alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 35. Las comadrejas no se broncean Miér Ene 13, 2010 11:53 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 35Las comadrejas no se broncean Harry entró en los terrenos de Hogwarts, luego de aparecerse desde tan cerca como le fue posible de su nueva casa. Puntos de estudiantes estaban esparcidos por el césped que cubría los terrenos de la escuela. Vislumbró a Ginny y Neville besuqueándose por los jardines; Ron y Hermione fueron fáciles de divisar, pues estaban cerca del lugar donde a los tres les gustaba observer la puesta del sol. Ron estaba acostado, usando un brazo detrás de la cabeza como almohada, mientras corría sus dedos a través del cabello de su novia. Hermione descansaba la cabeza sobre el estómago del pelirrojo, mirando las mullidas nubes pasar. Harry hubiera seguido de largo, permitiéndoles privacidad, pero era la última oportunidad que tenían de tumbarse en el césped como estudiantes. Sus amigos tendrían las próximas dos semanas para estar juntos, hasta que ella fuera a la escuela y Ron comenzara su entrenamiento de Auror.
—Ey —saludó, sentándose perezosamente al lado de sus amigos.
—¿Cómo te fue en la Ceremonia de Protección? —le preguntaron al unísono. Harry rió levemente. Eran una pareja adorable. Los últimos días les había estado diciendo que, ya que no podía hacer demostraciones públicas con Severus, viviría a través de ellos. Hermione le atrajo más cerca para que pudiera apoyar su cabeza sobre ella. Harry empujó ligeramente la barriga de la joven antes de descansar su cabeza, que saltó por la risa de ella, quien puso su mano sobre el pecho del moreno a falta de un lugar mejor. Sabía que el tiempo los separaría un poco, pero esperaba que siempre pudieran estar tan cerca como estaban en ese momento.
—La Ceremonia fue bien. Cuando todos se fueron, me agradecieron por invitarles y darles tal honor. Er… o algo así. No puedo recordar las palabras exactas. Para ese momento ya no tenía la mente demasiado clara. Espero que no hubiera nada especial que supuestamente tuviera que decirles. No puedo recordar esa parte del libro.
—No, creo que eso era todo. Estoy segura que lo hiciste bien —le dijo Hermione con tono halagüeño.
Harry estaba asombrado de cuán completamente relajada se veía su amiga esa tarde.
—¿Fumaste algo, Mi? No te había visto tan relajada desde que comiste accidentalmente las croquetas de Fred y George —la cabeza de Harry se bamboleó de nuevo con las risas de la chica, y la de ella lo hizo también, aunque nadie podría decirlo ya que su cabeza parecía el doble del tamaño normal, pues como Ron siempre le decía en broma, su cabello era una locura.
—En caso de que no lo hayas notado, es la primera vez en estos siete años que nos conocemos en que no tengo nada que estudiar o de lo que preocuparme. Ya terminamos las clases, y no conseguiré mis nuevos libros de la Universidad hasta la próxima semana. He dado a mi cerebro una semana libre.
—Vale, eso lo explica —replicó, no muy seguro de eso, pero feliz de verla tan relajada. Quizás ella y Ron acababan de tener sexo—. ¿En qué ocupas tu mente ahora? —le preguntó con humor, mientras jugueteaba con los dedos de su amiga distraídamente.
—Planeo tener su mente y cuerpo muy ocupados durante las dos próximas semanas —intervino Ron. Hermione puso los ojos en blanco y chilló cuando la mano sobre su cabello empezó a viajar precariamente cerca de su blusa abierta. La mano de Ron fue aferrada por la de ella, y llevada a un lugar bajo su busto, mientras la chica le regañaba, aunque su voz carecía de ponzoña y todos sabían que sólo se quejaba porque era lo más respetable que podía hacer.
—Vamos, Harry, cuéntanos todo sobre tu Ceremonia de Protección. ¿Ejecutaste los hechizos del libro? ¿Utilizaste las medidas?
—Sí, fue genial. No necesité usar las medidas —comentó, explicando sobre la piedra que Dumbledore había utilizado para marcar las áreas del apartamento—. Yo estaba nervioso, pero pude hacer todo gracias al tono de voz de Albus cuando dejó de recitar los hechizos.
—Te dije que su inflexión te guiaría —comentó ella en un tono que indicaba que sabía de lo que estaba hablando y debería haberla escuchado.
—Asumiste que yo sabía lo que significaba ‘inflexión’, ¿cierto? Deja de reírte, vas a darme un calambre —advirtió.
Ron no reía; seguramente, tampoco había sabido lo que significaba inflexión hasta ese momento. La cabeza de Harry dejaba de sacudirse al tiempo que Hermione se calmaba, cuando Ron preguntó:
—¿Qué sentiste al tenerle en tu propio apartamento, Harry? —el pelirrojo se estaba refiriendo a Snape. No pudo ver a Harry sonreír.
—Hubiera deseado tener oportunidad de arreglar un poco el lugar antes de que él lo viera. Todavía no hay fotografías ni nada mío allí. De todos modos, descubrí que ya no está enojado; al menos, no conmigo. No he averiguado qué lo puso tan nervioso —contestó, preguntándose qué sería lo que habría molestado al hombre.
—¿Tuvieron oportunidad de hablar? —indagó Hermione.
—Un poco, apenas el tiempo mientras movíamos un mueble —hizo una pausa—. Y me dio una mano en la cocina —agregó soñadoramente. Ron bufó.
—Que dulce, él prepara los platos —comentó el pelirrojo con sarcasmo—. ¿Lava la ropa, también?
—No, pero estoy deseando… —comenzó Harry, pero se interrumpió cuando el sol fue repentinamente bloqueado por una figura que estaba parada encima de ellos.
—Pero si es un ménage à trios* Gryffindor —dijo Draco, renombrando al Trío de Oro. Ellos no se mostraron tan enojados por el título como el rubio pensó que estarían.
—Si estás aquí por alguna razón, adelante. En otro caso, apártate de mi sol —pidió Ron, bastante tranquilo, sorprendiendo a los otros tres.
—Las comadrejas no se broncean, sólo se queman. Te estoy haciendo un favor —replicó el rubio, arrastrando las palabras. Él mismo estaba bronceado, lo que resultaba un agradable contraste con su cabello rubio. Aunque a Harry no le gustaban particularmente los rubios, no podía negar que Draco era atractivo, además de un imbécil.
—Dado que te estás sintiendo generoso, ¿quizás podrías hacernos el favor de saltar al lago?
Draco bufó, pero fue distraído de su réplica cuando un sonido, claramente femenino, atrajo su atención.
—Tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo con ustedes tres —dijo, mirando a la chica con la que estaba reunido. Ninguno se preocupó por contestarle, con la esperanza de que se fuera rápido. Hermione no pudo resistir elogiar a sus amigos por su madurez. Aunque ellos se habían mantenido relativamente libres de problemas todo el año, provocar a Malfoy era un hábito difícil de romper.
El trío siguió acostado por un rato, mientras Harry les contaba sobre la Ceremonia y algunos de los chistes que podía recordar de los contados por Filius. Después de un rato, el moreno se dio cuenta que no había visto a nadie que no fuera de séptimo, excepto Ginny besuqueándose con Neville en los jardines
—¿Dónde están todos?
—El tren vino hoy, ¿recuerdas? —contestó Hermione. Era evidente que el otro no lo había recordado—. Los únicos estudiantes que quedan son los de séptimo, excepto los hermanos de los de séptimo. Los familiares estarán aquí en la mañana, para el desayuno previo a la ceremonia.
Harry asintió. Había estado tan ocupado con el baile, la noche con Severus, y el episodio con el hombre en la chimenea de Sev, que había olvidado que el tren vendría y se iría mientras el estaba en su Ceremonia de Protección. Había tenido unos días tan ocupados, que la ceremonia de cierre sería una brisa. Tendrían que sentarse y resistir un discurso de Albus, y además, los Premios Anuales tendrían su cuota de participación. De repente, recordó que Hermione era la Premio Anual, y debería dar un discurso en la mañana. No había manera de que ella estuviera calmada antes de algo tan importante. Había estado agonizando con el discurso durante toda la semana, y él había estado demasiado ocupado para notarlo.
—¡Mi! ¡Tu discurso! Lo olvidé. Lo siento tanto; debí haber estado allí para ti. Espera… ¿Dices que diste a tu cerebro una semana libre? Y una mierda. ¿Tomaste una poción tranquilizante, o ustedes dos follaron? —pregunto, sonriendo con curiosidad. Los otros dos contestaron al unísono.
—Poción —contestó ella.
—Follada —dijo Ron.
—Vale, ambos —confesó Hermione—. Supongo que yo estaba demasiado alterada por el discurso, así que Ron me consiguió una poción tranquilizante, y… bien, me distrajo.
—Lo harás bien —le aseguró Ron. Harry pudo sentir como la mano del pelirrojo le daba a su novia un apretón confortante—. Ha estado memorizando el discurso, y ensayando su inflexión —le explicó a Harry, poniendo énfasis en la palabra.
Hermione le dijo bromeando que estaba muy orgullosa de que hubiera usado la nueva palabra en la oración. Harry tuvo que sentarse cuando su estómago comenzó a saltar en el estómago de la chica pues, aparentemente, Ron se estaba vengando de ella haciéndole cosquillas. La habitualmente calmada Hermione estaba ahora casi histérica, riendo a carcajadas, sonoramente. Ella trató de hacerle cosquillas también, pero Ron era un maestro en ese tipo de lucha. Había sufrido a los gemelos por demasiados años, y conocía todos los trucos.
Hermione no era boba. Sabía que no podría ganarle a Ron; la distracción era su mejor apuesta en ese punto.
—¡Harry! —chillo—. ¡No debes quedarte afuera —rió y se lanzó hacia él, haciéndole aterrizar sobre sus rodillas, ignorando el gruñido de ella. Conteniendo con fuerza la respiración, aguanto tanto como le fue posible la tortura que su amiga le imponía, hasta que finalmente rompió la presión y estalló en carcajadas ante el impacto de los minúsculos dedos femeninos torturando sus costados.
—¡AH! ¡Détente! ¡Bruja, détente! —rió nerviosamente. El cariñoso término no hizo más que animarla—. Ron, vaya amigo que eres, se supone que debes apoyarme cuando estoy bajo ataque —gritó, en un intento por conseguir que la atención regresara a Hermione.
—Sabía que esos estupendos movimientos que Sirius nos enseñó nos resultarían útiles —comentó Ron, acercándose a ellos. Harry pensó que iba a recibir ayuda de su amigo, pero se dio cuenta que estaba en un error cuando su amigo rodeó sus brazos y cuello en un agarre de bufanda que Sirius les había enseñado.
—Maldito judo —gimió Harry, mientras quedaba indefenso con su cabeza, hombros y brazos sostenidos apretadamente contra Ron, que estaba sentado tras él, y con sus axilas ahora completamente expuestas al ataque de Hermione. La vista de los tres juntos sobre el césped debía ser bastante divertida para los transeúntes.
Un hombre en particular así lo pensaba. Allí, retorciéndose en el terreno, estaba su Harry, atacado por una escuálida chica y retenido en el lugar por Weasley, quien prácticamente tenía su cabeza en el regazo. No estaba seguro de si la vista le resultaba excitante o perturbadora. A Harry no parecía importarle demasiado, de todos modos. Cuando Hermione hizo una pausa en su ataque, el chico de ojos verdes alzó los ojos para ver a Severus parado a corta distancia, observando la escena con una ceja arqueada. El Griffindor, todavía resollando, reparó en la apariencia de Sev. Se había cambiado la túnica que había lucido en la Ceremonia de Protección por su habitual prenda oscura de trabajo. Grandes guantes amarillos de goma cubrían sus manos, y estaba transportando varias plantas que acababa de recolectar en los linderos del bosque.
—Es alentador ver a los magos hechos y derechos del mañana, en sus actitudes de madurez y digna educación —comentó Severus con sarcasmo—. Esperaría otra cosa de nuestra Premio Anual, pero dado que ella está apropiadamente narcotizada, es tolerable —sonrió mientras los ojos de los tres jóvenes se abrían con asombro, preguntándose cómo él sabía que Hermione se había tomado una poción tranquilizante.
—¿No quieres defender tu record y salvarme? —preguntó Harry, conociendo muy bien la respuesta, pero sin poder resistir el deseo de preguntar.
—Creo que no —contestó secamente, deseando tomarlo y succionar el labio que ahora estaba haciendo un puchero—. Si así es como Weasley viene en tu ayuda, pienso que difícilmente mi record puede estar en riesgo —contestó, sonriendo y girándose para marchar. Harry quiso replicar, pero en ese momento Draco y su chica regresaban al castillo, tomados del brazo.
—Consigan una habitación —bufó el rubio a la vista de los tres, que seguían en un montón, imperturbables. Hermione soltó una risita. Deberían haberle dado una poción tranquilizante años atrás. Viéndose libres de cualquier preocupación o incertidumbre acerca de que su amistad pudiera decolorarse con el paso del tiempo, se levantaron del césped y regresaron al castillo.
Harry entró en su habitación mientras el sol brillaba radiante a través de los cristales de colores. Lo primero que notó fue la ropa colocada reverentemente sobre la cama, planchada y lista para la ceremonia de culminación de su séptimo año. Levantó el sombrero cuidadosamente, colocándolo sobre su cabeza. En el espejo, admiró el sombrero de mago de un color rojo oscuro, con el borde plegado en dorado. Un pequeño cordón, trenzado en rojo y oro, adornaba el doblez. No terminaban en punta, como los sombreros negros que utilizaban con la túnica escolar. La túnica, por su parte, era bastante regia. Harry se sentía orgulloso de llevar los colores que sus padres habían lucido, deseando que hubieran podido estar sentados con los Weasleys y las otras familias mientras él se tomaba la foto con el Director entregándole su certificado que hacía constar que era un mago completamente entrenado.
Luego de colocar la túnica y el sombrero en una percha, se reunió con sus amigos en la sala común. La habitación estaba llena de los alumnos de séptimo, todos aprovechando su última oportunidad de juntarse con sus amigos mientras aún eran estudiantes de Hogwarts. Era extraño ver la sala común sin nadie más joven que él mismo, y comentó lo tranquilo que estaba todo sin los hermanos Creevey.
—Deberías haber visto lo que pasó mientras estabas en tu Ceremonia de Protección —comentó Ron con excitación—. Después del desayuno, Colin vino a nuestros dormitorios con una caja para ti. Cuando descubrió que estarías fuera hasta después que el tren partiera, pensé que iba a echarse a llorar. Pobre coñazo. Dejé la caja en tu cama —terminó Ron.
Harry sabía que la caja probablemente contendría fotos, Colin se lo había prometido. Apenas podía esperar para echarles un vistazo, y corrió para conseguir la caja. Se sorprendió al ver que era enorme, así que en lugar de toda la cosa, decidió bajar los dos sobres marcados ‘Ron’ y ‘Hermione’. Las fotos eran las que Colin había tomado como disculpa por destrozar la poción de Gwen Jennings, y que en última instancia ocasionó que se revelaran las cicatrices de Harry.
Para darle crédito a Colin, eran impresionantes. Hermione mostró a sus compañeras de dormitorio las fotos de Ron y ella vestidos con sus mejores galas el día del baile, mientras Ron las miraba con orgullo. Él se veía muy bien esa noche. Las conversaciones fueron desde el tema de volver a vivir con sus familias a tiempo completo hasta la clase de trabajo que esperaban conseguir. Los estudiantes que habían planeado continuar su educación hablaban sobre las materias que deseaban tomar, y que no deseaban clases en la mañana temprano. Harry no pudo evitar notar en que él no encajaba en ninguna de esas categorías, con excepción de las clases que deseaba tomar. Ningún otro había planeado pasar su verano con Snape y algún otro miembro de La Orden, en un serio entrenamiento contra las Artes Oscuras. Ni ninguno de ellos tenía que alquilar una propiedad, en espera de que la casa de su familia fuera reconstruida. En comparación con los demás, éste iba a ser un verano muy diferente para Harry.
La misma conversación continuó mientras todos se encaminaban hacia el Gran Comedor. Harry dio respuestas vagas a las preguntas sobre su futuro. Muchos sabían que era mejor no preguntar. Todos pensaban lo mismo. El propósito de vida de Harry era continuar con vida y, con suerte, esquivar al Señor Oscuro en el proceso, hasta que pudiera derrotarle. Con suerte. Sorprendentemente, muy pocos siquiera pensaron en preguntarle dónde viviría. Eran los momentos como esos los que le recordaban cuán inmaduros eran sus compañeros de clase. Eran un grupo bastante bueno, pero también eran los adolescentes promedio, que no pensaban más allá de sus propias necesidades. Se preguntaba si él sería lo suficientemente maduro como para mantener a Severus interesado en su persona. Había reído de las bromas sobre el uso de las grandes palabras, pero no podía evitar la preocupación de si podría mantener el nivel intelectual del hombre.
Al final de la cena, muchos de los Gryffindors y unos cuantos Ravenclaws se habían quedado conversando. El profesor Flitwick se había detenido para saludar a sus Ravenclaws. Hermione le dio un codazo a Harry para que notara que el pequeño profesor estaba hablando con él.
—Encontré esto en el piso, Harry. Pensé que quizás podrías ayudarme y llevárselo al profesor Snape. Estoy seguro que él podrá encontrar a quien lo perdió —comentó, sosteniendo un remiendo plata y verde, con la serpiente, emblema de la casa Slytherin. Eso había salido de una túnica similar a la de Harry para la ceremonia del día siguiente. Para Harry, era evidente que Filius podía haber elegido a cualquier otro, pero le había escogido a él. Suponía que lo que hacía a Albus un viejo mago entrometido, era contagioso. Eso, o que Filius pensaba que era más fácil trabajar con Severus si tenía a Harry.
—Seguro, me encantaría —contestó, tomando el pequeño pedazo de tela de su mano—. Tenga cuidado, Profesor. Puedo ver un brillo comenzando a formarse en sus ojos. No estará tratando de tomar el cargo del Director para usted, ¿verdad? —con un chillido de protesta, Flitwick clamó no tener idea de lo que Harry estaba hablando—. Gracias por ayudarme a proteger mi nuevo hogar, Profesor —musitó, mientras daba vuelta para marcharse.
Varios de los estudiantes que le habían escuchado, ahora querían saber todo sobre la Ceremonia de Protección, impresionados de que a su Jefe de Casa se le hubiera pedido asistir a la ceremonia del Niño Que Vivió. Harry le dejó contestando las preguntas de sus estudiantes. Se sentía algo culpable con la profesora McGonagall, por no haberle pedido asistir. Sabía que no hubiera podido, ya que por la seguridad de Hogwarts ella y el Director no podían abandonar el colegio al mismo tiempo, pero aún así, pensaba que debería haber estado allí. Se tranquilizó cuando la bruja le dijo que Albus le había estado contando a todos en la sala de profesores el estupendo trabajo que Harry había hecho sirviendo un almuerzo delicioso, aunque había estado excesivamente nervioso. Se alegraba de que ellos pensaran que su nerviosismo era por el almuerzo y no porque Severus le había estado acariciando por debajo de la mesa.
Casi antes de darse cuenta, había alcanzado las mazmorras; el aire estaba más frío y húmedo. Se sintió agradecido de no haber quedado en Slytherin. No podía imaginarse vivir bajo el lago, en los cuartos oscuros y húmedos que había allí abajo. Esperaba llegar a la puerta de Severus antes de encontrarse con alguien más, pero todavía la esperanza no era completamente su amiga. Un pequeño grupo dio vuelta a una esquina justo después de que él escuchara sus pasos. Tenía una razón perfectamente válida para estar allí, pero no estaba seguro de tocar en la puerta de la oficina de Severus.
—¿Perdido, Potter? —escuchó una voz que no podía ser otra que la de Draco Malfoy. Venía con varios compañeros de clase, Nott incluido. Uno de los chicos al lado de Crabbe tenía una rata sobre su hombro. Se plantó firme, diciéndose a si mismo que no debía reaccionar ante la presencia de Nott. Estaba complacido de verle particularmente ansioso también. Si recordaba la fecha correcta, ese chico había tenido su última detención uno o dos días antes, y todavía se veía un poco agotado—. ¿Dónde conseguiste eso? —prosiguió Malfoy con tono acusador, y trató de arrebatarle el pedazo de tela Slytherin. Harry retiró la mano demasiado rápido para que Draco consiguiera el objeto.
—No tengo intención de distraerles de torturar pequeños animales por distracción, sólo pensaba en devolver esto a quienquiera que lo hubiera perdido.
El chico que tenía la rata, la sostenía ahora con gesto protector, como si no fuera la primera vez que alguien sugería algo así.
Draco bufó, su labio superior alzándose exactamente igual que el de su padre. Harry se preguntó si acostumbraría utilizar un espejo para practicar o sería genético.
—Nosotros superamos los animales pequeños, Potter. Ahora, somos magos completamente entrenados, ¿sabías? Completamente entrenados —declaró, enfatizando la última parte. Harry supo que ellos habían tenido una formación extra que los estudiantes típicos no tenían.
—¿Superaron los animales pequeños? Eso podría calificar como que tomarás el viejo trabajo de Macnair.** Aunque, con lo llena que está Azkaban, yo esperaría que se abrieran muchas oportunidades de trabajo para ti y tus… amigos.
Harry no podía recordar si Macnair era uno de los Mortífagos que habían sido enviados a Azkaban, pero no le importaba, le servía para exponer su punto. Era mejor hacerse el tonto que antagonizar con un grupo de Slytherin en su propio terreno, pero no parecía importarle. Esto podía ser porque sabía que la oficina de Severus estaba cerca, o por el hecho de que se había corrido la voz de que casi había matado a Nott. En todo caso, él y el resto de los Slytherins habían permanecido fuera de su camino durante el último mes o algo así. A mitad de camino durante su séptimo año, muchos estudiantes supieron que sus acciones pronto serían tratadas como las de un adulto y no como simples estudiantes. Eso significaba que tenían que lidiar con el Señor Oscuro, con la posibilidad de que él no aprobara sus acciones en lo que se refería al Niño Que Vivió, o lidiar con Harry Potter directamente, sin que Dumbledore le detuviera de matarlos en un futuro. Para Harry era una ventaja que Nott no hubiera contado a los demás que no habían hecho nada mientras estuvieron vestidos de Mortífagos, excepto tratar de darle una paliza. Vale, eso alentaba los rumores sobre su propia locura, pero a veces tenía sus ventajas.
—Me gustaría ver lo que vas a colocar en tu solicitud de empleo: ‘Soy Harry Potter, y sigo vivo —dijo Draco, imitando su voz con burla—. No veo a los equipos de quidditch golpeando tu puerta.
Eso dolió; era cierto. Harry pensaba que podría ser divertido jugar al quidditch por una temporada o dos, y luego buscar un trabajo real. No estaba seguro de si viviría, así que no estaba apurado. Pero los equipos de quidditch no se habían acercado a él como todos esperaban que sucediera. Los directivos se habían dado cuenta de la manera en que el público le daban la espalda a Harry Potter cuando las cosas se complicaban, y no le deseaban como una responsabilidad del equipo y, posiblemente, pérdida de ingresos, si él tenía un ‘mal año’ con sus fanáticos.
—Podría poner arrogante e intelectualmente snob; parece que funciona para ti —contraatacó con calma.
Draco sonrió.
—Funciona para mí, pero no se lo recomendaría a un novato como tú. Unas pocas bóvedas llenas no garantizan tu lugar en la alta sociedad. Tendrás que establecerte en un barrio bajo con tus cariñosos amigos muggles. Quizás podrías comprar una gran casa para que los tres vivan allí, y follen felices por siempre.
Severus, que podía escuchar todo desde el interior de su oficina, se estaba cansando de las puyas infantiles, consciente que, eventualmente, uno de los dos cruzaría la línea y provocaría un problema que él tendría que resolver. No estaba de humor; casi estaban fuera de su cuidado. La ceremonia no podría llegar lo bastante rápido en su opinión. Sin embargo, fue muy lento al abrir la puerta y la línea fue claramente cruzada.
>>Oh, espera, tienes otra opción —Draco arrastró las palabras—. Escuché que recibiste las escrituras de la vieja casa de tus padres. ¿Vas a reconstruirla y convertirla en tu hogar de nuevo? Recuerdas haber tenido un hogar alguna vez, ¿verdad, Potter?
Draco sabía que le había herido profundamente, aunque el rostro de Harry no mostrara emoción alguna. Cuando Severus abrió la puerta, vio la espalda del Gryffindor, y su mano cerrada fuertemente alrededor de su varita, aunque todavía la tenía a un lado.
—Levante su varita contra mis estudiantes y no asistirá a la ceremonia, Potter —advirtió el profundo timbre de voz en su oído. Un estremecimiento recorrió al muchacho como un rápido fuego—. ¡Entre! —ordenó el Jefe de la Casa Slyterin.
Harry entró en la oficina, escuchando las risitas de los otros mientras la puerta se cerraba con un resonante golpe.
>>Nunca des a un Malfoy la satisfacción de aumentar su acoso —dijo Severus firmemente.
—Él tenía la razón, en todo —replicó con amargura—. Yo ni siquiera había contado a nadie sobre las escrituras, todavía.
—¿El Niño Que Vivió sin hogar? —preguntó Sev con una sonrisa irónica. Harry no pudo contener una ligera sonrisa; no podía evitarlo ante esa rara expresión en el rostro del hombre.
—Se que fue un fin de semana realmente ocupado para todos, pero apenas puedo decirte cuánto significa para mí tener un lugar a dónde ir después de la ceremonia de mañana.
—Te sorprendería cuán consolador es el saber que Albus tiene una habitación para ti en la torre siempre que la necesites. Comprendo que es importante que tengas un lugar al cual poder llamar tuyo, pero confía en mí cuando te digo lo agradable que resulta saber que siempre tendrás un lugar a donde ir cuando las cosas se pongan mal.
—Albus dijo que debería dejar unas pocas cosas en mi habitación de la torre, para recordarme que tengo un lugar ahí. Pasé el verano y algo de tiempo viviendo allí.
—Lo sé. No eres el más pacífico de los durmientes —comentó Severus, aguardando la respuesta. Disfrutó la expresión aturdida del rostro juvenil—. ¿Quién piensas que tiene la habitación al lado de la tuya?
—No… no sabía; nunca supe quién ocupaba esa habitación —musitó Harry, tratando de procesar la información que Sev le acababa de dar.
El hombre le miró con incredulidad.
—¿Me estás diciendo que nunca entraste en la habitación anexa en todo este tiempo? ¿Cómo es posible? Tú eres la curiosidad andando —su tono no sonaba malicioso, sólo sorprendido.
—Aprendí hace tiempo que nada que Albus deja escapar, o deja alrededor para que yo lo encuentre, es sin motivo. Si él desea que yo sepa algo, manipulará hasta encontrar la manera de que lo descubra. Nada es coincidencia con ese hombre —declaró Harry confidencialmente, y continuó después que Severus asintió—: Así que cuando me pidió que por favor respetara la privacidad de la otra persona y no entrara en esa habitación, tomé su palabra como que ése no era mi sitio y permanecí afuera. Si no a otra cosa, si he aprendido, de la manera difícil, a escuchar las órdenes directas de Albus. Es lo menos que puedo hacer a cambio de todo lo que él ha hecho por mí desde… bueno, desde que vivo con él —concluyó, con algo menos de entusiasmo.
Severus se dio cuenta que Harry nunca le había contado los detalles de lo que su familia le había hecho para que se autorizara su retiro del hogar. Harry estaba hecho un completo desastre cuando le rescató de allí luego de la batalla.
—Yo tengo una habitación como la tuya en la torre de Albus. Rara vez la uso, pero en ocasiones, cuando Albus siente que necesito atención médica, me quedo allí. No luciría bien si el maestro de Pociones fuera visto repetidamente en la enfermería. Alguien podría pensar que soy propenso a los accidentes, o un Mortífago, o algo igual de absurdo —dijo con una pequeña sonrisa en sus labios—. Ahora, ¿qué estabas haciendo discutiendo con mis estudiantes? ¿Qué provecho piensar que obtendrías con eso? ¿Hmm? —mientras hablaba, Severus se fue acercando, logrando que Harry se estremeciera nuevamente.
—Flitwick encontró un parche… —su propio temblor hizo que se interrumpiera, mientras los labios del hombre rozaban su oreja al hablar.
—Profesor Flitwick —le corrigió.
Harry suspiró y fue recompensado por una reacción similar de parte de Severus, cuando la respiración del joven tocó su cálido cuello.
—El profesor Flitwick me envió con esto —levantó el parche con el escudo Slytherin—. Para sacar algo bueno de esto, ¿podría ser una opción echar un polvo en tu escritorio? Es una de mis fantasías.
Severus gimió y se presionó contra el flexible cuerpo del joven, pero para decepción de Harry, negó con la cabeza.
—Demasiada gente sabe que estás aquí, y pueden estar esperando a que te veas apropiadamente regañado cuando salgas. No lo permitiré, no todavía.
Harry quiso quejarse, pero encontraba difícil hacerlo mientras el hombre estaba succionando su cuello. Su cuello… se congeló repentinamente. Severus hizo una pausa y se retiró lo suficiente como para ver el rostro del muchacho.
—¿Qué sucede?
—Yo, umm… nada —contestó, tropezando con las palabras. Con tantas cosas sucediendo últimamente, había olvidado sus cicatrices, ahora expuestas para todos.
Como si leyera su mente, Severus habló amablemente.
—Has olvidado preocuparte por esto durante varios días, y nadie te ha tratado diferente. No eres el único que cargas cicatrices —musitó suavemente, y regresó a su lugar en el cuello de Harry, usando sus ahora visibles líneas como un mapa para lamer y succionar. El chico se derritió en sus brazos. Se sentía desmadejado, mientras su cuerpo era sostenido entre la pared de piedra detrás de él y el firme cuerpo de Sev por delante, y su cabeza colgaba de uno y otro lado, permitiendo que cada pulgada de piel expuesta recibiera la atención que le otorgaba el Maestro. Luego de lo que pareció una eternidad, pero probablemente no fueran más de diez minutos, Harry se sintió motivado a recuperar algo de control y atraer a Severus en un beso apasionado. Estimulado por los gemidos guturales de Sev, y una larga piedra en la dura pared que ahora presionaba dolorosamente su espalda, Harry se alejó del muro, pegándose al alto, oscuro y erecto hombre un poco más. Continuaba presionando, empujando a Sev hacia atrás, cuando éste rompió el beso.
—¿A dónde, podrías decirme, nos estás llevando?
Harry pensó que podría correrse con sólo escuchar a Severus.
—Ya que no permites mi fantasía de follar en tu escritorio, pensaba que podríamos elegir la opción número dos. Es otro escenario en el que me gusta pensar cuando estoy solo en mi cama; algo que no tomaría demasiado tiempo y creo que te gustaría —susurró en su voz más seductora, esperando que sonara aunque fuera remotamente cerca al excitante tono de Sev.
Harry estaba jalando en la dirección contraria a los aposentos privados del Slytherin, quien estaba curioso por saber en qué pensaría su chico cuando se tocaba a solas en su cama. El muchacho se detuvo frente a una mesa de trabajo ubicada en el fondo de la habitación, más precisamente, en su pupitre de la clase de Pociones. Con unos suaves labios presionando contra los propios, Severus se relajó, permitiéndole correr sus manos sobre la oscura túnica, explorando su figura. Sev abrió los ojos cuando sintió, más que escuchó, a Harry jadear.
—Estás llevando las ropas de cabalgar —dijo, excitado.
—Muy perceptivo. Estoy esperando a Hagrid para ir a volar.
—Era una tortura… Cada vez que te veía vistiendo eso, quería atacarte en mitad del pasillo —musitó, sin perder tiempo en abrir el frente de la túnica de montar y volver a amarrar las aletas por detrás de la espalda, exponiendo las cubiertas de cuero. Severus sonrió mientras Harry jadeaba ante la vista del suave cuero marrón presionando las fuertes piernas. El joven se sentía emocionado al darse cuenta que Sev estaba relajado, reclinado contra su escritorio, permitiéndole continuar. Respirando profundamente en un intento por no apresurar las cosas, besó suavemente la extensión de su cuello, mientras jalaba para abrir los botones y los otros cierres que refrenaban al enorme miembro, que esperaba ser liberado de los límites del cuero. Otro gemido de Severus, mientras Harry alargaba la mano para presionarla contra la barrera de seda. Cuando finalmente liberó la dolorosa masculinidad, se asombró de su tamaño. No había esperado ver nada muy diferente a lo visto en el adolescente Sev durante las vacaciones. Concedido, también estaba muy bien dotado entonces, pero ahora era más.
—Tú… tú has crecido —comentó débilmente, a falta de algo mejor que decir, mientras su mano acariciaba la larga dureza.
—Eso suele suceder cuando… Ohh —el Maestro estaba a punto de hacer una observación mordaz sobre su edad cuando fue interrumpido por la dulce sensación de una boca húmeda que tomaba la cabeza de su polla.
Harry disfrutó a fondo el efecto que estaba teniendo sobre el hombre, si hubiera sabido que esto detendría sus sarcásticos comentarios, hubiera aplicado ese tratamiento años atrás. Continuó girando su lengua alrededor de la cabeza unas cuantas veces más antes de lamer la parte baja de la base del mástil y retroceder nuevamente. Se detuvo un momento antes de tragar toda la longitud, sonriendo alrededor de ella, mientras escuchaba los improperios gritados de Severus. Lamió y succionó fervientemente, sin dejarse afectar por la mano que aferraba su cabello. Severus liberó el pelo negro cuando sintió el impulso de empujar con fuerza su cabeza hacia abajo; en lugar de eso, se aferró a los lados del escritorio.
>>Tócate, Harry —jadeó, y murmuró un hechizo que el joven no recordaba en su actual estado.
Cualquier vergüenza que Harry pudiera haber sentido desapareció rápidamente cuando el hombre gimió a la vista de él desnudándose, exponiendo su también dolorosa excitación. En ese momento, se dio cuenta que el hechizo recitado por Sev había transformado el escritorio contiguo en un espejo. Con su visión periférica, sólo podía ver el reflejo del rostro del Slytherin. Sus labios estaban abiertos, la lengua fuera, humedeciéndolos, al estar secos por la pesada respiración. Le gustaba ver tal placer en el rostro de Severus, y se acarició al mismo ritmo que su boca hacía una felación al hombre.
Severus tenía que admitirlo, al menos ante si mismo; ésta también era una de sus fantasías: Harry de rodillas en el salón de clase, dándole placer. En el espejo, observó como el joven se acariciaba a sí mismo con entusiasmo. Podría asegurar que el Gryffindor ya estaba muy cerca, mientras su mano aceleraba el movimiento. Un gemido maravilloso vibrando alrededor de su polla, fue todo lo que Severus necesitó para saber que Harry se había corrido. La sensación hizo que él empujara sus caderas, liberándose con fuerza, mientras su chico tragaba hasta la última gota, y él se estremeció ante la sensación. El joven no pudo resistir una última lamida y Sev se estremeció nuevamente, antes de levantarle precipitadamente para un beso salvaje. Poco tiempo después, Harry, junto a Ron y Hermione, se sentaba en su lugar preferido del lago, a observar el amanecer. El cielo, rosa y naranja, no era la única vista que planeaba tener esa tarde.
Severus iba en camino a reunirse con Hagrid, cuando Albus le detuvo en su ruta a la salida del castillo. El mago más joven llevaba el cabello atado y su túnica de cabalgar abierta al frente.
—Ah, Severus, luces espléndido —comentó, refiriéndose al color de las mejillas y el atractivo resplandor—. ¿Tuviste una cabalgata agradable?
—Ahora es que voy a encontrarme con Hagrid —contestó con tranquilidad, y salió a través de las grandes puertas de roble, rumbo a los establos. Severus optó por no aclararle que su color no era debido al azote del viento, sino a la mamada de Harry. ***
Albus esbozó su conocida sonrisa, y se dirigió a buscar algo dulce en las cocinas.
*Ménage à trois : es un término francés para referirse a un acuerdo en el que tres personas establecen las relaciones sexuales ocupando la misma vivienda. En un sentido más informal, la expresión sirve para denominar actividades sexuales en las que participan tres personas concretamente. Draco lo transforma en Ménage à tríos para recalcar lo del trío dorado
**Macnair: el verdugo que trató de ejecutar a Buckbeak
***En el original hay un juego de palabras donde Severus piensa que su color no se debe al windblown (azote del viento) sino a un Harry blown (refiriéndose a blow job, que es una felación) El juego de palabras se pierde con la traducción
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