Capítulo dedicado a Snarry_Love20, que me da ánimos para seguir subiéndolos;)
4. Caspian.
Estaba navegando por primera vez. A pesar de que nunca se había detenido a pensar que tipo de sensación tendría sobre las olas, estaba seguro que no era esa.
La sensación era placentera, a su manera. Al parecer Klimt no pudo decir lo mismo, y tuvo que volver a tierra a los pocos metros de haber zarpado. Que desgracia, pensó Bran, y sonrió satisfecho.
-¿Qué es tan divertido?- le preguntó el rey, que se acercó a las barandas de la proa donde él observaba el paisaje.
-Nada, mi señor.
Se quedaron unos minutos en silencio, Bran sin saber lo que quería el rey de él y Lebannen buscando un tema para conversar.
-Gracias por el consejo sobre el regalo para Caspian- dijo de golpe.
-Yo no aconsejé nada, solo pregunté respecto al tema.
-Sí, bien. Pero si no lo hubieses mencionado nadie lo habría recordado. Siempre que visitábamos a Jasper, el rey difunto, era Arah la que preparaba esos detalles. La pobre ahora está con la cabeza en otra parte…- suspiró.
Más silencio. Bran supo que el rey no se iría de allí, por lo que dio un paso atrás para emprender su partida cuando éste volvió a hablar.
-¿Sabías que las que habitan en el Oeste, más allá del Oeste, son capaces de dominarte con solo saber tu Nombre? Es común que cualquier criatura hablante pueda hacerlo, pero se supone que ellas no hablan, cantan por lo que esa historia es bastante rara. Aunque se la considera leyenda porque hasta el momento hay muy pocas criaturas que han navegado hasta tan lejos.
Bran regreso su paso y miró hacia abajo, al agua. Justo por ese lado del barco, al menos una docena de sirenas los seguían, jugando entre ellas. Cuando él se asomó saludaron. El rey les dirigió una sonrisa y ellas emitieron un sonidito cual campanillas, como si rieran, y volvieron a sumergirse en el agua, avergonzadas como adolescentes.
-¿Cómo es que solo con pronunciar tu nombre, tiene poder sobre ti?- pregunto con sincera curiosidad.
El rey lo miró.
-Vamos Bran, no puedes decirme que no sabes tu Nombre.
-Creo que ese punto ya lo habíamos dejado en claro, señor- contestó mordaz.
El rey lo miró fijo, con el ceño fruncido. Otra vez Severus tuvo esa sensación de estar siendo penetrado con la mirada. Le mantuvo la mirada fija, como si con un simple parpadeo pudiera dejar salir hasta sus más oscuros secretos.
-Bran, todo el mundo tiene un Nombre. Y no es algo que la memoria pueda olvidar, porque no es otorgado por otro ser. Es algo que te da la creación, algo que reverbera dentro de ti cada vez que lo necesitas. Si alguna vez te lo han dicho, no debes haberlo olvidado, o no quieres decírmelo, lo cual es perfectamente entendible- dijo último, como si aquello pudiera justificarlo.
Bran esquivó su mirada y se concentró en el agua. Algo le decía que no era prudente mentir sobre ese tema.
-¿Sabes?, del lugar de donde vengo tampoco se conocen los Nombres.- comentó el rey para suavizar el ambiente, no le gustaba ver a si invitado en esa pose rígida e impenetrable.
-¿Y de donde viene, mi señor?
-De un lugar muy lejano, mi amigo. Llegué aquí hace tanto tiempo, que ya casi no recuerdo con exactitud todos sus detalles. Nuestra señora viene de allí también.
Otra vez silencio, pero esta vez Bran no iba a dejar que el rey comenzara a pensar sobre nada, no quería más preguntas, de esas a las que no sabía cómo contestar. En su lugar tocó otro tema que le era interesante.
-Antes había dicho algo sobre ayudar al hijo del rey difunto al que vamos a visitar, ¿cómo es la historia?
-¿Mnh?- lo sabía, el rey estaba perdido en sus propias cavilaciones.- Es una historia bastante larga, pero puedo resumirme a los hechos más importantes.
>>Hace unos… ¿20 años? Mas o menos, la reina y yo habíamos fundado Narnia hacía solo 5, por lo que habían muchos asuntos en construcción, entre ellos los seis distritos.
>>En esa época, aún estaba muy reciente las heridas de la guerra, por lo que había guardias día y noche por montones, recorriendo la ciudad e informándome de cada problema que se presentaba. Todos estaban paranoicos, dado que aún no habíamos encontrado la solución para enemigos que quedaron con vida luego de la batalla contra la Reina Blanca. Por el momento los manteníamos en un campamento, vigilados desde muy cerca.
>>Un día, apareció el primer hijo de Adán en las inmediaciones del terreno. Parecía un mendigo, todo sucio y harapiento. Esto no desalentó a los guardias, que lo trajeron a rastras y sin su consentimiento hasta las escaleras del castillo. Recuerdo que la voz se corrió como reguero de pólvora entre los ciudadanos, se armó un revuelo enorme. Todos desconfiaban, me pedían a gritos que lo encerrara, que lo devolviera al bosque o hasta que lo matara allí mismo.
Bran lo miró con una ceja alzada. Lebannen le sonrió.
-Piensa que ellos solo conocían a un hijo de Adán, y a una hija de Eva, y éramos los únicos que les interesábamos. Durante mucho tiempo estuvieron bajo la tiranía de la Reina Blanca, y ella se asemejaba bastante a una hija de Eva, por lo que cualquier ser parecido o misma raza que nosotros, los niños profetizados para salvarlos, era un enemigo latente.
>>Costó, pero conseguimos apaciguarlos con la promesa de que nada malo sucedería. Arah estaba por demás atareada con sus deberes reales, y Liam solo tenía 1 año en ese entonces, por lo que la tarea de interrogarlo fue solo mía, y mis fieles compañeros Reepicheep y Tumnus.
>>Así nos enteramos de que ese hombre era Jasper, el tercero de su nombre, hijo de reyes con larga data que vivían del otro lado del mar. Estaba fascinado con las criaturas que vivían en nuestras tierras, ya que para ellos eran solo cuentos que las madres utilizaban para dormir o asustar a sus hijos.
>>Resumiendo un poco los hechos, Jasper me reveló el exilio al que lo impuso su hermano, acusándolo de injurias que él jamás cometió.
>>No voy a decir que confié en él desde el principio, ya que todo lo había vivido hasta el momento, en estas tierras y las mías, había acabado con la poca ingenuidad con la que había llegado a estos lares. Pero poco a poco, se hizo notable sus capacidades y sus ganas de ayudar. Su mayor virtud era la inteligencia, y me ayudó muchísimo a resolver múltiples problemas, que mi escasos conocimientos de política no me permitían sacar adelante. Fue idea de él armar el muro en el Otro Viento, para enviar a los enemigos a vivir allí. Al principio los ciudadanos se quejaron, ¿Cómo era posible que se los dejara vivir impunes?, pero enseguida se enteraron que detrás del Muro habita el invierno, por lo que para todos fue castigo suficiente. Invierno quisieron, invierno tuvieron.
>>Una vez solucionados los problemas de mi reino, la paz se instauró en las calles, la gente comenzó su rutina y sus vidas, tal y como lo merecían. Todos eran felices, excepto mi buen amigo. Cuando ya no tuvo mucho que hacer en el parlamento, comenzó a marchitarse. En esa época tendría sus sesenta años, y sin embargo de un día para el otro parecía que acarreaba centurias.
>>Fue una tarea tortuosa, pero logré sonsacarle el motivo de su aflicción. Extrañaba a su mujer y a su hijo recién nacido. Pero también a sus tierras y su gente. Temía que su hermano pudiera estar haciéndolos pasar penurias, nunca se había caracterizado por ser un hombre bondadoso.
>>Esa misma noche, a sus espaldas, reuní al consejo de guerra. Luego de muchas discusiones, logré el apoyo de la mayoría y nos pusimos a planear el retorno de Jasper a su reino. No pasó mucho tiempo para que tuviésemos que recurrir a su ayuda y consejo, ya que nadie conocía sus tierras. Durante esos días paso por muchos estados de ánimos, a veces estaba cabizbajo, murmurando que no merecía el trono, otros nos la pasaba persiguiendo de aquí para allá con nuevos planes para luego arrepentirse diciendo que no nos tendríamos que arriesgar por un viejo sin sentido como él. Fue Arah la que lo sentó, harta de su comportamiento bipolar. Creo que ya sabes cómo es ella, luego de una de sus “charlas” ya no te queda más ganas de replicar.
Bran no pudo evitar dejar escapar una risa discreta. Ya adivinaba que la reina tenía un carácter bastante fuerte. Miró al rey, que relataba su historia con la vista perdida en el horizonte con un dejo de nostalgia.
-En fin, un mes después partimos un grupo reducido compuestos por soldados voluntarios a los que Jasper se había ganado su confianza y respeto.
>>A decir verdad, la batalla fue bastante corta, Jazz nos guió hasta las murallas, y desde allí me hice cargo yo. Él se fue directo a la casa de la hermana de su mujer para poner a su familia a resguardo, ya que sabía que la primera medida de su hermano sería tomarlos como rehenes.
>>Los soldados contra los que combatimos estaban fuera de sí, atemorizados por la presencia de mi ejército compuesto por seres que solo aparecían en sus pesadillas.
>>Cuando Jasper apareció en la cima de un edificio, y pidió a los gritos un alto a la batalla, todos sus hombres se arrodillaron ante él. Se había equivocado respecto a ellos, puesto que estaba creído que lo despreciaban. Sin embargo, sus Capas Rojas, como se llamaba el ejército Telmarino, le guardaba una fidelidad absoluta. Al final, los últimos combatientes fueron los hombres que seguían a su hermano, pero viendo que los números los sobrepasaban, emprendieron la retirada de inmediato, dejando al rey usurpador solo y sin respaldo.
>>Según supe después, el Rey Jasper perdonó a su hermano y lo dejó vivir en unas tierras alejadas del reino, con la promesa de nunca volver a entrar.
>>Yo me tuve que volver de inmediato a Narnia, no era seguro dejarla sola por mucho tiempo, y además me preocupaba el hecho de que Arah estuviera embarazada nuevamente y con Liam de ya 4 años.
>>Nuestros reinos han mantenido la confraternización durante estos 20 años que ah durado la paz. No puedo creer que se haya ido.
Esto último lo suspiró, un murmullo apenas audible. Bran pudo ver como la nostalgia abría paso a la tristeza en esos ojos verdes tan expresivos. Y entonces entendió que el no había olvidado el regalo, sino que había estado demasiado tiempo ocupado pensando en la perdida de su amigo, y en los problemas de una nueva amenaza para su gente.
-Cuando volvamos te diré tu Verdadero Nombre- dijo de repente.- Mereces saberlo, si es que pretendes ser alguien en la vida.
Y palmeándole la espalda volvió con el resto de la tripulación, dejando a Bran con una sensación poco conocida de añoranza por su compañía.
El arribo al Desembarcadero del Rey, -sí, le lugar se llamaba igual que en Narnia-, lo desilusionó un poco. Si bien sabía que la tripulación con la que desembarcó no era de muchos hombres, entre ellos iba un rey, y esperaba una bienvenida un poco más efusiva.
En cambio, los recibió un comité vestidos de luto, y varias personas del pueblo se acercaron a saludar. Fue entonces cuando Bran se dio cuenta de que realmente el pueblo estaba en duelo. Todos llevaban el semblante taciturno, un moño negro y el andar pausado.
Rápidamente dirigieron al rey y a un grupo reducido de hombres, él incluido, al palacio mientras los marineros se perdían en las tabernas que se divisaban en el camino.
El palacio era distinto al de Cair Paravel, más añejo, pero Bran no se detuvo a contemplarlo, ya que estaba demasiado ocupado estudiando a las personas que se sumaban a su comitiva. Todos ellos elegantemente vestidos, y desesperados por llamar la atención de Lebannen. No que este les hiciera mucho caso, solo asentía a lo que decían, y no ponía mayor atención a sus palabras.
Entraron a una sala enorme y fría, muy distinta a la Sala de los Tronos de Lebannen. Al final de ella, una figura de un joven hombre los esperaba con la mirada perdida.
-Caspian- susurró Lebannen. El aludido hizo un gesto con la mano, y todos sus hombres se retiraron. Solo quedaron en la sala los recién desembarcados y el rey de Telmar.
-Tío- murmuró el muchacho, antes de saltar de su trono y abrazarse al Lebannen como si se le fuera la vida en ello.
-demos un paseo- le dijo Lebannen, y se dirigieron a los amplios jardines que rodeaban el lugar.
A los demás los condujeron a sus habitaciones, los proveyeron de alimentos y los dejaron para descansar.
-El rey jamás va a reconocerlo- comentaba Tumnus, en su mesa solo estaban él y Reepicheep tomando una copa- pero ve demasiado de sí mismo en ese niño. Si bien cuando él llegó a librarnos del Invierno Eterno, era aún más joven que el rey Caspian, sigue sintiéndose reflejado en esos ojos perdidos, que lo miran pidiéndole auxilio, tal y como él supo hacer con el viejo Jasper.
Reep asintió, de acuerdo con esa conclusión.
-¿Qué edad tenía el rey cuando llegó aquí?- pregunto con verdadera curiosidad. Había aprendido a fiarse de aquellos dos seres, que solían darle buena conversación.
-Años más, años menos, a los 17. Sí, creo que fue en esa época. La reina Arah era un año menor, tan menuda y huesuda que creíamos que el viento la volaría hasta el Otro Viento- comentó con gracia.- aunque eso le jugó a favor en las batallas, jamás vi a alguien con esa destreza con el arco ni esa velocidad la moverse. Esos piececillos suyos podían llevarla a cualquier lado sin que la oyeran hasta que fuera demasiado tarde.
Y así se enteró de buena parte de la historia del país, contada por dos de sus más afamados protagonistas. Cómo encontraron a los reyes y los reconocieron como los hijos proféticos, como los ocultaron de la reina blanca y lograron llevarlos hasta Aslan. Los conocimientos impartidos, las habilidades ganadas, la camaderia que nació entre ellos. Cómo Lebannen siempre fue el primero en pisar el campo de batalla, y el último en abandonarlo. Jamás dejó a nadie atrás, vivo o muerto, los suyos siempre regresaban a casa.
-Un gran muchacho, aunque muy maduro para su edad, igual que la reina.
-Sí, nunca quiso contarnos su verdadera historia, y algo nos decía que no insistamos.
-Ahora que lo dices, nunca supe donde queda Detrasdelapuerta.- dijo Reepicheep pensativo. Para ser un ratón, sus gestos son muy expresivos, pensó Bran.
Un segundo, ¿Detrasdelapuerta?
-¿Qué clase de lugar se llama así?- preguntó como si nada.
-Vaya a saber Aslan. Cuando le preguntamos, sonó algo así como Inglanterria.
Inglaterra, corrigió mentalmente. ¿Será cierto?, ¿por eso el rey me suena tan conocido? Aunque dudo a verlo visto antes, tuvo que haber desaparecido cuando él estaba en sus últimos años de Hogwarts, y yo en 4to o 5to.
Todos se pusieron de pié cuando detrás de las pertas se escucharon los dos sonoros golpes que hacían los guardias de entrada cuando alguien de alto rango se acercaba. Las puertas se abrieron y de ellas surgieron ambos reyes.
-¿Bebiendo sin nosotros?- cuestionó divertido. Su rostro reflejaba paz y un poco de nostalgia. En cambio Caspian aún tenía los ojos rojos por el llanto que de seguro debió esperar al hombro de Lebannen para derramarse.
No debe ser mucho más grande que Liam, pensó Bran mientras lo estudiaba disimuladamente.
-Mi señor, te presento a Bran… mi nuevo escudero- dijo inventándole el título.
Bran lo miró un segundo con el seño fruncido, pero lo cambio de inmediato para reverenciar nuevamente a Caspian.
-Es un placer estar en sus tierras, alteza.
-Se bienvenido a ellas, mi nuevo amigo.- lo aceptó de inmediato. Intercambio una mirada cómplice con Lebannen, haciendo que Bran se preguntase qué habrían hablado, aparte de la partida de Jasper.
-Como ya te eh dicho, Caspian, no podemos quedarnos mucho tiempo.- la sombra del pánico cruzó por los zafiros azules que adornaban las pupilas del joven rey.
Esperaba que se quedaran un tiempo más, que me ofrecieras tu guía…
Estaban los cinco solos en esa habitación, y un escalofrío le recorrió la espalda al darse cuenta de que había pasado a formar parte del círculo de confianza del rey.
-Ya tienes todas las herramientas, Caspian. Pero igual te tengo una sorpresa. Tumnus, llama al maestre Hordor, por favor.
Los ojos de Caspian se iluminaron y momentos después, cuando el maestre entró a la sala, no dudo en arrodillarse y abrazarlo con cariño.
Hordor era un hijo de enanos eruditos que se habían pasado al lado de Lebannen sin dudarlo cuando este llegó a Narnia, cuando Jasper llegó, Hordor y él entablaron una amistad sumamente estrecha, incluso el maestre viajó a tierras telmarinas, a pedido de Jasper y con permiso de Lebannen, para instruir a Caspian en sus primeras lecciones. Era parte de la familia.
-Hordor me ah pedido venir y quedarse contigo, Caspian. Es el otro motivo por el cual vinimos hasta aquí en estos tiempos de incertidumbre en mi país, quería escoltarlo en persona hasta su nuevo hogar. Estoy seguro de que no hay mejor consejero en el mundo que él, asique dejo a mi viejo amigo en tus manos.
El rey joven, por primera vez desde que llegaron, mostraba una sonrisa tranquila. La sombra de la pérdida estaba allí, pero parecía que se había quitado un manto oscuro de preocupación.
La tarde terminó tranquila, comieron junto a los demás consejeros del rey, brindaron en nombre de Jasper, y bebieron en nombre de Caspian.
Al otro día salieron temprano, Lebannen estaba nervioso por lo que sea que podría llegar a encontrarse en el reino. Estaba siendo paranoico, le decían los demás, 3 días de ausencia no alcanzaban para acabar con lo que a ellos les llevó 25 años construir.
Las riendas del reino habían quedado por primera vez a manos de Liam, aunque aconsejado por Arah.
Bran aprovechó la distracción del rey para seguir con sus interrogaciones. Llegó a una mesa improvisa dentro del barco en donde tomaban un descanso varios marineros, Tumnus y el capitán. No le costó mucho hacer que los demás se pusieran en tema, ya que hablando de historia, todos eran eruditos.
-Eh escuchado por ahí que aún no tienes Nombre, Bran.- comentó veinte minutos después un centauro.
-No, el rey me ah dicho que me lo dará en cuanto lleguemos.
-Oh, un nombre dado en pleno Verano. Nunca había visto tal cosa.- todos asintieron confirmándolo.
-Es buena cosa, chico, no te preocupes.- dijo el capitán, un viejo al que apenas se le distinguía la cara entre toda esa barba que se enredaba por doquier. Su voz era pastosa, y Bran se pregunto si la culpa la tendría la pipa cargada de tabaco que parecía que no dejaba ni para dormir.
-Debes cuidar de no decírselo a nadie, ya lo sabes. Hay muy pocas personas que lo usan abiertamente, los reyes son uno de ellos.
-El príncipe Liam algún día nos revelará también.- dijo otro.
-La Primavera siguiente las Princesas Gemelas tendrán el suyo. Cómo pasa el tiempo…
-Me han dicho que es algo peligroso decir tu Nombre, ¿cómo es que ellos, siendo quienes son, se descuidan al utilizarlo abiertamente?- cuestionó Bran.
-El rey es el hechicero más poderoso de Narnia, muchacho. Jamás vas a ver a otro con su poder. Además, es una cuestión de confianza, nos está diciendo que todos somos sus amigos, su pueblo, que confía en nosotros y nos ama como nosotros a él.
- A mi me hubiese gustado confiarle mi Nombre, si no fuera porque ya lo sabe.- Todos rieron de la gracia, aunque Bran se quedo un poco atrás.
-El rey sabe los nombres de todos con tan solo mirarlo a los ojos. Es un poder quien solo él tiene en el reino, y es pero eso que solo él nos bautiza a todos- le explicó el capitán- aunque aprecia el gesto de quienes le permiten utilizarlo en voz alta cuando están a solas- le dijo guiñándole un ojo de forma cómplice. Bran se molestó por la confianza, pero trató de no demostrarlo.
Se escucharon pasos que hacían crujir las tablas de madera que conformaban la escalera que descendía de la popa hasta ellos. Por el pum pum pum que hacía, Bran dedujo que quien fuera que estaba llegando, no estaba de humor.
-Capitán, el rey pregunta que porqué no hacemos un camino más recto hasta Narnia- todos suspiraron, a sabiendas del carácter irritante que solía dominar a su rey cuando estaba intranquilo.
- Bran, hazle un favor a Narnia, ¿quieres?- le dijo con tono cansado el Capitán- acuéstate con él de una buena vez- todos soltaron una carcajada, haciendo que el aludido se removiera incómodo e irritado.
-Gracias pero no voy a entregarle mi culo a un caza recompensas cachondo, por muy rey que sea- o muy bueno que esté.
-Que va, de seguro valdrá la pena- dijo alguien por atrás.
-Considero que valgo algo más que una noche, caballeros- dijo queriendo zanjar el tema.
-¿Una noche?- pregunto Tumnus- ¿has visto como te mira, Bran? Te aseguro que contigo va enserio. Desde hace rato que todos nos dimos de la cantidad de gestos que tiene para contigo. Siempre se asegura de que estés cómodo, te visita, estés donde estés, al menos una vez al día. Se asegura que tu puesto en la mesa este cerca suyo. Y eso es lo más importante, Bran. Jamás permitió que ninguno de sus amantes salga del anonimato. Vale, nosotros conocemos a un par que se han ido de boca entre copas, pero él jamás los llevo al castillo, mucho menos deshonró la mesa familiar con sus presencias. Eres distinto Bran.- le palmeó la espalda y siguió a los demás que ya estaba desapareciendo uno a uno por la escalera, a sus puestos de trabajo.
Bran se quedó pensativo, con una sensación cálida en el estómago que trató con todas sus fuerzas ignorar.
Al subir las escaleras, el sol le lastimó los ojos, obligándolo a parpadear repetidas veces para enfocar la vista. En rey caminaba de aquí para allá, como un león enjaulado. Los demás estaban en sus puestos, ocupados los que tenían algo para hacer y fingiendo los que no, solo para contentar Lebannen.
Lo vio discutir con el capitán, sin llegar a levantar la voz, y luego de un gesto de derrota se dirigió a la proa, en silencio y cabizbajo.
Tumnus le hizo señas, alentándolo a seguirlo. Bran avanzó despacio, ¿Qué era lo que esperaban de él?, ¿Qué lo consolara con abrazos y palabras bonitas?, ¿Qué le dijera que pronto estarían en casa? Él no sabía cómo hacer eso.
Cuando por fin dio la vuelta al barco, lo encontró solo, apoyado en una de las barandas del barco. Se acercó despacio y vio que sus nudillos estaban blancos por el agarre.
-No suelo ser así- le dijo en voz baja, haciéndole saber que lo había sentido o visto acercarse.
-¿Y entonces porqué pones a la tripulación patas arriba?- le preguntó, tratando de no sonar ni muy interesado, ni muy frío.
-Sólo quiero llegar a casa, Bran. Anoche tuve una pesadilla, una de las peores…- le confió en voz baja. Se sintió un poco fuera de lugar escuchándolo, aquello aumentaba su turbación. El rey repitió.- Solo quiero llegar a casa…
Bran suspiró. Lo vio allí, tan derrotado y atormentado por imágenes que solo se proyectaban en su cabeza, que su cuerpo se movió por sí solo. Si había algo que sabía hacer para aliviar tenciones.
Lebannen se tensó al sentir sus grandes manos contra su cuello desnudo. Manos suaves y frías que comenzaron a moverse en círculos y lo fueron relajando de a poco. Bran pensó que era bueno que solo vistiera una camisa blanca holgada debido al calor, sino no tendría espacio para trabajar. Aunque había cierta diferencia de alturas, de igual forma ejerció cierta presión sobre sus hombros, haciéndole saber lo que quería. Lebannen se sentó en el suelo, y Bran se arrodilló detrás de él, en una posición más cómoda.
-¿Sabes?, tenía planeado que cuando volviésemos, tomaras clases de espada con Reepicheep- dijo volviendo a su tono bromista-casual. Bran levantó una ceja ante la idea de que un ratón le enseñara algo a él, Severus Snape, pero se guardó los cometarios mordaces porque ya sabía que se venía un un “pero”- aunque ahora que me lo pienso mejor, creo que voy a encerrarte en mi habitación y no dejarte salir nunca. Tú y tus masajes serían solo para mí.- dijo divertido, pero Bran intuyó los sentimientos de posesión que destilaban sus palabras cuando Lebannen estiró su mano y apretó levanten la suya, un gesto de afecto.
-¿Es una orden?- pregunto mordaz. Todavía no se decidía.
-El día que lo sea, te vas a enterar.- dijo, y se dio vuelta para plantarle un suave beso en los labios, de forma inocente. Bran lo miró sorprendido, el rey le sonrió y se dio vuelta otra vez, de cara al mar.
Bran el Forastero estuvo tentado a pararse y largarse de allí, pero aún tenía entre sus manos aquel cuello cálido y apetecible, por lo que luego de una pausa reanudó su tarea.
Un minuto de silencio después, Bran lo interrumpió.
-Cuéntame otra historia- pidió en un murmullo, logrando sacar al rey de su plácida ensoñación.