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Título: “Cautiverio y Sumisión”
Autor: Undomiel24
Pareja: Severus/Harry
Género: Drama, Angst.
Clasificación: NC-17
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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, pertenecen a su autora J. K. Rowling.
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Cautiverio y Sumisión
Parte IIHabían pasado ya varias horas desde que pisara por primera vez esa habitación, y un par más desde que regresara a la realidad. Se había sorprendido al verse recostado propiamente sobre la cama, con su cabeza acomodada sobre una acolchada y suave almohada. Estaba seguro que había sido Potter, y había sido él también quien le había arreglado la ropa mientras estaba dormido, dejándolo en una situación más decorosa de la que presentaba cuando cayó dormido.
Por fortuna, después de su primer encuentro, el joven no había regresado para enfrentarlo, tan sólo había dejado una nota que le indicaba que dentro del mismo cuarto había un baño y un mueble con ropa limpia para que se cambiara, algo que no agradeció directamente pero que le provocó un alivio después de haber terminado el acto sexual que habían compartido, de forma involuntaria por su parte.
“Le traeré comida para que no pase hambre, no es mi intención matarle de esa forma, no me arriesgué tanto para eso” le había escrito Potter a modo de posdata en la nota que encontrara en una recóndita mesa, y desde entonces el muchacho no parecía haber vuelto.
Sin embargo, había cumplido su palabra.
Miró con recelo la bandeja que se encontraba sobre la mesa, conteniendo diversos alimentos que le ayudarían a no decaer durante su encierro. Potter le enviaba comida con un elfo doméstico, no lo hacía personalmente como había creído al leer la nota, seguramente sería demasiada molestia para el muchacho… o no valía lo suficiente para tal honor. Hacía poco había sido testigo de la aparición de una de esas desagradables criaturas, quien había dejado la bandeja de plata y, haciendo una reverencia, había desaparecido sin demora.
Después de meditarlo mucho, había optado por tocar el café, bebiendo un par de sorbos para dejarlo nuevamente sobre la bandeja, dándose el lujo de despreciar las atenciones de Potter. Pero en sus condiciones no era su prioridad comer, menos cuando ni apetito tenía.
Quería salir.
El sonido de la puerta al abrirse le sobresaltó por dentro, pero sólo se dignó a bufar sin dirigirle en ningún momento la mirada al muchacho mientras éste se adentraba, cerrando la puerta con un ruido seco.
—Veo que se niega a comer— musitó el ojiverde después de darle un vistazo a la bandeja casi intacta.
—Porque presiento que nada te impediría envenenar la comida— respondió con resentimiento, aun sin mirarlo.
—Al menos ha aceptado hacer uso de la ducha.
—Tenía qué— murmuró entre dientes—. Comenzaba a odiar el tener tu olor sobre mí.
Después de un suspiro de resignación, Harry hizo aparecer un sofá frente a la cama donde estaba sentado Snape, recargado contra la cabecera. Tomando asiento, siguió cuestionándolo.
—¿Por qué es así? No me gusta que desconfíe tanto de las preocupaciones que me tomo con usted— explicó con calma.
—¿Después de lo que me has hecho quieres que confíe en ti? No tienes vergüenza— escupió con sarcasmo; girando su rostro para enfrentar al muchacho, continuó—. Nadie te pidió que te preocuparas por mí. Además, de no haberme traído a este lugar, no tendrías que malgastar
tus atenciones conmigo, simplemente deshazte de mí y todo te será mucho más sencillo.
—Nunca nada es sencillo con usted.
—¡Entonces mátame!— exigió, exasperado por la calma de Potter—. ¡Mátame y libérame de esto!
El mayor pudo ver con claridad el efecto que tenían sus palabras en Harry, su rostro había palidecido con una alarmante rapidez, expresando dolor ante el pedido que le hacía. Alejó su mirada del muchacho, bajando el tono de voz cuando volvió a hablar.
>>—¿Qué es lo que quieres de mí?
—Snape…
—¿Sexo? Podrías estar con alguien mejor si ese es tu objetivo, no tendrías que gastar tu lujuria en alguien como yo. Pero, claro, te has de vanagloriar en tu egocentrismo cuando me tienes bajo tu cuerpo, tratándome como si fuera una asquerosa prostituta.
Harry tuvo que cerrar con fuerza sus ojos, aferrando su túnica con las manos mientras se mordía el labio para no protestar, tratando de controlar la ira que emergía desde el fondo de su pecho.
>>—¿O tal vez es venganza lo que te mueve? ¿Después de todo este tiempo aun pesan las humillaciones y las injusticias que te demostraba en tus años en Hogwarts? Eres patético. Y no sé cuál de esas dos opciones es más indignante para alguien como tú.
Apenas había terminado de decir sus palabras cuando un encantamiento lo obligó a permanecer recostado completamente sobre la cama. Harry caminó hacia él mientras guardaba la varita, observándolo con furia.
—No se atreva a darme motivos tan vanos como esos. El propósito de todo lo que le estoy haciendo jamás lo entendería, Snape, al menos no en estas circunstancias.
—¿Me vas a decir que la nobleza de tu corazón es la verdadera razón,
Harry?— dijo, dándole un tinte de burla al nombre—. Por favor, ¿piensas que creeré que estás enamorado de mí? ¡Eso es absurdo!
—Ya no importa si lo cree o no— murmuró mientras se sentaba sobre la cama, acariciando los negros cabellos de Snape—. A estas alturas ya no me importa nada más que tenerle para mí.
—Debes haberte vuelto loco— Severus sabía que el nerviosismo no había podido evitar asomar en sus palabras.
—Tampoco me importa mi salud mental. Solamente…
Recostó su cabeza sobre el pecho del hombre, revolviéndose hasta dejar su rostro en el hueco del cuello, aspirando el aroma de aquel largo cabello recién lavado. Olía a menta, igual que el jabón que dejara para él en el baño. Snape no pudo evitar tensarse ante el movimiento, conteniendo el aire en sus pulmones, tanta pasividad en Potter le asustaba ya que podría tornarse en poco tiempo en una explosión de furia contra él. No quería volver a ser presa de ello, no quería volver a ser aferrado por el cuello, o algo peor.
>>—Si tan sólo pudiera comprender…— susurró el joven contra la oreja, sintiendo la enorme tentación de chupar el lóbulo con su lengua.
—¿Y si no quiero comprender tus razones, Potter?
Harry levantó la mirada, abandonando su refugio entre los negros cabellos para enfocar sus esmeraldas en el hombre. Snape observaba el techo distraídamente, pero esos ónices mostraban confusión, casi miedo. No quería que Snape le odiara, pero tampoco quería que le tuviera miedo.
Se sentó a horcajadas sobre el mayor, desabrochando la camisa hasta despojarlo de ella, siguiendo después con los pantalones y la ropa interior, Snape había estado descalzo cuando entrara en el cuarto, así que no tardó en tenerlo totalmente desnudo sobre el colchón… pero seguía sin mirarlo. Frunció el ceño, dolido por la indiferencia del que fuera su profesor.
Severus sólo podía pensar en la diferencia de las situaciones. Su cuerpo totalmente desnudo volvería a ser sometido por un arrogante joven, quien aun seguía completamente vestido. ¿Cómo alguien que proclamaba amor podía ser capaz de semejante acto de desigualdad?
—¿Así quieres que te entienda?— preguntó el ojinegro—. ¿Con esta clase de trato que me estás dando?
—No me está dejando opción.
—¿Seguro, Potter? No eres tú el que está imposibilitado para hacer magia a causa de una poción. No eres tú el que está siendo obligado a esto…
—No me fuerce a silenciarle de nuevo— advirtió.
Ayudado de sus brazos, tomó el maduro cuerpo y lo giró, dejándolo apoyado sobre su estómago. Enredó los cabellos entre sus dedos y los apartó, dándole espacio para acercar sus labios hasta la nuca, besando y lamiendo la piel. Mientras mordía la zona, dejaba escapar su aliento caliente sobre la piel húmeda, logrando erizar cada centímetro.
Las manos de Snape no tardaron en cerrarse en torno a las sábanas de nuevo, enterrando su rostro en la almohada para ahogar los jadeos que soltaba ante las caricias. Pronto sintió esos torturantes labios descender por toda la extensión de su espalda, besando, mordiendo, lamiendo cada parte que encontraba en su camino, desatando emociones que no estaba seguro de querer conocer. Pero también pudo notar cálidas manos a sus costados, rozando con ansiedad, serpenteando hasta el espacio entre el colchón y su cuerpo semiarqueado, degustándose en estimular con leve fuerza sus pezones.
Enterró más su rostro mientras un penoso y audible gemido salía de su garganta, provocando que el color acudiera a sus mejillas como símbolo de deleite ante las atenciones que le eran ofrecidas.
—No quiero lastimarle— se escuchó la baja voz de Harry—. Sé que no podré detenerme como aquella vez, lo deseo tanto, Snape. De verdad que no quiero someterlo y herirle en el transcurso, por favor…
El profesor no dijo nada, siguió manteniéndose escondido de la verde mirada, pero aun así sus manos estrecharon más su agarre en la tela.
>>—Snape… contésteme, por favor…
—¿Qué más quieres que te diga que no te haya dicho ya?— contestó, apenas levantando el rostro de la almohada lo suficiente para que su voz se escuchara como un ronco susurro—. El daño ya me lo hiciste, Potter, no puedes herirme más. Haz lo que quieras.
Con un fuerte nudo impidiéndole formar palabra alguna, Harry dejó su frente contra la espalda desnuda, entristecido, sus ojos comenzaban a ver borroso por las lágrimas contenidas en ellos. Y permaneció así por varios minutos, ahogando sus sollozos para que el mayor no pudiera escucharlo, pero su cuerpo no mentía y el temblor por el llanto le hizo saber a Snape la verdad.
—Dame una oportunidad…— susurró después de mucho, pero no obtuvo contestación.
Tomando el silencio como incierto signo de aceptación, decidió seguir con su objetivo. Snape lo odiaba y, según sus palabras, el daño ya estaba hecho, ahora ya no tenía absolutamente nada que perder.
Tomando una profunda bocanada de aire, tratando de darse valor para continuar, reanudó sus caricias; besó los hombros anchos y bajó por la extensión de piel, delineó con la lengua las vértebras de la espalda mientras sus manos se movían de arriba abajo a los lados, rozando las costillas y el pecho, de vez en cuando los dedos se detenían a estimular los pezones, rodeándolos y presionando.
Snape gimió, alzando apenas perceptiblemente, y de forma inconciente, las caderas, rozando su trasero contra la entrepierna del muchacho. Segundos después escuchó un susurro y tembló al sentir el contacto de la caliente piel del cuerpo de Potter, ahora completamente desnudo. Un nuevo gemido bastante lamentable escapó de sus labios cuando el erguido miembro del ojiverde rozó la línea de sus nalgas, presionando levemente de arriba abajo y en ocasiones hacia adentro, como si quisiera penetrar.
¿Lo violaría? ¿Realmente el muchacho tendría la sangre lo suficientemente fría para penetrarlo sin preparación?
Apretó su mandíbula cuando el miembro nuevamente hizo amago de penetrarle, pero sólo presionó un poco, dejó escapar el aire después de unos momentos, sobresaltándose al sentir algo húmedo acariciarle las firmes nalgas. Unas manos las separaron mientras el rostro de Potter se perdía entre ellas, lamiendo su interior.
—No…
Su quejido en negación se perdió entre la almohada, sin lograr nada por detener las osadas atenciones que el menor le daba. Sintió con escalofriante claridad la forma en que aquella ardiente lengua circundaba su entrada, tanteando la rosada piel y humedeciendo descaradamente toda la zona para, segundos después, comenzar a penetrarle, arrancándole lo que le quedaba de dignidad.
—Será mío, Snape, aunque no quiera.
Disfrutando ser el causante de aquellos jadeos y sonidos ahogados, Harry regresó su boca a la delicada entrada, lamiéndola para volver a penetrarla sin dudar. Estaba seguro que nunca nadie le había hecho eso a Snape, al menos no sin salir lastimado, pero podría jurar que él era el primero, sería siempre el primero y el único que tomaría al profesor de esa manera, nadie lo tocaría mientras él viviera.
El ojinegro se sobresaltó al sentirse nuevamente girado sobre la cama, quedando sobre su espalda y observando mientras el muchacho se situaba frente a sus piernas abiertas, sonriéndole con cinismo.
>>—¿Preparado?
Potter lo penetraría. Realmente lo haría.
—Maldito desgraciado.
—No era la respuesta que esperaba… pero lo tomaré como un sí.
Al instante, Snape cerró los ojos y ladeó su rostro, recargando fieramente su mejilla contra la almohada, sosteniendo las sábanas con fuerza entre sus manos, esperando el brutal dolor del ultraje. Sintió sus piernas ser separadas y su miembro acariciado por aquella joven mano, arrancándole los últimos jadeos antes de que el momento llegara. Mordió su labio inferior mientras sus párpados se fruncían con tanta fuerza que comenzaban a doler. Entonces, un sonoro gemido salió de sus labios al tiempo que su espalda se arqueaba ante la sensación de humedad y calor cerrarse en torno a él.
—¡No se mueva!— susurró Harry entrecortadamente, apenas en un hilo de voz—. Oh, Dios…
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