Majo-san Vencedor de Voldemort
Cantidad de envíos : 3224 Fecha de nacimiento : 21/01/1986 Edad : 38 Localización : chilena Galeones Snarry : 102292 Fecha de inscripción : 22/06/2009
| Tema: She is only my princess. Capitulo 1 Vie Jul 30, 2010 6:06 pm | |
| She is only my princess
Resumen: Harry huyó del lugar que una vez llamó su hogar, por que ahora tenía algo más importante por lo que luchar. Algo que dejaba la guerra contra Voldemort en un plano completamente diferente. Tuvieron que pasar ocho años para que un incidente lo hiciera volver y con él, su mas preciada misión. Salvar a su hija de las manos de todo el mundo.
Respuesta al reto: Ocho años sin ti. De la mazmorra Snarry
Disclaimers: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, son propiedad de J. K. Rowling.
Pareja: Severus Snape y Harry Potter
Advertencias: AU (el 6° y 7° libro simplemente no existieron) / M-preg (embarazo masculino) Chan / Lemon.
Categoría: Angustia / Romance /Drama
Clasificación: NC-17
Simbología: Letras en cursiva: recuerdos
1° capitulo
Harry corría a través de un oscuro pasillo, hasta aparecer en los jardines del colegio. Llegó a las inmediaciones del bosque prohibido y se refugió en el, sin mirar atrás, tratando de que sus pies le dieran para poder llegar lo mas lejos posible. Las alarmas de los campos de protección se escucharon en todas partes, obviamente lo encontrarían en cosa de minutos, pero tenía que huir. No podía permitir que él, que ese hombre, aquel a que tanto amo y le había destruido como se sentía ahora, le encontrara. Sacó su varita y apuntó a la barrera echándolas por tierra en cuestión de segundos. Se dirigió a lo mas hondo y desapareció entre las ramas. Aun podía escuchar las voces de las personas que se acercaban cada vez más rápido. Harry miraba con terror hacía el colegio. Tenía que huir, tenía que dejar ese lugar lo antes posible, tenía que hacerlo por él. Por el bebé que llevaba en su vientre.
Se despertó traspirando y con la respiración agitada. Nuevamente los recuerdos de su pasado venían a perturbar sus sueños y le impedían descansar por las noches. Se levantó y fue hasta la pequeña cocina que había en el lugar. Se sirvió un vaso de agua y apoyó las manos en el lava platos, tratando de borrar las imágenes de su mente y que terminaban de clavar su alma como cada noche. No quería seguir pensando en lo que estaba pasando con el mundo exterior. Si bien muchos habían estado a su lado a lo largo de sus años en Hogwarts. Fueron precisamente esas personas las que habían arruinado su vida. Ahora ya nada le importaba. No sabía si Voldemort había acabado con el mundo mágico o si el lado de “la luz” había derrocado el mal del mundo de los magos. Solamente se enteraba de lo mínimo… él tenía magia… la magia aun vivía. Caminó a través de la pequeñísima sala que no tenía más que un sillón para dos personas y una mesa de centro. Habría tenido mejores cosas, pero esas las dejaba para la habitación más importante de su pequeña casa. Caminó un par de metro para poder abrir la puesta y mirar adentro con cuidado de no despertar a la dueña de esa habitación. Su bebé dormía ahí, su rostro angelical enmarcado por el cabello que caía hacia el lado y se esparramaba en la almohada. Era tan linda. Tenía el cabello rojo (recuerdo permanente de su abuela) y sus ojitos negros, ahora imposibles de apreciar por el sueño en el que estaba sumergida. Adentro de la habitación no solo había una cama de una plaza. En la cual la niña de siete años dormía, quedaba en medio y con demasiado espacio por todos lados. Al lado de la cama, una mesita de noche con una luz nocturna que no se apagaba en toda la noche. En una esquina un poco mas alejada, se encontraba una cómoda la cual estaba repleta de ropas de niña y a su lado un escritorio con una gran cantidad de libros, cuadernos y lápices de múltiples colores. La habitación tenía de todo lo que a niña pudiera precisar, completamente diferente a todo lo que había en el resto de la casa. Salió de la habitación y se metió a la suya, mirándola en medio de la oscuridad. Quizás no sería malo agregarle algo más, para que ocupara un poco más el espacio que dejaba la cama de una plaza y la cómoda que había en la habitación como únicos muebles. Sus pies lo guiaron a la ventana y desde ella pudo apreciar la montaña nevada que había a la distancia, pero que no era lo suficientemente lejos como para poder ir a ella caminando por unos cuantos minutos. El sol comenzaba a salir poco a poco entre las nubes y tenía claro que no volvería a dormir, por lo cual se acostó y se cubrió hasta el cuello. Haciéndose el dormido para lo que sucedería en unos segundos. Los pasos queditos se aproximaron a la pieza y por ella apareció la niña de la casa. Su pijamita de princesa de un cuento muggle le quedaba un poco grande y su cabellito revuelto por los movimientos de la noche. Se acercó a la cama y levantó las sabanas por un lado para meterse a gatas por ahí llegó hasta su destino… los brazos de su papi. — ¿Estas despierto, papi? — Preguntó con su voz dulcerita como la miel. Harry no respondió, solo la aferró más en su abrazó, oliendo su aroma a bebé que aun permanecía en la niña. La muchachita no dijo nada más, solo se acurrucó un poco más y se volvió a dormir entre los protectores brazos que la rodeaban, los únicos que había conocido desde que nació. Harry abrió los ojos y la vio dormir. Recorrió con su mano su mejilla y la acarició con adoración, mientras una sonrisa adornaba su rostro. Sonrisa que solo aparecía con la princesa que descansaba en sus brazos. La amaba más que a su propia vida y aun podía recordar cuan terrible fue su nacimiento.
Había pasado un tiempo prudente y por fin decidió salir del país, por medios muggle, pagados por el dinero que sacó de su cuenta en Gringotts. Estaba consiente de que había sacado poco mas de la mitad de su fortuna y pese a la cara que le había puesto en duende que lo atendió, comprendió que no diría nada sobre sus cuentas, que desde ese momento se volvían privadas e intransferibles a nadie que no fuera un Potter. Luego de salir del banco se dirigió a uno muggle, donde con un glamour cambio su color de ojos y cabellos, agregándole un poco de edad a su aspecto y a la cedula de identidad falsa que presentó. Solo bastó un pequeño hechizo confundidor para que la ejecutiva bancaria no hiciera mayores preguntas y que le diera una chequera y tarjetas bancarias que le servirían para girar dinero desde la cuenta millonaria de la cual ahora podía utilizar. Tomó un avión a Rusia y se quedó ahí por cerca de tres meses, cambiando cortantemente de lugar y tratando de ocultar lo mejor posible su embarazo. Había pasado un tiempo viajando de aquí para allá, hasta que los Alpes Suizos fueron su mejor opción. Una hermosa cabaña, aunque pequeña, con living-comedor-cocina y dos habitaciones mas un baño. Se encontraba lo suficientemente alejado de cualquier tipo de existencia, pero con un pueblo cerca para poder proveerse de alimentos y útiles de aseo necesarios para su subsistencia. Ahora tenía cerca de nueve meces y lo mas difícil de su vida empezaba a cobrarle la cuenta. Solo bastó la primera contracción, para que él se pudiera manos a la obra para preparar todo. No había hecho magia en todo ese tiempo, precisamente para que nadie lo encontrara por ello, pero ahora la necesitarla inevitablemente. Fue hasta el baño y conjuró una tina en el reducido espacio, lo suficientemente grande para que pudiera caber cómodamente y la llenó mágicamente con agua caliente. Se metió en ella, esperando que lo inevitable pasara. Había estado viendo programas médicos por televisión y en ellos busco la mejor forma de traer al mundo a su bebé y la que más le parecía había sido que naciera en el agua. Tenía que hacerlo solo y por nada del mundo permitir que algo le pasara a su bebé. Tuvo que aguantar cerca de cinco horas de constantes dolores, aunando las contracciones y el mal estado de su propio cuerpo. — Vamos, bebé — decía al tiempo en que pujaba y sentía como su cuerpo se abría — solo un poco mas y estarás conmigo. Pujó hasta no poder más y cuando creyó que todo había sido en vano, algo se deslizó entre sus piernas y eso lo impulsó a no respirar, tratar de extender su propio cuerpo más de lo que podía y dejar salir a su bebé de su cuerpo. No pasaron más de unos segundos en los que dejó de sentir cualquier tipo de dolor y la desesperación hizo mella en él. Metió las manos entre sus piernas y agarró el bustito que no dejaba de moverse. Con un Diffindo cortó el cordón umbilical. Tomó el bebé en brazos y no hizo falta nalgada ni nada para estimularlo. Comenzó a llorar enseguida.
— ¿Aun duermes, papi? — Preguntó su hija a un lado.
— No princesa — besó su frente con amor y la estrechó más fuerte entre sus brazos.
Se levantó y ayudó a la pequeña a hacer lo mismo. Luego de bañarla y vestirla se dirigieron al comedor donde le preparó un tazón de leche con cereales de fruta, tal como a su hija le gustaba. Miró el reloj y se dio cuenta de que ya pasaban de las ocho, por lo que se apresuró y se encaminó a su dormitorio para darse un baño y cambiarse de ropa. — Papi, se nos hace tarde — le dijo la niñas desde la sala. — ¡Ya voy Alex! —Gritó desde su habitación, mientras terminaba de ponerse una chaqueta. Pasó por la habitación de la niña y tomó el pequeño bolso que descansaba sobre la cómoda — ¿Estas lista, princesa? — Si papi — le dijo levantando las manos para que le pusiera la chaqueta que traía en las manos y el bolsito que contenía unos cuantos juguetes. — Bien. Es hora de irnos — tomó a la niña de la mano y salió con ella de la casa y cerraba la puerta con llave. Caminaron un par de pasos hasta llegar al lado de un auto azul, nada extravagante, con dos asientos y de color verde musgo — adelante — le dijo abriendo la puerta y haciendo una reverencia exagerada, para luego dar la vuelta y sentarse en el lado del piloto — espero que te portes bien hoy, Alex. — Si papi, te prometo que me comporto — su sonrisa limpia logro sacarle una nueva sonrisa a Harry. Harry manejó por cerca de media hora hasta que se detuvo en el pequeño pueblo a las faldas de las montañas. Un par de padres con sus hijos se dirigían al único colegio que había en el lugar. Se bajó del auto y se dio la vuelta para dejar salir a su hija y tomarla de la mano para ir a la entrada. En un principio se la pensó muchas veces antes de decidirse a inscribir a la niña en un jardín de infantes, pero no podía cegarse a la realidad. Él no podía educarla tan bien como los docentes podían hacerlo. Así que, pese a su terror, iba cada mañana desde hace tres años y la dejaba ahí. Ya estaba cursando su tercer año de enseñanza básica. — Hola Alexandra — saludó una mujer parada en la entrada, que recibía a los niños del colegio — buenos días señor Pitts. — Bueno días, maestra — le saludó y luego se agachó al lado de su hija y le dio un beso en la mejilla — pórtate bien, Alex. — Si, papi — le dijo rodando los ojos. Sin notar lo estremecedor que era ese gesto para su papá — me porto bien — le dio un beso de vuelta y se entró. — Nos vemos a la hora de la salida, señor Pitts — le dijo coqueta. — Adiós — se fue sin darle importancia a la mujer. Harry había tenido que transformar un poco su apariencia, más que nada para que no lo reconociera nadie con una foto de Harry Potter en la mano. Su cabello castaño, largo y liso hasta los hombros y los ojos negros. Lo trasformaban en Dante Pitts, padre viudo de una niña de ocho años. Alexandra Pitts. Claro que Harry tenía solo palabras, papeles falsos y certificados erróneos, por que no había registrado nunca a la niña y de hacerlo tendría que presentar sus papeles y con ellos, su ubicación se vería descubierta inmediatamente por el ministerio de magia. Sin importar quien haya ganado la guerra. No se podía arriesgar. Se encaminó a su casa. Todo el mundo creía que era escritor y prefería dejarlo así, la vida bohemia y sin ataduras empresariales, le daba la mascara perfecta para no tener que hablar de su vida en nada. Le dolía. Claro que le dolía. Su propia hija creía que su nombre era Dante. No podía arriesgarse a que la pequeña dijera su nombre en un momento de descuido. Por lo que su hija solo sabía de él lo mínimo. Que era su papá, que no tenían a nadie mas en el mundo y que la amaba por sobre todas las cosas del mundo. El auto de repente se detuvo, el marcador de gasolina anunciaba que no le quedaba nada y le extrañó. Había cargado la noche anterior cuando fue con Alex a comer al pueblo. Descendió del auto y se dio cuenta que había dejado una línea de gasolina a su paso. — ¡Demonios! — Obviamente el tanque de gasolina tenía una fuga y por ello se había quedado en pana. Estaba por empezar a despotricar en contra del auto, cuando una descarga lo recorrió por completo. Analizó rápidamente las posibilidades y solamente le quedaba una cosa. >>— Alex tuvo un accidente mágico. Miró a su alrededor y se fijó que no hubiera nadie, sacó su varita de la guantera del auto y se dirigió rápidamente al colegio. No podía llamar la atención más de lo que seguramente su hija ya la había llamado. No podía aparecerse, eso sería lo que terminaría por delatarlo, así que solamente corrió y cuando dobló la última esquina se dio cuenta de que algo terrible podría haber pasado… el colegio no estaba. Miró para todos lados. La angustia comenzaba a consumirlo, sintió ruidos y risas provenientes de la nada. Miró a donde debía de estar el lugar y trató de acercarse. No podía. Un campo de energía. Respiró tranquilo por un par de segundos, para luego sacar su varita y apuntar el colegio para empezar a reventar cada una de las barreras que había en el lugar. Cuando la ultima de ellas cayó, pudo ver por fin el colegio, al parecer no había pasado nada con la gente adentro y al parecer, ningún muggle lo había notado. Solo esperaba que el ministerio de magia sueco, tampoco lo hubiera notado. — ¿Necesita algo? — Preguntó el auxiliar que cuidaba la entrada y que miraba con curiosidad la varita que aun sostenía en la mano — ¿Señor Pitts? — Disculpe, necesito retirar a mi hija — vio como el hombre asentía y le habría la puerta para entrar rápidamente hasta la dirección del colegio. Cuando llegó ahí la directora iba saliendo y lo vio cercarse — disculpe directora, pero necesito retirar a Alexandra… ocurrió una emergencia y debemos viajar inmediatamente. — Claro, señor Pitts. Espero que no sea demasiado grave — le dijo la mujer, con voz preocupada. — No se preocupe, es urgente, pero no grave — le dijo tranquilizándola, mejor así, para que no siguiera preguntando. — Me alegro. Por favor, espere en la oficina y yo iré por Alexandra — le dijo abriendo la puerta — vengo en un segundo. Harry no fue capas de sentarse, solo daba vueltas de un lado para el otro, pensando en como podía salir rápidamente del país, sin llamar demasiado la atención. No se iba arriesgar a quedarse en ese lugar y que alguien del mundo mágico se enterara de su estadía y mas importante… de la existencia de su hija. — Aquí estamos, señor Pitts — dijo la directora, entrando con una llorosa Alexandra — no saben lo que le ocurrió, solo se puso a llorar de un momento al otro. — No se preocupe — le dijo Harry agachándose a la altura de la niña — no hay problema, bonita. Todo estará bien — le dijo abrazándola — con su permiso — le dijo dirigiéndose a la puerta. — Espere un segundo, señor — le dijo la mujer — aun tiene que firmar la salida y… Harry dejó de ponerle atención a la mujer, en el momento en que sintió la presencia de magos alrededor… apariciones, por los menos cuatro. — Lo lamento — dijo mirándola y saliendo del lugar con la niña en brazos. Harry corrió en dirección opuesta a la salida, mientras abrazaba a su hija y esta escondía su rostro en el cuello de su padre. Llegaron al jardín trasero y por primera vez en los últimos ocho años, huso magia con su hija… se apareció. Al llegar a la casa la niña se desmayó en sus brazos. >>— Vamos preciosa, no me hagas esto — le dijo moviéndola un poco y dándole golpecitos en la mejilla — ¡Por Merlín, Alexandra, reacciona! — Ya estaba empezando a descontrolarse, pero la pequeña empezó a moverse en su abrazo — Oh gracias, gracias — le dijo besándola por toda la cara. — ¿Papi? — Le dijo abriendo sus ojitos — ¿Qué pasó? — Indagó mirando al rededor, viendo su casa. — ¿Cómo te sientes? — Le examinó por todos lados — ¿Te duele algo? — Duele mi guatita. — Es normal pequeña — le dijo besándola en la frente — ahora quiero que me escuches muy bien — la miró a los ojos y se puso serio — quiero que vallas a tu habitación y guardes en una mochila grande toda tu ropa que te guste y no salgas de ahí hasta que yo vaya por ti. — Pero papi… — Has lo que te digo, Alexandra — su voz sonó autoritaria y fue precisamente lo que necesitó la pequeña para hacer caso. Harry caminó rápidamente a su habitación y sacó lo necesario para realizar el viaje. Algo de ropa y sus documentos, la mayoría de ellos falsos y un el dinero que tenía en efectivo. Tomó su maleta y fue a la habitación de su hija. Abrió la puerta y la vio tomando un bolso que le quedaba más grande de lo que era su altura. Obviamente su hija tenía demasiadas cosas que le gustaban. Se agachó a su lado y la abrazó. >>— Tengo algo importante que decirte Alex, pero esperaremos a estar a salvo. Tendremos que irnos de casa por un tiempo. — ¿Pasa algo malo, papi? Su voz quedita le removió el alma. ¿Cómo pudo ese hombre hacerles tanto daño, hasta el punto de que su hija tuviera miedo por algo tan básico como lo es un viaje? ¿Cómo no pudo ver que este pedacito de sol que tenía frente a él, era más importante que cualquier lealtad? — No te preocupes, tesoro mío — la besó en la frente y susurró un desmayo. La niña cayó enseguida en sus brazos y la acomodó en la cama — te prometo que no durara mucho. Tomó sus cosas y las de las niñas, para empequeñecerlas y guardarlas en los bolsillos de su chaqueta. Se acercó a la cama y tomó a su hija en brazos para salir de la casa. La vio por última vez. Y se dio cuenta de todo lo que había vivido en ella.
— Papá. Harry miró impresionado a la niña que estaba en la cama y se acercó corriendo. Dejando olvidada las cosas para la cena que estaba preparando. — ¿Qué dijiste, princesa? — No podía creer que pasara eso. — ¡Papá! — chilló emocionada. — ¡Lo dijiste, lo dijiste! — La tomó en brazos y se dio cuenta que la niña parecía feliz de que lo hiciera — así que me llamaste papá, para que le tomara en brazos ¿Verdad? — ¡Papá! — Oh, mi pequeña — le dijo besándola por toda la cara — te amo, mi vida, te amo.
No podía creer que no volvería a despertar ahí. Cerró la puerta y le hecho llave. Quizás en algún momento pudieran regresar. Se volteo, pero se quedó impresionado de lo que veía. Había por lo menos diez personas frente a él. Retrocedió instintivamente al verlos fijamente. No reconocía a nadie, pero sabía perfectamente lo que eran. Magos. — Dante Pitts, supongo — le dijo el hombre alto y fornido que estaba al frente de los demás. — Si, soy yo — les dijo parándose derecho, tratando de encontrar una salida — ahora voy de salida, si me permiten… — ¿Quién es en realidad? — Le interrogó una mujer atrás del primer hombre — no hay ningún Dante Pitts que este viviendo en Suiza en estos momentos. Harry se llenó de pánico y no encontraba salida. Temía por la vida de su hija, pero realmente no sabía que hacer. — Hemos recibido reportes desde todas partes del mundo sobre un hombre de su edad, pero no así de su apariencia, que es buscado por un hombre llamado Albus Dumbledore. Harry retrocedió y fue lo único que necesitaron esas personas para acercarse con intenciones de atraparlo, pero Harry no se dejaría. Cerró los ojos y trató de aparecerse lo más lejos que pudiera. No fue una gran distancia, por lo que se volvió a concentrar, desapareciendo en el mismo momento en que otro llegaba por él. — Reporten a Londres. Encontramos a Harry Potter y no esta solo.
Continuará…
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