alisevv
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| Tema: Death Eater Takes a Holiday. Capítulo 46-I. Reunión con Joe Black I Jue Mayo 06, 2010 11:31 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 46 - IReunión con Joe Black - I En una cálida y confortable oficina, Harry se movía en la silla en la que había estado sentado durante los últimos cuarenta y cinco minutos. Frente a él, se sentaba la doctora Erin Harkin, su psicoterapeuta. A pesar del tiempo relativamente corto, había parecido una larga sesión; habían conversado sobre mucho temas. La doctora había escuchado pacientemente mientras cambiaban de un tópico a otro, esperando a que Harry encontrara la fuerza para decir la verdadera razón por la que estaba ahí. Esperaría sólo un poco más y empezaría a presionar.
—Maté a un hombre —dijo Harry de pronto, de manera llana. No mostro emoción, ni parecía estar ocultando sus sentimientos.
—¿Cómo te sentiste después de eso?
—Culpable, supongo.
—¿Seguro? —inquirió con sorprendida curiosidad. Culpable no era la impresión que estaba obteniendo de él.
—La verdad, no. De eso se trata. No me siento culpable sobre eso, y supongo que siento que sí debería.
—Lo que estás diciendo es que te sientes culpable por no estar sintiéndote culpable.
—Sí. Me siento mal. No tengo derecho a tomar una vida, aunque, eventualmente, todo esto me conducirá a ‘matarle’… eso esperamos —agregó, aludiendo a Voldemort.
—Si pudieras repetir todo de nuevo, ¿lo hubieras hecho diferente?
—No.
—¿Sin culpa? —preguntó, sin emitir juicio.
—Francamente, sin culpa. Un Mortífago menos podría significar una o más víctimas menos más adelante. No puedo salvar a todos, y he aprendido a no sentirme culpable por las cosas malas que suceden. Sé que no puedo culparme por las acciones de los Mortífagos, pero sí sería mi responsabilidad si dejara que uno de ellos escapara pudiendo hacer algo para evitarlo —se detuvo un momento para reflexionar—. No tuve intención de matar al hombre, pero a la altura que estábamos, cualquier hechizo para detenerle hubiera tenido como resultado su muerte.
Rememorando esos momentos, Harry recordó que, posteriormente, le habían contado que uno de los Mortífagos que había derribado de la escoba no había caído hacia su muerte, pues Albus lo había evitado y capturado al mago para ser interrogado. ¿Quería decir que ellos sólo necesitaban un Mortífago y no les importó salvar al otro que estaba cayendo también? Podía ser que ellos hubieran estado demasiado preocupados por Harry despeñándose por el tejado para interesarse en ninguna otra cosa. Decidió que no valía la pena el esfuerzo de averiguarlo.
No. Sinceramente, él no se sentía culpable.
—¿Harry?
El joven se dio cuenta que se había distraído, pensando en el ataque.
—Perdone, me despisté —se disculpó.
—Está siendo una larga sesión. ¿Estaría bien si hago un resumen? —preguntó, recibiendo un movimiento de cabeza afirmativo de su paciente.
>>Tu verano casi ha terminado, y no estás seguro del impacto que eso tendrá en tu relación con Severus —luego que Harry asintiera, continuó—: Como dijiste antes, tienes planes que te mantendrán ocupado durante el día, y aunque el verano fue un gran modo de animar esta relación, tienes una sana actitud ante los inevitables cambios que se producirán una vez que Severus empiece sus clases.
Erin levantó la vista de sus notas para ver si Harry estaba de acuerdo con sus evaluaciones de la reunión.
>>Enfrentaste el primer obstáculo al lidiar con las responsabilidades de tener una pareja, y aunque todavía tienes que trabajar sobre eso, pienso que estás en el camino correcto. Considerándolo todo, me parece que lo manejaste bastante bien. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto —contestó amablemente.
—¿Albus te instó a venir a esta cita?
—No. No mencioné a nadie que iba a venir a verla.
Erin sonrió con calidez.
—¿Qué tal si me dices la verdadera razón de tu presencia aquí hoy? ¿Qué te está preocupando, Harry?
El chico frunció los labios, enojado consigo mismo. Respiró profundamente, para luego dejar escapar el aire con un suspiro de derrota.
—Tuve un flashback —admitió.
La bruja le regaló una sonrisa cálida y comprensiva.
>>Sucedió en la enfermería, justo delante de Sev —explicó con congoja—. Un día, él va a darse cuenta que soy un chiflado, y va a pensar que no valgo todo esto.
—Tú no crees eso de verdad —sentenció la doctora Erin, siendo más una aseveración que una pregunta.
Él se encogió de hombros.
—No, no realmente, pero lo pienso a veces aunque sé que no es cierto. Él no lo ha planteado; supongo que está esperando que yo diga algo. Eso es algo que me gusta de nuestra relación; ninguno de los dos presiona al otro para que comparta las cosas que preferimos dejar en paz. Sin embargo, dudo que Severus deje pasar esto. Si no le hablo sobre ello pronto, probablemente él lo traiga a colación. Ron dijo que lo asusté.
—¿Entiendes que ha sido un tiempo realmente difícil desde el ataque a Privet Drive, y que es perfectamente normal que, ocasionalmente, tengas repentinos recuerdos?
Harry se limitó a asentir, sin levantar la vista hacia ella. Recordó que cuando empezó a mejorar y cada vez tenía menos escenas retrospectivas, acostumbraba a evaluar su estabilidad mental en base a la frecuencia con que las tenía. Pero ahora, había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que había pensado que lo tenía superado, pese a que se decía que era normal que tuviera recuerdos esporádicos, especialmente si había una provocación significativa.
>>Sé que ves esto como alguna clase de fallo, pero permíteme tranquilizarte. Para la mayoría de los estándares, has progresado mucho más que lo que cualquier doctor esperaría de ti, en términos de salud mental. Eres un individuo voluntarioso, y en mi opinión, lidias bastante bien con tus problemas —hizo una pausa, esperando que los ojos verdes se encontraran con los suyos—. Deja de luchar contra ti mismo —aconsejó, con una sonrisa.
Harry se mordió el labio y esbozó una débil sonrisa, que creció al ver que Erin también sonreía.
—Gracias —musitó, resignado al hecho de que estaba comportándose como un imbécil, y no podía esperar que su pasado nunca regresara a asustarle un poco.
—De nada. Ahora, te pediría que te largaras para que yo pudiera recibir a los pacientes que realmente necesitan mi ayuda, pero no quiero desanimarte a que acudas a mí siempre que necesites hablar —comentó con una sonrisa. Harry se echo a reír y se despidió. En lo profundo de las mazmorras, Severun Snape limpiaba su puesto de trabajo, luego de completar una tanda nueva de poción contra el dolor. Harry había tenido buenas intenciones de prepararla él mismo, pero muy a menudo, el chico se encontraba con que en el tiempo extra que tenía para ello, era distraído por Severus con actividades más placenteras.
Satisfecho del trabajo realizado, se encaminó hacia sus habitaciones privadas para tomar una ducha. Una vez en el ofensivamente bien iluminado baño, se detuvo para escudriñar su reflejo. Había recogido su cabello, separándolo en dos secciones grasientas. Sus labios se apretaron con molestia, antes de volver su atención hacia su túnica. Albus le había dado nuevas túnicas de trabajo el año anterior, pero la que llevaba puesta era cálida y cómoda, con los bolsillos colocados en los lugares adecuados. Era la que más solía vestir cuando estaba experimentando, o por días, si estaba solo y podía dedicarse todo el día a un proyecto, o muchos proyectos pequeños, para reemplazar las reservas de la enfermería. Era la misma horrible túnica que Harry le había visto lucir en el Gran Comedor, la noche que se había presentado a cenar y le había atrapado distraído.
Después de llevar tres días, o quizás más, hechizando la túnica para limpiarla, decidió que era hora de permitir que los elfos domésticos se la llevaran para ser lavada. Lanzó un hechizo para remover cualquier ingrediente peligroso que se pudiera haber adherido a la tela. El Señor sabía que no deseaba que volviera a ocurrir algo parecido a la última vez, cuando un elfo terminó verde por contaminación. Aparentemente, una experiencia dolorosa, a juzgar por sus chillidos. Se rió ante el recuerdo; un mago necesita algo de diversión. Pero a Dumbledore no le había parecido en absoluto divertido; no brillaron esos ojos azules, esta vez. La maliciosa mirada de Severus se transformó en sorpresa al hurgar en su bolsillo y encontrar unos interiores tipo bikini, de satín verde. Se había olvidado completamente de ellos.
Su mente derivó hacía la tarde en que por primera vez había visto a Harry vestido con su túnica negra de quidditch. Por un momento, le había preocupado el haber sido demasiado rudo cuando le estampó contra la pared para besarle con ferocidad, pero fue estimulado al sentir la dura polla de su pareja cobrando vida durante el impacto. Severus frotó la tela satinada entre sus dedos, recordando el momento en que la había hechizado para quitarla del cuerpo de Harry y meterla en su bolsillo. Le costaba creer que hubiera estado en ese lugar desde entonces.
Luego de desnudarse, tomó una caliente y prolongada ducha. Después de lavar su cabello varias veces, lavó el bikini verde, lo colgó en la puerta de la ducha, y comenzó a hacer espuma sobre su cuerpo casi lampiño. Inconscientemente, se encontró mirando fijamente el verde satín, que goteaba agua al lado de la puerta de vidrio. Su fuerte mano de dedos delgados frotó sin prisa su creciente erección. Un recuerdo de Harry extendido sobre su escritorio mientras él embestía en su interior apareció de nuevo en su mente, y el ritmo pausado que había llevado no fue suficiente, mientras crecía la necesidad de liberarse. Jadeando y cerrando la mano sobre su polla febrilmente, ni siquiera detectó la sensación de frío contra su piel al inclinarse contra la pared en busca de apoyo. Con un fuerte estremecimiento, liberó su semilla; luego, observó ensimismado cómo se mezclaba con el agua y fluía por el drenaje.
Su cabello, una vez lavado, tenía un brillo saludable. Se vistió con una túnica limpia y se encaminó hacia el pueblo, dispuesto a comprar un regalo de cumpleaños para Harry. Por coincidencia, Ron y Hermione habían tenido una idea parecida y se encontraban vagabundeando por la villa, tratando de conseguir un buen regalo para su amigo. Fue Hermione la que divisó a Severus saliendo de la tienda de Pociones. Jaló la manga de su novio para llamar su atención.
—Se ve bien —señaló.
Ron rehusó responder, considerando que él ‘no chequeaba’ a los hombres. La chica ignoró el bufido despectivo del pelirrojo y continuo emitiendo su opinión en voz alta, si no por otra cosa, por burlarse de Ron.
>>Ha debido lavarse el cabello recientemente, pues gira alrededor de su cabeza igual que su túnica cuando camina en esa manera imponente en que lo hace.
Ron se dedicó a mirar la vidriera de la tienda por la que estaban pasando. No daría a su novia la satisfacción de sentirse insultado. No mucho, en todo caso.
>>Se ve muy bien, ¿es una camisa nueva? —preguntó la chica.
Ron estaba a punto de espetar que cómo demonios iba a saber si la camisa de Snape era nueva, cuando quedó impactado al escuchar que la respuesta era dada por una profunda voz, no muy lejos del lugar donde él estaba parado.
—Gracias, lo es —contestó Severus, y se contuvo de sonreír ante la sobresaltada expresión del rostro de Weasley. Había estado tan ocupado ignorando a Hermione que no se había dado cuenta que Snape había caminado en su dirección.
—Epa —saludó, y se sintió como un imbécil al no encontrar algo más inteligente que decir.
—Señor Weasley —saludó Severus, asintiendo; en su rostro, lo que podía ser interpretado como una expresión agradable. No estaba frunciendo el ceño, en todo caso.
—Estamos buscando un regalo de cumpleaños para Harry —explicó Hermione, esperando aligerar la tensión entre Ron y, bien, mayormente sólo la de Ron. Él seguía algo avergonzado, pensando que Snape había visto sus partecitas desnudas. Afortunadamente para todos los involucrados, las cosas se relajaron. Mientras su novia y el profesor continuaban conversando, Ron se dio cuenta que usaban sus nombres de pila. Era la primera vez que deseaba haber estado presente la noche que Harry y Hermione se habían reunido a ver películas y atiborrarse de chucherías. Era extraño ver a su chica charlando tan amigablemente con el profesor, pero decidió que trataría de superar su bochorno y no quedarse fuera. Después de todo, Harry seguía siendo su mejor amigo. De repente, se dio cuenta que sus propias reflexiones le habían distraído a tal punto que no estaba seguro de por dónde había seguido la conversación.
Durante su corta charla con Hermione, Severus había estado verificando el área circundante para asegurarse que no hubiera nadie que pudiera verle hablando con ‘los mejores amigos de Harry Potter’. Luego, notó una serpiente que estaba en la tienda de mascotas a la que Ron había estado mirando cuando él se había acercado a ellos.
—¿Estaba pensando obsequiarle una serpiente? —preguntó.
—No —Ron se echó a reír—. Harry ha recibido al menos tres serpientes en estos años —explicó—. Las tiene con él una o dos semanas, y luego, siempre le convencen de que las deje ir —bufó ante el recuerdo—. Creo que una de ellas todavía está aterrorizando Privet Drive.
Severus no pudo contener una pequeña risa, asombrando tanto a Ron como a sí mismo.
>>Nosotros, hmm, vamos a celebrarle una pequeña fiesta a Harry el sábado, ¿quizás le gustaría venir? —preguntó el pelirrojo, sin poder creer que estuviera invitando a Severus Snape a la Madriguera.
—Los señores Weasley iban a llevar a Harry a cenar, y luego nos íbamos a reunir con todos sus amigos en Las Tres Escobas, pero considerando los acontecimientos recientes, cancelamos la fiesta en el bar —explicó Hermione.
Severus aceptó cortésmente la invitación y continuó sus compras. No quería hablar con ellos demasiado tiempo. Corrían el riego de que alguien les viera, y lo que era más importante, el riesgo de que Ron y él estuvieran juntos demasiado tiempo para su propia comodidad. Tenía que darle algo de crédito al pelirrojo; había sido cortés, y parecía estar esforzándose, y había sido lo bastante gentil como para invitarle a la fiesta de Harry. Tenía sentido, en vista de que Harry había madurado tanto; seguramente, Ron no podría pasar la mayoría de su tiempo con él, mientras estuvieron en la escuela, y no haber madurado un poco también.
Una hora más tarde, Severus salía de Artículos de Calidad para el Quidditch cargado con un nuevo juego de túnicas negras para reemplazar las que él había rasgado al lanzar a Harry a través de la ventana. Con paso ligero, cargó con sus paquetes para ir a reunirse con Kieran. Tenía un rapto que hacer. Harry estaba sentado en el sofa, relajado ante el televisor. Rehusó probar la muestra de un último experimento que Fred le ofrecía, por tercera vez en una hora. Cuidaba su cerveza de mantequilla con su vida, previniendo que le agregaran algo en ella.
—Pensaría que el permitirles utilizar este lugar como laboratorio —comentó Harry, señalando con un gesto alrededor de su salita de estar—, me excluiría de la tortura de ser un sujeto de prueba.
—Vamos, Harry, ¿dónde estaría la diversión en eso? —preguntó George, con una sonrisa confabuladora—. Parece que te está llegando correo, compañero —comentó, mirando un ave negra en la ventana.
No parecía un cuervo, pero era demasiado pequeña para ser un halcón. Harry tomó la carta con mucho cuidado, y observó cómo el pájaro se marchaba de inmediato. Desarmó la carta con un rápido hechizo revelador. Ésta tenía una especie de trampa; una poción rociada sobre ella, que al contacto le sumiría en la inconsciencia. Con el pergamino abierto, Harry revisó si había algún mensaje en su interior.
Nuestro querido Fawkes
Por el encabezado, supo de inmediato que venía de Severus y Kieran. Fawkes era el nombre que usaban en el libro de entrenamiento, y lo utilizaban cuando querían referirse a él sin mencionar su nombre.
Fred y George le miraron, esperando impacientes poder ver de qué se trataba.
>>¿Quieres que te ayudemos o algo? —preguntó George, al darse cuenta que el moreno había hechizado la carta.
—No, todo está bien, pero es mejor que se marchen. Pienso que estoy a punto de recuperar las clases que perdí con Snape.
Los gemelos sabían que estaba siendo entrenado, así que no perdieron tiempo limpiando; apagaron el fuego bajo el caldero y partieron por la red flu. Harry leyó con rapidez el resto de la nota.
¿Pensabas que te escaparías de unas cuantas sesiones de entrenamiento por estar echado en una cama de la enfermería? Nada de eso.
¡¡VIGILANCIA CONSTANTE!!
No perdió tiempo. Rápidamente, lanzó un hechizo para cerrar las cortinas, evitando cualquier vista del interior del apartamento. Corrió a la habitación para ver qué hacía Hedwig y, por suerte para él, la lechuza ya había salido. Pensando que sólo Sev podía aparecerse en el interior, y probablemente lo haría cerca de la ventana o la puerta para dejar pasar a Kieran, se ocultó cerca de la puerta, aguardando su oportunidad. Cuando escuchó el sonido que indicaba que Severus acababa de aparecerse, se lanzó contra él. El Slytherin se protegió del hechizo que le envió Harry y trató de alcanzar el picaporte de la puerta, pero el joven evitó que lo aferrara. El dueño de casa se echó a reír al tiempo que se alejaba como una flecha al ver que Sev permanecía impactado al ver que había conseguido evitar que abriera.
A pesar de todo, el profesor logró asir el pomo y abrió la puerta, y ahora eran dos contra uno. Los tres batallaron, utilizando una miríada de hechizos, maleficios, maldiciones y ataques físicos. Harry se tiró en el sofá, esquivando un hechizo de Kieran, sólo para aterrizar en los brazos de Severus, quien le estaba esperando. El chico jadeó, recuperando el aliento mientras Sev le clavaba contra la pared. Sobre la cabeza de desordenados cabellos negros se encontraba el reloj que Albus le había obsequiado. En ese momento, se podían oír ruidos metálicos, como si una de las manecillas se estuviera moviendo hacia arriba, y un repique de campanas. Kieran dejó escapar un rugido de triunfo. Sev liberó a Harry, y vio que el reloj señalaba ‘Hora de Fiesta’. —Déjenme entender esto bien. Ustedes dos quieren invitarme a salir por mi cumpleaños, y yo tengo que beber una sustancia vil… ¿Por qué? —preguntó Harry, bajando la vista hasta el vaso lleno de un líquido pegajoso de color verde salvia, que en ese momento burbujeaba, provocándole náuseas de sólo mirarlo.
—Ninguno de nosotros puede ser visto en tu compañía. Tenemos reputaciones que mantener, ya sabes —se burló Kieran—. Vamos, bébelo; te hará lucir cómo otra persona y nos permitirá celebrar tu cumpleaños apropiadamente.
—¿A quién se supone que me pareceré? —indagó, mirando con desdén la poción Multijugos que Severus tenía en la mano.
—Joe —fue la ambigua respuesta de Kieran—. Es una vieja amistad mía que prometió no salir esta noche.
—¿Cómo luce Joe? —insistió Harry, vacilando, sin confiar en el hombre, de momento; tenía una expresión en la mirada que no le gustaba. Sabía que podía confiar en Sev, pero aclararía todas las dudas que pudiera.
—Hmm. Joe tiene una estatura un poco mayor que la tuya, cabello oscuro hasta los hombros, con un pequeño bigote —explicó Kieran. Ante esto último, Severus bufó de risa contenida y Harry estuvo a punto de protestar, pero Kieran estaba sosteniendo la poción en alto—. Anda. Vamos a salir y tú vas a venir con nosotros. Además, esto no es tan malo —le animó, en un intento por sonar convincente.
—¿No sabe mal? —Harry se echo a reír—. ¿A quién quieres engañar? Multijugos es la poción más asquerosa que he probado nunca —cerró la boca con la mano al darse cuenta de lo que acababa de decir. Severus le miró, divertido. Dándose por vencido, Harry tomó el repugnante brebaje y se lo bebió de un trago. Cerró los ojos y tragó con fuerza, en un intento por sofocar las ganas de vomitar.
Kieran le entregó una bolsa blanca que había traído.
—Debes cambiarte. Pedí estas cosas prestadas para ti.
Harry asió la bolsa y corrió al baño, inseguro de si podría lograr retener la desagradable poción. Un grito fue escuchado, y Kieran y Severus estallaron en carcajadas.
Harry salió lívido de furia.
—¡¿JOE?! —bramó.
—Joanne, en realidad —puntualizó Kieran con una sonrisa—. Y cúbrete; ella me mataría si piensa que he visto sus pechos.
Cuando Severus recuperó un razonable control y dejó de reír, convenció a Harry de que esto no era tan malo a cambio de que pudieran salir juntos, explicándole que nadie comenzaría una pelea si él iba como Joane, y que los demás les prestarían poca atención.
Harry se resignó a ir cómo Joanne y fue a vestirse. Se sentía agradecido de que la túnica no llevaba demasiados volantes y podía pasar por una túnica de mago, considerando que todas lucían parecido al vestirlas, de todas formas. Francamente, prefería la ropa muggle. Pero, hubiera deseado que Joanne no tuviera ese ligero bigote; y, ¿cuál sería su edad? ¿Cuarenta años? Luego de hacer una mueca mientras se ajustaba el sostén, estuvo listo para partir.
Justo a las puertas del bar, Kieran levantó su varita en dirección a Harry. El chico reconoció el hechizo como un glamour, pero no estaba seguro de lo que le había hecho. Metió la mano en el bolsillo de su túnica para buscar el frasquito plateado con la poción Multijugos y vio su reflejo.
—¿Crees que el rojo es mi color? —preguntó, notando el lápiz labial que ahora lucía—. No te preocupes, Sev, trataré de no dejar marcas en tu cuello —bromeó.
Severus frunció el ceño, murmurando entre dientes que ‘Joanne’ no había sido su primera elección. Harry decidió que esto debía tener relación con alguna broma de Kieran. Podía decirse que se la estaba cobrando.
Harry permitió ser guiado por ambos magos hasta una mesa del fondo. En ese momento fue que notó el atuendo de Severus por primera vez; en medio del ataque, no se había percatado de lo que vestía. El hombre lucía una túnica holgada, distinta a las que acostumbraba a usar en la escuela. Su camisa era púrpura, pero parecía casi negra de tan oscuro que era el tono.
—Linda camisa —le halagó.
—Hermione también lo pensó —declaró Sev sin mayor explicación, dando un sorbo a su bebida. Harry sonrió; eventualmente lo descubriría.
Kieran levantó su vaso.
—Por Fawkes —brindó, chocando su vaso contra los otros dos—. ¿Cuántos son? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete?
Harry puso los ojos en blanco.
—Dieciocho, muchas gracias, aunque no luzco ni un día mayor de cuarenta —comentó, volviendo a mirar su reflejo en el frasco y haciendo un puchero—. Y hablando de Fawkes, ¿cuántas páginas le faltan por escribir en ese libro de ustedes? —en esencia, estaba preguntando cuánto entrenamiento le quedaba. Las sesiones habían estado durando largas horas, debido a que Sev muy pronto empezaría sus clases.
—El libro está bien para los demás, pero Fawkes, dado que sus habilidades exceden por mucho a las de quienes le precedieron, continuará añadiendo páginas a su libro hasta que no lo necesite más.
Severus le miró a los ojos y él comprendió que estaba diciéndole que tendría entrenamiento hasta que Voldemort fuera derrotado.
—Quieres decir hasta que él no pueda ser secuestrado por dos magos dementes —bromeó Harry.
Después de eso, permanecieron lejos de cualquier conversación que involucrara a Harry, Fawkes o algo relacionado. Kieran y Severus se reían de las cosas que el más joven no comprendía y, ocasionalmente, le dejaban participar de la broma. Aparentemente, las cosas que les causaba más risa se referían a la primera vez que habían estado allí. Fue más difícil de lo que Harry esperaba, el darse cuenta que una mujer de cuarenta años o así, habitualmente no conversaba sobre las mismas cosas que un joven de dieciocho.
En una de esas, Kieran se burló sobre su falta de habilidad para sentarse como una dama. Y en represalia, Harry estuvo coqueteando con él durante la siguiente hora, alejando con éxito a cualquier mujer con la que Kieran había intentado hablar.
Harry sabía que no podía manejarse demasiado bien con las cosas de mujeres, pero no se dio cuenta cuán malo era en ello hasta que tuvo necesidad de ir al baño. Se detuvo frente a ambas puertas el tiempo justo como para que una mesonera le jalara hacia un lado.
—¿Cuál es tu nombre, cariño? —preguntó con voz agradable pero demandante.
—Joe —contestó rápidamente, orgulloso de haber recordado en nombre; pero entonces, se dio cuenta de lo que había dicho—. Anne, Joe Anne —tartamudeó, culpando a la bebida por su error.
—Buen intento, Joe —replicó la mujer, alzando una ceja—. ¿Primera vez como travesti? ¿O es una broma?
—Ninguna de las dos, en realidad —no estaba seguro de qué decir. La camarera notó que dos mujeres salían del baño de damas, y metiendo su cabeza adentro, verificó que estuviera despejado.
—Bien, está vacío. Vigilaré la puerta, pero sólo por esta vez —ofreció con un guiñó.
Cuando Harry terminó, se aseguró de beber otro trago de poción Multijugos antes de abrir la puerta para marchar. Antes de poder regresar al bar, la camarera le guió de regreso al baño de damas y selló la puerta. Harry llevó la mano a su varita antes que ella terminara el hechizo. Se dio cuenta que él mismo podía haber sellado la puerta; ¿qué hacía ella allí?
—Mira, cariño, si vas a continuar con esto, necesitas lucir como una dama, y arreglarte un poco —explicó, sonriendo—. ¿Acaso sacaste esa túnica de una bolsa de ropa sucia antes de ponértela? —preguntó.
Harry se echó a reír. Kieran había llevado la túnica en una mochila antes de lanzársela.
Ella puso los ojos en blanco y hechizó la túnica para alisar las arrugas, lanzando una llamarada en el borde. Harry retrocedió momentáneamente, cuando ella le metió la mano por el escote y tomó el tirante del sostén, ajustándolo. Entonces fue que Harry se dio cuenta que uno de sus senos había estado más bajo que el otro.
—Um, gracias.
—¿Puedo? —preguntó la mujer, apuntando su varita hacia los labios de Harry.
Éste dudó por un segundo, pero sentía que confiaba en ella, así que asintió brevemente en señal de aceptación. La bruja había preguntado por sus labios, pero no se detuvo ahí. Cuando el chico se miró en el espejo, se asombró al ver que su rostro ya no se veía como el de una mujer desaliñada, sino como el de una dama muy atractiva. La desaparición del bigote había significado una gran diferencia.
>>El glamour es un hechizo maravilloso —comentó la bruja, cambiando los labios de Joe a un tono más oscuro. Retrocedió un paso para verle una vez más. Sus labios se torcieron ligeramente mientras trataba de averiguar qué le faltaba. El cabello estaba bien, la túnica ya se veía linda, y también el rostro. Harry se sorprendió cuando la mirada de la mujer fue directamente a sus tetas. Comenzaba a comprender el porqué Hermione odiaba cuando los chicos no la miraban a los ojos mientras hablaba. Tendría que mencionarle esto a Ron.
Antes de darse cuenta, estaba siguiendo sus instrucciones e inclinándose hacia adelante, su largo cabello cayendo hasta casi tocar el suelo.
>>Sacúdelas —le ordenó, y él obedeció, aunque le pareció que la bruja tiraba de su pierna mientras él sacudía sus pechos—. Ahora, sostén el sujetador hacia arriba, con fuerza, y enderézate.
Harry obedeció las instrucciones, llevando su cabello hacia atrás, y se sorprendió al ver el escote que ahora mostraba.
>>Esto los sostendrá por un rato pero, eventualmente, bajarán —le explicó la camarera, amablemente. Harry no pudo evitar mirar y notó que el escote de la mujer también había mejorado luego de mostrarle lo que debía hacer. Pensando que ése era un truco limpio, decidió mencionárselo a Hermione, aunque ella probablemente ya lo conocería.
Cuando regresó a su mesa, los dos magos lanzaron una segunda mirada a la nueva apariencia de Joanna. Harry tuvo que contenerse para no echarse a reír cuando Kieran casi escupió la bebida. Y como Sev puntualizó, Kieran Donnelly nunca desperdiciaba el alcohol.
—Joe nunca se vio tan bien —musitó Kieran, anonadado, antes de girarse hacia Severus—. Si le dices a ella que dije eso, te maldeciré.
—No sabía que tenías este talento —bromeó Sev, por su parte—. Eso explica el porqué demoraste tanto.
—¿Preocupado por mí? —indagó con una sonrisa—. La camarera me ayudó. No estoy seguro del porqué —explicó.
Kieran se dio la vuelta para buscar algún rostro conocido, pero no encontró ninguno. Entonces, la camarera le hizo un guiño.
—Creo que ya sé la razón —declaró el escocés—. Escuché que una de las chicas de aquí tenía a su madre enferma, pero no podían permitirse el lujo de un buen sanador —explicó, antes de observarla de nuevo—. No estoy en contra de ser utilizado por una mujer tan atractiva como ésa —dio un trago a su bebida—. Ahora que ella logró que mi cita luciera presentable, no haría daño hacer una visita a su madre.
—Oh, ¿ahora resulta que yo soy tu cita? ¿Consigues todas tus citas a través del rapto? —se rió Harry. Sev sonrió.
—Sólo las difíciles —terminó su bebida—. Tengo que enfrentar el siguiente asalto —se disculpó, y partió a hablar con la camarera.
—Parece que acabo de perder a mi cita. ¿Qué vas a hacer el resto de la noche? —preguntó Harry a Sev con voz seductora.
—¿Qué te hace pensar que me gustan la clase de mujeres que saltan de un hombre al siguiente?
—Por qué no me llevas a dar un paseo y vemos qué clase de mujer soy. Creo que Kieran va a tardar un rato.
Le tendió la mano y Severus la tomó; al fin y al cabo, era todo un caballero.
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