La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El Hijo de las Profecías - 2. El Forastero.

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Atuan

Atuan


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MensajeTema: El Hijo de las Profecías - 2. El Forastero.   El Hijo de las Profecías - 2. El Forastero. I_icon_minitimeDom Mayo 06, 2012 3:11 pm



2. El Forastero.


No podía negar que estaba cómodo a pesar de que las sábanas eran un poco duras. Parecían almidonadas, y se extrañó del perfume a rosas que se suspendía en el ambiente. Una extraña paz lo envolvía.

Todo su cuerpo se tensó cuando comprendió que aquello no era un sueño y que sus sentidos le estaban informando de lo que percibía a su alrededor aún antes de despertar del todo.

No se atrevió a moverse, procuró que su respiración continuara pausada, sin dar señales de haber despertado. Aunque el estallido de un florero rompiéndose abruptamente casi rompe con su máscara.

-¡Shh!, ¡vas a despertarlo, Connor!- escuchó que decía una voz extrañamente aflautada, pero inconfundiblemente infantil.

-¿Y qué más da?, el Rey quiere hablar con él.

-Sí, pero también quiere que lo dejemos descansar, ¡grandísimo smog!.

-¡Niños!- susurró la voz de una mujer desde, lo que suponía, era la entrada de la alcoba donde estaba.

-Mi Señora.- dijeron ambos a la vez.

-Ya. El Señor Tumnus me pidió que les avisara que si no llegaban con él en 10 microsegundos, iba a enviarlos toda la semana con Simon El Enano a los establos. Estoy segura de que ya pasaron 5…

No tuvo que hacerse repetir, ambos niños volaron sin apenas recordar el protocolo ante la autoridad presente. Arha no pudo evitar soltar una risita cantarina.

-En cuanto a usted, mi joven invitado, me complace saber que sobrevivió a la noche.

Severus no supo si ponerse en evidencia o seguir fingiendo. Por las dudas, permaneció con los ojos cerrados y la respiración acompasada.

-Está bien si no quieres hablar ahora, pero realmente, el Rey y yo, tenemos muchas preguntas. Narnia es un país libre, por lo que no debe sentirse apresado aquí.- Arha suspiró- Me complace decirle que sus heridas fueron sanadas con eficacia por nuestros curanderos, aunque hay una en particular que tardará un par de días en cicatrizar.

Severus supo que se refería al diffindo que le había pegado en el antebrazo izquierdo. Hizo un repaso mental sobre sus dolencias del día anterior y descubrió que ya casi no quedaban sombras de ninguna, incluso el corte tirante por los puntos apenas molestaba.

-Le ruego, Señor, que se presente lo antes posible con nosotros, el guardia de la entrada podrá conducirlo.

Dicho esto, el profesor pudo escuchar los pasos alejándose y el eco de la puerta al cerrarse. Suspiró con pesar. ¿Dónde estaba?. ¿Si era libre de irse, porque había un guardia en la puerta?

¿Narnia? No recordaba ninguna región con ese nombre. En la actualidad, existían muy pocos países con reyes, por lo que sin ninguna duda debería haber oído hablar de él.

Se incorporó lentamente, admirando su alrededor. Se encontraba en una habitación de un blanco inmaculado. Todos a su alrededor tenía un brillo de ensueño. Se paró vacilante, y toco los doseles de su cama para salirse de la duda. No, aquello no era un sueño.

Se dio cuenta de que llevaba puesto una especie de camisón, estaba seguro de haber visto uno de ellos en un libro de historia antigua, y no había rastro de sus túnicas negras. Sí encontró ropa al pié de la cama. La tomó entre sus manos admirando la fortaleza de las costuras y sedosidad del tejido, no sabiendo de dónde provenía, pero adivinando su confección a mano. Estuvo un buen rato hasta descifrar como ponérsela, no era algo a lo que estuviese habituado, de seguro un muggle lo habría tenido más fácil.

En cuanto hubo terminado se miró en el espejo que reposaba en una de las esquinas de la habitación. Se sintió extraño y ridículo, y enseguida su mente lo comparó con los guerreros medievales, haciendo que la sensación de irrealidad se acentuase.

¿Cómo demonios habría llegado allí?. Recordaba la puerta que había abierto, pero no la sensación de haber activado un trasladador. Además, eso en Howarts era impensable. Necesitaba salir de allí y descubrir qué demonios estaba pasando. Narnia, había dicho la mujer. ¿De qué demonios hablaba?

Se acercó a una de las ventanas y lo que vio lo dejó asombrado. Muy pocas veces Severus Snape se había quedado sin palabras, pero esta era una de ellas. Desde la ventana con forma de arco podía apreciarse que se encontraban a gran altura del suelo, mil pies al menos, y frente a él se extendían un terreno empinado que terminaba en un sendero que conducía a varios pueblos separados por bosques frondosos. La vista no terminaba de recorrer todo el territorio, pero si se adivinaba hermoso y salvaje.

Tomó aire, saltar por allí quedaba descartado como ruta de escape.

Le tomo un minuto decidirse. Sabía que sin su varita estaba totalmente desprotegido, tenía los conocimientos básicos de combate cuerpo a cuerpo, pero dudó que le sirviera de mucho en pleno corazón de terreno enemigo.

Abrió la puerta con cuidado, con la esperanza de encontrar los corredores vacíos. No tuvo tal suerte.

-Espero que haya descansado bien, Forastero.- Severus tuvo dificultad para mantener su expresión imperturbable al darse cuenta de que quien le hablaba era un minotauro de al menos cinco cabezas más alto que él, corpulento y armado.- Los reyes esperan ansiosos su entrevista, si me sigue podré llevarlo hasta su presencia. En este momento lo están esperando para luego marcharse juntos a desayunar en el Gran Comedor.

Snape asintió y siguió a la criatura. Le agradó darse cuenta de que no era tratado como un esclavo, que las sugerencias del minotauro no se escuchaban como órdenes cortantes, tal y como estaba acostumbrado a recibir entre las filas del Señor Tenebroso.

Caminaron por corredores espaciosos e iluminados con la luz del día. Tras pasar un recodo, Severus pudo escuchar el ruido de las olas. Sorprendido, se acercó a la ventana para comprobar su procedencia. Un extenso mar se batía furioso contra las rocas que domaban el cimiento del castillo. El hombre observó atentamente y se dio cuenta de que el castillo se alzaba sobre un cabo, y que la ventana por la que él había mirado instantes antes era la que daba justo al interior del territorio. El guardia le llamó la atención para que siguieran caminando.

Pronto se encontraron frente a una puerta gigante de roble labrado. Los detalles le llamaron poderosamente la atención, pero no se atrevió a acercarse para ver la trama.

El minotauro golpeó la puerta con un puño cerrado, interrumpiendo el silencio que los rodeaba. El corazón de Severus comenzó a latir con fuerza, pero nada de esto se podía entrever en sus facciones. Desde adentro se escuchó un “adelante” de voz masculina.

-Mi Señor, mi Señora. Joven Príncipe- reverenció el semihumano- el Forastero acaba de despertar, hemos venido de inmediato.

-Te lo agradecemos Thored, puede seguir con tus tareas.- le respondió una voz femenina. Severus aún no levantaba la vista del suelo.

-Si mi Señora, estoy a su disposición. Mis Señores.

-Gracias Thored- dijo el rey. Y el minotauro se fue.

El silencio los acompañó unos minutos después de que la puerta hiciera su eco al cerrarse.

-No tienes porque bajar la vista, creo haberte dicho ya que eras un invitado, no un prisionero, Forastero.- le dijo la Reina con voz cariñosa.

-Lo lamento mi Señora.- Severus alzó la vista y con un rápido vistazo escaneó la habitación en busca de amenazas.
v La reina estaba sentada tras una mesa circular, era una mujer hermosa, tal vez un poco mayor que él. Se le notaba la grandeza y poderío en cada uno de sus gestos. Podía adivinar un largo vestido, también al estilo medieval. Prestó atención disimuladamente al hombre que les daba la espalda. A su lado un joven observaba atentamente algo que él no alcanzaba a dilucidar, pero que se encontraba en la misma dirección por donde la vista del hombre mayor parado a su lado se perdía. El rey, supuso, vestía ropas similares a las de él, pero que efectivamente le calzaban como un guante. Aún de espaldas se le veía imponente.

Las paredes de la habitación estaban revestidas con tapices de varios colores, con hermosos diseños trabajados. La chimenea prendida con un diminuto fuego terminaba de encerrar la habitación como un espacio cálido y acogedor. Severus se sorprendió de lo privado que parecía el lugar, se esperaba encontrarse con una sala enorme y a los reyes sentados en sus tronos y con soberbia.

De pronto el menor lanzó una risita, y el mayor una gruñido. Parecía que allí afuera había algo realmente interesante. Volvió a fijar la vista en la punta de sus pies calzados con una especie de alpargatas, por lo que se adivinó la mirada de reproche que les debía de haber dirigido la Reina, pero que escuchó un muy bajito “lo siento”.

-Te hemos notado un poco desorientado al momento de encontrarte, la curandera que te atendió nos mencionó que en tus delirios de fiebre mencionabas algo relacionado con un Lord Oscuro. No es nuestra intención ofenderte, pero nos preocupa el significado que puedan tener tus palabras. También mencionaste una guerra.

Severus supo que se dirigía a él, por lo que agradeció no haber levantado la vista nuevamente. Tenía que pensar, pero por el momento no se le ocurría nada más que mentir y esquivar las preguntas con verdades a medias. No sabía frente a quienes se encontraba, ni de qué bando estaban. Todo lo que dijera podría comprometer su situación en ambos bandos.

-Creo mi Señora, que sólo es era eso, desvaríos.- dijo con la voz más convincente que fue capaz de encontrar.

-Mi madre te ah dicho que no bajaras la vista, Forastero- lo reprendió con voz segura el Príncipe- Realmente no queremos hacerte mal. Nos intriga tu procedencia y el hecho de que hayas mencionado una guerra. No habíamos visto sus vestiduras por ninguno de los reinos que lindan con Narnia, por lo que espero que comprendas nuestra curiosidad respecto a tu historia.

Severus levantó la vista y la fijo en quien le hablaba. El joven Príncipe le devolvió la mirada y el hombre se encontró admirando unos ojos imposiblemente verdes, que solo los había visto en dos personas en su vida. Lily Evans y Harry Potter. Imposible, pensó. El muchacho era parecido a Potter, no al padre, sino al hijo. Pero, nuevamente, aquello era imposible, el joven no podría ser Harry, se le parecía, pero no era él. Además, ¿cuántos años tendría?, ¿19?, ¿20?. El niño al que protegía debía contar con unos 17.

Imposible, se volvió a repetir.

-Lo cierto es que…- trató de que su turbación no saliera a la luz. Y se le ocurrió una idea.- No recuerdo nada.

Eso provocó que el Rey reaccionara dándose la vuelta. Severus comprendió que el príncipe había heredado los ojos de él. Pero… tenía la horrible sensación de tener una versión más vieja de lo que pudo ser James Potter. Era él, sin duda, pero con los ojos de Lily. Y muchos años más de los que alcanzaron a vivir ambos.

El hombre era de un cuerpo impresionante, un poco más bajo que él, pero imponente de todas formas. Tendría unos 40 y tanto. No se atrevió a seguir mirando por miedo a ofender. Por una vez, agradeció la experiencia que le brindó el haber servido a un ser que se creía omnipotente. Y lo era, si no se tenía en cuenta la dichosa profecía.

-Me apena escuchar eso.- Severus se dio cuenta de que sus palabras destilaban verdad.- Lamento haberte asustado con todo esto, pero la verdad es que a la señora Tumnus casi muere del susto al oírte murmurar sobre una guerra y señores oscuros. No sé si estarás al tanto, pero el Tratado de Paz con los Desiertos de Atuan no está avanzando como esperábamos…- sorprendido por la diatriba, Severus no pudo dejar de notar en cansancio del hombre, sus ojos tenían un brillo opaco, como si la vida le hubiese dado muchos problemas.

-Mi Señor, no sé si soy merecedor de las explicaciones…- humildad, hazle pensar que eres indigno, se decía así mismo

-¿Y por qué no?- Lebannen lo enfocó por primera vez, y no pudo reprimir un jadeo de sorpresa.

-¿Padre?- pregunto Liam preocupado.

-No es nada, solo que… es la segunda vez que… ¿Lo conozco Forastero?, ¿es un mercader de Terramar?

-Lo ignoro mi señor- dijo siguiendo su farsa, no iba a decirle que lo encontraba parecido a unas personas conocidas que habían fallecido hacia ya 16 años.

El Rey se limitó a asentir.

-Muy bien, eres bienvenido a quedarte con nosotros el tiempo que necesite tu memoria para volver.- Algo en los ojos del rey hizo que Severus se estremeciera, era como si pudiera atravesarlo, leerle la verdad como un libro abiertos. Sabía que no estaba utilizando legrenmacia, sus barreras no habían sido derribadas. Y sin embargo, sus ojos le decían claramente que a él no lo engañaba.- Liam, muéstrale un poco el castillo para que no se pierda.- dijo dando concluida la reunión.



Una hora más tarde, entraron a una sala en donde una larga mesa era servida por varias mujeres de distintas razas. En ella estaban sentados bulliciosos personajes que hablaban todos a la vez. Severus nunca había visto tal cosa. La sensación de irrealidad de acentuó al ver que por la ventana se asomaba la cabeza de un caballo que parecía mantener una conversación acalorada con un ratón. Por Merlín, ninguno de los dos tendría que estar hablando.

-Los reyes vendrán de un momento a otro- le informó el príncipe, el cual ya le había paseado por la mayor parte del castillo. Era realmente enorme.

Echó otra mirada, esta vez más minuciosa y se dio cuenta de que no veía ningún trono ni silla distintiva para los supuestos reyes.

-Callum, casi te pierdes la primer comida- dijo una voz masculina a sus espaldas.

-Lo lamento, alteza, estaba terminando unos preparativos de mi casa. Ya casi está terminada y podremos volver a ella.- dijo en medio de la reverencia.

-Me alegran tus buenas noticias, aunque sabes que siempre serás bienvenido al castillo cada vez que tengas la necesidad, Cal. Ahora ve y come, hoy será un día agitado.

Severus dejó de prestar atención a la criatura para girarse y posar una rodilla en el suelo.

-Alteza- murmuró con respeto. Podía estar en terreno desconocido, pero sabía muy bien como fingir lealtad y respeto.

-Levántate forastero, aquí eres un invitado mas en mi mesa- dijo el rey. No pudo evitar sentirse ligeramente incómodo, aunque nadie les prestara atención realmente.- No soy tu rey, dado que no eres narniano. Solo respeta a mi gente, y no tendrás problemas. Ahora a comer, que con el estómago lleno se piensa mejor.

Diciendo esto le tendió una mano para ayudarle mientras ubicaba un lugar vacío para que tomara asiento. Severus no conocía el protocolo del lugar, nada se le hacía familiar, por lo que no quiso arriesgarse a ofender al rey despreciando su ayuda. El contacto con la mano grande y callosa hizo que hasta el último pelo de su nuca se erizara. Una extraña sensación se apoderó de su estómago, no se atrevió a levantar la vista por miedo a ser descubierto en su desconcierto.

El rey lo guio hasta un lugar en mesa, en medio de los demás. No había trono ni cubiertos de oro, simplemente un plato más.

Sintió como el hombre se desplazaba hacia el otro lado de la mesa hasta ocupar un lugar enfrente suyo. Solo entonces reparó en la mujer con fino peinado que lo miraba sonriente. Vestía otra túnica, pero volvía a encontrarse frente a la reina.

-Me alegra ver que realmente no sufre dolencias- le dijo regalándole un mirada cariñosa.- siéntate y disfruta de estos manjares.- Y dicho esto, ya no volvió a ponerle atención.

Severus apenas probó bocado. Estuvo atento a todas las conversaciones de las que fue capaz de seguir el hilo. Escuchó como el rey hablaba con el príncipe sobre levantar muros en un lugar con nombre raro, como la reina hablaba muy compenetrada con otra dama sobre los resultados de una fiesta. Había dos niñas que le llamaron poderosamente la atención, dado que no le quitaban el ojo de encima. Eran escalofriantemente idénticas.

-Bueno, no podemos seguir llamándolo Forastero, ¿no es así?- escucho entonces. Supo que hablaban de él.

-No, claro que no- respondió el rey.- Dinos muchacho, ¿cómo quisieras que te llamáramos mientras recuperas tu memoria?.

Odiaba que aquel hombre lo tratara como a un chiquillo. ¡Sólo tenían unos años de diferencia!. Sin embargo, se guardó el rencor y respondió.

-Como usted prefiera, mi señor.- su actitud sumisa suscitó a varias risas burlonas de los que prestaban atención.

-¡Kelman el Raro!- propuso alguien.

-No, mejor Thungur el Olvidadizo.- las risas corearon la propuesta.

-¿Que tal Bran, el Forastero?- Propuso el príncipe. Todos asintieron conformes con la propuesta.

-¿A ti que te parece?- pregunto el rey, dirigiendo a él su penetrante mirada verde, mientras los demás volvían a lo suyo.

-Por mí está bien, mi señor.- La sonrisa que le dirigió el rey casi lo deslumbra. Casi.

Cada quien volvió a sus asuntos, y él se dedico a responder las preguntas que le hacían quienes le rodeaban, pero de reojo se fijaba en las acciones del rey. Absorbió cada uno de sus movimientos y sus gestos. No alcanzaba a escuchar lo que decía, pero lo poco que leía en sus labios y la expresión relajada que mantenía, le decía que era alguna trivialidad cotidiana. Allí, sentado entre varias personas que no parecían ostentar título alguno, comiendo con los mismos cubiertos, en la misma mesa y a la misma altura, no dejaba de imponer con su sola presciencia. A leguas se podía ver la devoción con que cada uno de los comensales interactuaba con él.

La comida terminó, y de a poco se fueron esparciendo los comensales.

Severus a partir de ese momento tuvo mucho tiempo libre. Cuando el día terminó, se pregunto si tal vez todo aquello no era simplemente un sueño. Al despertar al otro día, se dio cuenta de las pocas posibilidades de haber tenido un sueño dentro del sueño. Aunque uno nunca sabe.

Al atardecer del tercer día, ya estaba casi convencido de que en realidad no había sobrevivido a la tortura de Voldemort y aquello era una especie de realidad alternativa a la que su mente lo había arrastrado para escapar del dolor.

Sin embargo, aún se sentía como el mismo, con su apariencia, (aunque el atuendo lo hacía más agraciado), y su raciocinio. Sintiéndose mas seguro con esa idea, comenzó a pensar con claridad. Lo primero que haría sería hacer un análisis de situación. Comenzó con las preguntas claves.

¿Dónde estoy? Narnia. ¿Y que diantres es eso? Un país lleno de gente y animales extraños que conviven entre sí formando una sociedad igualitaria con principio de lo mas morales y serviciales para con sus vecinos. Era llevado bajo las riendas de un Rey y una Reina de mediana edad, un poco mayores que él, que se han hecho con el poder desde muy jóvenes luego de liberar a Narnia del Invierno Eterno. Ambos habían formado una familia compuesto por el Príncipe Heredero y Las Princesas Gemelas. Eran adorados por todos los narnianos, a tal punto que si los escuchabas hablar de ellos te quedaba la duda de si hablaban de dioses o humanos. Todo demasiado idílico, demasiado perfecto.

Severus estaba acostumbrado de que nadie se hace con el poder de forma justa y humilde, que siempre hay segundas intenciones e intereses personales de por medio. El poder absoluto, la sed de riquezas y el sentimiento de omnipotencia suelen ser los ingredientes más comunes de las causas nobles. Por lo tanto se dedicó a estudiar a los reyes.

La cantidad de libertad que tenía le dejo espiar sus movimientos sin levantar demasiadas sospechas, aunque había algunos datos que se le escapaban. La Reina se levantaba a primera hora de la mañana y pasaba las primeras horas atendiendo asuntos que, según una de las mujeres de la cocina, tenían que ver con actividades económicas. Solían acompañarla un representante por cada distrito, que exponía ante ella los balances y problemas que tenían. Entre todos llegaban a acuerdos y soluciones equitativas.

El Rey, en cambio, solía levantarse un poco más tarde, daba los buenos días y desayunaba con sus hijos y la reina. Luego, se iba al Salón de la Justicia, una sala amplia con forma de rectángulo y un techo amplísimo, con gradas a los costados en donde se sentaban los testigos y quien quiera presenciar las audiencias, en el medio se formaba un pasillo estaba despejado y al final de este se encontraba el rey, el príncipe heredero que estaba en entrenamiento, y los representantes de la justicia de cada distrito. Allí se exponían las distintas disputas que merecían ser juzgadas.

La quinta mañana Severus solicito permiso estar presente. Tryon, un guarda en jefe lo miró extrañado.

-Forastero, no es necesario pedir permiso para asistir a un juicio público.- Le dijo como si explicara que el día estaba iluminado por la presencia del sol. Severus se removió incómodo.

Una vez dentro, sintió una mirada penetrante sobre su persona. Levanto la vista y se encontró con las esmeraldas del rey. Una inclinación de cabeza para darle la bienvenida fue suficiente para Severus, por lo que devolviendo el gesto se encamino a las gradas.

Un grupo de jóvenes de distintas razas se sentaban un poco más allá, con unas plumas y papel en mano. Parecían muy atentos y listos para tomar nota de cualquier minucia.

-Alumnos del parlamento.- le dijo una voz a su costado. Severus se volteó y se encontró con una sonrisa amable de un… fauno?. No se atrevió a seguir mirando por miedo de ofenderle.- Tienen que entregar un ensayo sobre distintos métodos de aplicación de la justicia, por lo que allí los ves.

-¿Que estudian?- se atrevió a preguntar.

-Distintas carreras, la mayoría aspira para ser Representantes de sus distritos.

Severus asintió, comprendiendo.

-Audiencia del día 23 de Primavera, año 25 Después del Invierno. En esta última sesión se presentan los señores Cinna, hijo de Caesar – el que hablaba era un minotauro de aspecto más viejo que el guardia que solía acompañarlo cada vez que se perdía. De quien hablaba era un hombre, humano para variar- y el señor Elesar, hijo de Everdeen. Señores, expongan su causa ante el rey.

Severus observo atentamente como se resolvió el conflicto, sorprendido por la diplomacia de las partes. Al parecer, los señores eran vecinos. Uno criaba ganado, y el otro era dueño de parcelas en donde cultivaba distintas hortalizas. Los animales del primero solían escaparse de sus corrales y hacer estragos en sus tierras, dado que no tenían suficientes pasturas en las suyas.

Luego de varios gritos y discusiones aireadas entre los hombres juzgados, el caso terminó con un compromiso de parte de ambos. Uno le daría libertad a los animales de pastar en ciertas zonas de su granja para así arar el terreno de forma natural, y el otro lo beneficiaria con carne de vez en mes.

La solución dada por el rey pareció dejar conforme a todos.

Pasaron casos similares, algunos con voces aireadas, otros demasiado cohibidos para hablar más alto que un susurro. Todos entraban con un problema, y se iban con una solución. Severus estaba fascinado.

Cuando las audiencias terminaron, se dispuso a salir del salón con los demás, pero fue detenido por una voz que comenzaba a hacérsele familiar.

-Bran, ¿le importaría acompañarme a dar un paseo?- preguntó el rey con educación. Severus asintió, mas por cortesía que por tener la opción de hacer otra cosa.

Salieron a la luz del día. Al parecer, en ese lugar la primavera estaba comenzando, ya que el invierno aún no retiraba la brisa fresca que el sol no alcanzaba a calentar. Los primero retoños de las flores estaban alumbrando.

El rey estiro los brazos, como desperezándose y se encamino por un sendero que se perdían entre los árboles que rodeaban el castillo.

-¿Realmente no hay nada que recuerdes, Bran?.- cuestionó, sobresaltándolo. Severus se dio vuelta para enfrentarlo, pero se quedó en el intento en cuento sus miradas chocaron. Las orbes verdes lo observaban con atención, tratando de profanar sus pensamientos.

-No, mi señor- consiguió decir.- Todo en mi mente es confuso, los recuerdos se mezclan y no encuentro nada coherente para decir. Sin embargo, sé que no soy de aquí, todo me resulta extraño.

Lebannen asintió, conforme con la explicación.

Caminaron un rato mas en silencio, siguiendo uno de los tantos caminos que se perdían en el bosque. Severus había visto por la ventana de su alcoba que en esa dirección se encontraba uno de los muchos asentamientos que había podido visualizar.

-Si vas a vivir con nosotros un tiempo, creo que te gustará saber un poco de nuestra historia, ¿no?.- Volvió a hablar el rey. Severus asintió, agradecido.- Narnia es un país libre. Si bien soy el rey, mis funciones son meramente políticas. A contrario de los países lindantes, yo no apruebo el vasallaje ni la esclavitud.

Luego de ver como los distintos huéspedes sin estatus social evidente se desenvolvían dentro del castillo y las audiencias públicas que acababa de presenciar, entendió a lo que se refería. Mucho de ello lo había dilucidado en sus investigaciones silenciosas.

Mientras hablaban, comenzaron a caminar por el pueblo. El forastero tuvo la sensación de que todo era demasiado idílico. El rey a su lado parecía conocer a cada uno de sus ciudadanos, los saludaban con una inclinación de cabeza, sin interrumpir su charla.

-Narnia se divide en 6 distritos. Aquí estamos en el cabo Varamar, o el Puerto del Rey. Esta aldea en particular se encarga de la pesca y la creación de artilugios a base de elementos sustraídos del mar.- Severus asimilaba lo dicho mientras repasaba su vista de puesto en puesto. La gente parecía sumamente atareada, las mujeres llevaban canastos de aquí para allá, los hombres cargaban mercadería pesada, otros gritaban sus ofertas.

-¿No tienen niños?- se preguntó en vos alta. La risa grutal y profunda del rey casi lo hace sonrojarse. Casi.

-¡Claro que tenemos niños, muchacho!- dijo divertido.- De hecho, en unas horas esto se calmará, ya que los niños saldrán de la escuela, las mujeres irán a preparar la cena y los hombres organizarán su tarde. Si, en unas horas esto estará bastante tranquilo, hasta que estalle nuevamente después de la siesta.

Todo lo descrito por el rey encajaba perfectamente en concepto de aldea pequeña. Una vida rutinaria, ajetreada por momentos, pero siempre con tiempo para la familia.

-Dos millas más allá se encuentra la Aldea Skagos, ellos son los cazadores que sustentan a Narnia con las más exquisitas carnes. Un consejo, nunca te enfrentes a un Ska enojado. Son realmente temibles.- le dijo con aire confidente y algo teatral.

Severus sonrió de medio lado.

Así se enteró de la otras cuatro Aldeas. Las Hilanderas, de donde salía la mejor lana y telas de toda Narnia; Sélidor, en donde residen los mineros; Havnor, proveedores de cereales; Iffish, ubicado en los valles altos, proveedores de las exquisitas frutas que habían degustado en el desayuno.

Toda Narnia se ubicaba estratégicamente conectada por caminos de comerciantes, que eran directos y seguros. Severus descubrió que el dinero existía como tal, pero prácticamente no se utilizaba. La gente trocaba sus especialidades por la de los demás. Era un buen método para asegurarse de que nadie pasara necesidades.

El Puerto del Rey se utilizaba también como punto de encuentro común de todos los comerciantes, por lo que era de lejos la aldea más concurrida de todas.

Caminaron en silencio durante un buen rato, admirando lo que se exhibía en los puestos. La gente salía de todas partes a saludar al rey, preguntarle por la reina y sus hijos. Definitivamente aquel hombre era horriblemente popular, o así lo veía Snape, acostumbrado a su soledad.

Se dio cuenta de que caminaba solo, por lo que se giro para esperar al rey, cuando lo atrapo haciendo lo primer indiscreto que le había visto hacer desde que llegara. Bien, al fin y al cabo es humano, pensó mientras lo miraba comerse con los ojos a un hombre de treinta y tantos que exhibía sus torso musculosos todo sudado mientras subía mercadería a un barco.

Severus estuvo a punto de cometer la indiscreción de decir algo sarcástico, se abstuvo a tiempo, aunque la verdad es que aquel chico si que merecía la baba que en cualquier momento se derramaría por la boca real.

-Veo que vamos por la misma vereda- le dijo el rey, captando que observaban lo mismo. Severus se maldijo mentalmente.

-No sé de que me habla- trato de evadirse.

-Oh vamos, que no es ningún crimen… No, mejor dicho, si es un crimen, debería ser un pecado ser tan guapo.- Severus supo que iba de broma por la sonrisa ladeada que exhibía cuando se volteo a mirarlo, dejando escapar un suspiro tenso.- Vamos hombre, cualquiera diría que nunca escuchaste un chiste.- le dijo palmeando la espalda. La cercanía le hizo ver la diferencia de alturas. No era mucha considerando que siempre había sido más alto que el estándar.

Se quedaron mirando un rato mas, ambos enfrascados en sus propios pensamientos.

-Creo que es mejo que volvamos al castillo- dijo Lebannen cuando se alzo una briza fría que amenazaba con darles un resfriado.

Eso despertó cierta inquietud en su invitado.

-¿Puedo preguntar sobre mi destino?- dijo de repente Severus.

Lebannen se dio la vuelta y lo miró a los ojos.

-Deberías relajarte primero, me eh informado que has estado investigando el castillo.- El rey se abstuvo de hacer comentarios sobre la mirada sobresaltada que el Forastero intentaba disimular.- No sé de dónde vienes, Bran, ni cuál es tu motivo. Si vienes a hacer daño, te advierto desde ahora que te entregues antes de que cometas alguna estupidez. Porque te atraparemos.- Severus estaba sin habla. Era eso lo que se estaba esperando, aquella muestra de hostilidad, aquello que le decía que lo que estaba viviendo era real, y no un horrible y bizarro cuento de hadas.

>>Si es cierto lo que dices, y tu memoria esta en un limbo, entonces te propongo que aprendas. Tenemos una escuela que te enseñara lo que sea que hayas olvidado, tendrás una profesión y podrás armarte una nueva vida. Vive bajo nuestras reglas, y te aseguraré un futuro lleno de paz.

Y con esto, el Rey retomó su camino.

Severus quiso seguirle el paso, pero un movimiento furtivo lo detuvo. Agudizó sus oídos, ya habían llegado al sendero que se metía en el bosque para volver al castillo, por lo que quiso llamar al rey para que se detuviera. Pero fue demasiado tarde.

Un rugido ensordecedor ahogó su grito de advertencia. Correr no bastaría, el león ya estaba a un paso del rey, que lo miraba atónito.
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MensajeTema: Re: El Hijo de las Profecías - 2. El Forastero.   El Hijo de las Profecías - 2. El Forastero. I_icon_minitimeDom Mayo 06, 2012 6:29 pm

genialllll!!!!!!!!!!!!!! alusinante... me ha encantado, sigue asi... saludosss
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