alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 34. Actividades subrepticias Miér Ene 13, 2010 11:24 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 34Actividades subrepticias Albus continuó cantando los hechizos antiguos para colocar las protecciones en el hogar de Harry. Los otros cuatro hombres coreaban sus palabras, fortaleciendo las defensas. Los magos estaban ubicados en los puntos más distantes de la casa, cada quien en uno de los cinco puntos, donde los rayos de luz les aseguraban estar en el área correcta. Después de varios minutos, los cánticos se detuvieron abruptamente. Harry se había sentido preocupado por no saber cuándo detenerse, y ser el único que siguiera recitando el hechizo. Albus le había asegurado que no tenía de qué preocuparse, que sabría instintivamente cuándo parar. El chico se preocupó de todas formas, pero aparentemente por nada, ya que todo estaba saliendo bien. En silencio, los cinco caminaron hasta el centro de la habitación principal, mientras las luces continuaban iluminándoles y guiándoles hacia sus lugares respectivos. Luego de un asentimiento de Filius, un nuevo cántico comenzó. Las protecciones se estaban levantando apropiadamente. Harry escuchó las palabras; pudo oír cada voz individualmente. La rica voz de baritono de Severus reverberaba a través de él. Concentrado en cada sílaba enunciada, ni siquiera se dio cuenta de su obsesión con la voz de Sev, pues tenía su mente enfocada en las palabras que estaban siendo dichas, y así consolidando las Protecciones que estaban siendo construidas.
Con los magos más poderosos de Hogwarts trabajando en las defensas, Albus anticipaba grandes resultados. Arthur se preocupaba por Harry como si fuera un miembro de su familia; ese profundo cariño lograba que su fuerza mágica estuviera a la altura del poder de los otros tres magos. Podían sentir como las defensas estaba ubicándose en su lugar mientras la magia fluía a través de la casa. Habiendo iniciado la ceremonia, y siendo el poderoso mago que era, Albus podía ver los filamentos de magia entretejiéndose para formar una poderosa barrera. Continuó la invocación, observando los hilos de magia de varios colores uniéndose. Se sentía complacido al ver que la porción de la onda proveniente de la varita de Harry era, de hecho, muy brillante. El joven sería un mago muy fuerte cuando desarrollara todo su poder, y si se guiaba por lo que indicaba su porción de las protecciones, un día incluso podría superar las habilidades mágicas de el propio Albus. Faltaba mucho para eso, dado que el anciano había tenido ciento cuarenta años más para perfeccionar su arte, pero, eventualmente…
Igual que antes, el cántico se detuvo abruptamente; la ceremonia casi se había completado. La última etapa era lanzar los hechizos anti apariciones. Harry y su guardián, Albus, habían conversado sobre la ceremonia la semana anterior y acordado que el Director grabaría su firma mágica en las protecciones, permitiéndole aparecer directamente en el apartamento. Era costumbre que las brujas y magos que participaban en la ceremonia salieran del círculo durante esta etapa, pues sería grosero asumir que tenían tal honor.
Los cinco magos dieron unos cuantos pasos hacia el centro de la habitación, quedando lo suficientemente cerca como para tomar sus manos y hacer un círculo. La mano izquierda de Harry aferraba la derecha de Severus. Estaba muy caliente luego de haber lanzado los hechizos, o quizás sólo fuera imaginación del Gryffindor. El hombre le hacía sentir cálido todo el tiempo. Con gran esfuerzo, dejó de pensar en su deseo de sentir el calor de Sev y se concentró en los hechizos de anti aparición. Fue el hechizo más corto de todos, y el joven de ojos verdes sintió que Arthur apretaba su mano antes de soltarla y retroceder. Filius, quien estaba entre Arthur y Albus, también retrocedió fuera del círculo. Severus soltó su mano de Albus, pero se encontró con que Harry le estaba aferrando con fuerza. Le miró, buscando confirmación, inseguro de si el muchacho sabía lo que eso significaba. Harry no encontró su mirada, pero se acercó a Albus para cerrar el círculo.
El Director, por su parte, no parecía ni mínimamente sorprendido de que Harry no dejara ir a Severus durante el proceso, lo que permitiría a los tres la posibilidad de aparecerse directamente en el hogar del Gryffindor. Si los otros dos hombres se sorprendieron, no lo mencionaron. Filius había comenzado a sumar dos más dos semanas atrás, pero había guardado silencio. Recordaba la mañana en que el Slytherin se vio hecho polvo, y luego, cuando terminaron las vacaciones y eran adultos de nuevo, recordó las preferencias sexuales de su compañero de trabajo. Fue el berrinche de Severus después de las vacaciones lo que le convenció que algo tenía que ver con Harry. Arthur, simplemente asumió que era el lugar de Severus en la Orden y su puesto como espía lo que le había ganado ese derecho.
Habiendo lanzado más magia en una hora que en todo el mes último, la mano de Harry estaba caliente y prácticamente vibrante, pero aún así extrañó la calidez de la mano de Severus en la suya cuando terminaron con la ceremonia. Se sintió repentinamente agradecido por la elección de la comida de esa tarde. Dado que era un agradable día de verano, había pensado servir alimentos ligeros, nada demasiado pesado, quizás unos emparedados, sopa fría de papa y fruta. Pero Hermione tenía otros planes. Había leído en el capítulo correspondiente a ese aspecto, que los alimentos usualmente servidos eran justo lo opuesto. Abundantes platos con sustancia; en otras palabras, comida casera. Harry había argumentado que eso sólo era una guía, y que podía servir lo que quisiera como anfitrión, pero ella había insistido en que casi siempre había una razón para todas las cosas, incluso si no podían verla en ese momento.
Tenía que admitir que ella había tenido razón. Participar en una Ceremonia de Protección era exigente; tomaba mucha energía mágica. Lo único que deseaba era lanzarse sobre el almuerzo que había preparado y comérselo todo, y al demonio los invitados. Una mano gentil apretando su antebrazo interrumpió su deliberación sobre la comida. Albus le estaba diciendo algo, pero había perdido sus primeras palabras, ¿o eran frases? Un vial claro fue colocado en sus manos y Harry tomó un pequeño sorbo según indicación de su sabio guardián.
—Esto ayudará a que recuperes parte de tu energía mágica —informó Albus, quitándole el corcho al frasquito. Harry miró alrededor de la habitación; Severus y Arthur estaban entrando en ese momento, trayendo de vuelta la mesa que había sido retirada antes.
“¿Cuándo salieron de aquí?”, se preguntó el joven de ojos verdes.
Albus rió entre dientes.
>>Cuando tengas más experiencia con tu magia, Harry, no te sentirás tan drenado luego de un ejercicio como el de hoy —le explicó.
—¿Todo bien ahí, Harry? —preguntó Arthur alegremente, mientras colocaba la mesa frente a él. Severus hizo una mueca mientras el joven sacudía la cabeza para despejarse. Se sentía como un niño rodeado de magos adultos que habían hecho esto muchas veces. De hecho, era casi un niño entre ellos, puro nunca lo había sentido de esa manera hasta ahora. Albus le dio el vial para que lo guardara, en caso de que lo necesitara en el futuro. Lo que fuera que contenía, estaba funcionando. Se sentía mas él mientras su energía comenzaba a reponerse. Rápidamente, se dirigió a la cocina a disponer el almuerzo para sus hambrientos invitados. Los cuatro magos mayores disfrutaron de una copa de vino en la salita mientras Harry organizaba los detalles de último minuto.
Severus escuchaba la conversación, interviniendo ocasionalmente, pero la mayor parte del tiempo observaba. Notaba a Arthur absolutamente relajado, sentado a su lado en el sofá, y a Albus ofreciendo una mano a Filius, que se esforzaba –inútilmente– por subirse al sofá de dos plazas. Mayormente, observaba a Harry. Severus había elegido ese puesto por su ubicación. Estaba frente a los demás, pero también tenía una buena vista de la cocina detrás de ellos. Había sido un tiempo difícil para ambos desde las vacaciones. Él mismo había sido un incordio, y Harry parecía haber regresado a ser el chico tímido de los primeros años. No había sido sino hasta los últimos días cuando el joven mago había regresado a su serenidad habitual. Ahora, se movía por la cocina relajado, sacando panecillos calientes del horno y vertiendo bebidas en las jarras. Era nuevamente el chico confiado que conoció en las vacaciones.
Vestía una túnica casual color azul pizarra, su cabello nuevamente corto, tal como estaba antes de la fiesta. Tenía que admitir que lo prefería con ropa muggle, mostraba mejor su figura que esa túnica. Los demás hombres estaban mejor vestidos para la ocasión –nada formal, por supuesto– pero con túnicas apropiadas para una agradable cena fuera de casa. Harry se comportaba como el anfitrión tradicional en una Ceremonia de Protección. Severus estaba impresionado con el conocimiento del Gryffindor sobre lo que tenía que hacer, la comida que debía servir. Excepto por le elección de su vestuario. Pensaba que era poco probable que poseyera muchas túnicas. La mayoría del día la pasaba con la túnica escolar, y llevaba ropa muggle cuando no estaba en clases. Lo más probable era que sus pocas túnicas fueran de estilo casual, con excepción de la prenda de gala azul oscuro que había lucido el día de la fiesta.
Los pensamientos de Harry sentado a horcajadas sobre su regazo en dicha túnica formal, habían hecho que cambiara su posición en el sofá. Oh, cuán persistente había sido, intentando que él despertara. Su risa ante el recuerdo de Harry luchando contra la poción para conseguir excitarle le había ganado las miradas curiosas de Arthur y Filius. El alto y oscuro hombre no dio una pista. Ellos le conocían lo suficiente como para no preguntar, sabiendo que no obtendrían respuesta. Albus dio un sorbo a su vino, ocultando su sonrisa de ’te lo dije’.
Los profundos ojos de obsidiana vagaron por la habitación, apreciando la decoración. Tenía que dejar de observar a Harry, dado que Albus se había dado cuenta de dónde estaba centrada su atención y se veía demasiado engreído para el gusto de Severus. Por no mencionar que, si continuaba mirando a Harry, no sería capaz de controlar la dureza que amenazaba hacer una tienda de campaña en su túnica. Desgraciadamente, la decoración no hizo mucho por apartar se mente del delicioso cuerpo de Harry. La vivienda era bastante básica y sencilla. Las salita de estar tenía el sofá en que estaba sentado y otro más a juego. Ambos estaban tapizados en un patrón tan gastado que era difícil distinguir si se trataba de estampado de cachemira o una impresión floral. La mesita de centro también lucía bastante usada. La repisa de la chimenea estaba desnuda, con excepción de la cajita de polvos flu que Arthur había regalado a Harry. Severus estaba empezando a arrepentirse de haberle regalado un juego de pesas para pociones. Se había pensado aparecer en una tienda italiana que le encantaba, para adquirir una botella de aceite de oliva extra virgen como regalo. Siempre regalaba eso en las Ceremonias de Protección. Debía ser algo que le representara, y su amor por la cocina hacía de éste el obsequio perfecto; pero esa mañana todavía estaba inmerso en su enojo. La última cosa en la que quería pensar era en la virginidad; ni siquiera la del aceite de oliva.
Había captado la mirada que Albus le había lanzado cuando había llegado con las pesas. La razón de que Severus hubiera sido invitado a varias ceremonias de protección era que las dirigía el anciano. Cuando las parejas de familia muggle se casaban, no tenían parientes mágicos para invitar a la ceremonia. Habitualmente, le pedían ayuda a Albus, y él siempre seleccionaba a Severus como uno de los otros cuatro. El maestro de Pociones pensaba que era la forma que tenía el mago mayor para hacerle salir de sus mazmorras e incursionar en escenarios sociales que no tuvieran que ver con Mortífagos.
El almuerzo era espléndido. Harry se había superado a sí mismo. Sirvió ensalada, estofado de carne con panecillos, empanada del pastor *, maíz en mazorca, y espárragos. Los hombres comieron con gusto, hambrientos luego del desgaste mágico. Harry noto que, a pesar de su entusiasmo, todos ellos siguieron la etiqueta apropiada. Tía Petunia siempre había sido estricta sobre los modales correctos en la mesa, pero luego de pasar la mayor parte del año en Hogwarts, rodeado de compañeros de clase, era fácil deslizarse hacia los malos hábitos. Rápidamente, colocó la servilleta sobre su regazo, luego de notar que Albus hacía lo mismo.
Sintiéndose casi a punto de explotar, Harry agradeció su decisión de preparar un postre ligero. Un gran plato con fruta y chocolate fue colocado en la mesa. Había querido servir algo que sabía que a Sev le gustaba. El plato tenía rodajas delgadas de dos clases de melón, grandes fresas maduras, y un surtido de trufas de chocolate por el borde. Harry no se perdió la expresión de deleite en el rostro de Severus, aunque había sido efímera. Arthur le felicitó por el maravilloso almuerzo, prometiendo cantar sus alabanzas a Molly cuando regresara a casa. Filius no podía alcanzarlos, así que convocó varias piezas de fruta hasta su plato de manera impecable. Harry, inseguro de si debía levantar su tajada de melón o usar un cuchillo, se metió una trufa en la boca hasta ver a los otros comer.
Filius cortó su fruta, pero eso podía ser porque no podía meterlo en su boca de otra forma. Severus, siempre ecuánime y circunspecto, cortó su melón antes de colocar pequeñas piezas en su boca. Albus, por su parte, había mordido directamente del centro de la tajada del melón. Se veía como si tuviera una gran sonrisa verde en si rostro. Decidiéndose por las maneras apropiadas, se acomodaba en su asiento cuando sintió una pierna que rozaba contra la suya. Se dijo a sí mismo que había sido un accidente hasta que sucedió de nuevo. Severus apenas había mirado en su dirección, excepto cuando la conversación había requerido su atención. Harry apenas podía mantener sus ojos apartados del alto, oscuro y sexy hombre mientras se enfocaba en una trufa. Albus estaba emocionado al observar como Severus disfrutaba del postre. No tenía idea de cuánto estaba disfrutándolo en realidad.
—¿Algún nieto en camino, Arthur? —preguntó Severus. Era inusual que él hiciera al señor Weasley preguntas personales; Harry se preguntó el porqué del repentino interés.
—No, todavía tienen que casarse. Al parecer, Ron y Hermione serán nuestra primera apuesta, si como esperamos él le propone matrimonio cuando termine su entrenamiento de Auror.
Severus asintió con una sonrisa. Ahora, Harry tenía mucha curiosidad, pero sus pensamientos se vieron frustrados por las acciones de Sev una vez más. El Gryffindor observó con interés como unos dedos largos y delgados levantaban la fresa más grande del plato. Mientras la colosal fruta entraba en la boca del Profesor, el joven pudo ver la lengua deslizarse hacia fuera para lamer la base justo antes de morderla; rojas gotas se deslizaron por su barbilla. Harry estaba seguro que vería la lengua de nuevo, lamiendo el jugo. Ciertamente, eso sería su perdición. Pero Severus nunca dejaría de sorprenderle, y, educadamente, frotó su pañuelo contra su barbilla para limpiar las ofensivas gotas rojas.
Al principio, Harry no notó que cuando Severus colocó la servilleta en su regazo, su mano no regresó a la mesa. En vez de eso, la mantuvo sobre su pierna, que ya estaba peligrosamente cerca de la de Harry. El joven estaba empezando a desear llevar pantalones bajo la túnica, para mantener las cosas bajo control, pero Hermione había insistido en que debía mantener las tradiciones y llevar la túnica mágica como se suponía que debía ser usada. Ella había leído que la ropa suelta permitía que la magia fluyera alrededor de la persona, permitiendo que fuera canalizada hacia donde se deseaba. Esa era la razón por la que los primeros atletas olímpicos iban desnudos, pero cuando la ropa fue introducida posteriormente, se decidió permitir que los muggles tomaran el control de los eventos.
Ni siquiera el recuerdo de los aburridos discursos de Hermione acerca de las tradiciones mágicas había evitado que la sangre bajara hacia su polla. La mano que Severus mantenía sobre su propia pierna se había movido, rozando ligeramente el muslo de Harry. El maestro de Pociones sonrió, no por el chiste que Filius estaba contando, sino por el estremecimiento que había provocado en el joven a su lado. Harry no pudo evitar que su tenedor temblara, así que dejó la fruta y se decidió por dar un sorbo a su bebida. Había estado tomando jugo de calabaza y estaba considerando probar el vino, pero temía que el licor le metiera en problemas. No confiaba en si mismo y en no hacer algo de lo que luego se arrepentiría, como bajar la lengua por el cuello de Sev en presencia del resto de los invitados.
Harry puso su mayor esfuerzo en continuar la conversación, pero la mano tan cerca de él se movió de nuevo. Un pícaro dedo rosado se estaba deslizando adelante y atrás sobre su muslo. Ya no pudo hacer más para contestar las preguntas de Arthur sobre… sobre lo que fuera que el hombre estaba preguntando. Pronto, Filius estaba contando otro chiste. Severus movió toda su mano hasta el muslo musculoso a su lado. El jadeo de Harry fue bien disimulado con la perfecta coordinación de los hombres riendo en respuesta al chiste. El Slytherin le elogió internamente por su pronta recuperación, mientras Harry serenaba su respiración. Severus apretó, sintiendo como los cuadriceps debajo de su mano se tensaban en respuesta. Los músculos del muslo de Harry estaban muy bien definidos; el mayor podía sentir cada músculo individual en el duro muslo que estaba explorando. Finalmente, el Gryffindor se relajó un poco, su pierna aflojándose ante el toque. Sev le recompensó con un tacto suave como pluma. Los dedos largos y delgados se estiraron y se volvieron a cerrar, acariciando la sensible piel a través de la túnica azul pizarra. Harry apretó su vaso con un poco más de fuerza de la necesaria mientras la mano se deslizaba con agonizante lentitud por su muslo interno. El joven tomó una de las últimas fresas en un intento por evitar girar sus ojos. Pero Sev era despiadado, y su sincronización impecable, como siempre. Mientras los perlados dientes del muchacho mordían la fruta, la mano traviesa encontró su destino. Harry gimió alrededor de la fresa. Impactado, al darse cuenta que el gemido había surgido de él, casi llevó una mano sobre su boca, pero pensando rápidamente, fingió que el jugo corriendo por su barbilla le había sorprendido. Luego de secar el jugo con el dorso de su mano, observó que los otros hombres reían entre dientes por su acción. Él recuperó sus buenos modales y tomó una servilleta.
Severus dejó quieta su mano mientras Harry recuperaba una compostura razonable, pero no le dio mucho tiempo antes de volver a acariciarle a través de la túnica. El miembro de Harry estaba ahora duro como piedra y se movía ante el toque. Una parte de su mente pensaba que necesitaría levantarse pronto si los invitados decidían partir, pero la otra parte estaba ida, perdida en la sensación de su antiguo profesor de Pociones acariciándole por debajo de la mesa. Hizo hasta lo imposible para no gemir y empujar en la mano del hombre. Severus había rodeado con sus pies el tobillo del Gryffindor, apartando ligeramente sus piernas, permitiéndose un mejor acceso. Hábilmente, abrió un botón, dejando apenas la abertura suficiente como para que Harry saltara libre de la capa de tela que le separaba del maravilloso contacto de piel contra piel. Estaba tan al límite que casi se corrió al sentir el contacto de la mano caliente de Sev rodeándole. No era la mano del chico de dieciocho años con el que había dormido durante las vacaciones. La mano de Severus era larga, y notablemente más habilidosa para la tarea. Una pequeña partecita de su cerebro le permitió estar lo suficientemente consciente como para pensar si tenía su servilleta bien colocada, aunque la mantelería de la mesa protegía perfectamente su regazo de la vista. El fuerte agarre que rodeaba su dureza continuo con paso lento, deslizando de vez en cuando un pulgar por la cabeza de la ahora goteante polla. La temblorosa mano de Harry llenó su copa nuevamente. Se preguntaba cómo demonios Severus lograba estar ahí entado, tranquilo y sereno, como si no le estuviera haciendo una paja al anfitrión en medio de sus compañeros de trabajo y el guardián del joven, quien además era su jefe.
Estaba ya muy cerca, y comenzó a moverse en su asiento. La urgencia de empujar sus caderas era casi insoportable. Ante la peculiar mirada que le estaba lanzando Arthur, se dio cuenta que había estado ausente de la conversación por demasiado tiempo. Sonrió débilmente y se esforzó por prestar atención a lo que Filius estaba diciendo. Era casi imposible siquiera comprender lo que estaba siendo dicho, pero había conseguido recuperarse lo suficiente como para saber que nunca lograría manejar un clímax discreto. Había tenido mucha práctica, viviendo en los dormitorios de Hogwarts, especialmente los tres años, o algo así, antes de que aprendiera un hechizo de silencio; pero mantener su rostro sin expresión era algo que no tenía deseo de intentar. Quizás delante de sus amigos, pero en frente de Albus, Filius y el señor Weasley era inadmisible.
Severus estaba siendo despiadado. En el momento que se dio cuenta en lo que Harry estaba pensando aceleró el paso, llevándole casi al límite. Harry derramó su bebida en la mesa, y se levantó rápidamente para evitar que el líquido goteara por el borde sobre las túnicas de todos. Afortunadamente, Severus jaló de la túnica del joven mientras se levantaba. Lo que hubiera sido muy vergonzoso estaba convenientemente oculto por la ropa. La atención de los hombres estaba enfocada en la bebida derramada, así que no notaron la fiera erección que su anfitrión estaba soportando.
—¿Por qué no van a la salita de estar y yo iré a traer algo de té? —sugirió Harry, nervioso.
—Adelántate, Harry, yo me encargaré de esto —ofreció Severus amablemente.
Esto le ganó miradas extrañadas de los dos hombres que no estaban acostumbrados a un Severus Snape amable; Albus era una excepción. El Director alejó a todos hacia la salita con un nuevo tema de conversación. La puerta de vaivén de la cocina había permanecido abierta, sostenida por una piedra. Entrando en el recinto, Sev golpeó dicha piedra de manera casual para sacarla del camino, permitiendo que la crujiente puerta oscilara hasta cerrarse detrás de él. Gruñó ligeramente cuando la madera golpeó en su trasero en el movimiento de regreso. La risita de Harry fue sofocada cuando un par de fuertes brazos le rodeó.
—¿Qué sucede, Harry, no pudiste terminar? —bromeó en su oído.
—Pensaba que ése era tu trabajo —replicó con una sonrisa antes de explicar—. Podía permanecer quieto, pero no mantener el rostro serio.
—Afortunadamente para mí, no eres hetero** —Sev succionó el lóbulo de su oreja—. Déjame ver cuán quieto puedes estar —alargó una mano a la todavía desabotonada túnica. Harry dejó escapar un suspiro y se recostó contra el mago más alto. Sin audiencia, el joven regresó al borde del clímax en poco tiempo. Severus continuó con el lóbulo de su oreja entre sus labios y dientes, apresurando el ritmo de sus caricias para emparejarlas con los jadeos de Harry. La ardiente respiración contra su cuello hizo que la mente del joven girara sin control. La voz profunda fue su perdición.
—Córrete para mí, Harry.
Lo hizo. Presionando su cabeza contra el pecho de Severus, convulsionó en un orgasmo silencioso.
Antes que pudiera recuperar completamente el sentido de orientación, Sev le había limpiado con una servilleta, lo había ‘acomodado’ y había cerrado los botones de su túnica. La puerta de la cocina hizo un crujido mientras era abierta. Un ulular pudo ser escuchado.
—Miren cómo Hedwig ha encontrado su nuevo hogar; trajo una carta para ti, Harry —informó Albus, entrando en la cocina. Harry se sobresaltó y volvió a revisar su aspecto. Lucía bien, y Severus estaba parado a varios pies de distancia.
“¿Cuándo llegó allí?”, se preguntó.
Él había sido limpiado muy rápido; apenas sabía cómo estaba de pie. Sus rodillas todavía temblaban ligeramente.
>>Ah, Severus, ¿estás probando los dulces que Harry va a servir antes que el resto de los invitados? —bromeó Albus, al ver que se chupaba un dedo. Severus asintió y ronroneó en confirmación alrededor del dedo cubierto.
—Mmm.
Los ojos de Harry casi brotaron de sus cuencas al ver al hombre chupándose el dedo, con Albus hablándole como si fuera un niño de siete años atrapado con la mano dentro del tarro de galletas. Miró fijamente, inmóvil, mientras el alto, oscuro y discreto hombre limpiaba sus manos en una servilleta. Harry seguía sin emitir sonido. Incluso todavía estaba intentando tranquilizar su respiración antes que su mente tomara conciencia de que Albus estaba en la habitación, y que apenas un momento antes él había estado sido impactado por una muralla de calor mientras se corría en la mano de Sev.
El profesor de Pociones estaba más fresco que una lechuga. Con un giro de su varita, el té estuvo listo. Otro giro y Harry se encontró sosteniendo una bandeja de galletas. El peso de su nevada lechuza sobre su hombro, trajo al joven de regreso a la realidad.
—Gracias —musitó suavemente.
Severus no estaba seguro de si se estaba refiriendo a la bandeja con galletas o no. Le hizo un guiño y siguió a Albus fuera de la cocina, dejando a Harry recuperarse | |
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