Después de haber hecho las paces Harry con sus amigos... veremos qué es lo que le ronda por la cabecita. Besos 8. Reflexiones.
-Así que al final yo tenía razón –dijo Hermione. Seguramente había estado esperando el momento adecuado para soltarlo.
-Bueno… sí. Debo admitir que eres buena observadora –respondí aceptándolo definitivamente. Me había sonrojado un poco, en realidad me daba vergüenza la situación.
-Y entonces... ¿también te gusta el profesor Snape? –me pregunto ella, con picardía.
-Por las barbas de Merlín, Hermione. Otra vez, no –protestó Ron, llevándose las manos a la cabeza.
-Bueno, si acerté con la primera de mis hipótesis, ¿por qué no voy a acertar con la segunda? –dijo insistente, mirándome como si esperara que de un momento a otro declarara mi ferviente amor hacia nuestro Maestro de Pociones.
-No, Hermione. Nunca. Jamás. En la vida me gustará Snape. Ni siquiera podría considerarle como una opción –dije rotundo. Mi amiga sonrió enigmáticamente. ¿Seguiría insistiendo hasta que me viera obligado a darle otra respuesta aún en contra de mi voluntad?
En realidad ni yo mismo sabía qué sentía. Tenía claro que a veces cuando estaba cerca de él, mi cuerpo no reaccionaba como con el resto de la gente. Me gustaba observarle y me alegraba ver que alguna vez posaba su atención en mí. Pero sintiera lo que sintiera, lo que menos me apetecía era confirmárselo a Hermione. Ron ya había vivido demasiadas impresiones en un solo fin de semana.
-¿Y la extraña sonrisa que te estaba dedicando cuando os he abrazado, hace unos minutos? –soltó sonriendo más ampliamente.
En aquel momento quise matarla. Me había quedado en blanco. ¿Hermione tenía que estar en todo? No se le escapaba ni una. Enrollé un par de servilletas y se las tiré a la cabeza.
-Por favor, Ron. Ahora que es tu novia dale un beso y haz que se calle.
Mis amigos se rieron y Ron se dispuso a obedecerme.
-Tus deseos son órdenes –me dijo un poco colorado y la besó.
Cuando Ron se separó, ambos estaban sonrojados, tenían una expresión en la cara que parecía como si estuvieran en una nube. Aunque Hermione enseguida se recompuso para seguir con su perorata.
-El tiempo me dará la razón, Harry. Fíjate cuánto he tardado en confirmar mi primera teoría… -dijo de nuevo.
-Ron, por favor… -dije para que volviera a besarla. Pero mi amigo se rió y Hermione y yo le imitamos.
Como ya habíamos terminado de comer, decidimos volver a nuestra sala común. Cuando ya estábamos de pie, Dumbledore también se levantó y se aplicó un hechizo sonoro para aumentar el volumen de su voz. Ron, Hermione y yo, nos quedamos parados para ver qué era lo que iba a decir.
-Queridos alumnos. Un año más tengo el placer de anunciar que mañana viviremos un nuevo y plácido día de San Valentín, todos juntos –hizo una pausa para echar un vistazo por el Gran Comedor-. Como todos sabéis, excepto los del primer curso por supuesto, disfruto organizando juegos o actividades en las que podemos participar todos y me agrada decorar el castillo con motivos característicos de la fecha –en esta parte de su discurso, fue interrumpido por un ligero gruñido proveniente del profesor Snape, Dumbledore se volvió hacia él un momento y luego retomó su posición inicial para continuar hablando-. Como os iba diciendo, esta noche en la cena, voy a anunciar una pequeña sorpresa que tengo preparada para el día de mañana, así que avisad a vuestros compañeros para que no falten. Por cierto, no tendremos clases, ya que es el día del amor y hay que celebrarlo por todo lo alto.
Los pocos que estábamos allí aplaudimos cuando terminó de hablar. Unos más entusiasmados, como Hermione; y otros menos, como Ron o yo. Todo había que decirlo. Dumbledore volvió a tomar asiento y fue recibido con una sonrisa de apoyo de McGonagall y una mirada de esas que casi podían matar, de Snape.
Después del discurso nos dirigimos Ron, Hermione y yo a nuestra sala común y allí hablamos un rato sobre los planes de Dumbledore. Luego ellos se fueron a dar un paseo para empezar a disfrutar de su noviazgo y yo salí al campo de Quidditch para volar un rato. Me preocupaba lo que Dumbledore hubiera preparado, y también que Ginny pudiera intentar de nuevo algo conmigo, aprovechando la fiesta venidera. Ojalá se hubiera enterado de que era gay, así no tendría que preocuparme por evitarla. Bueno, quizás pudiera ser yo el que aprovechara lo que nos tuviera preparado el director para acercarme, con discreción, un poco a Snape y saber qué era lo que sentía exactamente a su lado, porque por parte última no podía sacarlo de mi cabeza y me sorprendía mirándole sólo para ver cómo reaccionaba y para comprobar que seguía siendo mi malhumorado profesor de siempre. Si no averiguaba qué me estaba pasando me acabaría volviendo loco.
Cuando me quise dar cuenta ya era casi la hora de la cena, así que bajé de mi escoba y me fui a mi habitación, me duché y me vestí. Mientras salía, me crucé con Neville en el pasillo, éste me miró fijamente.
-¡Espera, Harry! –exclamó, al ver que yo le sonreía pero que continuaba mi camino. Me detuve, sin saber qué esperar-, quería que me disculparas por lo de la otra noche. Todo estuvo un poco fuera de lugar –se disculpó con la voz apenada.
-No pasa nada, Neville. Tú no dijiste nada malo –le aseguré. Esa era la verdad.
-Gracias –me dijo con sencillez, estrechando mi mano.
Yo asentí con la cabeza y retomé la marcha. Aquello me había hecho sentir bien. Las cosas se iban arreglando poco a poco. Sólo debía tener un poco más de paciencia y todo estaría en orden de nuevo.
-¿Y esa sonrisa? –me preguntó Hermione al verme. Estaban en la sala común esperándome.
-Nada. Estaba pensando en Snape –me burlé sonriendo más ampliamente.
-¿¿Cómo?? –dijo Ron con los ojos desorbitados. Hermione también parecía sorprendida.
-Era broma –les dije-. Me he cruzado con Neville en el pasillo y se ha disculpado conmigo por lo de la otra noche... –les confesé mientras golpeaba en el hombro a mi amigo.
-No vuelvas a hacer eso de nuevo, compañero –se quejó Ron y Hermione sonrió-. Me refiero a lo de Snape –aclaró. Haciendo que nosotros soltáramos una carcajada por su comentario. Después de charlar un rato, los tres nos encaminamos hacia el Gran Comedor. Ya era la hora de cenar.
-No sé si quiero ir –dije, mientras bajábamos las escaleras.
-Vamos, Harry. No será para tanto –me contestó Hermione sabiendo a lo que me refería.
-No, claro. A lo mejor es que ya te has olvidado de lo que planeó el año pasado.
-Bueno, en realidad era gracioso ver cómo cambiaba el color de las túnicas cuando alguien que te gustaba estaba cerca –contestó Ron y se paró para evitar caerse por un hueco que se abrió en medio de una escalera.
-Sí, claro. Vosotros no teníais problema porque vuestras túnicas siempre estaban de otro color y creíamos que el encantamiento no os hacia efecto –dije y mis amigos se pusieron colorados-. Pero yo lo pasé fatal. Cada vez que mi túnica cambiaba de color, todas las chicas que estaban cerca se ponían a discutir entre ellas para ver quién era la que me gustaba y ya de paso me acosaban. ¡Fue horrible! Como si no tuviera suficiente con llamar la atención por ser el niño-que-vivió.
-Bueno. Normalmente a cualquier chico le gustaría que se peleasen por él un montón de chicas –dijo Ron.
-Ya, Ron. Pero recuerda que a Harry no le gustan las chicas –intervino Hermione.
-Es cierto. Se me olvidaba que eras gay –dijo Ron con naturalidad-. En realidad no se te nota mucho, compañero.
-Es un alivio –dije poniendo los ojos en blanco-, pero Ron, ¿sería muy difícil que no volviéramos a mencionar este tema?
-Bueno, respecto a lo de San Valentín –comentó Hermione repentinamente-. No te preocupes Harry, para eso nos tienes a nosotros aquí. Sea cuál sea el plan de Dumbledore.
-Sí, ya –contesté, imaginándomelos dándose besos mientras a mí me abrazaba un Cupido gigante, que me hacía compañía.
Después no pude evitar pensar qué hubiera hecho si al chocar contra Snape mi túnica hubiera cambiado de color. ¡Argh! Me hubiera quedado muerto de un infarto en el sitio y sino, el profesor se hubiera encargado de liquidarme con sus propias manos. Pero no, nunca hubiera podido pasar, porque el murciélago grasiento no me gustaba. Ni hablar. ¿Y si hubiera sido su túnica la que hubiera cambiado de color? Noté que la sangre se acumulaba en mis mejillas al pensar aquello. ¿Pero porqué demonios estaba reaccionando así? ¿En qué cabeza cabía que pudiera estar siquiera especulando sobre si le gustaba o no, a mi odiado profesor de Pociones? Agité la cabeza, intentando que aquellos pensamientos se desvanecieran de inmediato. Era de locos.
Al llegar al Gran Comedor, Hermione y Ron cogidos de la mano se sentaron frente a mí. Era extraño ver a Ron así, siempre había sido tan bruto…, pero bueno, algún día tenía que cambiar, y ese día parecía haber llegado por fin. Sonreí observándoles. Me alegraba de verles así de felices. Les había costado, pero esperaba no volver a verles discutir nunca. Quizás algún día yo también pudiera verme así.
En el próximo capítulo veremos qué planea Dumbledore Más adelante subiré el dibujito de este capítulo. Besos Edito, aquí podéis ver el dibujo correspondiente.