alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 23. Té y pasteles Miér Ago 05, 2009 11:32 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 23Té y pasteles El haber impresionado a Albus, ciertamente, debería haber sido entretenido, pero Severus estaba demasiado disgustado con la situación como para disfrutar la vista ante él. Bueno, quizás no tan disgustado.
Después del impacto inicial, Albus tomó conciencia del líquido caliente que goteaba sobre su túnica. Con un giro de varita, su escritorio quedó limpio; hechizos de lavado y secado fueron lanzados sobre su túnica para eliminar el té caliente.
Albus se sentó, pensativo. En el pasado, había tomado malas decisiones respecto a Harry; además, había guiado al chico en diferentes direcciones, pensando que era lo mejor. Muchas de ellas habían sido por su bien, pero luego de mucho pensarlo, y una sesión de terapia a la que había asistido con Harry y su consejero, había aceptado ser más abierto con el Gryffindor. Debería evitar mantener en secreto las cosas que afectaran directamente al muchacho. Se hizo una promesa de que ya no manipularía las circunstancias para cambiar grandes eventos de su vida a sus espaldas. Seguro, siempre podría divertirse un poco con algunas cosillas. Después de todo, con la edad llega el conocimiento. ¿Por qué no podía entretenerse un poco ayudando a la gente que le importaba? Lo de las fresas había resultado bastante bien. Pero en las cosas grandes, debía permitir que el chico viviera, y viviera con sus decisiones. Pero aquí estaba, habiendo organizado esas vacaciones que marcaron un hito en la vida de Harry. Claramente, había manipulado la situación del joven. Había roto su promesa.
Con el viento a su favor, Severus se sentó en una silla tapizada, ubicada frente al escritorio del Director. Sus largos dedos frotaron el puente de su nariz. Esperó a que el anciano dijera algo, lo que fuera.
—¿Su virginidad?
Sev bajó la cabeza, asintiendo ligeramente.
>>La cuarta etapa de una relación puede haber cambiado un poco desde el mil ochocientos, cuando yo era adolescente, pero si piensas que he podido pasar cincuenta años rodeado de jovencitos y no saber cómo se comportan, estás en un error, Severus— expresó, antes de conjurar un nuevo servicio de té—. Pensé que sólo una semana de tiempo, además del hecho que serían presentados la primera noche, sería suficiente para evitar una situación como ésta.
—De lo que recuerdo, las presentaciones fueron retrasadas –declaró Severus secamente. Esa primera noche, ya había besado a Harry antes de la cena.
—Retrasadas, sí, ¿pero cuánto? A lo sumo, una hora o dos. Siempre tuve la impresión de que el señor Potter era muy cuidadoso acerca de con quién pasaba su tiempo. Tú eras un extraño, después de todo.
—¿Se te ocurrió que puede que actuara de ese modo porque no le gustaban las chicas? —movió su mano—. ¿Y yo qué? Él pudo ser cuidadoso conmigo, si yo no lo hubiera presionado —el Director alzó una ceja ante la última parte—. Aparentemente, no te das cuenta que el famoso Harry Potter es muy activo.
—Severus, por favor, dime que tú no… antes que yo tuviera oportunidad de presentar al personal.
—No, fue varios días más tarde, cuando yo me aparte y me enfurruñé cuando él rehusó mis avances —el hombre puso los ojos en blanco ante el recuerdo de sus propias acciones—. En su equivocado intento por hacerme sentir mejor, me dijo todas las cosas heroicas que yo había hecho en el pasado. Fue entonces cuando me di cuenta de que maravilloso hombre era yo —declaró, con la voz llena de sarcasmo—. Sinceramente, Albus. Me quitaste mis malos recuerdos, convirtiéndome en un adolescente, ¿qué otra cosa quedaba además de hormonas alborotadas y quidditch? Ahora, él quiere conocerme mejor, como si ése fuera yo. En absoluto.
—¿Qué supones que le gustaría a Harry si se quitara la amenaza de Voldemort y las otras presiones sobre su vida? De lejos, lo mismo que tú, sospecho. Ya viste cómo se relajó esa semana, sin Slytherins ni otros estudiantes alrededor, aparte de Ronald. Durante esas vacaciones estuvo tan relajado como tú. Creo que Harry te conoce más de lo que te gustaría admitir, Severus.
—Yo crecí con las presiones de la vida y los efectos de la guerra. Claro, pude haber sido así, pero no lo soy. Soy el producto de un medio ambiente muy diferente.
—¿Y piensas que Harry no ve eso? ¿Qué el hecho de que actúes como un adulto cambiará sus sentimientos por ti?
—Estás muy calmado sobre esto, Albus. Bueno… —miró el escritorio donde se había estrellado la taza de té —, relativamente calmado. Deberías estar maldiciéndome.
El anciano notó el cambio de tema, pero no comentó al respecto.
—Sabes perfectamente bien que no puedo maldecirte, Severus —suspiró y le entregó una taza de té—. Yo he sabido desde años atrás, cuando te ofrecí el puesto de Profesor, que no podría maldecirte, y a cambio tú no podrías abandonarme, al menos no de momento.
—No si quiero vivir — bromeó Snape. Albus frunció el ceño.
Severus había bromeado, pero el anciano sabía que él era uno de los pocos, sino el único, Mortífago que mantenía una posición que requería que estuviera disponible día y noche. Esto significaba que podía ser llamado, pero mayormente involucraba la necesidad de preparar pociones. Si Snape le abandonara o fuera maldecido, su lealtad sería cuestionada.
—Ni una vez me has dado razones para arrepentirme de mis decisiones en lo que respecta a tu posición. En todos estos años, ni una sola vez has tomado ventaja de nuestro arreglo —declaró Albus. El profesor de Pociones asintió y sorbió su té—. Severus, sabes que me preocupo por ti tanto como por mi mismo, y al igual que tú, Harry tiene un lugar muy especial en mi corazón —esto era difícil para el anciano. Tenía la fuerte necesidad de protegerlos a ambos, pero tenía que descubrir de qué o de quién debía protegerlos—. Necesito asegurarme de algunas cosas, Severus.
—Supuse que lo harías —el rostro del hombre estaba nuevamente inexpresivo, preparándose mentalmente para las preguntas que sabía que seguirían.
—Dices que lo presionaste antes que él supiera quién eras. ¿Cuál fue su reacción ante tus avances?
Severus permaneció quieto por un momento; ya había repasado esa escena en su cabeza una docena de veces en los pasados días.
—Fue amigable, ligeramente reservado —recordó como el chico se puso fuera de su alcance ese primer día en la hierba. Esto le hizo pesar que, para ser un adolescente, Harry conservaba el control de una manera notable—. No me permitió empujarlo a nada que no quisiera.
Severus estaba muy incómodo. Después de las reuniones con los Mortífagos, debía informar a Albus sobre todo lo que había visto y hecho, pero esto era diferente; eran cosas que había hecho por su decisión, aunque fuera como adolescente.
—El señor Weasley no pareció sorprendido por tu presencia en la enfermería. ¿Él y la señorita Granger están conscientes de la relación de ustedes, o de cuan profundamente avanzó?
—No estoy seguro si saben todo. Las amenazas de Weasley hacia mi bienestar personal prueban que no está totalmente ignorante. Fue bastante evidente que parecía confiar en mi relación con Harry. Es muy protector con él.
—¿Deseas hacer una queja formal sobre los eventos de la pasada semana? —preguntó el anciano, sorprendiéndolo.
Los pensamientos del mago más joven regresaron a lo que Harry le había dicho respecto a los posibles escenarios si él se quejaba o trataba de hacer que lo expulsaran. Nadie ganaría nada haciendo una queja sobre esto. De todas formas, en este punto, ¿deseaba hacerla?
—No —contestó, rotundo.
Dumbledore le sonrió.
—Gracias por ser tan franco conmigo, Severus. ¿Has tenido oportunidad de decirle a Harry que no lo odias? —indagó; el maldito brillo estaba de regreso en sus ojos azules.
—No, pero yo pensaría que mimarlo en la enfermería eliminaría la necesidad de expresar mi odio hacia él, o más bien, la falta de éste.
—Quizás, pero es agradable oírlo —el anciano tomó otro sorbo de té. Severus entrecerró los ojos.
—Le permitiré conocerme mejor, Albus, pero sólo porque empezaremos el entrenamiento para la Orden en cuanto Harry termine la escuela.
—Sus relaciones no podrían tener un mejor inicio —declaró el Director. Severus pensó que seguramente estaba siendo sarcástico.
—Albus —comenzó, hablando con tono pausado—. ¿Sabes lo que Harry guarda en su bolsillo? Una nota mía, prometiéndole no matarlo —dijo secamente—. Ése no es el inicio de una relación saludable.
El anciano rió entre dientes y le ofreció una galleta. En algún momento durante la conversación anterior…
En lo alto de la torre Gryffindor, Ron Weasley estaba hurgando en el baúl de su mejor amigo, buscando la capa de invisibilidad. Se deslizó en las cocinas para tomar una caja de golosinas y se dirigió a la enfermería.
Harry daba vueltas en la cama. Madam Pomfrey lo había despertado varias veces para revisarlo, y no estaba completamente dormido cuando Ron entró. El pelirrojo sonrió al ver que Harry abría los ojos.
—Ey, compañero, ¿cómo te sientes?
Harry se encogió de hombros.
>>No podía dormir sin saber si estabas bien. Como Hermione. Va a enfurecerse cuando averigüe que no la desperté.
—¿Qué hora es? —preguntó un somnoliento Harry.
—No quieras saber. Planeó dormir aún en el desayuno. Demonios, con los EXTASIs tras nosotros, también puedo dormir durante la primera clase.
—¿Tú, perderte el desayuno? —bromeó el moreno. Ron trató de parecer ofendido, pero sacó la caja de chucherías.
—Traje provisiones para mantenernos —comentó, abriendo la caja y sosteniéndola para que su amigo pudiera elegir primero. El pelirrojo tomó un enorme hojaldre de crema y empezó a comer—. ¿Todavía duele? —preguntó con la boca llena del pastel. Harry rió ante el intento de hablar de su amigo, pero se frotó la cabeza, arrepentido de haberlo hecho.
—Supongo que todavía duele, pero no como siempre —ahora frotó su nuca—. Mi cicatriz no duele, y el dolor de Malfoy se ha ido.
—¡¿Qué quieres decir con ‘el dolor de Malfoy’?! —gritó Ron, listo para golpear al Slytherin. Harry levantó una mano para calmarlo.
—No Draco, Lucius. Fue al señor Malfoy a quien cruciaron anoche. Cruciar… ¿es la palabra correcta?
Ron se encogió de hombros.
—¿Quién sabe? ¿Qué hizo Malfoy para eso?
—Aún no me he reunido con Dumbledore, así que no puedo decir; supongo que falló en hacer algo. Te lo contaré si es algo que puedo repetir.
Ron comprendió y no hizo más preguntas.
Harry decidió que ya tenía bastante de malos pensamientos y se zambulló en su èclair de chocolate. Ron hizo una mueca cuando su amigo lamió el chocolate y succionó la crema.
—Ey, si sigues así, vas a hacer que deje de comer èclairs por un año —protestó.
—Dame un descanso, Ron. Suenas como si cada vez que comiera, lo hiciera con una connotación sexual.
El pelirrojo arrugó la nariz.
—¡Y lo haces! El modo en que lames esa cosa… —objetó Ron. Harry puso los ojos en blanco.
—Debes tener una mente enferma, sólo piensas en sexo. Siempre he comido el chocolate primero, desde que llegué a Hogwarts, pero desde que te conté que me gustaban los hombres, has estado descontrolado. Deberías verte comer uno de estos, tú no lo haces mejor —decidiendo que podía divertirse un poco, sonrió y, lentamente, se metió un pastel en la boca. Gimió con los ojos cerrados, tragando algo de la crema y deslizándolo hacia afuera de nuevo. Cuando abrió nuevamente los ojos, se encontró con la imagen de Ron, congelado en su sitio, la boca abierta y llena de hojaldre de crema. Sus ojos estaban abiertos como platos, impactado ante el despliegue de su amigo.
—¡Eso no es cierto! —dijo Ron con presteza, con la boca todavía llena. Harry rió entre dientes y dio un abrupto mordisco al èclair. Ron hizo una mueca—. Está resuelto, no volveré a comer uno de esos por el resto de mi vida —despotricó con una mueca de disgusto. Harry sabía que no estaba realmente molesto, sólo incómodo.
No tomó demasiado tiempo para que madam Pomfrey escuchara la conmoción en su enfermería. Dio a Ron una mirada severa, pero sintió calidez en su corazón al ver que los amigos de Harry le apoyaban.
—Las cosas van a estar muy tranquilas por aquí cuando ustedes dos terminen la escuela. ¿Qué haré con mi tiempo libre? —le ofreció una cálida sonrisa—. Ahora, señor Weasley, creo que es hora que deje a mi paciente dormir un rato —lo regañó Pomfrey. Ron no se movió aún, sabían que siempre podían conseguir diez minutos extra.
—Su voz está diciendo fuera, pero sus ojos están diciendo èclair de chocolate —la tentó Harry, tendiendo la caja hacia ella. Habitualmente, éste sería el momento en el que ella les diría que tenían diez minutos y los regañaría por comer golosinas a esa hora de la noche, o de la madrugada, si consideraba la hora. Pero ella iba a extrañarlos, y esperaba que fuera la última vez que Harry lo visitara en la enfermería como paciente.
—Apártate un poco, Ron —pidió la bruja, impactando al pelirrojo y tomando un èclair. Tan señora como siempre, partió un pedazo de pastel antes de metérselo en la boca—. Cuando era niña, acostumbraba comerme todo el chocolate primero —comentó con una sonrisa—. Volvía loca a mi madre. Decía que yo lo hacía así para no compartir con nadie —con delicadeza, partió otro pedazo y lo comió. Harry sonrió. Ella, rara vez hablaba de su vida personal con él. Sospechaba que para ella era más fácil mantener la calma durante las emergencias médicas si siempre mantenía las cosas en el plano profesional. Merlín sabía que él era una buena parte de sus emergencias médicas.
>>Ronald —dijo la medibruja con completa seriedad—. Me gustaría que hicieras un trabajo para mí
El joven se sorprendió por sus palabras, pero trató de no hablar con la boca llena, en un intento por conservar las formas. Se señaló a sí mismo, levantando las cejas en señal de interrogación. Ella asintió.
>>Harry, querido, me temo que el tiempo que estuviste bajo los efectos de la maldición Cruciatus esta noche plantea una amenaza para tu salud, tu salud mental. Iba a explicarte esto más tarde, en presencia del profesor Dumbledore, pero ya que Ron está aquí y tú pareces coherente, te adelantaré algo ahora —Harry asintió y ella continuó—: ¿Sabes lo que pasa cuando una persona es colocada bajo la maldición Cruciatus por un extenso periodo de tiempo?
—Los Longbottom —fue todo lo que le dijo. Ella sabía que el chico comprendía que por eso estaban locos y en San Mungo.
—Sí, eso me temo. Ahora, dado que tú no sentiste la totalidad de los efectos de la maldición durante tu visión, has podido pasar mayores periodos de tiempo sin ningún efecto permanente. Pero, de lo que supongo, la de esta noche fue tu peor experiencia en esto, y me temo que no sabemos si alcanzaste el umbral.
—Estoy bien. Bueno, no me siento genial, pero tampoco me siento mentalmente distinto —dijo Harry.
Ron interpuso.
—Harry luce bien para mí. Además, dado que él siente menos que los pobres tipos que son maldecidos, no es como si Ya-Saben-Quien no detuviera la maldición hasta que la persona estuviera loca o muerta —terminó suavemente, dándose cuenta de lo que su amigo debía haber presenciado en su visión anterior.
—Lo hace —contestó Harry por ella—. Pero eso no significa que él no pueda maldecir a tres personas en fila, y aún así yo lo sentiría, aunque fueran personas diferentes quienes estuvieran al final de la varita de Voldemort .
Ron hizo una mueca de dolor y deseó que Hermione estuviera ahí, porque seguramente lo abrazaría en ese momento. Poppy palmeó el brazo de Harry.
—Una persona puede ser golpeada a diario por la maldición Cruciatus, durante un año, y no ser afectada permanentemente, más allá de terminar necesitando un urgente masaje para los músculos y un buen baño caliente. Pero si una vez se es maldecido durante un tiempo demasiado prolongado, hay una línea que puede ser cruzada. Una vez que ese punto es alcanzado, cada vez que la persona vuelve a ser atacada, puede perder un poco de su cordura. Si has alcanzado ese punto esta noche, tu estabilidad mental estará en riesgo con cada futura maldición que sufras. Todavía no estamos seguros. Puede que estés bien, pero deberemos vigilarte por si se presentan síntomas— Harry asintió, comprendiendo—. Y ahí es donde interviene Ronald.
El aludido se sentó derecho, esperando escuchar cuál sería su trabajo
>>El profesorado estará vigilando para buscar síntomas, pero tú estás con Harry la mayor parte del tiempo, y eres quien mejor lo conoce —le sonrió con calidez—. Quiero que vigiles cualquier cambio en su comportamiento. Mira los posibles cambios de humor, o emociones fuera de lo común, o posibles cambios en los patrones del sueño o apetito —se giró de nuevo hacia Harry—. Deberás decirme si sientes cualquier dolor, temblores, o cualquier cosa de la que no estés seguro. ¿Comprendes?
—Sí, comprendo. ¿Cuánto tiempo antes que sepamos?
—Veremos; quizás la semana entrante —contestó, antes de levantarse para partir—. Ron, tienes cinco minutos, Harry necesita descansar —dijo afectuosamente, y salió. El pelirrojo la observó partir antes de girarse hacia su amigo.
—Estarás bien, Harry, ya lo verás —lo tranquilizó.
—Sí, estaré bien.
Ron se levantó del borde de la cama y dejó la caja con el resto de los pasteles sobre la mesilla de Harry. Miró el incompleto éclair.
—Ni siquiera voy a tocar eso. ¿Te lo vas a terminar? ¿O me ahorrarás la representación visual? —bromeó mientras limpiaba el desorden.
—Yo pensé que ibas a estallar cuando madam Pomfrey dijo que acostumbraba comer el chocolate primero. Ya ves, yo como bien; tú eres el que tiene una mente enferma.
—Vale, y tú te estás comportando como un chiquillo, y yo que pensé que eras un cerdito —lo hostigó Ron. Harry le lanzó un pastel—. Te veré más tarde —lamió sus dedos y se despidió con la mano mientras partía.
Harry se acurrucó contra la almohada, jalando las cobijas hasta la barbilla. Pensaba que Severus estaba sosteniéndolo, consolándolo. Ignorando que había sido real, pensaba que, si tenía suerte, tendría ese sueño una vez más.
Última edición por alisevv el Dom Ene 24, 2010 5:39 pm, editado 1 vez | |
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