La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El que rie al último... Capítulo II

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MensajeTema: El que rie al último... Capítulo II   El que rie al último... Capítulo II I_icon_minitimeDom Nov 08, 2009 9:00 am

*

Título: El que ríe al último…

Autor: Undomiel24

Pareja: Severus/Harry

Género: Angst, Drama, Terror.

Clasificación: NC-17

Advertencia: Violencia, Tortura, Muerte de personaje, Tragedia.

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, pertenecen a su autora J. K. Rowling.

Disculpen los horrores de ortografía, no tengo beta.



Quiero agradecer especialmente a Alisevv, quien está dedicando parte de su tiempo en maquinar ideas para esta historia, y que escucha pacientemente mis locuras. Gracias, Ali. ^^





El que ríe al último…




Capítulo II.



Harry se removió sobre las sábanas y se arrebujó contra el cuerpo de su pareja, inhalando profundamente el aroma de su cálida piel. Era increíble la forma en que Severus podía conservar su calor corporal después de haber vivido casi media vida en esas frías mazmorras, más aún, después de haber pasado todo ese tiempo solo, sin nadie que compartiera y brindara esa misma reconfortante sensación.

Abriendo ligeramente los ojos, Harry notó que se encontraba rodeado estrechamente por los brazos de Severus, quien aún seguía sumido en sueños. Con cuidado, alzó su mano y comenzó a delinear con la yema de sus dedos las maduras facciones; siempre le fascinaba sentir lo suave que podía ser la piel de su amante, quien era una persona que podía mostrar tanta dureza y dignidad sin el menor de los esfuerzos. Pero eso nunca pasaba cuando estaban juntos. Con él, Severus era cálido y todo lo cariñoso que podía ser dentro de esas cuatro paredes, sin nadie que les observara con sorpresa o curiosidad. Recordaba la frase que el hombre susurrara en su oído, dos días atrás, diciéndole que no sabía lo mucho que significaba para él. No era necesario que Severus contestara con un “te amo” cada vez que él se lo decía, porque no era algo que su pareja pudiera expresar con tanta facilidad y frecuencia, y él nunca se lo exigiría. Harry prefería que Severus lo hiciera por voluntad propia, cuando se sintiera cómodo con ello.

Arrastró con suavidad sus dedos por el largo y pálido cuello, sonriendo al sentir el ritmo pausado del pulso. Observó con maravilla el contraste de colores que hacían los largos y oscuros cabellos junto a la blanca piel de Severus, lamiéndose ausentemente los labios cuando sus ojos descendieron hasta enfocarse en un rosado pezón. Por más que quiso evitarlo, su instinto le obligó a reclinarse y abrir su boca para lamer tan tentadora protuberancia, y él se permitió el placer.

—Harry…

El muchacho sonrió sobre su bocado, lamiendo y jugando con el suave pezón hasta erguirlo en su totalidad. Un jadeo abandonó los labios del hombre y Harry sintió sus manos enredarse sobre sus siempre revueltos cabellos.

>>¿No tenías que… salir hoy? —preguntó Snape con un jadeo, arqueando ligeramente su espalda cuando el rostro de su pareja comenzó a descender hacia su vientre.

Harry soltó un gemido frustrado y se irguió sobre Severus, sentándose a horcajadas sobre su abdomen.

—Lo había olvidado —sonrió apenado.

—¿Cómo, en nombre de Merlín, pudiste olvidar tu cita cuando te pasaste más de dos semanas recordándomelo cada cinco minutos? —comentó burlonamente.

—La culpa es tuya por distraerme —respondió con indignación, levantándose de la cama para dirigirse al baño.

—Yo estaba muy feliz disfrutando mi muy merecido descanso, hasta que cierta molestia me despertó —dijo, observando la tentadora desnudez de Harry mientras éste buscaba sus gafas.

—Pues tus gemidos no fueron precisamente de protesta. De todos modos, aún tengo una hora para llegar a Las Tres Escobas —expresó el chico de verdes ojos, saliendo de debajo de la cama con sus gafas puestas.

—¿Qué demonios hacían tus gafas debajo de la cama? —preguntó con confusión Severus, pero Harry sólo se encogió de hombros.

—Supongo que anoche estuvimos demasiado ocupados en… otras cosas como para darnos cuenta adónde lanzábamos las cosas —contestó, sonriendo con coquetería.

Severus sólo gruñó y rodó los ojos.

—Anda, date prisa o no alcanzarás a tus amigos.

La sonrisa de Harry fue de nostalgia y tristeza. Se quedó de pie en medio de la habitación, mirando el rostro de Severus, y el hombre supo que en realidad no le miraba a él. Harry estaba pensando en Ron y Hermione.

>>Harry.

—¿Te digo algo? —murmuró el chico, ladeando la cabeza—. La verdad, nunca creí que me separaría de ellos.

Snape se levantó de la cama, mostrando la misma desnudez que Harry, y caminando hasta quedar frente a él. Acarició los cabellos de su pequeño amante y le acercó hacia su cuerpo, abrazándole con cariño y meciéndole ligeramente.

—Sabías que esto algún día pasaría —habló Severus con voz baja y pausada, queriendo asegurarse de que Harry entendiera sus palabras—. Sabías que llegaría el momento cuando ellos quisieran formar una vida y finalmente se alejarían.

—Lo sé —llegó la amortiguada contestación—. Pero aun así es difícil. Ellos siempre estuvieron conmigo, Severus. Y yo creí…

Snape sonrió con comprensión y depositó un beso sobre la cabeza de Harry.

—Creíste que siempre sería igual… Los tres juntos —terminó la oración del muchacho, quien sólo movió la cabeza de forma afirmativa.

Ambos se quedaron en la misma posición, abrazados por un largo tiempo, antes de separarse para alistarse y salir a hacer cada uno sus diligencias.

—Estaré de regreso antes del mediodía, Hermione y Ron partirán a las once —informó Harry mientras caminaban por los pasillos del colegio.

—Quizá para entonces ya esté de regreso en mi oficina. Te estaré esperando —dijo Severus antes de robarle un rápido beso al muchacho y tomar cada uno su camino.



*~*~*



—¡Harry, creímos que no vendrías! —exclamó Hermione mientras le daba un enorme abrazo—. Partiremos en una hora a la estación.

—No podía dejarles ir sin despedirme —besó a la castaña en la mejilla y se giró hacia Ron para darle un abrazo.

Los tres se encontraban en la mesa más apartada de Las Tres Escobas. Estando en pleno inicio de curso escolar, no había estudiantes deambulando por Hogsmeade, y por consiguiente, la taberna se encontraba relativamente vacía en la sección en que se encontraban.

>>Así que finalmente se irán a conocer mundo —continuó Harry una vez que tuvieron sus cervezas de mantequilla.

—Harry… —susurró Hermione, sonrojándose y entristeciendo la mirada—. Si tú quisieras, sabes que podríamos dejarlo y… —se calló, mirando a su amigo negar con la cabeza.

Antes de terminar Hogwarts, los tres habían planeado realizar un viaje para celebrar su graduación. No era simplemente que quisieran conocer lugares alrededor del mundo, como si de turistas se trataran, sino que deseaban recuperar un poco de la juventud que habían tenido que sacrificar al tener que ser partícipes de enfrentamientos y guerras que difícilmente eran obligatorios para alguien de su edad. Sobre todo para Harry. Por supuesto, a los tres les emocionaba mucho poder disfrutar de su juventud, conocer gente y ver lugares diferentes, pero también sabían que el viaje tenía como propósito principal ayudar a que el chico de ojos verdes olvidara todo lo que había tenido que sufrir durante su enfrentamiento contra Voldemort; superar que no tenía padrino, superar que éste había muerto asesinado a manos de una desquiciada que era, o había sido, parte de su propia familia.

Harry tenía que olvidar los sacrificios que había tenido que hacer por el bien del mundo mágico, tanto voluntarios como obligatorios.

Pero ahora, con Severus a su lado, tanto Ron como Hermione sabían que el hombre era aquello que le faltaba a Harry para superar todas esas cosas. Él estaría bien.

—No, Herm, no deben detenerse por mí —aseguró el chico de ojos verdes—. Sé que les dije que iría con ustedes cuando termináramos Hogwarts, pero… —sonrió con tristeza—, bueno, la verdad ahora no me apetece mucho alejarme. Quiero disfrutar con Severus tanto como pueda antes de retomar mis estudios. No podría dejarle aquí e irme con ustedes.

—Lo entendemos, Harry. Es sólo que…

—El viaje no será lo mismo sin ti —interrumpió Ron a su compañera, apoyando una de sus grandes manos sobre el hombro de Harry y dándole un suave apretón.

—No deberían preocuparse, chicos. Mejor disfruten todo lo que puedan, porque cuando regresen, tendrán que lidiar con sus carreras profesionales —dijo, sonriendo ante el gimoteo de Ron y la mirada emocionada de Hermione.

—No puedo esperar a estudiar Leyes —comentó la castaña, entusiasmada ante la perspectiva de conocer los tratados que regían al mundo mágico y sus habitantes, tanto humanos como criaturas—. Y estoy segura que Ron muere por iniciar su preparación como Auror, ¿o no? —dijo, entrecerrando los ojos mientras miraba a su novio.

Ron sólo se encogió de hombros y rodó los ojos, haciendo reír a su amigo.

—Harry, ¿escuchaste la noticia? —murmuró el pelirrojo después que la alegría se calmara. Hermione a su lado frunció el ceño y bajó la mirada a su cerveza.

—¿Qué noticia? —preguntó, recordando que apenas si le había dado tiempo de comer una tostada en el camino. Por supuesto, no había tenido oportunidad de leer el periódico.

Hermione y Ron intercambiaron una discreta mirada antes que la chica se decidiera a hablar.

—El señor Malfoy fue hallado muerto dentro de su mansión.

—¿Muerto? ¿Se suicidó?

—No lo creo, a menos que fuera más retorcido de lo que creíamos —intervino Ron, dando un sorbo a su cerveza.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry. De no ser por la seriedad del tema, hubiera pensado en escupir su cerveza sin recato al soltar una risa amarga. ¿Malfoy más retorcido aún? Imposible.

—No sé mucho más allá de lo que dice El Profeta —siguió el pelirrojo, manteniendo su voz baja—. Papá dice que en el Ministerio están manejando el asunto con la mayor discreción posible para evitar rumores innecesarios. Pero lo que sí sé es que el señor Malfoy fue encontrado muerto en una habitación subterránea de su mansión.

—¿Y cómo saben que no fue suicidio? Fácilmente pudo ahorcarse con una soga, a falta de magia, por ejemplo —dijo Harry.

Al igual que con el antiguo Director de Hogwarts, varios magos habían salido perjudicados en sus niveles mágicos debido al agotamiento producido por la cruenta batalla final, y otros más por las maldiciones de las que habían sido presas. Voldemort mismo había menguado la magia de uno que otro de sus Mortífagos a través de maleficios como pago por sus fallos. Uno de ellos había sido Lucius Malfoy, quien casi había quedado al nivel de un squib. El Señor Tenebroso no perdonaba ni siquiera a sus fieles seguidores, y su poder había crecido tanto que uno o dos Mortífagos menos no habían hecho gran diferencia para él.

—No fue suicidio, Harry —respondió Ron a la pregunta de su amigo—. El señor Malfoy estaba atado y, según papá, presentaba graves signos de tortura, los cuales habían sido causados por sus propios… artilugios —terminó, haciendo una mueca al imaginar la clase de artefactos que pudieron haber usado en el hombre.

Harry frunció el ceño ante la información.

>>Además… —tragó con dificultad—… Draco estaba con él.

—¿También le encontraron muerto? —los ojos verdes se abrieron con sorpresa.

—No, él sólo estaba inconsciente. Pero igual que su padre, tenía signos de tortura. La señora Malfoy fue quien les encontró.

—Debió ser horrible para ella encontrarles —intervino Hermione, aún con la mirada baja—. Francamente, de haber estado en su lugar, no sé qué hubiera hecho.

Harry meditó por unos momentos las palabras de la castaña. Si él hubiera estado en el lugar de Narcissa Malfoy, y hubiera encontrado a Severus muerto, ¿qué hubiera hecho?

Hubiera querido morirme con él”, fue lo único que se le ocurrió.

—Harry —la voz tensa de su amigo le sacó de sus pensamientos—, era importante que te dijera esto antes de partir con Herm. Papá también me dijo que en el Ministerio creen que la persona que le hizo esto a los Malfoy está tras los Mortífagos que quedaron libres después de la guerra.

Ahora, el chico de ojos verdes sintió su corazón paralizarse.

—Ron, ¿no creerás que…? —dijo, sin atreverse a terminar la pregunta.

—No estoy seguro —contestó el pelirrojo, negando también con la cabeza—. Como dije, son sólo suposiciones que tienen en el Ministerio. Pero… creo que tú y Snape deberían permanecer en Hogwarts, al menos hasta que esto se resuelva.



*~*~*
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MensajeTema: Re: El que rie al último... Capítulo II   El que rie al último... Capítulo II I_icon_minitimeDom Nov 08, 2009 9:05 am

*~*~*



—¿Profesor? —llamó Harry desde afuera, y entró al escuchar un suave ‘adelante’ desde el otro lado de la puerta.

La habitación era bastante amplia; iluminada gratamente por los enormes ventanales, Harry pudo apreciar lo pulcra y sencilla que era. Al entrar, lo primero que le recibió fue una pequeña y cómoda sala cercana a la chimenea, la cual se encontraba apagada en esos momentos de la tarde. Las paredes tenían libreros empotrados en ellas, atiborrados de grandes y viejos volúmenes que, en opinión de Harry, habían disfrutado de mejores tiempos. Una pequeña mesa que estaba al lado de uno de esos libreros tenía sobre ella objetos extraños y de diversos tamaños; notó que algunos se movían y otros más, simplemente hacían ruiditos extraños. Harry sonrió ante el recuerdo de la vieja oficina del antiguo Director de Hogwarts.

El sonido de una puerta abriéndose le hizo girar la mirada a su izquierda, observando la alta y delgada figura de Albus Dumbledore de pie frente al umbral de la entrada que parecía dar a su oficina privada.

—Mi muchacho, me preguntaba cuándo vendrías a verme —sonrió con calidez.

—Buenas tardes, Profesor —saludó Harry, caminando hacia el anciano.

Un segundo después, Tonks apareció al lado del antiguo Director.

—¿Qué tal, Harry? —saludó la muchacha con una enorme sonrisa. Giró hacia Dumbledore y se despidió brevemente—. Vendré en un par de días.

—Gracias por todo, Nymphadora —expresó el anciano, observándola marcharse, y después dirigió sus ojos hacia Harry—. Comenzaba a creer que te habías olvidado de este pobre viejo —dijo, caminando hacia el centro de la salita para tomar asiento en un mullido sofá.

—Por supuesto que no, Profesor. Es sólo que le han recomendado mucho reposo y no había querido molestarle —comentó.

—La profesora McGonagall me ha hecho saber que tú y Severus preguntan todos los días por mí. Y te lo agradezco —aseguró Albus, logrando que Harry sonriera tímidamente.

El mayor llamó a un elfo para pedirle un servicio de té. Cuando las tazas estuvieron llenas y los platos atiborrados de dulces, Harry comentó:

—Aún creo que fue mejor lo que le sucedió —al terminar de decirlo, rectificó con rapidez—. Quiero decir, que no tuvo que estar en el campo de batalla. Por supuesto, la maldición del anillo es algo que lamentaremos.

—Te entiendo, Harry. Por desgracia, el efecto que la maldición dejó en mi magia es irreversible. Apenas logro realizar un Lumus con la varita —expresó, alzando su mano derecha y mostrando los vendajes que la cubrían.

A Harry no le pasó desapercibido el tono nostálgico en las palabras, y no pudo evitar que un nudo se albergara en su estómago. Albus Dumbledore había sido el mago más poderoso durante un largo tiempo, el único al que Voldemort había temido realmente. Para muchos, la desesperanza había caído sobre ellos cuando el Director del colegio había quedado incapacitado para la pelea, con su magia mermando cada vez más. La Orden pelearía sin su líder, y la desazón había estado presente durante cada segundo de cada uno de esos oscuros días. Para Harry, todo había pasado tan rápido, que simplemente un día se había despertado en la enfermería con el cuerpo adolorido y exhausto, y Madam Pomfrey le había recibido con la noticia de la caída de Voldemort.

>>Siempre he creído que la magia es una parte muy importante para un mago, forma parte de todo su ser —explicó Albus—. Pero aunque extraño mucho convocar mis caramelos a mitad de la noche sin tener que levantarme de la cama, creo que debo estar agradecido de seguir con vida —dijo, consiguiendo una sonrisa por parte del joven.

—Profesor… —comenzó Harry con un poco más de seriedad—, sabrá…

—Ah, sí —interrumpió con un poco de pesar, y sus ojos abandonaron todo brillo aun cuando se enfocaron en las llamas de la chimenea—. Un suceso lamentable, sin duda, la muerte del señor Malfoy. Más aún, la situación del joven Draco; su madre debe estar devastada y seguramente pasará mucho tiempo con él en San Mungo. No creo que su daño pueda ser reparado.

—Entonces es muy grave —dijo con vacilación; más que una pregunta, era una afirmación.

—Me temo que sí. A causa de la tortura a la que fue sometido, el joven Malfoy ha quedado imposibilitado para hablar. Después de destrozarle la quijada, le cortaron lo que le quedaba de lengua. Además, quien le infligió las heridas, también se aseguró de que no pudiera volver a ver.

Harry permaneció en silencio, e inconscientemente su mano aferró con más fuerza la taza de té que sostenía.

Albus le miró con atención por unos momentos. Sabía que el muchacho no se atrevía a expresar su verdadero sentir respecto a las noticias, principalmente por la imparable belicosidad que había existido entre él y Draco.

>>Lamento no haber podido asistir al funeral del señor Malfoy hace unos días —continuó el anciano con la misma voz apenada y débil—. Narcissa necesitará de todo el apoyo que le puedan brindar, su situación no mejorará nunca. Sólo le queda la resignación —soltó un suspiro y enfocó su mirada de nuevo en Harry—. Tengo entendido que Severus tampoco tuvo oportunidad de ir.

El cuerpo de Harry se tensó al instante y no se atrevió a regresarle la mirada a Dumbledore. Por supuesto que Severus no había asistido al funeral de Malfoy. Ambos sabían que las acciones de Lucius en la guerra siempre se habían mantenido inclinadas a los ideales de Voldemort, y nunca se había mostrado arrepentido, ni siquiera por el bien de Draco. Sin contar cosas mucho más graves y…

>>¿Harry? —dijo tentativamente el antiguo Director, sacándole de sus pensamientos.

Los ojos verdes por fin decidieron mirar al anciano, pero estaban tan opacos que Albus frunció el ceño.

—Profesor, la verdad, no quisiera hablar respecto a los Malfoy, nunca fui cercano a ellos y lo que conocí de esa familia fueron puras cosas malas —expresó sombríamente, y su mente viajó fugazmente a los recuerdos de su quinto curso y la batalla en el departamento de Misterios, durante la cual había perdido a Sirius, su única familia.

—Entiendo, Harry —concordó el anciano, y durante el resto de la tarde decidió tocar temas menos tensos para ambos.



*~*~*




Una suave y distraída caricia en su cabeza fue suficiente para sacar a Harry de su profundo sueño. Los dedos de Severus se enredaban ligeramente en su maraña de negros cabellos mientras con la otra mano sostenía frente a sus ojos El Profeta. Las facciones del hombre lucían su típica expresión seria y reservada, mientras sus oscuros ojos se movían ávidamente por la plana del diario. De forma esporádica, la mano que acariciaba a Harry se detenía por unos segundos, acompañada del ceño fruncido de Snape y un audible bufido, antes de reanudar las caricias. Harry sonrió. Se atrevió a pensar que Severus quizá ni estuviese consciente de su mano deslizándose por su cabeza, rozando con gentileza la piel de su nuca y frotando cariñosamente el lóbulo de su oreja por momentos.

Después de varios minutos, Snape bajó el diario y se recargó contra la cabecera de la cama, cerrando los ojos.

—¿Sucede algo? —preguntó Harry, no resistiendo la curiosidad.

Los negros ojos se enfocaron con rapidez sobre él.

—Creí que seguirías dormido por un par de horas más. Aún es muy temprano —dijo por toda contestación, dejando El Profeta sobre la mesita de noche.

Harry desvió sus ojos hacia el diario, y aunque sin sus gafas le fue imposible alcanzar a leer ni siquiera el encabezado, pudo distinguir la imagen de Lucius Malfoy en la página. Snape se dio cuenta del escrutinio y explicó:

>>Al parecer, no han encontrado al asesino. Han pasado varios días ya, y siguen sin tener pistas del responsable —extendió su mano y acarició el ceño fruncido de Harry—. ¿Qué te sucede?

—Nada —contestó, inclinándose hacia el toque y cerrando los ojos; su mente vagó hacia las palabras que le dijera Ron varios días atrás, sobre mantenerse dentro de Hogwarts por precaución.

—No frunces el ceño por nada, Harry. Dime lo que te incomoda —insistió, acercando al muchacho hasta su pecho y rodeándole con los brazos.

Harry dejó escapar un pesado suspiro antes de arrebujarse contra el cuerpo de Snape, acomodando su rostro en el hueco de su cuello y cerrando los ojos mientras hablaba.

—Antes de partir, Ron me dijo que en el Ministerio tenían la sospecha de que el asesino estaba tras los Mortífagos que quedaban libres. Todos sabemos que tus lealtades se concretaron años atrás, y que Dumbledore limpió tu nombre frente al Wizengamot cuando yo apenas era un bebé… pero creo que sería mejor que no salieras del colegio —dijo con determinación.

Severus obvió la falta de formalidad de Harry para dirigirse a Albus y optó por guardar silencio durante unos segundos.

>>No quiero que salgas al peligro —susurró casi imperceptiblemente el joven de ojos verdes.

Snape respiró con profundidad, entendiendo el contexto implícito en esa petición. Harry temía más que nada perderle al igual como había perdido a mucha gente amada por él en el pasado, y por eso sabía que sus temores eran totalmente justificables.

—No deberías preocuparte por esas nimiedades. Parece ser que lo de Lucius fue un ajuste de cuentas personal, que por desgracia, también recayó en Draco. Han pasado varios días y dudo que esto pueda continuar.

—Aun así, me sentiré más tranquilo si te quedas aquí, en el colegio —rebatió con testarudez, enderezándose sobre el regazo de Severus.

—Harry, escúchame…

—No, Severus, tú escúchame —pidió, atrayendo por completo la atención del otro—. No quiero que corras riesgos innecesarios, aún no atrapan al culpable y…

—Harry, no puedes prohibirme eso, hay salidas a Hogsmeade los fines de semana, y no puedo faltar a mis obligaciones por tu temor. Sabes que puedo defenderme perfectamente —aseguró con suma seriedad.

El muchacho bajó la mirada, sintiéndose impotente. Las palabras de Severus, aunque duras, eran totalmente ciertas. Ante todo, Severus tenía obligaciones que atender y no podía dejarlas de lado simplemente por sus miedos.

Las manos del Profesor le volvieron a recostar contra su pecho, vagando suavemente por su cuerpo, y a pesar de que acababa de despertar, Harry se sintió adormilado por las ligeras caricias.

—Cuando tus amigos regresen, me encargaré de que te distraigan lo suficiente como para mantener tu mente alejada de asuntos irrelevantes —escuchó la sensual voz sobre su oído, haciéndole estremecer.

—Ron y Herm regresarán dentro de mucho. El viaje lo tienen planeado para dos meses —dijo con voz suave—. Y con un poco de suerte, se extenderá hasta el Año Nuevo.

—Pudiste haber ido con ellos —murmuró Snape tentativamente, sin detener sus caricias.

—No, así fue mejor. Ellos también necesitan un tiempo a solas, y recuperarse —Harry sabía lo mucho que sus dos amigos necesitaban sanar las heridas dejadas por las pérdidas de la guerra, principalmente Ron. Estaba seguro que Hermione le ayudaría a superar la muerte que había devastado a los Weasley. Todos extrañarían a Fred.

Harry se quedó recostado contra Severus, escuchando el calmado palpitar de su corazón, sintiéndose arrullado por tan bello sonido… un sonido que le aseguraba ante todo que su pareja estaba viva, con él.

—¿Harry?

Los verdes ojos se abrieron apenas lo suficiente, tratando de poner toda su atención en la voz de Severus.

>>Antes de retomar tus estudios… —siguió el mayor, con un tinte de vacilación—, ¿te gustaría viajar a algún lado?

Eso fue suficiente para que despertara por completo. ¿Severus le estaba pidiendo viajar juntos? Miró con fijeza el maduro rostro, observando con atención su semblante.

Desde siempre, Snape había demostrado ser una persona sumamente retraída, amante de la tranquilidad y el silencio. A pesar de convivir la mayor parte del año con colegas, y de estar rodeado de niños y jóvenes, el adusto Profesor muy rara vez pasaba tiempo de ocio conviviendo con alguien más; ni siquiera estaba seguro que a Severus realmente le gustara viajar, fácilmente podría estar ofreciendo el viaje sólo para alegrarle, dejando de lado sus propias necesidades y comodidades.

—¿De verdad? ¿Harías un viaje conmigo? —preguntó Harry, sin poder ocultar su sorpresa.

—Por supuesto que sí. Podríamos hacerlo durante las Fiestas Navideñas, o si lo prefieres, las vacaciones de verano también funcionarían para eso —sugirió, curvando las esquinas de su boca—. ¿Qué te parece?

Para Harry, la pregunta sobraba. La simple idea de poder explorar mundo, conocer lugares que jamás se habría imaginado poder disfrutar, era algo que le llenaba por completo. De lo único que tendría que preocuparse, sería de escoger el destino que le seguiría al anterior, del tiempo que invertirían en cada lugar que visitaran. ¿El Mediterráneo? ¿El Caribe? ¿El Oriente, quizá?

Escaso de palabras, Harry sólo pudo lograr asentir con la cabeza, abrumado por la perspectiva de alejarse con Severus por un tiempo. Tener juntos su propio momento para sanar heridas.



*~*~*




El chirrido de la puerta fue tan sutil, que ni el más atento de los vigilantes habría podido distinguirlo entre la quietud de la noche, y con el mismo cuidado el pasador fue nuevamente colocado en su lugar. La oscura figura caminó con lentitud y sigilo, cubierto por su capa de los pies a la cabeza. Un tenue rayo de luna iluminó su silueta al pasar frente a la ventana, reflejando su luz sobre el brillante metal de la daga atada a la cintura del extraño.

Las penumbras ayudaron a que pasara desapercibido, pues ni siquiera había velas encendidas en la habitación. Sin embargo, la persona que buscaba se encontraba descansando más allá, detrás de una lejana puerta de roble. Dirigiéndose hacia su destino, atravesó el umbral con la misma facilidad que el anterior, sin prestar la menor atención a los alrededores; su vista estaba totalmente fija en la figura que reposaba en la cama. Ahora, con el cambio de escenario, el intruso vio su sombra proyectarse en las paredes de piedra, consecuencia de las llamas que refulgían en la chimenea de la alcoba.

Sin perder el tiempo, pues éste le era muy preciado, llevó su mano derecha hacia su cadera, del lado en el que la daga se encontraba sujeta con firmeza. La tomó con sumo cuidado, observando fugazmente sus detalles escrupulosamente labrados.

Y después, no se detuvo en comenzar a bañarla en sangre.



*~*~*
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MensajeTema: Re: El que rie al último... Capítulo II   El que rie al último... Capítulo II I_icon_minitimeVie Nov 11, 2011 8:03 pm

ahhhhhhhh dioss que pasara no porfavor no que no sea severus......ahh tengo miedo woah me encantoo.....me puso en suspenso porfa sube sube mas...n_n


harry



sev
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MensajeTema: Re: El que rie al último... Capítulo II   El que rie al último... Capítulo II I_icon_minitime

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