alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 27. Una reunión y algunos recuerdos Dom Dic 06, 2009 3:09 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 27Una reunión y algunos recuerdos Removió el alimento alrededor de su plato incapaz de comer, el nudo en sus tripas le decía que pasaría hambre por la noche. Pudo echar un vistazo hacia la mesa principal. Los ojos oscuros le contestaron la mirada y el muchacho sintió que le traspasaban. De repente, sintió que los pocos bocados que había comido eran como rocas en el hoyo de su estómago. Los ojos oscuros se apartaron, el rostro se mantuvo inexpresivo. El alto, oscuro, intimidante Severus Snape se levantó de la mesa, asintió en forma casi imperceptible hacia él, y dejó el comedor por la entrada del profesorado.
Después de siete años, había estado en esa oficina muchas veces, pero nunca en tales circunstancias. Sus palmas estaban húmedas de sudor y alisaba ansiosamente su túnica a medida que se adentraba en las mazmorras. Nervioso, caminaba más lento de lo necesario, en un intento por demorar lo inevitable, mientras Severus Snape estaba en su oficina preparando todo para su llegada.
Severus se movía apresuradamente por su oficina, disponiéndolo todo. Su noche estaba planeada y quería que todo estuviera en el lugar correcto. Luego de dar el toque final a la oficina, pasó a una salita de estar, atravesando una puerta que la mayoría de las personas ni siquiera notaba. La habitación, decorada en colores ricos y profundos, tenía una chimenea, pero no ardía fuego alguno en la rejilla. Dos sillas de cuero de respaldo alto estaban ubicadas de forma que se situaban una frente a la otra y frente al fuego simultáneamente. Severus notó la fría temperatura en la habitación e hizo ligeros ajustes. También lanzó un hechizo para que modificara la temperatura a determinada hora. Aunque el recinto lucía como si fuera la salita de estar de los aposentos privados del Profesor, no estaba ni remotamente cerca de su espacio personal. Regresó a su oficina cuando escuchó un tímido toque en su puerta. Sabía que el chico estaba aguardando, pero se sentó detrás del escritorio y levantó un ejemplar de Qué Estás Preparando, una publicación mensual dirigida a los fabricantes de pociones.
—Adelante —expresó con irritación, cuando el chico finalmente tocó por segunda vez.
En el otro lado de la puerta, el joven corría las manos por su negro cabello, esperando permiso para entrar. Al escuchar ’adelante’, se secó las manos en la túnica antes de girar el picaporte. La habitación estaba fría. Siempre hacía frío allí, pero parecía más helada de lo habitual. Vio a Snape sentado ante su escritorio, sin alzar la vista de su lectura. Severus señaló una silla frente a su escritorio sin siquiera lanzar una mirada en su dirección. El recién llegado se sentó y esperó, haciendo desesperados esfuerzos por no tamborilear. Habían pasado unos días desde que el hombre había hablado con él, y no estaba seguro de qué esperar. Después de lo que pareció una insoportable cantidad de tiempo, aunque probablemente sólo hubieran sido unos minutos, el profesor de Pociones dejó la publicación y se dirigió a él.
—Señor Nott. Harry y Ron estaban profundamente enterrados en un montón de libros, preparando los finales. Hermione, como se podía imaginar, estaba enloqueciendo mientras estudiaba para la última prueba que presentaría en Hogwarts, y escribiendo el discurso que daría como Premio Anual en la ceremonia final.
Ron miró fijamente su libro, riéndose por lo bajo, al tiempo que su novia arrugaba otra hoja de pergamino.
—Está demente —comentó a Harry, riendo.
—Obsérvate a ti mismo —advirtió Harry, juguetón.
—¿Qué? ¿Cómo si no hubieras estado bromeando sobre ella hace cinco minutos? —protestó el pelirrojo, agachándose tras su libro cuando Hermione arrojó violentamente la pluma, dejando el discurso de momento, y tomó el libro de Aritmancia más cercano.
—Ah, pero ella me ama —dijo Harry dulcemente, besándola en la mejilla—. Además, cuando se enoja conmigo no me habla durante una hora. Cuando se enoja contigo, habla casi el doble, y tú no consigues nada hasta que ella es feliz de nuevo —bromeó.
Hermione le empujó para apartarle, limpiándose con la manga el beso de la mejilla.
—¿Podrían callarse los dos? ¡Estoy intentando estudiar para los finales! —les regañó tan severamente como pudo, pues debía permanecer callada en la biblioteca de la señora Prince.
Harry saltó hacia atrás, escapando por poco del golpe del libro de Hermione y ganándose una desagradable mirada de la bibliotecaria. Se movió despacio hasta quedar a la espalda de su frustrada amiga y susurró en su oído.
—Sé que no nos abrazamos tanto como antes de que yo saliera del closet, ¿pero es necesario recurrir a la violencia? —preguntó, acariciando su cuello con la nariz. Ella no pudo contener una risita. Ron estaba mordiendo sus puños para no echarse a reír, para asegurarse que ellos no le patearan.
—Harry Potter, nuestra falta de relajamiento en el sofá de la sala común no tiene nada que ver con que hayas salido. Si encuentras la forma de permanecer fuera de la enfermería hasta que finalice el año, tendremos más tiempo para entretenernos. Pero no hasta que yo termine este discurso. Ahora, QUÍTATE de encima mío —pidió sin malicia, alejándole otra vez.
El moreno le sonrió a Ron, quien hacía inauditos esfuerzos por no echarse a reír. El pelirrojo le observó disponiéndose para partir, deseando poder escaquearse también, pero consciente que no había manera de que Hermione se lo permitiera. Lo había hecho bastante bien en sus EXTASIs antes de las vacaciones de Pascua, pero ella no iba a permitirle descansar sobre sus laureles justo ahora, con los finales tan cerca.
Harry tomó sus libros y regresó a su dormitorio, donde indudablemente estaría tranquilo a esa hora de la noche. Muchos estudiantes estaban estudiando en la biblioteca o en la sala común. Luego de saludar rápidamente a sus compañeros de Casa, desperdigados en el suelo y los sillones, y rodeados de libros, subió las escaleras y se metió en su cama con doseles para estudiar en paz. Sentándose en la cama, miró alrededor de la habitación, pensando que pronto se iría de allí. Estaba ansiando tener su propio lugar, aunque no podía evitar sentirse aprensivo por tener que dejar el único sitio que había llamado hogar.
Trató de estudiar, pero no podía evitar que su mente regresara a la semana anterior. El martes había ocurrido un milagro. Trelawney había predicho que viviría, al menos hasta terminar la escuela. Por lo menos eso le aseguraba unas pocas semanas de vida. Harry no le había hecho caso; estaba ocupado observando la ventana. Severus había salido a cabalgar de nuevo. No era tan bueno como volar a su lado, pero podía verle a través de la ventana. Pensó que quizás no fuera una coincidencia que ese día volara por su lado del castillo con más frecuencia que la última vez. El pantalón de suave cuero marrón que llevaba le hacía desear hacer cosas ‘malas’ con su profesor. Había salido de su fantasía de retirar dichos pantalones con sus dientes cuando Trelawney terminó la clase. Entre la visión de Severus en cuero, y su dolorosa dureza, Harry deseó que la clase se prolongara. No sabía cómo haría para bajar la maldita escalera en su condición.
El recuerdo de Sev en cuero sólo había servido para provocarle otra pulsante erección. Extrañaba hacerle el amor, extrañaba dormir en sus brazos. Se frotó a través de la túnica, pensando en el toque de Severus. La noche en la que habían hablado en la enfermería fue agradable. Más tarde, Sev le había contado sobre la noche que Ron le había dado Dulces Sueños. Harry recordaba bien esa noche, y el pensar en Sev allí, haciéndole eso, mientras él tenía su dulce sueño, hizo que doliera más. Apartando sus libros, lanzó un hechizo para cerrar las cortinas y sacó su dura polla. Frotó y se acarició, recordando la expresión del rostro de Sev mientras le narraba lo sucedido aquella noche. Se veía aprensivo, observando sus rasgos para saber su reacción. Harry nunca había visto tantas emociones plasmadas en el rostro del hombre. Ansiaba el día que pudiera ver el rostro del Sev adulto lleno de pasión. Gotas de pre-semen aparecieron en la punta de su miembro, casi púrpura en ese punto. Gimió ante el recuerdo de su sueño. Severus no había querido entrar en detalles con él. Insistió en que era inapropiado, como si en realidad no lo hubiera hecho. Harry pensó que era ridículo que le hubiera tacado mientras estaba dormido, pero rehusara darle detalles después. Estaba seguro que si Ron no hubiera sabido que estaba ahí, Sev ni siquiera le hubiera dicho nada.
Detalles o no, Harry tenía su sueño, y la sensación de la caliente boca de Sev succionándole y acariciando su cuerpo era muy clara. Sólo deseaba poder haber visto esos largos y delgados dedos vagando por su cuerpo, pellizcando sus provocativos pezones. Ahora, una de sus manos fue a acariciar sus pezones mientras su puño continuaba bombeando a buen ritmo. Recuerdos de un dedo largo y delgado tanteando su entrada antes de deslizarse dentro. No estaba seguro si podría alcanzar ese dulce punto por si mismo, pero estaba decidido a intentarlo. Bombeó con una mano mientras la otra apretaba su entrada. Imaginó, Severus en pantalones de cuero, detrás de él, dedos hundiéndose en su interior, su otra mano acariciando su polla. Oh, cómo deseaba que Severus estuviera haciéndole el amor, clavándole contra el colchón. Se vino con un grito sofocado, sintiendo que sus músculos se cerraban alrededor de sus dedos mientras llegaba al clímax. Permaneció acostado unos segundos antes le lanzarse un hechizo de limpieza.
Ya había agradecido a Ron por Dulces Sueños; sólo eso hizo que el pelirrojo palideciera y le evitara durante todo un día. Severus dijo que hubiera sido más fácil haberse hecho el enojado y permitido a Ron una oportunidad de ser perdonado. Hubiera tomado menos tiempo que las cosas regresaran a la normalidad. Pero fue un comentario que Sev hizo en broma lo que había encendido el plan. Harry rió en voz alta ante el recuerdo. Harry acababa de despachar a Dobby con el pan, riendo internamente ante la expresión que mostró el rostro de Sev por una cantidad infinitesimal de tiempo antes que la máscara regresara. Tratando desesperadamente de cambiar de tema, el Profesor había regresado al asunto del pelirrojo.
—Es muy Gryffindor de parte de Ron jugar a ser tu enfermera. ¿Cuándo se despierta usa esa linda y pequeña cofia también?
—Muy gracioso. Enloquecería si mencionaras la palabra travestismo en su presencia. Tiene miedo que yo comience a usas túnicas rosa —comentó con un bufido de risa—. Creo que tienes razón sobre Ron. Yo debería vengarme por la broma y quizás él superaría esto.
—Casi le dio un ataque cuando se dio cuenta que no ibas a soñar sobre chocolates. No me ha visto a los ojos desde entonces. No que se atreviera a hacerlo antes —comentó con suficiencia—. ¿Qué estás planeando? ¿Ojo por ojo?
Harry abrió los ojos de par en par.
—No, no podría hacerle eso. Nunca convencería a Hermione de ayudarle y no sería capaz de dejarle arreglárselas solo cuando Pomfrey viera el estropicio.
—¿Quién dijo algo de dejarle con un estropicio? —la sonrisa malvada en el rostro de Sev era casi aterradora; entonces, ¿por qué logró que Harry se excitara bajo su pijama?
—¡Nunca haría eso! Tú no lo harías, ¿verdad? —preguntó Harry, casi temeroso de la respuesta. Él ciertamente no tocaría a su mejor amigo de [i]esa forma.
—Por supuesto que no, ¿qué clase de hombre crees que soy? —tuvo la cara dura de mostrarse ofendido, como si no hubiera hecho justo eso con Harry. Pero era diferente, o eso se dijo a si mismo—. Si vas a jugarle una broma a alguien, debes procurar hacerlo bien —declaró con una sonrisa—. Además, funcionó estupendamente con Black.
Los ojos de Harry se abrieron como platos. Severus salió a buscar unos materiales y regresó al lado del ansioso Gryffindor, quien observó mientras hacía su trabajo, sacando jarras y viales de un saquito.
—Esto —explicó, señalando una botella pequeña —hará que su boca se seque. Tú te asegurarás que beba de esto —Sev le mostró un pequeño vial. Harry observó como movía la boca de Ron de forma que sus labios quedaran un poquito abiertos, dejando caer una gota del líquido. Ron se lamió los labios y se dio la vuelta. Severus coloco unas cuantas gotas de la poción del vial en un vaso con agua y la puso al lado de la cama de Ron.
—Vale, la cosa que pusiste en su boca hará que le dé sed, así que beberá. ¿Para qué sirve eso? —preguntó, señalando al vaso.
—Esta poción es un intento fallido de anticonceptivo para hombres. En lugar de hacer que cese la emisión de esperma, causa disfunción eréctil —suspiró ante la confundida expresión de Harry—. No se le para —aclaró con cara de póquer.
—Oh.
“Tan elocuente”
>>¿Por qué conservarías esa poción fallida?
—Muchas grandes creaciones fueros concebidas con una intención completamente diferente.
—Sí, supongo, ¿pero para que quieres ésta? —indagó.
—Mis principales funciones como Mortífago son espiar a Dumbledore y preparar pociones que no son fácilmente asequibles para el público en general. Aunque no es frecuente que se me pida nada más, ocasionalmente debo probar mis lealtades. Voldemort ha estado convencido de mi impotencia por varios años ya. Eso me excusa de participar en un número de actividades desagradables —observó atentamente a Harry para ver su reacción. Ciertamente, el joven no se esperaba esa explicación, pero asintió, comprendiendo.
—El menor de dos males, supongo.
—Totalmente.
—¿Dime de nuevo porqué se la vamos a dar a Ron?
—Tú se la vas a dar a Ron. Él todavía tendrá su versión de un Dulce Sueño, pero esto evitará su respuesta física al sueño. Despertará sin erección, y lo que es más importante, sin estropicio, dejándole con la intriga de quién tomó cuidado de su… problema.
Severus casi rió ante la impactada expresión de Harry. Casi.
—¡Oh, cielos! Eres un sádico bastardo. ¡Me encanta!
Toda la broma funcionó de maravilla. Ron despertó a Harry según lo previsto, preguntándole su nombre y otras naderías para asegurarse que estuviera bien. Dándose cuenta de cuan sediento estaba, bebió la poción mezclada con agua que su amigo le ofreció casi inmediatamente. En menos de cinco minutos, el pelirrojo regresó a la cama, y empezó a roncar suavemente. Cuando el polvo de ‘Dulces Sueños’ cayó sobre su cara, la broma se puso en marcha.
Cuando Ron despertó de nuevo, gimió ante el recuerdo de su sueño. Entonces se dio cuenta que no estaba en su cama con las cortinas corridas, sino en la enfermería con Harry. Bajó la vista, esperando ver la sábana alzada con su excitación, y al no ver ninguna, rápidamente revisó buscando el desastre que estaba seguro encontraría. Se impresionó al notar que no sólo no había nada sucio sino que la botella de Dulces Sueños estaba en su mesita de noche. Casi saltó de la cama cuando divisó al profesor de Pociones sentado en una silla al otro lado de la cama de Harry, con un libro en la mano y al parecer ensimismado en lo que estaba leyendo. Harry se acostó, riendo ante el recuerdo del descontrol de Ron. No había vuelto a dormir esa mañana, y no había dicho qué le sucedía. Harry le dejó rumiar toda la tarde, antes de decirle que había sido un chiste. Se habían necesitado tres días más para convencerle de que no le habían ayudado mientras estaba dormido. Severus no lo había facilitado. En clase había comentado sobre la deprimente tentativa de poción de Ron antes de sugerir que ‘Quizás el señor Weasley… debería… dormir más’. Ron se puso tan rojo como su cabello y no había vuelto a hablar hasta el final del día.
Regresando su pensamiento a la semana de vacaciones, deseó que no tomara tanto tiempo para que Sev y él regresaran al punto donde estaban antes. Una pequeña voz en el fondo de su cabeza estaba agradecida de que le diera algún tiempo para trabajar en cómo se sentía respecto a lo que había hecho Nott y lo que había hecho él. Además, estaba bastante seguro de que Albus no permitiría una relación física entre ellos hasta que hubiera terminado la escuela. Esa impresión la había obtenido durante una embarazosa reunión con el Director el día anterior. Harry se acercó a la gárgola que protegía la entrada a la oficina del Director. No sabía la contraseña actual, pero tenía su propia contraseña personal desde que Albus había asumido su custodia el año anterior. Se montó en las escaleras de espiral, pensando que no lo haría muchas veces más como estudiante.
—Pasa, Harry —invitó Albus del otro lado de la puerta. El joven todavía debatía consigo mismo si debía preguntar al anciano cómo hacía eso.
—¿Quería verme, señor? —preguntó con cortesía, antes de sentarse frente al escritorio.
—¿Señor? Vamos, Harry, no he sido otra cosa que Albus desde que viniste a quedarte conmigo.
El brillo evidente en sus ojos hizo que el joven sonriera. Había sido un consuelo que el anciano le diera la bienvenida a la escuela luego del ataque a Privet Drive. Había esperado quedarse en su dormitorio, fuera del camino de todos, pero Albus no quiso oír nada de eso. Harry tenía su propia habitación que se comunicaba con la oficina del anciano a través de un pasadizo secreto. Permaneció en su nueva habitación hasta el inicio del curso. Aunque casi nunca lo hacía, era un consuelo para él saber que podía regresar a su habitación siempre que necesitara estar solo o sentirse seguro. Sobre todo, guardaba allí las cosas importantes que no deseaba dejar en el dormitorio común.
Sacudió la cabeza y sonrió. Había sido divertido ver las expresiones de los profesores la primera vez que le habían escuchado llamar Albus al anciano. La de Snape había sido su favorita. Había estado a punto de quitar puntos a su Casa cuando se dio cuenta que el Director le había dado permiso de usar su nombre de pila.
>>Harry, ¿te apetece un poco de té? —preguntó Albus, con expresión divertida. Harry sintió que no era la primera vez que el anciano le había preguntado. Su mente estaba dispersa este día.
—Té estaría bien, gracias.
Observó como el mayor lo servía; siempre parecía sonreír radiante cuando le agregaba azúcar adicional tal como le gustaba a Harry. Era asombroso que nunca hubiera tenido caries.
—Entonces, vas a tener muchos cambios en tu futuro cercano. ¿Estás ansiando vivir como un miembro más de nuestra sociedad mágica? —preguntó Albus. Harry podía ver las otras cuestiones que estaban realmente siendo preguntadas. [i]¿Cómo se sentía ante la perspectiva de mudarse, de independizarse, de unirse a la Orden, de que sus amigos empezaran nuevos proyectos…?
—Francamente, es difícil imaginar que no voy a regresar en septiembre, pero estoy deseando tener mi propio sitio. Será agradable desayunar sin mil personas, para variar. Dean dice que no seré capaz de dormir sin el familiar zumbido de los ronquidos de Neville —comentó riendo.
Continuaron conversando sobre lo que haría cuando dejara la escuela y varios temas más. Su charla permaneció ligera por un rato. Pero todo lo bueno llega a su fin…
—No hemos hablado realmente sobre lo que sucedió la tarde que fueron atacados —expresó Albus sombríamente.
—Sí, umm, sí lo hicimos. Pensé que lo habíamos aclarado. De verdad aprecio tu decisión de no castigar a Nott con la expulsión.
“Aquí viene”, se dijo a sí mismo. Sabía lo que vendría… “Hay algo más que quieras decirme sobre eso”
—Hay algo más que quieras decirme sobre eso —indagó el anciano.
Harry pensó que los ojos azules podían ver a través de él. Miró al piso, a su taza de té, y a cualquier lugar que no fuera el Director.
—No, señor… No, Albus.
—Deseo que sepas que siento que las acciones del señor Nott merecen un severo castigo. Aunque Argus tiene planeadas unas cuantas cosas desagradables, no estoy seguro que se ajusten al delito. Debo expresar mi preocupación respecto a lo que he decidido —le miró fijamente a los ojos. El joven mago pensó que seguramente el sabio anciano podría ver cada pensamiento que hubiera tenido—. No hagas que me arrepienta de mi decisión, Harry. Si te sientes incómodo hablando conmigo sobre los eventos involucrados con el señor Nott, quizás deberías hablarlo con alguien con quien te sientas cómodo.
El Gryffindor hundió los hombros al instante. “¡No, no el psiquiatra!”, gritó dentro de su cabeza.
>>Harry, se están acercando muchos cambios en tu vida.
“¡No, no el psiquiatra!”
>>Vas a terminar la escuela, a perder contacto con muchos amigos que elegirán su propio rumbo.
“¡No, no el psiquiatra!”
>>Vivir solo, ser totalmente responsable de ti mismo.
“¡No, no el psiquiatra!”
>>El entrenamiento que tendrás que sufrir no es una tarea pequeña.
Todo el tiempo que el anciano había hablado, Harry había seguido escuchando el pequeño mantra en su cabeza: “¡No, no el psiquiatra!”
>>¡Escúchame, Harry! —exclamó Albus con firmeza, sobresaltándole. Nunca le había escuchado ese tono dirigido hacia él—. Apoyo mucho la idea de la ‘futura’ relación que tú y Severus puedan entablar. Los he observado interactuando y he visto la posibilidad de algo maravilloso formándose entre ambos. Admito que no estaba consciente de la profundidad de su ‘amistad’ durante las vacaciones —Harry enrojeció con fuerza—. Sin embargo, he animado a Severus para que te dé una oportunidad de conocerle mejor. Severus es un hombre muy, muy reservado; es un gran sacrificio para él permitirte entrar en su vida personal, y posiblemente en su corazón. Casi me había dado por vencido de ver que permitiera a alguien entrar. Creo que tú, de todas las personas, comprenderás lo que significa que tu vida privada sea manipulada por un viejo mago entrometido.
Harry asintió.
—Sí, señor.
—He manipulado muchas cosas estas últimas semanas. Estoy seguro que estás consciente de algunas de ellas, de otras quizás no, pero lo más importante que debes entender es que Severus significa mucho para mí; tanto como tú, Harry. Si planeas llegar a conocerle, y quizás entablar una relación con él, debo insistir en que lo hagas con la mente clara. Si tienes asuntos que interfieran en tus objetivos, puede que no tengas una segunda oportunidad. ¿Comprendes lo que estoy diciendo, Harry? —interrogó explícitamente.
El joven mago reflexionó en sus palabras. No había esperado eso. Ciertamente, si tenía un asunto pendiente con relación al bastardo de Nott, Severus podría malinterpretar sus acciones como un rechazo. Se sentía furioso, consciente de que Nott le estaba afectando. Había pasado un rato divertido con Sev en la enfermería; pero el día anterior casi había golpeado a Ron en la nariz cuando le aferró inesperadamente.
—Comprendo, Albus —afirmó. Le enviaría una lechuza a su consejero en la mañana—. Lo tomaré en cuenta.
—Bien —el brillo de los ojos regresó—. ¡Ahora, planeemos lo de tus protecciones! —propuso el anciano, feliz. | |
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