera demasiado, pero ahora, gracias a esto, había podido devorar la biblioteca de la cámara a tope. Aunque, si hay que ser sinceros, era considerablemente más pequeña que la pública de Hogwarts. Imaginaba que Salazar tenía gustos más refinados, eso y que seguramente no necesitaría libros para enterarse de las cosas. Las debía de haber sabido de memoria ¿no? Como una especie de Dumbledore más gruñón y más sabio.

Una de aquellas tardes, estaban sentados Harry y Snape, en la salita de estar de los aposentos que compartían. Se hallaban acomodados en un sillón de dos plazas de piel cobriza, frente a una chimenea que por algún motivo daba llamas rosadas.

Harry estaba recostado sobre el regazo de Snape, con los pies colgándole por el brazo del sillón. El mayor conservaba los ojos cerrados, esperando que surtiera efecto la poción contra las jaquecas que acababa de tomar. Harry pasaba de arriba abajo una de sus manos, delineando sobre la ropa los músculos del pecho de Snape, mientras iba abriendo, uno a uno, los pequeños botones del saco. Harry le había dicho una vez que estar a solas con él, el hombre que despertaba sus más bajos instintos, le hacían desear girar su cabeza y atrapar con la boca la suculenta polla del hombre, hacerla crecer en su boca y chuparla hasta lograr dejarla completamente seca.

Snape le gruñó por lo bajo a la pequeña mano que lo invadía y dijo:

—Harry, por favor… dame cinco minutos para que se me termine de pasar el dolor de cabeza, y si después de que eso suceda aún quieres que sigamos, entonces con muchísimo gusto te atenderé.

—Oh, vamos, no lo hagas sonar como si fuera un negocio, Sev… —masculló Harry, descubriendo que Snape portaba una camisa blanca bajo el saco negro—. Además, en cinco minutos Malfoy ya estará aquí.

—¿Malfoy? ¿Cuál de los Malfoy? —preguntó Snape, tomando suavemente la mano de Harry.

—Draco Malfoy. Hermione me dijo que Ron y él tenían algo que proponerme, pero como ella y Ron se van a fugar a Francia para no tener que ir a Hungría a la boda de Viktor Krum…

—¿Por qué la boda de ese bobo es en Hungría? Creía que era búlgaro… Además, ¿Por qué se están fugando y no mejor te han invitado a ir?

Harry se sentó para intentar quitarle el saco y camisa a Snape.

—Lo mismo me preguntaba yo, y parece ser que la chica es de Hungría y allá tiene un terreno más amplio para el enlace… ya sabes, con el novio famoso y todo eso seguramente habrán demasiados invitados y fanáticos. Y con respecto a lo otro… Hermione dejó de hablarle a Viktor desde que está con Ron, y pues él también a ella, pero como invitó a Fleur, y ella decidió llevarse a todos los Weasley a la boda, ahora están de fugitivos.

—Eso lo explica todo —murmuró Snape, tratando de recordar por que había tenido que comenzar a preguntar—. ¿Y por qué no te llevaron los Weasley? Ya entrados en el tema me podrías decir también eso.

—Claro que me invitaron, pero Lucius dice que no podemos dejar el colegio sin una buena razón, y dice también que una “pachanga*” no cuenta como una buena razón.

—Si querías ir, podrías haber ido, Harry. Sabes que no te lo hubiera impedido —dijo Snape, tratando de peinarlo para distraerlo de sus ropas—. Es más, me hubiera parecido bien. Últimamente has estado mucho metido entre libros. Me preocupa tu salud… podría fallarte algo en la cabeza con tanta información.

—Muy gracioso… pero hablando de eso —comentó Harry, apartándose la mano de Snape con un mohín—. ¿Puedes creer que Salazar no tenga ni tantita información sobre la competencia? Es lo único que le falta tener…

—¿Competencia? ¿Qué competencia?

—¡Colegios, Sev! No hay nada de ninguno de ellos allí. Es como si solo existiera Hogwarts para él.

—Primero, Harry, no estamos en un partido de Quiddish como para que los llames “competencia”, y segundo… Me parece que eso es algo lógico, Hogwarts se fundó alrededor del año 900 o 1000, y los demás colegios de Europa tienen apenas unos 700 años de antigüedad.

—¡Ah! Así que es por eso… quizá debí poner más atención a las clases de Historia, pero bueno… da igual.

Snape sonrió abiertamente, le encantaba poner en evidencia la ignorancia de Harry en algunos temas. Lo atrajo entonces hacia él desde la cintura y, sin decir nada, se apoderó furiosamente de sus labios, dispuesto a satisfacer el deseo que se notaba contenido en los pantalones de Harry. Sintió como el joven enredaba su lengua con la suya mientras se sentaba a horcajadas sobre él, meneando lascivamente la cadera mientras pasaba sus brazos alrededor del cuello de Snape.

Podían sentir la respiración del otro cayendo sobre su piel y las uñas arañando con deseo al ir despojándose de las camisas hasta dejar ambos pechos desnudos, frotándose piel contra piel. Snape soltó un jadeo en busca de aire. Harry se había vuelto jodidamente bueno besando… y también jodidamente lujurioso. Cada vez le costaba más satisfacerlo por completo. Sin embargo, antes de que lograran hacer otra cosa, se escuchó una engreída voz hablar desde la chimenea, haciendo chispar de sobremanera las rosadas brazas.

—¡Más les vale que corten ese rollo, porque no me pienso esperar hasta que terminen de follar!

Snape se apartó un poco de los labios de Harry, que volvían a buscar ansiosos los suyos, y miró por encima del hombro de éste. La cabeza de Draco los miraba fijamente, como dando a entender que no la sacaría de la chimenea hasta que no se separaran, o de lo contrario tendría unos lindos recuerdos que podrían ser expuestos libremente.

—Con un demonio, Malfoy… —gruñó Harry, frotando su dureza contra el vientre bajo de Snape—, vete a jugar ajedrez con tu padre y deja de molestar. Necesitamos intimidad en este momento.

—Vieras que no, cara rajada. Ya sabias que venía, no es mi culpa que te hayas calentado en el momento que no debías —dijo Draco con el ceño fruncido y añadió en tono burlón:—. Así que si no te bajas de él, me pasaré de todas formas… y podría pensar entonces que tus calenturas quieren probar lo que se siente hacerlo en frente de otras personas.

Snape se removió en su asiento, haciendo que Harry se bajara de él antes de que lograra abrirle en cierre de los pantalones y se puso su holgada capa lo más pronto que pudo. Había sentido esa manita suya peligrosamente cerca del botón. ¿Si Harry vio que había olvidado que venía Draco como no se lo recordó? Y más aún, ¿Cómo podía pesar en seguir con el enfrente?

—Pasa de una vez, Draco… y tú, Harry, ponte una camisa al menos y atiende a tus visitas.

Pudo escuchar como Harry refunfuñaba, pero prefirió no hacerle caso. Estaba tratando de concentrarse para controlar ese maldito sonrojo que se le había formado. No era la primera vez que Harry hacia ese tipo de cosas en frente de alguien más. También había sido frente a Granger, MacGonagall, Lucius… ¿En que estaba pensando? ¿Acaso Harry quería que alguien los viera, y Merlín no quisiera, los encarcelaran por faltas a la moral mágica al estar haciendo ese tipo de cosas frente a todo el mundo, en un colegio donde había en su mayoría menores de edad?

Miró como Draco pasaba y caminaba tranquilamente, como si no hubiera visto nada relevante, hasta sentarse en un sillón de una sola plaza.

—Voy a ir al grano, Potter, no pretendo quedarme por mucho tiempo, así que…

—¿Si será rápido para que te sientas? —interrumpió Harry.

—Es descortés interrumpir a la gente cuando está hablando, Potter, y te informo que por educación debes ofrecer a tus invitados asiento y una taza de té, la cual te informo que no quiero, muchas gracias —dijo Draco al ver que Harry no le pensaba dar nada y continuó—: Ahora bien, ¿me dejas seguir?

—Adelante.

—Muy bien, te decía… He venido aquí para proponerte un negocio que tenemos entre manos Weasley y yo. No preguntes por que nos asociamos, que te baste con saber que Granger tiene la culpa.

—¿Qué tipo de negocio? —preguntó Harry

—Algunas personas dejaron de confiar en el Ministerio, así que abriremos una… agencia de aurores privados. Sabemos lo que se tiene que saber y somos lo suficientemente conocidos como para jalar clientes… Podríamos hacerlo y triunfar en ello, no hay duda.

Aunque en ese momento no lo supo, algunos meses más adelante Snape entendió que en el momento que Draco dijo eso, y Harry hubo aceptado, lo que ambos tenían comenzó a irse lentamente al precipicio.

Podía recordarse aún así mismo alentando a Harry, para que diera su mejor esfuerzo en ello, motivado por el temor de que su joven y aventurero esposo pudiera aburrirse de estar solo en el castillo mientras él se dedicaba a dar clases. Ya una vez le había pasado que por trabajar había descuidado a Harry y no quería caer de nuevo en ese error.

En las semanas que le siguieron a aquel día, Harry se la pasó yendo y viniendo de las habitaciones, algunas veces cargando con folletos mágicos de locales en renta, otras con revistas o catálogos de decoraciones o utencilios mágicos de todo tipo. Al final, terminó por ir al castillo solo hasta el anochecer. Siempre llegaba saltando al despacho de Snape, yendo de aquí a allá, contando las cosas que había hecho en el día e interrumpiendo cada vez los intentos de Snape por revisar trabajos o preparar sus próximas clases. Sin embargo, a Snape no le importaba. Siempre dejaba de lado sus labores y concentraba toda su atención en Harry. Lo escuchaba contarle con santo y seña cada pequeño acontecimiento, mientras intentaba alejar de su mente las pociones con tal de poder intentar al menos memorizar lo que el chico le decía, solo por si acaso.

Lo amaba tanto que quería complacerlo en todo lo que pudiera, y aun más si era necesario. En aquellos momentos los instantes que pasaban juntos eran pocos y en el olvido habían quedado las tardes en el lago, o las cosas sencillas como comer juntos o andar el uno al lado del otro. Sólo se miraban por las noches y, más que aprovechar el momento para conversar, Harry siempre deseaba hacer cosas que no involucraba ni una sola prenda, ni precisamente palabras.

Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry 25522442457874643949594

Todo se había limitado a escuchar hablar a Harry o hacer el amor de muchas y variadas formas. Como era de esperar, las limitaciones del tiempo y los propios deseos carnales comenzaron a acarrear problemas. Uno de ellos eran los malentendidos que al final terminaban haciendo que ambos discutieran. ¡Oh, aquellas discusiones! Snape podía recordarlas a la perfección, y ahora que podía ver claramente sin la venda del amor cubriéndole los ojos, entendía lo injustas y peculiares que eran aquellas discusiones.

Casi siempre comenzaba de la misma manera y seguían un mismo patrón. Harry entraba sin tocar y comenzaba a hablar sin parar, importándole poco el resto.

—Me alegro que todo este saliendo bien, Harry —dijo Snape en una de esas discusiones.

—¡Lo sé! Es que es todo tan emocionante ¿Cómo no se nos ocurrió antes? Ayer nos llegó un caso, ¿sabes? Un tipo con un problema de fuego infernal. Ron dice que es una trampa, Draco por su parte piensa que esta tarado.

Snape miraba su escritorio había el tope de pergaminos de vez en cuando y luego volvía a concentrarse en Harry. Bien podría haber seguido calificando, dejando que el chico siguiera con su monólogo. Sin embargo, no era tan descortés como para hacer eso.

—… Pero cuéntame, ¿Cómo te fue a ti? —dijo Harry en algún momento de la noche.

—Aburrido, en realidad —contestó Snape—. Verás, les dejé un ensayo a los de cuarto la semana pasada y los tengo que entregar mañana en las primeras horas, pero no voy ni por la mitad y ya me está dando sueño… ¿Crees que podríamos hablar en un rato más? En realidad me gustaría ponerme al corriente y...

—¡Eso es interesantísimo! —cortó Harry y retomó su cuento—. Me alegro que todo vaya bien. ¿Te conté lo que pasó con la silla el otro día?

Snape gruñó, sintiéndose ofendido.

—¿Escuchaste algo de lo que te dije?

—Por supuesto —aseguró Harry—. Entonces entró una señora...

—No seas embustero, no me estas poniendo ni puto caso, pero ¿sabes qué? No importa… yo seguiré con mis revisiones, si no te molesta.

Harry se detuvo de golpe miró acusador a Snape.

—¿Me estás mandando a callar solamente para no ponerte a hacer nada? Yo solo quiero decirte como fue en el día y a ti no te importa.

—¿No hacer nada? —explotó Snape—. ¡Necesitas gafas nuevas si no puedes ver las pilas de pergaminos que tengo aquí!

—No es mi culpa que estés flojeando y se te junten las cosas. Eso te pasa por desobligado.

—Desobligado… ¿Cómo te atreves? Todo esto es por ti, Harry. ¡No los he revisado por tratar de pasar tiempo de calidad contigo!

—¿Tiempo de calidad es mandarme callar?

—¡Eso fue porque no me estás escuchando!

—¡Oh, claro que te escucho! Te estoy escuchando gritarme y mandarme callar a la mierda. ¿Y sabes qué? También me estoy preocupando de paso por no dejarte olvidado por estar sumergido en mi trabajo como tú lo hiciste cuando esperaba a mi bebe!

Snape miró fijamente a Harry, sin saber cómo reaccionar.

—Creí que eso había quedado atrás, que me habías perdonado… y ahora me lo echas en cara.

—No lo hago —gruñó Harry— Te perdone, ¿no? Entonces olvídalo.

—¿Entonces por qué estamos hablando de nuevo de eso?

—¡Porque tú lo sacaste a la luz!

—¡¿Estás mal del cerebro?!

—¿Sabes qué? — dijo Harry, yéndose a la chimenea—. Ya cállate, no quiero escucharte, y no me voy a quedar aquí a soportar tus arranques de ira. Así que... Que te diviertas con tus pergaminos, Severus Snape.

Y sin más, Harry había salido del despacho hecho una furia y se había ido del castillo. Snape se quedó allí, vociferando maldiciones mientras trataba de explicarse como habían llegado a todo eso. No tardó mucho tiempo en descubrir a dónde iba Harry cada vez que se marchaba, ya que siempre, al día siguiente, llegaba alguno de los amigos del chico para hablar con él para que se solucionaran las cosas. En aquella ocasión había sido turno de Hermione.

La chica ya se encontraba en su oficina para cuando él terminó con sus clases.

—Profesor Snape… el Director me dijo que podía esperarlo aquí, espero que no le moleste —dijo ella.

Snape tan sólo asintió un par de veces y tomó asiento en frente de Hermione.

—¿En qué puedo ayudarla? —dijo seco.

—Verá, Harry me ha contado lo sucedido —comenzó a decir—, y me parece que han exagerado las cosas, ambos.

—Le contó.

—Así es él, Señor, debe comprenderlo. Es un poco explosivo y, cuando algo le emociona, no puede dejar de hablar de ello. Solo téngale paciencia… yo ya hablé con él.

Snape suspiró, pensando que la chica tenía razón. Se suponía que él era más maduro que el chico y aún así…

—Se me fueron de las manos las cosas.

—Lo entiendo, y Harry también lo entendió ya. En la noche vendrá… deberían reconciliarse entonces.

Justo de esa forma terminaba el patrón de sus pleitos. Alguien intervenía y ambos se miraban reconciliados después de eso. Aunque claro, sólo hasta que el ciclo volvía a iniciar. ¿Cómo había estado tan ciego como para no notar lo egoísta que se había vuelto Harry? Pero no, aquél no era el motivo por el que ahora se hubieran separado. Las cosas no eran tan simples como lo son los cotidianos pleitos de pareja o misma falta de tiempo. Lo que en realidad había echado todo a perder había venido después.

Los siguientes meses habían sido de lo mismo, salvo que Snape trataba de hacer de hígado corazón y esforzarse hasta los límites en complacer a Harry. Trataba de hacerlo feliz a cada momento, incluso había dejado de ser tan exigente en clases, todo para tener más tiempo para estar con él. Tenían tan pocos momentos para estar juntos, pero ¿Qué hacía Harry? Lanzársele encima como perro en celo. Snape no podía creer que todo en lo que el chico pensaba era follar, ¿dónde habían quedado los tiernos momentos? En el olvido, según veía.

***

La temporada fría llegó y se fue, y de tras de ella llegó el momento de preparar todo lo necesario para las graduaciones.

Hogwarts estaba regido principalmente por tres personas. El director, que era Lucius, el subdirector, que era McGonagall, y un tesorero. Ésta era la persona encargada completamente de la economía en el castillo. Este cargo era el que tenía él. Snape se encargaba de pagar a los profesores, de dar el oro para la comida, detergente, limpia pisos, ingredientes para pociones, utensilios para impartir las clases…

En la temporada de graduaciones tenía que ir a Gringotts a sacar galeones y recorrer el callejón Diagon, encargando entregas de pergamino extra de la mejor calidad y tinta mágica para los certificados. También tenía que escoger cuál sería el presente que le haría el colegio a los graduados. Ese año en particular, se obsequiarían túnicas de gala que con un pase de varita se volvían normales y se podían llevar en cualquier ocasión. La razón por la que dichas prendas salían demasiado caras era porque tenían una protección mágica contra las maldiciones de primer grado que duraba siete años.

Snape había estado caminando todo el día, se había retrasado bastante en la tienda de túnicas al haber olvidado la lista de tallas de los alumnos de séptimo y tuvo que esperar hasta que un elfo se las trajera para poder encargarlas y, de paso, dejarlas pagadas.

Iba caminando por la calle, enumerando las cosas que ya había hecho en su mente cuando, de la nada, sintió como alguien lo cogía por el hombro, deteniéndole. Snape volteó lentamente la cabeza para ver quien había sido. Y allí estaba, era un hombre, un par de centímetros más alto que él, tenía la piel clara, aunque algo tostada por el sol, y el pelo negro por los oídos, cortado de forma irregular. Snape pensaba que lo había hecho él mismo, ya que llevaba una navaja en el cinturón, justo al lado de una varita con el mango forrado de cuero. Llevaba unas botas de cintas, altas hasta media pantorrilla y manchadas de lodo, al igual que unos vaqueros azules y camisa blanca de lana. Lo único que traía limpio era una mochila que cargaba en el hombro, y su capa, negra tenía deshilachados los bordes.

—Así que estás bien —dijo el tipo con una voz gruesa y lo que Snape clasificó como acento español, ya que marcaba demasiado las eses—. Pensé que te habías muerto en aquel maldito lugar… Cuando regresé ya estaba vacío.

—¿Te conozco? —preguntó Snape, apartándose la mano del hombre de sí.

—¡Oh, lo siento! —Se disculpó el hombre de inmediato—. No me he presentado. Me llamo Alberto Escobar, nos hemos conocimos en Perú... bueno, quizá simplemente nos hayamos visto porque tú estabas un poco indispuesto.

Snape lo miró de arriba abajo, dedicándole una mirada envenenada.

—¿Perú? No será usted uno de esos tipo que sellaron la magia de mi pareja, ¿verdad, señor Escobar?

—De hecho, sí, puedes decir que sí he sido yo —contestó el hombre, medio sonrojándose—. No puedo decir que ha sido la mejor decisión que hemos tomado, pero fue más rápida… ¡Pero! Antes de que te molestes, déjame decirte que no tuve otra opción más que hacerles caso a los demás.

—Sinceramente, señor Escobar, no me interesa conocer sus motivos —dijo Snape, haciendo acopio de toda su paciencia para no maldecirlo por sus actos—. Me basta y sobra con haber vivido lo que usted se encargó de ocasionar. Y ahora si no le importa, me voy.

—¡Ah! Sí, vale… seguro te he de estar quitando el tiempo. Espero que tu chico se encuentre bien. Andaré por el país un tiempo más, quizá nos volvamos a ver.

—No cuente con eso.

Snape miró como el tipo sonreía amablemente e inclinaba un poco la cabeza, despidiéndose de él y le entraron unas tremendas ganas de darle un puñetazo en la boca por haber tocado a su Harry. Sin embargo, logró contenerse y hacer la última compra antes de regresar al castillo. En ese momento, Snape no supo que aquella no iba a ser la última vez que mirara al hombre, como estaba deseando en ese momento.

La mente de Snape saltó entonces varios recuerdos en su mente hasta llegar a un acontecimiento en particular. Faltaba ya tan sólo una semana para la clausura del año escolar y Harry había entrado en su oficina, acompañado de Ron y Draco. Traían una cara de amargura total que apenas y podían con ella. Él los miró caminar hasta que tomaron asiento frente a él, recordándole a los años en los que había tenido que castigarlos por meter la pata en alguna cosa. Se preguntó entonces que tendrían que estar haciendo en su oficina cuando deberían estar trabajando.

El que contestó a su pregunta fue Draco, ya que los otros dos parecían ser demasiado orgullosos como para decir algo. El chico le dijo a Snape que había tenido que ir a solucionar lo de un ático encantado que se derrumbaba cada vez que entrabas a la casa y le dijo también que ya lo habían solucionado. El problema residía en que el dueño del lugar se negaba a pagarles. Se trataba de un viejo squib que tenía el dinero suficiente para alcanzar al menos las tres cuartas partes de la fortuna de los Malfoy en sus mejores días. Pero el hombre tenía una manera algo extraña de elegir en quieres confiaba, y como no había podido simpatizar con ninguno de los tres lo suficiente como para entregarle ni una monedita de cobre… entonces ahora estaban obligados a llevar a alguien más para que cobrara por ellos. Allí era donde entraba Snape.

Los chicos le pidieron, tan amablemente como fueron capaces, que por favor fuera con el hombre por sus pagos ya que, según le contaron, Snape y ese tipo tenía un carácter similar y muy seguramente uno podría doblegar al otro. Estaban rezando por que ganara Snape. Y así fue, los cuatro viajaron a Londres y fueron a donde el dueño de la casa. A Snape no le había costado mucho trabajo sacarle el oro a ese señor. Les dijo que sólo tenían que poner mano dura y no mostrarse blandengues frente a él o terminaría, como ya lo había hecho, haciendo lo que quisiera con ellos a pesar de no poder hacer ni un hechizo simple.

—¡Me alegro que tengan a alguien bueno que les ponga alto a ustedes, pandilla de delincuentes juveniles! —gruñó el señor, salpicando saliva por los espacios vacíos de los dientes que le faltaban—. Incluso me parece que han salido en el periódico por alguna delincuencia… estoy seguro de que te vi a ti, chico de las gafas antigüitas.

Draco y Ron dieron un paso para atrás, dejando a Snape y Harry al frente.

—Sí, señor… he salido un par de veces —dijo Harry, mirando de reojo a Snape curvar un poco los labios, medio disfrutando del momento.

—¡Ya decía yo! Y todavía lo dices así de saleroso… como si no fuera nada. Deberías educarlo mejor, muchacho —le dijo a Snape, apuntándolo con el bastón—. ¿Qué me dijiste que eras de él?

—No se lo he dicho —contesto Snape, cortante.

—¿Y qué esperas para hacerlo?

—Tener un buen motivo para ello.

El anciano sonrió, mostrando su dispareja dentadura.

—¡Eso es! Así tienen que ser ustedes… no que ahí van, diciéndoles todo sobre su vida a completos extraños… —Los vivaces ojitos bajaron hasta las manos de Harry, atraídas por el vacilar de estas al querer coger la varita—. ¿Y ese anillo? No me dirás que estas casado, ¿verdad? Todavía ni sabes lavarte solo el trasero.

Snape pudo ver como Harry se metía rápidamente las manos a las bolsas y se le estrujo el corazón con lo que contestó.

—No estoy casado.

—¿De verdad? —miró de reojo las manos de Snape—. A mí me parecía que tú y este chico estaban juntos… También él lleva anillo y se miraban más juntos que con ese par de cobardes que esperan que me descuide para salirse.

Ignorando como Draco y Ron pegaban un salto, Snape se quedó mirando a Harry fijamente, esperando que dijera algo. Aguardó pacientemente un par de segundos, con el corazón galopándole dolosamente, deseando que negara lo que había dicho antes y le dijera al hombre si estaba casado con él. No tenía razón para negarlo.

—Es mi padre —dijo Harry como toda respuesta, haciendo que Snape cerrara los ojos por el dolor.

Snape ya no pudo decir nada más. Se despidió de una cabezada del hombre e hizo caso omiso de Draco y Ron cuando le hablaron. Sabía que, si decía una sola palabra, su voz sonaría vergonzosamente quebrada. Le había dolido tanto aquellas simples y cortas palabras… y Harry no parecía darse cuenta de eso. ¿Acaso tenía que entender algo sin que se lo dijera? ¿Había sido sólo porque ese tipo era el que había preguntado? No, no tenía que por qué haberlo negado. ¿Le daba vergüenza estar casado con él? ¿Sería por su edad… o por su apariencia?

No quiso preguntarle a Harry sus razones después de eso. Todo lo que quería era olvidar ese día, esas palabras, pero siempre estarían presentes en su mente, como si las acabaran de decir hacia segundos. Pero no podía reclamarle… no después de todo lo que él le había dicho cuando era Harry un estudiante. Se lo merecía, ¿no?

Los días pasaron demasiado lentos después de eso, pero al final había llegado el momento de la graduación. La ceremonia siempre se daba lugar un par de días antes del banquete de clausura y Lucius había invitado personalmente a Harry, Ron y Hermione, aunque Snape sabía que lo había hecho por cortesía, ya que Draco andaba con ellos últimamente y se hubiera visto mal que su hijo fuera y ellos no.

Snape estaba con los profesores en la mesa principal, esperando que dieran la media noche para entregar formalmente los certificados de estudios. Por tradición a esa hora se debían entregar cada año, después tendrían un pequeño banquete y luego una fiesta hasta el alba, en la que estaba a juicio de los profesores si se quedaban o no. Snape nunca se había quedado más allá de la comida. No le gustaba mucho mezclarse entre críos ebrios que, con las hormonas desatadas, se olvidaban de a quien le debían respeto. Sin embargo, en aquella ocasión fue diferente. Después de que cada alumno graduado se hubo hecho con su certificado y los platillos aparecieron en la única mesa que había ya de las cuatro de las casas, se levantó para ir con Harry.

El chico estaba parado al lado de Draco, mirando a unos Slytherin que intentaban atrapar un pavo al vuelo que alguno de ellos había lanzado. Se notaba perfectamente que estaban haciendo apuestas sobre a quién se le caía primero, ya que continuamente Draco sonreía con suficiencia y le pasaba un caballito de tequila a Harry. Seguro que había perdido.

Snape negó con la cabeza a la suerte de su chico y escuchó a la profesora Sinistra hablarle desde atrás.

—Parece que comienza a animarse el ambiente —dijo la mujer pasándole a Snape una copa de Wisky—. Me pregunto si Potter hará que te quedes esta vez.

—No es bien visto que los profesores convivan de esa forma con los alumnos —dijo Snape.

—Bueno, eso no te impidió hacerlo antes… ni ahora, ¿verdad?

Snape no dijo nada, solo le dio un trago a su copa e hizo un gesto como respuesta a la mujer. Ella sonrió ligeramente y, fingiendo que encontraba fascinante la disputa con el pavo, dijo:

—No es ningún secreto que tu moral anda por los suelos, Severus… Todos en el castillo saben que últimamente te la pasas más tiempo con los pantalones en las rodillas que dando clases. Tu materia es más fácil ahora incluso que la de adivinación donde sólo tienes que inventar patrañas. ¿Tu chico te consume mucho tiempo? Seguro que la diferencia de edad hace que no puedas mantenerle el paso.

—Eso no es algo que te incumba, Sonora.

—Tienes razón. Sin embargo, Severus, te lo digo como amiga… si sigues haciendo escenitas pasadas de tono por el castillo se enterará el comité, y te echarán del colegio aunque Lucius se ponga de tu parte —La mujer lo volteó a ver—. Deberías comenzar a ponértele firme a Potter.

—Yo sabré como llevo mi matrimonio, Sonora, así que no te metas.

—Como quieras. De todos modos, es tu empleo y no el mío… Que tengas una buena velada, Severus.

Snape miró como la mujer dejaba su copa en la mesa y luego se iba al lado del profesor Flitwich y la profesora Sprouth, que terminaban de comer. ¿Todos pensarían eso de que su moral andaba por los suelos? ¿Había hecho algo demasiado evidente? Pero antes de que lograra contestar a sus propias preguntas, un par de brazos lo abrazaron desde atrás por la cintura y un cuerpo se pegó al suyo.

Volteó a ver quien fue.

—Harry… ¿Qué haces? —le dijo, mientras sentía las manos del chico vagando por su pecho.

—Bueno… no nos vemos desde ayer, Sev, y te extrañé… ¿Tu no me extrañaste?

El chico se paró de puntillas para besar el cuello de Snape. Algunos estudiantes estaban comenzando a señalarlos. El mayor trató de apartar de su cuerpo las manos ansiosas de Harry. Ése no era lugar para que estuviera haciendo esas cosas, al menos podría esperar a que estuvieran en la habitación… de alguna forma lograría atenderlo al menos una vez. Sin embargo, Harry no parecía estar dispuesto a ceder sin dar batalla. En un descuido, lo rodeó hasta estar frente a Snape y se le colgó del cuello, apoderándose de inmediato de sus labios, besándolo furiosamente.

—Har… Uhm... Harry... —habló Snape entre beso y beso—. Basta… detente...

—¿Por qué? —jadeo Harry.

—Necesito ir al sanitario —mintió—. Ve con Draco a comer algo y te alcanzo en un rato.

El chico se le pego más hablándole al oído.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo… ahora ve, ¿quieres?

Harry le mordió los labios y luego se separó de él diciéndole a Snape entre labios que no tardara. El mayor miró de reojo como Sinistra negaba ligeramente, mirando para otro lado, como diciendo “Uno se lo dice y es lo primero que va y hace”

Snape se pasó una mano por la cara. Éste era uno de esos momentos en los que no conocía ni siquiera un poco a Harry. El chico tenía momentos en los que se contradecía a él mismo, aunque… si lo pensaba mejor, a él era al único que le había importado siempre mantener la relación en privado. Al menos la parte sexual, pero quizá a Harry le gustaran ese tipo de cosas. Sin embargo, si era así... ¿entonces por qué lo había negado antes? ¿Habría sido aquello parte de algún tipo de juego fetichista? Se le estaba partiendo la cabeza para comprender.

Volteó a ver a Harry. Ahora estaba comiendo tranquilamente, enfrascado en su conversación con Hermione. Todos parecían demasiado felices… ojala él fuera tan joven como ellos. Quizá así no le importaría que las relaciones intimas salieran de la recámara... pero no, ya habían pasado esos años para él y no sabía cómo entenderse con Harry sin sentirse egoísta.

Se giró sobre sus talones y caminó a las enormes puertas de roble del gran comedor, saliendo de ese lugar. No quería sentir todas esas miradas puestas en él, quería estar solo, en un lugar oscuro preferiblemente, así podría tranquilizar un poco su mente y pensar qué hacer, lo que fuera, ya que en ese momento no se le ocurría ninguna idea.

Necesitaba alejarse de ese lugar, de tantos chicos que parecía le estaban contagiando la… torpeza mental. Caminó pues a la oficina del Director, dirigiéndose a la chimenea. Pensaba que seguramente a Lucius no le importaría si la utilizaba de ida.

Cuando hubo estado ya en ese despacho, caminó directamente al hueco con cenizas y tomó un puñado de polvos flu. Se introdujo a la chimenea, las arrojó al suelo, y desapareció del castillo en una llamarada verde. Cerró los ojos un momento, para evitar el mareo y salió tranquilamente una vez llegó a su destino.

El lugar estaba a oscuras a esas horas, solo habían encendidas algunas lámparas por aquí y por allá, proyectando sombras a la mayor par de de las mesas del local. Algunos magos giraron la cabeza para mirar a Snape, el resto ni siquiera reaccionó, solo siguió conversando o dándole largos tragos a su bebida.

Era una noche como cualquier otra en el Caldero Chorreante. Snape sacudió las cenizas de su ropa y caminó hasta la barra. Había en ella un rincón disponible que lo tentaba demasiado. Se sentó allí y aguardó a que el tabernero llegara a él.

—¿Qué vas a tomar? —preguntó el hombre.

Snape se permitió un largo suspiro antes de contestar y al final dijo:

—Wisky… doble.


Última edición por Pescadora de Estigia el Lun Jul 09, 2012 12:53 pm, editado 2 veces (Razón : Centrado de imagen. Corregir créditos)
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MensajeTema: Re: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitimeDom Jul 08, 2012 5:36 pm

El hombre no tardó mucho en servirle su copa y Snape tardó menos en tomársela de un trago y pedir otra. Ya ni siquiera tenía ganas de pensar, pero su mente seguía rondando las palabras de Harry, sus acciones, incluso sus besos, que últimamente se habían hecho demasiado pervertidos y carentes de amor por completo. Le dolía tanto el corazón, que no sabía cómo no se había caído ya a pedazos o, quizá, él mismo estaba manteniendo los trozos flotando para que no se desmoronara. Quizá se estaba aferrando demasiado a ese suculento amor… pero, sencillamenten no lo quería dejar ir, era como si dependiera de Harry hasta para respirar… Era inútil, ya no tenía ganas de pensar, sólo quería olvidarse por una noche de todo, sacarse hasta lo más pequeñito de la cabeza y, después de que lo lograra, regresar a todo ello, ya algo más descansado y dispuesto a seguir luchando.


Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry Escanear0001-1


Hubo un trago más y luego otro. El cuarto llegó acompañado de la botella entera. Snape miró por algunos minutos la etiqueta, sintiendo como el alcohol bajaba a su estómago vacío, y después levantó la mirada, pasándola repetidas veces de la botella al cantinero.

—Yo no ordené esto —dijo Snape arrastrado las palabras.

—Ya lo sé, chico —sonrió el hombre—. Te la han comprado.

Snape, motivado por el alcohol pensó en voz alta:

—¿Acaso alguien trata de ligarme?

—Eso no lo sé, pero si es así entonces tengo habitaciones disponibles en la parte de arriba, por si quieren alquilar alguna —le contestó el dueño, riendo por lo bajo.

—Soy casado.

—Entonces, te guardaré el secreto.

Snape rodó los ojos y agarró la botella, tomando directamente de ella. No era alguien rico como para rechazarla sabiendo cuánto costaba, menos aún ahora que quería tomar.

Exactamente… él no era alguien rico, pero Harry sí. Tenía la herencia de sus padres en una cámara acorazada en Gringotts, y también tenía la de la noble familia Potter, aunque no sabía si él estaba enterado de este hecho. Pero de todos modos, ¿él que tenía? Nada... Sólo libros, pociones y años, muchos años más que Harry. Pero lo quería, lo quería muchísimo, más que a su propia vida.

De repente, Snape pensó que estaba exagerando. Sólo tenía que mandar al diablo los pocos valores que conservaba y dejarse llevar. Después de todo Harry lo valía… o quizá no.

—Pareces melancólico —dijo una voz a su lado, haciendo que Snape pegara un salto.

—¿Quién…? ¡Ah! Eres tú… —balbuceó Snape, mirando sentado en el banquillo junto al mago de antes, Escobar.

—Me he sentado aquí hace un rato, pero estabas como ido… ¿está todo bien?

Snape no contestó, solo volvió a beber de la botella. No tenía ganas de hablar absolutamente nada con ese hombre. Ya le había causado muchos problemas antes, y llegar a cruzar palabra con el le parecía algo similar a traicionar a Harry.

—No hablarás, lo entiendo, sigues molesto.

—¿Y por qué será? —le salió.

—Ya te he dicho que no tenía otra opción.

—Siempre hay otra opción.

—¿Lo dices por experiencia?

Snape abrió la boca para contestar, pero la volvió a cerrar. Al cabo de un par de minutos de largo silencio dijo:

—Ya ni se.

—Bueno, no es fácil conocerlo todo en esta vida —dijo el hombre, tomando de una jarra de cerveza de cebada.

Snape suspiró. ¿De qué le servía tratar de mantenerse a la defensiva si estaba sin ganas de ello? Y el hecho de que el hombre ni siquiera se inmutara con las miradas penetrantes no ayudaba a que el sarcasmo surgiera.

—Severus Snape —dijo al fin, como una simple presentación.

—Es un placer, Severus… Ya me había presentado, pero soy Alberto Escobar.

El hombre levantó su jarra, Snape su botella y brindaron, por absolutamente nada. Y después sólo se quedaron allí, en silencio, tomando de tanto en tanto largos tragos a sus respectivas bebidas mientras perdían la vista en las penumbras. Al cabo de varias horas, bebiendo y consumiendo alguna botana**, en un mutuo silencio en el que ambos parecían estar demasiado cómodos, un violín comenzó a tocar por sí solo. Era una suave melodía que en ocasiones alcazaba tonos demasiado graves. Por alguna razón a Snape le recordó al trino del diablo. Le encantaba esa melodía Muggle… pero sabía que los magos no la conocían, era una lástima, pero esa que sonaba en ese momento era hasta cierto punto, igual. Y de un momento a otro, le dieron ganas de llorar.

Quizá habían sido los sentimientos que se habían acumulado y en ese momento explotaban, o quizá el alcohol que le dejaba pensar y ver cosas que antes no había tomado en cuenta, inclusive pudo haber sido todo, pero en ese momento tuvo que cerrar los ojos para evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos.

—¿Ha pasado algo malo? —preguntó Alberto, percatándose del rostro afligido de Snape.

—No lo sé…

—¿Eso es lo que te preocupa?

—Creo que sí…

—Bueno, siempre hay momentos malos. Mi madre decía que si no te pasa algo doloroso, entonces no sabrás cuando estás feliz.

Snape volteó a verlo, un tanto mareado pero con el llanto controlado.

—¿Crees en esa basura?

—Bueno, si uno fuera feliz, entonces no tendría por qué sentir dolor.

—No sé lo que está pasando con él —se le escapó a Snape decirle a ese hombre.

—¿Me lo quieres contar?

Snape sacudió la cabeza. No tenia que enterarse de su vida privada.

—No, vine aquí para olvidarme de eso. Si lo hago por una noche, entonces todo estará bien por la mañana.

—Si tú lo dices —sonrió el hombre, en un tono que Snape no supo identificar, quizá de simpatía o anhelo.

Tratando entonces de desviar el tema del rumbo que había tomado, Snape preguntó:

—¿Eres español? Lo digo por la forma en que hablas.

—Ya ni se… He estado tanto tiempo en tantos sitios, cogiendo un poco del acento de cada lugar, que ya hasta he olvidado cuál es el de mi patria. Aunque jamás se me ha pegado el británico, me parece demasiado pijo.

—¿Gracias? — gruñó Snape

El hombre se rió bajito.

—A cada quien lo suyo, ¿no te parece?

Snape no dijo nada, solo se levantó de su asiento y se detuvo a tiempo para sostenerse un poco de la barra. Estaba mareado, muy mareado… e hipaba como un condenado.

—No deberíais de irte en ese estado —le dijo el hombre—. Tengo una habitación alquilada arriba, si tu quisieras…

—Soy casado —cortó Snape

—Y te felicito —sonrió—. Pero puedes quedarte allí a pasar la noche, ya que yo no creo ocuparla hoy. En aquella mesa esta una brujita linda y… me iré a presentar.

Snape tomó la botella y bebió lo que quedaba de un trago, luego la dejo en la barra y se giró.

—Gracias, pero no. Esta amaneciendo y tengo clases.

—¿Darás clases ebrio?

—¡Tomaré algo para que se me quite! Para eso soy profesor de pociones, para saber hacerlo.

—Adiós entonces, Severus.

Snape se despidió con la mano antes de desaparecerse y volver a aparecer en los límites del castillo. Se quedó un momento parado, bamboleándose en su lugar y, cuando logró coger un poco de equilibrio, caminó. El castillo estaba completamente a oscuras, lo único que se lograba escuchar era a las lechuzas en plena caza. Snape entró al lugar y puso todo su empeño en caminar derecho por el pasillo, con el firme propósito de no hacer mucho ruido. No quería caerse y tumbar una armadura de paso. El aire fresco le había subido el alcohol a la cabeza.

Bajó, tan rápido como el mareo se lo permitió, a las mazmorras. Entró a su despacho y de allí se dirigió a la puerta oculta entre los estantes de animales en vinagre. Abrió la puerta, causando un molesto rechinido de bisagras y después un sonoro golpetazo de madera contra la pared.

Se le salió un fuerte hipido mientras conjuraba un lumus y la luz de su varita salió a manera de puntitos, como estrellas en medio del oscuro cielo. Snape se quedó mirando fijo los puntos y alzo una mano, comenzando a unirlos con un dedo.

En seguida la luz de toda la habitación se encendió y Snape volteó, solamente con la cabeza, a la dirección en que vio una silueta, la de Harry. El chico estaba con las manos cruzadas, sentado en un sillón de respaldo alto, completamente vestido y mirando colérico a Snape.

—Que bien —dijo Harry—, muy bien. Hasta acá apestas a alcohol. ¿Sabes que en unas horas tienes clases?

—Tú… Harry Potter —masculló Snape, dirigiendo su dedo a Harry—. Eres raro… eres guapo… y eres un… mocoso lascivo.

—Mírate, hablando tonterías como un ebrio cualquiera.

—No, no… Cualquiera no. Soy un ebrio esposo tuyo.

—¡Yo no me casé con un borracho!

—No, tú te casaste con una polla.

Harry se levanto de un salto.

—¿Qué insinúas?

—No insinuó nada —negó Snape—. Lo digo directamente… pero ¿Sabes qué? Olvídalo porque… tú no estás casado, ¿no? Eso fue lo que dijiste a ese tipo.

—Eso fue diferente, y no te da el derecho de…

—Quizá —lo interrumpió Snape—, no te he hecho lo suficientemente feliz, o quizá… un tipo de 40 años como tú no puede llenar a uno de 20 como tú… y por eso te doy vergüenza y me niegas.

—Yo no te niego.

—¡Me negaste! Y por eso tengo derecho de llegar tan borracho como se me antoje.

—¿Qué no puedes hablarlo como la gente decente? —gritó Harry.

—¡Tú eres el que no puedes comportarte como la gente decente! ¿Sabes como estoy quedando con todo el colegio?

—Te importa más eso que yo.

—¡Me importas tú, Harry!

—Si te importara, no te emborracharías.

—¿Qué no tengo ni derecho de hacer eso por una única vez? No tienes límite Harry Potter, te he dado cuanto está en mis manos…

—No trates de voltear las cosas a tu conveniencia, Snape.

—¿Yo? Yo hace mucho que dejé de importar aquí. Ahora sólo existes tú, tú y nada más que tú. ¡Tú y tus malditos amigos metiches!

—No los metas a ellos en esto.

—¡Siempre están allí! Siempre vas a llorarles y ellos siempre vienen conmigo, como si insinuaran que yo tengo la culpa, que yo provoqué las discusiones.

—¡Tú las provocas con esa maldita actitud tuya!

—¡Este soy yo, Potter! Y si no te gusta ya te puedes ir yendo con tus malditos amigos.

—Pues me largo, es mejor estar con ellos que contigo.

—¿Y para que te casaste conmigo entonces?

—Eso mismo me pregunto yo.

Harry salió hecho una furia del despacho y azotó la puesta tras de sí. Snape podía escucharlo maldecir a viva voz por todo el camino, incluso oyó algo muy parecido al metal cayéndose. Y entonces se maldijo así mismo. No se suponía que las cosas terminaran así. El no quería pelearse con Harry, no quería… pero lo que le había dicho era verdad, y en realidad lo sentía. Su relación estaba haciéndose cada vez mas publica, abierta a todo el mundo, y no se suponía que fuera así, él no la quería así.

Aquel día, Snape terminó por no ir a impartir clases y se encerró todo el día en su habitación, ni siquiera salió a comer. Milagrosamente Lucius no había ido hacia él para regañarlo… no ese día al menos, porque al siguiente, cuando al fin había puesto un pie en los pasillos, ya sin resaca, tuvo que soportar los regaños por parte de absolutamente todo el mundo, y como había temido o previsto, llegó también el amigo en turno. Ya sabía él que Harry les iba a contar santo y seña del pleito a los chicos. Más parecía que se había casado con los tres y no sólo con Harry. Sin embargo, esta vez los ignoró. Estaba harto de tenerlo metidos en su vida a cada minuto, y estaba aun mas harto de que Harry y él no pudieran solucionar sus pleitos por ellos mismos.

—Profesor… —dijo Hermione, alcanzándolo corriendo por un pasillo—. Ayer llegó Harry al departamento de Ron y mío…

—Señorita Granger —interrumpió Snape—. Ya sé lo que ocurrió, se dé que fue el pleito, sé lo que seguramente Harry les habrá dicho, y también se que no quiero su nariz metida en este asunto.

—¿P-Perdón? —tartamudeó Hermione.

—No lo tome a mal, agradezco que hayan hecho tanto por Harry y por mí los pasados meses, pero sinceramente… dejen de meterse en nuestros asuntos.

—Pero, profesor… esta vez ha tenido usted la culpa. Además no debería tomar esa actitud. En los matrimonios siempre hay peleas, pero hay que saberlas resolver y…

—Exacto. En el matrimonio… y hay que resolverlas como matrimonio. Además, usted no sabe nada sobre el asunto… la versión seguramente modificada de Harry no cuenta, y no me apetece contarle nada a usted. Así que hágame el favor de largarse si es para todo lo que me necesita.

Snape recordó como después de ese vino otro intento, y otro y otro… esos chicos eran perseverantes. Él carecía de paciencia cuando estaba molesto, incluso también antes. Sabía que se le había pasado las manos en ciertos comentarios, pero ya había caído la penúltima gota... El vaso estaba por derramarse y nada bueno sucedería si eso pasaba. Sin embargo, y cuando creyó que Harry no volvería a dirigirle nunca la palabra, volvió. Desde ese momento comenzaron los momentos confusos, donde parecía que Harry sufría alguna especie de trastorno de doble personalidad. Primero se le abrazaba a Snape, le decía que lo amaba y que jamás quería separarse de él, otras veces inclusive empacaba sus maletas y le decía que no quería volver a verlo. Snape sencillamente se ponía cada vez más furioso con sus acciones. Sin embargo, siempre volvía a caer en la dulce red del amor. Cada vez, no importaba lo que sucediera… regresaba Harry y él lo recibía. Era como un ciclo que no tenía final, todo era estático, monótono y tan perjudicial. Y no sólo para Snape, si no que para ambos. Sólo conseguían lastimarse el uno al otro, cada vez más. Era como si ambos necesitaran tanto el dolor como el amor para concebir vivir juntos.

Las vacaciones de verano llegaron al fin. Los días pasaron, incluso las semanas, y todo seguía igual, salvo que ahora Harry estaba más ocupado que Snape, y este último no hallaba otra forma de suprimir sus sentimientos encontrados más que con un par de copas. Sólo un par, ya no tomaba de la botella como si fuera un náufrago con una botella de agua.

Cada vez que salía a beber algo iba al Caldero Chorreante, el único bar de magos que no tenía mala fama. Y siempre, para su desgracia o fortuna, se encontraba con el mago extranjero. Entre copa y copa le había contado que iba y venía de lugares turísticos de Gran Bretaña, pero que siempre regresaba a su habitación en el lugar al anochecer. Le había contado también que había entrado a una secta de magia negra mesoamericana solamente porque ellos tenían el poder que él necesitaba para sanar a su hermana. Le dijo que esa fue la razón por la que dejó que se hiciera todo aquello con Harry en Perú, pero que al final no había podido resistir la tentación de regresar y ellos mismos habían matado a su hermana. Snape le había preguntado si buscaba venganza, pero el hombre le dijo que una venganza no le iba a regresar ni siquiera una sonrisa sincera de su hermana. Simplemente había decidido auto exiliarse de su tierra natal y jamás volver, ya que había fracasado.

Justo el día anterior, ambos habían estado sentados allí, en medio del local vacío, tomando una sencilla cerveza de mantequilla, cuando la puerta se había abierto de manera inesperada y por ella habían entrado Harry y Ron. Los chicos en un principio no se habían dado cuenta de que Snape estaba allí, hasta que la suave risa de Alberto llamo su atención.

Inmediatamente, los ojos de Harry se habían salido, y antes de siquiera intentar acercarse, había gritado a todo pulmón:

—¡¿Qué diablos estás haciendo tomando con un tipo en mis narices?! ¡Así que por esto has estado tan tranquilito últimamente! Este idiota te calma el temperamento… ya me imagino cómo.

Snape miró a Harry y se levanto para ir con él.

—Harry… tranquilízate, ¿quieres? Esto no es lo que tú crees…

—¡Esto esta mas trillado que nada! Invéntate una nueva… aparte como diablos quieres que me calme cuando estás aquí… riéndote con este… tipo grandote. Con este si no has de tener peros en ningún aspecto…

Snape caminó hacia Harry, tenía que llevarlo a otro lado antes de que causara alboroto. Alberto se levanto tras de él.

—Disculpa, joven… pero me parece que estás malinterpretando esto.

—¡Malinterpretando una mierda! —El monstruo de los celos ya se había apoderado de él—. Será mejor que te alejes de mi hombre antes de que te rompa la cara… españolillo de cuarta...

—Por favor, Harry… deja que te explique las cosas, ¿quieres? Él es Alberto Escobar… es uno de los excursionistas que estaban en Perú y…

Harry se puso rojo hasta las orejas.

—Ustedes dos planearon esto —acusó—. Por eso cambiaste tanto desde entonces, porque el plan no te funcionó... y por eso no dejas que Hermione y Ron se metan, porque no quieres terminar con tu relación con ese… tipo. ¡TE QUIERES SEGUIR REVOLCANDO CON ÉL!

—¡CIERRA LA BOCA, POTTER! —gritó imponente Snape, como no lo había hecho en mucho tiempo—. No pienses que todos son como tú, mucho menos yo. Si tú te hubieras acostado con cualquiera, sólo por que se te presentaba la oportunidad, la cual desde ya te digo que no la hay con este tipo, ni la deseo, porque es heterosexual hasta la médula, no significa que yo hubiera hecho lo mismo.

—No se me para cuando hay más de una polla en la cama —le dijo Alberto a Ron, ya que ni Harry ni Snape le ponían atención ya.

—¡No me mientas! —gritó Harry, plantándose frente a Snape—. Yo sé lo que veo.

—Vez lo que quieres ver, Potter.

—¡VEO LO QUE ES!

—Si no me piensas escuchar, ya puedes irte a la mierda. Y entérate de una vez que no pienso reconciliarme más contigo si sus malditos amigos están metidos en ello.

—El que ya te puedes ir largando eres tú. Suficiente he soportado ya de tus arranques de ira antes… ¡ ¡Me debes muchas cosas para recompenzarme el daño que me causaste! Pero no, mejor no… Quédate con tu estúpido amante y ojalá se te pudran hasta las entrañas.

Snape se quedó quieto, mirándolo, y cuando volvió a hablar lo hizo en un susurro, sin rastro marcado de ira.

—Largo.

—Lárgate tú… Snape.

El aludido no se hizo del rogar. Se giró, dejó dinero en la mesa, tomó a su acompañante por el codo y se volvió una nube de humo que salió por los cristales del local, rompiéndolos en mil pedazos, como exactamente solían hacerlo los mortígafos al tacar. Snape se fue volando por los aires, sujetando firmemente a su peso extra y dejando a Harry rechinando los dientes.

Cuando por fin se detuvieron, ya estaban en las afueras de la civilización, en un prado amplio. Snape soltó la mano de Alberto y éste cayó sentado, como esperando que su cuerpo tomara forma corpórea completamente en los minutos siguientes.

—Lo lamento tanto… —Le dijo a Snape cuando al fin habló—. Creo que yo he sido el que ha echado a perder las cosas… no era mi intención, de verdad.

—No has sido tú… —murmuró Snape apesadumbrado—. Ha sido todo…desde el principio nada ha salido bien.

—Le amas.

—No lo sé… eso creo o creía. En estos momentos, más me parece que me he dejado llevar por la soledad, me he aprovechado del amor platónico de un chico y he terminado corrompiéndolo con mi propio veneno —cerró los ojos Snape—. Él no era así cuando lo conocí. Era un chico dulce, sencillo, engreído claro, pero un buen chico. En aquel entonces él jamás hubiera dicho o actuado de la forma en que lo acaba de hacer y…

—Y tú si hubieses actuado de esa forma —completó.

—Me duele tanto sepárarme de él… tanto que incluso estaría dispuesto a quedarme a su lado, aunque él ya no me amara…

—¿Me permites ser sincero, Severus? —preguntó por lo bajo y continuó cuando Snape asintió levemente—. Sé que no soy quien como para opinar de vuestra relación, pero aprovechándome justamente de mi punto de vista neutral… me parece que vosotros dos no estáis enamorados. No en toda la extensión de la palabra…

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que lo que comenzó como un amor ahora se ha vuelto una obsesión para ambos. Pareciera que es como una droga el luchar contra la corriente para ustedes, buscar problemas. Vuestro amor se ha desgastado y llegado a un punto en el que solo subsisten a base de dolor. Y eso es dañino para ambos.

—Yo no… no sé qué decir…

—Es posible que me este equivocando. Pero llegados a este punto, lo que te puedo recomendar a ti, que eres el que parece estar consciente de que hay un problema, es que os separéis. Pon tierra de por medio entre los dos y hagan una vida, cada quien por su lado. Una en donde no esté presente en otro, una en la que lo que hagáis sea por y para vosotros, como satisfacción personal y no de pareja —suspiró—. El chico está en la edad donde tratas de descubrir lo que vas a hacer con tu vida… y en esos momentos os podéis confundir demasiado. Daros espacio ambos… es mi recomendación.

—¿Espacio? ¿A dónde iría? Todo lo que tengo es Hogwarts… en ningún otro lado me aceptarían. Y Hogwarts es sinónimo de Harry.

Alberto miró el pasto mientras lo soplaba el viento.

—Podéis ir a dar clases conmigo. Me han contratado en un colegio y quedé en que encontraría un profesor.

—Yo no… no lo sé.

—Piénsalo, es solo una opción... si encuentras una más factible entonces adelante. Te deseo suerte.

—Gracias... —dijo Snape, mirándose la alianza—. Tengo que volver… sea lo que sea que vaya a pasar. No puedo huir de ello siempre.

—Vale... si quieres contactarme, estaré por el norte de Escocia.

Snape asintió una vez, y después desapareció para reaparecer en el jardín de su casa. Entró al lugar y caminó unos cuantos pasos antes de mirar a Harry, sentado en el sofá. Lucía tranquilo, y cuando le miró una sonrisa cursó su rostro.

—Sev… si volviste. Pensé que no vendrías hasta dentro de muchos días… Oh, dios lo lamento tanto. No quise decir todo eso… Te amo, sabes que te amo.

El chico se lanzó a los brazos a Snape y ocultó por unos instantes su rostro en el cuello. Después, suspiró sobre la piel de Snape y le comenzó a dar ligeros besos. Severus sentía los cálidos labios de Harry y sus suaves manos vagando por su cintura, por sus hombros. Su capa comenzó entonces a descender bajo los avilés dedos del menor y los botones de su camisa se fueron abriendo uno a uno, gracias a los dientes de Harry, que ahora se concentraban en ellos y no en dejar marquitas rojas sobre la blanca piel del mayor.

Snape negó lentamente. Esta vez no se dejaría llevar… Alberto tenía razón, esto era un ciclo sin fin que se iba a repetir una y otra vez. Tomó a Harry por los hombros y lo retiró de su cuerpo.

—No, Harry. Basta… —murmuró Snape bajito.

—¿Q-Qué? ¿Estás enojado aún conmigo? Lo siento… es que me dieron celos. Creí... creí…

—De celos nada, Harry —dijo Snape—. A estas alturas ya deberías conocerme lo suficiente como para saber que nunca te haría nada como de lo que me acusaste. Sin embargo, Harry… ése es el problema. Esto ya no es lo mismo… todo ha cambiado… Yo ya no te conozco… ya no eres el chico con el que me casé, y lentamente estás haciendo que yo también cambie. Yo no soy un tipo cursi, Harry… y tú mismo has visto en mis recuerdos que por más que ame a alguien el orgullo siempre me gana. Es parte de mi personalidad. Es quién soy y… No lo quiero cambiar.

—¿No por mi? —pregunto Harry, serio—. Yo cambiaría lo que fuera por ti.

—Por ti cambie. Pero esto dejó de ser amor… Hemos intentado seguir juntos sólo para llevarle la contraria a lo que desea el mundo, y se ha vuelto ya una obsesión, una que ha deteriorado nuestro amor. Harry, yo… ya no te amo.

Harry frunció el ceño, y le dio una fuerte bofetada a Snape.

—Que te crea esto quien no te conoce. Esto es por ese hombre… él te ha cambiado y por eso ya no quieres ni a Hermione ni a Ron.

—Las relaciones son de dos, y por más que les agradezca lo que han hecho por nosotros, ellos no tienen cabida en nuestros asuntos. Tuyos y míos. Y si alguien ha cambiado algo aquí soy yo, a ti. Ahora verdaderamente te he vuelto un cerdo.

—Si tengo que elegir… —comenzó a decir Harry—, entre tú y mis amigos… me quedo indudablemente con ellos ahora. Sé que antes los deje por ir contigo pero… me han demostrado amarme más que tu a mí. Hombres hay muchos… no eres imprescindible. Te voy a olvidar… y tú te quedaras sufriendo por mi pérdida. Te juro que regresarás, arrastrándote a mí.

—No lo creo, Harry.

—Vete entonces, e intenta ser feliz sin mí. Ya verás que regresarás, a manos de los Malfoy, hecho una piltrafa humana… No eres nada sin mí.

—Soy una persona. Siempre he sido una persona.

—Y yo siempre lo he dudado.

Snape caminó hacia la entrada principal, sin siquiera haber mirado a Harry o haberse despedido de él, y a Harry no le hizo falta eso.

***

Snape reapareció, en el norte de Escocia, en el sitio con más historia de éste sabiendo que allí encontraría a Alberto. Sería última vez que recordaría su lenta, muy lenta despedía del amor.

—Has venido… —dijo una voz, encima de una construcción antiquísima—. No han salido las cosas bien entonces.

—Han salido tan bien como lo esperaba —contestó Snape y lo volteó a ver—. ¿Ha dónde iremos?

El hombre bajó de un salto y se situó al lado de Snape.

—A las escandinavas, al instituto Dumstrang de artes oscuras.

Snape lo miró fijamente. De todos los colegios, ese era el que más rivalizaba con Hogwarts, el único que tenia poderos maleficios oscuros contra cualquier graduado o procedente de ese colegio que se colara a sus terrenos.

—No podre entrar allí.

—Podrás… Yo soy el nuevo director, nadie entra sin que yo lo autorice.

Una ligera sonrisa surcó los labios de Snape.

—Eso es una ventaja a favor, por si acaso se quiere colar para buscarme.

—¿Qué debería hacer si pasa?

—Harry no me buscará, espera que yo regrese, y no lo haré. Los únicos que podrían ir son Hermione, Ron, Draco, Lucius o quizá… Viktor Krum. Y si tengo razón, menos querré regresar a esta tierra.

—Entonces, ¿está decidido?

—Completamente.

***

Hermione y Ron entraron a la casa de Harry, un par de horas más tarde, llevando un plato de comida entre las manos para él.

—Harry… te hemos traído algo para comer —le dijo Hermione, sentándose a su lado—. S-Snape… ¿regresó?

—Hemos terminado —sonrió Harry—. Pero volverá, Hermione… regresará arrastrándose a mí. Y hasta que eso pase, ni ustedes, ni yo, ni nadie moverá un solo dedo por ello.



*Pachanga = fiesta.
**Botana = aperitivo

----------------

Perdón por el doble posteo, pero me decía que era muy largo.


Última edición por Pescadora de Estigia el Lun Jul 09, 2012 12:52 pm, editado 4 veces (Razón : Centrado de asteriscos. Corrección de una frase. Añadir imagen)
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MensajeTema: Re: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitimeDom Jul 08, 2012 10:02 pm

Alguien tiene un matamoscas para aplastar a Harryto? Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry 50702

Ahora sí que esos dos están en una gran pelea, Harry insoportable y Sev... bueno, un poco pero más sufrido que enojón.

Esperemos que las chicas del Pro Snarry logren cambiarles esas actitudes muy pronto o el futuro les pinta muy negro.



Besos.
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MensajeTema: Re: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitimeMar Jul 10, 2012 2:05 pm

woahhhhhhhhhhh me encantoo la forma en k se separaron....pero aun no me decido kien fue mas tonto si severus o harry..¬¬ o ambos......ahh definitivamente el amor es algo cansado..u_u espero el siguente cap......n:n
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MensajeTema: Re: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitimeJue Sep 10, 2015 12:26 pm

rabia Vaya he de reconocer que la actitud de Harry deja mucho que desear y me hace enojar mucho rabia
Solo espero que Severus no regreso y si lo hace no sea por Harry y este se debe dar cuenta que la forma que actuó no fue la correcta espero.
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MensajeTema: Re: Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry   Capítulo 9 - Grupo Anti-Snarry I_icon_minitime

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