La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El Hijo de las Profecías - 3. The winter is coming.

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Atuan

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MensajeTema: El Hijo de las Profecías - 3. The winter is coming.   El Hijo de las Profecías - 3. The winter is coming. I_icon_minitimeLun Mayo 14, 2012 8:46 pm



3. The winter is coming.



No sabía que le descolocaba más. El enorme animal que había aparecido de la nada, o el hecho de que el rey le mirara con reproche, justo antes de hincar una rodilla en el suelo y reverenciarlo.

Bien, por lo visto se había preocupado al vicio, porque acto seguido el hombre se abalanzo contra la melena, en un abrazo. Luego intercambiaron unas palabras y ambos miraron en su dirección. No pretendían que se acercara, ¿no? Estaban de remate, todo estaba mal en ese mundo. Allí, parado en medio de la nada con un león y un rey, se pregunto qué tanto mal había hecho en su vida para merecer semejante castigo. Y es que se encontraba en las peores situaciones de todas, en un mundo del cual él no tenía conocimiento alguno, en donde todo se escapaba de su poder y no tenía control sobre la situación.

No estaba acostumbrado a ello, él era un ser gris que se manejaba entre blancos y negros. Los colores no le combinaban, no podía manejarlos. No sabía cómo hacerlo.

-Acércate, hijo de Adán.- dijo el león con voz profunda. Severus, siempre permaneciendo con las facciones imperturbables, se acercó unos pasos.- No tengas miedo.

-No lo tengo- dijo con mas desafío del que pretendía.

El rey le sonrió condescendiente, y eso le molestó mucho más de lo que esperaba, por lo que acortó la distancia con pasos seguros para reafirmar lo dicho.

-Bran, el es Aslan, nuestro Dios.- lo presentó el rey solemne.- Aslan el es…

-Se quien es, Lebannen.- dijo Aslan cortante. Severus lo miró sorprendido.- Se que tienes tus dudas sobre estas tierras, sobre la realidad que te rodea y sobre ti mismo, Severus.

El forastero se estremeció, ¿eso lo escuchaba en su cabeza? Seguramente, porque del hocico del animal no salió ningún movimiento. De pronto, todo estaba sumido en la irrealidad de los sueños.

Todo había desaparecido, los bosques y el rey. Allí solo estaban él y Aslan.

-Tranquilo, no te delataré con el rey, pero debes saber que todo aquí es tan real como lo fue tu vida anterior. Regresarás, si, a terminar lo que comenzaste. Pero por ahora, vivirás un tiempo en estas tierras, y aprenderás. Absorberás todo los conocimientos que son necesarios no solo para cumplir tu tarea, sino para completar tu alma.

-No necesito…

-¡Si lo necesitas!-Rugió. Severus no pudo evitar estremecerse.- Todas las preocupaciones que tengas sobre la Tierra quedaran relegadas en segundo plano, en tu subconsciente. No olvidarás, pero es necesario quitarlas de momento para que puedas aprender.

-No quiero dejar de ser yo mismo.- confesó, preocupado por perder las pocas habilidades que le quedaban.

-Y yo no pienso cambiarlo, hijo. Solo te estoy dando un respiro, una pausa en tu vida para que aprendas.

De repente todo se desvaneció, y Severus abrió los ojos.

Se dio cuenta de que estaba mirando al cielo, pero estaba demasiado cómodo como para estar tirado en el suelo. Sintió el palpitar de un corazón cercano a su oído izquierdo, por lo que pronto cayó en la cuenta de que estaba recostado sobre el rey, que sentado en el suelo lo miraba con preocupación.

Esos ojos, esos labios… el olor que desprendía, a bosques, tierra y sol. Todo era agradable, tanto, que Severus quiso removerse del lugar para no quedarse como un bobo mientras lo miraba indefinidamente.

-¿Estás bien?-preguntó, con su voz ronca y preocupada.

Severus solo pudo asentir, mientras fruncía el seño por la poca ayuda que el rey le brindaba para incorporarse. De hecho, lo estaba reteniendo contra su cuerpo.

-Quédate un poco mas- le pidió abrazándolo contra él. Aunque no le dijo exactamente el motivo, Severus sospechó que tenía algo que ver con sus propias sensaciones. Ambos volvieron su atención al gran león que los miraba fijamente, analizándolos.

-Te pido Lebannen, que lo dejes quedarse en tu castillo.- El rey asintió, eso no suponía ningún problema.- Enséñale, pequeño. Háblale y escúchale. Ambos tienen algo que el otro necesita.

-Por favor Aslan, ¿podrás hacerme las cosas fáciles por una vez en tu vida, y decirme de qué va esto?- pregunto frustrado. Aunque ya sabía la respuesta.
El león se rió, o eso le pareció a Severus.

-Es tu camino, Rey de Narnia, y debes hacerlo solo. Yo solo… añado un par de fichas.- dijo con picardía.- Enséñale, Lebannen- repitió, esta vez muy serio.- Cuando llegue el momento, háblale de tu pasado, cuéntale tu historia. Tienen mucho en común.

Y dicho eso, ambos despertaron sobresaltados. Estaban en la misma posición en el suelo, con el rey medio abrazado al forastero.

-Siempre hace lo mismo- se quejo el mayor, con sus labios rozándole la oreja.- Viene, tira una bomba y se va.- aclaró frustrado.

Severus no pudo evitar un estremecimiento ante la calidez de su aliento. El rey fue consciente de esto, y le gustó.

-Sabes, podríamos hacer más que hablar, si quieres…- le dijo con voz sugerente, mientras jugueteaba con la nariz en su oído.

Severus se dio vuelta para plantarle cara, nadie se burlaba de él. Pero la cercanía de sus labios fue mas fuerte de lo que le rey pudiera resistir. 3 meses de abstinencia era catastróficos para cualquiera.

El beso comenzó como un roce de labios, pero desencadenó una tormenta de dientes y lenguas enredándose, mordiendo y succionando todo lo posible de la boca del otro. A Severus comenzaba a dolerle el cuello por su mala posición, pero no quería terminar con las maravillas que estaba sintiendo.

Una trompeta a lo lejos fue suficiente para romper la magia, y ambos volvieron a la realidad.



Tal y como había dicho ese Dios-León, la ansiedad que había sentido los primeros días se había relajado considerablemente. Sabía que tenía que volver, retomar su papel en la guerra, pero no estaba presuroso por hacerlo. En cambio, se dedico a observar y aprender de la rutina de los narnianos.

Las cosas con el rey no volvieron a ser tan… cercanas. No que Severus se lamentara, aún estaba orgulloso del puñetazo que le había plantado en la mejilla. Rey o no rey, nadie lo besaba sin su consentimiento.

Aunque estaba irritado con la actitud del susodicho. Esperaba que como mínimo lo mandara a las mazmorras, (que él sabía muy bien que existían en el castillo), por semejante atrevimiento. En cambio, el rey lo había mirado con desconcierto, para luego soltar una carcajada.
Realmente, ese hombre no estaba en sus cabales. Se levantó muy galante y le tendió una mano, que por supuesto no acepto, y luego le miró como si fuera un reto apetecible. A él. Severus Snape. O Bran, dado el caso.

La cuestión era que el muy desgraciado tampoco le era indiferente a él. Y aunque nunca había estado con un hombre mayor a él, su mente no tenía ningún problema en producir imágenes cachondas en sus sueños.

Fue por eso que hoy, nuevamente, salió tarde de su habitación, luego de una ducha refrescante.
Menos mal.


No supo que fue lo primero, si el grito de alarma, o el ruido ensordecedor del estallido.

Por un segundo, todo quedo en silencio. Él se encontraba en el rellano de la escalera, a mitad de camino entre un piso y otro.

-¡Viene de la habitación del Forastero!- escucho como si hablaran a través de un tubo, y entonces comprendió que se había quedado momentáneamente sordo.

Una figura conocida apareció en el piso de abajo. Supo que le estaba diciendo algo, pero no logró saber qué, y luego salió corriendo en dirección opuesta.

Por inercia, Severus le siguió a través de la nube de polvo que ya se estaba asentando en el aire. “Está loco”, pensó, mientras trataba de no perderlo de vista por lo corredores. Porque un rey arriesgaría su visa de esa forma?, sus vías respiratorias no resistirían mucho tiempo más sin oxígeno puro.

A pesar de que la visión comenzaba a fallarle, su raciocinio volvió con él. Si la explosión había sido en su cuarto, ese lugar al que corrían debía estar cubierto de escombros, porque su piso debía de haber cedido. Y debajo de su piso…. ¡abajo de su piso estaba el salón de las Hilanderas!, las niñas del rey pasaban la primera hora de la mañana practicando ese arte.

Apurando el paso, Severus siguió con más energía a la carrera desenfrenada del rey.

Logró alcanzarlo ante la puerta derrumbada de la sala. ¿Cómo demonios la traspasarían?, debía pesar su buena cantidad de toneladas, y los pocos huecos que dejaba al aire eran demasiado pequeños, o estaban cubriéndose con rocas, algunas de las cuales seguían cayendo.

Si tan solo tuviera su varita… nunca desde que había llegado la había echado en falta tanto como en ese momento. Se iba a acercar al rey para ver que tenía planeado.

Lo miró más de cerca y lo vio con los ojos cerrados. No iba a rendirse ahora, ¿no?. Cuando estaba a punto de soltar algunos comentarios mordaces y recriminatorios sobre su poco control del momento, lo vio levantar ambas manos hacia las rocas.

¿Que se supone que hace? Prestó más atención, y vio que sus labios emitían palabras ininteligibles, y aunque puso toda su atención para saber qué era lo que decía, solo pudo deducir un “tolk”. ¿Qué eso no significaba piedra en ese idioma ya tan antiguo que nadie reconocía? Recordaba haberlo leído en una publicación semanal de pociones como una acotación interesante, pero nada más.

Las manos comenzaban a moverse, y el suelo también. Severus presto atención a lo que sucedía delante de ellos. Las piedras comenzaron a responder a los movimientos de las manos del hombre, como si siguieran instrucciones. Primero las más pesadas, luego las más ligeras hasta llegar a la puerta de granito.

Sin habla, Severus comenzó a ayudar moviendo por su propia cuenta aquellas que podrían entorpecer el paso, pero no lo quitó el ojo al rey. De pronto, vio como unos lazos rojos con chispas amarillas que salían de las manos del rey, se enredaban y tiraban de la puerta.

Con gran dificultad, Lebannen pudo mover la piedra lo suficiente como para pasar y sacar a las niñas. Casi sin fuerzas, corrió hacia adentro, seguido de Severus, para encontrar un desastre monumental. Mas piedras adornaban el interior, haciendo casi imposible seguir.

-¡¡¡ASHLING!!!- gritó a todo pulmón.- ¡¡¡SHIRLEEN!!!

Una roca comenzó a moverse cerca de donde estaban. Haciendo acopio de todas las fuerzas que tenía, la movió lo mas delicadamente que pudo. Debajo, un fauno que debía oficiar de guardia en la entrada, apenas estaba reconocible por el moratón que le recorría el lado izquierdo de la cara.

-Alteza… en… en…-apenas podía articular, estaba demasiado agitado, pero Lebannen estaba desesperado.-Chimenea- logró decir, señalando el lugar.- Chi-menea…

El rey asintió agradecido, y aliviado por escuchar como se cercaba ayuda, lo dejo con delicadeza en el suelo, para acto seguido correr en la dirección que el fauno apuntaba.

Escaló los escombros, apenas consiente de la persona que le seguía, sabía que era el Forastero, y de alguna forma se sentía aliviado de que estuviera con él, como si fuera su ancla para no caer en la desesperación de no saber cómo estaban sus niñas.

Legaron al rincón en donde antes se erguía la majestuosa chimenea que solía alumbrar y calentar las largas horas que las mujeres pasaban enfrente de ellas, ahora apenas podía verse una parte de la voluptuosa campana.

Más tarde no recordaría exactamente todos sus pasos, solo sabía que en un momento, su poder no era lo suficiente rápido para mover las piedras, por lo que lo acompañó con sus propias manos. Eso explicaría los cortes que tenía en ellas.

En cuanto sacaron las últimas piedras, la imagen que se encontraron hizo que el rey se llenara de orgullo y alivio.

Al parecer, las princesas sintieron el peligro antes de que llegara, un sexto sentido heredado de su padre, y refugiaron a sus dos maestras y tres compañeritas de clases en la chimenea. Al ver que esta no era lo suficientemente amplia, Ashling conjuró un hechizo de expansión mientras Shirleen le tomaba una mano transmitiéndole su fuerza y mantenía la calma entre las demás mujeres.

Manchadas de hollín, con la cara cubierta de polvo, era imposible no dejar de notar la fuerza de voluntad que ponían para no perder la calma y echarse a llorar de miedo. Al fin y al cabo, eran unas niñas, sus niñas.

La expresión de júbilo de las mujeres al verlo aparecer entre los escombros casi hace perder la concentración de Ash, pero ella ya sabía que su padre las sacaría de allí en cualquier momento, por lo que se esforzó por mantener el hechizo un poco más. Escuchó más que vio como las demás salían del resguardo, y luego sintió el apretón de su hermana suavizarse, indicándole que el peligro había pasado. De espaldas a la salida dieron un paso hacia ella, desvaneciendo de apoco el hechizo, hasta que sintieron como unos brazos fuertes las envolvían en aquel rincón del mundo en donde estaban seguras, aquel al que amaban retornar día a día y en el que cabían juntas sin problemas. El abrazo de su padre, el héroe de todas sus historias, era el mejor sitio del mundo, y el lugar al que durante el último cuarto de hora, rogaron regresar.




-¡No puede ser que no exista ni una sola maldita pista!- Rugió el rey.

-Sabemos, mi señor, que el culpable no pudo haber desaparecido en el aire.- dijo el Sr Tumnus.- por eso…- dudó si continuar. Miró a los que estaban sentados en la mesa de juntas. Los seis Consejeros de Guerra pertenecientes a cada distrito del reino le dieron su apoyo con una breve inclinación de cabeza. El rey y su invitado de honor se miraron entre sí con el seño fruncido.- Nosotros, los Seis de Guerra, queremos presentarle una explicación que hemos elaborado a base de sospechas infundadas por los sucesos recientes.

El rey se irguió en su silla, la reina, detrás de él, le peso una mano en el hombro como consuelo. Bran a su lado se dio cuenta de su impulso de sacarle la mano y poner la suya propia ahí, justo a tiempo de evitarlo.

-Sospechamos- comenzó con voz temblorosa. 25 años luchando codo a codo con ese hombre, y aún hoy lo acobardaba su mirada penetrante.- Sospechamos de los que habitan Mas allá del Sol.

Lo dicho fue recibido con escalofrió, el rey fue el único que no lo demostró.

-También creemos que el ataque deliberado a las Princesas Gemelas, fue obrado por un espía del Cair Paravel. Mi señor- susurró el fauno de forma audible con un tono más relajado- sabemos que estas noticias no van a gustarle, y es por eso que conjeturamos fuera del consejo. Aunque no fue deliberado, entre charla y charla hemos descubierto que todos pensábamos igual.

-Espero que no hayan cometido la imprudencia de decir semejantes cosas delante de los civiles.- Murmuró con voz cargada de furia.

-Por supuesto que no, mi señor- aseguró Reepicheep enseguida-, pero debe entender que nadie de los Seis Distritos se atrevería a siquiera pensar en cometer semejante acto imprudente. Usted no suele darse cuenta de la magnitud que tiene el respeto y la adoración que profesan por la Gran Familia Real. Nadie de nuestras tierras, jamás, haría semejante cosas.

Aquello parecía haber ablandado un poco al rey, pero seguía tieso y en su mirada apenas podía distinguirse un asomo de incredulidad. Aquello no podía estar pasando.

-No tenemos ningún enemigo en potencia, o ¿alguien que nos guarde rencor?- quiso asegurarse.

-No señor, el joven rey de Telmar ascendió hace muy poco, y sigue las mismas corrientes de pensamientos que su padre.- Ah, asique el rey Jasper por fin descansa en paz, suspiró para sus adentros recordando a aquel viejo amigo que ayudó a llegar a su merecido trono, luego de derrotar al tiránico y usurpador de su hermano bastardo.

-En Atuan las cosas siguen igual, pero todos sabemos que los desiertos son muy pequeños, y sus habitantes por muy hostiles que sean, son muy poco dados a los enfrentamientos.- continuó una mujer del distrito de las hilanderas.

-Los mares han estado terriblemente calmos, y todos sabemos que los piratas no se bajan de sus barcos más que para conseguir sus suministros.- todos asintieron ante lo dicho por el chico joven. Lebannen lo miró con atención por unos minutos, haciendo que este se sonrojase y bajara la cabeza con humildad. Gesto que a Bran no se le pasó desapercibido.

Discutieron por varias horas mas, descartando a los distintos reinos y posibles enemigos.

Bran se hizo una idea de la geografía del continente, y se terminó de convencer de que ya no estaba en su mundo. No sintió ninguna emoción en particular por ello, y culpó al estúpido rey león por ello. Aunque solo lo consideraba estúpido por haber provocado un beso que le dejó con ganas de más. Cosa que no se admitiría a si mismo nunca jamás.

-Disculpe mi señor. No quiero sonar impertinente,- dijo el joven representante de antemano.- pero todos creo que saben que el anterior representante enfermó hace un mes, y desde entonces hasta ayer, día en el que fui ascendido, no hubo quien ocupara el lugar- ahora tenía la atención de todos, sumidos en un silencio expectante- no quiero ser grosero, pero en mi distrito se preguntan sobre la posición del Forastero en el castillo.

La pregunta no dicha quedó en el aire. ¿Por qué nadie lo consideraba sospechoso a él?

-Es una buena pregunta, joven Klimt.- el muchacho se volvió a sonrojar. A Bran ya le estaba fastidiando su actitud, parecía que no paraba de filtrear con el rey. Aunque un momento, se dijo. Aquella era la pregunta del millón.- Como todos saben, Bran llegó en plena bienvenida a la Primavera. Desde hace 25 años, todo lo que provenga de ese día, no es más que motivo de alegría y festejos. Al principio, mi fe ciega en los mandamientos de Aslan, me dejo tranquilo, por lo que le di cobijo y curamos sus heridas. Lo que la mayoría no sabe es que pocos días después Aslan, finalmente luego de dos años de casi dos años, hizo acto de presencia. Si, de la nada, como es propio de él- varios soltaron risitas divertidas- La cuestión es que al parecer nuestro buen amigo me está poniendo a prueba una vez más, y lo trajo a Bran, vaya a saber uno de donde, para que me devuelva vaya a saber uno qué cosa. Asique en resumen, Aslan me trajo a un hombre sin memoria para ayudarme en una misión que no pudo especificarme. Como verán, mis buenos amigos, la elocuencia de nuestro Gran Dios sigue intacta.

Las risas esta vez fueron más fuertes, distendiendo un poco el ambiente. A Bran no le gusto mucho, ya que varios lo miraban divertido.

-He de confesar que esto no me gusta nada.- reconoció luego de unos minutos de distención. Todos volvieron su atención hacia el rey.- Mi señora, no te quedes atrás.- le dijo cuando sintió sus ganas de participar. Arah no solía participar del concilio de Guerra, dado que solía ser un ambiente relajado en donde se hablaban sobre problemas menores y de rápida solución. Pero ese día, le había pedido al rey estar presente. Por supuesto que este no se había negado y le ofreció su silla. Ella la rechazó, al igual que las de los otros que también le ofrecieron, tomando lugar al lado de Bran, que se sentaba detrás del rey ya que no pertenecía a ningún distrito, pero se había ganado su participación.

-Desde hace unos días, eh tenido unos sueños extraños.- Todos la miraron expectante, conocedores de sus habilidades premonitorias- en ellos, el fuego se congela.

El silencio se volvió pesado, el rey fruncía el entrecejo y cruzaba sus dedos sobre la mesa, con la mirada perdida.

-Se que debí decirlo antes, pero hasta hoy no le encontraba significado, solo pensé que se trataba de un sueño más.

-Arah, tu sabiduría es más grande que la nuestra. Es probable que tuvieras razón en no decirlo entonces, puesto que lo habríamos descartado por no encontrarle sentido. Hoy, mi gente, temo decir que nos está mucho más claro. Dadas sus sospechas, y sumando la premonición de la reina, doy mi permiso para que se inicien las investigaciones al respecto. Esto no debe salir de aquí- los miró a los ojos, mientras uno por uno iba asintiendo.- Entonces es todo por hoy. Reepicheep, redobla la seguridad en el castillo y en los distritos. Athos, contacta a la red de informantes. Caballeros, regresen a sus casas y descansen, Aslan no lo quiera, pero al parecer viene una nueva época de incertidumbre.

Todos se levantaron a la misma vez e hicieron una reverencia solemne. Uno a uno comenzaron a salir de la sala, otros se quedaron para discutir un poco más. La reina tomó a Bran del brazo y lo condujo a la salida. Ya en un corredor solitario, el rey les dio alcance.

-Esto no me gusta.- confesó a los otros dos.

-A mi tampoco, pero sabes que la probabilidad es muy alta.

Se escucharon unos pasos acercándose, y del otro lado de la columna apareció su hijo. Liam no había podido asistir al consejo ya que alguien debía quedarse responsable afuera.

-¿Que ah sucedido?- las caras sombrias de sus padres no eran buena señal.

-El invierno se acerca, cariño- le dijo en susurros su madre. Liam palideció.

-¿Tus hermanas?- preguntó el rey.

-Están en tu recámara.

Lebannen asintió, después del shock de esa mañana, era difícil verlas sin compañía de algunos de sus familiares o Bran, que luego de sacar a Shirleen en brazos seguido del rey que llevaba a Ashling, se había ganado la confianza absoluta de ese hombre.

-Mudor- dijo el rey, y una figura alta y encapuchada salió de las sombras.- Dile a Reepicheep que prepare mi barco, iremos a Telmar a renovar el pacto de paz con el nuevo rey.

La sombra asintió y desapareció sin ruido. Severus lo miró curioso y con sospecha, ¿qué demonios era ese ser que nunca había visto?

-Es mi guardaespaldas. No tengo muy en claro que criatura es, pero es por demás confiable- le contó el rey como si le hubiese leído su pregunta en la frente.

Bran lo miró si asintió, sin darle demasiada atención. Lebannen sonrió para si mismo por su actitud huraña.

-Voy a buscar a las niñas- dijo la reina con disimulo, soltando el brazo de Bran y tomando el de su hijo para que la acompañara.

Se quedaron solos en un incómodo silencio. O al menos incómodo para Bran.

-¿Sabes? Aún no hemos empezado con la enseñanza que se supone que te tengo que impartir.

Bran levantó una ceja escéptico.

-Dudo que tenga mucho que enseñarme, señor.- dijo con poco simulado disgusto.

-Claro que sí, probaremos las distintas artes de los distritos, también un poco de manejo de espada, ya veremos en que te desempeñas mejor. Y si eres bueno, también una poco conocida en mi habitación.- dijo como si nada, mientras comenzaba a acercarse de a poco, acorralando a Bran contra la pared.

-Gracias, pero no gracias- dijo mordaz. No iba a retroceder, jamás.

-Por Aslan, eres un bocado difícil de conseguir- le murmuró esta vez mucho mas cerca, logrando que inconscientemente retroceda un paso atrás. Y luego otro.

-Si usted está acostumbrado a que lo idolatren, y caigan como moscas en su cama, es problema suyo. Búsquese a otro.

-El problema es que usted me resulta extrañamente familiar, y me provoca cosas…

-Se llama excitación.

El rey no pudo evitar soltar una risita.

-No voy a rendirme- le dijo contra sus labios.

-Y yo no voy a aceptar- le dijo apartándolo de un empujón.

-¡Mi señor!- llamó una voz que se acercaba con pasos presurosos.- Me gustaría discutir… oh!, interrumpo algo?- pregunto con fingida inocencia, o al menos eso le pareció a Bran.

-Para nada, Klimt. Dime lo que necesitas.

Comenzaron a hablar, pero Bran se desconectó del tema, ocupado mirando la forma en que ese joven se las arreglaba para tocar al rey al menor descuido.

Y con una reverencia, se alejaron de él en dirección a la sala de juntas. Bran estaba molesto por la arrogancia del rey, y por ese muchachito que quería meterse en sus pantalones.

-Un segundo- dijo el rey- Bran, prepárate, que vienes con nosotros- le dijo antes de desaparecer por el recodo del pasillo.

Bran estuvo seguro de que le seño fruncido del “simpático Klimt” no fue imaginación suya.

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MensajeTema: Re: El Hijo de las Profecías - 3. The winter is coming.   El Hijo de las Profecías - 3. The winter is coming. I_icon_minitimeLun Mayo 14, 2012 9:24 pm

woowww affraid que intrigaaa.... me gausra mucho el cap... esperare el proximo.... mmmm babeando me encanto ccomo lo acorralo... Saludoss
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