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Título: “Cautiverio y Sumisión”
Autor: Undomiel24
Pareja: Severus/Harry
Género: Drama, Angst.
Clasificación: R
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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, pertenecen a su autora J. K. Rowling.
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Cautiverio y Sumisión
Debido a la imperceptible molestia de su cabeza pudo comprender que al fin había salido de la inconciencia, aunque debido a la perdurable oscuridad del lugar en el que se encontraba pareciera que aún seguía sumido en el largo letargo que había dejado entumido todo su cuerpo. Al estar acostado, cosa que notó al despertar, miró hacia el frente lo que supuso sería el techo del lugar, aunque francamente se veía igual de negro que todo su alrededor, además, la frialdad en su espalda le hizo comprender que debía estar sobre el helado suelo de piedra, nada apropiado para sus huesos ya no tan jóvenes y además desprovisto de su túnica y de sus zapatos.
Trató de ponerse de pie, pero con exasperación comprobó que sus manos estaban atadas tan apretadamente que no pudo deshacerse del nudo por más que agitó sus manos, de hecho, no había conseguido mover el amarre ni un centímetro; por lo menos no estaban atadas tras su espalda, eso lo habría obligado a mantenerse recostado de lado todo el tiempo hasta que alguien pudiera encontrarlo para liberarlo… eso si esa persona resultara ser un aliado y no un enemigo. El pensamiento de haber sido capturado por algún mortífago renegado que supiera de su traición después de la caída de Voldemort, le hacía sentir que toda su piel se erizaba al imaginar la clase de torturas que le estarían esperando tan pronto vinieran por él.
Decidió respirar profundamente un par de veces para calmarse, esperando encontrar una salida teniendo la cabeza fría, nada conseguiría entrando en pánico. Lo primero que debía hacer era intentar salir de aquel lugar. Era obvio que sus captores no le habían concedido el beneficio de quedarse con su varita, aunque eso no importaba mucho en esas circunstancias, ya que de tenerla consigo, sería casi imposible encontrarla entre aquella abrumadora oscuridad, ni siquiera tenía una idea de la dimensión de la habitación, podría ser una enorme calabozo.
—Maldita sea— murmuró entre dientes, tratando de nueva cuenta de deshacerse de sus ataduras.
Al no conseguir resultado, decidió rasgar la cuerda con sus dientes, pero pronto, y de manera muy dolorosa, se dio cuenta de que no sólo estaba firmemente ajustada, sino que habían tenido el cuidado de hechizarla. Ahora tenía su labio inferior sangrando debido a la descarga de magia que le había herido al intentar romperla.
Haciendo caso omiso al ardor, hizo amago de levantarse para caminar a tientas… pero tampoco pudo lograrlo, ni siquiera había alcanzado a ponerse en pie. Soltando un gruñido audible pudo adivinar que la situación de sus pies no era muy diferente a la de sus manos. Tanteando sobre sus tobillos, sintió las cuerdas que los mantenían unidos; no queriendo salir nuevamente lastimado, optó por dejar de lado el forcejeo. Colocándose sobre su estómago, comenzó a avanzar sobre la fría piedra, ayudándose de sus manos y rodillas para poder moverse.
—Esto es vergonzoso— bufó, tanteando con cuidado la superficie del suelo—. Ni siquiera como mortífago tuve que arrastrarme de esta manera.
Apenas había logrado recorrer un par de metros cuando de pronto notó su falta de aliento. Se sentía repentinamente exhausto, como si llevara horas esforzándose por salir de ahí, era imposible que sintiera tal cansancio con apenas unos minutos.
—Algo debieron haberme dado— concluyó, recostándose sobre su espalda y respirando lentamente para recuperar el aliento—. Malditos.
Si sus captores resultaban ser mortífagos, no sabía qué buscarían lograr con su cautiverio, ciertamente, el hecho de que lo torturaran hasta la muerte no traería de regreso al Señor Oscuro. Además, ¿habría alguna posibilidad que quedara algún mortífago en la actualidad? Habían transcurrido cinco años desde la caída de Voldemort y, hasta donde sabía, cada mortífago que había pertenecido a sus filas había sido capturado y llevado directo a Azkaban, sin derecho a juicio.
—Esto debe ser una broma, no es posible que…— se vio obligado a callar debido al sonido de una puerta al abrirse.
Girando su cabeza, movimiento que le ganó una protesta de su adolorido cuello, trató de enfocar su vista hacia el lugar donde se escuchaba el chirrido de la madera. Apenas alcanzaba a vislumbrar una figura recortada contra la escasa luz de la salida, creyó conocer la figura del individuo pero no tuvo mucho tiempo para meditarlo cuando la puerta volvió a quedar cerrada, regresándolo a la desesperante oscuridad.
—¿Ha despertado, Snape?
La voz le era familiar, sin embargo, no recordaba haberla escuchado entre las filas de Voldemort, ni antes ni después de su traición al bando de la oscuridad.
>>—¿No piensa responderme, o acaso aun sigue bajo los efectos de la poción?— volvió a preguntar el individuo.
Esa voz se escuchaba más clara y nítida conforme se iba acercando al ojinegro. Severus se quedó nuevamente en silencio, meditando si sería bueno contestar o dejarse llevar por su orgullo, aunque ese mismo orgullo pudiera llevarle directo a la muerte. Pero antes de que pudiera seguir pensando qué hacer, la luz del entendimiento llegó a su mente al recordar por fin al propietario de tan irritante voz.
—Potter…— escupió el apellido como siempre.
—Vaya, ya me estaba preocupando que no contestara, porque si no, esto terminaría antes de comenzar.
—Potter…
—
Lumus.El hechizo apenas iluminaba lo suficiente para que pudiera apreciar su alrededor a una distancia no mayor de dos metros, no podía distinguir ni una ventana, un mueble, algún objeto que le permitiera discernir el lugar en el que se encontraba, y lo único que alcanzaba a ver era el suelo de piedra y… a su captor. Harry Potter.
El rostro del muchacho frente a él era más estilizado que antes, la luminosidad que provenía de su varita hacía tal juego de luces y sombras que difícilmente podía adivinar lo que el Gryffindor estaría pensando con sólo ver su cara. Intentó leer sus pensamientos, pero una sonrisa, que a él le pareció desagradable, asomó por esos juveniles labios.
—¿Demasiado cansado para usar Legeremancia, profesor?
—¿Qué me has dado, mocoso?— susurró con los dientes apretados.
—Nada que no sea permitido, la poción es completamente legal— dijo, al mismo tiempo se inclinó hasta quedar de cuclillas frente a Snape—. Y créame, de mocoso no tengo nada.
—Legal nada, eres un cobarde. Desátame y entonces veremos si en realidad ya no eres un maldito crío.
—No lo creo, Snape— alargando su mano, instó a que el profesor lo mirara de frente, lo cual le resultó incómodo debido a la posición—. En esta ocasión seré yo quien ponga las reglas, y no tengo intención de cumplir sus órdenes.
Con un brusco movimiento, Snape se alejó del agarre, mirando enfurecido al ojiverde mientras éste se ponía nuevamente de pie, observándolo malicioso desde su altura.
>>—Sigue siendo tan testarudo.
—Y tú sigues comportándote como un arrogante empedernido.
—No me lo está poniendo fácil, pero si lo prefiere de esta manera, para mí será mejor.
Antes de que pudiera responder, Severus se sintió alzado, ya no se encontraba recostado sobre el piso. Ahora, y gracias a un
Levicorpus, flotaba de manera muy tétrica en el aire, avanzando lentamente mientras era seguido de cerca por Harry, quien lo apuntaba con su varita.
—¿Qué demonios…?
Pero no pudo terminar de formular su pregunta debido a la sensación de caída. Abrió lo ojos y soltó un leve suspiro al comprender que se encontraba sobre una superficie suave y que gracias a eso su caída había sido amortiguada, liberándolo de ser víctima de más dolor corporal. Bufó al saberse atado aun de pies y manos.
—Hazme el favor de quitar los amarres, mi cuerpo está entumido— exclamó.
—Lo siento, pero no— contestó Harry, soltando una risita que irritó más al mayor—. Al menos ya no está sobre el suelo, déme gracias por ser condescendiente y dejarle sobre el mullido colchón, que si por mí fuera, le habría dejado botado sobre la piedra. Así que agradézcame.
—¡Y una mierda! Jamás vivirás para escuchar esa palabra de mis labios, Potter, primero muerto. ¿Y para qué infiernos me has traído a una cama?
—Por favor, Snape, creo que es lo suficientemente inteligente como para habérselo figurado ya.
—¿Qué crees que haces?— preguntó molesto al sentir cómo la cama se hundía ante el peso de Potter.
—No puedo hacer nada si no me acerco— explicó como si fuera lo más obvio.
—¡Pero es que no quiero que hagas nada!
—Pues da la casualidad que no le estoy pidiendo permiso— endureció la voz, continuando con su avance.
Un pequeño susurro y a cada lado de la cama aparecieron velas encendidas, dando un toque de luz a la habitación, aun así, lo único que Snape seguía viendo era la cama y a Potter. Frunció el ceño mientras observaba el rostro sonriente del menor, resistiendo las ganas de darle aunque fuera un buen rodillazo para borrar esa burlona expresión de un plumazo.
>>—¿Habría preferido algo más… romántico? ¿Unos pétalos de rosas sobre las sábanas y una botella de vino tal vez?
—¡Vete al infierno, idiota!— se removió con violencia, sabiendo que no conseguiría nada.
—Snape, Snape, Snape— canturreó con malicia mientras se colocaba sobre el ojinegro, sosteniéndose sobre sus rodillas y manos—. ¿Acaso no entiende? En su posición es peligroso que haga enojar a su enemigo, mejor coopere conmigo y ambos saldremos beneficiados.
—Nunca te haré las cosas fáciles— se acercó lo más que pudo a ese rostro, mirándolo con desafío cuando volvió a hablar con palabras venenosas—. Escúchame bien, muchacho estúpido, eres y serás la última persona que elegiría para estar a mi lado, nunca estarás dentro de mi gracia y preferiría que me mataras antes que dejarte hacerme esto voluntariamente.
Te odio.Las palabras no habían sido para nada del agrado de Harry, quien sin poder resistirlo más alzó su mano en ademán de propinar una bofetada, pero ni eso amedrentó a Snape ya que siguió con la mirada clavada sobre él. Pero a pesar de que no pudo voltear el rostro de su profesor con ese golpe, no se quedó con las ganas de hacerlo sufrir y aferró el cuello del ojinegro contra el colchón, logrando que el otro transformara su cara en un rictus de dolor, abriendo la boca para conseguir un poco de aire.
—Cállese…— susurró Harry con odio, ignorando los esfuerzos del profesor por conseguir oxígeno—. ¡Cállese, cállese!
El cuerpo bajo él se arqueó, desesperado por no poder liberarse. Segundos después la mano de Harry se alejaba mientras observaba con nerviosismo las convulsiones de Snape al toser, sosteniéndose la garganta al tiempo que exhalaba entrecortadamente por la boca. Quiso hacer un último esfuerzo por lograr que las cosas no se tornaran tan violentas, así que nuevamente extendió su mano, esta vez con precaución, y la posó sobre el hombro del profesor pero casi al instante fue repelido.
—¡No me toques!
—No quise…
—¡No me importa nada de lo que tengas que decir, Potter! ¡No me interesan tus disculpas ni tus excusas!
Al girar el rostro hacia él, Harry notó que en una comisura de los labios de Snape se alcanzaba a ver un poco de saliva, probablemente por el esfuerzo que había hecho al tratar de respirar cuando le soltara el cuello. Estuvo tentado a limpiar el residuo con su mano, pero el recuerdo latente del rechazo le hizo desistir amargamente de la idea.
Susurró un hechizo mientras hacía una floritura con la varita y al instante los amarres de las manos y pies desaparecieron, dándole a Snape un poco de alivio al sentirse con la libertad de estirarse un poco.
—¿Al fin has comprendido que no ganas nada con esto?— preguntó el ojinegro mientras se masajeaba las muñecas.
—No puede salir de esta habitación, no tiene consigo su varita y su magia está en reposo por el efecto de la poción, y puedo notar que sus fuerzas también están menguando. No le daré la libertad aun, pero tampoco seguiré manteniéndole atado.
Snape le dirigió una mirada de incredulidad. ¿Pensaba mantenerlo encerrado ahí? ¿Es que acaso se podía ser más estúpido?
De improviso, Harry se inclinó más cercanamente al otro, robando un beso que deseaba desde hacía mucho tiempo. Al inicio la sorpresa no dejó que el profesor respondiera. Potter le besaba, la caricia no era gentil pero tampoco agresiva, era algo más bien ansioso, desesperado.
Aun así no era de su agrado en absoluto.
Haciendo acopio de toda su fuerza, Snape colocó sus manos en el pecho que le presionaba contra la cama, dando un único empujón que sintió que le absorbió lo que le quedaba de fuerza. Para su decepción, tan sólo había logrado mover un poco el cuerpo de Potter, quien al sentir su forcejeo, optó por terminar el beso de forma lenta. Pero lejos de abandonar su objetivo, se aferró más a él.
Bajando su rostro, comenzó a dejar leves roces con sus labios sobre la línea de la mandíbula de Snape, sacando la lengua en ocasiones, probando así un sabor anhelado por mucho tiempo. Con una de sus manos acarició el cuello de la camisa blanca del mayor, quien se encontraba sin su característica túnica negra desde que iniciara su cautiverio, y comenzó a soltar cada botón con un poco de prisa. Al ver su pecho desnudo no pudo evitar que un jadeo de incredulidad escapara de su boca. Había deseado tanto posar sus dedos sobre esa blanquísima superficie que ahora que lo tenía frente a él, a su merced, parecía tan irreal como si le dijeran que Riddle había regresado de las mismas entrañas del infierno.
—Potter…
Alzó sus verdes ojos ante el débil susurro. Algo en su interior se rompió y algo más se encendió al mirar el rostro del hombre. ¿Qué reflejaban esos ojos negros? ¿Miedo? ¿Furia contenida? ¿Desprecio? ¿Pánico?... ¿Un odio más allá del entendimiento?
>>—No hagas esto…
—No diga nada, Snape.
—No lo hagas, tú no eres esto.
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